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Algunas reflexiones sobre el cyberpunk en México como género...

Algunas reflexiones sobre el cyberpunk en México
como género popular y de culto

Some reflections upon the cyberpunk in Mexico as a popular and
worship genre


José Eduardo Serrato Córdova

Universidad Nacional Autónoma de México, México
e-mail: jesc@unam.mx

Resumen
La aparición de una literatura popular contemporánea está unida al fenómeno,
cada más acentuado, del elitismo de la alta cultura. El cyberpunk, el relato
neopolical y la literatura gótica obedecen a un proceso de democratización
de la cultura, en el que los autores se interesan en referirse a la realidad
social a través del elementos estéticos tomados del cómic, los pasquines y
el cine comercial. Desde esta perspectiva se comentan cuatro novelas de
ciencia ficción que abarcan desde 1990 hasta el 2010.

Palabras Clave: cyberpunk, literatura alternativa, globalización.

Abstract
The appearance of the contemporary popular literature is very close to the
phenomena, deeper every day, of elitism in the high culture. The cyberpunk,
the new thriller and the gothic literature obey a democratization process of
culture, en which the authors are interesting in refer the social realty through
aesthetic elements taken from the comic, and blockbusters. From these view
we comment four science fiction novels published between 1990 and 2010.

Key words: cyberpunk, alternative literature, globalization.

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Revista Pucara, N.º 25 (119-138), 2013

La subliteratura como cultura alternativa

Con motivo de una tesis sobre el cyberpunk, en 2010 sostuve un intercambio
epistolar con la doctora Celina Mazoni, de la Universidad de Buenos Aires,
en la que me comentaba algunas de las debilidades que notaba en el género
popular:

[Estoy leyendo la antología] Nueva generación de narradores
mexicanos
(Tryno Maldonado, ed.), editorial Almadía. Hasta ahora
leí “Bajo un cielo ajeno” de Bernardo Fernández. Notable por lo
menos por dos cuestiones: 1) el tono de las descripciones, de los
espacios es notable, entre otros motivos, porque recupera rasgos
del estilo de los cuentos de ciencia ficción de los cincuenta: cierto
desapego casi ingenuo, claridad en la exposición de los hechos,
hasta rasgos del lenguaje o mejor del lenguaje de las traducciones
de esa época (las de los cuentos pero también las de Ray Bradbury) y
junto con eso ninguna esperanza, sin énfasis, las utopías marcianas
liquidadas y la misma marginación y desarraigo. Es especialmente
notable también en relación con Tiempo de alacranes. Es decir que
se mueve en varios tonos de registro, bien por él, sigo leyendo. Y,
de alguna manera, también es una apuesta a formas de lo popular:
la ciencia ficción sin el envaramiento de Bioy, por ejemplo […]

Por su parte, en el año 2010, el ensayista Geney Beltrán colaborador de
Letras Libres, revista que sin duda tiene una “alta plusvalía” simbólica
entre los intelectuales de la alta cultura mexicana, se lamentaba de las malas
novelas policiacas de Bernardo Fernández, autor alternativo, caricaturista
y bloguero literario. Tomemos como una opinión representativa de la élite
culta la crítica de Geney Félix Beltrán sobre una novela popular como Hielo
negro
de Bernardo Fernández:

[…] los personajes obedecen a motivaciones “básicas” (El
Sadismo, El Poder, La Venganza) y nunca enfrentan conflictos
nucleares que cimbren su psicología. Las peripecias se suceden
una tras otra y los momentos de crisis, como el duelo por el
asesinato del agente Armengol, se documentan con cursilería y
patetismo tópicos, sin disrupciones interiores, pues en su esencia
los personajes son los mismos al principio y al final. Así de planos.

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En la segunda página, un policía auxiliar piensa en el cuerpo de su mujer y el
discurso indirecto libre nos traduce: «Le parecía fascinante la delicada línea
con que su talle se ensanchaba en las caderas, la textura de durazno [¡sic!]
de aquel trasero moreno que solía recorrer con la lengua antes de atacar
a mordidas» (Fernández 11, 12). El sicario dormía después de tres días
frenéticos de penetrar a Lizzy [la jefa del narco]. Penetrar, esa era la palabra.
No la ridiculez de hacer el amor. No la corrientada de coger. Penetrar. Como
el cuchillo del carnicero. O el bisturí del cirujano.1

Al contrario de lo que piensa Geney Félix, veo estos defectos como virtudes
del género popular, cuyos autores consideran que el relato policial popular
debe ser ágil, entretenido y con el lenguaje de todos los días, es decir una
literatura alternativa para el lector, muy escaso en estos días, común y
corriente que no le interesa que haya existido un James Joyce, una Patricia
Highsmith, sino que, al igual que los lectores de hace 150 años, quiere leer
una novela de aventuras y no hacer un posgrado en letras. Hágamos un
repaso de esta poética chabacana de la novelística mexicana reciente.

El perfil de los lectores de literatura popular en diverso, desde el bachiller
que lee en los traslados cotidianos en el sistema de transporte, los aficionados
a los cómics, que acuden a todas sus reuniones anuales y los que buscan
una literatura alternativa que no repita los clisés de la literatura culta. Es
probable que ningún escritor de literatura popular, sea neopolicial, ciencia
ficción o gótico, alcance la consagración de un escritor culto y prestigiado
que publique en editorial de gran penetración o que ensayo sobre el tema
sean arbitrados favorablemente. Pero la literatura popular existe a pesar de
todo y tiene un círculo de lectores que le son leales y que se identifican en
las novelas de ficción.

Al margen de la cultura elitista de los medios universitarios, están las
nuevas generaciones que escriben en los blogs los géneros que les gustan.
Muchos de ellos escriben al ser marginados de los ámbitos cultos y crean
una literatura alternativa.

1 Geney Félix Beltrán. Hielo negro, de Bernardo Fernández, Letras Libres, junio, 2011.
http://www.letraslibres.com

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I. Globalización y cultura

La penetración del movimiento cyberpunk en México es un proceso
íntimamente ligado a la globalización. Por esta razón tenemos que empezar
hablando de algunos matices de la cultura global. Néstor García Canclini
(2006) comenta que la globalización es un proceso imposible de eludir en
el mundo contemporáneo y que no es necesariamente una amenaza a la
soberanía de las naciones ni a la identidad de sus culturas. Por el contrario,
apunta Canclini, la globalización la podemos convertir en un fenómeno
positivo que el sociólogo argentino “glocal”, híbrido entre lo global y lo
local, si y sólo si convertimos la globalización en un ejercicio de aceptación
de la otredad, de diálogo y de tolerancia entre la diversidad cultural y
la masificación de la información, de tal manera que se evite caer en la
hegemonía de una ideología determinada.

No obstante, existen los corporativos que imponen formas de pensar, vestir,
reaccionar, desear, hablar y consumir, que parecen controlar cada vez más
las economías y las políticas mundiales. Estos corporativos, por supuesto,
controlan la cultura mainstream, incluso algunos sociólogos piensan que
hay una guerra global por los contenidos de las series televisivas, películas,
músicas y las imágenes mismas, en una guerra planetaria en la que se
quiere controlar las palabras, las imágenes y los sueños2. El fenómeno de
la globalización plantea un sinnúmero de problemas culturales, de los que
derivan cuestiones que tienen que ver con la forma en que representamos la
realidad en nuestro imaginario social y, que además, ejercen un sutil influjo
sobre nuestras conductas, gustos y pensamientos.

En general, este tipo de cultura de masas es visto como una versión
degradada y enajenante de las culturas dirigidas por los grandes corporativos
multinacionales. Guy Debord, por ejemplo, en su obra La sociedad del
espectáculo (cit. en Rincón 46) critica a la sociedad del espectáculo por ser
demasiado superflua y porque su consumo inmoderado puede ser nocivo
para la inteligencia.

2 Consúltese el libro de Frédéric Martel. Cultura Mainstream (2011), en el que se
rastrean los mecanismos de poder detrás de las grandes empresas del entretenimiento.

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Por su parte, Chris Hedges nos habla, en El imperio de la ilusión, que la
cultura mediática es como una adicción a una droga dañina desde la primera
dosis:

La fe ciega –nos dice Hedges– en las ilusiones es nuestra versión
secular del renacer. Las ilusiones nos aseguran que la felicidad y
éxito son nuestros derechos. Nos prometen que nuestro colapso
catastrófico no es permanente. Nos prometen que el dolor y el
sufrimiento pueden ser vencidos al escribirlos en nuestra oculta y
pecadora fortaleza. Uno de los pensamientos felices de la cultura
de la ilusión es la manipulación de emociones, y la confianza en
los beneficios del poder, lo que significa que cantamos con el
coro o desapareceremos instantáneamente de la vista, como los
perdedores de un reality show (53).

Podríamos decir que la cultura de masas es una cultura diseñada para
manipular y controlar el lenguaje, la libido, los deseos, el pensamiento y
crear un mercado global de consumidores de todo tipo de productos. ¿Hay
salida de esta distopía? ¿Realmente cuando la alta cultura duerme engendra
realities shows? o ¿las culturas mediáticas y las nuevas tecnologías de la
globalización han tramado una nueva contracultura? ¿Somos una especie
de zombis consumidores de obras de entretenimiento? Pero no podemos
ignorar que el consumo de ciertas obras mediáticas ha sido usurpado por
algunas minorías culturales que las han convertido no solo en medio de
expresión, sino también en crítica y reflexión social.

En un proceso de alquimia mediática se la ha dado vida a una nueva
contracultura. Pongamos como ejemplo el caso de los imaginarios
apocalípticos que las novelas de ciencia ficción han insertado en nuestro
inconsciente colectivo. Este impacto lo podemos describir como un guerra
de imágenes con las que el receptor llega a crear una gran empatía. Es el caso
de algunas tribus urbanas3 que se han identificado con obras marginadas por
del saber hegemónico, como sucedió con de El diario de un enfermo de
nervios
, de Daniel Paul Scherber, que ha sido tomada como la Biblia de los

3 Al respecto consúltese la obra El tiempo de las tribus. El ocaso del individualismo en
las sociedades posmodernas.
Traducción de Daniel Gutiérrez Martínez. México D. F.: Siglo
XXI, 2004.

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símbolos sagrados en los círculos dark; incluso podemos considerar que
la saga de Harry Potter es el manifiesto de una generación que se niega a
asumir la edad adulta.

En la sociedad mexicana, el bombardeo de la cultura de masas, de las modas
editoriales de ciencia ficción, la difusión y traducción de los clásicos del
cyberpunk, han tenido buena fortuna. Especialmente las obras de William
Gibson han sido determinantes en la forja de un imaginario colectivo global.
No está de más señalar que tanto el neogótico como el cyberpunk y otras
manifestaciones literarias relacionadas con géneros populares o de cultura de
masas estuvieron por mucho tiempo marginados de los ámbitos académicos
y de los círculos de consagración editorial, sin embargo, dado el creciente
número de autores y de lectores que ha tenido el género, su difusión ha sido
mayor en años recientes.

a. Lo global
Algunas características del cyberpunk

Desde hace algunos años es posible consultar en la red el Manifiesto
cyberpunk que redactó el artista Christian As. Kirtchev4, y una antología

4 Kirchev en su espacio virtual definió el movimiento cyberpunk como: «La mente
humana libre, creadora del futuro, nos brindará la nueva era –La Era Cibernética–. El
invento de la electricidad y el teléfono marcó el comienzo de la elevación del ser humano.
Retransmitiendo sonidos e imágenes que cambiarán la vida del hombre para siempre... Con
cada nueva invención el mundo iba creciendo –un hijo de la nueva era– .El hombre observó
millones de nuevas oportunidades. Lo ordenadores fueron la invención más grande desde el
descubrimiento de la electricidad. Este invento de efervescente inteligencia se convirtió en la
más usada en la vida cotidiana... Este nuevo invento abrió las puertas a una nueva dimensión
–los cibermundos también conocidos Realidad Virtual. Los mundos virtuales sintetizados
fueron una fuente de nueva tecnología, que se iba haciendo con más y más víctimas... Después
de estos sucesos, el mundo nunca volvió a ser lo mismo... La nueva era engendró el primer
crimen del mundo electrónico. La “Era Cibernética” nos trajo consigo mucha violencia y
odio a las almas humanas, mucho dolor y mucho sufrimiento... Los crímenes se trasladaron
al nuevo mundo, el mundo de los unos y los ceros... Las nuevas comunidades rosa del mundo
de los datos. Hackers, FreeJacks y Phreakers fueron los nuevos amos de este mundo. Ellos
traían el caos a la nueva creación, pero también dieron el conocimiento a las masas. Los
cyberpunks– descendientes de esta era se convirtieron en la cultura del nuevo mundo. Una
pequeña comunidad de personas de mentalidad libre que creció y atrajo a muchas personas

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de los autores más representativos del movimiento, como Bruce Bethke,
Richard Kadrey, Tom Maddox, Douglas Rushkoff, Neal Stephenson, Pat
Cadigan y Bruce Sterling. Las novelas del cyberpunk derivan de la novela
negra y se desarrollan en un mundo virtual, plagado de computadoras,
ciberespacios e implantes neurológicos. En Neuromante, de William
Gibson, el negocio de la clonación se ha convertido en el eje de la vida
de los grandes corporativos, que han logrado hacer realidad el sueño de
la inmortalidad. En la novela País de espías, el espionaje cibernético y
los hackers son los protagonistas de la historia5. El cyberpunk es el culto
de la tecnología, los autores se regodean inventando neologismo a partir
de términos tecnológicos y científicos e inventan clonaciones imposibles,
laboratorios dedicados a diseñar nuevas drogas o neuroimplantes fabulosos
y empresas que crean sofware de nanotecnologías futuristas.

Estas características de las novelas del cyber anglo reflejan una sociedad
en donde el avance científico es notable. El cyberpunk original le dio voz
a las “ratas de la tecnología”6 que nada en el océano de la información y
se proponen controla la Red y liberar al individuo común. Los inicios del
cyberpunk en México están lejos de esta proclama, tienen un color local que
le da un toque particular.

b. Lo local
Cuatro novelas del cyberpunk nacional

Tiempo lunar (1990) del narrador Mauricio Molina (Ciudad de México,
1959) es uno de los primeros ejemplos de la incorporación de la estética
cyberpunk al contexto mexicano. La trama está influida por clásicos del
género como Neuromante de Gibson y por la estética de Blade Runner,
versión cinematográfica de la novela de ciencia ficción Do Androids Dream

a la nueva causa –la información es el poder! libera la información!... El nuevo mundo fue
llamado Ciberespacio por un miembro de la nueva sociedad... El Ciberespacio se convirtió
en el hogar de los cyberpunks que comenzaron a controlar el nuevo mundo según sus
pensamientos: sin leyes! sin reglas!» Consúltese la página: http://project.cyberpunk.ru/

5 «Los personajes del cyberpunk clásico son seres marginados, alejados, solitarios, que
viven al margen de la sociedad, generalmente en futuros distópicos donde la vida diaria es
impactada por el rápido cambio tecnológico, una atmósfera de información computarizada
ubicua y la modificación invasiva del cuerpo humano».

6 Tomado del Manifiesto cyberpunk, consultado en la red el 12 de mayo de 2012.

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of Electric Sheep?, de Philip K. Dick. En la novela de Molina, la ciudad
de México es un escenario catastrófico a causa de las inundaciones y los
terremotos. Sin saber por qué, la ciudad ha sido evacuada y ha quedado
custodiada por el ejército. La constante lluvia ácida ha corroído hasta los
cimientos de las construcciones, pero pervive en este mundo del futuro el
culto secreto a la diosa luna, quien cada año hace su ritual de apareamiento
en las ruinas del templo mayor de lo que fuera la gran Tenochtitlán. Andrés,
el protagonista que trata de explicar la misteriosa desaparición de su amigo
Ismael, encuentra un mapa que lo va guiando por sitios secretos en donde
aparecen y desaparecen personas perdidas años atrás.

El narrador nos predispone a un final basado en la teoría de un espacio-
tiempo poroso, en donde es posible encontrar un portal que nos lleve a una
realidad alterna:

Recientes investigaciones acerca de la naturaleza de lo
real, conducen a la hipótesis de que se han formado huecos,
inestabilidades en la frágil superficie del espacio-tiempo que nos
rodea.

Los edificios evacuados por los temblores, las ruinas, las zonas
vedadas por catástrofes ecológicas, los espacios abandonados
durante años o los lugares cerrados repletos de objetos inertes,
provocan un espesamiento de lo real, una densificación de la
incertidumbre y son los sitios ideales para que se verifiquen
fenómenos que ponen en entredicho las leyes de la realidad.

Estos lugares, semejantes a los agujeros negros de la
astronomía, al saturarse de masa y energía, producen una especie
de curva en el espacio-tiempo, abriendo una fisura por la que
pueden desaparecer (hay teorías que afirman que también entran)
objetos o seres humanos (Molina 107).

El protagonista escapa de ser transportado a otra dimensión, o a un mundo
paralelo en donde seguramente moriría. Al lector sólo le queda la certeza de
que la diosa luna convertida en una Melusina gótica regresa al suelo sagrado
por el portal secreto de las de la ciudad abandonada en el tiempo misterioso
de los eclipses lunares. Si tuviéramos que hacer elogio de la arquitectura de

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la novela de Molina tendríamos que mencionar los guiños que hace al cuento
de Jorge Luis Borges “La muerte y la brújula”7, en donde la lectura cifrada
de un mapa resuelve el último de cuatro crímenes. En nuestro caso, los
siete puntos de la bitácora de Ismael llevan a Andrés al submundo de donde
emerge el mundo acuático primigenio del Valle de Anáhuac. El novelista
alude también al grabado de Mauritis Cornelis Escher titulado Tres mundos,
que encierra la clave del misterio: en el inframundo de la urbe en ruinas se
conjugan, en un tiempo mágico, los tres órdenes universales: el terrestre, el
de los dioses acuáticos y el de la diosa luna.

La novela Miedo genital (1991) escrita por Lorenzo León (Ciudad de
México, 1953) fue un experimento narrativo construido con elementos
tomados del cine gore y de la ciencia ficción específicamente del filme Alien.
El octavo pasajero. Estructuralmente, la novela se apega al thriller clásico,
hay una serie de crímenes misteriosos que un periodista pretende explicar.
La narración está ambientada en el México de los ochenta y a diferencia de
Tiempo lunar la acción no ocurre en la ciudad sino en una región petrolera
que ha sido devastada por la industria.

Premonición de los feminicidios de Juárez, en la ficticia Cárdenas se
sospecha de un asesino serial que viola, mata y mutila a sus víctimas. Varias
de las sobrevivientes de la agresión sexual quedan embarazadas y dan a
luz a engendros como el siguiente, en testimonio del esposo de una de las
ofendidas:

Estaba desesperado señor, póngase en mi lugar. Yo no podía
aceptar que ella me hubiese engañado; debía ser mío, mío y de
nadie más. Así lo creí en el momento que la vi en medio de los
dolores; pero cuando a ella llegué para consolarla, me vio con
sorna y como muy divertida por la sorpresa que se disponía darme.
Yo la quería ayudar a tenderse cómoda, ponerle una almohada bajo
la cabeza, pero como era imposible sujetarla llamé a doña Leonor,
que de partos sabe pa’largo. Así, entre los dos la preparamos. Pero
ella parecía querer estar sola, porque rechazaba nuestras manos,
siempre sin hablar, muda como desde que empezó el embarazo.

7 “La muerte y la brújula” en Ficciones, 1944.

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Su vientre creció espantosamente y el sudor empezó a escurrir de
su rostro; pero un sudor diferente señor, un sudor de olor feo que
hizo que nos alejáramos de ahí dejándola con las piernas abiertas
sin ningún auxilio. De su convulsión surgió primero un vómito
negro y pestilente y luego algo que no puedo explicar señor, algo
así como un reptil-araña que nacía encharcado en sangre aceitosa
que ella lamía señor, sin asco. Yo me dije que eso no podía ser mi
hijo, no podía ser hijo de ningún hombre. Entonces, señor, tuve
la convicción de que no podíamos seguir fingiendo, que todos
los hombres y las mujeres sanas debíamos afrontar la situación,
porque ellas, las madres de esas horribles criaturas, quedaban
animalizadas para siempre. Y lo maté señor… bajo la mirada de la
comadrona histérica, con el martillo machaqué esa masa podrida y
ella me arañaba y mordía como una loba (León, 21).

Al final descubrimos que los monstruos que emergen del subsuelo y
agreden a las mujeres son animales milenarios que la cultura Othoo’ miz
consideraba dioses a los que veneraba ofrendándoles el sacrifico de
doncellas. El antropólogo McKusick es quien descubre el culto secreto al
dios Chapopoteótl, que significa, en lengua nahoa, monstruo de la tierra.
Hemos dicho que La novela está inspirada en los monstruos al estilo de
Alien, pero además, Miedo genital explota el asco, los excrementicio, lo
corporal corrupto para crear el miedo ancestral a las heces y a lo pestilente.
En cierta forma es una metáfora del pavor que causan las pandemias y
producen las psicosis colectivas, en particular el miedo que causa el sida,
en una sociedad desinformada y conservadora. La novela prospera en un
clímax decadente y apocalíptico, síntoma de la industrialización desmedida
que ha ofendido a los dioses primordiales al saquear la sustancia sagrada,
el petróleo, que alimenta a seres milenarios. Al final, la ignorancia de los
hombres es la causa del caos y la muerte:

La lengua de una serpiente enardecida en la profundidad de la tierra asomó
bramando en el fuego de su veneno y todos los que estaban en el burdel
suspendieron sus actos, su corazón se heló al ver en el cielo nocturno
iluminado por el fragor de una llama que contagiaba el aire hasta volverlo
infernal.

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[…] La perforación había sido un éxito. Por el pozo número
tres se desangraba el silencio de la catacumba geológica. Expiraba
el encierro de ciertos duendes que salían a poblar el pecado de los
hombres.

[…] Azorados, los nativos comprendieron la resurrección de
un dios olvidado. Un dolor mental se produjo en su memoria y
removió una antigua oración. Sus labios se abrieron implorando
a Chapopotéotl serenidad. En sus chozas los indios recordaron la
vejez del miedo.

[…] El hocico de un mundo condenado a la oscuridad vomitaba
mariposas de grandes alas, fantasmas que cobraban existencia
en la fornicación, invadían el conducto esencial de la creación
contagiando el esperma. Se escurrían hacia la oscuridad roja del
vientre para latir en el umbral de Esta Existencia (León 78-79).

La destrucción de todas las cosas (1992). En el marco de la incertidumbre
económica y la firma del Tratado de Libre Comercio con Norteamérica,
Hugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) imaginó esta guerra de los mundos
mezclada con la destrucción de Tenochtitlán. Seres de otro planeta invaden y
destruyen la Gran Tenochtitlán del futuro, en un medio ambiente degradado,
contaminado, sobrepoblado y sin recursos naturales. Los invasores que
imagina Hiriart son seres proteicos que adoptan todas las formas imaginables
de la cultura, aparecen como alucinaciones lisérgicas y matan con la eficacia
de sicarios a sueldo. Ingresan en los sueños, en la imaginación, en la mente,
no hay forma de eludir su presencia. Los sobrevivientes escapan de la ciudad
destruida con la esperanza de llegar al mar, utopía salvadora de la amenaza
urbana, de la civilización de la muerte y de la esclavitud.

Los alienígenas destructores son el símbolo de las nuevas corporaciones que
se apoderan de la nación y la novela toda es la alegoría de una sociedad que
pasaba del control estatal al neoliberalismo. La novela de Hiriart plagada
de referencias a las crónicas de Visión de los vencidos, las de la invasión
norteamericana y las de la caída de la ciudad de México en 1847. Pero el
tono de la historia no es épico, es cómico, grotesco y a veces por su colorido
recuerda la imágenes del arte pop, al estilo del filme Submarino amarillo

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(Georges Dunning, 1968), como muestra está este episodio que parece
tomado de una alucinación de LSD:

El hablador había logrado ponernos nerviosos. Nos
apresuramos a terminar de comer, pagamos y salimos a la calle. Ahí
vimos por primera vez a uno de los Extraños. No lo puedo olvidar.
Era un hombre gigantesco de rostro azul grisáceo con pequeños
anteojos cuadrados y ensortijadas barbas de un verde papagayo
intenso. Vestía un traje abigarrado y versallesco adornado con
brocados, vidrios, encajes, hasta plumas y pequeños espejos y
andaba tocado con un complicado gorro rojo. No sabíamos qué
era, todavía no nos familiarizábamos con los distintos roles, tipos
o posiciones en las jerarquías de la complicadísima y muy rara
organización de los otros, pero tenía ese autoritarismo insolente,
esa impaciencia apenas contenida y esa brutalidad que casi todos
Ellos ostentaban en su trato con nosotros. El Cabezón iba solo,
caminaba a grandes pasos, con sus zapatos de tacón cuadrado muy
alto, por el mercado e iba dando empujones a un desdichado [al
que le daría un castigo ejemplar]

[…] Y alzó hacia él su bastón rojo de puño redondo de plata
recamada […] El bastón disparó, si eso puede decirse de emitir
unos ruiditos rítmicos y cristalinos, como de caja de música. El
que suplicaba empezó a teñirse de un color amarillo plátano, todo
él, la ropa, la piel, los cabellos, no muy intenso y como mate, sin
brillantez, y ante nuestros ojos asombrados se hizo totalmente
plano y enmarcado, como una gigantesca tarjeta postal con
mata-sellos en la esquina superior derecha y toda la cosa. La
tarjeta empezó lentamente a girar, primero dando vueltas luego
sobre su propio eje; después se cuadriculó con precisión, primero
cuadrícula grande, luego cuadrícula chica y finalmente milimétrica

[…] Finalmente desapareció de la vista por completo (Hiriart 151-
152)

Después de un intento de resistencia, la población sucumbe a los Extraños y
la capital queda a merced de los invasores.

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El espacio sagrado: la aportación local al neogótico

En la recepción del cyberpunk de los años ochenta y noventa hay una
peculiaridad más que tenemos que subrayar. En las tres novelas iniciales
e iniciáticas del cyberpunk nacional se desataca el espacio sagrado
prehispánico como un lugar peculiar del que emana nuestra salvación o
nuestro castigo. En el caso de Tiempo lunar, el Templo Mayor representa
el lugar donde el mito pervive y es el umbral por donde podemos escapar
de la voracidad de la modernidad. En La destrucción de todas las cosas, la
preservación del espacio arcano del templo mayor significa la conservación
de nuestra civilización. Por su parte, Lorenzo, en Miedo genital, considera
que el mundo de la modernidad ha alterado de tal manera nuestro entorno
sagrado que nos ha hecho merecedores de un castigo apocalíptico.

Creo que la preservación del espacio simbólico de lo sagrado es uno de los
rasgos distintivos entre el cyberpunk anglosajón y el mexicano, incluso es
un rasgo de identidad, que podemos interpretar como un guiño que nos dice
que los ritos y los mitos que se conservan en el arte nos hacen diferentes
y nos defienden de la deshumanización del mundo industrializado. Los
vestigios de la mexicanidad le dan sentido al mundo, al arte y a los espacios
rituales de un imaginario social que ha sobrevivido a las embestidas de la
hegemonía del colonialismo.

Imaginarios globales, escenarios locales

Una característica de la distopía de las novelas que comentamos es el
escenario apocalíptico producto de catástrofes naturales o de invasiones
enemigas. En el caso de Tiempo lunar, es claro que la ciudad abandonada
y en ruinas es un homenaje al filme Blade Runner. La ciudad de México,
como Los Ángeles de 2019, es una ciudad gris, con una pertinaz lluvia
ácida, pero a diferencia de Los Ángeles del futuro cercano no es una ciudad
hipertecnologizada.

La ciudad que inventa la imaginación de Ridley Scott es una ciudad en
donde se habla una mezcla de japonés, inglés y español. El monumental
edificio de la policía tiene un estilo neomexica, es decir, una gran pirámide
decorada con grecas y grandes ventanales. La muchedumbre convive,

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replica, trasgrede las leyes y se droga en las calles invadidas por un bazar
infinito. Ridley Scott nos plantea una urbe multicultural habitada por tribus
urbanas. Por su parte, las calles de la ciudad de Tiempo lunar son las de
una urbe corroída por la lluvia ácida, cuyos habitantes fueron evacuados
sin saber bien a bien la causa. Algunos piensan que fue a causa de algún
desastre ecológico que desbordó los ríos de aguas negras que circulaban
subterráneamente. El Zócalo recupera su esencia acuática, el lago primordial
reconquista su espacio y devora la urbe:

El pavimento se iba convirtiendo en arcilla, el asfalto en arenas
movedizas, las edificaciones en marismas pantanosas. [Andrés]
corrió hasta las excavaciones y encontró las ruinas cubiertas de
agua. El agua espesa, gelatinosa, muerta, subía por las puertas de
madera, atravesaba los portones de las vecindades […] Lentamente,
de las alcantarillas y las acequias cegadas, aparecían sapos,
ajolotes, libélulas, insectos hasta llenar las ruinas del Centro por
completo, hasta tragárselas despacio. El agua verde se acumulaba
en los hundimientos de las iglesias y los edificios coloniales, en los
estacionamientos y sótanos de las construcciones recientes. Parte
de la catedral estaba hundida, las calles a esa hora en que ningún
ojo las miraba se iban convirtiendo en canales, como antaño. El
Zócalo era ya una enorme laguna (Molina 92-93).

Los escritores mexicanos que hemos mencionado y cuyas obras aparecieron
entre 1991 y 1992, tienen en mente el desastre traducido en imágenes de una
ciudad devastada, destruida por un terremoto, una invasión norteamericana
o una extraterrestre. La amenaza del desastre estaba latente desde que el
terremoto del 85 lo hizo realidad, pero se pensaba también un accidente
nuclear en la planta de Laguna Verde, que inició su actividad en 1989.
También estaba presente en la conciencia colectiva en la contaminación de
los pozos petroleros como el Ixtoc, cuyos daños ambientales del año 1979
fueron escondidos por el gobierno.

Y en el horizonte cultural, económico y global aparecían nuevas amenazas:
el sida parecía convertirse en una pandemia divina, el Tratado de Libre
Comercio ponía al país en manos del imperio. Los años noventa empezaron
con muchos temores y desastres e incluso rebeliones armadas.

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Algunas reflexiones sobre el cyberpunk en México como género...

Los miedos locales se expresaron en los lenguajes del arte globalizado:
monstruos viscosos del inframundo que violan mujeres y que engendraban
bastardos infernales, mundos de dimensiones paralelas que nos regresaban
a los orígenes sagrados, la aparición de nuevos conquistadores encabezados
por la traidora Malinche, ahora llamada la Jitomata. Empezamos a exorcizar
nuestros demonios cuando, sin sentirlo, empezamos a usar los medios que la
globalización ponía a nuestro alcance: la tecnología nuclear, la computación,
la difusión de la ciencia, la guerrilla cibernética. Es decir, nos empezamos
a hacer globales.

Lo glocal
Gel azul: Novela negra y cyberpunk

Bernardo Fernández (1972) sintetiza la ideología de una nueva generación
de escritores y de lectores muy diferentes a los que hemos mencionado.
Gel azul es una novela futurista y de ciencia ficción que nos describe un
México hipertecnologizado controlado por multinacionales que han hecho
su fortuna clonando potentados y creando drogas sintéticas. Con esta ficción
se identifican las generaciones que leyeron y asimilaron en México los
manifiestos del cyberpunk, lo que es muy importante en cuanto a que la obra
está dirigida a un público muy específico. Estamos frente a un público lector
que conoce el lenguaje cibernético e idolatra la tecnología. Por ejemplo, Eva
Méndez, escritora y lectora de Bernardo Fernández, escribió en su blog una
estupenda reseña de Gel azul, la cual vale la pena citar en extenso:

El detective Crajales, otrora hacker juvenil, investiga la
aparición de un bebé muerto en un tanque de plexiglás lleno de gel
proteínico, donde Gloria Cubil (hija del magnate cibernético Arceo
Cubil), se refugia para acceder a la realidad virtual, privilegio que
sólo unos cuantos pueden pagar. La alienación que estos artefactos
producen nos remite a la novela futurista Virtus, de Eve Gil8, donde

8 Eve Gil (pseudónimo de la misma Eva Méndez, Hermosillo, 1968) autora, además,
de la novela Hombres necios y del drama Electra masacrada. En Virtus (Editorial Jus, 2008),
plantea un México futurista controlado por una Inquisición que quema a los disidentes y por
un gobierno que controla lo que la gente piensa, habla y ve. Cabe señalar que esta autora
le gusta experimentar con nuevos lenguajes narrativos y visuales, su novela Sho-shan y la
Dama Oscura
(2009) es una obra que toma elementos del manga japonés.

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los pobladores del Proyecto V (alegoría del México arruinado),
llevan un lectochip que los hace vivir en la perpetua felicidad. Sin
embargo, la sofisticación de los Gokubi (el cilindro del gel azul),
va más allá, permitiendo a sus usuarios acceder a otros mundos
mediante los más descabellados avatares; consumir potentísimas
drogas, introducirse a sectas y olvidar el presente.

Dichos tanques son fabricados por la corporación japonesa HumaCorp. El
modelo más avanzado lo posee la joven heredera, quien siempre ha llevado
una vida disipada. La chica aparentemente ha sido víctima de violación, y el
bebé, de homicidio. Esto ocurre en circunstancias harto sospechosas, puesto
que ella vive aislada en su departamento de Polanco, y nadie tiene acceso al
sueño electrónico donde habita. Crajales busca el apoyo de Salgado, sagaz
periodista, corresponsal del ciberespacio, excómplice de su vandalismo en
la red, que el primero hubo de abandonar tras ser víctima de un cortocircuito
en su interfase neuronal, ocasionado por la compañía a quien perjudicaba.
Salgado sufre la mutilación de sus miembros dentro del cilindro donde
navega. Crajales, consternado, intenta ayudar a su amigo, quien le informa
sobre una red internacional de tráfico de extremidades humanas, creadas
para reactivar la economía mundial tras la legalización del narcotráfico y el
declive del tráfico de órganos debido a la clonación.

La manera en que estas mutilaciones se relacionan con el cadáver del
pequeño deberá dilucidarla Crajales, cuya caótica vida personal se verá
trastornada ante las represalias que le esperan. La segunda narración incluida
en el libro volumen, “El estruendo del silencio”, guarda intertextualidad con
la primera, ya que en ella se aborda la vida de Koji Cuauhtémoc Kobayashi,
el arrogante dueño de la transnacional HumaCorp, quien padece el mismo
hastío de Gloria. Kobayashi ordena una expedición espacial a la estrella
Épsilon Eridani, proyecto ambicioso que abarca miles de años.

La nave está controlada por MaReL, la macro red local, que constituye su
‘sistema nervioso’; e inspeccionada por el Señor Ká, robot insectoide que
despierta cada cien años de su letargo para cumplir dicha tarea. MaReL y
el Señor Ká, diseñados para comunicarse sólo lo indispensable, comienzan
a manifestar emociones tras tener, este último sueños, lo que los hace
sentirse unidos dentro de esa enorme soledad de la que hasta ese momento
se percatan.

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Algunas reflexiones sobre el cyberpunk en México como género...

La idea de Kobayashi, megalómano irredento, es enviar al espacio en
aquella medusa biotecnológica a dos clones, uno suyo y otro de su
prometida, Marinka Dobrova, top model europea, a quien sólo considera
un lujo. La vida supuestamente perfecta de Kobayashi sufrirá un vuelco
por acontecimientos que escaparán de su control, a los que, sin embargo,
él mismo ha contribuido. Bernardo Fernández logra, en ambas novelas,
transmitir la monotonía y el vacío interior de quienes viven en busca de
la alienación, en un mundo supertecnologizado (http://fujinkuroi.blogspot.
mx/2009/07/gel-azul-de-bernardo-fernandez-bef_20.html, consultado el 12
de mayo de 2012).

Gel azul es un parteaguas en la literatura ciencia ficción con trama policiaca,
pues refleja a una colectividad que empieza a asumir los nuevos discursos de
las sociedades globalizadas en las que incluimos las diversas tribus urbanas,
agrupaciones culturales y literarias, de una ciudad letrada, que ya no es
una sola e indivisible sino muchas organizadas y representadas en nuevos
rituales, nuevos lenguajes y nuevas literaturas de culto.

Los jóvenes lectores de la generación nacida en los años ochenta que se
identificaron con el proyecto cyberpunk no tuvieron sentimiento de culpa en
adoptar un modelo creado por la industria globalizada del entretenimiento,
ni se molestaron en plantearse dilemas socioculturales poscoloniales.
Simplemente eligieron, no se les impuso, una forma estética en la que
vieron reflejado el futuro incierto que nos depara un mundo controlado por
las multinacionales.

En el lenguaje de las generaciones globalizadas encontramos una fusión
entre lo pop, la cultura del entretenimiento y una literatura que puede
catalogarse como “culta”. Estas generaciones que consumen la literatura
cyberpunk, no sólo se expresan en blogs y les gusta la ciencia ficción, y
los comics son parte de su formación literaria. Tal vez el dilema que nos
plantea este género de fusión es que la industria del entretenimiento está
planteando una nueva forma de entender el arte y las humanidades. Entre la
aparición de Tiempo lunar y Gel azul hay un cambio generacional y un corte
epistemológico. La primera refleja a una generación ochentera que creció
adorando la literatura fantástica al estilo de Borges, y llenó su imaginación

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con imposibles libros de arena, memoriosos que no podían olvidar lo leído
en la infancia y bibliotecas infinitas. Tuvieron una formación académica
en facultades y talleres literarios. En su momento rindieron culto a Alejo
Carpentier, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
En cambio, la nueva generación para la que escribe Bernardo Fernández es
la generación de las crisis económica, cultural y social endémicas. Padeció
una educación pública endeble, sufrió la angustia de no tener acceso a la
universidad, y si lo consiguió, después de seis años de estudio, sólo consiguió
el pase automático a las filas del desempleo.

Y para colmo, se encontraba secuestrada por uno de los momentos más
violentos y crueles del nacionalismo institucional. Esta generación tuvo una
educación informal en el cine y la televisión. Por su cuenta descubrieron que
había una literatura fuera de este ámbito cerrado, en la Internet, encontraron
gente como ellos, con los mismos problemas que se comunicaban en
tiempo real desde otra computadora. Al fenómeno en que incluimos a esta
generación autodidacta, que hizo sus propias mitologías populares, y que
escapó del mundo por la pantalla, le llamamos, también, globalización.

III. De la distopía a la utopía cyberpunk

Nicholas Carr (2011) escribió un estudio en el que demuestra con rigor
científico el daño irreversible que causa en el cerebro el uso y abuso de
Internet. Básicamente, lo que advierte Carr es que el leer exclusivamente
en la red y en la pantalla de la computadora condiciona nuestro cerebro
a no razonar asuntos abstractos, nos hace, como dice el título de su obra,
superficiales. No es un secreto que hay serios problemas en la enseñanza y
aprendizaje de las matemáticas y en la comprensión de lectura, entre otras
cosas. El uso de la red de redes se ha convertido en un fin en sí mismo. La
satanización de los medios electrónicos está ligada con las nuevas literaturas
y con la cultura en general. El dilema es, como lo plantea Carr, a más
información menos capacidad analítica. Conciliar ambas es el reto.

En estos tiempos efímeros de hiperrealidad e inseguridad, el goce, la
diversión, el afecto, son la plusvalía de la cultura del entretenimiento

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Algunas reflexiones sobre el cyberpunk en México como género...

cuando se combina con el conocimiento y la inteligencia. La velocidad de
la información y la cantidad de la misma que disponemos en la Internet ha
expropiado un dominio a las minorías ilustradas y elitistas y manifiesta
el deseo de la mayoría de gozar tanto de las libertades de expresión como
del placer del disfrute de sus propios gustos y estéticas. Lo subversivo del
entretenimiento en la era de la globalización consiste en que la mayoría
encuentra una vía para su propia visibilidad; en mundo caótico y violento,
como el actual, necesitamos fantasías que ni la política, ni la educación,
ni el mercado han hecho probables. La literatura debe aprovecharse de
los lenguajes de la cultura mediática para renovar las formas de narrar.
La imaginación debe servir, como en cualquier época y bajo cualquier
circunstancia, para reflexionar e inventar mundos mejores e imposibles.

Fuentes de consulta:

Carr, Nicholas. Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras
mentes? Traducción de Pedro Cifuentes. México D. F.: Taurus, 2011.

Fernández, Bernardo. Gel azul. México D.F.: Suma. 2004.
García Canclini, Néstor. “Globalización e interculturalidad:próximos

escenarios en América Latina”. En Cartografías y estrategias de la
‘posmodernidad’ y la postcolonialidad en Latinoamérica. Hibridez
y globalización
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Vervuert. 2006.

Gibson, William. Neuromante. Traductor: José Arconada Rodríguez y Juan
Ferreira Ramos. Madrid: Minotauro, 1997.

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Ramos, Madrid: Trotta, 2002.

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León, Lorenzo. Miedo genital. México D. F.: Joaquín Mortiz, 1991.
Martel Frédéric. Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de

masas. Traducción de Núria Petit Fontserè. Madrid: Taurus, 2011.
Molina, Mauricio. Tiempo lunar. México D.F.: Punto de Lectura, 2005.
Queraltó, Ramón. Ética, tecnología y valores en la sociedad global. El

caballo de Troya al revés. Madrid: Tecnos, 2003.
Rincón, Omar. Narrativas mediáticas. O cómo se cuenta la sociedad del

entretenimiento. Barcelona: Gedisa, 2006.