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El desarrollo sustentable:
Definición e impacto en las prácticas de conservación

medioambiental

Sustainable development: Definition and impact on
environmental conservation practices


Silvana Larriva González
Universidad de Cuenca (Ecuador)

e-mail: silvana.larriva@ucuenca.edu.ec

Resumen

El presente trabajo analiza el concepto de desarrollo sustentable e intenta
demostrar que, pese a las ventajas que implica (políticas globales para resolver
el problema medioambiental así como una toma de consciencia generalizada
alrededor del tema) existen aspectos problemáticos en su definición y, sobre
todo, en la puesta en práctica de las acciones que demanda. Utiliza como
ejemplo demostrativo el caso de Ecuador que, siendo un país subdesarrollado,
se ve obligado a cumplir ciertas políticas medioambientales, como el respeto a
las áreas protegidas, hecho que choca contra intereses económicos de la región.
¿Cómo establecer políticas para que el equilibrio entre la satisfacción de las
necesidades y el respeto a la naturaleza tenga lugar?

Palabras clave: desarrollo sustentable, políticas medioambientales, ecología.

Abstract

This paper examines the concept of sustainable development and seeks to
demonstrate that, despite the advantages that implies (global policy to solve
the environmental problem as well as an outlet of consciousness widespread
around the issue) there are problematic aspects in the definition and, especially
in the implementation of actions to demand. Used as a demonstrative example

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the case of Ecuador who, being an underdeveloped country is obliged to meet
certain environmental policies, such as respect for protected areas, which
collides against the economic interests of the region. How to set policies so that
the balance between the satisfaction of needs and respect for nature take place?

Key words: sustainable development, environmental policy, ecology.

Recibido: 10: 01: 2015 Aceptado: 16:02:2015

***

Introducción

La comisión Brundtland definió al desarrollo sostenible como aquel «que
satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades» (1987). Hubo
necesidad de recurrir a una definición consensuada porque existían divergencias
sobre el concepto que chocaban con las aspiraciones de los diversos países
involucrados. No obstante, el concepto y las prácticas derivadas, pese al
consenso y a ciertas premisas de partida, requieren un análisis más profundo por
la complejidad del asunto y por las implicaciones que generan.

El concepto de Desarrollo Sostenible ha sido manejado en el discurso político,
económico y social de forma recurrente y en numerosas ocasiones de manera
retórica, llegando a estar alejado en muchos momentos de la definición que se
establece en el Informe Brundtland. El posible abuso de este término ha vaciado
de contenido su significado, llegando a ser un recurso literario en el discurso
sobre el medioambiente lejos de su significado original1.

La definición tiene su fundamento en la noción del tiempo. Busca preservar el
entorno para que las futuras generaciones puedan disfrutar de la riqueza de los

1 Las dimensiones del desarrollo sostenible en el discurso social. Véase Juan Igna-
cio Aragonés, págs. 23-36.

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recursos naturales (agua, suelo, fauna, flora, energía y aire limpio) sin detener
el desarrollo tecnológico que apuesta a “mejorar la calidad de vida” de los
habitantes. En este sentido, podemos afirmar que, desde su vertiente económica,
parece haberse resuelto el problema a favor de la naturaleza ya que evita el
uso exagerado de los recursos. Desde una perspectiva geopolítica, el concepto
extiende la huella ecológica más allá de las fronteras nacionales, porque concibe
al espacio medioambiental como una categoría global. Esto hecho es igualmente
positivo porque implica, en el papel, una política que rebasa los lineamientos e
intereses estrictamente locales.

En el mismo sentido, el desarrollo sustentable y el ecodesarrollo proponen un
proceso de cambio, en el que el aprovechamiento de los recursos naturales, las
inversiones, la tecnología y las estructuras institucionales y políticas, deben ser
consecuentes tanto con las necesidades de la sociedad del futuro, como con la
actual. El desarrollo es un proceso dinámico, en permanente desequilibrio, que
tiende al incremento de las condiciones de vida de toda la población del mundo,
en los términos que las personas deben definir disponiendo de la información
necesaria para analizar las consecuencias de la definición acordada. El desarrollo
debe ser endógeno, autogestionado y sustentable, sin agredir a otros grupos
humanos para lograr los objetivos propios, a decir:

Sustentabilidad débil. De acuerdo con este concepto, la sustentabilidad es
consistente con un nivel de declinación de la calidad del medioambiente. Por lo
tanto, se necesita de indicadores físicos para supervisar y medir la biodiversidad
y la capacidad de recuperación de los ecosistemas.

Sustentabilidad fuerte. En este contexto, no es posible sustituir el capital
fabricado por el hombre por el capital natural; empero, se pueden elaborar
lineamientos para la utilización de los recursos naturales de acuerdo a su
velocidad de regeneración, con el fin de mantener su sustentabilidad. Como
consecuencia de la crisis ambiental surge la economía ambiental, que trata de
extender su enfoque instrumental, teórico y convencional para ocuparse del
medioambiente, sus funciones y la transformación de la energía y la entropía
resultante.

Contenido. Durante estas dos décadas, el Desarrollo Sostenible ha sido y sigue
siendo el tema central en los debates sobre política ambiental. Se ha convertido
en el mantra de los políticos y los tomadores de decisiones, así como en uno de

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los centros de atención prioritarios de los medios de comunicación y del debate
social. Este término, que apela por unas relaciones amigables entre humanos y
naturaleza, y por la búsqueda de un equilibrio entre la conservación y el desarrollo,
ha tenido tanto éxito no por su novedad, sino por su ambigüedad. Tal y como
se definió y se usa normalmente, puede significar cualquier cosa, por eso no ha
servido, como se esperaba, para articular modelos de gestión que sirvieran para
parar la crisis ecológica, generada por el metabolismo de la economía mundial,
y en la que el planeta se ve envuelto desde hace décadas. Para el economista
Jose Manuel Naredo, la expresión hace «las veces de burladero para escapar a la
problemática ecológica y a las connotaciones éticas que conlleva el crecimiento
económico» (Naredo, 1996).2

El deterioro del medioambiente observa asimismo algunos datos preocupantes:
anualmente, 6,5 millones de toneladas de residuos van a mares o ríos; 7 millones
de hectáreas se pierden por erosión o desertización; en los últimos 20 años se
han cuadruplicado las grandes catástrofes naturales; el 46% de los bosques
originales han desaparecido; el efecto invernadero dispararía aumentos de
temperatura, cambios climáticos globales y posibles efectos de inundaciones
(Ferraro, 2007).

Ahora bien, el camino para que la civilización encuentre el equilibrio vital
entre el ser humano y los ecosistemas naturales depende de una política que
asegure el uso inteligente de los recursos. En este sentido, los gobiernos juegan
una función muy importante porque en sus manos están las políticas que se
formulen para reducir la contaminación y la conservación de los recursos
naturales y el ambiente. No es cuestión sencilla. En muchos sectores se ha
llegado a plantear que una política para resolver los problemas ambientales sería
un rechazo a todo aquello que signifique industrialización. Pero dicha solución
no parece ser la más acertada. El asunto central es instaurar políticas para que,
según la definición del desarrollo sostenible, exista crecimiento económico con
sustentabilidad ambiental y equidad social. Y una política como la expuesta
no solo frena el crecimiento, sino el desarrollo productivo de los pueblos,
además que acentúa la pobreza y provoca una mayor presión sobre el uso de
los recursos naturales por parte de la gente de escasos medios de subsistencia.
Quizás lo ideal sería contar con regulaciones que permitan la aplicación de
tecnologías apropiadas más un eficaz y eficiente marco jurídico que favorezca

2 José Manuel Naredo (Madrid, 19 de febrero de 1942) es un economista y ... En el
año 2000 recibió el Premio Nacional de Economía y Medioambiente.

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el uso y aprovechamiento racional de los recursos naturales en la perspectiva
del desarrollo sostenible. Además de lo dicho, para los países industrializados,
los mayores consumidores, las políticas medioambientales deberán buscar
mecanismos para reducir la producción de energía y materias primas en altos
porcentajes durante los próximos 40 o 50 años.

Otro aspecto que debe destacarse del concepto es qué debemos entender por
desarrollo y sostenibilidad. Como sabemos, la crisis de la teoría del desarrollo
se hizo visible en los años setenta cuando se cuestionó el concepto mismo de
modernidad. Y cuando se analizan los enfoques actuales en la teoría del desarrollo se
pone de manifiesto que los conceptos de sostenibilidad no predominan en absoluto.

La contribución sociológica analizaba el concepto de desarrollo autocentrado
tal como lo introdujo Samir Amín en 1974, se mantenía un carácter endógeno
como requisito de un buen gobierno que reconocía como sociedad de desarrollo
casi solamente a las sociedades agrarias. Pero también han existido modas o
tendencias que entienden a la sociedad desarrollada como aquella en la que
priman los derechos humanos, las necesidades de ciudadanos y la capacidad del
estado para construir instituciones que vigilen esos derechos, muchas de esas
instituciones se construyeron en los años setenta. Solo han sido las tendencias
posteriores las que tomaron como nuevo paradigma el desarrollo sostenible
la búsqueda de un equilibro entre el avance de la ciencia y la tecnología y el
cuidado ambiental. Es importante subrayar, entonces, que estamos ante un
constructo de reciente data y, por lo mismo, sujeto a los vaivenes coyunturales.

Pero el éxito del concepto no solo está supeditado a una política global o estatal,
una reforma de este tipo implica un enorme desafío para los ciudadanos del
mundo: un modelo de desarrollo sostenible puede ser alcanzado solo si reduce
el excesivo consumo, lo cual significa un cambio en los estilos de vida de
muchos de nosotros. Por lo indicado es muy importante revisar nuestros hábitos
y trabajar en lo que podemos ir cambiando, así como la toma de conciencia y
acciones para cuidar nuestra casa grande.

Lo positivo del caso es que cada día que pasa, las personas están más
conscientes de la situación. El comportamiento del consumidor, por ejemplo al
uso productos y alimentos de origen orgánico, gasolina sin plomo; al eliminar
el uso de sustancias químicas nocivas al ambiente, o al realizar auditorías
medioambientales con fines de mejorar las condiciones ambientales en las

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industrias y otros así lo demuestran. Asimismo, el movimiento medioambiental
ha crecido mucho desde los años treinta o cuarenta a escala mundial. El
incremento de partidos verdes que proponen el cuidado del ambiente y la
disminución de la contaminación ha logrado conseguir resultados electorales
muy importantes en muchos países. Es decir, se está creando y creciendo una
conciencia ambiental sobre el tema.

Y es justamente el reconocimiento de esta situación por la conciencia mundial
lo que ha conducido a plantear el desarrollo sostenible como estilo o forma
de desarrollo capaz de enfrentar exitosamente los problemas ambientales.
Incluso, algunas empresas han iniciado cambios en sus sistemas productivos
con el claro objetivo de adecuarse a las exigencias que la sociedad les impone
en materia ambiental, puesto que tendrían serias dificultades para asegurar su
regular funcionamiento si no responden positivamente a dichas demandas. Sin
embargo, todavía hacen falta políticas estatales que conciban como parte de
sus objetivos propiciar un equilibrio entre el crecimiento socio-económico, la
utilización de los recursos naturales y la conservación del ambiente.

El desarrollo sustentable y el caso ecuatoriano

Las políticas de desarrollo sustentable no solo acarrean consecuencias para los
países industrializados. Para los menos industrializados la política los obliga a
preservar sus recursos naturales y su biodiversidad. Es así como nuestro país,
Ecuador3, por ejemplo, se ve obligado por las políticas macrorregionales a
salvaguardar sitios como el Parque Nacional Yasuní, designado por la Unesco
en 1989 como Reserva mundial de la biósfera por ser la zona más biodiversa
del planeta (para tener solo una idea: este parque cuenta con más especies de
animales por hectárea que toda Europa junta), gracias a su riqueza en anfibios,

3 Ecuador tiene en su territorio una parte de la selva amazónica, considerara como
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La zona actualmente está en proceso de elec-
ción, a la espera de ser declarada una de las 7 maravillas del mundo por ser un laboratorio na-
tural que ofrece la oportunidad de aprender sobre sistemas tropicales. En la selva amazónica,
donde se encuentra el Yasuní (área de la cual hablaremos), se encuentran 16 ecosistemas dis-
tintos con variedades de clima, ocupa el primer lugar en el planeta por número de vertebrados
en unidad de superficie, el segundo si se cuenta solo las especies endémicas y en las primeras
posiciones por el número absoluto de especies de aves, mariposas y anfibios. La selva tropi-
cal, asimismo, alberga la mayor gama de biodiversidad del planeta 28% de todas las especies
terrestres de vertebrados y en mayor proporción los invertebrados y otras especies vivientes.

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aves, mamíferos y plantas. Los estudios hablan de 150 especies de anfibios, 100
mil especies de insectos por hectárea, 121 de reptiles, 598 especies de aves, entre
169 (confirmadas) y 204 (estimadas) de mamíferos; en flora se han identificado
2113 especies con 665 especies de árboles, además de ser un enorme depósito
de agua dulce. Es igualmente importante por contar con pueblos autóctonos
como el Kichwa o Naporuna, Waorani, Tagaeri y Taromenane ‒algunos
considerados grupos no contactados que aspiran vivir aislados y conservar
su cultura ancestral‒ grupos que constituyen un patrimonio cultural para la
humanidad. No obstante, y también por eso es importante el caso ecuatoriano,
la ley de protección choca con aspectos económicos. Según cálculos estimados,
el Yasuní cuenta con reservas de petróleo valoradas en $ 7000 millones. La
concreción de los proyectos petroleros en los lotes 31 e Ishpingo-Tambococha-
Tiputini (ITT), advierten los ecologistas, representan la amenaza más grande
para el Yasuní y su biodiversidad. ¿Cómo conseguir el equilibrio pretendido
entre la satisfacción de las necesidades y el respeto por la naturaleza por el que
aboga el desarrollo sustentable?

El Gobierno de Ecuador intentó resolver el dilema por medio de la iniciativa
Yasuní-ITT (2007). Consistía una alternativa mundial a la extracción y
quema de combustibles fósiles que planteaba dejar las reservas de crudo
pesado del bloque ITT bajo tierra, en el Parque Nacional Yasuní, alrededor
de ochocientos cincuenta millones de barriles de petróleo, a cambio de una
compensación internacional desde los países más desarrollados. Los cálculos
realizados aseguraban que dejar el petróleo en tierra evitaría la emisión de más
de cuatrocientos millones de Ton de CO2, similar a las emisiones de España
en un año. Fue una propuesta de conservación innovadora que confrontó la
necesidad de extracción de petróleo, cuyas ganancias serían muy útiles para un
país económicamente pobre, y la necesidad de conservar el área.

Desafortunadamente, la propuesta no llegó a buen término y el Gobierno de
Ecuador ha declarado ya que extraerá el petróleo de la zona. La falta de apoyo, o
quizá la falta de una mejor comprensión del proyecto –que igualmente generaría
ganancias, solo que a largo plazo‒ revela que hay mucho camino por recorrer en
las políticas internacionales sobre el tema. Las políticas propuestas hasta ahora
mantienen la lógica convencional de los “ajustes económicos”, que parecen
trasladarse a los temas ambientales. Se plantea así un sistema institucional y
financiero para “asistir” a las economías más pobres, como si fueran ellas las
que debieran “ajustarse” para llegar a una sostenibilidad ambiental global.

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Conclusiones

Existe una variedad de aspectos discutibles en la definición de desarrollo sostenible,
así como imperativos asociados a la puesta en práctica de políticas dirigidas a su
promoción. El informe Brundtland, por ejemplo, ligaba el desarrollo sostenible
a una serie de cambios socio-políticos a nivel global como la eliminación de la
pobreza, eliminar la sobreexplotación de los recursos naturales y el excesivo gasto
en armamento militar, y sobre propugnar un cambio en el estilo de vida sin evitar
el desarrollo tecnológico. Se trata, en esencia, de mantener el equilibrio entre el
respecto a la naturaleza y la satisfacción de las necesidades sociales.

No obstante, hemos visto los problemas que el concepto y la práctica llevan
implícitos. Haría falta, entonces, no solo una redefinición del desarrollo
sustentable, sino también del de la economía y del desarrollo. Habría que
reconocer que el fin supremo de la sociedad y del Estado es el desarrollo humano
y que el crecimiento económico no es más que un medio. Los adelantos a corto
plazo en materia de desarrollo humano son posibles, pero no serán sostenidos
en el tiempo sin un mayor crecimiento económico. A su vez el crecimiento
económico tampoco será sostenible sin desarrollo humano. Un desarrollo que
perpetúe las desigualdades actuales no es sostenible ni vale la pena sostenerlo.
Por tanto, se necesitan nuevos criterios para ampliar y mejorar la definición
de desarrollo sustentable, y generar acciones que podrían encauzar de otras
maneras la implementación de políticas estatales así como el involucramiento
del ciudadano en la toma de decisiones de esta naturaleza.

El concepto desarrollo sustentable encontraría asidero si se enmarca en el
nuevo paradigma de desarrollo de la sociedad ecuatoriana: sumak kawsay
(buen vivir) que lleva implícita la idea de vivir con dignidad, considerando los
valores culturales, en armonía con la naturaleza. Se marcaría así una diferencia
con el modelo de “desarrollo sostenible” mantenido hasta ahora y que no ha
cesado la concentración de CO2 en la atmósfera, con la consecuente pérdida de
biodiversidad. Igualmente, son posibles otras políticas de más largo plazo, como
construir una economía basada en el conocimiento de nuestra biodiversidad. El
mismo Yasuní-ITT, como zona protegida por la misma constitución del Ecuador,
bien podría ser un sitio de atracción turística y, por tanto, podría entregar
beneficios económicos sin tener que recurrir a la extracción de petróleo. La
discusión sobre el tema recae, como en muchos otros ámbitos, en los principios
y los principios están en las definiciones.

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Y es justamente el reconocimiento de esta situación por la conciencia mundial
lo que ha conducido a plantear el desarrollo sostenible como estilo o forma
de desarrollo capaz de enfrentar exitosamente los problemas ambientales.
Incluso, algunas empresas han iniciado cambios en sus sistemas productivos
con el claro objetivo de adecuarse a las exigencias que la sociedad les impone
en materia ambiental, puesto que tendrían serias dificultades para asegurar su
regular funcionamiento si no responden positivamente a dichas demandas. Sin
embargo, todavía hacen falta políticas estatales que conciban como parte de
sus objetivos propiciar un equilibrio entre el crecimiento socio-económico, la
utilización de los recursos naturales y la conservación del ambiente.

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