ISSN 1390-0862

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“Al patriotismo de las más sensibles”:
Las mujeres y la independencia en la actual

literatura ecuatoriana
To the patriotism of the most sensible:

women and independence in current ecuadorian literatura

Gloria Riera Rodríguez
Universidad de Cuenca, Cuenca, Ecuador

E-mail: griera@uasb.edu.ec

Resumen
Mi ensayo, dentro del marco de celebración del bicentenario de la

independencia, se aproxima a la memoria de los hechos rescatados por la
literatura, enfocándose en cómo se representa el recuerdo de las mujeres
pro independistas. Tiene como tesis central que una vez que se patentizan
las reivindicaciones sociales, políticas en contra de la colonia, también se
evidencian las demandas culturales en torno al sexo femenino. Usa como
modelos dos retratos literarios Manuela de Luis Zúñiga y Judith de la no-
vela Mientras llega el día. Al ser fijadas como mujeres subversivas, en
contra de la norma, por su actuación en las lides emancipadoras, obligan
a tomar distancia de los discursos patriarcales que las someten y a valorar
su presencia en la historia que tradicionalmente dio poco testimonio de su
actuación en estos momentos decisorios.
Palabras clave: Independencia, mujeres, transgresión, identidad

Abstract
Within the framework of celebrations of the Bicentenary of Indepen-

dence my essay aims at the memory of contemporary events preserved in
literature, focusing on how women who were in favour of the independen-
ce are remembered. My main thesis is that whenever social and political
claims against the Spanish Empire arise, cultural demands towards the fe-
minine appear at the same time. Two literary portraits will serve as exam-

Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010

(Recibido: 16-11-2009) (Aceptado: 05-01-2010)

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ples: Manuela by Luis Zuñiga and Judith in Juan Valdano´s novel Mientras
llega el día. As they are depicted as subversive women who fought for
the independence, they are opposed to traditional patriarchal texts where
they used to be suppressed. Now they have to be considered important in
history which traditionally gave little attention to women´s deeds in such
decisive times.
Key words: Independence, women, transgression, identity.

***

“Las campañas de los pueblos son débiles cuando ellas no se
alistan en el corazón de la mujer;

pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la
mujer anima y aplaude,

cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño,
la obra es invencible”.

José maRtí

“…una mujer todo lo puede, para que Holofernes quede tendido
sin respirar”.

Copla anónima quiteña, 1810, citada por Valdano

El legado esencial que nos brindan las remembranzas –y el festejo del
bicentenario lo es por excelencia– radica en el desentrañamiento del túnel
de la memoria, en búsqueda de esos fragmentos de recuerdo que se nos
quedaron en el camino. En la tarea, las palabras que usó San Martín para
condecorar y hacer gala del “patriotismo (que) las más sensibles” ostenta-
ron en el proceso independista de las colonias, resuenan como el eco de esa
historia vivida, pero pocas veces contada.

El buceo histórico en el que la literatura se ha sumergido desde hace
rato pesca esos fragmentos que, restituidos de su marginalidad, actúan
como un pretexto perfecto para devolver a esos heroísmos el protagonismo
que el documento muchas veces invisibilizó. Y es que el activismo de las
mujeres en los anales de los procesos separatistas de las colonias en el siglo

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“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera

XIX, rescatado por la novela histórica, tiene muchas lecciones que valen la
pena retomar. La que me interesa atender, busca analizar cómo está siendo
tratada la mujer en los textos literarios referidos al proceso de independen-
cia, prestando especial atención a la manera cómo la historia alimenta la
ficción narrativa y sirve de modelo para fijar los estereotipos femeninos, de
tal forma que posibiliten nuevas formulaciones en torno a la construcción
del género femenino.

I.

Piedad, castidad, virginidad, respeto a la autoridad paterna, circuns-
cripción al círculo privado del hogar o el convento, eran algunos de los
parámetros que delimitaban el accionar de la mujer dieciochesca. De allí
que –según la visión tradicionalista– las historias de las gestas independis-
tas las ubicaran en el rincón de la casa, escondidas en el convento, fuera
de los escenarios de combate. No obstante, desde antes sabemos que esa
posición no da cuenta de todos los espectros de acción femeninos durante
el periodo. La documentación demuestra que se vieron involucradas en
distintas fases de la revolución. Tuvieron diversos ámbitos de participa-
ción: desde la mujer humilde que esperaba al combatiente y se afanaba en
sus cuidados, pasando por la matrona capaz de apostar sus recursos por la
causa patriota o realista, hasta la mujer soldado, insertada en la auténtica
lid. Estas últimas quedaron bautizadas conocidas como las rabonas, guari-
chas, soldadescas, pan de soldado, mujeres patria, de acuerdo a la región a
la que pertenecían.

Considerando lo anterior, no es fortuito que patriotas como Sucre,
San Martín, o el propio Bolívar hayan prodigado elogios a estas féminas.
Así, Sucre se refirió en estos términos a Doña María Ontaneda y Larraín,
quiteña de gran resonancia por su amplia participación en pro de la causa
patriota, “Cuando se trata de la libertad de la patria, preferible a toda con-
sideración, es muy satisfactorio para mí hablar de tan interesante asunto a
quien como usted ha hecho en su obsequio sacrificios superiores a su sexo”
(cit. por Sevilla, 268). San Martín instituyó la “Orden del Sol” para laudar
a quienes se habían distinguido por su involucramiento en el movimiento
independista. A las mujeres se le otorgó la condecoración de Caballeresa
del sol
, como la que obtuvo la afamada Manuela Saénz, testimonio que
deja latente y explícito tales protagonismos.

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La recopilación de estos avatares y de esa otra dimensión humana que
también cruzó el proceso independista ha sido recopilada desde antaño por
nuestra literatura aunque con diversos matices. Dentro de esa pléyade de
letras, extraigo para este estudio a dos novelas del país que llegan más
cerca del periodo de emancipación: Manuela de Luis Zúñiga (1996), y
Mientras llega el día (1990) del cuencano Juan Valdano. Las dos nos
son muy cercanas en el tiempo y ejemplifican a las voces otras que tanto
interesan.

II.

Para Francisco Proaño Arandi, la producción literaria vertida sobre el
proceso de la independencia experimenta semejanzas a lo ocurrido con el
pensamiento político y su refleja en las modificaciones estructurales de la
sociedad ecuatoriana a lo largo de los siglos XIX y XX (263). En general,
la línea semántica que surca tales producciones, concluye Proaño, atestigua
una toma de conciencia de una identidad americana –aunque atravesada
por lo europeo–. Por otro lado, Peter Thomas considera que una de las ve-
nas que articulan a toda esta nueva novela histórica (a la que pertenecerían
nuestras novelas) es la perspectiva abiertamente política y cultural que las
diseña, empeñada en proponer modelos utópicos para el futuro “basados en
posibilidades perdidas del pasado” (10). Cristina Pons (1996), en su estu-
dio sobre la actual novela histórica, llega a concluir que la recuperación de
esas memorias está ligada inevitablemente con las preocupaciones sociales
y políticas contemporáneas. Hayden White (2003) explica que la novela
histórica es por naturaleza social y política ya que el historiador efectúa
un trabajo discriminatorio de acuerdo a su posición política en la medida
que determina qué sucesos extraer del pasado y desde que posición darlos
a conocer.

Yo añadiría a lo anterior que, cuando se revisa la posición de la mujer
en las actuales novelas, el marcado carácter político-cultural de las fic-
ciones se multiplica pues implica una actitud no solo ante un poder he-
gemónico sino ante las políticas, asunciones y rumbos culturales que han
determinado la posición femenina en la historia. Y el carácter trasgresor
de la revuelta se dilata hacia la mujer que se convierte en doblemente tras-
gresora: de un orden político constreñidor y de una imposición histórico-
cultural-sexual que la ha sometido.

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“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera

Al respecto, Masiello, en concordancia con las ideas arriba expuestas,
concibe que la problemática de la mujer de ese periodo convulso puede ser
descifrada en términos de una doble identidad y que esa “female double
identity in history always indicate a complex negociation of the semiotic
field: in the nineteenth century, it finds its way into the conflicting deba-
tes about liberal ideals and republican thought, and allows us reflect in
women’s insertion in the world of politics and work” (60). Esta doble
asunción solo podrá desaparecer cuando todos los derechos cívicos, polí-
ticos, económicos, tengan el mismo valor social, ambición que persiguen
las justas libertarias.

Una de las figuras femeninas cimeras que nos permitían entender
este engranaje, es la tan recordada y mirada Manuela Sáenz (1797-1856).
Desde antaño, las crónicas la han retratado como la figura femenina ecua-
toriana más alta en el proceso independista. Luis Zúñiga nos la presenta
en la narración con un tono autobiográfico. En sus letras, los episodios
independistas en esta parte de América constituyen la parte medular de la
vida de esta dama. La magnificencia del retrato de Manuela radica en dos
aristas sustanciales. Por un lado, representa el signo de la trasgresión que
las convenciones habían prefigurado para su sexo y, por otro, encarna una
serie de arquetipos femeninos que trabajaron por la causa de re revolución.
Ella es la mujer espía, la que espera a que el hombre retorne de la batalla,
la que se vale de su condición para maquinar por la causa, la consejera, la
mujer soldado que llega incluso hasta a la batalla, la mujer administradora.
En general, se trata de la visión de una mujer entrada de lleno en las activi-
dades políticas y militares que requiere la gesta emancipadora.

Muchos de esos papeles que históricamente ejecutó la Sáenz, se tras-
ladan a la ficción –íntimamente enlazada con el archivo–. La obra, que de-
sarrollada cronológicamente la vida de Manuela, podría adjetivarse como
una biografía novelada, ligada de cerca al testimonio, hecho que se refuer-
za por el uso de la primera persona. En ella, Zúñiga recupera la imagen
consolidada en el imaginario de Manuela (sin cortes tajantes con el docu-
mento como ocurre con buena parte de la nueva novela histórica), para ir
en busca de posibles circunstancias específicas que hubiesen actuado como
atenuantes en la vida de la heroína. Se trata de un texto donde la ficción se
entreteje alrededor de las varias y aun contradictorias posibilidades que tal
figura ofrece.

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La biografía de Zúñiga atestigua que la heroína empezó a ser copar-
tícipe de los ideales libertarios ya en la revolución quiteña del 10 de agos-
to de 1809 y que colaboró fehacientemente en las instigaciones políticas
en contra de la corona cuando vivía en Lima, incluso antes de conocer a
Bolívar. Como dama de alta sociedad, criolla ella, al frecuentar los altos
salones sociales, conoce a gente incorporada a la lucha. En las tertulias de
las que participa (frecuentemente sin la compañía de su esposo viajero co-
merciante) emite criterios y juicios sobre el sentido mismo de la lucha. Su
papel fue de espía, azuzadora de la causa y correveidile de los sucesos que
sobre el asunto ocurrían en el resto del continente. La vemos trasmitiendo
secretamente las noticias y los acuerdos de conspiración, ayudando en la
elaboración de pasquines y en su distribución.

Está acompañada de otras mujeres. Una de las que nombra directa-
mente es a Rosita Campuzano quien es, además, tan vituperada y criticada
como ella por su “naturaleza revoltosa”. La visión que de ella nos entrega
es de una mujer tan involucrada como ella en la causa, y más dada la cer-
canía que tenía San Martín. Su misión también consiste en reclutar gente
para las filas patriotas: “Comenzamos a influir con habilidad en la tropa
para conseguir su incorporación a las filas de los luchadores por la eman-
cipación política del Perú” (79). Llegó incluso a convencer a su propio
hermano. En estos episodios Manuela tenía la conciencia lúcida del sentido
de la libertad La novela deja ver que la motivación de Manuela respondía
a decisiones personales forjadas por la coyuntura de las circunstancias,
“aquella libertad que yo la sentía tan necesaria y justa” (Zúñiga, 85). Por
esta inicial participación, fue premiada con la condecoración ya menciona-
da que le hiciera San Martín.

Cuando conoce a Simón Bolívar en Quito, en 1822 su inmersión en
la lucha se duplica. Al Libertador no solo la ligó un interés sentimental sino
también el anhelo de una América libre. Ella lo aconseja, orienta y ayuda
en la organización de acciones claves para los patriotas en su lucha, y no
para menos, se halla a lado de Bolívar, eje de la gesta. Ejemplos de esta
voluntad de acción fue su participación en las diversas batallas contra los
realistas, a las que acude con vituallas y mulas para colaborar con la tropa.
Fue también a la batalla de Ayacucho, en 1824. En esa lid, con uniforme de
soldado y armas en mano lidió por la emancipación de la corona y obtuvo
por mérito propio el grado de Coronela. Como testimonio, también incor-
pora a las cientos de mujeres que participaron de esas batallas:

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Mire usted a las mujeres de sus soldados, que igualmente
arriesgan la vida para acompañarlos en estas lides. ¿No piensa que
ellas son dignas de condecoración? […] A las que nos sentimos un
soldado más de la causa de la libertad, pues que nos cueste el em-
peño de someternos a los sinsabores y calamidades de este peligro-
so sendero. No crea que ha sido fácil para mí esta decisión (122).

Es latente su deseo de protagonizar, de ser partícipe activa de las lu-
chas y no ser marginada de ellas. No solo se movió en ese campo tan
masculino. Su intuición de mujer la llevó a salvar la vida del Libertador en
el asalto que sufriera en el palacio de San Carlos en Bogotá, acción que le
valió el sobrenombre de ‘Libertadora del Libertador’ en 1828. Sospechan-
do la traición que se maquinaban en contra de su General, actuó a fuerza
de impulso y garra para detenerlo.

Por otro lado, el notorio y público romance que sostuvo con Simón
Bolívar, pese a ser de dominio público que estaba casada con el inglés
Thorne, la consigna como un signo andrógino (trasgresor) por excelencia.
Pero no solo rompe las reglas y valores asignados a la mujer en cuanto a su
rol de esposa con este público romance. Otro factor moldea tal carácter es
su esterilidad. Al no ubicarla en la esfera privada, como el ángel de la casa,
sino protagonizando otros espacios –los tradicionalmente masculinos–. Se
halla en las tertulias donde emite juicios políticos, camina por las calles
a altas horas de la noche sola, administra la correspondencia de Bolívar,
es anfitriona de fiestas y toma decisiones como la de emular a Santander
con un muñeco y dispararlo, sale en su caballo y va junto a la tropa. Y el
culmen de esta androginia llega cuando la leemos vestida con uniforme de
soldado. En la obra, fue el propio Bolívar quien le entrega el ropaje y la
anima a usarlo y ella, obviamente, echa mano de él:

Cómo voy a olvidar aquella tarde cuando, sin que nadie se
percatara de mi verdadera identidad, armada y disfrazada de mili-
tar, pude ingresar a caballo al cuartel de los sublevados. Una vez
dentro, empecé a hablar y repartir dinero a la tropa para que pudie-
se reaccionar y no fuese cegada por la traición de los altos oficiales
(149).

Entonces, tal y como lo prefigura Masiello, las mujeres entran al cam-
po del debate político que se está tejiendo usando un disfraz, que no solo

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constituye un discurso subalterno sino alternativas de acción. En este sen-
tido, la mujer representa las tensiones entre la ley y el desacato. Se trata de
la ley civil y de la ley cultural; la mujer va contra ambas. Al mismo tiempo,
el sujeto femenino se mueve entre los dos extremos de la memoria que
buscan tanto la integración a la lucha en su calidad de ciudadana ameri-
cana, sin consideraciones distintivas por su sexo, así como en el marco de
la desintegración: lejos del código español, lejos del código patriarcal. El
discurso, a la final, nos recuerda que tales comportamientos muestran las
inadecuaciones entre el proyecto nacional que seguía a la ideología de la
independencia para definir a su población dentro de sí. En general, pese a
la evidente intención mimética de la novela con el archivo, la obra incor-
pora una visión subjetiva profunda de la mujer. Más que presentarnos a la
mujer en un pedestal de veneración nostálgica, nos la entrega en su natural
condición humana, que busca ser acogida en el nuevo orden.

III.

La novela Mientras llega el día (1990) de Juan Valdano, se concentra
en los hechos que ocurrieron en el actual Ecuador el 2 de Agosto de 1810.
Lo que acaeció en tales momentos, en realidad, fue la consecuencia de una
serie de acontecimientos anteriores que comenzaron con la instalación de
la Primera Junta de Gobierno Soberana en Quito el 10 de Agosto de 1809.
El antecedente histórico relata que en 1808 llegó a Quito a ocupar el cargo
de Presidente el Conde Manuel Ruiz de Castilla, comandante del pelotón
de ejecución de Túpac Amaru. El 10 de Agosto del siguiente año, un gru-
po de quiteños lo destituyen, le comunican la decisión y la conformación
de la Junta Suprema que actuaría sin intervención de la corona española.
Meses más tarde, Ruiz retomó el poder y todos quienes habían participado
en el movimiento fueron perseguidos, encarcelados y asesinados en una
matanza hartamente recordada, sucedida el 2 de Agosto de 1810. La trama
hilvana una serie de aconteceres enfocados en la búsqueda de las cabeci-
llas del movimiento que se atrevió a deponer al representante del gobierno
español meses atrás y en la recuperación de los encarcelados. Desemboca
en un cruento episodio que culmina con la muerte de muchos civiles y de
los patriotas ese fatal 2 de Agosto.

Los personajes que testifican sobre tal acontecimiento histórico, a di-
ferencia del tono de Zúñiga, son ficcionales y se mueven en las fronteras

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de lo que “pudo ser”. Pedro Matías Ampudia es el protagonista. Él es un
mestizo de sólida formación intelectual, heredero y discípulo de la doctrina
de Espejo quien lidera la sedición contra la corona. Lo interesante de la
novela es que junto a él aparecen una serie de personajes populares medios
plenamente conscientes del sentido de los acontecimientos. Entre ellos está
Judith, pareja de Ampudia.

Judith es una criolla que comparte el ideal patriota. Sabemos que es-
tuvo casada a la fuerza pero que ella escapó se esa relación, es el primer
signo de irreverencialidad que ella ejecuta. Vive sola cuidando a su ancia-
no padre. Su entrada en la obra es participando en el movimiento insur-
gente como encubridora. Pedro, perseguido por la tropa realista, ve en
el hogar de Judith el escondite perfecto. Ella lo acoge sin problema, muy
gustosa. Con el escondido inicia un romance pese a la diferencia de edad.
Desde allí su participación en la lucha es más abierta y más comprometida.
Las siguientes páginas la alejan del relato. Al final de los acontecimientos,
es pieza clave. Una vez que Pedro ha sido tomado prisionero, urde un plan
para rescatarlo, ¿cómo? Lanzándose ella misma como señuelo invita a una
salida nocturna al militar líder de los realistas, Carlos Bermúdez, ofrecién-
dole decir dónde encontrar el armamento tomado por la plebe y ofrecién-
dole también su cuerpo. El plan ella mismo lo ha puesto en marcha y no
admite discusiones pues “la decisión de una mujer mueve incluso a los
pusilánimes. Sé que con ello pondré mi vida en juego… pero sé también
que esta es la única respuesta que puedo dar en esta hora” (Valdano, 280).
Él acude. La ocasión es aprovechada por ella y sus amigos para capturarlo
junto con el amigo que lo acompaña; ellos son encerrados en una bodega
de vino. Sin más que hacer, los cautivos se emborrachan y el hecho es
aprovechado por los patriotas para usarlos como señuelo. Los llevan a la
cárcel donde yace el preso, los ingresan en el calabazo, momento que es
aprovechado para intercambiar prendas y hacerlo pasar por preso. Ampu-
dia toma su ropaje y sale.

Pero, a más de este plan lleno de riesgos por el honor de la dama en
juego, no es la única instancia de acción de Judith. Al igual que Manuela,
su participación en las tertulias revela a una mujer comprometida –aunque
más por el desarrollo mismo de los eventos- con la anhelo de libertad. Ju-
dith es capaz de estas disquisiciones: “este pueblo está secularmente acos-
tumbrado a ser dominado y poseído. No conoce otra forma de relación
con la autoridad. Inclusive siente un extraño placer de saberse humillado

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y digno de compasión […] Ahora veo el sentido de la palabra dignidad en
el que tanto había insistido Pedro Matías”. (293). Y cuando siente desfa-
llecer el ánimo del soldado, de la gente misma que boga por su libertad,
exclama con rabia: “¿Son ustedes varones? ¿Son follones? ¿Qué son? […]
Si ustedes no se unen a mí yo lo haré sola” (290). Al mencionar al género
masculino está estableciendo una distancia y una proximidad sexual y por
tanto, evidenciando que las fronteras genéricas, las líneas identificatorias,
se han debilitado a la luz de los acontecimientos.

El papel de Judith en la obra, según lo ha delineado Valdano, alego-
riza semánticamente por la onomástica (repetido con insistencia) al per-
sonaje religioso de Judith. Su figura aparece en la segunda parte del libro
bíblico que lleva su nombre (hebreo, ‘judía’), tras reprochar a su pueblo
por perder la fe en Dios bajo el asedio, se ofrece para salvarlos. Marcha
hacia el campamento asirio, finge ser una informante contra su propio pue-
blo, y atrae la atención de Holofernes, quien la invita a un banquete en su
tienda. Durante el banquete, Holofernes se embriaga y se queda dormido.
Judit empuña una espada, lo decapita, envuelve la cabeza cortada en una
alforja y regresa junto a su pueblo. Los eufóricos israelitas atacan a los
asirios y éstos, sin líder, huyen despavoridos. Judit dirige al pueblo en un
cántico de celebración y alabanza, y acto seguido todos marchan a Jerusa-
lén para ofrendar una acción de gracias. En Mientras llega al día su acción
es completamente similar. La única diferencia es que no decapita al rey
literalmente pero sí “lo deja sin cabeza” al embriagarlo. Los otros detalles
coinciden a la perfección: su carácter de espía, de informante, el ataque al
líder, la exhortación al pueblo, el cerebro del plan, el arrastre del pueblo
hacia la lucha. De esa manera, se torna en un personaje profundamente de-
cidor y protagónico en el proceso de lucha. Asimismo se liga con la figura
de Eva, quien pisa la cabeza del enemigo.

Al final del texto, Judith inicia un cántico de amor que alterna con
Pedro Ampudia. Es breve pero intenso. En él, los sentimientos femeninos
pasionales y los que despliega en las circunstancias de la lucha exhiben
cómo su heroicidad está sustentada en la fuerza de su feminidad y en el
uso de sus atributos femeninos: “Mientras haya tiempo imaginaré toda la
vida y todo el amor de los que soy capaz, pues solo la vehemencia de mi
deseo logrará desviar la fatalidad” (283). El discurso amatorio lleva un
sentimiento íntimo profundo. Con ello, no está excluyendo lo privado ni
la sensibilidad como adjetivos que rodean a la mujer, sino reconceptua-

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lizando el dominio privado: no se trata de un espacio circunscrito a un
sexo, sino al sentimiento, a la emoción. Lo reitera cuando manifiesta que
“yo prefiero las verdades que siente el corazón” (161), frente a la lógica
masculina que le exhibe el sacerdote. Masiello argumenta que es necesaria
la intimidad femenina para la visión liberal porque ellas usan un lenguaje
lleno de sentimientos para resistirse a un único lenguaje, para mostrar que
los conceptos de ciudadanía deben ser reformulados.

Judith no es la única mujer que Valdano ha forjado. También están
Petita, Carmelita Manzanos, la esposa de Florencio Rojas o las cientos
de mujeres que apoyan a sus hombres en el combate. Pero es ella, como
imagen ficcional, inventada, la que constituye la alegoría que exhibe la
participación de muchas otras mujeres presentes en las lides emancipado-
ras. La historia efectiva no deja dudas. Cuenta que existían otras mujeres
con similitud de cualidades de nuestras heroínas, así está María Ontaneda y
Larraín quien estuvo a la cabeza de las mujeres revoltosas que apedrearon
al Sr. Conde Ruiz de Castilla. La misma mujer aprovechó un día de visita
para facilitar a Pedro Montúfar vestidos de mujer, distraer a los guardias y
favorecer su fuga. Otra mujer, Josefa Herrera, se movilizaba con inusitada
agilidad entre Quito y Latacunga para organizar el avituallamiento; segu-
ramente daba motivos específicos a la tropa.

Para finalizar, es válido comprender el sentido de la independencia
que Valdano traslada a sus novelas. Para él, el asumir la identidad es el sos-
tén ideológico de la causa libertaria. No somos europeos ni indios, arguye.
De allí que hay que convertirse en huérfano de todas sangres: “Hay que
exorcizar a los demonios que surgen de las sombras del pasado, solo así se
puede empezar el nuevo camino de libertad” (286). Quizá, de esa manera
es como también puede entenderse el sentido de la participación de la mu-
jer en la gesta que él representa. Hay que superar los vestigios de esas im-
posiciones culturales para ser ese ‘otro’ que el nuevo orden requiere. Y ese
otro labra su propio destino. Vista así, la novela paraleliza el movimiento
político –independencia- con el desarrollo de una conciencia crítica que
parte de la autoidentificación del yo frente a la alteridad y se constituye de
esta manera en una estrategia cognoscitiva y ontológica del ser.

Ideas finales
La novela histórica gestada alrededor de las gesta de emancipación

pretende demostrar que la consecución de la libertad en América Latina

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actuó como un proceso trasgresor y de ruptura frente a los convencionalis-
mos políticos e identitarios que habían definido al sujeto americano. Fue
necesario entonces un nuevo soporte ontológico, el cual –en las mujeres–
acarrea también a su condición de género. El efecto de esta asunción es que
inserta el proceso en una suerte de acción de mayores alcances, y con ello
también de mayores problematizaciones. El poder disidente que ocasiona
la mujer representa igualmente un cuestionamiento en términos históricos
y culturales, “de la manera en que los límites y los significados de perte-
nencia son construidos dentro de un espacio de hegemonía cultural y polí-
tica desde el cual se producen los discursos y a partir del cual se define la
identidad” (Pons, 263).

En ese marco de tensiones ideológicas, los personajes femeninos de
las novelas de este estudio destacan por el cómo actúan frente a dichas pre-
ocupaciones y por el cómo las resuelven. Y entonces, las vemos discurrir
lejos del espacio privado que tradicionalmente encadenaba a la mujer. Si
la convención sintetizaba a la mujer a la exclusiva condición de madre,
ellas no son con exclusividad ni útero reproductor ni cerebro pequeño. No
están atrapadas ni condicionadas por la procreación, ninguna de ellas es
madre y no aspiran a serlo; aunque Manuela, tibiamente hace alusión a su
infertilidad pero nunca vista como un sino trágico. En ellas la maternidad
inconclusa las releva de lo exclusivamente privado, se las necesita públi-
cas. Además, ninguna de estas protagonistas representa la voz sumisa que
obedece sino la contrarréplica que protesta lo que es un también un rasgo
subversivo.

Con aquellos caracteres especiales, se tornan en personalidades in-
fluyentes dada su vinculación con el poder político o intelectual. Su praxis
altera el aspecto individual de los acontecimientos, en algunas de sus con-
secuencias particulares, e incluso influye en los destinos de la sociedad. Su
presencia, como activas en presencia en las guerras de la independencia,
permite refuncionalizar el uso las convenciones del subgénero histórico y
las convenciones genéricas para inscribir a la mujer en diálogo abierto con
la historia, la nación y la ficción. Esta refuncionalización alcanza también
a sus condiciones sexuales. Tanto en Judith como en Manuela, las reivin-
dicaciones que exigen para sus lares llevan consigo también las exigencias
que requieren para sí mismas, por su sexo. La libertad anhelada no es solo
política, es también en su calidad de individuo.

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“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera

Las heroínas logran superar estereotipos culturales para actuar des-
de los intersticios de un poder y de una racionalidad para convertirse en
íconos, en figuras también protagónicas. De esta manera, la presencia de
las mujeres reconstruye el stablishment social sobre las identidades mas-
culinas y femeninas porque permite reconsiderar el rol de la mujer a través
de los procesos históricos y de representación que la han marcado. “El pa-
triotismo de las más sensibles”, aclamado por San Martín, merece corearse
también por los ciudadanos presentes y merece la “sensibilidad” que dé
lugar a la apertura de la memoria hacia esos nuevos registros para admitir
lenguajes y sujetos alternativos. Y al repensar las categorías tradicionales,
la literatura crea su propio mundo, un mundo que el referente aplaude.

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