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Quito y Madrid 1788-1828:
su cultura en caminos contrarios

Quito and Madrid 1788 – 1828:
their culture on divergent roads

Ekkehart Keeding
Director de Estudios (Alemania)

e-mail: ekke_keeding@t-online.de

Resumen

En este estudio se analizan los caminos divergentes de la cultura y la política entre
Quito y Madrid durante el período 1788 y 1828. Se proponen ejemplos de los
caminos contrarios en la formación intelectual y académica entre la Audiencia
de Quito en Hispanoamérica y la de Madrid en España, donde predominaba
una visión distinta propia del modelo cultural antiguo, que propone mantener el
poder económico-militar en sus colonias. Mientras los americanos innovaron
para mejorar, España hizo lo contrario. A partir de 1782 los americanos, en
particular en la Audiencia de Quito, mostraron buena disposición hacia una
cultura académica secularizada, con ofrecimientos notables y públicos para su
patria, España se opuso a tales transformaciones en la práctica, lo que dio paso
a que las dos culturas caminen por sendas contrarias, dando paso así a una clara
consecuencia: la independencia de Quito.

Palabras clave: Universidad Secularizada; Reino de Quito; Madrid; libertad
de pensamiento y escritura 1788-1828; Rodríguez el “Verulano de Quito”;
hojas volantes y periódicos.

Abstract

We consider in this study the two devergent ways of politics and culture of
Quito ̶today Ecuador ̶ on the one hand, and Madrid in Spain on the other,
concerning the period between 1788 and 1828. These two ways are identical
to two opposed courses, relatives to the intellectual and academic formation in

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both countries during the European ‘Ilustration’, and her going over to Quito,
the Spanish Colony in the Andes on the Equator-Line.

Whereas the Americans tried to innovate in order to improve, the Spaniards,
in reality, practiced the opposite, for example by the Bourbonical Reforms
since 1763, and by reason of the Independence of Northamerica, in 1783. The
measures, taken by Spain in Quito, remained completely behind the increasing
desire of the ‘quiteños’, to know and to read about modern culture, about
experimental physics, about modern economy, and all these subjects in relation
to the geography of their country , that they began to nominate ‘Patria’. These
Americans formed the beginning of secular and American culture in Quito,
Ecuador: it magnified more and more the desire of the habitants, to take their
politics in their own hands, and this all the more Spain answered in the negative
to those questions of commercial and cultural transformation, in practice. Each
of the two cultures, therefore, had to develop herself, opening by this way in
America, the obvious consequence: the Independence of Quito.

Key Words: Secularized University; Kingdom of Quito, Madrid, freedom for
thinking and writing 1788-1828; Rodríguez “Verulam of Quito”; flayers and
newspapers.

Recibido: 12: 11: 2014 Aceptado: 26:12:2014

***

Introducción
Fue en el año 1750 –comenzando la segunda parte del siglo XVII, el más difícil
para la América española–, cuando el Rey de España Fernando VI (1746-59)
exhortó a los españoles conservadores, a no contradecir, y no atacar más en el
futuro los escritos del sabio benedictino Benigno Gerónimo Feijóo y Monteserín
(1676-1764): éste en 1726-39 fue autor del Teatro Crítico Universal (Madrid,
9 tt., más otras ed.s), y luego entre 1742 y 60 de las Cartas eruditas y curiosas
(Madrid, 5 tt.). Feijóo es aquel autor fascinante, quien desde España con sus

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escritos incitadores dio más impulso a la información y discusión acerca de
las ciencias naturales de la Ilustración moderna del siglo hasta 1760, dentro de
las universidades como fuera de ellas. Sus obras no faltaron en las bibliotecas
grandes, públicas o privadas, tanto en España como en Hispanoamérica.

El Teatro Crítico Universal en España instruyó y motivó a ciertos grupos de
intelectuales, que crecían lentamente pero de manera constante, los que cada
vez más iban separando de la filosofía clásico-antigua, y de los autores de la
escolástica cristiana. Ellos se inclinaban a participar en el mundo moderno
con sus propias ideas e investigaciones, que iban en aumento. Desde Quito, a
partir de 1746, el español riobambeño Luis Bernardo de Prado y Sarmiento y
el Presidente de la Audiencia Juan Pío Montúfar y Frasso (1753-61) después
de 1753, en muchas ocasiones habían expuesto al Rey de España varias
posibilidades para mejorar la economía y junto a ella inclusive la pedagogía
del clero de la ciudad, lo cual en primer lugar se podría alcanzar, utilizando los
trabajos y experiencias de Charles-Maríe de La Condamine y Pedro Maldonado
antes de 1744 en las regiones de la Audiencia (Keeding 2005, 370 y 400). El
prerromanticismo fue aquella fuerza íntima, que dirigió el interés de cada vez
más lectores en dirección de la individualidad humana y de la modernidad
de artes, de la arquitectura, y de las ciencias, también en España: menciono
aquí las primeras enciclopedias de Luis Moreri Dictionnaire Historique (12
tt. en 1704), y de Trévoux de 1757, muy divulgadas ambas en España; las
Tábulas Cronológicas del italiano Doménico Musantio en 1750, quien intentó
indicar en un solo tomo, la suma completa de títulos y fechas de las obras
humanistas y modernas de los tres siglos pasados; y además la exitosa Historia
de los procesos del entendimiento humano en las Ciencias Exactas
del francés
Savérien, con inmediata edición española de Madrid (1775), prohibida más
tarde. Cito además la exitosa distribución de la Geografía universal de Buffier
(Venecia 1751), del Dictionnaire raisonné universel... de Valmont de Bomare
(Lyon 1774), y como mejor ejemplo de viaje lejano y auténtico, el Troisième
voyage autour du monde
, de James Cook, editado en París 1785, con su tomo
de más de 90 imágenes impresas acerca de la vida humana en las comunidades
del Pacífico y la Oceanía del XVIII. Se leía estos libros en España, así como en
América –muchos de estos títulos y en mayor cantidad los encontramos para
esa época en las ricas bibliotecas de Quito–, quienes despertaron el deseo de
leer e informarse directamente; luego esos lectores produjeron sus propios
escritos, así como sus periódicos informativos, y los primeros mapas de su
patria. El accionismo prohibitivo de la Inquisición española, experimentó una

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baja en temas de literatura y derecho universal desde 1760, pero hacia 1780 y
1820, tendrán mucha importancia y vigencia contra nuevas materias como las
de historia, viajes y geografía, con un ascenso espectacular ya a partir de 1755:
España intenta simbolizar la patria única, en la mente de todos los americanos.

I. El Gobierno de España contra América

En la Audiencia de Quito en 1782 su conocido crítico Eugenio Espejo (1747-
1795) reclama para sí mismo como para sus lectores “la sana libertad de pensar
y de escribir” en La Ciencia Blancardina (ms. en la biblioteca de Miguel Díaz
Cueva / Cuenca p.14; Keeding 2005 p. 238), este sentir es mal interpretado
y peor acogido por sus adversarios españoles y realistas en Quito. El autor
expresa la importancia de escribir uno mismo, habiendo pensado con libertad
antes; y es idéntica esta idea a aquella que se encuentra en las obras de Moreri,
Trévoux, Leibniz, Genovesi, Musanti, Savérien, Buffier y Valmont de Bomare
–de los cuales ninguno fue español, y cuyas obras todas llegaron a Quito– las
que expresan que no deben perderse metas ni valores de un desarrollo humano
hacia el futuro ilustrado de todos aquellos, que se dedicasen a profundas lecturas
personales.

Treinta años más tarde de la fecha, en que Espejo se había expresado en 1782
acerca de la libertad como ser humano y americano, esa misma facultad del
“pensar y escribir” fue celebrada por Bernardo Ruiz, fascinante autor e impresor
del Perú, dueño de la Imprenta de los Huérfanos, al imprimir en Lima en 1813
Derechos y Deberes del Ciudadano. No se trata aquí de recordar al pueblo los
derechos políticos, recaídos en él en 1808 con el cautiverio de Fernando VII en
Francia; Ruiz alza la bandera de su libertad individual, saludando a aquellos
huérfanos –concepto de doble intención–, quienes irían a formar en el futuro

...el mismo soberano legislador, el congreso soberano, aquel
único soberano, cuyo nombre y funciones no pueden atribuirse a otro...
(ed. Lima 1813 pp. XXVs., XXVIII, XXXIII).

El Virrey del Perú José Fernando Abascal (1743-1821) desde Lima había
mandado por segunda vez tropas limeñas contra Quito en 1812, para combatir
y sofocar en esta ciudad la libertad y el creciente pensamiento individual
americano, el cual era apoyado por un importante número de habitantes y

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lectores. Podemos entender el texto de Bernardo Ruiz en el contexto de la
ocupación de Quito por los limeños y en contra de esta situación. Tanto en Lima
como en Santa Fe de Bogotá y en Quito ya desde los años 80, se publicaron
obras de autores conocidos, cuyas patrias todavía no habían conseguido libertad
política.

Percibimos una creciente velocidad en el azaroso desarrollo de las convicciones
políticas europeas y americanas, según se refleja en la historia de la Audiencia
de Quito, entre 1775 y 1805. Las estrictas reformas borbónicas, en cambio,
prosiguieron en un solo camino, durante toda la segunda mitad del siglo XVIII:
aumentar el continuo crecimiento de las exportaciones económicas españolas,
para venderlas en ultramar, al mayor provecho posible. España necesitaba
comercio, necesitaba exportar y vender, esperando crear y aumentar de tal
forma ganancias permanentes para la economía del país, aún cuando por ellas
se redujesen las producciones americanas. Partes importantes de esa dura
innovación económica, fueron los siguientes pasos dados por España:

− la extinción de la Compañía de Jesús de 1767, al haber mostrado una
economía y pedagogía demasiado independientes de España;

− la nominación de Intendentes para ciertos centros de las colonias a
partir de 1768, con el fin de ganar impuestos más altos para España;

− la concentración de las crecientes exportaciones hispánicas solo en
ciertos puertos de Hispanoamérica

– un sistema, que paradójicamente se intituló con Libre Comercio;
− y finalmente ciertos refuerzos en apoyo de las actividades prohibitivas

de la Inquisición española en todo el imperio.

Las medidas citadas o las políticas reformistas del gobierno español, tenían
como meta desarrollo económico que fuese exitoso para el futuro de España,
pero las medidas fueron en realidad muy equívocas. Uno de los obstáculos fue
la agresiva política inglesa en el Caribe; otro problema de política exterior fue
la independencia de los Estados Unidos y su comercio exterior, así como el
fortalecimiento del naciente y poderoso imperio francés de Bonaparte.

Para éxitos futuros de España y alacanzar lo proyectado en materia económica
se instaló el poco escrupuloso Sistema de Intendentes, que debía hacer crecer
más en alto el pago de impuestos, ante todo del gran número de gente sencilla

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de campo; de su aumento precisamente dependía la ganancia de los intendentes
mismos, por no recibir ellos sueldo de Madrid. De tal manera, las colonias les
pagaron a los intendentes con plata los éxitos alcanzados por aquellos, a pesar
de la reducción de la productividad de las colonias mismas. Las protestas de
cantidad de cabildos americanos por aquel tiempo no dejaron de sucederse,
así como los levantamientos indoamericanos, p.ej. de Otavalo y del barrio San
Roque en Quito ya para los años sesenta contra los nuevos impuestos, e inclusive
las guerras de Túpac-Amaru en el Perú en 1780-81, cobran importancia por
ser consecuencias inmediatas del endurecimiento de la política económica de
España frente a ultramar. De modo autoritario, la poderosa política borbónica
pensó así marchar por un camino duro, pero como se esperaba, exitoso.

El grupo de prohibiciones culturales por parte de España y la molesta intervención
del Estado y la Inquisición afectaron las publicaciones en general y contra las
materias de historia y geografía en particular. España perseguía aferradamente
las publicaciones históricas europeas, de viajes con diarios, acompañados por
dibujos y mapas de las costas, de ríos, de caminos, ciudades y estados con
sus fronteras, y esto especialmente del Caribe y de Sudamérica. En efecto,
los habitantes de Caracas, Lima, Cuenca, de Guayaquil o Quito, según exigía
España con diversos rodeos, no deberían acceder a un conocimiento exacto
de América, de la figura de su propia tierra en que la vivían. Lo que España
intentaba evitar era el crecimiento de la idea de América entre los pobladores
de las colonias, porque sería peligroso, ya que podrían ellos tratar de dirigir
América en el futuro como si fuese su propia casa.

Disponemos de más que 38 obras escritas y en su gran mayoría publicadas por
28 autores de la Audiencia de Quito del período entre 1741 (D. Alcedo y Herrera:
Compendio histórico de... Guayaquil, Madrid) y 1803/06 (Informes varios de la
mano del Presidente Carondelet), que señalan caminos entre regiones conocidas,
no bien utilizados aún, con el fin de aumentar producción y comercio entre Quito,
Esmeraldas y Guayaquil, con Macas y Cuenca y hasta con Panamá y Manila de
las Filipinas, en el futuro. Es allí, donde nace el patriotismo de aquellos, que
deseaban pensar, leer, y escribir sobre la tierra americana, y producir en sus
tierras, donde transcurrían sus vidas, que ellos llamaban su patria, como los
europeos tenían la suya. Es en aquel momento, en que el criollo se titulaba con
americano. Crecía entonces en estos americanos de la segunda mitad del siglo
XVIII el deseo de acabar con el retroceso de la economía americana, debido a
la política de los Borbones, lo que significaba oponerse a los planes españoles

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completamente contrarios a los intereses americanos, en temas de economía y
de política nacional.

¿Y cómo reaccionó el Rey? Al lado de estos no-acuerdos americanos, respecto
a la política económica de España, el Rey Carlos IV a partir de 1789 presentó
ciertos choques continuos: entre 1791 y 1795, el autor Francisco Cabarrús,
fundador de la Compañía de Comercio de las Filipinas entre Manila y España,
fue detenido por la Inquisición, debido a su escrito Elogio a Carlos III; y
siguieron a más de ello: el destierro de Gaspar de Jovellanos de Madrid en 1790,
donde le esperó en 1802 hasta 1808 la prisión, en vista de sus posiciones político-
ilustradas en las Asturias, su patria; la separación del ministro Campomanes de
la presidencia del Consejo de Castilla; la detención de Mariano Luis de Urquijo,
más tarde ministro también, en los calabozos de la Inquisición en 1792; la caída
del ministro Floridablanca en 1792, y sustitución de él por el Conde Aranda,
quien cayó el mismo año también, seguido por Manuel Godoy, el cual realizó
una cantidad de prohibiciones de lecturas ilustradas, y de comercio y política,
tanto en España como en Indias, y eso otra vez ante todo en cuanto a lecturas
modernas de historia, de geografía y de artes mecánicas o ingeniería.

El ministro Aranda en 1783 había dado a conocer un plan más práctico acerca
del futuro feliz de toda la monarquía española, como él se imaginaba: se debería
formar de las colonias americanas tres reinados, guiados por tres infantes,
autónomos en economía y cultura. Aranda entró en reflexión sobre que

...jamás han podido conservarse posiciones tan vastas, colocadas
a tan grandes distancias de la metrópoli, sin acción eficaz sobre ellas...
que, reunidas todas, no podían menos que descontentar a los americanos
(Navarro 6).

El Rey no estaba de acuerdo con esta idea, después de largas conversaciones,
a pesar de lo cual, las colonias no se encontraron en camino de mejorar su
situación. La política borbónica de España se encontraba como cautiva en
un camino retrógrado, del cual Madrid no sabía cómo salir. La Audiencia de
Quito, por tanto, tuvo que soportar las siguientes actuaciones de la política
metropolitana durante los años noventa del siglo XVIII:

− Madrid manda a destruir en Ibarra las máquinas de fabricación de
paños y tejidos, importadas desde París, por el Conde Jijón, después de

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1785. Por la importación de la tercera parte de la biblioteca ilustrada de
Pablo Olavide desde París, de quien el Conde Jijón la había adquirido,
le acusa la Inquisición de Lima;

− la Corona manda disolver la Sociedad Económica de los amigos del
país,
de Quito, creada por el Obispo José Pérez Calama, en 1791/92;

− la Corona confirma la decisión de la nobleza de Quito de 1792 en no
publicar más el primer periódico del lugar Primicias de la Cultura de
Quito
;

− la Audiencia de Quito fue excluida del mercado libre, lo que refiere a
las regiones de Panamá y Lima, aunque el camino a Esmeraldas había
sido abierto ya en 1741 por Pedro Maldonado y en 1792 por el Obispo
Pérez Calama;

− desde España no se manda Protomédico oficial, pedido por Quito;

− no se permite a la Compañía de la Canela abrirse caminos comerciales
desde Macas del Oriente a Guayaquil, con el fin de exportaciones;

− la Corona impone a Quito, pagar a la Universidad de Lima cada año
2.000 p.s

− la suma para 4 cátedras universitarias, con el fin de que rindan
exámenes en el Perú los acomodados y estudiados juristas y teólogos
de las academias de Quito;

− se sigue exigiendo la plena obediencia frente a la Inquisición en las
colonias, incluyendo el silencio acerca de los trabajos de la Academia
de las Ciencias
de París, realizadas por La Condamine en los Andes
entre 1736 y 1744;

− la Corona de España, finalmente, no concede a la Audiencia el
ascenso a Capitanía General del Reino, lo cual Quito varias veces
había solicitado.

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Cada vez más las decisiones políticas españolas de los años noventa contra los
habitantes de Quito, han quedado refutadas por un número de americanos en
constante aumento. Por su claro derrotero político, podríamos leerlas al revés
así: los planes borbónicos llevan testimonio del hecho, de que Quito quiso
modernizar su producción propia de paños, editar un periódico y mantener
su Sociedad Patriótica, fundada pocos meses antes; Quito necesitaba un
protomédico para la enseñanza universitaria en Medicina y pensó autonomizar
sus exámenes en derecho y teología frente a Lima; se preparó para participar en
el comercio libre por el lado del Pacífico, incluyendo la producción de la quina,
de cacao, café, canela, vainilla, tabaco; además la Audiencia aspira subir en la
jerarquía de centros coloniales, pretendiendo de España ya desde hace tiempo,
conseguir el tratamiento de Capitanía General.

El mejor testigo quiteño del pensamiento criollo en desarrollo moderno, se
presenta en la enorme cantidad de libros y hasta de bibliotecas modernas,
importadas a la capital de la Audiencia, sin mayor impedimento. La famosa
Physica del holandés Musschenbroek en primera edición de Leyden en 1729,
ya estuvo en la biblioteca de Chiriboga y Daza en 1737; tuvieron bibliotecas
propias las familias Jijón-Larrea, Montúfar-Larrea, y Guerrero entre la nobleza;
encontré en las bibliotecas actuales de Quito 63 obras modernas del siglo XVIII
con la firma del Dr. Espejo en las portadas; en algunos se lee “M. Miroir”,
mostrando Espejo así su método de doble intención, aplicado a veces por él. En
los años noventa llegaron con grandes bibliotecas privadas los Obispos Dr. Pérez
Calama y Dr. Cuero y Cayzedo; varios intelectuales, como el Dr. José Ascásubi,
Dr. Quiroga y Dr. Miguel Antonio Rodríguez recibieron libros importantes
prestados de ciertas bibliotecas públicas de Quito, sin devolverlos durante
años; se conseguía libros en Quito por compra, por regalo, por importación,
por trueque, y en remate público, pero también por robo en casos aislados.
Pertenecen a este grupo de patriotas e interesados lectores: Joaquín Veloz de
San Blas, Dr. José Fernández Salvador, Dr. Pedro José Pérez, Vicente Álvarez,
de familia bien acaudalada, el Dr. Rodríguez Quiroga, Dr. Miguel Antonio
Rodríguez, Dr. José Mejía, Dr. Luis Quijano de Popayán, y entre 1807 y 1811 el
ilustrado revolucionario chileno Camilo Henríquez. Llama la atención el hecho,
que a partir de los últimos 25 años del siglo XVIII, pero no antes, en obras de
la escuela racionalista como sensualista al propietario quiteño le gustó dejar su
nombre escrito, mostrando por ello un alto y crecido grado de identificación,
que sentía por tales textos. De hecho, la prohibición de libros y lecturas por parte

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del gobierno y por la Inquisición misma en contra de algunos modernistas en
Quito e Ibarra, no tuvieron ningún éxito.

Las dificultades entre las colonias por un lado, y España por el otro, llegaron
a cima ya muy alta y visible en 1794 y 1795, cuando por sus hojas volantes,
pegadas en las puertas de los conventos en Cuenca, ciertos grupos descontentos
se lanzaron a la ofensiva en contra del Rey, al comunicarle: «A morir, o vivir
sin Rey, prevénganse valeroso vecindario, que la libertad queremos y no tantos
pechos y opresiones de Vallejo» (Keeding 1974 p. 252ss.; 2009: 332).

Estas llamadas exaltaron la voluntad de varios grupos de hispano-americanos en
Santa Fe, Guayaquil, Quito y Cuenca, en tal orden cronológico, que el pueblo en
sus recintos se despida definitivamente del Rey de España. El gobierno español,
al tratar de estos textos político-patrióticos el 14 de mayo del mismo año de
1795, en sesión del gabinete, decidió, aplicar a los autores de tales proclamas
la pena más dura, «sin ser indulgente ni detenido en reflexiones, si la materia
era o nó más o menos grave» (Keeding 2005, 597ss.). El deseo de una parte
de los americanos de Quito, Guayaquil, Cuenca y de Bogotá, para constituir
su propia identidad nacional, la americana, se aumentó en ellos, debido a su
reconocimiento del hecho, de que la América quedaría extremamente distante de
Madrid, y que ni su Rey, ni alguno de sus Ministros de las Indias, jamás se había
presentado, ni se presentarían en el futuro en las Américas como conocedor y
verdadero protector de sus habitantes.

De su parte, el Rey Carlos III no se dejó desviar por estas dificultades de la
política borbónica en sus colonias. En España, en cambio, permitió la creación
de las Sociedades Económicas, y en Madrid mismo en 1787 la Junta de Damas
de Honor y Mérito
(Keeding 2009 p.159), la que, sin embargo, después de un
año de actividades bajo la excelente Josefa Amar y Borbón, tuvo que someterse
a la Sociedad Económica de los hombres de Madrid, lo cual aquel primer grupo
de mujeres precisamente no había planeado. Una parte de obras manuscritas de
las damas madrileñas en aquel tiempo, desapareció en las imprentas, para solo
ahora –hecho increíble: después de 200 años– asomar por primera vez, ante las
miradas del público. Los editores ocultaron gran cantidad de obras de mano
feminina en Madrid (ibíd. 158 ss.), en lo cual posiblemente se debería suponer
ciertos planes del propio gobierno.

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Y al mismo tiempo, Carlos III intimó a la Audiencia de Quito a fundar una nueva
universidad en su capital, veinte años después de la extinción de la Compañía
de Jesús. En 1787 y el siguiente año, se escribieron en Quito las Constituciones
de la Real y Pública Universidad
Secularizada de Santo Tomás. Las clases para
gramática, en latín y español solamente, y para la maestría en filosofía, iniciadas
ya en 1786, se las ofrecía en el Colegio Real Mayor y Seminario de San Luis,
en cursos de 3 años cada vez. No se permitieron 4 años para el bachillerato de
filosofía, a base de esta rara y fundamental argumentación: «... un tal grado de
Bachiller en filosofía es inútil y confunde, quitando la estimación al de Bachiller
en Leyes y en Medicina, que se gana después de mucho tiempo» (const.129).

Las Constituciones quiteñas determinan dedicar dentro de la Universidad
nueva y Secularizada menos estimación a la filosofía, que a Medicina, a Leyes,
y Teología, para no “confundir” ciertas jerarquías académicas. Discernimos
aquí el hecho de que la España moderna –usando rodeos– durante el fin del
siglo XVIII simplemente no estimaba, ni disponía de conocimiento adecuado
respecto a la física experimental, o de las ciencias de la naturaleza, las cuales
durante aquellos años ya se encontraban en auge en todo el mundo culto.

Observamos esta misma tendencia precisamente dentro del Colegio de la
Universidad de Salamanca en España, con respecto a la falta de estimación
académica de la filosofía y las ciencias exactas, entre 1792 y 1796 y años
siguientes. El 11 de julio de 1796 en Claustro Pleno de Salamanca, 36 presentes
votaron para abolir el Colegio de Filosofía, con 14 religiosos entre ellos, mientras
que 26 querían mantener en Salamanca aquella escuela, con un religioso a su
lado. Se mantuvo así por cuatro años la continua discusión, acerca de la supuesta
falta de valores, con respecto a la “impureza de costumbres” liberales, que esa
“falsa filosofía” y también la física experimental, implantarían en la juventud,
de lo cual saldrían la lujuria e insubordinación de los estudiantes.

Esa inclinación de Salamanca en contra de la filosofía ilustrada, fue la política
ante todo de sus teólogos (Addy 1966, 193ss.): a las ciencias de la naturaleza
universales no se las estimaba como necesarias para ahora, ni para el futuro
como materia de las naciones ibéricas y sus colonias. Consecuentemente, la
Inquisición el 25 de noviembre de 1796 separó al Dr. Salas, culto profesor de
filosofía, de por vida de su cátedra, siendo considerado como defensor de tesis
universitarias peligrosas.

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También la nueva Universidad de Quito experimentaba problemas en esta
dirección. Según las constituciones 3 y 23 de la Universidad, sus autores
quiteños trabajaron para crear una Universidad verdaderamente pública y sin
preferencia de escuelas
, que garantice el común adelantamiento por el mérito de
las letras
. Estas expresiones comunicativas se habrían opuesto al procedimiento
escolástico-religioso del Claustro universitario de Salamanca en 1796, y con
ello, a la política tradicional española misma. El concepto de una Universidad
Secularizada
tanto más nos hace esperar cierta institución, en que se presente
las materias académicas más importantes del trabajo público y mundano
de los días laborables, y no con preferencia de la cultura del domingo, ni de
otras fechas de actividades religiosas. Los profesores deberían presentarse por
oposiciones a las cátedras, exigiendo el rectorado además la asistencia continua
de ellos y de los estudiantes a los actos públicos literarios en los sábados (63),
las tales llamadas sabatinas. Todo esto suena como un mejoramiento de la
vida pedagógica de Quito, lo cual bruscamente fue abandonado, sin embargo,
en el momento de la entrada de la Tropa de Lima a Quito en 1812. El nuevo
Presidente Toribio Montes, queriendo cortar las relaciones cooperativas entre el
clero y la universidad pública, hizo necesario el juramento de parte del Claustro
universitario el 18 de agosto de 1813, de volver a seguir en las clases del futuro
la filosofía religiosa de Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, la Universidad
consiguió librarse muy calladamente hasta 1817 de tal obligación (Agustín de
Salazar y Lozano, Q106 de 1819 en A. Stols 1953: tesis matemáticas y físicas).
Habiendo ordenado el Rey fundar en Quito la nueva Universidad seglar, ¿cómo
se entendía la palabra secularizada frente al nombre del filósofo medieval-
cristiano Santo Tomás de Aquino (1225-1274) en el título de la Universidad?
Los planes del Rey en sentido organizativo fueron, que convengan los hombres
cultos y estudiados de Quito, interesados en enseñar ellos a nivel universitario,
junto a los padres dominicos en su universidad ya existente, de manera que
se forme una universidad unida y pública, de diversos orígenes sociales. Fue
novedoso para Quito tanto la aceptación de alumnos, que habían sido niños
expósitos, como también, que indígenas interesados reciban beca del Rey.
De hecho, el 7 de enero de 1786 inició las inscripciones para los estudios de
filosofía Gerónimo de Carrión y Velasco, comenzando las clases en gramática
y filosofía dos días más tarde, las de Medicina, que se abrieron pocas veces,
Jurisprudencia y Teología sólo en 1788. José Alejandro Egüez y Villamar el 8
de enero identificó la importancia de los estudios literarios y astronómicos en
Quito; según dijo en su presentación pública, las virtudes cristianas también se
presentarían por las ciencias físicas. Se expresó en la misma dirección Mariano

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Flórez y Vergara, el Marqués de Miraflores y revolucionario de 1809, en su
discurso para saludar al Presidente Juan José de Villalengua en aquel 8 de enero
de 1786 (Stols 1953: Q44): expuso, que por un lado la especie humana sea «la
misma en todos los individuos» y que «todos logramos un género de aptitud
común para las Ciencias»; y por el otro, exigió anteponer en la Universidad las
matemáticas, la medicina y la física, a la escolástica aristotélica (Keeding 2005,
402ss.). Estas tesis, naturalmente, constituían los temas en discusión y escritos
ilustrados de los años venideros.

II. Las Reformas de Quito

Durante los 40 años entre 1788 y 1828, en filosofía se examinaron con éxito 554
alumnos en total; entre ellos se documentaron 12 estudiantes de España, 37 de
15 lugares diferentes de Sudamérica; de la Audiencia de Quito se examinaron
505 alumnos. Los 13 cursos de filosofía entre 1788 y 1828, cada vez unieron
algo más de 33 estudiantes, en aquel de 1817-1820 se examinaron 52 alumnos.
Para el año de 1828, Cuenca y Guayaquil ya tenían ocho años independientes
de España, mientras Quito, de nuevo y definitivamente, tenía seis años de
independencia política. En acto festivo universitario el uno de diciembre de 1828,
se examinó el estudiante de filosofía Manuel Alcázar y Román como primer
alumno en la misma universidad, ahora con su nombre nuevo de Universidad
Central del Departamento de Equador
.

Los esfuerzos de la Pública Universidad Secularizada de Quito para llegar
a obtener un futuro ilustrado eran enormes. Aún el trabajo por los Estatutos,
que el Rey ordenó el 15-VII-1787, no había comenzado, cuando el Colegio y
Seminario de San Luis ya inició sus clases de filosofía. De las constituciones,
terminadas en 1788, de las cuales se enviaron desde Quito a Madrid tres
ejemplares. Durante el tiempo de la Colonia, España no dio contestación
a los autores, los expertos profesores de Leyes Dr. Pedro Quiñones y el Dr.
Melchor Ribadeneyra, sin embargo, se mandaron a elaborar a partir de 1800
estatutos nuevos, en colaboración con Lima. Como a aquellos de Lima ya
se había consultado en 1787, ahora no se cumplió con la orden, elaborar las
constituciones por segunda vez. Quito seguía su camino de autodeterminación
en cuestión de las leyes académicas, que ya fue practicado por el Claustro desde
1786. También en cuanto a las leyes universitarias, los caminos de Madrid y de
Quito siguieron sus distintas direcciones.

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

En los años noventa en Quito el gobierno español, puesto en excitación por
la revolución del pueblo en Francia, estableció prohibiciones académicas, que
pesaron mucho. Entre 1792 y 1795 revocó las nuevas facultades materias de
Derecho público, Historia, y Economía política, instaladas por el inteligente
innovador Obispo Pérez Calama en 1791, cuando él se encargó de la presidencia
de la recientemente fundada Sociedad Económica de los Amigos del País. Para
enseñar Derecho público, se había ganado al abogado Dr. Juan José Boniche,
canciller universitario desde 1791; el canónigo de la Catedral, Calixto Miranda,
comenzó a instruir a los estudiantes en Historia, y el Dr. José Javier Ascásubi
en Política (Keeding 2005, 331ss.). No se había entrado ya a profundidad en
estas tres materias modernas, y con ello a una necesidad académica; esta quedó
mal valorada, habiendo perdido contra la España: la Ilustración en repliegue.
Durante la guerra con la Francia revolucionaria, las materias de estas facultades
les deben haber sonado a los españoles como si se dispusieran específicas
libertades políticas en Quito. Es el penúltimo Presidente de Quito Juan Ramírez
(1817-19), quien al llegar a Quito hizo imprimir en julio de 1817 su escarmiento
al pueblo, que el nuevo Gobierno respondería a toda inobediencia de parte de
los quiteños, con el fuego en las hogueras, que largo tiempo atrás Quito mismo
ya habría encendido (Stols 1953, 97).

Pérez Calama se debió ganar la adhesión por parte de estudiantes así como de
los profesores de las materias difíciles de la Universidad, al obligar a todos, a
utilizar en clase el idioma español; para llegar los universitarios a la deseada
“arquitectura intelectual” de la materia, según dijo Calama, no se necesitaría a
entenderse con un mal usado “latín de boticario” (Keeding 2005 p. 334s.). Así
los estudiantes fueron acostumbrados con más éxito a los temas nuevos en la
lengua de su diaria y profesional comunicación.

Sintiéndose los dominicos provocados por estos diferentes ¡altos! dentro de
la nueva academia de Quito, se esforzaron a reinstalar sus propias clases de
filosofía tradicional en su Colegio San Fernando, con el fin de hacer frente a
cualquier plan académico de filosofía moderna. A cantidad de profesores de
Quito la conducta dominicana, ante todo de los años noventa, les pareció ser
la más anticuada posible, por lo cual no la aceptaron en la Universidad quiteña,
llamada por Madrid y Quito Pública y Secularizada. En este grado de mensuales
discusiones acerca del comportamiento dominicano, algunos de sus padres
inclusive abandonaron la Universidad, volviendo al Claustro solo al haberlos
convocado o invitado nuevamente el Rector.

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Quito y Madrid 1788 - 1828: su cultura en caminos contrarios

El Presidente de la Audiencia, Barón Héctor de Carondelet (1799-1807) en
1803 consiguió terminar las disputas, habiendo presentado tres años antes a la
Universidad, y por su propia mano, una adición moderna al Plan de Estudios de
Pérez Calama de 1791. En ella Carondelet se apoyó en los bien conocidos autores
académicos Heinecke y Haller de Alemania en derecho y ciencias naturales, en
el famoso Boerhaave de Holanda en medicina, y en los franceses Malebranche
y Jacquier en la filosofía racional y sensual. Los dominicos nuevamente se
opusieron a seguir a estos planes independientes de las tradiciones españolas.
Carondelet los obligó a enseñar filosofía, cumpliendo al menos con el plan del
Obispo Calama, dominicano mismo, de 1791, exigiendo de tal manera seguir
en filosofía los textos modernos de los franceses Jacquier y Lugdunensis, o del
portugués Almeida.

Ninguno de estos textos modernos habría sido aceptado, como modelo de
sus propios estudios, en la Universidad de Salamanca en España, durante
aquellos años. Mostrando Carondelet su buen conocimiento de los adelantos
de la filosofía moderna, consiguió aún más concesiones importantes: la corona
concedió a Quito dejar de pagar los 2000 pesos a Lima cada año; a los dominicos
el Presidente les obligó a pagar ellos mismos con los propios medios financieros
de la Orden a sus profesores universitarios, cuando se los necesite en los cursos
de la nueva Universidad Secularizada. La participación de alumnos dominicanos
en los exámenes de filosofía de la Universidad se aumentó en algo, cuando el
payanés Luis Quijano y Carvajal (1773-1813) después de 1797 comenzó a enseñar
filosofía ecléctica en el Colegio de San Fernando O. P. de Quito.

Frente a Celestino Mutis en Santa Fe y sus trabajos científicos con respecto a
la Flora de Bogotá y los inicios de una posible Flora de Quito, la Universidad
mostró su interés también: ella donó la suma de 500 pesos, suma que costó
una cátedra universitaria durante un año. La Universidad además invitó a
José de Caldas de Popayán a una conferencia académica para fin de junio de
1802, cuando Humboldt y Bonpland justo habían abandonado Quito. Las otras
4 misiones extranjeras de Ruiz y Pavón en la costa de Chile, del Perú y de
Guayaquil; de Tafalla y Manzanilla en las mismas costas americanas; luego
de los austríacos Heidinger, Maerter, Boos y Moll en 1782, y la de Taddeus
Heincke y Malaspina, que investigaron al fin del siglo las plantas y la geografía
sudamericanas, quedaron todas ellas sin ningún contacto con la ciudad de Quito.
Y esto a pesar de que Celestino Mutis, jefe de la misión botánica de Bogotá en
diciembre de 1786 había dirigido una carta al Presidente José de Villalengua

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

de Quito (1784-91). Por tanto, es el personaje Carondelet, quien junto a otros
profesores al inicio del siglo XIX mantuvo la movilidad seglar de la Universidad
quiteña frente a las instituciones españolas.

Alexander von Humboldt visitó Quito entre 8 de enero y 9 de junio de 1802;
según su Diario tuvo excelentes conversaciones con el Presidente Carondelet,
a quien llamó “hombre muy ilustrado”. Estuvieron ambos de acuerdo entre sí
sobre la necesidad de reconstruir el monumento en recuerdo de los excelentes
trabajos realizados en Quito por el geógrafo y físico de París La Condamine,
antes de 1744. Participaba a veces en sus encuentros el Dr. Francisco Javier de
La Graña, Superior de los Franciscanos de Quito, quien entre 1768 y 1771 había
enseñado el curso de filosofía moderna del italiano Fortunato de Brixia O. F.
M. (Venecia 1756), en el Seminario de San Luis. 35 años más tarde, Humboldt
expresa en su Diario, que nada le habría enseñado Lima! –observación parecida,
con la cual 10 años antes el Obispo de Quito Dr. Pérez Calama en 1792 había
caracterizado sus experiencias hechas en la Universidad de Salamanca, lugar de
sus tempranos estudios hispanos: «Nada he aprendido en Salamanca» (Keeding
2005, 221).

A pesar de ciertas concesiones dominicas, la Universidad de Quito fue
más frenada que favorecida por los religiosos de esta Orden, en el campo
pedagógico. En 1810 ellos no apoyaron en la adquisición de una imprenta para
la Universidad, y con la subida de Napoleón Bonaparte en Europa (1799-1814),
el Claustro esperaba en vano, que se pueda llegar en fin a un acuerdo científico
y pedagógico con los dominicos, para dar más consistencia a los estudios de
Quito en el futuro.

Esta fue la situación en torno al 1800, cuando el Rey Fernando VII se negó a
permitir los planes de Quito, abrir caminos de Macas y Cuenca a Guayaquil, así
como de Quito a Guayaquil y por Malbucho a Esmeraldas, en favor del aumento
de la exportación desde los Andes a la Costa, con el fin de participar en el libre
comercio. Por escrito de agosto de 1800 Juan Pío Montúfar, 9 años más tarde
Presidente de la Junta primera de Quito, expresó que la anterior fé en el monarca
constituyese un error de días pasados y perdidos (Keeding 2005, 507).

Y no hubo cambios, cuando en 1803 el Presidente Carondelet encargó
al Vicerrector universitario Dr. José Javier Ascásubi, elaborar las nuevas
Constituciones universitarias, exigidas por Madrid, junto con los dominicos.

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Quito y Madrid 1788 - 1828: su cultura en caminos contrarios

Ascásubi dio más importancia al hecho, que la Universidad no pierda su rango
en las ciencias modernas, alcanzado por los profesores exitosos en la física
experimental Dr. Miguel Antonio Rodríguez (1794-1800), y Dr. José Mejía
(1800-1802), y no seguir en el futuro la física anticuada según la pedagogía
de los dominicos. Por tanto, Ascásubi no aceptó esta vez, llevar la discusión
nuevamente con los dominicos de Quito, al contestar:

...aún se tomen para la enseñanza pública otros autores más
ilustrados en esto que el Santo, y más útiles por la copia de conocimientos
científicos de la naturaleza. El Estado y el público se interesan mucho en
poseer buenos matemáticos y físicos, esto no se aprende con la filosofía de
Santo Tomás (AGUC: Libro de Acuerdos... 1789-13 p. 24).

Ascásubi se atrevió exigir la enseñanza de la juventud en artes prácticas y
también mecánicas, cuando hacía falta, con lo cual él no se encontraba ya solo
en la Universidad después de 1800. En realidad, reconocemos en él el pleno
rechazo de argumentos anticuados, pero bien conocidos y repetidos aún en el
siglo de la Ilustración, como aquellos del francés Nicolás Jamín en su Verdadero
Antídoto
contra los malos libros de estos tiempos (Madrid 1784), al decir:
«...nosotros no habitamos la tierra para ser Físicos, Matemáticos, u Astrónomos,
sino para servir a Dios» (p. 322 s.).

En aquel mismo debate en Salamanca, el Claustro había expresado que era
mejor callar, que enseñar física experimental, argumentando de modo idéntico
que Jamín. Quito, en cambio, invitó a los dominicos en buena amistad y en 1803
Carondelet les obligó a seguir definitivamente el texto de Jacquier, ilustrado
con muchos impresos respecto a la física y maquinaria moderna del XVIII,
aceptados por el Obispo dominico. De hecho, aquella decisión solucionó el
problema hasta 1812 y aún hasta más tarde: posiblemente uno u otro de los
profesores dominicos y de sus 124 alumnos, a quienes les interesaba graduarse
en la Universidad Secularizada de Quito entre 1788 y 1828, y no en el Colegio
dominico tradicional de San Fernando, no defendieron ya ni las tesis de Jamín,
ni las de Salamanca realizadas entre 1784 y 1796. Uno de esos alumnos de
los dominicos dejó su señal clara y distinta, al haber escrito con su mano en el
interior del t.6 de las Institutiones Philosophicae de Jacquier (ed. de Madrid
1787), de la biblioteca de Santo Domingo de Quito (sin n.o): «La moral es la
filosofía, se enseña. Mi parecer es al contrario: que la Física; porque consta de
observaciones palpables y sensorias».

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

Fueron obligados los dominicos de Quito enseñar filosofía, y con ella la física,
según el texto moderno de Jacquier, aunque dentro de la extensión amplia de
esa materia podían escoger lo que ellos consideraban conveniente, según su
convencimiento moral y religioso. Es, sin embargo, precisamente la moderna
física experimental, que entusiasmó por aquellos años también a ciertos
estudiantes del Colegio de San Fernando. El progreso de las ciencias en los
estudios españoles de los años noventa y aún después de 1800, en cambio,
debemos considerar como catastrófico. España, en esa época mandaba a la cárcel
a los lectores de publicaciones francesas en Salamanca en torno a 1796 (Addy,
196), estuvo en camino de perder un tiempo irrecuperable para la ingeniería,
llamada arte mecánico, y las universidades, un hecho, el cual consiguientemente
de igual modo amenazaba a las colonias. Los hispanoamericanos, que se
dedicaban a las lecturas de las ricas bibliotecas de Quito, llegaron a entender el
problema.

Disponemos de más testigos, que todos habían estudiado la física para su
deseado acercamiento a la modernidad en Quito. De los conocidos personajes
Dr. Luis Quijano, Dr. José Javier Ascásubi, Manuel de Larrea, José de
Aguirre, Vicente Aguirre y Pedro Urquinaona (además de Carlos Montúfar),
el alemán Humboldt fue acompañado en sus cinco subidas a las montañas
Pichincha, Cotopaxi y Antisana entre marzo y mayo de 1802, lo cual prestó
ocasión para discusión amplia. Para el día de su salida de Quito, el 9 de junio,
el Dr. Pedro José Pérez había invitado a Bonpland y Humboldt para tomar el
desayuno de despedida en su casa en el Valle de los Chillos; asistieron a este
acto de amistad y comprensión mutua Juan de Larrea, Juan Pío Montúfar, Dr.
Francisco Rodríguez de Soto, Carlos Montúfar, y nuevamente Dr. Quijano.
El Dr. Pérez se había graduado en el primer curso de filosofía del Dr. Miguel
Antonio Rodríguez en 1797, dirigiendo él mismo el curso de 1806 a 1809 con la
geografía y descripción del mundo, y la astronomía como tema central de su plan
de estudios. Es extraordinaria la importancia y el tiempo de dos años, que este
profesor consagró en sus clases a la geografía y física experimental, a la forma
del planeta Tierra y su movimiento en el universo. Posiblemente Humboldt ha
ejercido cierta influencia a sus preparativos como profesor físico más tarde, lo
mejor que pudo acontecer en este caso. 36 estudiantes se examinaron con Pérez,
antes de instalarse la Junta de Quito en 1809, entre ellos dos cuencanos Manuel
Cárdenas y Valdivieso, y Guillermo Vega Vintimilla.

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Quito y Madrid 1788 - 1828: su cultura en caminos contrarios

La nueva y Pública Universidad Secularizada de Quito entre 1786 y 1822
examinó en filosofía a 15 estudiantes, que habían sido niños expósitos de Quito
y de otros lugares; uno hubo también de Cuenca (ver listado al final). Ganada
en Quito la Batalla de Pichincha en mayo de 1822, y entrando el júbilo general
también a la Universidad, el Seminario de San Luis en los días 11.X. y 11.XI.,
aceptó por primera vez 4 estudiantes para las becas de indígenas en los estudios
de gramática; fueron estos: José María Cabezas Anco y Titussunta de Otavalo;
José Toapanta y Morales de Latacunga; Mariano, así como Roque Flórez de la
Bastida, de Quito. Los hermanos Flórez de la Bastida se graduaron en los días
03-VI-1826, y 23-XII-1828 en filosofía, como primeros en los dos puestos de la
Academia pública, reservados a los indígenas, de los que tenemos conocimiento.
Respecto a ese tema de estudios de los indígenas del país, las Leyes de las Indias
(ley V tít.XV libro I) ordenaron: «Que ningún Religioso pueda tener Doctrina
sin saber la Lengua de los naturales», extendida esta orden por la ley 46: «Que
en las Universidades de Lima y México y ciudades donde hubiese Audiencias
Reales, haya Cátedras de la lengua de los Indios» (ley XXXXVI del 19-IX-
1580). En la Audiencia de Quito, en contravía a lo mandado por Madrid, aún no
se había creado cátedras regulares para las lenguas indígenas.

Se traslucen ciertos datos de importancia de las notas escritas en los listados de
4 exámenes de filosofía de la Universidad Secularizada, en cuanto a la calidad
del rendimiento mostrado. Al obtener cierto estudiante la maestría en filosofía
el día 28 de abril de 1823, lo acompañó en las actas la nota que sigue: «Décimo
tercio de la Independencia / Joaquín Mendizábal / Colegio Público Mayor y
Seminario de San Luis» (AGUC: Tentativas 1807, 272).

Se contaban para el examen de Mendizábal, sobrino del Rector del Colegio San
Luis, los años desde 1810 como años de la Independencia, y se llamó también al
colegio que impartía las clases de filosofía el Público Seminario de Quito. Con
aprecio, según vemos, se recordó en 1823 aún aquellas fechas entre 1809 y 1812,
en que crecieron las convicciones, que finalmente trajeron la libertad a Quito.
A tres estudiantes con notas excelentes en filosofía, el Colegio en 1826 honró
de manera especial: a Joaquín Tobar y Carbajal de Ibarra el día 20 de mayo, a
Roberto Ascásubi y Matheu –hijo del difunto José Javier de Ascásubi el día 23
y a Pedro Moncayo el 26 de mayo, ambos de Quito, les acompañaron las notas
escritas: «Salió aclamado con premio de una medalla por haber desempeñado el
acto con el mayor lucimiento» (AGUC Exámenes...1811, 302-5.).

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

Parece notable, que la Universidad les otorgó una medalla, recordando los
años 1809 y 1810, o el de 1822 como fechas inolvidables y edificantes para la
Independencia de Quito. Recordemos, que Carlos IV en su Real Orden del 18
de mayo de 1791 había dispuesto, que «...no se introdujese en Indias ninguna
especie de medallas que tengan alusión a la libertad de las colonias anglo-
americanas» (Navarro 1962, 6).

Percibimos, que la institución académica de Quito por dentro de sus salas
concienzudamente, y con bien, velaba sobre su asilo de la libertad de la juventud
capitalina, la cual por 1797 en tesis de filosofía ya se había desenmascarado de
cierto desprecio de parte de España. En continuación, ahora el Claustro de la
Universidad misma también mostró su fidelidad por la estimación pública de un
rendimiento profesoral extraordinario, más una vez por dentro de la facultad de
filosofía. El acta universitaria informa en Quito en 05-III-1800, que:

… el Dr. en los Derechos Dn. Miguel Antonio Rodríguez,
Catedrático de Filosofía, atentas sus calidades y circunstancias, […] atento
en sus estudios particulares, como en la enseñanza de la juventud en la
Cátedra de Filosofía, que en dos ocasiones ha desempeñado con tanto
acierto y general aplauso, ha venido este Claustro, compuesto por los
precitados Señores, en aclamarlo públicamente y generalmente, dándole
de este modo un testimonio de su confidencia y un premio tan justamente
debido a sus afanes y tareas literarias, coronándolas de este modo en ambas
carreras de los Derechos y de la Teología, con lo que concluyeron el acto,
… de que doy fé. El Rector (AGUC Exámenes…1789 p. 279s.).

En este acto, en que le comunica la Universidad a un profesor sus mayores
reconocimientos, nos parece significativo observar que se reconoció en las
colonias americanas la disposición de parte del profesorado, de formarse por
continuos estudios particulares. Sin duda, los cursos de filosofía, que el Dr.
Rodríguez realizó hasta 1800, impresionaron sobre manera a los académicos
de Quito, debido a su actualidad y modernidad en los preparativos especiales
e individuales. El secretario de la universidad Dr. Manuel Quiroga ya conocía
bien a Rodríguez: ambos el 28-X-1789 terminaron su primer año de estudios de
Leyes, y les acompañaron en aquel mes, además Antonio Ante y Manuel José
Caizedo. Todos más tarde en lucha por la independencia de Quito. En todo el
mundo los profesores de filosofía de aquella época más y más propendieron
hacia la geografía física, tanto del universo en general, como en especial de los

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Quito y Madrid 1788 - 1828: su cultura en caminos contrarios

continentes del planeta Tierra. Los conocimientos de su propia geografía y de
su historia particular dieron los impulsos, los cuales identificaron a los patriotas
con las posiciones físicas de su patria americana, en que vivían.

Vimos, por tanto, que la Universidad de Quito a los indígenas, a los alumnos con
rendimiento extraordinario en filosofía, como a ciertos profesores les expresaba
abiertamente su reconocimiento. Por este camino la academia mostraba su
carácter público. Las tesis que se presentaban ante el público interesado, casi
siempre formaban parte de la geografía y física experimental. Nos interesa
además, la actitud especial actitud había mostrado el Dr. Rodríguez, puesto que
más que otros, fue él aquel académico honrado por la Pública Universidad.
Varios testimonios nos ayudarán. Nos constan las obras de primera calidad,
respecto a las ciencias naturales, por las cuales Rodríguez ha podido actualizar
sus conocimientos propios en las ciencias exactas modernas. Sus autores y
títulos son impresionantes, entre otros, son: las Instituciones de la Física del
newtoniano Musschenbroek (1748); su Diario del viaje .… al Ecuador y sus
mediaciones realizadas durante 7 años después de 1736 por La Condamine
(1751, en francés); La Figura de la Tierra de Maupertuis (1738, en francés)
sobre sus mediaciones cerca del círculo polar; El Uso de los Globos (en francés,
1751) con instrucciones dadas por Bion; y de Pierre Bouguer, compañero de La
Condamine en Quito hasta 1738, su Inclinación de los Globos terrestres (1738,
en francés). Su bibliografía de Rodríguez en 1795 no pudo ser más moderna.
Y suena ridículo la protesta de parte del andaluz Pedro Pérez Muñoz veinte
años más tarde, en sus Cartas, escritas desde Quito al Rey Fernando VII, en el
año 1815 en contra del trabajo del Colegio de San Luis: exige que las clases de
filosofía en las colonias no conozcan desarrollo ni modernidad, sino se apoyen
en Santo Tomás de Aquino exclusivamente (Hidalgo-Nistri 1997, carta N.° 26).
Con permiso de parte del Gobierno el 26 de abril de 1795, Rodríguez tomó en
préstamo los 16 volúmenes de las citadas obras de la Biblioteca Pública, y los
llevó para su lectura y estudio en su casa. El bibliotecario Dr. Eugenio Espejo
ya se encontraba en su tercera prisión, y Juan Ascaray, secretario presidencial,
dejó un documento firmado del procedimento (AO Quito, Gonz. Suárez 32
no. 20; ver Keeding 2005 p. 351s.). La publicación de la mayoría de estas
valiosas obras había sido apoyada por la Academia de las Ciencias de París.
En correspondencia al enorme aumento en las tecnologías modernas, como de
medicina, de astronomía y geografía, Rodríguez redujo el año lectivo de lógica
y aquel de ética (años 1.° y 3.°) a solo un medio año cada uno, para que así se
instruyeran los estudiantes de sus dos cursos de filosofía durante 2 años en física,

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

cada uno. El Dr. Pérez en 1806, y también José Mejía en 1800 lo hicieron igual,
aprendiendo de Rodríguez y sus estudios particulares, que fueron celebrados
por la Universidad.

José Mejía quedó bien informado de la calidad de los trabajos de su colega
Rodríguez. El año de 1800 se expresa públicamente en su Oda II (Núñez
Sánchez, 2008, 371) acerca de la capacidad de aquel profesor, siendo él un
Verulamio de filosofía, quiere decir: un académico, quien demuestra por la
vía experimental calidades muy especiales. Fue este el método inductivo de
observación, de Francis Bacon of Verulam de Inglaterra (1561-1626), opuesto al
método de la teología, deduciendo esta última sus caminos morales y teológicos
del texto invariable de la Biblia. Sobre todo en la geografía fue practicada
la inducción ya desde años antes de 1800, y por la observación y mediación
experimental, como en la botánica y medicina, entre otros, por Swammerdam,
Leeuwenhoek, Boerhaave y Musschenbroek. Aquellos científicos descubrieron
el adelanto investigador hicieron importantes adelantos en la investigacion
gracias a la inducción de la física experimental moderna. Rodríguez, pues, el
!Verulamio de Quito! Con esta comparación José Mejía, quiso expresar, como
profesor en caminos similares, lo que simbolizaba el filósofo, jurista, y teólogo
Rodríguez.

También de José Mejía, profesor de latinidad entre 1796 y 1800, como de
filosofía de 1800 hasta 1802, los alumnos en Quito conservaban excelentes
recuerdos, y se atrevieron a expresárselo. En sus tesis escritas para el examen
del 22-VI-1802 ante Mejía, el alumno José García Parreño añadió este texto:

Dedicatoria. ¿A quién sino a V. S. podré dedicar mis débiles
conocimientos en la Geometría y Trigonometría? A V. S. que posee en toda
su extensión las Ciencias exactas; esas Ciencias sublimes, que libres de la
opinión variable de los hombres satisfacen con sus verdades y convencen
con sus demostraciones… (Keeding 2005, 497).

Ganó García Parreño el 13 de septiembre de 1820 las oposiciones en filosofía,
de manera que él fue el profesor de aquel curso de 39 alumnos, que en 1823
se presentaron a exámenes en Quito, acompañados del júbilo de su provincia,
debido a la Independencia conseguida, tanto frente a Lima como a España.
El primer estudiante graduado en filosofía después de la batalla del Pichincha
en Quito, fue en julio de 1822 Manuel Cárdenas de Cuenca: la fecha de su

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Quito y Madrid 1788 - 1828: su cultura en caminos contrarios

examen, el 24 de aquel mes, sin duda, a estudiantes como profesores, les estuvo
recordando la importancia del día 24 del mes de mayo del mismo año.

En 1827 Luis Fernando Vivero, examinado en filosofía el 15 de mayo de 1806,
hizo imprimir su publicación francesa de Lecciones de Política, según los
principios del Sistema Popular Representativo
en París. Encontramos al inicio
del texto importantes líneas de elogio, que más de una vez ponen de relieve la
actitud patriótica del profesor Rodríguez en Quito, según la recordó Vivero. En
1814 se había graduado Vivero como licenciado en Leyes, en Quito. Dicen sus
palabras de 1827:

A la memoria de Miguel Antonio Rodríguez, natural de Quito,
Sacerdote virtuoso, ilustrado y celoso director de la Juventud, modelo
de Patriotismo, víctima de la crueldad española, dedica estas páginas su
amante discípulo. Por Luis Fernando Vivero.

Rodríguez, de hecho como modelo quiteño del patriotismo, en el preámbulo de
su Constitución de Quito del 15 de febrero de 1812 define al pueblo de Quito
como ser soberano de su patria, y fundamenta su derecho de formar en Quito su
propio gobierno, como realización y verificación del Derecho Natural. Dicen
sus palabras en febrero de 1812:

El Pueblo Soberano del Estado de Quito [...] en uso de los
imprescindibles derechos [...] de la naturaleza [...], deseando [...] darse una
nueva forma de Gobierno, análoga a su necesidad, [...] persuadido a que el
fin de toda asociación política es la conservación de los sagrados derechos
del hombre [...], sanciona los Artículos siguientes.

Miguel Rodríguez dio su oración sobre el tema de la libertad perdida por Quito
en agosto de 1811; el 11-XII-1811, este teólogo firmó el acta de independencia
de Quito, de la Junta de Cádiz en España, y en 1812 él figura como autor de la
Constitución del 15 de febrero para el Reino de Quito. Es obvio, que Rodríguez
durante este tiempo de ocho meses aproximadamente, quedó convencido de
las ventajas para sí mismo como para Quito, las que los modernos Derechos
del Hombre
ejercerían en el futuro. No participaba él antes de agosto de 1811
en algún acto político de los criollos americanos o independistas de Quito, sin
embargo, hasta la mitad de 1811 habrá llagado a Quito el anuncio de la Junta de
Cádiz,
elaborar ella durante los próximos meses la nueva Constitución Política

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Revista Pucara, N.º 26 (27-57), 2015

de la Monarquía Española; esta fue firmada en Cádiz el 19 de marzo de 1812,
un mes más tarde que la Constitución de Rodríguez en Quito.

La fecha del 3 de agosto de 1811 le dio a la segunda Junta de Quito, dirigida
por el Obispo Dr. José Cuero y Cayzedo, la ocasión para invitar a cabildos y
al pueblo a una Oración fúnebre, dada con toda solemnidad en recuerdo de
las víctimas quiteñas del día 2 de agosto de 1810, justo el año anterior. La
Junta de Quito y su Presidente y Obispo utilizaron la presencia de importantes
autoridades y de cantidad de gente, para unir al pueblo y prepararlo con la
intención de que más tarde acepte ese pueblo una constitución propia, la de
Quito en plena etapa de la revolución, es decir: los Artículos del Pacto Solemne
de Sociedad y Unión
. Con tal meta, la oración fúnebre de 1811 se tranformó
en Oración política, con el fin de preparar al pueblo de Quito para aceptar su
propia Constitución independiente de España y esto, en todo caso, antes de la
publicación de cualquiera constitución española en Cadiz.

Y así fue: Miguel Rodríguez exigió en su Oración política el día 3 de agosto de
1811 del pueblo de Quito, que cambie la dirección de su “movimiento retrógrado”,
el cual haya sido «el caos de la desgracia en que ha estado sepultada la America».
– “Desgraciado Quito”, lo llama el orador, y pregunta: «¿Qué han sido los frutos
de tu opulencia primitiva?» Tienen efecto muy directo sus preguntas, que siguen
como un pesado encargo público, para justificar, en último término, la revolución
de Quito, en la Iglesia de La Compañía, anteriormente de los jesuitas:

Sí, privada del comercio y de la industria, no has podido adelantar
en tus riquezas, y no conservar el capital con que te estableciste. ¿Qué ha
servido la aptitud de tus naturales para todo, si todo les ha sido prohibido…?

Según el ilustrado Rodríguez, Quito debería haber desarrollado su capacidad en
su espacio físico, con el fin de seguir un camino propio y exitoso en economía y
en cultura – dos espacios, sin embargo, que Quito no pudo ganarse después de
1534, frente a la política centralista española, a las repetidas guerras y pasadas
ocupaciones, reforzadas ellas por la técnica europea moderna de guerra. Quito
tuvo que seguir un camino, que España le señalaba. De tal modo no se hizo uso
nunca de la ejemplar inteligencia de los jesuitas, como de los padres Magnin,
Hospital y Aguirre, en cuyo templo Rodríguez en 1811 dio esta oración, que

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ahora consideramos más un discurso político, o también de los hermanos
Maldonado, alumnos de los jesuitas, y de otros más (Fierro B. 1988, 58).

Es durante estos dos años, 1811 y 1812, cuando, de hecho, Rodríguez en su
interior se habrá separado de la política de Madrid: su discurso político del 3
de agosto de 1811, le echa la culpa al gobierno español, de haber cerrado y
prohibido a los americanos todo lo cual debería traerles un futuro propio y feliz,
con sus familias libres, sus estudiantes interesados, los profesores en formación
constante y personal, y ante todo, con sus planes y reformas sociales en
economía, en colegios públicos y sus universidades secularizadas para hombres
y mujeres. Estas instituciones todas habrían de corresponder a los desafíos de su
futuro, y junto a aquellos, a sus soluciones accesibles.

Llegó a Quito también la Proclama a los Habitantes de Ultramar de 30- VIII-
1812, en la que el Duque del Infantado, Pedro de Alcántara de Toledo, expresa
en nombre de la Junta de Cádiz a los americanos, que el nuevo Ministerio de
las Indias
desde Madrid, también en la América “como primer objeto de su
atribución abrazará la educación pública” (2). Por largo tiempo España había
manipulado precisamente la educación y formación en sus colonias, realmente
demasiado distantes de Madrid. Precisamente en ese momento la capital
pensaba “abrazar” nuevamente – lo cual una vez más identificaría los caminos
de los americanos con los propios del Rey, con el mismo significado: atados
a la obediencia, para nuevamente seguir las conocidas tareas salmantinas y
madrileñas del Concilio de Trento. Estas metas nadie ha formulado en Quito
más claro al respecto de las tareas de la Inquisición, que Pedro Pérez Muñoz en
1815, después de veinte años de vida en Quito (Hidalgo-Nistri 1998,101 y 131).
En el año de 1811 Rodríguez, sí, en su interior se ha separado ya de España y
elabora las bases para la Constitución del Quito libre. Este documento formula,
que los representantes habían aceptado con mayoría el 15 de febrero 1812 en el
palacio del Reino de Quito –el Reino de Quito, como parece, todavía existía en
la mentalidad de ciertos quiteños–. La Constitución Política de la Monarquía
Española
fue mandada solo el 19-III-1812 desde Cádiz a Quito y recibida ahí
por el Reino, este estaba “decorado” por su propia constitución.

La separación de las anteriores colonias americanas de España a partir de 1814/15
tiene sus orígenes históricos, de modo general, en las siguientes tendencias y
entradas psicológico-culturales con sus respectivos autores:

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− ofrecer formación a hombre y mujer: José Pérez Calama 1791/92,

− presentarse a crítica y discusión: Eugenio Espejo 1779,

− practicar la ingeniería, el trabajo mecánico: Mariano Flórez y Vergara 1786,

− aplicar el método abstracto en ciencias: Miguel Antonio Rodríguez 1795,

− abrir necesarios caminos para la economía: Juan Pío Montúfar 1800, y
finalmente

− aceptar la verdad expresada por María de Zayas y Zotomayor en 1637 en sus
Novelas amorosas y ejemplares, que «las almas ni son hombres ni mujeres»,
tesis repetida en Afectos de odio y amor de Calderón de la Barca el año 1658,
y en 1726 también por Feijóo, diciendo, que el alma humano no es hembra ni
varón (Bolufer 1998 pp. 34, 49). La misma fe en Dios une a hombre y mujer,
aunque busquen ellos su independencia de la lejana Europa. Las seis actividades
expresadas arriba habían sido impedidas a los habitantes de Quito, por parte de
España. En realidad, estos dos mundos, Quito y Madrid, andaban en caminos
contrarios y opuestos. Por consiguiente, según se pensaba en Quito, mientras
que España no aceptara los inicios de una nueva modernidad, esta mantendría
al continente americano en continua inmadurez.

José García Parreño en 1802 fue alumno de José Mejía, a quien escribió sus
palabras de admiración –prohibidas por el Rey el mismo año– y fue elegido
profesor en filosofía de la Universidad Secularizada de Quito entre 1820
y 1823. A partir de 1812 habrá continuado a develar en secreto sus ideas
de futura autonomía y libertad, cuando España por segunda vez en el mes
noviembre arrebató a los quiteños su independencia. Mirando el ejemplo
de los independientes Estados Unidos, el ideario sudamericano comenzó a
aspirar su liberación definitiva, que fue expresado en 1809 por Manuel Quiroga
en el Manifiesto al pueblo de Quito, citando palabras de la Declaration of
Independence de Philadelphia de 1776. Finalmente, a esa independencia la
verificó Antonio José de Sucre en mayo de 1822 para Quito, a la fuerza militar.
En Cuenca el 11-11-1830, fue sepultada la párvula con nombre Manuela Rosa
Quito
, que le dieron sus padres (Arch. Municipal Cuenca, Difunciones fol. 28 v.).
Veo posible entender a estos nombres como símbolos de un agradecimiento

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todavía vivo en esta familia de Cuenca, y expresado por ella a cantidad de
mujeres, que en realidad vivían en una sociedad que las anulaba perfectamente.
Cierta parte de los grupos de mujeres –como por ejemplo Mercedes Loaisa
en Riobamba, Rosa Montúfar y su hermana María Mercedes en Quito, Josefa
Palacios en Caracas, Manuela Espejo en Quito, Policarpa Salavarrieta y Joaquina
Aroca en Colombia, Manuela Sáenz y Manuela Cañizares en Quito, Antonia
Vela en Ecuador y Baltazara Terán en Latacunga– ha dejado huellas excelentes
de sus luchas, pero solamente han sido admiradas desde hace poco tiempo;
otras mujeres dejaron también sus huellas con la misma altura, pero se han
perdido o están cubiertas aún hasta hoy en día. Estas mujeres ayudaron en los
procesos de la liberación como soldados, mensajeras para noticias y contactos
secretos, ofrecieron comidas y lugares para descansar antes y después de la
batalla. Cruelmente, algunas de ellas también fueron ejecutadas por los realistas.
Manuela Sáenz (1797-1856), a quien se le expatrió y prohibió vivir en su tierra
tanto en la época Colombiana como en los inicios republicanos de Ecuador, en
mayo 22 de 2007 fue honrada por el Presidente Rafael Correa, quien le concedió
el grado de Generala de honor de la república. Otro ejemplo fue el de Rosa
Montúfar, hija del Marqués de Selva Alegre, que junto con su hermana, tanto
en Quito como en su región, sirvieron a la causa indepedentista, arriesgándose a
caballo, para entregar mensajes y correos a favor de los revolucionarios.

Con el trabajo de todas ellas, sin duda, Quito llegó a conseguir los cambios
deseados. Desde esta perspectiva de la mujer patriota es que el chileno Camilo
Henríquez (1769-1824) escribió la pieza de teatro La Camila o la Patriota de
Sudamérica
, publicada en 1817 en Buenos Aires, libre desde 1816. Camilo
H. o Camila, la joven mujer quiteña, muestra en la provincia de la Nueva
Filadelfia –también nombre de doble intención– cerca de Quito, que ella
verdaderamente merece ser llamada amazona americana de un Quito libre.
Henríquez le da su propio nombre, de Camilo; él se identifica con el nombre
de la pieza teatral. Igualmente, en las famosas banderitas de Quito de octubre
de 1794 aparece el imperativo latino en: Salva Cruze (no es: Salva Cruce);
quien nos quiere probar, que el autor del texto –Santa Cruz y Espejo– ¿no haya
querido expresar con Salva Cruze “Sálvanos, Espejo”? –Espejo, en realidad
se fue a la cárcel, sin más pruebas de su autoría.– ¿Quién, por tanto, tal vez es
Manuela, y quién podría ser en realidad Rosa 1830 en Cuenca? Posiblemente
ellas son las patriotas de Quito.

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Conclusión

Estas artimañas son señal de un hablar de doble intención o de doble fondo,
siempre usadas en tiempos de resistencia política. De tal manera los nombres de
la párvula Manuela Rosa Quito también pueden leerse como testigo de intención
muy profunda de los padres. En este caso tienen el significado como los de
Mejía, Ascásubi, Rodríguez y sus alumnos García Parreño y Pedro José Pérez
de la Universidad Secularizada de Quito, pero en un Ecuador republicano ya,
no aún de 1788, pero sí de 1822 y 1830, en que la mujer y el hombre adquieren
el mismo valor. Nos debemos preguntar: ¿Cuánto tiempo perdió Quito durante
las décadas de la Ilustración, debido a la política dura e inmóvil de España, que
al mismo tiempo no pudo ganar? Es España, quien perdió sus posibilidades en
América.

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Referencias bibliográficas:

Addy, George M. The Enlightenment in the University of Salamanca. Durham,

1966.
Bolufer Peruga, Mónica. Mujeres e Ilustración. La construcción de la Feminidad en

la Ilustración española. Valencia: Quiles A. Gr. S.A. 1998, pp. 34-49.
Borrero Vega, Ana Luz. “Fidelidad e Insurgencia en Cuenca durante el período

de la Independencia, 1809-1812”, en Memorias del Simposio
‘Bicentenario’
. Cuenca: Universidad de Cuenca, 2011: 121-137.

Carnero, Guillermo. “Pedro Montengón (1745-1828). Un poeta entre los
siglos”, en Hispanic Review, Vol. 59 núm. 2, Univ. of Pensilvania
Press 1991: 125-141.

Fierro Benítez, Rodrigo. La Escritura en la historia de los Pueblos
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. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1988.

Flórez y Vergara, Mariano (Marqués de Miraflores). Dedicatoria (al Presidente
de la Audiencia José Villalengua). Quito: R. de Salazar, 1786.

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Hidalgo-Nistri, Fernando (Comp.) Compendio de la Rebelión de la América.

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Keeding, Ekkehart: “Espejo y las Banderitas de Quito de 1794: !Salva Cruce!”,

en BANH Quito, vol. LVII núm. 124, 1974 pp. 252-273; de nuevo
en: “Vida y Contribución de Eugenio Espejo 1790-1795”, vol.1 G.
Ochoa Dávila, Quito: Crear 2009, pp. 323-352.

________. Surge la Nación. La Ilustración en la Audiencia de Quito 1725-
1812
. Quito: Banco Central del Ecuador, 2005.

________. (con María Antonieta Vásquez Hahn): La Revolución en las Tablas.
Quito y el Teatro Insurgente 1800/1817
. Quito: FONSAL, 2009;
Keeding: pp. 97-307: obras de José Mejía en Quito, 1800, y Camilo
Henríquez en Buenos Aires, 1817.

Navarro, José Gabriel. La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809. Quito:
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Abya-Yala 1998 (por Fernando Hidalgo-Nistri, Comp.).

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Nacional, 1999.

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Fuentes:

Archivo General de la Universidad Central, Quito/ AGUC:

– Libro de Repeticiones, Tentativas y Partidas... (Filosofía: 1788);
– Libro de exámenes, repeticiones, y conferencias... (Filosofía: 1790-1807):
– Libro en que se apuntan las Tentativas para los grados...
(Filosofía: 1808-1820, 1820-1828);

Archivo de la Curia Metropolitana de Quito:

– Enunciados de Tesis en latín y sabatinas (Filosofía: 1807-1815);
– Libro en que se sientan los Nombres de los Colegiales... de San Luis...
(7 de enero de 1786 hasta 31 de enero de1824);

Archivo Municipal de Cuenca:

– Defunciones;
Bibliotecas de los Agustinos, Dominicos, Franciscanos, Jesuitas, La Merced,
Biblioteca Nacional, Biblioteca Universidad Central, y Biblioteca Obispal,
todas de Quito.