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Ritual, rumores y rebelión
en Pelileo en el siglo XVIII

Ritual, Rumors, and Rebellion
in Eighteenth Century Pelileo

Rachel Corr
Florida Atlantic University (USA)

e-mail: rcorr@fau.edu

Resumen

La literatura disponible sobre fiestas y las oportunidades que estas ofrecen a
sectores subalternos de la población para criticar el poder es extensa. Este artículo
se basa en investigación de documentos coloniales disponibles en el Archivo
Nacional del Ecuador que hice entre 2008-14, que me permitió analizar un caso
que tuvo lugar en 1768 en Pelileo (Audiencia de Quito) en el cual, después de
un levantamiento en el obraje de San Ildefonso, el cacique de los Guambaló fue
acusado de planear una sublevación general contra los mestizos y los españoles
durante la fiesta de Corpus Christi. Las acusaciones contra el cacique estuvieron
basadas en varios factores característicos del período: la sospecha colonial hacia
los caciques y las dudas sobre su lealtad a la Corona; la posición intermedia de
los mestizos con respecto a españoles e indios; y el peligro de rebelión siempre
presente en las fiestas. Utilizando teorías de la antropología y de la historia
analizo rumores de rebelión en el contexto socio-histórico específico de Pelileo
en el siglo XVIII y el de la creciente tensión en las relaciones interétnicas.

Palabras clave: fiestas, rebelión, indígenas, Ambato colonial, Pelileo.

Abstract

There is an extensive literature on the relationship between religious feast
day celebrations and rebellions. In this article, based on a reading of colonial
documents available in the Archivo Nacional del Ecuador that I undertook
between 2008-14, I analyze a case from 1768 in Pelileo (Audiencia de Quito)

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in which, after a rebellion in the sweatshop of San Ildefonso, the cacique of
the Guambaló was accused of planning a general uprising against Spaniards
and mestizos during the fiesta of Corpus Christi. The accusations were based
on various factors that were characteristic of this period: colonial suspicions of
caciques and doubts about their loyalty to the Crown; the intermediary position
of mestizos with respect to Spaniards and indigenous people; and the danger of
rebellion that is always present in fiestas. Using theories from anthropology and
history I analyze the rumors of rebellion in the specific socio-historical context
of eighteenth century Pelileo and the growing tensions in interethnic relations.

Keywords: Fiestas, rebellion, indigenous people, colonial Ambato, Pelileo.

Recibido: 22: 10: 2014 Aceptado: 18:11:2014

***

Introducción

En mayo de 1768, en el pueblo de Pelileo, jurisdicción del asiento de Ambato en
los andes ecuatorianos centrales, la gente se preparaba para las celebraciones de
la fiesta de Corpus Christi. Antes de la fiesta circulaban rumores entre los vecinos
(mestizos y españoles) que los indígenas estaban conspirando para realizar
un levantamiento general contra los vecinos el día de Corpus Christi. Debido
a estos rumores, el Alguacil Mayor de Ambato se comunicó con el Teniente
General y Justicia Mayor de Ambato pidiendo que prohibieran los danzantes
y el consumo de licor el día de la celebración. Don Manuel Tubón, cacique de
los indígenas de la parcialidad de Guambaló, fue detenido, pues se sospechaba
que él era el principal instigador junto con otros tres indígenas acusados de co-
conspiradores. Los detalles específicos de los rumores reflejen la preocupación
de los mestizos a raíz de un levantamiento que tuvo lugar unas semanas antes
en el obraje de San Ildefonso. En este levantamiento, analizado por Segundo
Moreno Yánez en su libro Sublevaciones indígenas en la Audiencia de Quito,
los trabajadores indígenas del obraje mataron al administrador, y amenazaron a

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otras autoridades españolas. Fueron los mestizos quienes ayudaron a subyugar
a los rebeldes y capturar a los instigadores. Según los rumores, los indígenas de
Pelileo planeaban vengarse de los mestizos por haberse aliado con los españoles
en su contra. En este artículo, analizo el caso contra Don Manuel Tubón y sus
tres supuestos co-conspiradores. Para ello utilizo teorías sobre festividades
aplicándolas al contexto socio-histórico específico de Pelileo en el siglo XVIII.

Fiesta y Rebelión

Las conexiones entre celebraciones y rebeliones están bien documentadas.
Algunos escritores argumentan que históricamente las autoridades al permitir las
fiestas les daban a las clases subordinadas un tiempo libre en que se suspendían
las reglas ordinarias y relajaban las restricciones normales para aliviar las
tensiones que experimentaban en su posición social. En este sentido, la fiesta
ayuda a mantener el statu quo, y los ritos de rebelión (simbólicos y temporales)
refuerzan la estructura social y previenen las revoluciones (Gluckman, Turner).
Sin embargo, las autoridades también se daban cuenta de que la suspensión
de reglas normales, las inversiones simbólicas del estado social y jerarquía, y
los ritos de rebelión que constituyen la naturaleza carnavalesca de las fiestas
tiene el potencial de promover rebeliones verdaderas (Scott 172-182). Entre
los siglos XVI y XIX, así era tanto en festividades en Europa como en las
colonias latinoamericanas y caribeñas. Por ejemplo, en Venezuela colonial las
autoridades intentaron prevenir la mezcla de esclavos negros con negros libres
durante la celebración anual de la fiesta de San Juan. Sin embargo algunos
esclavos aprovecharon estos días de libertad para planear su liberación, lo que
resultó en cimarronaje (Guss 453). En los andes coloniales, los levantamientos
indígenas coincidieron con días festivos. Thierry Saignes encontró dos casos
de rebeliones originalmente planeados para el Domingo de Pascua, pero
pospuestas hasta la fiesta Corpus Christi (125). En la Audiencia de Quito las
rebeliones también tuvieron lugar durante la celebración de Corpus Christi y de
otras fiestas (Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas; Minchom 224-25). El
caso en el que se enfoca el presente artículo se refiere a las acusaciones contra el
cacique de los indígenas Guambaló de Pelileo, y contra otros tres indígenas de
allí mismo, quienes supuestamente planearon organizar a la población indígena
en una insurrección regional durante la celebración de Corpus Christi en mayo
de 1768. Además de las características de fiestas ya mencionadas, las cuales
ponen en peligro el orden social, se deben analizar las circunstancias locales y el

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contexto histórico para comprender mejor las preocupaciones de los mestizos.
Aunque las acusaciones parecen ser espurias, basadas en rumores no probados,
los cambios en las relaciones entre mestizos e indígenas en Pelileo durante
esta época resultaron en sospechas de parte de los mestizos hacia el cacique
y otros indígenas. Para entender las tensiones interétnicas, comenzamos con
el levantamiento en el obraje de San Ildefonso que precedió y dio lugar a los
rumores de la alegada insurrección.

El Obraje de San Ildefonso

Los Jesuitas compraron el obraje de San Ildefonso en 1724, el cual poseyeron
hasta su expulsión del Ecuador en 1767, año en que fuera transferido a la rama
de Temporalidades, siendo Gerónimo Ruiz nombrado el nuevo administrador.
La mano de obra del obraje estuvo conformada principalmente de indígenas de
Pelileo, de las parcialidades de Pilalatas, Chumaquí y Guambaló, así como de
forasteros y presos de otros pueblos. Ruiz aumentó las tareas de los trabajadores
y redujo los socorros. El 25 de abril de 1768, durante una discusión con dos
hermanos indígenas, Phelipe y Romualdo Llagua, Romualdo arrojó un cuchillo
al maestro del obraje, y los hermanos fueron castigados con azotes y grilletes.
Cuando la madre de los hermanos, Bárbula Sinailín, protestó el encarcelamiento
de sus hijos pidiendo su libertad, se ordenó que se le dieran cien azotes sin
importar que fuera una mujer mayor. A pesar de tales castigos, los indígenas del
obraje no recurrieron a la violencia, en vez de esto buscaron por medios legales
que se les hiciera justicia. Bárbula Sinailín, acompañada por otro indígena de
nombre Manuel Pombosa, fue a Quito a pedir justicia. Según los testimonies de
los indígenas, Sinailín y Pombosa regresaron de Quito con un documento a su
favor, pero cuando el administrador se enteró de la existencia de tal documento,
intentó intervenir en el proceso legal, acto que instigó el enojo de los indígenas.
Por esta razón los indígenas persiguieron a Ruiz, quien intentó refugiarse en la
capilla del obraje sin éxito, pues los indígenas lograron entrar, luego de los cual
le lincharon. Otros oficiales blancos también se escondieron, encerrándose en las
casas del obraje, en espera de la llegada de refuerzos que los liberaran (Moreno
Yánez, Sublevaciones indígenas, 114-126; Miño Vaca 33-35). Mientras tanto,
según los testigos blancos, los sublevados celebraron con conchas (caracol o
“churo”) y tambores, instrumentos festivos y simbólicos, también utilizados
para convocar a la gente. Fueron las mujeres españolas y los mestizos quienes
subyugaron a los rebeldes y libraron a los españoles, matando a dos hombres

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indígenas en el proceso. Los instigadores principales fueron capturados y
encarcelados, y luego sentenciados a la muerte. Después del levantamiento,
otros presos también fueron liberados para que regresaran a trabajar al obraje.
Poco después, el 19 de mayo, el aguacil mayor de Ambato envió una carta al
Teniente General en la que indicaba que sería conveniente prohibir danzantes
y ventas de licor durante Corpus Christi porque el alcalde ordinario tenía
tres indios presos, «entre ellos un casique nombrado Manuel Tubón quien ha
estado convocando a todos los indios de este jurisdicción, sitandolos para el
día de Corpus para hacer sublevación» (ANH/Q Tungurahua 1768). El alcalde
del pueblo de Píllaro, jurisdicción de Ambato, había capturado a un indio,
supuestamente uno de los rebeldes, y después de ser azotado, confesó que los
indígenas de Pelileo conspiraban para hacer un levantamiento el día de Corpus
contra todos los españoles y mestizos del pueblo, y agregó que los conspiradores
incluían no solo a los trabajadores del obraje, sino a todos los indígenas del
pueblo. Otro rumor afirmaba que don Manuel Tubón había escrito una carta al
cacique gobernador de Píllaro, invitándole a que se uniera a la sublevación. En
el juicio varios testigos mestizos y españoles repitieron lo que habían oído como
prueba de la amenaza inminente de posibles alianzas de indígenas de diferentes
parcialidades y diferentes pueblos, para formar una oposición unificada contra
mestizos y españoles durante la fiesta. Durante las interrogaciones del juicio, las
acusaciones contra el cacique y los supuestos co-conspiradores se desmoronaron
una a una, pero el testimonio de los mestizos revela su preocupación por las
consecuencias que pudieran haber surgido por haberse aliado con los españoles
contra los indígenas, y, que los indígenas fueran a utilizar la fiesta y los disfraces
para vengarse de ellos. Vale la pena examinar los testimonios contra cada uno de
los acusados de este caso para comprender mejor como tales tensiones sociales
ocurrieron dentro de prácticas culturales en las que diferentes sectores de la
sociedad colonial interactuaban durante las festividades.

Los acusados

Además del cacique, los indígenas Thomas Muchagalo, Miguel Condo y Simón
Quintuña fueron acusados de amenazar a los mestizos y de advertirles de lo
que iba a pasar el día de Corpus Christi. Cada uno había dicho algo que fue
interpretado como amenaza a los mestizos, pero durante el juicio, los indígenas
tuvieron la oportunidad de presentar explicaciones alternativas. Por ejemplo,
Thomas Muchagalo estuvo en la cárcel por haber amenazado a otro indígena,

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Mariano Ronda, quien se había aliado con los españoles contra los indígenas de
San Ildefonso durante la sublevación. Por su parte Thomas Muchagalo admitió
haber amenazado a Ronda, pero porque Ronda estaba casado con una sobrina de
Muchagalo y estaba haciendo avances amorosos a otra sobrina que era casada.
Entonces Muchagalo le dijo «que no pasase por su calle, que si pasaba le había
de dar de palos, exponiéndole que inquietaba en amores...,» después de haber
tomado chicha y aguardiente en la fiesta de la Cruz (ANH/Q Tungurahua 1768).
En contra de Miguel Condo, los testigos mestizos declararon que una noche,
mientras Condo estaba ebrio, le oyeron gritar que iba a quemar las casas de
los moradores españoles y mestizos. Eso lo interpretaron como una amenaza
y parte de la conspiración indígena para vengarse por los hechos en el obraje.
Durante su interrogación, Condo dijo que, habiendo tomado en la fiesta de la
Cruz, regresó a su casa y discutió con su esposa, a quien luego golpeó. Cuando
los vecinos Bernardino Ojeda y sus hermanas le oyeron gritar, fueron a defender
a la mujer. Enojado, Condo aceptó haber amenazado a su mujer, diciendo que
quemaría la casa y se iría a Quito “a exercitar su oficio” de trasquilador. Y que,
como estaba borracho y enojado, solo había amenazado a su mujer, sin intención
de cumplir la amenaza.

La acusación contra Simón Quintuña revela la ambigüedad de la fiesta, en
cuanto a que es una celebración en que la gente se une, pero que también tiene
un elemento de peligro, ya que incluye la mezcla de personas en un espacio
público, algunas de ellas disfrazadas. También revela la actitud ambigua de
los mestizos y españoles hacia las autoridades indígenas. Simón Quintuña
fue “alacalde del barrio de abajo” y “alcalde de los de su oficio” (sastre). En
Quito colonial, las posiciones en la jerarquía de los gremios podrían conducir a
posiciones políticas (Webster 22). Es posible que Quintuña haya logrado tener la
posición de “alcalde del barrio del abajo,” porque ya ocupaba una posición social
de oficial sastre. Fue su posición, y su papel en organizar y preparar a la gente
para la fiesta de Corpus lo que le metió en problemas en el contexto de tensiones
interétnicas. Varios testigos vecinos declararon que habían oído que Quintuña
planeaba encabezar a los indígenas de su barrio en un levantamiento contra
los españoles y mestizos de Pelileo mientras él llevara el disfraz de danzante,
diablito, o matachín, todos disfraces típicos de la fiesta. Los matachines eran
tradicionalmente danzantes que bailaban con espadas y cascabeles, y plumas,
una representación medieval europeo de los moriscos. Cuando los indígenas
de los Andes adoptaron el baile y carácter del matachín en la época colonial,
lo transformaron a su propio modo (Poole 114). Las declaraciones de que

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Quintuña mataría a los mestizos mientras estuviera disfrazado de matachín o
diablito refleja la preocupación histórica de que las expresiones simbólicas que
caracterizan las fiestas se pueden transformar en acción política e insurrección
armada, en otras palabras, que los ritos de rebelión se pueden transformar a un
verdadero levantamiento. El disfraz no solo enmascara la identidad de quien lo
lleva, sino que oscurece los límites entre la representación y la acción. Como
demuestra Carolyn Dean en su estudio de las inquietudes coloniales hacia los
indígenas disfrazados durante la fiesta de Corpus Christi en el Perú colonial, las
autoridades temían las consecuencias políticas del simbolismo de los danzantes
disfrazados. El baile de los Chunchos ‒una parodia andina de los indígenas
“salvajes” de la región Amazónica‒, fue una preocupación particular para las
autoridades porque «el actuar de los indios como si estuvieran fuera de control
y ser indios fuera de control se asemejan demasiado» (Dean 58).

Los rumores e inquietudes sobre Simón Quintuña demuestran que la gente de
Pelileo también reconocía el riesgo que suponían los danzantes durante la fiesta,
por lo que el alguacil recomendó que se prohibieran los danzantes y la venta de
aguardiente en la fiesta de Corpus de mayo de 1768. Pero durante el juicio de
los acusados, el rumor sobre Simón Quintuña se basaba en una serie de rumores
de mujeres locales en torno de la fuente. Ambrosia Garses, quien tenía dieciséis
años, cuando fue interrogada ¿por qué decía que Simón Quintuña planeaba
capitanear una sublevación de indígenas de su sector?, Ambrosia dijo que Simón
Quintuña andaba «conbidando como Alcalde del barrio de abajo a los Mestisos
e Indios del Pueblo de Pelileo, para que le acompañasen en el día de Corpus,
que salia de Dansante, o Matachin en la festividad, que se acostumbra, y porque
vio conbidar a los Mestisos a dha. funsion, y que como nunca era costumbre
asistiesen los Mestisos a dha. funsion creio que era para alsarse...» (ANH/Q
Tungurahua 1768). Aquí tenemos entonces, un oficial indígena, alcalde del
barrio de abajo y “oficial de los oficiales,” quien, por ser figura pública, y por su
misma participación en organizar las celebraciones del pueblo, y su papel como
danzante en la fiesta (o diablito o matachín), creaba sospecha entre los mestizos
cuando les invitó a que lo acompañasen a la fiesta. La invitación fue extendida
en un contexto de grandes tensiones entre indígenas y mestizos. Quintuña dijo
que como él era oficial sastre, y era costumbre en el pueblo que el día de Corpus
todos los oficiales pusiera sus tiendas en la plaza «exerciendo sus oficios en
ellas por mojiganga asta que pase la prosesion,» convidó a todos los oficiales a
que pusieran sus tiendas en la plaza el día de la procesión. La costumbre a que
se refirió Quintuña está bien documentada en escritos históricos. Por ejemplo,

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tradicionalmente en España los gremios cargaban símbolos de su oficio en
las procesiones de Corpus Christi, y en Perú, los oficiales (sastres, herreros,
zapateros) ponían puestos en la plaza para las festividades (Foster 335). El
“mojigón” era un personaje de la procesión que tomaba la forma de un gigante
grotesco, y “mojiganga” tiene varios sentidos relacionados con la fiesta.

No obstante de que ya era una costumbre anual bien arraigada que los oficiales
pusieran puestos en la plaza el día de la procesión de Corpus, en un ambiente
político de tensiones raciales, la invitación fue interpretada como amenaza.

El cacique de los Guambaló, don Manuel Tubón, fue acusado de incitar a los
indígenas a participar en una insurrección general que iban a realizar el día de
Corpus. Varios vecinos declararon que habían oído que Tubón decía que los
Mestizos «estan muy osados con la justicia que habian mandado hacer con los
Indios de San Ildefonso por la muerte del administrador, pero que adviertesen
que tambien debian estar los Mesitsos confesados y comulgados, porque
tambien llegaria dia de que ellos muriecen degollados o ahorcados...» (ANH/Q
Tungurahua 1768). Supuestamente el cacique dijo eso mientras pasaba por la
casa de unos vecinos blancos. La empleada de ellos, una mujer indígena de
Quito, testificó que oyó a Tubón decir que era bueno que los mestizos se fueran
a confesar y a comulgar, y nada más. También hubo los rumores muy detallados
sobre la carta que decían que Tubón había escrito al gobernador del pueblo de
Píllaro, invitándole a él y sus sujetos a participar en la sublevación el día de la
fiesta.

Bajo interrogación, Don Manuel Tubón afirmó que el día en que pasó por la
casa de los vecinos que lo acusaron, él iba en camino a su casa después de haber
tomado en la casa de otro indígena (quien ocupaba el cargo de “pendonero”)
para celebrar la fiesta de la Cruz. Y que no se acordaba de haber hecho ninguna
amenaza, y que si es que había dicho algo, había sido por la embriaguez. Pero
admitió que puede haber dicho que los mestizos debieran ir a vivir en las villas
y ciudades con los españoles, y que no debieran vivir entre indígenas, ocupando
sus tierras y perjudicándolos porque eso «suele decir cuando se embriagaba.»
Un testigo blanco afirmó que oyó a Tubón decir que «su intension no habia sido
otra sino de echar a los Mestisos y Españoles del pueblo,» para que fueran a vivir
en las villas, ciudades, y asientos. Miguel Condo, cuando se le preguntó sobre su
supuesta co-conspiración, dijo que estando en la cárcel oyó a Tubón haber dicho
«yo soi Cacique de los Indios de este Pueblo y pertenece a los Indios...y no a

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los Mestisos los que deben ir a vivir en las ciudades, vilas, y hazientos...» Lo
que decía el cacique estaba de conformidad con la ley colonial. La Corona tenía
prohibido que españoles, mestizos, negros o mulatos vivieran en los pueblos
de indios, pero la gente no siempre seguía las órdenes reales. Durante el siglo
XVIII, aún más mestizos y criollos en los andes buscaban terrenos y hacían su
residencia en pueblos indígenas que en siglos anteriores (Thomson 22).

En cuanto a la carta al gobernador de Píllaro, Tubón dijo que nunca escribió
ninguna carta, y que ni siquiera conocía al gobernador de Píllaro, y retó a sus
acusadores a que trajeran al dicho gobernador para que testificará si tal carta
existía o no. De hecho algunas autoridades fueron a Píllaro para investigar y
concluyeron que la carta nunca existió. Pero el rumor, tan específico, refleja
la preocupación por las alianzas inter-indígenas, y que el resentimiento entre
los indígenas del obraje podría dispersarse a todo el pueblo de Pelileo y hasta
a otros pueblos del asiento de Ambato. Un testigo vecino dijo que los acusados
eran del mismo gremio de los que instigaron el levantamiento en el obraje,
sugiriendo una solidaridad indígena basado en el gremio. Tal vez para aliviar la
preocupación hacia la solidaridad entre indígenas, el cacique enfatizó divisiones
políticas y étnicas. Dijo que los sublevados del obraje ni eran de su parcialidad
de Guambaló, sino que eran de las parcialidades indígenas de Chumaqui y
Pilalatas, cada una de ellas con sus propios caciques.

Un vecino y dos indígenas testificaron a favor de don Manuel Tubón y demás
indios, afirmando su lealtad, diciendo que no habían «osado ni atrevido con
ningun Español ni Mestiso» y que los sujetos de Tubón asistían a la doctrina
cristiana y pagaban sus tributos. Al final, por falta de evidencia en su contra, la
decisión de la corte fue a favor a los reos indígenas.

Discusión

Cuando Tubón admitió fue que cuando toma “suele decir” que los mestizos
deben ir a vivir en las ciudades, y que no deben ocupar tierras indígenas, fue
una manera de criticar a los mestizos y la situación del crecido poblamiento de
pueblos indígenas por mestizos, mientras que mantenía la cara de subordinación
y lealtad a la sociedad colonial. Hay varias formas en que las clases subalternas
vocalizan su crítica del poder. El mensaje subversivo es frecuentemente ocultado
porque uno u otro, el mensaje o el mensajero, están disfrazados, por ejemplo

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cuando alguien anónimamente grita un insulto de entre la muchedumbre, o
cuando una persona utiliza una expresión con doble sentido (Scott 139). Las
personas marginadas por el poder no pueden criticar directa y públicamente
a los poderosos; deben cubrir su crítica con un velo, como el humor, que les
permite oscurecer el mensaje político. Don Manuel Tubón tenía el poder de
cacique, pero los caciques siempre tenían que manejar situaciones delicadas y
balancear sus obligaciones a sus sujetos indígenas con sus obligaciones a las
autoridades coloniales (O’Phelan). Aunque la ley colonial prohibía que los no-
indígenas vivan en los pueblos entre indígenas, don Manuel Tubón tuvo cuidado
de no decir sus críticas directamente a los mestizos, sino que las expresó en
forma ambigua típica de expresiones que son políticamente subversivas.

Al decir que había estado borracho cuando expresó sus críticas, Tubón
consiguió vocalizar sus verdaderos sentimientos con el pretexto de que “estuvo
ebrio” para evitar ser acusado de animosidad hacia los mestizos. De hecho,
tres de los acusados (Tubón, Muchagalo y Condo) dijeron que los vecinos
habían malinterpretado cosas que declararon cuando habían tomado chicha y
aguardiente durante la Fiesta de la Cruz. En su propio testimonio, Don Manuel
Tubón tuvo la oportunidad de admitir su resentimiento por la ocupación de tierras
indígenas por parte de los mestizos mientras mantenía su imagen pública como
cacique honorable y leal a la Corona, cuyos sujetos indígenas eran humildes y
no atrevidos con los blancos.

En su análisis de la rebelión en Igaguasi, Atacama de 1775, Castro, Hidalgo y
Briones demuestran la vinculación entre fiesta, borrachera, memoria, y rebelión.
En el caso referido por estos autores, los indígenas quienes habían “bebido”
en carnaval «proclamaron gritando que ‘echarian a todos los españoles de este
asiento sin quedar uno quedandose solos en sus tierras como que son suyas y no
del Rey de España» (82).

La falta de respeto y burlas a las autoridades, los disfraces, la embriaguez y las
inversiones simbólicas de la fiesta abren un espacio que brinda la oportunidad
de desafiar la autoridad. Otra manifestación de la relación entre fiestas y rebelión
es que las protestas políticas utilizan símbolos de la fiesta. Por ejemplo, Scott
anota que históricamente, en Europa, la gente utilizaba símbolos de carnaval en
sus protestas políticas y rebeliones (181). En el levantamiento en el obraje de
San Ildefonso, los indígenas bailaron, cantaron, y tocaron el “churo” y tambor.
Cuando fue preguntado sobre los testimonios de que los indígenas tocaron

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tambores y churos después de haber matado al administrador del obraje, Blas
Chango, uno de los sublevados, lo negó, diciendo que «no era ninguna fiesta para
caxa ni churo» (ANH/Q 1768). Pero el “churo” y bocina, utilizados para llamar
a la gente a una fiesta, también son «señales inequívocas de un alzamiento»
(Moreno Yánez, “Chambo 1797” 397).

Conclusiones

A diferencia de Tubón, Muchagalo, y Condo, Simón Quintuña no dijo haber
dicho cosas por estar “bebido”, sino que estaba actuando en su función de
alcalde del barrio de abajo, y como oficial que organizaba a otros oficiales para
la fiesta. Era cosa normal, año tras año, que los oficiales, artesanos y gremios
pusieran puestos en la plaza, o participaran en la procesión del día de Corpus
Christi. También era sabido entre los vecinos que era costumbre salir de danzante
disfrazado en la fiesta. Entonces, ¿por qué se sospechaba de Quintuña cuando
había invitado a los mestizos a que pusieran sus tiendas en la plaza para la fiesta?
El caso resulta de la confluencia de las características de la fiesta con el ambiente
político local de la época: es decir, las crecientes tensiones entre los mestizos
e indígenas de Pelileo. Los mestizos escogieron tomar lado en el conflicto
violento entre los obreros indígenas del obraje y los españoles: se aliaron con los
españoles en contra de los indígenas. Esperaban el resentimiento de parte de los
indígenas, y, en las voces de los indígenas borrachos oyeron amenazas. Y no solo
se preocuparon por la posible venganza de los indígenas del obraje contra ellos,
sino la de otros indígenas del asiento de Ambato. Además, las declaraciones
durante el juicio indican una fase de transición en la estructura étnica de Pelileo,
como parte de la larga transición de un pueblo indígena a un pueblo mestizo. En
los años que precedieron al levantamiento en el obraje, el padre jesuita italiano
Mario Cicala escribió sus observaciones de la geografía humana del Ecuador, y
anotó que a pesar de que Pelileo era un pueblo indígena, tenía igual número de
moradores mestizos (Cicala, 392). Los mestizos eran vecinos de los indígenas, y
se conocían, pero las relaciones interétnicas se caracterizaron por ambigüedad a
lo largo de la época colonial y después de la independencia (Guerrero, 280-281).
En la historia del Ecuador, los indígenas y mestizos se aliaron algunas veces
contra la oligarquía. En el caso contra los indígenas de Pelileo, los acusados
fueron conocidos por los españoles y mestizos: Tubón por su posición pública
de cacique de la parcialidad de Guambaló, Quintuña por ser alcalde. Thomas
Muchagalo era cantor de la iglesia. Sin embargo, en Pelileo, en mayo 1768, la

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ambivalencia mestiza hacia sus vecinos indígenas fue expresada como rumores
de que la fiesta se convertiría a una sublevación, de que los indígenas, tras de
sus disfraces, quemarían las casas de los vecinos y matarían a los españoles y
mestizos. La fiesta, como espacio cultural de interacción de diferentes sectores
de la sociedad, sirve para unificar a la gente en una celebración común. Pero
en ciertos contextos socio-políticos, manifiesta la relación histórica entre
festividades y rebeliones. Aunque no se encontró evidencia de que realmente se
tratara de un complot, el caso contra don Manuel Tubón y otros revela que los
españoles y mestizos estaban conscientes del vínculo entre fiestas y rebeliones,
y de que se encontraban en un punto crucial en las relaciones entre mestizos e
indígenas en el pueblo de Pelileo.

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