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Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos


Psychological violence behaviors in young couples for

preventions programs



Autores:


Carmen Lledó Rando Fabiola Perles Novas Jesús San Martín García

Universidad de Málaga, España


Autor de correspondencia:


Carmen Lledó Rando clledo@uma.es


Recepción: 01 – Septiembre – 2023

Aprobación: 02 – Enero – 2024

Publicación online: 28 – Junio – 2024


Citación: Lledó, C., Perles, F. y San Martín, J. (2024). Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos. Maskana, 14(2), 9 - 25. https://doi.org/10.18537/mskn.15.01.01



doi: 10.18537/mskn.15.01.01


© Author(s) 2023. Attribution-NonCommercial- ShareAlike 4.0 International (CC BY-NC-SA 4.0)

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Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos

Psychological violence behaviors in young couples for preventions programs


Resumen:

Este trabajo analiza cómo se perciben diferentes comportamientos de violencia psicológica en jóvenes, según la gravedad y evaluando las creencias sexistas subyacentes, para incluirlos como contenidos en programas de prevención de violencia en parejas, entendiendo la violencia de pareja como un proceso continuo. Un análisis factorial exploratorio de la escala de Percepción de Violencia de Género Psicológica con 888 estudiantes de 18 a 25 años reveló 4 componentes principales con una rotación oblimin, explicando el 74% de la varianza. Las correlaciones de los ítems fueron >.59. El orden encontrado, verificado con regresión lineal por método intro, fue: indiferencia afectiva, irresponsabilidad sexista, violencia de control coercitivo y violencia de dominación- hostilidad. Estas se correlacionaron con sexismo hostil y benevolente: solo las hostiles influyeron en diferentes percepciones de gravedad; luego, los comportamientos violentos no relacionados con sexismo podrían pasar desapercibidos. Estos resultados apoyan la especificación de contenidos a entrenar para mejorar la eficacia.


Palabras clave: prevención, indiferencia afectiva, violencia de género, violencia de pareja, sexismo hostil.

Abstract:

This article analyzes how different psychological violence behaviors are perceived in young people, considering the severity and the sexist beliefs, to be included them as content in prevention programs. We conducted an exploratory factor analysis of the Perception of Psychological Gender Violence (PGV) scale evaluated by 888 students aged 18 to 25 years, observing four principal components through oblimin rotation, explaining 74% of the variance. Items correlates were >.59 and clustered according to loadings >.50. The order found and verified with linear regression using the intro method was affective indifference, sexist irresponsibility, coercive control violence and domination-hostility violence. We tested correlations between results dimensions and hostile and benevolent sexism but hostile sexist beliefs influenced the different perceptions of severity. We believe violent behaviors unrelated to sexism may go unnoticed and should be focus of preventive interventions. These results support specifying content for training to improve effectiveness.


Keywords: prevention, affective indifference, gender-based violence, intimate partner violence, hostile sexism.

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Carmen Lledó Rando, Fabiola Perles Novas, Jesús San Martín García

Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos


  1. Introducción



    La violencia en la pareja en jóvenes y adolescentes es considerada una prioridad en el desarrollo de la intervención preventiva a nivel internacional debido a su consideración como un grave problema de salud pública (Aizpurúa et al., 2021) tanto por la prevalencia del fenómeno en sus diferentes formas de expresión, como por las consecuencias en el desarrollo temprano de los individuos (McNaughton et al., 2016). En España se utilizan diferentes contenidos y técnicas en función de las distintas etapas educativas que se insertan a través del currículum escolar hasta la adolescencia (Díaz-Aguado et al., 2020). Sin embargo, las propuestas para el rango de edad entre 18 y 25 años son escasas y no suelen ser específicas para estas edades, sino una adaptación de las propuestas diseñadas para adolescentes.


    Por otro lado, la investigación empírica demanda nuevos diseños en las intervenciones debido a las limitaciones encontradas al evaluar los cambios en actitudes y comportamientos violentos después de las intervenciones preventivas (Fernández-González et al., 2020), ya que, si bien pueden producir cambios en las creencias sexistas, estos cambios no se traducen necesariamente en una disminución de la prevalencia en el comportamiento violento (De La Rue et al., 2017; Villa-Rueda et al., 2022), especialmente en evaluaciones posteriores a los 12 meses (Malhotra et al., 2015). Estos resultados se repiten incluso cuando las intervenciones se ajustan al modelo ecológico-constructivista (Sánchez-Jiménez et al., 2018), que se supone son intervenciones más integrales. Por ejemplo, De La Rue et al. (2017) llevaron a cabo un metaanálisis de intervenciones preventivas en EEUU para determinar la efectividad de este tipo de programas llevados a cabo con escolares entre los 11 y los 18 años y descubrieron que los únicos programas que realmente tenían la capacidad de

    disminuir las estadísticas sobre perpetración y recepción de violencia en la pareja eran aquellos que llevaban a cabo tareas de entrenamiento en comportamientos. Con conclusiones similares, encontramos que Sánchez-Jiménez et al. (2018) llevaron a cabo un programa de prevención de violencia en la pareja en el Sur de España, con una muestra de escolares de entre 12 y 19 años de edad, de clase social, económica y cultural media, que pretendía disminuir las prevalencias de emisión y recepción de violencia física, psicológica y ciberviolencia, así como disminuir las creencias sobre mitos del amor romántico y mejorar la calidad de las relaciones románticas. Los resultados evidenciaron que la intervención que llevaron a cabo durante diez sesiones solo produjo cambios en las creencias, es decir, la intervención tenía incidencia en el cambio de actitudes pero no producía cambios en el comportamiento, por lo que recomendaban llevar a cabo intervenciones que se basen en el entrenamiento en situaciones cercanas a las vivencias de los participantes. Cornelius y Resseguie (2007), en relación a los programas preventivos, llamaban la atención sobre que el aumento de información no conlleva automáticamente un cambio en las habilidades si no existe un entrenamiento específico en comportamientos a cambiar, es decir, debe contener una serie de competencias a desarrollar. En el caso específico de la violencia en la pareja, algunos autores han señalado, además, que debe tenerse en cuenta de forma específica el efecto de las normas sociales culturales y el entorno sexista (Delgado et al., 2015; Waddell y Overall, 2023) que modula especialmente la actitud dentro de la relación de pareja.


    Estudios internacionales sitúan a España entre los cinco países con actitudes más favorables hacia la igualdad de género entre adolescentes, gracias a las políticas de igualdad de los últimos veinticinco

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    años (Dotti y Quaranta, 2017). Datos sobre países con culturas similares a la española coinciden en mostrar una evolución en la perpetración según el tipo de violencia: la violencia física en la pareja aparece al inicio del periodo adolescente, alcanza su cenit a los 16 años, y decrece en un patrón curvilíneo (Foshee et al., 2011) hasta casi desaparecer con la edad (De La Rue et al., 2017). Pero si consideramos la violencia psicológica, que llega a ser más sutil en la forma de perpetración (Calvete et al., 2005) y resulta más difícil de evaluar, existen muchas lagunas de conocimiento sobre su evolución.


    Viejo-Almanzor (2012) señalaba que el origen de la violencia de género y de la violencia en las parejas se situaría en las dinámicas de relación en el cortejo adolescente cuando aparecen una serie de comportamientos desagradables que van a ser interpretados como intentos de acercamiento y muestras explícitas de interés, y no como comportamientos agresivos. Siguiendo a Gutiérrez y Delgado (2013), entendemos la violencia psicológica como “los actos o conductas intencionadas por parte de quien la ejerce que producen desvalorización o sufrimiento en quien la padece” (p.144). En cuanto a la violencia psicológica de género, específicamente entendemos aquellos actos intencionados que producen daño, desvalorización o sufrimiento en las mujeres originados desde la desigual posición de poder que tienen los roles sociales para hombres y mujeres, que constituyen una posición asimétrica de partida a las relaciones de pareja. Los comportamientos contemplados, en este sentido, pueden incluir un gran repertorio de actos y, como señala Viejo-Almanzor (2012), constituyen una expresión de cómo asimilan las personas jóvenes esa cultura en relación a las parejas, recordando que las investigaciones muestran que las actitudes sexistas, que conforman esta expresión cultural, estarían más polarizadas justamente en la adolescencia temprana (Ferragut et al., 2017).


    No obstante, entre los 18 y los 25 años se van adquiriendo nuevas habilidades metacognitivas,

    según se desarrollan funciones ejecutivas superiores como la flexibilidad cognitiva, las funciones inhibitorias, la autorregulación del comportamiento (Flores-Lázaro et al., 2014; Canet-Juric, 2016) que formarían parte de la base del desarrollo moral adulto que sirve para guiar la conducta; en estas edades las interacciones sociales en los grupos siguen siendo determinantes, fundamentalmente para estos procesos de formar pareja, dado el efecto del flujo continuado de información que puede suponer la retroinformación social (feedback) que aportan las amistades (Pino y Urrego, 2013). Suponemos que la construcción cognitiva de lo que es una pareja va evolucionando con la interacción entre los cambios cognitivos, la información que se obtiene de la experiencia y las amistades, de las expectativas que se depositan en las relaciones interpersonales y del desarrollo de los propios proyectos vitales. De esta forma, la configuración de las parejas en la adultez emergente (Arnett, 2007) puede diferir de la etapa adolescente. Y, por tanto, la forma de entender o interpretar los comportamientos también podría ser diferente. En realidad, desconocemos el inicio de las estrategias de violencia psicológica y qué patrón de escalada tienen los comportamientos violentos entre los 18 y los 25 años. No obstante, la falta de efectividad en los programas muestra que no estamos llegando a esa interacción que se produce a nivel individual con la integración cultural y que se hace visible a partir de los comportamientos observados en las parejas.


    Aplicando un modelo etiológico de carácter ecológico-constructivista (OMS, 2002; Foshee et al., 2011; Heise y Fulu, 2014), encontramos un marco teórico donde se concretan definiciones y se describen factores de protección y factores de riesgo que interactúan en un sistema dinámico, y que está compuesto por características individuales, familiares, comunitarias, culturales y sociales. Como señalaron Delgado et al. (2015), la percepción de violencia es un juicio que depende no solo de la presencia o de recibir comportamientos violentos en la relación de pareja,

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    sino también de cómo esos comportamientos son representados o interpretados cognitivamente como violentos. El marco en el cual las sociedades elaboran las representaciones de las relaciones de pareja, esto es, la cultura de referencia, constituye un parámetro de comparación que determina el comportamiento como violento o como normalizado (Delgado et al., 2015) y algunos instrumentos que miden creencias sexistas (por ejemplo, Glick y Fiske, 1996) se han utilizado como expresión de esta cultura de referencia.


    Un mismo comportamiento puede ser percibido como violento o normal por parte de distintas personas en función de su propia tolerancia a la violencia (Calvete et al., 2005). No obstante, definir los comportamientos que podemos incluir dentro del concepto “violencia psicológica” podría ser un elemento de ayuda en la prevención porque podría utilizarse para enseñar a los jóvenes a identificarlos de una forma muy concreta, señalando las consecuencias que puede producir, es decir, a través de la concreción de los comportamientos de violencia psicológica podemos llevar a cabo entrenamientos en identificación del comportamiento, identificación del daño que produce y modelado de comportamientos no violentos en el mismo contexto de identificación. Luego, la selección de los comportamientos violentos a incorporar como susceptibles de entrenamiento resulta una tarea clave, puesto que imaginamos un gran conjunto de comportamientos posibles que harían la intervención muy complicada ¿Cuáles serían, entonces, los comportamientos más eficaces para que tengan el efecto deseado de disminuir la perpetración y victimización de comportamientos violentos? ¿Cuáles son los comportamientos que definirían mejor la violencia psicológica?


    En España, el Inventario de Abuso Psicológico en las Relaciones de Pareja Adultas (IAPRP) (Calvete et al., 2005) sirvió de fundamento para definir un conjunto de comportamientos concretos que se pueden encontrar en las parejas jóvenes, evaluados con la Escala VEC (Cantera et al, 2009).

    Posteriormente, Delgado (2010, 2014) validó esta escala con un resultado de diez dimensiones y cuarenta y siete comportamientos que describen violencia psicológica presentes entre los jóvenes que denominó escala de Percepción de Violencia de Género Psicológica (VGP). Su uso resulta muy adecuado para detectar comportamientos de violencia psicológica, ya sean presenciales o virtuales. Nuestro trabajo analiza estos comportamientos de violencia psicológica entre los 18 y 25 años para concretar las competencias que se podrían trabajar como contenidos más efectivos para un programa preventivo.


    Creemos que la clave para mejorar la eficacia final de la prevención de la violencia en la pareja pasa por mejorar la adherencia a los contenidos, pero las personas más jóvenes no suelen identificar comportamientos de violencia grave, pensando que es un fenómeno que sucede a otras personas. De modo que identificar situaciones leves puede servir para entender mejor que la violencia en la pareja empieza de una forma sutil y que socialmente aprendemos comportamientos que se reproducen, incluso en personas que presentan escasas creencias sexistas polarizadas. Nuestra propuesta incluye tener en cuenta el sexismo para conocer su funcionamiento en las diferentes percepciones de gravedad de los comportamientos de violencia psicológica, bajo la hipótesis de que permitiría ordenar los contenidos a trabajar en un futuro programa de entrenamiento en competencias basadas en estos comportamientos.


    Revisiones de programas de prevención basados en la evidencia (Lazarevich et al., 2017) muestran que algunos programas de cierto éxito, como el Safe Date (Foshee y Langwick, 2010), se enfocaban en desarrollar relaciones más saludables a partir de cómo los jóvenes o adultos emergentes (Arnett, 2007) perciben las situaciones y comportamientos que son constitutivos de violencia psicológica. Esta idea resulta coherente con los planteamientos de Delgado et al. (2015), que definen esa violencia psicológica en base a la percepción. Percepción que, a su vez, estaría

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    influida por las creencias subyacentes, y que tenerla en cuenta de forma concreta podría ser un aspecto importante para mejorar la adherencia a los contenidos de un posible diseño preventivo. Nuestra hipótesis plantea que intervenir sobre comportamientos violentos percibidos como leves puede mejorar la adherencia a los contenidos en los programas preventivos. Los comportamientos violentos percibidos con menor gravedad suelen pasar desapercibidos para las personas que están involucradas porque no se considera que causen un daño importante. De modo que, los aspectos más leves suelen pasar desapercibidos pero considerando la violencia como un proceso (Delgado, 2010), intervenir en lo más leve podría tener un mejor impacto en el cambio de comportamiento y, además, puede resultar mucho más fácil de revertir que si se interviene cuando los comportamientos violentos son graves y fácilmente identificables, con lo que detectar señales iniciales o primarias podría suponer una mejora sustancial en la forma de abordar las intervenciones. Es por lo que consideramos que identificar las situaciones calificadas como menos graves deberían ser objeto prioritario en la investigación empírica, y este trabajo profundiza en cómo se perciben, según la gravedad, los diferentes comportamientos de violencia psicológica en las relaciones de pareja en jóvenes.


    Teniendo en cuenta que la violencia de pareja es un fenómeno afectado culturalmente y dada la importancia del modelo cognitivo de interpretación, partimos de una herramienta desarrollada en nuestro territorio que consideramos recoge con una mayor sensibilidad la forma en que está afectando la cultura (Cantera et al., 2009; Delgado, 2010, 2014). La percepción está influida por las propias creencias, pero atendiendo al modelo ecológico, el efecto cultural de la sociedad es inevitable y presenta efecto en las creencias personales a través de los grupos de iguales, de los medios de comunicación y las normas sociales y legales del país de referencia. Dentro de estos efectos culturales, la transmisión de esquemas de género sexistas van a formar parte del proceso

    socializador de los hombres y las mujeres jóvenes e incluye información autorreferencial, es decir, sirven para autocategorizarse (Bem, 1981; Tolman et al., 2003), por lo que necesariamente el sistema de creencias sexista resulta un elemento esencial para comprender el proceso que tiene lugar y, entendemos, deben ser tenidas en cuenta en la prevención.


    El objetivo principal en esta investigación, por tanto, sería profundizar en cómo se perciben, según la gravedad, los diferentes comportamientos de violencia psicológica en las relaciones de pareja en jóvenes a través de su agrupamiento en dimensiones o factores resultantes a través de análisis factorial, de tal forma que podamos concretar qué grupos de comportamientos resultan más importantes según la conexión con las propias vivencias y la realidad cotidiana para incluirlos como contenidos en un programa de prevención de violencia psicológica para jóvenes. Las dimensiones serían ordenadas de forma creciente según la percepción de gravedad, para favorecer la adhesión, empezando por las dimensiones y comportamientos que se perciben como menos graves.


    De forma complementaria, tenemos el objetivo de estudiar cómo las dimensiones resultantes pueden relacionarse con las creencias sexistas para determinar de qué manera se relaciona el sexismo con los comportamientos menos graves. Esta investigación forma parte de una más amplia en la que determinamos las bases empíricas para el diseño de un programa preventivo de violencia en la pareja entre los 18 y 25 años.

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  2. Materiales y métodos



    1. Procedimiento


      Hemos utilizado un diseño no experimental aleatorio estratificado aplicando un dossier de cuestionario en formato tanto presencial como virtual. En el caso presencial fue directamente aplicado en el horario lectivo, directamente por la investigadora, asegurando la voluntariedad, y con el permiso del profesorado que cedió el tiempo de su materia; en el formato virtual se entregaron enlaces de Google Forms que no recopilaban datos personales. Los participantes no recibieron contraprestación por su participación. Finalmente, se recogió una muestra de 905 participantes, que se redujo a 888 en los análisis de regresión. La muestra estaba conformada por estudiantes de 18 a 25 años de distintas facultades de la Universidad de Málaga y un centro de Formación Profesional de titulaciones múltiples, y los datos se recogieron con la autorización del Comité de Experimentación de la UMA, certificado nº 55 y número de registro 164-2021-H.

        1. Muestra


      El 51% son mujeres y el 49% hombres, con edades entre los 18 y 25 años (X = 20.2). El 92.2% son de nacionalidad española; el 71.3% habita en municipios >100.000 personas y el 19.6% habita municipios <50.000 personas. El 86.1% son heterosexuales; el 49.4% tiene pareja en la actualidad. Casi el 12% nunca ha tenido pareja, el 33.2% ha tenido una pareja y el 29.6% había tenido dos parejas. El 88.9% de la muestra estudia en nivel universitario y el resto en Formación profesional. De los participantes de grado universitario, el 40.4% estudia en distintas titulaciones del grupo STEM y 42.5% titulaciones de Psicología, Trabajo Social, Criminología y Relaciones laborales/Recursos Humanos.

        1. Materiales


          Se aplicó un dossier que contenía datos personales sociodemográficos y dos instrumentos de evaluación apropiados para los objetivos principales, contando con permiso de los autores principales para su aplicación: 1. Cuestionario de Violencia de Género Percibida (Delgado, 2010): presenta 47 ítems para evaluar diez dimensiones de violencia psicológica: control, acoso, asilamiento, celos, descalificación, indiferencia emocional, presión sexual y negligencia, manipulación emocional, amenazas y dominación. El cuestionario se relaciona con las creencias sexistas (Delgado et al., 2015). El rango de respuestas oscila entre 0 (“Nada violento”) y 6 (“Violencia extrema”). Aunque inicialmente la estructura de este instrumento se divide en diez dimensiones, Delgado (2014) y Delgado et al., (2015) encontraron otras soluciones posibles. Por ejemplo, el análisis factorial cuando se incluyen muestras de distintas nacionalidades mostró una estructura interna con dos grandes factores a través de la rotación Oblimin que explicaba el

          66.9 % de la varianza, con una correlación entre

          ellas de .80. La fiabilidad, estimada por el método de consistencia interna en muestras españolas y mexicanas, resultó adecuada para todas las dimensiones: α =. 96. para la escala principal; α =

          .94 para la dimensión 1, que explicaba el 35.8% de la varianza; y, un α = .95 para la dimensión 2, que explica el 31.1% de la varianza. Según los investigadores, en este caso las dos dimensiones encontradas describen: 1. Estrategias de violencia psicológica más graves, entre las que se identifican las amenazas, la dominación, la presión sexual, el acoso y el control, desde un punto de vista posesivo; y, 2. Estrategias proactivas-pasivas, que definen un continuo de comportamientos que pueden ser más o menos activos. Sin embargo, una aplicación a personas mayores de 60 años con

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          análisis de datos similar (Gutiérrez y Delgado, 2013) mostró tres dimensiones, identificadas como: 1. Control; 2. Amenazas y coerción sexual; y, 3. Celos y hostilidad emocional. Esto sugiere que hay diferencias en la percepción de la violencia según las características del grupo en la que se evalúe y que, por tanto, los programas preventivos generales pueden no ajustarse bien a las características cognitivas que se aplican para interpretar las dinámicas de relación de las parejas que se evalúan en el cuestionario. Por otro lado, la escala VGP (Delgado, 2014) se relaciona significativamente de forma negativa con las creencias sexistas (α = - . 57 con sexismo hostil; α = - .47 con sexismo benevolente), es decir a menor puntuación en creencias sexistas mayor percepción de gravedad de los comportamientos. Estos dos hechos fundamentan la idea de que si queremos aplicar un entrenamiento en comportamientos seleccionados, primero debemos establecer un orden concreto de las dimensiones según la gravedad percibida en nuestra muestra de una forma específica, determinando los comportamientos a incluir, así como cuál sería la relación de cada una de estas dimensiones con las creencias sexistas. 2. El Cuestionario de Sexismo Ambivalente (ASI) de Glick y Fiske (1996), en la versión validada en español (Lameiras y Rodríguez, 2002) fue el segundo instrumento utilizado. Consta de 22 afirmaciones que suponen creencias sexistas, en función del grado en el que estén de acuerdo/ desacuerdo, presentado en Escala Likert de 0 (Totalmente en desacuerdo) al 5 (Totalmente de acuerdo). Está diseñada para conocer el impacto del sexismo ambivalente hacia las mujeres. La escala aplicada a población española presenta una fiabilidad alta (α = .89), siendo superior en nuestra muestra (α = .91).

        2. Análisis de datos


      Para determinar el orden de las dimensiones de violencia psicológica que vamos a entrenar hemos utilizado, siguiendo el procedimiento analítico de las autoras, un análisis de los componentes

      principales con análisis factorial exploratorio con SPSS IBM 25, que incorpora tanto el análisis de la consistencia interna como el análisis de la fiabilidad de los 47 ítems. Reproducir el procedimiento original se justifica porque la percepción de la violencia y, por tanto, la agrupación de comportamientos, puede cambiar según el grupo de edad al que se aplique, según los estudios de las autoras a distintos grupos (Delgado et al., 2015). En el procedimiento de análisis de datos se evaluó la correlación ítem-total, la correlación al cuadrado (varianza explicada con los reactivos de la escala) y el valor de fiabilidad si se eliminaba el reactivo. Se utilizó un criterio de correlación > .3 para considerar a los ítems dentro de cada factor. Utilizamos el análisis factorial con una matriz sin rotar y una matriz rotada, de solución oblimin (normalización Kaiser), ya que las correlaciones de los ítems eran muy fuertes. Para determinar el error muestral y el tamaño del efecto se utilizó el programa G*Power 3.1.9.7. Para el análisis confirmatorio utilizamos el análisis de regresión por el método intro (enter). También se utilizó análisis de regresión para establecer las relaciones entre las distintas dimensiones y las creencias sexistas.


  3. Resultados



    El análisis de la matriz sin rotar confirmó los resultados de la autora original del instrumento en dos componentes: uno principal, que agrupa la mayor parte de reactivos que expresan mayor gravedad; el segundo, agrupa reactivos relacionados con la indiferencia afectiva y descalificación (cargas superiores a .5). La varianza explicada llegaba al 67%. No obstante, el análisis con rotación oblimin revela cuatro factores que explicaban un total del 74% de la varianza, motivo por el cual elegimos esta opción. En este caso, los ítems presentan comunalidades superiores a .59 y cargas superiores a .50 en su factor. Las relaciones inferiores a .30 fueron

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    desechadas. La prueba de esfericidad de Barlett fue significativa (p < .001), es decir, la solución factorial es adecuada; la fiabilidad del instrumento fue superior a la original (α = .98). En la Tabla 1 mostramos los comportamientos ordenados en factores/dimensiones según el valor de las correlaciones.

    La matriz de correlaciones reveló relaciones del Factor 1, el considerado como los comportamientos violentos más graves, con los otros tres factores resultantes, tal y como se observa en la Tabla 2


    Tabla 1: Agrupación de Ítems según Análisis Factorial.

    Fuente: Elaboración propia.


    Factor 1: Violencia psicológica de Hostilidad/Dominación

    Amenazas 3

    Te amenaza con hacerte la vida imposible si le dejas

    .98

    Amenazas 4

    Golpea, tira o rompe objetos cuando discute contigo

    .94

    Amenazas 5

    No controla su ira cuando se enfada contigo

    .88

    Manipulación Emocional 4

    Te castiga emocionalmente cuando no haces lo que quiere o le llevas la contraria

    .85

    Dominación 4

    Le gusta sentir que es quien “manda” en la relación

    .84

    Dominación 1

    Te hace sentir con su forma de comportarse que es quien controla en la relación

    .83

    PS/N 7

    Te fuerza a mantener relaciones sexuales

    .80

    Dominación3

    Considera que tu vida debe girar en torno a la suya

    .79

    Amenazas2

    Te amenaza con hacerte algo si le dejas y no vuelves

    .78

    Aislamiento3

    Quiere que salgas sólo con él/ella, con quien diga y como diga

    .71

    Manipulación Emocional 5

    Te hace sentir culpable de lo mal que se siente cuando no le gusta lo que haces

    .70

    PS/N 7

    Te impone juegos sexuales que no quieres hacer o que te disgustan

    .70

    Control 5 Impone las reglas de la relación (los días que se sale, los horarios, los tipos de salidas, etc.)

    .63


    Celos 5

    Te dice que vistes de forma provocativa porque quieres llamar la atención de otras personas

    .54

    PS/N 4

    No considera cómo te sientes en las relaciones sexuales

    .52

    Celos 4

    Te acusa de provocarle celos mostrando simpatía con otros/as

    .50

    Aislamiento 2

    No le gusta que quedes con tu pandilla si no está

    .48

    Amenazas 1

    Te amenaza con dejarte cuando no haces lo que quiere

    .44

    Factor 2: Indiferencia Afectiva y Déficit en Habilidades Sociales

    Indiferencia afect.1

    Niega o no reconoce sus errores o nunca pide disculpas

    .84

    Indiferencia afect.2

    Te deja plantada/o sin dar explicaciones

    .82

    Indiferencia afect.4

    Ignora tus enfados o los considera una tontería

    .82

    Descalificación 1

    Critica tu aspecto, tu forma de vestir o pensar

    .72

    Descalificación 6

    Menosprecia a tus amistades. familia o personas que tú quieres

    .56

    Descalificación 4

    Hace cosas que sabe que te avergüenzan

    .56

    Indiferencia afect.3

    No te tiene en cuenta, decide sin consultarte ni pedirte opinión

    .55

    Descalificación 5

    Se burla de ti comparándote con otras personas

    .55

    Descalificación 2

    Se burla de ti y te dice cosas que te hacen daño

    .54

    Manipulación emocional 2

    Te hace promesas de cambio que no cumple para conseguir que vuelvas a la relación

    .53

    Dominación 2 Alardea ante sus amistades de que haces lo que te manda .61 PS/N 3 Te acusa de “antiguo/a” si no quieres mantener relaciones sexuales .59 Manipulación Emocional 3 Te pide que renuncies a tus propios planes para demostrarle que le quieres de verdad .57 Celos 3 Te monta broncas porque cree que te gustan otras personas .56 Acoso 3 Te hace más de 10 llamadas perdidas y mensajes al día para saber qué estás haciendo .54

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    Factor 3: Irresponsabilidad combinada con sexismo

    PS/N 2

    No se responsabiliza o no se preocupa por el método anticonceptivo

    .75

    Indiferencia afectiva 3

    No te tiene en cuenta, decide sin consultarte ni pedirte opinión

    .48

    Manipulación emocional 1

    Te ha puesto a prueba (trampas) para averiguar hasta qué punto le quieres

    .42

    Descalificación 3

    Se burla o habla mal sobre las mujeres en general

    .39

    PS/N5*

    Insiste en no utilizar preservativo en las relaciones sexuales porque no le gusta

    .41

    Factor 4: Violencia de Control coercitivo

    Control 1

    Decirle con quién debe salir y con quien no

    .85

    Control 3

    Querer saber todo lo que hace, dónde está/con quién, cuando no está con él

    .82

    Control 2

    Decirle que cambie su forma de vestir, peinarse o maquillarse

    .74

    Acoso 1

    Vigila tus llamadas, los mensajes del móvil, correo electrónico, redes sociales…

    .67

    Aislamiento1

    No quiere que veas a tus amigos o amigas cuando él no está

    .67

    Celos 1

    Te acusa de coquetear cuando te ve hablando con otros chicos

    .58

    Acoso 2

    Se presenta en los lugares donde sabe que estás para ver qué haces o con quién estás

    .58

    Celos 2

    Se pone celoso si te llaman por teléfono

    .38

    Control 4

    Revisa sin tu permiso tus objetos personales (bolso, agenda,…)

    .37

    PS/N: Presión Sexual y Negligencia


    La relación entre los componentes F2 y F3 fue de

    .2, por lo que se rechaza la relación entre ambos, dado que para nuestro criterio debía superar el .3. El Factor 2 se relaciona directamente con el F4: r (904) = .4; p < .001. No obstante, F2 presenta

    una relación débil con sexismo: r (888) = - .2; p

    < .001. La dirección hallada en la relación con sexismo es negativa para todos los factores y más determinante con sexismo hostil, al igual que encontró la autora original (Delgado, 2014).


    Tabla 2: Matriz de correlaciones de componentes.

    Fuente: Elaboración propia.


    Componentes o factores:

    F2

    F3

    F4

    FACTOR 1 (F1): Violencia psicológica de hostilidad/dominación

    .42

    .44

    .65

    FACTOR 2 (F2): Indiferencia afectiva



    .43

    FACTOR 3 (F3): Irresponsabilidad Sexista



    .36

    Método de extracción: análisis de componentes principales con método de rotación oblimin y normalización Kaiser.


    Posteriormente ordenamos los factores resultantes según la gravedad media percibida, de menos grave a máxima gravedad, de forma que permita empezar por el que se considera más leve, y resultando: 1º) Factor 2: X = 4.5 (1.2); 2º) Factor 3: X = 4.7 (1.2); 3º) Factor 4: X = 5.0

    (1.0); y, 4º) Factor 1: X = 5.3 (.9). Como hemos señalado este orden nos permitiría priorizar los contenidos de trabajo en los programas de prevención. Ponemos nombre a los factores para no crear confusión según los ítems que se incluyen estadísticamente y lo definimos como Factor 1: Violencia Psicológica de Dominación-Hostilidad;

    F2: Indiferencia Afectiva; F3: Irresponsabilidad sexista; F4: Violencia de Control Coercitivo.


    Para comprobar que esta solución en 4 dimensiones puede resultar relevante y adecuada, llevamos a cabo un análisis de regresión lineal que confirmó que los cuatro factores predicen de una forma significativa un 15 % de los valores de sexismo hostil con una F (4,883): 38.77; p <.001; f2= .17, siendo un tamaño del efecto medio; también resultó una explicación significativa, aunque más discreta, al explicar un 5% del sexismo benevolente, con una F (4,883):12.97; p

    < .001; f2: .05

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    Carmen Lledó Rando, Fabiola Perles Novas, Jesús San Martín García

    Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos


    A menor presencia de creencias sexistas se percibe mayor gravedad en los comportamientos, especialmente cuanto menor sexismo hostil. Ahora bien, dentro del modelo predicho parece ser que las creencias hostiles y la Indiferencia Afectiva no muestran capacidad predictiva

    [t(888): .50; p = .60]; tampoco con las creencias sexistas benevolentes [t (888): .87; p = .38]. Por su parte la Violencia de Control Coercitivo tampoco aparece como con capacidad predictiva en su relación con el sexismo hostil [t (888):

    -1.07; p = .28].


    Tabla 3: Regresión lineal por método intro para predecir sexismo hostil y benevolente.

    Fuente: Elaboración propia.


    Sexismo hostil

    F

    R2

    ΔR2

    B

    SE

    β

    t

    p

    1- β

    f2

    Modelo 1

    38.77 (4,883)

    .15

    .14

    3.2

    .18


    17.46

    .001

    1

    .17

    Factor1




    -.17

    .07

    -.15

    -2.34

    .02



    Factor2




    .02

    .04

    .02

    .50

    .60



    Factor3




    -.18

    .05

    -.21

    - 3.74

    .001



    Factor4




    -.07

    .06

    -.07

    -1.07

    .28



    Sexismo benévolo

    F



    B

    SE

    β

    t

    p

    1- β

    f2

    Modelo 1

    12.97 (4,883)

    R2

    ΔR2

    1.82

    .15


    12.25

    .001

    .99

    .05

    Factor1


    .05

    .05

    - .03

    .06

    -.03

    - .50

    .61



    Factor2




    .03

    .03

    .05

    .87

    .38



    Factor3




    -.09

    .04

    -.14

    2.41

    .01



    Factor4




    .08

    .05

    -.11

    -1.67

    .09




  4. Discusión



    En esta investigación nos planteamos analizar cómo se perciben, según la gravedad, los diferentes comportamientos de violencia psicológica en las relaciones de pareja y en qué dimensiones se agrupan para determinar qué comportamientos resultarían más determinantes para incluirlos como contenidos en un programa de prevención de violencia psicológica para jóvenes. En nuestros resultados, atendiendo a las correlaciones entre las dimensiones resultantes, la Violencia Psicológica de Dominación-Hostilidad aparece relacionada con el resto de los factores o dimensiones resultantes, pero de una forma más fuerte con la Violencia de Control Coercitivo. Esta relación es congruente con la idea de definir la violencia de género como un continuo (Delgado et al., 2015), y por tanto apoyaría nuestra premisa de que intervenir preventivamente sobre la Violencia de Control Coercitivo incidiría en los

    comportamientos del Violencia Psicológica de Dominación-Hostilidad, que tiene un carácter de mayor gravedad. Suponemos que este último tipo de violencia es más complejo, atendiendo al mecanismo del ciclo de la violencia de género (Walker, 1980) y, por tanto, resultaría más difícil de intervenir sobre sus comportamientos para eliminarlos. Por otro lado, tanto la Indiferencia Afectiva como la Irresponsabilidad Sexista se perciben relacionados con la Violencia de Control Coercitivo, pero sin relacionarse entre ellas mismas, es decir, la Indiferencia Afectiva y la Irresponsabilidad Sexista podrían aparecer por separado, aunque no sean totalmente independientes.


    El hilo conductor en la percepción de la gravedad de los comportamientos podrían ser las creencias sexistas, como ya habían puesto de manifiesto

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    doi: 10.18537/mskn.15.01.01


    algunos autores de forma previa (Delgado et. al. 2015; Dotti y Quaranta, 2017), pero en nuestro trabajo se añade que tiene una influencia diferente según el factor o dimensión contemplada. Es decir, la relación de la violencia psicológica con las creencias sexistas dependerá del tipo de comportamiento en que estemos interviniendo: los comportamientos de violencia en la pareja que son percibidos como más graves, se asocian claramente con el sexismo; los comportamientos de violencia más leves tienden a no relacionarse con el sexismo. En una sociedad como la española, que trabaja en la prevención en la identificación del sexismo (Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia., 2021), se observa que la prevención estaría resultando útil para identificar comportamientos graves y crear rechazo hacia estos. No obstante, para los comportamientos más leves, no se está generando la capacidad de crear rechazo porque el sexismo no se identifica como tal en esos comportamientos. Los comportamientos más leves que parecen la expresión de un déficit en ciertas habilidades sociales, no se asocian con creencias sexistas. Por tanto, no tienen capacidad de crear estado de alerta cognitiva y, en consecuencia, estos comportamientos se pueden reproducir sin rechazo por parte de quien lo recibe. Sin embargo, conviene señalar que algunos autores han incluido algunos de estos déficits como estereotipos de género de rol masculino (Rubio, 2009); por ejemplo, mostrarse insensible o mostrar frialdad de trato y no prestar atención a la otra persona. Es decir, que la Indiferencia Afectiva sería justamente un patrón realmente estereotípico, reduccionista y mantenedor de creencias sexistas, aunque no sea identificado como tal por la juventud. Esto nos conduce a pensar que no sería suficiente trabajar las habilidades de comunicación social o la afectividad por sí mismas, sino dentro de un contexto que ponga de manifiesto ejemplos con comportamientos típicos según los roles sexuales situacionales y que permitirá realizar un entrenamiento de las competencias desde ese rol estereotípico, que muestre, además, las consecuencias y el daño que producen los comportamientos, para

    que se mejore la identificación de situaciones y comportamientos en los que se está manifestando la violencia, aunque sea de una forma leve. Debemos tener en cuenta, además, que algunas investigaciones actuales muestran que este rol estereotípico masculino no solo es realizado por chicos-hombres, sino que también lo asumen aquellas chicas-mujeres que consideran que el rol masculino es más valorado socialmente y que asumen las características masculinas para tener poder social (Nielson et al. 2020).


    Por otro lado, la Irresponsabilidad Sexista puede aparecer sin estar relacionada con la Indiferencia Afectiva. Si analizamos los ítems del primero, tienen en común una base de no asumir las responsabilidades en torno a las relaciones sexuales (“No se responsabiliza o no se preocupa por el método anticonceptivo”). El origen de esto puede ser diverso. Se puede deber a creencias sexistas (“Se burla o habla mal sobre las mujeres en general”), y, también, podría producir por características de personalidad egoístas (“Insiste en no utilizar preservativo en las relaciones sexuales porque no le gusta”) e impulsivas, acompañadas de falta de empatía (Hernández- Jiménez, 2014). Es decir, es un conjunto de comportamientos que se podrían presentar en personas de comunicación fluida pero donde se priorizan los deseos o gustos propios, sin atender o poner en consideración las necesidades, deseos y consecuencias para la otra persona. Es un factor muy importante porque las consecuencias de no asumir la responsabilidad, por ejemplo, de los métodos anticonceptivos, podrían ser embarazos prematuros o no deseados. Por otro lado, dado que la falta de responsabilidad y el locus de control externo ha sido encontrado en agresores jóvenes de pareja junto a la impulsividad (Hernández- Jiménez, 2014), y estando probada la asociación de la impulsividad y la violencia física, sus consecuencias pueden ser más rápidas y graves. Pensamos que por esta razón se predice de una forma más clara a través del sexismo hostil que la Indiferencia Afectiva y la Violencia de Control Coercitivo.

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    Carmen Lledó Rando, Fabiola Perles Novas, Jesús San Martín García

    Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos


    Creemos que las dificultades en la intervención que señalaron tanto De La Rue et al. (2017), como Sánchez-Jimenez et al. (2018), podrían tener una vía de mejora atendiendo al entrenamiento dentro del programa preventivo de los comportamientos seleccionados en función del tipo de dimensión sobre el que nos interese más actuar, pero cuya recomendación sería empezar por lo que tuvieran consecuencias menos graves. Consideramos que, por ejemplo, comportamientos de Indiferencia Afectiva, observados de forma única, quizá no serían suficientes por sí mismos para definirse como hechos violentos (OMS, 2002), dado que las consecuencias en las víctimas provocarían daños menos crónicos o serían reversibles con distintas estrategias. No obstante, consideramos que serían justo los comportamientos sobre los que hay que trabajar porque causan malestar significativo (infelicidad, enfado, incredulidad, perplejidad y otros daños emocionales) y el hecho de no intervenir sobre ellos tiene consecuencias negativas. El problema de considerarlos leves y que no actuar, es que constituyen un caldo de cultivo para el siguiente paso en la escalada violenta que, atendiendo nuestros resultados, sería la Violencia de Control Coercitivo (Aizpurúa et al. 2021; Patafio et al., 2021). Considerarlo de esta forma nos permite hacer prevención primaria en personas que no se identifican con la violencia de pareja.


    Sabemos que la violencia de género es cíclica y en escalada y creemos que el orden de gravedad encontrado (ver Tabla 2) muestra cómo podrían ir apareciendo según la relación de unas dimensiones con otras. Primero surgirían comportamientos calificados como menos violentos y que no se relacionan con sexismo, que se suelen minimizar


  5. Conclusiones

    y se dejan pasar como comportamientos de poca gravedad, representados en la Indiferencia Afectiva. Este factor puede evolucionar por sí mismo y desaparecer, pero también puede ir a más y complicarse con la Violencia de Control Coercitivo y la Irresponsabilidad Sexista y, finalmente, con la Violencia Psicológica de Dominación y Hostilidad.


    En realidad, la Violencia de Control Coercitivo tendría serias consecuencias para las personas que la reciben puesto que afecta a la capacidad de ejercer la libertad y, por tanto, a la autodeterminación, provocando reactancia psicológica y pudiendo tener consecuencias graves por sí misma; por estas consecuencias se califica como violencia (Lledó, 2021). Para evaluar las consecuencias de la Violencia de Control Coercitivo habría que considerar el posible efecto previo de los daños producidos por los comportamientos de la Indiferencia Afectiva y, en su caso, de la Irresponsabilidad Sexista, que aparecen antes. No obstante, suponemos que en este contexto la aparición de la Violencia Psicológica de Dominación y Hostilidad sería cuestión de tiempo. Atendiendo a los criterios de definición de la OMS, tanto los comportamientos de Violencia Psicológica de Dominación y Hostilidad como de Violencia de Control Coercitivo pueden ser definidos como violencia psicológica (OMS, 2002; UN, 2020). La definición como violencia para la Irresponsabilidad Sexista no estaría tan clara, ya que puede depender de las consecuencias y/o de la presencia de determinadas características de personalidad o psicopatologías.



    En este estudio hemos analizado los diferentes comportamientos de violencia psicológica en las relaciones de pareja de jóvenes a través del orden de las dimensiones en que se agrupan para

    determinar cuáles comportamientos resultarían más convenientes para incluirlos como contenidos en un programa de prevención. Para esto, hemos utilizado el cuestionario de Percepción deViolencia

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    de Género Percibida (Delgado, 2010; 2014) que incluye 47 comportamientos de violencia psicológica y se han agrupado en cuatro factores o dimensiones que, ordenados de menor a mayor gravedad percibida, nos permitiría establecer la prelación y los contenidos específicos en un programa preventivo de violencia en la pareja. El orden obtenido apropiado para diseñar una intervención preventiva de violencia en la pareja con hombres y mujeres de 18 a 25 años, sería:

    1. Indiferencia afectiva; 2. Violencia de control coercitivo y 3. Violencia psicológica de hostilidad y dominación. Dada su relación con la afectividad y con la sexualidad, creemos que el trabajo en la dimensión de Irresponsabilidad Sexista debería incorporarse de manera complementaria en todos los casos, con los programas de educación afectivo-sexual que ya hay diseñados al efecto o formando parte del contenido transversal de los entrenamientos que se propongan. La agrupación obtenida puede diferir según la cultura sexista del grupo y el territorio al que se aplique (Díaz- Aguado et al., 2020), pero según investigaciones recientes, pueden ser aplicadas igualmente a personas transgénero y del colectivo LGTB+, al compartirse los factores de riesgo de violencia en la pareja en estos casos (Whitton et al., 2023).


    Las principales aportaciones de este trabajo son:

    1. Profundizar en el conocimiento sobre los comportamientos de violencia psicológica en jóvenes; 2. Hemos respondido a una necesidad de profundizar en la investigación de propuestas metodológicas que persigan aumentar la efectividad de los programas preventivos con propuestas basadas en el entrenamiento de comportamientos. En este sentido realizamos una propuesta innovadora y justificada empíricamente para trabajar contenidos específicos para la franja de edad entre 18 y 25 años con población normalizada sobre las competencias que podríamos entrenar basándonos en comportamientos violentos leves. La sensibilidad sexista de la herramienta utilizada sugiere que podría mejorarse la adhesión a los contenidos si los trabajamos con ejemplos específicos de lo que

    supone ejercer ese comportamiento desde el rol estereotípico masculino y desde el rol típicamente femenino y, con ello, mejorar la eficacia de la prevención de la violencia en la pareja entre los 18 y 25 años.


    La violencia psicológica, al agrupar una gran variedad de comportamientos de expresión, que se pueden presentar de manera simultánea o contingente, genera que una percepción por parte de las víctimas que resulta variable: un mismo comportamiento puede ser percibido como abusivo o como normal según el contexto y la forma en que se exprese (Cantera et al., 2009). Mientras que el tipo de violencia psicológica que hemos llamado Violencia psicológica de dominación y hostilidad resulta más fácil de identificar como violencia grave, los otros tres serían las manifestaciones que pasan más desapercibidas, y configuran un caldo de cultivo que posibilita comportamientos cada vez más graves.


    Las cuatro dimensiones constituyen violencia en base al daño que potencialmente pueden causar, siguiendo la definición de la OMS (2002), pero creemos que la Indiferencia Afectiva podría revertirse más fácilmente, siendo la dimensión donde podemos poner el foco inicial. No obstante, incluir también a la Irresponsabilidad sexista y la Violencia de control coercitivo pueden servir para el diseño de un programa de prevención más eficaz, teniendo en cuenta que la violencia de género es un continuo (Delgado, 2014).


    Además, la percepción de violencia en la pareja es una actitud que está relacionada con las creencias sexistas, siendo esta una variable mediada claramente por la cultura y el grupo social de referencia (Delgado et al. 2015; UN, 2020; Waddell y Overall, 2023), por lo que las creencias sexistas siempre deben estar como base de interpretación de este tipo de comportamientos, teniendo en cuenta que existen diferencias según las edades en que la diferenciación de roles de género puede ser mayor (Ferragut et al., 2017).

    23

    Comportamientos de violencia psicológica en parejas jóvenes para programas preventivos


    Es por lo que consideramos que diseñar un programa basado en estas dimensiones/factores y sus comportamientos podría tener un efecto diferencial en la eficacia preventivo teniendo un impacto en los cambios de comportamientos. Proponemos la necesidad de crear un diseño de actividades concretas para cada una de las dimensiones que podría ser aplicado de forma gradual en el orden que hemos establecido para jóvenes de 18-25 años.


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