ISSN 1390-0862

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Posiciones insurgentes en Cuenca
en torno al 10 de agosto de 1809

Insurgent positions in Cuenca around August 10, 1809

Manuel Carrasco Vintimilla
Universidad de Cuenca Cuenca, Ecuador
E-mail: manuel.carrasco@ucuenca.edu.ec

Resumen
Se plantea la necesidad de buscar y confrontar las corrientes o estruc-

turas sociales de los pueblos a fin de que la historia no sea comprendida
desde una visión unilateral como es el caso frecuente de atribuir a Cuenca
la condición de bastión realista en el proceso independentista. Se examinan
dos momentos coyunturales –a partir de 16 de agosto de 1809 y de marzo
de 1811– como antecedentes insurgentes de la independencia comarcana
que culmina el 3 de noviembre de 1820, señalando que vecinos de Cuenca
apoyaron la gesta libertaria de Quito y que la corriente realista estuvo lide-
rada por autoridades españolas quienes implantaron un régimen de terror
para controlar y reprimir a la población. Se plantea la necesidad de nuevas
investigaciones sobre la independencia de Cuenca.
Palabras clave: insurgente, realistas, patriotas, proceso, independencia

Abstract
This work thinks about the necessity to look for and to confront the

social structures of the nations, so that history is not understood from an
unilateral vision, like it is the frequent case of attributing Cuenca the condi-
tion of realistic fortress in the independence process. Two moments of the
situation are examined –starting from August 16 1809 and March 1811– as
insurgent antecedents of the independence of the city that culminates No-
vember of 1820, pointing out that neighbors from Cuenca supported the

Revista Pucara, N° 22 (137-143), 2010

(Recibido: 30-10-2009) (Aceptado: 15-01-2010)

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liberal independence of Quito and that the realistic current was lead for
Spanish authorities who implanted a terror regime to control and to repress
the population.
Key words: insurgent, realistics, patriots, process, independence.

1.- El 10 de agosto de 1809 y sus repercusiones en Cuenca
Las historias de las sociedades humanas están atravesadas por una

doble, y quizás triple estructuración. A fin de realizar el análisis histórico
es necesario captar sus estructuras y explicar y comprender la Historia a
partir de estas líneas de análisis, caso contrario el recuento histórico resulta
unilateral y sesgado. En el caso de Cuenca y el proceso independentista in-
tuimos que hubo esta doble estructuración, esto es, que se dio una corriente
realista (apegada a los moldes sociales del Antiguo Régimen), como así
lo afirma la historiografía tradicional, y una, digamos, subterránea y débil
oposición a las corrientes sociales del absolutismo español, que acaso ba-
rruntaba cambios ante la decadencia de la monarquía castellana, al calor
del advenimiento de nuevas cosmovisiones que llegaban desde el Viejo
Mundo, alentadas por las profundas trasformaciones que vivía el Occiden-
te desde los inicios de la revolución industrial, las alteraciones políticas
propuestas por las burguesías emergentes y las que surgían en estas tie-
rras ante las acuciantes necesidades no satisfechas por un régimen colonial
caduco; posiciones insurgentes, decimos, a cuyos detentadores se les ha
asignado el calificativo de patriotas.

Cabe plantearnos también que la independencia de los países hispa-
noamericanos fue un proceso en el cual muchos principios, finalidades y
metas no estuvieron claramente definidos sino que, como en todo proceso,
sus resultados finales se irían perfilando y consolidando a medida de sus
avances y en consonancia con los requerimientos sociales de la época. Vale
la pena plantearnos por ejemplo si es que las gentes de la época tenían cla-
ra la dicotomía política monarquía-república (como se la entendió a partir
de las revoluciones de los siglos XVII y XVIII) o si esta diferenciación
entre dos regímenes políticos fue surgiendo a medida que se producían los
enfrentamientos y las contradicciones de los bandos políticos actuantes en
la época.

El trabajo investigativo –aún en construcción– que en esta ocasión
presentamos pretende aclarar y profundizar ciertas interpretaciones histo-

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riográficas regionales y nacionales en torno a los sucesos del 10 de agosto
de 1809 acaecidos en Quito y sus repercusiones en nuestra ciudad, consi-
derado este movimiento como el iniciador de un largo proceso indepen-
dentista que a la postre terminó con el régimen monárquico, para instaurar
el sistema de gobierno republicano que nos rige hasta nuestros días.

Generalmente se atribuye a Cuenca y a los cuencanos una posición
abiertamente contraria a las propuestas políticas quiteñas, de tal manera
que, con cierta ligereza se afirma que Cuenca fue el bastión realista en el
seno de los movimientos precursores de la independencia que desarrolla-
ron en la Real Audiencia de Quito a partir de 1809.

La hipótesis de este trabajo plantea que no se ha estudiado debida-
mente el proceso independentista de nuestra ciudad, quizás por falta de
fuentes documentales, por desconocimiento de éstas o tal vez porque cier-
tos intereses ideológicos intentan presentar a la ciudad y su región como
el centro de resistencia del realismo en aquellos tiempos aurorales de la
emancipación. Pensamos que en esta línea hay aún un gran filón investiga-
tivo que nos llevaría a revisar y repensar la historia de la emancipación de
nuestra tierra –como lo están haciendo Margarita Vega y Cecilia Méndez–
en abierta contradicción de lo que podríamos denominar la versión oficial
mantenida hasta nuestros días.

Los sucesos del 10 de agosto de 1809 se conocieron en Cuenca el 16
del mismo mes. El cabildo cuencano, controlado por el gobernador Ayme-
rich y el obispo Quintián Ponte conformó una Junta Auxiliar para oponer-
se a la de Quito e instauró un régimen de terror y pesquisa, atemorizando
al vecindario hasta imponerle el silencio y la sumisión a las voluntades
omnímodas del gobernador y el obispo.

“El gobernador y el Cabildo cuencano organizaron procesos de juz-
gamiento contra los que habían demostrado alguna simpatía por el movi-
miento quiteño iniciado el 10 de agosto de 1809. Eran sospechosos todos
los que habían mantenido alguna correspondencia con las nuevas autorida-
des de Quito, los que de alguna manera habían mostrado su simpatía con
el movimiento o que de cualquier forma, aunque sea con una expresión,
se habían interesado por la revolución. El primer paso fue el embargo, la
confiscación y el remate de sus bienes” (Cordero Iñiguez Juan, Cuenca y el
10 de Agosto de 1809, 2009).

En febrero de este año se presentó en la ciudad el libro, en homenaje a
la gesta quiteña, Cuenca y el 10 de Agosto de 1809. La obra trae un estudio

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introductorio, escrito por Juan Cordero Iñiguez, y la trascripción paleográ-
fica de “La serie de documentos signados en el Archivo General de Indias
como Lima 803 (que) fue preparada por las autoridades de la ciudad de
Cuenca a fines de 1809 y a principios de 1810, según las certificaciones
de los escribanos, y tuvo como objetivo claro la obtención de mercedes a
favor de la ciudad que debía concederlas Fernando VII o quienes le rem-
plazaban legalmente mientras permanecía en cautiverio bajo las órdenes de
Napoleón Bonaparte” (Cordero Iñiguez, 2009).

En el estudio introductorio Cordero Iñiguez sintetiza los sucesos que
se vivieron en la ciudad a raíz de que se conoció oficialmente en el Cabildo
los acontecimientos del 10 ocurridos en Quito. “Por la presión ideológica
del obispo Andrés Quintián Ponte y Andrade, coordinada con el poder
político de Melchor de Aymerich, gobernador de Cuenca, la ciudad se pro-
nunció abiertamente para liderar la oposición a la Junta Revolucionaria de
Quito, y desde el 16 de agosto, fecha de arribo de la primera comunicación
oficial de los cambios ocurridos en Quito, comenzó la preparación de la
resistencia y de un ejército que debía ir al norte a sofocar a los alzados”
(íbid).

Así, “Cuenca fue oficialmente realista en aquellos tiempos, con unos
pocos ciudadanos que temerosos simpatizaron con los patriotas quiteños,
pero pronto se transformó en una ciudad libertaria que inmoló muchas vi-
das en el proceso revolucionario” (Cordero Iñiguez, 2009).

De alguna manera, ésta coincide con las versiones más difundidas y
conocidas, en los textos escolares y en los estudios realizados en torno a
los sucesos del 10 de agosto de 1809 y sus repercusiones en nuestra ciudad.
Sin embargo, quien esto escribe y las dos investigadoras anteriormente ci-
tadas pensamos que hay algo más, más allá de las versiones generalmente
aceptadas, que las investigaciones pueden abrirse a campos más amplios y
ricos en análisis e interpretaciones si buscamos las otras estructuraciones
sociales e interpretativas de la época, hasta deshacer el nudo dialéctico-
ideológico que marcaba las circunstancias políticas de la época.

Por ejemplo, ¿por qué pensar que fueron unos pocos ciudadanos te-
merosos quienes simpatizaron con los patriotas quiteños? ¿No llegaron al-
gunos al martirio y otros continuaron la lucha conforme se desataron los
sucesos? ¿Qué sucedió entre 1809 y 1820 para que Cuenca se convirtiera
en una ciudad libertaria que inmoló muchas vidas en el proceso revolucio-
nario?

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Interrogantes a las cuáles sólo la investigación puede dar una respues-
ta adecuada ayudándonos a encontrar los otros componentes estructurales
de la realidad social de aquellos tiempos.

2.- Un nuevo paso en el proceso insurgente hacia 1820
Los historiógrafos cuencanos han detectado algunos síntomas de los

anhelos insurgentes en Cuenca, ubicándoles a muchos de ellos en la época
colonial y especialmente en el siglo XVIII, en el gobierno de Vallejo Ta-
cón para pasar a relatar la reacción realista frente a los sucesos del 10 de
agosto y culminar con el recuento de la gesta libertaria del 3 de noviembre
de 1820.

Sin embargo, existen algunos vacíos por rellenar e interpretar. Los
sucesos a los cuales vamos a referirnos y sus actores sociales son poco co-
nocidos o ignorados definitivamente. Tal es el caso de un proceso judicial,
quizás muy significativo para nuestro propósito, instaurado en Cuenca y la
región a partir del intento fallido de tomar la ciudad por parte de Comisio-
nado Regio Don Carlos Montufar quien llegó a la Real Audiencia de Quito
tras los desgraciados sucesos del 2 de agosto de 1810. Los sucesos polí-
ticos sociales que se desencadenaron a partir de marzo de 1811 de alguna
manera constituyen una segunda fase del conflicto que se dio en la urbe a
raíz del 16 de agosto de 1809 y puede ser considerado un segundo paso en
el proceso insurgente que culminaría años después en el 3 de noviembre de
1820 con la declaratoria de la independencia

Luego de conformar la segunda Junta de Gobierno y tras vencer a
Arredondo en las cercanías de Guaranda, Montufar se dirigió a Cuenca,
ciudad en la cual residía la Presidencia de la Real Audiencia de Quito, a
cargo de don Joaquín Molina y Zuleta, de signado por el Virrey de Lima.

Conocedores de su avance sobre la urbe un grupo de cuencanos lide-
rados por Joaquín Antonio Calderón y Salazar1 preparaban su recibimien-
to. Uno de los testigos que depusieron en contra de Calderón indicaba que
éste había manifestado que “en el año pasado estuvieron engañados los de
Cuenca y por tanto se opusieron pero en el presente habían conocido el bien
y estaban llanos a recibirlo los principales sujetos de esta ciudad como eran
doña Luisa Andrade, don Miguel Malo, don Manuel Andrade, don Ignacio
1 Ver Joaquín Antonio Calderón y Salazar, un cuencano precursor de la indepen-
dencia
, en Pucara 18. 2004.

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Pazmiño y otros muchos que el declarante no hace memoria”2 (Testimonio
perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado, A.G.I, 219).

Detenido en Guasuntos en marzo de 1811, juzgado y sentenciado por
delitos de estado, tras juicio sumario instruido por un oficial del Cuartel
Real de Lima, a la sazón acantonado en Cuenca, Calderón y Salazar fue
remitido a la prisión de Cádiz, ciudad en la que logró su libertad por inter-
vención de José Mejía Lequerica, convirtiéndose en una especie de apá-
trida en la Península. Refugiado en Astorga, Reino de León, hacia 1816
fue denunciado nuevamente en la calidad de sedicioso por don Manuel de
Mello, antiguo cortesano, presunto favorito de María Luisa de Parma, de-
seoso de recuperar el favor de la Corte de la que había sido expulsado tras
los sucesos de Aranjuez y la ocupación francesa de 1808.

En efecto, Calderón y Salazar era considerado “un verdadero revo-
lucionario, seductor y cómplice en el alzamiento de Quito por la adicción
que tiene a todas sus máximas y aún ha tratado de dar ayuda a aquellos
insurgentes para que extiendan sus criminosos atentados e insurrección a
esta leal ciudad, según resulta probado. Para evitar las fatales consecuen-
cias de la seducción de este reo pueda traer partido para la mala causa y,
teniendo en consideración lo ordenado por la ley, libro cuarto de las Mu-
nicipalidades, sin embargo del indulto concedido por las Cortes, con fecha
15 de Octubre del año próximo pasado de 810, para evitar los gravísimos
males que seguramente se deben esperar de la permanencia de este reo
en la provincia y aún en otra cualesquiera de estos dominios, remítase a
la plaza de Guayaquil, con el correspondiente oficio e inserción de este
auto, al Señor Gobernador para que se sirva en primera ocasión dirigirlo a
España a disposición del Supremo Consejo de Regencia, al que se le dará
cuenta con testimonio íntegro de esta causa y el correspondiente informe
por duplicado para que en su vista se sirva aquel Supremo Consejo tomar
la providencia que se estime más de justicia, quedando por tanto y hasta
sus resultas en secuestro los bienes que le están embargados” (Testimonio
perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado A.G.I. 219).

Como se puede ver se toman rigurosas medidas similares a las apli-
cadas a los vecinos de la ciudad a partir del 16 de agosto de 1809, esto es
2 Tendríamos que entender lo del “año pasado de 1809”, y que en el presente
–1811– habían conocido los cuencanos el bien que significaba la posición quiteña,
por lo que estaban dispuestos a recibir este bien.

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prisión, consejo de guerra o juicio sumario, confiscación, remate de bienes
y destierro.

Conviene decir que como consecuencia del juicio seguido en contra
de Calderón y Salazar resultaron procesados un tío de él, sus hijos, dos
sacerdotes (uno cuencano, otro quiteño), y el escribano Ignacio Pazmiño,
confinado a Lima.

A manera de conclusión hemos de manifestar que estos son dos mo-
vimientos insurgentes, reprimidos con rigor por las autoridades españolas
realistas pueden ser considerados como los antecedentes inmediatos de
la independencia declarada en nuestra ciudad el 3 de noviembre de 1820
como culminación de un proceso histórico iniciado en Quito en 1809.

Si bien la ciudad fue oficialmente realista es necesario comprender
e insistir en que hubo también vecinos (no importa si fueron pocos o mu-
chos) que respaldaron la propuesta quiteña de ejercer la soberanía del pue-
blo ante la ausencia de la autoridad real respaldados por ciertos principios
políticos sociales que pueden ser resumidos:
• Que en Cuenca hubo vecinos que apoyaron las Juntas Supremas de

Quito (1809) y de Santa Fe de Bogotá (1810).
• Que “era conveniente que los criollos gobernasen los pueblos, por-

que los chapetones eran perjudiciales como hechuras de Godoy”.
• Que los chapetones “intentaban vender las Américas, entregándole

al francés” Bonaparte ya que “los excelentísimos Señores Virreyes
del Perú y Santa Fe habían tratado y convenido entregar estas tie-
rras a la dominación francesa”.

• Que Montufar venía a poner orden y paz, a establecer justicia en el
manejo de los fondos de las Cajas Reales y poner orden en lo re-
ferente a la tenencia de tierras y la situación de los indígenas, para
lo que desinaría como Protector de Naturales a Calderón y Salazar.

Bibliografía
Cordero Iñiguez, Juan. Cuenca y el 10 de Agosto de 1809, 2009.
Carrasco Vintimilla, Manuel. Joaquín Antonio Calderón y Salazar: un cuen-

cano precursor de la independencia, en Pucara 18, 2004.
Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado A.G.I.

219.