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Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua
Southern barbacoan languages and quechua
As línguas barbacoanas do sul e o quéchua

Jorge Gómez Rendón
E-mail: j.a.gomezrendon@uva.nl

Universidad de las Artes (Ecuador)

Resumen

Hacia el siglo XV las lenguas barbacoanas de la rama meridional entraron
en contacto con variedades del quechua como resultado de su migración
desde el norte hacia el territorio del actual Ecuador y de la expansión del
quechua por la ocupación inca de los Andes equinocciales y los procesos de
evangelización que siguieron a la conquista española. Los efectos de este
contacto fueron distintos, desde el desplazamiento de lenguas barbacoanas
como el pasto y el caranqui por el quechua hasta distintos niveles de
bilingüismo quechua-barbacoano que desembocaron en la influencia entre
ambas lenguas. Esta contribución se ocupa de la influencia del quechua en
las dos lenguas barbacoanas meridionales que han sobrevivido, el tsa’fiki y
el cha’palaa. Para ello enmarca el contacto lingüístico utilizando la evidencia
etnohistórica como telón de fondo del estudio de los préstamos léxicos, su
adaptación morfo-fonológica al sistema barbacoano y su clasificación según
criterios morfológicos y semánticos que ayuden a determinar la antigüedad
del contacto y el tipo de situaciones en que este se desarrolló.

Palabras clave: lenguas barbacoanas, quechua, préstamos, campos
semánticos.

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Abstract

Towards the fifteenth century southern Barbacoan languages came into
contact with several varieties of Quechua as a result of the former’s migration
from the north to present-day Ecuador and the expansion of Quechua
by the Incan occupation of the equatorial Andes and the evangelization
that developed after the Spanish conquest. The outcomes of that contact
included not only the shift of Barbacoan languages such as Pasto and
Caranqui, caused by an expanding Quechua, but also different levels of
Quechua-Barbacoan bilingualism that resulted in the mutual influence of the
intervening languages. The present contribution deals with the influence of
Quechua on the two southern Barbacoan languages surviving to date, i.e.
Tsa’fiki and Cha’palaa. It begins by contextualizing Quechua-Barbacoan
contact on the basis of historical evidence as a background for the analysis of
Quechua lexical borrowing. The linguistic analysis focuses on the morpho-
phonological adaptation of Quechua loanwords and their classification,
according to semantic fields, in order to identify the time of contact and the
type of situations in which such contact took place.

Keywords: Barbacoan, Quechua, loanwords, semantic fields.

Resumo

Por volta do século XV as línguas “barbacoanas” da zona meridional
entraram em contato com as variações do quéchua como resultado de sua
migração desde o norte até o território do atual Equador e da expansão
do quéchua pela ocupação inca dos Andes equinociais e os processos de
evangelização que aconteceram após a conquista espanhola. Os efeitos deste
contato foram distintos, desde o deslocamento de línguas “barbacoanas”
como o “pasto” e o “caranqui” pelo quéchua até distintos níveis de
bilinguismo quéchuabarbacoano que desembocaram na influência mútua
de ambas línguas. Esta contribuição se ocupa da influência do quéchua
nas duas línguas barbacoanas meridionais que sobreviveram, o “tsa’fiki”
e o “cha’palaa”. Para isso se enquadra o contato linguístico utilizando a

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evidência etino-histórica como tela de fundo para o estudo dos empréstimos
do vocabulário, sua adaptação morfo-fonológica ao sistema “barbacoano” e
sua classificação segundo critérios morfológicos e semânticos que ajudem a
determinar a antiguidade do contato e os tipos de situações em que este se
desenvolveu.

Palavras chave: línguas barbacoanas, quechua, empréstimos, campos
semânticos.

***

1. Introducción

Por su situación geográfica y su configuración geomorfológica, los Andes
equinocciales fueron durante siglos zona de contacto entre pueblos de
diferente proveniencia etnolingüística. Ubicados entre el extremo meridional
del Área Intermedia y el extremo septentrional del Área Andina, con una
extensión de apenas cincuenta kilómetros en su latitud más estrecha y una
altura mucho menor que la del altiplano peruano-boliviano, los Andes del
Ecuador ofrecen condiciones óptimas para una comunicación expedita no
solo con los Andes colombianos y peruanos sino también con las tierras
bajas de la cuenca del Pacífico y la Amazonia. Estas condiciones hicieron
posible el desarrollo de un comercio interregional temprano a corta, mediana
y larga distancia, promovieron la migración de poblaciones, y facilitaron su
ocupación militar, primero, por los ejércitos del Inca, y más tarde, por los
conquistadores españoles.

En este contexto resulta de particular importancia la relación establecida
entre grupos etnolingüísticos de la rama meridional de la familia de lenguas
barbacoanas y grupos de hablantes de distintas variedades quechuas1 que

1. Por tratarse en el presente estudio del contacto lingüístico producido en los
dos primeros siglos de la Colonia, cuando el quechua ecuatoriano –conocido hoy como

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llegaron a los Andes equinocciales en los sesenta años de ocupación inca
como parte de las huestes imperiales o de colonias mitimaes reasentadas
en la zona. La expansión del quechua en los Andes equinocciales durante
los primeros siglos de colonización española condujo al desplazamiento de
tres lenguas barbacoanas habladas en los valles interandinos. No ocurrió lo
mismo con otras dos de la misma familia, el tsa’fiki y el cha’palaa, que pese
a mantener un contacto intenso y prolongado con el quechua, perduran a
la fecha en el piedemonte y las tierras bajas del Pacífico ecuatoriano. En
el primer caso, el contacto lingüístico dejó sus huellas en el sustrato del
quechua serrano, sobre todo de las provincias de Imbabura, Pichincha y
Cotopaxi; en el segundo, el contacto dejó su impronta en los préstamos que
las dos lenguas barbacoanas meridionales hicieron de vocablos quechuas
que se han incorporado a su léxico.

En otro lugar ensayamos un acercamiento preliminar a la influencia del
sustrato barbacoano pre-inca en el quechua serrano de la provincia de
Imbabura (Gómez Rendón y Adelaar 2009). Esta vez, ensayamos un
acercamiento a la presencia del quechua en el tsa’fiki y el cha’palaa. Con
ello buscamos añadir a la evidencia etnohistórica del contacto, pruebas de
carácter lingüístico basadas en el análisis de los préstamos quechuas en
ambas lenguas. La presente contribución forma parte de un estudio más
amplio sobre la composición lingüística de los Andes septentrionales y las
tierras bajas del Pacífico antes y durante la conquista española.

Las referencias etnohistóricas al contacto entre grupos quechuas serranos
y grupos barbacoanos son numerosas. Varias de ellas se encuentran
mencionadas en autores como Rumazo (1948), Navas del Pozo (1990),
Salomon (1997), y más recientemente, Velarde (2004, 2005) y Ventura i Oller
(2012). Por el contrario, fuera de las pocas menciones sobre la influencia del
quechua en las lenguas barbacoanas que encontramos en algunos autores
(Vittadello, 1988, p. 9; Curnow, 1997, p. 18; Adelaar y Muysken, 2004,

kichwa– no se hallaba todavía plenamente configurado (véase Ortiz Arellano 2001 y
Muysken 2009), optamos en adelante por el uso del glotónimo ‘quechua’ para referirnos
a todas y cada una de las variedades dialectales que estuvieron presentes en dicha época
en los Andes septentrionales.

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p. 145), el único estudio que aborda directamente el contacto quechua–
barbacoano desde una perspectiva lingüística es Mix y Aguavil (1992). A este
podemos añadir una lista comparativa de vocablos del tsa’fiki, el quechua y
otras lenguas amazónicas, preparada a principios del siglo pasado por Otto
von Buchwald y recogida en una obra reciente con algunos comentarios
(Costa von Buchwald, 2014, pp. 7-23).

Pese a la escasez de investigaciones sobre el contacto entre el quechua y las
lenguas barbacoanas, su estudio se ve facilitado por el hecho de disponer
de varias compilaciones lexicográficas de diferente extensión, no solo para
el quechua ecuatoriano sino también para el tsa’fiki y el cha’palaa. Esta
disponibilidad de fuentes bibliográficas constituye la base del presente
estudio, cuyos datos han de ser corroborados y ampliados en el futuro a
partir de evidencia de primera mano recogida en campo y sistematizada en
un corpus coherente.

El presente estudio comprende seis secciones. La primera ofrece una
contextualización histórica y lingüística de los procesos de contacto en
los Andes equinocciales en relación con las lenguas preincas, la presencia
del quechua en el Ecuador y la expansión de las poblaciones barbacoanas
y sus lenguas. La segunda sección describe las fuentes y los criterios de
recolección y tratamiento lexicográfico. La tercera sección presenta las
fuentes utilizadas y discute los criterios metodológicos empleados en el
levantamiento y análisis de los datos. En la cuarta sección presentamos
los resultados del análisis de préstamos quechuas en tsa’fiki y cha’palaa
siguiendo criterios léxico-estadísticos, fonológicos y morfológicos. La
quinta sección se ocupa del análisis semántico de los préstamos y los coteja
con información etnográfica disponible. La sexta y última parte pone los
resultados en perspectiva y sugiere nuevas vías de indagación.

2. Contextualización etnohistórica del contacto quechua-barbacoano

Al momento existe consenso entre la mayoría de etnohistoriadores en cuanto
a los grupos étnicos prehispánicos que conformaban el mosaico étnico de los

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Andes equinocciales a la llegada de los españoles (Jijón y Caamaño, 1919,
1941, 1977 [1945]; Casevitz, Saignes y Taylor, 1988; Newson, 1995).

Para el objeto del presente estudio son de especial interés aquellos que
habitaron la sierra norte, en las actuales provincias de Carchi, Imbabura,
Pichincha y parte de la provincia de Cotopaxi. El más norteño de estos
grupos era el pasto, que las fuentes etnohistóricas del siglo XVI ubican en
“la meseta interandina comprendida entre los ríos Guáytara-Tellez y Chota
(Coangue), límites norte y sur, respectivamente” (Landázuri, 1995, p. 19)2.
Entre este último río y el Guayllabamba se encontraban los curacazgos de
Caranqui, Otavalo y Cayambe, los cuales se acostumbra agrupar dentro de
un solo grupo étnico que lleva el nombre del primer etnónimo según criterios
como la toponimia, las alianzas y los rasgos culturales compartidos (Espinoza
Soriano, 1988, p. 76-79)3. Al sur del territorio caranqui se encontraba el grupo
panzaleo, entidad etnolingüística que habría abarcado varias parcialidades de
la zona quiteña (Salomon y Grosboll, 1986) y cuyo perfil es “el más difícil de
reconstruir puesto que las primeras relaciones describen sin excepción una
sociedad dramáticamente transformada por el gobierno inca y la conquista
española” (Newson, 1995, p. 40, mi traducción). La controversia tiene que
ver, por una parte, con la misma definición limítrofe de la zona panzaleo. Si

2. Jijón y Caamaño (1977) menciona además a los quillacingas, ubicados al
norte de los pastos, de quienes diferían en lo lingüístico según Cieza de León (p. 71).
Un etnónimo-glotónimo equivalente aunque menos frecuente en las fuentes es el de
Sebondoy (véase al respecto, por ejemplo, von Buchwald, 1919).

3. Nótese que no existe consenso con respecto a las fronteras orientales y
occidentales de los territorios pasto y caranqui, cosa que más allá de una indefinición
propia de las fuentes podría explicarse, en nuestra opinión, a partir de la existencia de
un continuo etnolingüístico con otros grupos barbacoanos. Es revelador en este sentido
el carácter multiétnico de la población de Chapi, algunos de cuyos habitantes hablaban
el mismo dialecto que el hablado en Pimampiro, y otros el mismo que en la “montaña
de Quixos” (Jijón y Caamaño, 1941, p. 238). Por su apresurada asociación entre Pastos
y Barbacoas, un grupo prehispánico occidental vecino, Jijón y Caamaño extiende el
territorio pasto hasta el mismo litoral colombo-ecuatoriano, “desde parte del San Juan, en
la Costa, hasta la Bahía de San Mateo, a lo largo del mar, comprendiendo todo el valle del
Patía y la parte baja del Mayo” (Jijón y Caamaño, 1977, p. 72), llegando a emparentarlos
con los colimas del alto Daule.

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incluimos la zona de Quito, entonces la frontera norte podría ubicarse en las
inmediaciones del río Guayllabamba o incluso en el extremo norte del distrito
metropolitano de Quito4. Si excluimos dicha zona, entonces deberíamos,
como hace Jijón y Caamaño, ubicar la frontera septentrional mucho más al
sur, esto es, en el distrito Panzaleo del actual cantón Machachi. El lindero
meridional es menos controvertido y las fuentes coinciden en ubicarlo en las
inmediaciones de Mocha, cerca del límite de las provincias de Tungurahua
y Chimborazo.

La sierra centro-sur, de menor relevancia para el caso que nos ocupa, estaba
poblada por los grupos puruhá, cañari y palta, todos de diferente pertenencia
etnolingüística a juzgar por los rastros dejados en la onomástica de sus
respectivas zonas de influencia5. El primero de estos grupos se asentó en el
área del antiguo corregimiento de Riobamba, con sus linderos norte y sur en
Mocha y Alausí, respectivamente. Aunque algunos autores incluyen en el
área de influencia puruhá el territorio del antiguo corregimiento de Chimbo,
parece que la ocupación puruhá de esta zona fue parcial, de modo que en
algunos sectores su onomástica resulta más bien de filiación barbacoana
(Haro Alvear, 1977; Gómez Rendón, 2015). La segunda entidad étnica de
la sierra centro-sur fueron los cañaris. El territorio cañari se extendía desde
Alausí y Chunchi en la hoya del Chanchán hacia el sur, hasta las cabeceras
del río Tumbes, con el lindero natural de la Cordillera Oriental de los Andes
al Este y los términos del territorio chono-huancavilca al Oeste. Los paltas,
el grupo más austral de los que poblaron los valles interandinos, eran de
origen etnolingüístico chicham6, aunque su presencia parece haber sido
relativamente tardía, como sugiere el estrato toponímico previo de origen
cañari a lo largo y ancho de su zona de influencia. Según Newson (1995), el

4. Según algunos autores la zona de Carapungo habría sido el límite meridional
del territorio cara, cosa que se expresa en su etimología quechua, ‘puerta de los caras’.

5. Sobre la composición etnolingüística del extremo sur del austro ecuatoriano,
véase Gómez Rendón (2016).

6. Optamos aquí por este etnónimo-glotónimo alternativo en lugar de
“jibaroano” debido a las connotaciones históricamente despectivas de este en el habla
cotidiana de la región.

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límite norte del territorio palta estaba en la zona de Saraguro; el límite sur,
en la cuenca del río Calvas; el límite occidental caía hacia el territorio chono
en las inmediaciones de Zaruma; y el oriental hacia el territorio de grupos de
habla chicham (p. 55).

2.1. Las lenguas barbacoanas en los Andes equinocciales

Tradicionalmente se ha asumido que cada uno de los seis grupos étnicos
pre-incas que poblaron el callejón interandino hablaba una lengua diferente,
es decir, eran entidades etnolingüísticas diferenciadas. Sin embargo, la
equivalencia entre entidades socioculturales (grupos étnicos) y entidades
lingüísticas (lenguas) no puede darse por sentada, más todavía cuando no
disponemos de un registro léxico o gramatical para las lenguas pre-quechuas
y cuando la gran mayoría de estudios sobre la onomástica indígena –la
única evidencia del pasado lingüístico pre-inca de los Andes equinocciales–
se hallan viciados por la incorrecta aplicación de análisis morfológicos y
comparativos como afirman Salazar (1991) y Gómez Rendón (2010).

Aun así, los datos toponímicos de la sierra norte7 muestran una presencia
sistemática de lenguas barbacoanas. Sobre esta evidencia y a partir de las
fuentes etnohistóricas se acostumbra clasificar hoy en día las lenguas pre-
quechuas de la sierra norte del Ecuador como pertenecientes a la familia
lingüística barbacoana (Paz y Miño, 1941, 1961; Caillavet, 2000; y más
recientemente, Adelaar y Muysken, 2004, p. 393-94). Esta clasificación, sin
embargo, hace caso omiso del hecho de que la onomástica barbacoana se
vuelve difusa conforme avanzamos a la sierra central.

La indefinición étnica encontrada en la zona panzaleo se traduce en una
indefinición lingüística. A propósito de una supuesta lengua panzaleo,
Pérez sostiene que Jijón y Caamaño comete un error al creer que esta era
una entidad diferente de la lengua de los llamados “colorados”, el tsa’fiki

7. Incluimos en este espacio las actuales provincias de Carchi, Imbabura,
Pichincha y la mayor parte de Cotopaxi.

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(Pérez, 1962, p. 255). Otros autores han asumido la misma postura (cf. Paz
y Miño 1961, Costales y Peñaherrera de Costales, 2002, p. 93). En la misma
línea, dos autores matizan la diversidad lingüística en torno al área de Quito
asegurando que

“los valles al este de Quito albergaron a una población
culturalmente dividida y no a un único grupo “étnico” o “tribu histórica”.
El norte y el sur ciertamente utilizaban patronímicos diferentes y estos
probablemente reflejan una diferencia lingüística tanto como una
frontera social. Es posible que se tratara de dos lenguas diferentes y
no de dos dialectos de una misma lengua, pues la antroponimia común
en el norte contiene numerosos elementos alrededor de Otavalo en la
provincia de Imbabura (donde se hablaba la extinta lengua “cara”) en
tanto que la antroponimia del sur comprende muchos elementos que
se encuentran en las regiones hablantes del “panzaleo” más al sur”
(Salomon y Grosboll, 1986, p. 396).

En el estado actual de las investigaciones no podemos estar seguros de
la pertenencia barbacoana de una lengua hablada en el área de influencia
panzaleo. De lo que sí tenemos certeza es que la sección occidental de dicha
área muestra un visible estrato barbacoano, al cual pudieron sumarse otros
de diferente origen etnolingüístico, incluido el quechua (Gómez Rendón,
2015).

Conforme avanzamos hacia el norte, la evidencia onomástica presenta mayor
homogeneidad, de suerte que es posible identificar una lengua que, por
desconocimiento de su glotónimo, llamaremos con el etnónimo ‘caranqui’.
Sobre la pertenencia barbacoana de la lengua caranqui, dos autores ofrecen
evidencia toponímica que la relaciona con la onomástica cayapa-colorado y
que consiste sobre todo en la presencia de la final /-pi/ para designar masas
de agua corriente (Jijón y Caamaño, 1919, p. 5-6; Paz y Miño, 1941). Más al
norte, en la región pasto, la presencia de marcas toponímicas caranquis habla
en favor de una pertenencia etnolingüística común (Adelaar y Muysken,
2004, p. 394). A la fecha, la clasificación de la lengua pasto como parte de
la familia barbacoana en la misma rama que el awapit es aceptada por la

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mayoría de investigadores más en base de una copiosa evidencia histórica
que de pruebas de naturaleza lingüística (Adelaar y Muysken 2004: 393).

Pero la presencia barbacoana no se reduce en absoluto a las tierras alto-
andinas. Desde hace cien años se ha llamado la atención a la presencia de la
final /-pi/ en las tierras bajas del Pacífico colombiano, “entre el río Patía y el
río Esmeraldas y de allá en el norte hasta las fuentes del Atrato a lo largo del
océano Pacífico” (von Buchwald, 2007 [1917]). La misma final es ubicua
en la provincia de Esmeraldas, encontrándose además bien representada en
Los Ríos, Guayas y Manabí8. En otro lugar hemos demostrado, a partir de
un estudio toponímico y etnohistórico, que todas estas provincias estuvieron
pobladas en su momento, total o parcialmente, por grupos etnolingüísticos
barbacoanos (Gómez Rendón, 2015). De hecho, la coteja de evidencia
toponímica e histórica sugiere que los “colorados” –nombre con que se
conocía tradicionalmente a los tsa’chilas, hablantes del tsa’fiki– no eran un
solo grupo étnico sino varios estrechamente emparentados por su cultura
material y sus costumbres, como las tolas funerarias y el uso del achiote
para la pintura facial, corporal y capilar. Estos grupos, adicionalmente,
compartían un origen etnolingüístico barbacoano expresado en una serie de
variedades dialectales a lo largo de un continuum (Gómez Rendón, 2015).
Las fuentes sugieren incluso que los grupos barbacoanos costeños eran más
numerosos que los serranos. Entre los primeros se contaban malabas, niguas,
yumbos, campaces, colorados de Santo Domingo, colorados de Ojiva,
colorados de Palenque y chonos colorados. A estos es preciso añadir otros
grupos colorados que habitaban la ceja de la cordillera occidental, como los
sigchos, los angamarcas, los tomavelas y los cansacotos (Carranza, 1569
citado en Ponce Leiva 1994, p. 67-68). Todo esto se traduce en un escenario
donde los Andes equinocciales con su piedemonte occidental y las tierras
bajas del Pacífico estuvieron habitados por hablantes de lenguas de la familia
barbacoana. Esto hizo inevitable el contacto con el quechua una vez iniciada

8. La etimología de este nombre resulta de lo más transparente y permite
distinguir sus componentes: mana ‘venado’ y bi, río, en clara alusión a una masa de agua
que bien podría ser el río Chone, el más importante de la provincia, sobre todo en el
hinterland de sus cabeceras.

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Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

la expansión del imperio inca, contacto que se mantuvo durante los primeros
siglos del dominio colonial.

En los últimos años se ha planteado una propuesta desde la arqueología,
la etnohistoria, la glotocronología y la vulcanología que pretende explicar
esta distribución de las lenguas de la familia barbacoana a partir de un
proceso expansivo que empezó con la división entre la rama meridional y
la septentrional hacia 1400 o 1900 a. C. en el centro-sur de Colombia. De
acuerdo con Lippi (2004), los hablantes del proto-barbacoano meridional
se expandieron, primero, hacia el sur por la sierra, desde Colombia hasta
Ecuador, y más tarde, de la sierra ecuatoriana al piedemonte occidental de
los Andes, en tanto que los proto-barbacoanos septentrionales lo hicieron,
primero, hacia la costa del Pacífico colombiano, para proseguir al sur hacia
el litoral del Ecuador (p. 263-67).

Si traducimos esta propuesta a la distribución lingüística mencionada en
párrafos anteriores, las lenguas barbacoanas septentrionales abarcarían el
pasto, el barbacoa y el awapit, habladas en el sur de Colombia y el norte
de Ecuador; la lengua hablada por los históricos niguas; y posiblemente
las lenguas de los campaces y los chonos. De estas, la única lengua que
subsiste hasta hoy es el awapit, también conocido como coaiquer, hablado
en el departamento colombiano de Nariño y las provincias ecuatorianas de
Carchi, Imbabura y Esmeraldas. La rama meridional, por su parte, estaría
representada por la lengua caranqui y la panzaleo, ambas en la Sierra; por la
lengua de los yumbos y los “colorados” de Sigchos, Angamarca, Tomavela,
Cansacoto y Santo Domingo, en el piedemonte occidental; y por aquellas
de los históricos malabas y los actuales chachis, ambos en la provincia
de Esmeraldas pero de origen serrano según el testimonio de la historia
(Stevenson, 1829; DeBoer, 1995).

De las lenguas barbacoanas de la rama meridional sobreviven a la fecha
solo el tsa’fiki, la lengua de los actuales tsa’chilas9 –antes agrupados bajo

9. Esta afirmación, sin embargo, no toma en cuenta la etnogénesis sugerida
para este grupo por Salomon, que hemos recogido y explorado en otro lugar y que tendría

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la denominación genérica de “colorados”– y el cha’palaa, la lengua de
los chachis –conocidos hasta hace poco con el exónimo de cayapas10–.
Actualmente los hablantes del tsa’fiki se encuentran repartidos en siete
comunas en las cercanías de la capital provincial de Santo Domingo de
los Colorados, en un número aproximado de 2400, con un alto nivel de
bilingüismo, sobre todo entre los jóvenes (Gómez Rendón, 2009). Los
hablantes del cha’palaa, por su parte, habitan en la parte occidental de la
provincia de Esmeraldas, a lo largo de las cuencas de los ríos Cayapas,
Canandé y sus afluentes (Fabre, 2014), en un número que oscila alrededor
de 7000 hablantes. Organizados en nacionalidades reconocidas por el Estado
ecuatoriano, tsa’chilas y chachis se encuentran hoy en día fuera de la esfera
de influencia de la lengua indígena mayoritaria, el quechua ecuatoriano,
conocido mejor a nivel nacional como kichwa. Esta situación significa que
el intenso contacto cultural y lingüístico que desembocó en la presencia de
préstamos quechuas en el léxico de ambas lenguas barbacoanas no puede
ser contemporáneo, ni siquiera si tomamos en cuenta el encogimiento de sus
territorios tradicionales por el avance de la frontera colonizadora. Es preciso,
por lo tanto, postular un contacto histórico, el cual no puede entenderse sin
conocer el avance del quechua en los Andes equinocciales.

2.2. Expansión del quechua en los Andes equinocciales

La familia de lenguas barbacoanas tuvo una amplia distribución en los
Andes equinocciales antes de la presencia inca. En estas circunstancias, un
contacto con variedades del quechua se hizo inevitable. Estas variedades,
sin embargo, no eran originarias de los Andes septentrionales. La presencia
del quechua en el Ecuador sigue siendo materia de debate entre lingüistas y
etnohistoriadores. De las varias tesis propuestas, aquella de la difusión desde

como corolario, en el plano lingüístico, el hecho de que el tsa’fiki hablado actualmente
sería el producto de varios dialectos barbacoanos meridionales (Gómez Rendón, 2015).

10. Adicionalmente, ambas lenguas son las más estrechamente emparentadas de
las lenguas barbacoanas vivas. De acuerdo con estudios glotocronológicos, su separación
pudo haber ocurrido alrededor de 740 d. C. (Lippi, 2004, p. 259).

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la costa centro-sur peruana es aceptada por la mayoría de investigadores. De
acuerdo con Torero, la expansión del quechua a los Andes septentrionales se
inició hacia el siglo XIII, siendo su principal razón el comercio boyante de
formaciones imperiales de la costa centro-sur peruana, en particular el reino
Chincha (Torero, 1974, 2002). No obstante, desde la primera publicación
de los trabajos de Torero han aparecido varios aportes que ponen en tela
de duda no solo los mecanismos sociopolíticos detrás de la expansión del
quechua sino también la vía que siguió dicha expansión.

Rojas (1988), por ejemplo, sostiene que el comercio no es un factor
determinante para la expansión de una lengua y el desplazamiento lingüístico
de otra, aunque sí lo es para la formación de transferencias lingüísticas
(p. 59-61). Según este autor, así como el comercio no es razón suficiente
para explicar la introducción del quechua en los Andes del norte, tampoco
lo es la invasión militar efectuada por los Incas en la segunda mitad del
siglo XV. En su lugar, sostiene Rojas, la expansión inicial del quechua
obedeció a los intereses religiosos de los reinos de Pachacamac y Chincha
en la costa central peruana; más tarde, el quechua fue utilizado por los incas
como lengua general en pos de una comunicación más fluida con el resto del
imperio (p. 93).

Por su parte, Hocquenghem ha cuestionado recientemente la propuesta de
Torero al asegurar que la región de Chincha no era quechua hablante al
momento de iniciarse su expansión y que tampoco las sociedades preincas de
la costa ecuatoriana adoptaron en grado alguno el quechua (Hocquenghem,
2011). Más todavía, por las particulares características de navegación
asociadas con el régimen de los vientos, no es posible imaginarse una vía
de comunicación marítima de ida y vuelta entre la zona de Puerto Viejo
(actual Manabí) y Chincha en la costa peruana, como cree Torero. En su
lugar, sostiene Hocquenghem, “los datos arqueológicos atestiguan que los
productos exóticos de alto valor de intercambio circulaban entre los Andes
septentrionales y centrales por la vía terrestre desde el Período Precerámico”,
de manera que lo más probable es que “fueron los incas quienes implantaron
durante el Horizonte Tardío, por vías terrestres, una hasta Tumbes en la

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Costa y otra hasta el norte de Quito en la Sierra, el quechua en los Andes
septentrionales” (Hocquenghem, 2011, p. 14, 19).

Aun si descartamos las propuestas de expansión del quechua formuladas por
Rojas y Hocquenghem, sus objeciones a la hipótesis de Torero merecen ser
tomadas en cuenta. Por un lado, está claro que de haber sido la vía marítima
el acceso primero del quechua hacia la zona de los Andes septentrionales,
debería quedar rastro de su presencia, si no en los registros etnohistóricos,
al menos en la toponimia preinca de la costa, la cual, por el contrario,
apunta más bien a una presencia generalizada de lenguas barbacoanas desde
Esmeraldas hasta El Oro. En cambio, la temprana quechuización de la zona
austral serrana del Ecuador, tal como se refleja, entre otras cosas, en su
onomástica, puede considerarse evidencia de la penetración del quechua por
vía terrestre (Gómez Rendón, 2016).

Como fuera, está claro que el quechua estuvo presente en los Andes
septentrionales ya en la segunda mitad del siglo XV. Desde entonces, su
historia fue de intensos contactos con las lenguas prequechuas de la región,
contactos que condujeron al desplazamiento de todas ellas en los valles
interandinos en los siglos posteriores, a través de mecanismos asociados con
la ocupación militar y las poblaciones mitimaes durante el incario (Llorandi
y Rodríguez, 2003), y con la evangelización e incluso la etnogénesis durante
la época colonial (Mannheim, 1991; Salomon, 1997).

Un balance de lo dicho hasta aquí sugiere que el escenario del contacto
entre el tsa’fiki y el cha’palaa con el quechua, cuyos efectos lingüísticos
analizamos en la siguiente sección, no pudo darse antes del siglo XV, al
menos no de manera intensa y prolongada como atestiguan dichos efectos, y
que la modalidad y duración de dicho contacto fue diferente en cada caso. Por
un lado, si acogemos la propuesta de Salomon sobre la etnogénesis tsa’chila
que se produjo a lo largo del siglo XVIII, en la cual habrían participado
grupos “colorados” del piedemonte occidental y las cuencas hidrográficas
del Guayas y el Esmeraldas con sus respectivos dialectos barbacoanos
(Salomon, 1997: 13), lo más lógico es postular que el contacto entre la
koiné barbacoana resultante –el tsa’fiki actual– y el quechua serrano fue de

69

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

data colonial tardía. A su vez, este contacto se dio unas veces en el marco
del intercambio comercial con grupos quechuizados de la Sierra, otras veces
en el contexto de la ocupación de territorios serranos dentro del sistema de
explotación microvertical. Por otro lado, si aceptamos el origen de los chachis
en la sierra norte del Ecuador (DeBoer, 1995), podemos postular que su
contacto con el quechua no pudo ser anterior al siglo XV, pues se requiere más
tiempo que los escasos sesenta años de presencia inca en la sierra norte para
explicar la penetración del quechua en el léxico y la gramática del cha’palaa,
lo que obliga a extender el contacto entre el cha’palaa y el quechua a la época
colonial temprana, incluyendo todo el siglo XVI. Este contacto temprano, sin
embargo, no descarta contactos periódicos por aprovisionamiento de artículos
como la sal o por peregrinaciones a sus antiguos centros ceremoniales serranos,
sobre todo en Ibarra, como sugiere la tradición oral chachi (Robalino, 2009,
p.198)11. Todas estas hipótesis pueden ser puestas a prueba a través del estudio
léxico-estadístico, morfo-fonológico y semántico de los datos lingüísticos,
porque mientras el número de préstamos y su adaptación morfo-fonológica
son índices para evaluar la antigüedad e intensidad del contacto, su semántica
revela las necesidades sociosemióticas creadas por los hablantes y el tipo de
interacciones en las que participaron.

3. Descripción metodológica: fuentes, levantamiento y procesamiento
de datos

El presente estudio se basó en materiales bibliográficos publicados en forma
de diccionarios, glosarios y listas de palabras del tsa’fiki y el cha’palaa. A
partir de dichos materiales se formó un corpus de préstamos quechuas para
cada lengua. Los préstamos fueron transcritos fonéticamente a fin de analizar
los procesos de adaptación fonológica a la lengua receptora y visualizar

11. Las peregrinaciones precolombinas y coloniales en la costa del Pacífico
colombo-ecuatoriano tienen una larga historia que se remonta al centro ceremonial de La
Tolita. En el caso específico de los chachis, Pueblo Viejo y Punta Venado fueron destinos
muy frecuentados durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX (DeBoer, 1995,
p. 243-44).

70

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

mejor su origen. Con miras a obtener datos que permitan una comparación
interlingüística sistemática, se decidió utilizar la lista de significados del
proyecto International Dictionary Series (IDS), que comprende 1310
conceptos agrupados en campos semánticos12. Dos bases de datos preparadas
para el tsa’fiki y el cha’palaa en el marco del proyecto IDS fueron utilizadas
como vocabularios de control13. Durante el levantamiento de los datos se
añadieron a la lista varios conceptos correspondientes en su mayoría a
vocablos del ecosistema y la cultura material que aparecían en fuentes
principales y secundarias.

Para el tsa’fiki, la fuente de consulta más importante fue el diccionario de
Moore (1966). Se utilizaron también los vocabularios de Schumacher y Seler
(1885), Seler (1902), Beuchat y Rivet (1907) y von Buchwald (1908). Para
el cha’palaa, las fuentes principales fueron el diccionario de Lindskoog y
Lindskoog (1964) y el de Añapa y Robalino (2009). Se utilizaron igualmente
los vocabularios de Vittadello (1988), Seler (1902) y Beuchat y Rivet
(1907)14. El Léxico Etnolectológico del Quechua Andino (Torres, 2002) y
el Shimiyuk Kamu Kichwa-Español (Chimbo, Ullauri y Shiguango, 2007)
sirvieron como fuentes de consulta para establecer la procedencia quechua
de los préstamos en ambas lenguas barbacoanas.

12. Los campos semánticos son los siguientes: mundo físico, parentesco,
animales, cuerpo humano, comida y bebida, vestimenta y adorno, vivienda, agricultura y
vegetación, acciones básicas y tecnología, movimiento, posesión, relaciones espaciales,
cantidad, tiempo, percepción sensorial, emociones y valores, cognición, habla y lenguaje,
relaciones sociales y políticas, guerra y cacería, leyes, religión y creencias (Key y Comrie,
2015). El portal del proyecto (http://ids.clld.org/) contiene una descripción detallada de
su concepción, metodología, colaboradores y lenguas participantes.

13. La base de datos del tsa’fiki (Colorado) fue recogida por Bruce Moore
mientras la del cha’palaa (Cayapa) fue preparada por Neil y Ruth Wiebe con asesoría de
Raúl Añapa y Santiago Añapa. Las dos bases de datos siguen una transcripción fonética
y pueden ser recuperadas en el portal señalado en la nota anterior.

14. Con excepción de las fuentes principales (Moore, 1966; Lindskoog y
Lindskoog, 1964; Añapa y Robalino, 2009), los vocabularios y listas de palabras del
tsa’fiki y el cha’palaa fueron compilados en un solo corpus de fácil manejo a través del
programa de visualización lexicográfica Lexique Pro.

71

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

En el análisis de los préstamos léxicos se procedió en seis etapas. En primer
lugar, se obtuvo para cada lengua el número y porcentaje de préstamos
quechuas del total de vocablos correspondientes a los conceptos del IDS y
aquellos añadidos en la exploración de las fuentes. Se procedió a consolidar
los préstamos de ambas lenguas considerando solo aquellos que no se
repiten (types). Se obtuvo así un número y un porcentaje de préstamos
léxicos quechuas para la rama barbacoana meridional. El tercer paso fue
clasificar los préstamos según la clase léxica a la que pertenecen. El cuarto
paso consistió en agrupar los préstamos según si eran monolingües indivisos
–vocablos morfológicamente no segmentables– o compuestos bilingües
(híbridos) –vocablos morfológicamente segmentables, con un componente
proveniente de una lengua barbacoana y otro del quechua.– Este paso
permitió comprender no solo la adaptación morfológica del préstamo
quechua al sistema de la lengua barbacoana receptora sino también perfilar
procesos de gramaticalización, como veremos en el siguiente apartado. El
quinto paso fue establecer la contribución de préstamos de acuerdo con los
veintidós campos semánticos, primero para cada lengua, luego para la rama
barbacoana meridional. El sexto y último paso fue comparar la contribución
de los préstamos quechuas según campos semánticos entre ambas lenguas.
Las siguientes secciones presentan los resultados obtenidos en cada fase de
análisis de los préstamos siguiendo el orden descrito.

4. Léxico-estadística de los préstamos quechuas en las lenguas
barbacoanas meridionales

Luego de analizar un corpus de tres mil vocablos del tsa’fiki, Mix y Aguavil
(1992) concluyen que la presencia del quechua en esta lengua es ínfima
–sin llegar siquiera al uno por ciento– y que se encuentra exclusivamente
en el sistema numeral (p. 79). Evaluados los resultados de nuestro corpus,
estamos en condiciones de afirmar que dicha conclusión es incorrecta. Los
préstamos en tsa’fiki alcanzan en términos absolutos 122 instancias (tokens),
lo que representa el 9.3% de la lista de significados del IDS. Más todavía,
el quechua está presente en veintiuno de los veintidós campos semánticos
del IDS, y no tan solo en los números. El caso del cha’palaa no es menos

72

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

significativo. En esta lengua se encontraron 116 préstamos del quechua, lo
que equivale a 8.9% de la lista de significados del IDS, representados en
veinte de los veintidós campos semánticos.

Lo interesante es que solo treinta préstamos quechuas son comunes al
tsa’fiki y al cha’palaa, lo cual nos deja con 208 vocablos de origen quechua
en ambas lenguas. Esto tiene dos implicaciones importantes. La más
inmediata es que el léxico barbacoano meridional tiene una contribución no
despreciable de 16% de préstamos quechuas, lo que apunta con certeza a un
contacto intenso y prolongado entre ambas lenguas, el cual pudo expresarse
en elevados niveles de bilingüismo, como ocurrió con el tsa’fiki y el quechua
según lo demuestra Salomon (1997, p. 108). Pero al mismo tiempo, el hecho
significativo de que apenas un 7.8% de los préstamos son comunes a las dos
lenguas indica con claridad que los procesos y situaciones de contacto fueron
diferentes en cada caso, cosa que confirmaremos al momento de analizar los
préstamos por campos semánticos.

El análisis de los préstamos quechuas en relación con las clases léxicas
muestra que los sustantivos son la clase más numerosa y representan 10.3%
de todos los vocablos del IDS y las dos terceras partes (66%) del conjunto
de préstamos quechuas en el léxico barbacoano meridional. Aunque mucho
menos frecuentes que los sustantivos dentro de la lista IDS (2.8%), los
verbos son la segunda clase más importante (18.8%). El resto de categorías
tienen una contribución mucho menor en términos absolutos y relativos,
como se observa en la Tabla 1. Aun así, la presencia de numerales quechuas
es importante si la comparamos con la de los adjetivos y los adverbios.
Es interesante que la fuente principal del tsa’fiki (Moore, 1966) contenga
préstamos castellanos para los numerales ‘siete’, ‘ocho’ y ‘nueve’ mientras
que fuentes más antiguas señalan que todos los numerales a partir del cinco
son préstamos quechuas (véase, por ejemplo, von Buchwald, 1908, p. 82).

Desde el punto de vista de la adaptación de los préstamos quechuas a las dos
lenguas receptoras, resulta provechoso ir más allá de su clasificación léxica
y considerar una tipología morfológica que comprende dos grandes clases:

73

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

Clase léxica

Sustantivos
Verbos
Numerales
Adjetivos
Adverbios
Interjecciones

Total

Cantidad

138
37
19
10
3
1

208

Porcentaje absoluto
(x/IDS)

10.6%
2.8%
1.5%
0.8%
0.2%
0.1%

16%

Porcentaje relativo
(x/préstamos)

66.3%
17.8%
9.1%
4.8%
1.4%
0.5%

100%

Tabla 1. Préstamos quechuas por clase léxica

la primera es aquella de préstamos no segmentables que han sido adaptados
fonológicamente a los respectivos sistemas del tsa’fiki y el cha’palaa,
participando en los procesos morfosintácticos correspondientes a su clase
léxica; la segunda clase incluye préstamos segmentables, esto es, formas
nativas o híbridas que son producto de procesos de composición y que en
algunos casos sugieren diferentes etapas de gramaticalización. La Tabla 2
contiene ejemplos de la primera clase, préstamos no segmentables morfo-
fonológicamente adaptados:

Tabla 2. Préstamos quechuas no segmentables

Tsa’fiki

Forma
simple

['poyo]
‘nube’
[Φu'kuna]
‘cerbatana’
[soh'ta]
‘seis’
[hã'pe]
‘remedio’
[puh'tsu]
‘sobras’
['tamo]
‘pared’

Forma derivada

---

---

[soh'taka]
‘seis’ (DEF.)
[hã'peno]
‘curar’
[puh'tsuno]
‘sobrar’
['tamolãn]
‘puerta’

Quechua

['puyu]
‘nube’
[pu'kuna]
‘cerbatana’
['sukta]
‘seis’
['hampi]
‘remedio, veneno’
['puču]
‘residuo’
['tampu]
‘posada, albergue’

Cha’palaa

Forma
simple

['ki:ka]
‘papel’
[hembi]
‘nicotina’
['uhča]
‘pecado, falta’
[lah'ki]
‘pena’, ‘dolor’
[ru'ku]
‘viejo’
---

Forma derivada

---

---

['uhča'la-nu]
‘pecar’
['lyakĩ 'ba-nu]
‘lamentar’
[ru'ku-nu]
‘envejecer’
['mučãgenu]
‘besar’

Quechua

['kiλka-]
‘escribir’
['hanpi]
‘remedio, veneno’
['huča]
‘falta’, ‘pecado’
['λaki]
‘pena, dolor’
['ruku]
‘viejo’
['mucha-]
‘besar’

74

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

Los ejemplos anteriores muestran varios procesos fonológicos, morfológicos
y semánticos que merecen ser comentados. Aunque por razones de espacio
no analizamos aquí con todo el detalle las particularidades de la adaptación
fonológica y morfológica de los préstamos quechuas a las lenguas
barbacoanas, podemos notar en los préstamos de la Tabla 2 varias de ellas.
En lo fonológico se observa, sobre todo en tsa’fiki y en concordancia con

Tabla 2. Préstamos quechuas no segmentables

Tsa’fiki

Forma
simple

['poyo]
‘nube’
[Φu'k na]
‘cerbatana’
[soh'ta]
‘seis’
[hã'pe]
‘remedio’
[puh'tsu]
‘sobras’
['tamo]
‘pared’

Forma derivada

---

---

[soh'taka]
‘seis’ (DEF.)
[hã'peno]
‘curar’
[puh'tsuno]
‘sobrar’
['tamolãn]
‘puerta’

Quechua

['puyu]
‘nube’
[pu'kuna]
‘cerbatana’
['sukta]
‘seis’
['hampi]
‘remedio, veneno’
['puču]
‘residuo’
['tampu]
‘posada, albergue’

Cha’palaa

Forma
simple

['ki:ka]
‘papel’
[hembi]
‘nicotina’
['uhča]
‘pecado, falta’
[lah'ki]
‘pena’, ‘dolor’
[ru'ku]
‘viejo’
---

Forma derivada

---

---

['uhča'la-nu]
‘pecar’
['lyakĩ 'ba-nu]
‘lamentar’
[ru'ku-nu]
‘envejecer’
['mučãgenu]
‘besar’

Quechua

['kiλka-]
‘escribir’
['hanpi]
‘remedio, veneno’
['huča]
‘falta’, ‘pecado’
['λaki]
‘pena, dolor’
['ruku]
‘viejo’
['mucha-]
‘besar’

75

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

su sistema vocálico pentavalente, la centralización de las vocales cerradas
anterior y posterior, dando como resultado el reemplazo de los segmentos
vocálicos [i] y [u] por [e] y [o], como en [hã’pe] ‘remedio’ y [‘poyo]
‘nube’, del quechua [‘hanpi] y [‘puyu], respectivamente. Por el contrario,
en cha’palaa se observa con cierta frecuencia la nasalización de segmentos
vocálicos al final de sílaba como en [‘mučãgenu] ‘besar’, de la raíz quechua
[‹muča], o bien, por su canon silábico abierto y la existencia de vocales
largas, la supresión de la consonante implosiva y el alargamiento vocálico del
núcleo silábico tónico, como en [‘ki:ka] ‘papel’, de la raíz quechua [‘ki:ka]
‘escribir’. En las consonantes se evidencia el reemplazo sistemático de la
oclusiva velar [k] por la aspirada glotal [h] en posición implosiva, como en
[soh’ta] ‘seis’, del quechua [‘sukta]; pero también el reemplazo del segmento
africado alveopalatal [č] por el apicoalveolar [ts], fenómeno exclusivo del
tsa’fiki, como en [puh’tsu], del quechua [‘puču] ‘residuo’. Por otra parte,
se constata un avance de la aspirada glotal de inicio de palabra a posición
implosiva, como en cha’palaa [‘uhča], del quechua [‘hucha] ‘pecado’.

La adaptación morfológica de los préstamos quechuas sugiere su plena
integración al sistema y es evidencia de su relativa antigüedad. La presencia
de morfología flexiva es mucho más común en los verbos que en cualquier
otra clase. En tsa’fiki, algunos sustantivos pueden recibir morfemas
clasificadores y entonces ser resemantizados, como ocurre con [‘tamolãn]
‘puerta’, del quechua [‘tampu] ‘posada’, ‘albergue’. Cosa similar sucede
con los numerales, que pueden recibir morfología flexiva para precisar los
objetos a los que se refieren, como en [soh’ta-ka] ‘seis-DEF’. La derivación
verbal a partir de raíces no-verbales quechuas requiere solamente la adición
del infinitivo [-no] en tsa’fiki y [-nu] en cha’palaa. No obstante, en esta
última lengua es más común la presencia de material morfológico adicional.
Compárese al respecto [hã’pe-no] ‘curar’ en tsa’fiki, del quechua [‘hanpi]
‘remedio’, con [‘lyakĩ-’ba-nu] ‘lamentar’ en cha’palaa, de la raíz quechua
[‘lyaki] ‘pena, dolor’. Aunque en el corpus de préstamos es más común la
derivación de verbos a partir de sustantivos o adjetivos, como [ru’ku’nu]
‘envejecer’ en cha’palaa, del quechua [‘ruku] ‘viejo’, también se encuentran
casos inversos, donde se forman sustantivos a partir de verbos, como [‘ki:ka]
‘papel’ en cha’palaa, de la raíz verbal quechua [‘kiλka] ‘escribir’.

76

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

Desde el punto de vista de la transcategorización y resemantización varios
casos resultan notables. El primero involucra al adjetivo cha’palaa [ata›tave],
formado a partir de la interjección quechua [ata›tay], que expresa asco o
desagrado. El segundo proviene del tsa’fiki, donde se utiliza la onomatopeya
[‹khiru] para referirse al sonido hecho al morder, forma directamente
asociada con el quechua [‘kiru] ‘diente’. Más interesantes –y reveladoras
en términos de los diferentes procesos de contacto involucrados– son dos
pares de palabras que han sido tomadas en cada lengua casi con la misma
forma pero con distinto significado. Así, [Φukuna] en tsa’fiki, del quechua
[phukuna], conserva el significado original de ‘cerbatana’, mientras su
correlato [‘puh’kuna] en cha’palaa significa ‘flauta’, objeto distinto aunque
formal y funcionalmente similar. Lo mismo se puede decir de las formas
[hã’pe] en tsa’fiki y [hembi] en cha’palaa, procedentes del quechua [‘hanpi]
‘veneno’, ‘remedio’, significado que se conserva en tsa’fiki y que ha sido
resemantizado en cha’palaa como ‘nicotina’ o ‘tabaco’, indudablemente por
la función de esta planta en prácticas de curanderismo. Es posible asociar en
esta medida contextos de préstamo diferentes para cada caso: uno, la cacería,
otro, las prácticas shamánicas.

La segunda clase morfológica de préstamos son los compuestos, es decir,
aquellos que resultan de la composición de dos elementos léxicos. Esta clase
se puede dividir a su vez en dos: la subclase de los préstamos compuestos
quechuas y la subclase de los préstamos compuestos híbridos, conocidos en la
literatura de contacto como loanblends. El número de préstamos compuestos
quechuas no supera los cinco en ambas lenguas. Como ejemplo de esta
subclase podemos mencionar el numeral [soh’ta tsũ’ka] ‘sesenta’ en tsa’fiki,
formado por el quechua [suxta] ‘seis’ y [čunga] ‘diez’; y el sustantivo [‘kutu-
’tyulya] en cha’palaa, compuesto por las voces quechuas [‘kutu] ‘pescuezo’
y [‘tuλu] ‘hueso’. Mucho más numerosos e interesantes por la combinación
de elementos y la generación de nuevos significados resultan los préstamos
híbridos. En conjunto, estos comprenden más de la tercera parte del corpus
(43%), siendo especialmente frecuentes en cha’palaa (25%). La siguiente
tabla ilustra ejemplos de esta subclase:

77

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

Tabla 3. Préstamos compuestos híbridos

Tsa’fiki

Híbrido

['to'poyo]
Niebla
['tẽka ku'wano]
‘cerbatana’
[tsũ'ka 'mãka]
‘once’
[mi kuwa-no]
‘mostrar’
[ζoh'tõ-koro]
‘lombriz’
[pi'walpa]
‘pato’

Quechua

['poyo]
‘nube’
[ku'wa-]
‘dar.OBJ1’
[tsũ'ka]
‘diez’
[kuwa-]
‘dar.OBJ1’
[kuru]
‘gusano’
['walpa]
‘pollo’

Tsa’fiki

[to]
‘tierra’
['tẽka]
‘corazón, alma’
['mãka]
‘uno’
[mi-]
‘camino’
[ζoh'tõ]
‘suave’
[pi]
‘agua’

Cha’palaa

Híbrido

['mi-'ruku]
‘brujo’
['ta-htu 'ruku]
‘pobre’
['aa-'ruku]
‘gordo’
['panda 'muhnu]
‘tener hambre’
['nin-'baa-ša]
‘infierno’
['man-'batsaζ]
‘cien’

Quechua

['ruku]
‘viejo’
['ruku]
‘viejo’
['ruku]
‘viejo’
['muna-]
‘querer’
[nina]
‘fuego’
['patsak]
‘cien’

Cha’palaa

[mi-nu]
‘saber’
['ta-htu]
‘tener.NEG’
['aa-]
‘grande’
['panda]
‘plátano, comida’
['baaša]
‘lejos’
['main]
‘uno’

78

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

Las formas híbridas presentan diferentes tipos de composición. Las más
comunes en ambas lenguas son los numerales mayores de diez. Son
especialmente productivos los verbos formados por una raíz quechua y un
complemento nominal tsa’fiki o cha’palaa en posición pre-nuclear conforme
el orden básico de palabras (SOV). Las raíces quechuas [kuwa-] ‘dar’ y
[muna] ‘querer’ generan un gran número de verbos según el complemento
que reciben. La primera de ellas, presente solamente en tsa’fiki, corresponde
a una forma verbal morfológicamente compleja en quechua, compuesta por
la raíz [ku-] ‘dar’ y el infijo de objeto de primera persona [-wa-] ‘a mí, para
mí’15. La segunda raíz, [muna-] ‘querer’, ha sido incorporada en tsa’fiki en
dos variantes fonológicas, cada una utilizada en la formación de verbos de
un mismo campo semántico pero con diferentes matices de significado: por
ejemplo, [muna-no] ‘querer’ o [muna-ζi-no] ‘anhelar’, y [muhke-no] ‘desear’.
Por el contrario, la misma raíz en cha’palaa solo tiene el alomorfo [muh-],
el cual, no obstante, entra en la formación de expresiones desiderativas y
presenta un grado de gramaticalización que no se encuentra en tsa’fiki, como
ocurre con los verbos [muhkeenu] ‘mirar con deseo’ o [muhpanu] ‘hablar
con deseo’.

Igual de productiva que las formas verbales señaladas y en un grado
incipiente de gramaticalización encontramos en cha’palaa la raíz quechua
[‘ruku] ‘viejo’, que entra en la composición de catorce vocablos híbridos,
aunque no siempre con el mismo significado que en la lengua original.
De hecho, ruku puede referirse unas veces a un ser humano, otras a una
persona de sexo masculino, otras a un animal macho. El mismo vocablo
puede, además, verbalizarse mediante la simple adición del infinitivo [-nu],
produciendo el significado de ‘envejecer’ (cf. supra).

15. La incorporación de esta forma como un préstamo congelado (frozen
borrowing
) resulta interesante al haber sido documentada en un caso de contacto intenso
y prolongado entre el castellano y el quechua serrano ecuatoriano de Imbabura, contacto
que desembocó en una variedad mixta conocida como “media lengua” (Gómez Rendón,
2005, 2008).

79

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

El análisis precedente muestra con claridad un aspecto importante del
proceso de préstamo en las lenguas barbacoanas meridionales. Y es que por
su carácter tipológico aglutinante, que deriva numerosos lexemas a partir
de unas cuantas formas básicas16, las lenguas barbacoanas meridionales han
optado por una economía particular del préstamo según la cual prestan un
vocablo y construyen formas derivadas a partir de él, en lugar de prestar
muchos vocablos para cada significado. Esta práctica ha redundado en la
eficiencia del sistema pero también en la proliferación de formas “básicas”
que entran en la composición de múltiples préstamos híbridos.

En general, los procesos de adaptación morfo-fonológica, composición,
derivación, flexión, congelamiento e incluso gramaticalización expuestos en
este acápite son prueba fehaciente de la antigüedad de los préstamos quechuas
en las lenguas barbacoanas meridionales y de su origen en situaciones de
contacto intenso y prolongado. Pero además, los préstamos quechuas son
indicio del tipo de necesidades comunicativas que pretendieron cubrir en su
momento.

5. Clasificación de los préstamos quechuas por campos semánticos

Mientras el préstamo lingüístico entendido como palabra (loanword)
permite reconocer en su fonología y morfología la adaptación que ha
sufrido para acoplarse al sistema de la lengua receptora e indica la
antigüedad relativa con relación a otros que no han pasado dicho proceso, el
préstamo lingüístico entendido como parte de una praxis de comunicación
intercultural (borrowing) permite conocer la estructura socio-semiótica
de dicha comunicación y los contextos sociales específicos del contacto.
La sociosemiótica del contacto intercultural se refleja, por lo tanto, en los
campos semánticos en que se aglutinan los préstamos. Para el caso que nos
ocupa, utilizamos la tipología de campos semánticos del proyecto IDS, que

16. Dickinson ha demostrado, por ejemplo, que la mayoría de predicados en
tsa’fiki se forma a través de un verbo genérico que se flexiona, un co-verbo que no lo
hace, y una pequeña clase de alrededor de treinta y tres verbos (Dickinson, 2002, p. IV).

80

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

comprende un total de veintidós campos semánticos, a los cuales añadimos
elementos del ecosistema, la cultura material y las prácticas sociales
particulares de la situación de contacto analizada.

Como hemos dicho, veinte y veintiuno de los veintidós campos semánticos
del IDS están representados en el corpus de préstamos del tsa’fiki y el
cha’palaa, respectivamente. Del conjunto de préstamos en ambas lenguas
barbacoanas meridionales, los diez campos semánticos mejor representados
comprenden más de las tres cuartas partes de todo el corpus (77%). Las
tablas que siguen recogen la contribución de cada uno de los diez campos
semánticos al corpus total de préstamos quechuas del léxico barbacoano
meridional (Tabla 4) así como su contribución a los corpus de cada lengua
(Tabla 5).

Campo semántico

Animales
Cantidad y número
El cuerpo humano
El mundo físico
Comida y bebida, cocina y utensilios
Emociones y valores
Parentesco, sexo, edad
Vivienda y enseres
Vestimenta y adorno
Posesión, propiedad y comercio

Subtotal

(otros campos)

Total

Porcentaje

19.7%
10.0%
8.7%
7.7%
7.7%
6.2%
4.8%
4.8%
3.8%
3.8%

77%

23%

100%

Tabla 4. Préstamos quechuas en el léxico barbacoano
meridional por campos semánticos

81

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

Los animales forman el campo semántico más frecuente en ambas lenguas.
Los vegetales, por el contrario, muestran apenas tres préstamos quechuas17.
Dos factores de peso explicarían en buena medida esta desproporción.
Una cuarta parte de los préstamos del campo semántico de los animales
corresponde a híbridos que contienen el elemento quechua [pičku] ‘ave’. Se
repiten también en compuestos híbridos las formas [walpa] ‘pollo’ y [wagra]
‘ganado vacuno’ tanto en tsa’fiki como en cha’palaa. No obstante, aun si
excluimos estas repeticiones, los animales siguen siendo el campo semántico
más frecuente. Otro factor a considerar es que un estudio fitonímico en
ambas lenguas arrojaría más instancias de préstamos de origen quechua para

17. En realidad la vegetación forma un campo junto con la agricultura, sumando
ambos apenas 2.1% de todo el corpus de préstamos quechuas. La escasez de préstamos
relativos a la agricultura se explica bien porque tradicionalmente esta no fue la principal
actividad de subsistencia de tsa’chilas y chachis, los cuales, gracias a las bondades de su
ecosistema, se mantuvieron como cazadores-recolectores hasta hace poco más de medio
siglo.

Campo semántico

Animales
Cantidad y número
El cuerpo humano
El mundo físico
Comida, bebida, cocina, utensilios
Emociones y valores
Parentesco, sexo, edad
Vivienda y enseres
Vestimenta y adorno
Posesión, propiedad y comercio

Tsa’fiki

19.7%
16.4%

5.7%
12.3%
3.0%
8.2%
3.0%
5.0%
2.0%
4.0%

Cha’palaa

24.1%
6.3%

10.3%
0.8%

12.1%
5.2%
6.0%
3.4%
4.3%
3.4%

Tabla 5. Préstamos quechuas por campos semánticos
según lengua

82

Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

el campo semántico de las plantas18. Hechas estas observaciones, podemos
afirmar en general que la fuerte presencia de préstamos para referirse a
especies animales responde a una realidad sociosemiótica específica: la
adopción de un sistema clasificatorio que distingue la avifauna silvestre
(x-pishku) y la doméstica (x-walpa), introducida junto con el ganado vacuno
y porcino en las primeras décadas de la conquista. Por lo demás, nótese que
el cha’palaa es la lengua que más préstamos muestra en este campo (24%),
la mayoría de los cuales son formas híbridas compuestas por los sustantivos
quechuas [pičku], [walpa] y [wagra].

Complemento del anterior es el campo semántico del mundo físico. En este
caso llama la atención la marcada disparidad entre ambas lenguas. En efecto,
mientras el tsa’fiki tiene 12.3% de préstamos quechuas en esta categoría,
el cha’palaa no alcanza siquiera un punto porcentual19. Nos preguntamos
si existe una explicación para esta diferencia y creemos encontrarla en el
mismo tipo de proceso referido en el párrafo anterior, esto es, en la existencia
de formas básicas que entran en la composición de préstamos híbridos
(loanblends). En efecto, un examen detenido de los préstamos quechuas en
el campo del mundo físico sugiere la existencia en tsa’fiki de dos raíces que
se repiten con distintos significados y entran en la formación de préstamos
híbridos. La primera raíz [po’yo] proviene del quechua [‘puyu] ‘nube’, y a
más de este significado tiene los de ‘neblina’, ‘vapor’, ‘niebla’ y ‘humo’.
La segunda raíz es [nĩ], forma apocopada del quechua [nina] ‘fuego’, que
entra en la composición de distintos sustantivos y verbos, como ‘cenizas’,
‘brazas’, ‘carbón’, ‘quemar’, ‘arder’, ‘encender’, entre otros. Ninguna de
estas raíces está presente en cha’palaa. Esto significa que la brecha entre

18. Aun así, es más probable por las condiciones del bosque tropical húmedo
y el profundo conocimiento de la medicina natural de los shamanes tsa’chilas y chachis,
que haya sido más bien el quechua serrano el que tomara fitónimos de sus lenguas. Así
lo hemos demostrado, en pequeña parte, a propósito de los préstamos no-castellanos
presentes en el quechua de Imbabura (Gómez Rendón y Adelaar, 2009).

19. Se puede observar una brecha similar, aunque no tan ostensible, en dos
campos semánticos más, los de “cantidad y numeración” y “comida, bebida, cocina y
utensilios”, resaltados en negrilla en la Tabla 5.

83

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

ambas lenguas con respecto a este campo ha de explicarse por razones más
morfológicas que semánticas.

El campo de las emociones y valores exige, a diferencia del anterior,
una explicación semántica y morfológica a la vez. Comprende dieciséis
préstamos, los cuales, sin excepción, se remiten a dos raíces verbales
quechuas [mu’na-] ‘querer’ y [‘λaki] ‘estar triste’ (cf. supra). Sin embargo,
a diferencia del campo anterior, aquí ambas raíces están presentes en las
dos lenguas. Desde una perspectiva sociosemiótica la motivación para que
los hablantes de una lengua presten de otra un verbo volitivo puede hallarse
en relaciones de intercambio donde los involucrados necesitan marcar
claramente sus intenciones. Esta explicación se ajusta en buena medida
a la actividad comercial llevada adelante por varios grupos “colorados”
con las tierras altoandinas, aunque es posible que en el caso del cha’palaa
haya razones adicionales que deban ser tomadas en cuenta, como distintos
tipos de relaciones dentro de una convivencia cotidiana sostenida. La
incorporación de préstamos asociados con fenómenos psicológicos como
el sufrimiento o la tristeza resulta más difícil de justificar en términos no
impresionistas o etnocéntricos, aunque es posible imaginar un escenario
donde la motivación sociosemiótica de las relaciones interpersonales esté
modelada por la necesidad de crear empatía con el interlocutor para afianzar
lealtades y solidaridades. En este caso, el término [‘λaki] se presta muy bien
al propósito, porque además tiene un amplio rango de sentidos en la lengua
donante que facilitan su uso en la comunicación intercultural.

En el campo de parentesco, sexo y edad ocurre una nueva disparidad. En él
encontramos que la raíz quechua [‘ruku] ‘viejo’ aparece solo en cha’palaa
y se repite en compuestos híbridos como [‘yaζ ‘ruku] ‘esposo’ o [‘bi’yuda
‘ruku] ‘viudo’. El tsa’fiki, por su parte, tiene en este campo el lexema [‘tahta],
de origen etimológico castellano pero introducido a través del quechua con
el mismo sentido de ruku, esto es, ‘persona mayor de respeto’, por lo que
se encuentra en préstamos simples como [‘tahta] ‘abuelo’ y compuestos
como [mah’tu tah’tala] ‘antepasados’. Aunque la recursividad del préstamo
quechua en cha’palaa es mucho mayor que su correspondiente en tsa’fiki,
es notable que cada lengua haya tomado como préstamo un lexema de

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Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

etimología distinta pero semánticamente equivalente, lo cual habla en
favor del papel cumplido por el aspecto generacional y ritual del contacto:
unas veces asociado con las redes shamánicas, donde la figura del yachak
quechua es, ante todo, la de un ruku respetable; otras veces, a través de la
evangelización, donde la figura del sacerdote cumple un papel equivalente.
Si tomamos en cuenta el número absoluto de préstamos, el campo de
categoría y número es el segundo mejor representado en el corpus. La
explicación está en la recursividad de los números básicos para la formación
de aquellos mayores de diez, proceso que obedece al hecho señalado por
Seler (1902) y von Buchwald (1908) de que el sistema pentavalente de
las lenguas barbacoanas meridionales se convirtió en un sistema decimal.
Sin embargo, la brecha de diez puntos porcentuales entre el tsa’fiki y el
cha’palaa en los préstamos de este campo semántico se explica por la total
quechuización del sistema numérico tsa’chila a partir de seis, mientras que
en cha’palaa se han incorporado solamente los numerales quechuas [čunga]
‘diez’ y [patsa] ‘cien’, con el primero de ellos en la formación de decenas
junto con elementos nativos. La función sociosemiótica inherente a la
quechuización del sistema numérico tsa’fiki provino muy probablemente de
prácticas comerciales bien documentadas en el registro etnohistórico dentro
del intercambio de productos de diferentes nichos ecológicos20.

La importancia del comercio según las fuentes etnohistóricas se ve opacada,
sin embargo, cuando inspeccionamos el campo semántico correspondiente,
en el cual encontramos un número reducidísimo de préstamos quechuas.
Esto puede deberse a que este campo incluye un número pequeño de
significados directamente relacionados con el comercio –de hecho, uno
sólo específicamente asociado con el ‘trueque’– siendo la mayoría otros
que tienen que ver con conceptos más generales de posesión y propiedad.
Paralelamente, un análisis cualitativo de los préstamos arroja resultados
reveladores. Encontramos, por ejemplo, la forma [kuwa-], proveniente de la
fusión de la raíz verbal quechua [ku-] y el infijo de objeto de primera persona

20. Al respecto véase, entre otros, Carranza, 1569 [1994], p. 67s; Rodríguez
Docampo, 1650 [1992], p. 321; Alcedo y Herrera, 1741, p. 70-71; Astorga, 1741 [1948],
p. 244, tomo 1).

85

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

[-wa-] ‘a mí, para mí’. Esta base sirve para la construcción de cuatro formas
derivadas que se vinculan estrechamente con actividades de intercambio:
[mã-ku’wa] ‘devolver’, [ku’wapo] ‘entregar’, [‘ehpe ku’wa] ‘regalar’ y [ne’lo
ku’wa] ‘fiar’. Desde una perspectiva sociosemiótica anclada en la práctica
del intercambio, es revelador que el tsa’fiki haya prestado del quechua una
forma verbal compleja que indica al sujeto hablante como beneficiario de la
acción de dar. Curiosamente, ninguno de estos préstamos está documentado
en cha’palaa, excepto la forma básica [ku-nu] ‘dar’. Consideramos que
el cotejo de estos resultados con la evidencia del registro etnohistórico
confirma el intercambio comercial como la situación de contacto que originó
la restructuración del sistema numérico tsa’chila, proceso que parece no
haber concluido en cha’palaa.

El tercer campo semántico con más préstamos, aquel del cuerpo humano,
sus funciones y condiciones físicas, exige un análisis cualitativo que
permita dimensionar las situaciones de contacto que motivaron el préstamo.
Como en los casos anteriores, se identifican raíces básicas como [kutu]
‘protuberancia’, ‘garganta’ o [hambi] ‘remedio, veneno’, que entran en
la formación de compuestos híbridos. Es notable no solo que haya en
cha’palaa más del doble de préstamos que en tsa’fiki sino que solo en la
primera lengua se encuentren préstamos asociados con partes del cuerpo,
como [‘kutu] ‘cuello’ o [‘kutu-’tyulya] ‘nuca’. Del mismo modo, no deja de
ser interesante la presencia de un número de préstamos que tienen que ver
con enfermedades o disfunciones físicas y fisiológicas que incluyen la gripe,
las erupciones, las llagas, el pus, el bocio y el catarro. Los cuatro primeros
son los síntomas característicos de la viruela, enfermedad especialmente
virulenta entre los tsa’chila y cuyo último brote histórico se halla en el
origen de algunas de las comunas actuales (Canelos Andrade, 2010, p. 27).
Si recordamos que fueron primero las poblaciones serranas (quechuas o
quechuizadas) las que sufrieron la devastación de las pandemias de los siglos
XVI y XVII, es lógico asumir que fue a través del contacto con ellas que los
hablantes de las lenguas barbacoanas meridionales conocieron sus síntomas
y efectos. De este modo, las condiciones higiénicas del contacto funcionan
también como un marco sociosemiótico para comprender los préstamos del

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Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

campo patológico, pero también del terapéutico, pues del quechua provienen
igualmente las palabras para designar el concepto de curación, [hãpe] ‘curar’
en tsa’fiki, y [hambike] ‘curar con brujería’ en cha’palaa21. Añádase a esto las
amplias redes shamánicas tejidas por los tsa’chila con los indígenas serranos
(Ventura i Oller, 2011, p. 216) y se comprenderá nuevamente el papel del
mundo quechua en la enfermedad y la curación. De hecho, la praxis shamánica
también pudo ser la vía que siguieron fitónimos prestados por ambas lenguas y
que estudios etnobotánicos especializados deberán identificar.

Como no podía ser de otra manera, el mundo de la cultura material también
está representado en los préstamos. De hecho, si sumamos las contribuciones
de los campos semánticos de vestimenta y adorno, vivienda y enseres, y
comida, bebida, cocina y utensilios, obtenemos un porcentaje de préstamos
considerable (16.3%). Existe, sin embargo, cierta disparidad entre las
lenguas receptoras, de suerte que el cha’palaa presenta el doble de préstamos
que el tsa’fiki en estos tres campos, y esta diferencia no es explicable en
todos los casos por la frecuencia de uso de formas básicas en la producción
de formas compuestas, como demostramos para otros campos. ¿Nos dicen
algo estos porcentajes sobre las situaciones de contacto particulares de
cada lengua? Una evaluación impresionista sugiere que los hablantes del
cha’palaa tuvieron en algún momento de su historia un contacto más intenso
y prolongado con la sociedad quechuahablante serrana que los tsa’chilas,
cosa que estaría comprobada por el origen serrano que guarda su tradición
oral. Aun así, esta afirmación puede y debe ser matizada con un análisis
cuantitativo de los préstamos, cosa que ensayamos antes de concluir esta
sección.

Los préstamos relacionados con la alimentación y la cocina tienen cuatro
tipos de referentes: 1) utensilios; 2) bebidas; 3) comidas; y 4) sensaciones.
Entre estas últimas se hallan los verbos “tener hambre” y “tener sed”,

21. De hecho, en esta lengua encontramos dos conceptos ‘curar con brujería’ y
‘curar con remedios’, aun cuando es evidente que el vocablo que se refiere a este último,
[mambike], tiene su origen etimológico en la misma forma quechua que dio origen al
primero, de la cual parece haberse diferenciado arbitrariamente solo después.

87

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

formas verbales compuestas por la raíz quechua [muh-] y los lexemas
nativos [panda] ‘comida’ y [pi] ‘agua’, respectivamente. Ambas formas se
encuentran solamente en cha’palaa. Los utensilios, en cambio, aparecen en
los préstamos de ambas lenguas, aunque se refieren a diferentes objetos.
Así, por ejemplo, solamente en tsa’fiki encontramos el préstamo [‘wisila]
‘cuchara’, del quechua [wi’šina], como solo en cha’palaa encontramos el
préstamo [‘šulya] ‘tazón’, en su forma simple o compuesta con otros lexemas
nativos. Asimismo, son únicas del cha’palaa las formas de etimología
quechua [champus] ‘gachas de harina de maíz’ y [waapu] ‘guarapo, tipo
de bebida de caña’, pero también híbridos formados con la raíz no-verbal
quechua [‘miški] ‘dulce, miel’, tales como [‘miškita’pa] ‘panela’ o [‘miški’pi]
‘aguamiel’. También llama la atención que solo el cha’palaa haya prestado las
palabras quechuas [‘papa] y [‘lu’guu] para referirse al tubérculo andino más
importante en los Andes equinocciales y al plato típico más conocido que se
prepara con él, conocido en castellano andino ecuatoriano como ‘locro’, del
quechua [‘lukru]. La etnografía más antigua de los chachis no menciona este
plato, aunque sí señala que las papas “se obtienen de indígenas de la Sierra
que viajan a la Costa para hacer negocio o por otra razón” (Barret, 1994
[1925], p. 97). Esta obra menciona asimismo la colada de maíz y el guarapo
preparado a partir de la caña molida como artículos importantes de la dieta
cotidiana y festiva. No hay en esta etnografía, sin embargo, mención alguna
del préstamo quechua [‘miški’] en ninguna de sus formas compuestas.

El caso de los objetos referidos a la vivienda y los muebles es mucho menos
variado. En realidad, de los diez préstamos registrados, ocho son formas
híbridas compuestas con [ta’mo], del quechua [‘tampu] ‘albergue’, o [nin],
del quechua [‘nina] ‘fuego’, utilizadas para referirse a objetos como la
escalera [tamo-lãn] o el fogón [‘nĩ-Φu]. Aunque Barret proporciona una
detallada descripción arquitectónica de los chachis, no se encuentran en ella
referencia alguna al vocabulario de este aspecto de la cultura material como
tampoco a los objetos o construcciones relacionados con el fuego.

El último pero no el menos importante de los campos de la cultura material
está escasamente representado en nuestro corpus. Se trata de la vestimenta

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Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

y los adornos. Aun así, un análisis semántico de los préstamos sugiere
una tendencia clara: la adopción de elementos de la vestimenta quechua.
Empecemos mencionando a propósito un dato interesante que consigna
Barret en su etnografía de los chachis. En ella afirma que “antiguamente
los hombres llevaban el poncho usado ahora por los indígenas de la Sierra,
pero al emigrar a la Costa y abandonar el frío, se sustituyó por la camisa”
(Barret, 1994 [1925], p. 63). Aunque este autor no menciona el término
utilizado por los chachis para referirse al poncho y este tampoco aparece
en nuestro corpus de préstamos, la mención que hace de la migración y su
relación con la vestimenta anticipa conexiones relevantes. Estas quedan
demostradas en varios préstamos. Uno de ellos es [halli] ‘tela’, del quechua
[halina] ‘rebozo’, usado con el significado original en tsa’fiki, siendo en esta
lengua el único préstamo quechua para este campo. En cha’palaa el mismo
préstamo significa ‘tela’ y ‘falda’ a la vez, como en el compuesto [pihta-halli]
‘falda exterior’. En esta lengua encontramos además [‘čuspa] ‘bolsillo’,
proveniente de la misma forma quechua; [‘čunbilla] ‘tejido en falda de
mujer’, del quechua [‘čumpilyna] ‘faja tejida con hilos de color y motivos
decorativos’; [kutte:pu] ‘collar’, híbrido formado a partir del quechua
[‘kutu] ‘garganta’; y curiosamente, el verbo [musukeno] ‘vestirse con ropa
nueva’, forma derivada de la raíz quechua [mušuk] ‘nuevo’. La información
etnográfica revela, entre otras cosas, que artículos como los collares eran
de uso cotidiano y festivo entre hombres y mujeres chachis durante el siglo
XIX, y que el vestido femenino fue reintroducido, posiblemente a través
de la actividad misionera, a partir de elementos de la vestimenta quechua
serrana, lo que significó una revaloración de su uso tal como indica el verbo
de origen quechua ‘vestirse con ropa nueva’.

Considerados en conjunto, los préstamos relativos a la cultura material
confirman estrechas conexiones entre los hablantes del cha’palaa con
grupos indígenas serranos de habla quechua. Muy probablemente estas
conexiones implicaban un origen serrano –como quiere la tradición oral
chachi– pero no es posible excluir un contacto de otro tipo, como el que
está documentado sobre su relación comercial, si bien esporádica, con
comerciantes quechuas serranos. Por el contrario, la marcada escasez de

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Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

préstamos relativos a la cultura material en tsa’fiki apunta a un contacto
enfocado en otro tipo de relaciones, posiblemente de tipo comercial, como
sugerimos en páginas anteriores, aun cuando, tampoco en este caso, se
pueden excluir relaciones más sostenidas con la sociedad quechua. A esto
último apuntaría, por ejemplo, la costumbre de algunos grupos serranos de
tener camayos en tierras calientes del piedemonte occidental quienes les
proveían de productos propios de este microclima. Tal ocurría en la región
serrana de Chimbo, donde algunas parcialidades mantenían camayos en la
zona de Cansacoto (Costales Peñaherrera de Oviedo, 1983, p. 309). Aunque
la región fue predominantemente multilingüe hasta finales del siglo XVII
gracias a la presencia de camayos de diferentes zonas de la sierra y el
piedemonte occidental, sufrió un proceso de quechuización acelerado como
efecto lógico de haberse convertido el quechua en lengua de comunicación
interétnica (Gómez Rendón, 2015).

6. Conclusiones

En las páginas precedentes discutimos al pasado lingüístico de los Andes
equinocciales y el piedemonte occidental a través de la expansión del quechua
y las lenguas barbacoanas, como telón de fondo para analizar la evidencia
lingüística que demuestra el inevitable contacto entre sus hablantes. Dicha
evidencia provino de un corpus de préstamos quechuas en tsa’fiki y cha’palaa,
obtenido a partir de varias fuentes lexicográficas disponibles y analizado
según criterios fonológicos, morfológicos y semánticos. La plena adaptación
de los préstamos quechuas a los sistemas fonológicos de ambas lenguas
demuestra que no se trata de préstamos recientes y que su introducción
tuvo lugar hace varios siglos. En el plano morfológico se identificó como
una estrategia del proceso de préstamo en estas lenguas la de prestar raíces
nominales o verbales y utilizarlas prolíficamente en la construcción de formas
compuestas con elementos nativos. Un análisis de los campos semánticos
mejor representados por los préstamos quechuas del corpus permitió
identificar motivaciones comunicativas de tipo sociosemiótico surgidas en
diferentes situaciones de contacto, unas veces similares para ambas lenguas,

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Revista Pucara, N.º 28 (55-97), 2017

otras veces distintas. Estas motivaciones incluían, entre otras, la necesidad de
adoptar términos genéricos para clasificar la avifauna según fuera endémica
o introducida (pishku vs. wallpa); la utilidad de expandir el sistema numérico
nativo para los intercambios comerciales y reestructurarlo de acuerdo con
criterios decimales (chunga) como aquellos de las comunidades serranas
quechuizadas; la descripción de nuevas patologías y tratamientos asociados
directa o indirectamente con la cultura de contacto (ku’para, hambi); la
designación de nuevas preparaciones culinarias (waapu, champus); o más
abstractamente, la urgencia de marcar el aspecto volitivo en la comunicación
interpersonal (munanu, mujnu) o la de crear solidaridad a través de la empatía
(llaki). Una comparación de los campos semánticos por lengua arrojó
tendencias diferentes que apuntan en dos direcciones. En el caso del tsa’fiki,
se sugieren situaciones de contacto fuera de la esfera doméstica, de carácter
periódico pero sostenido, posiblemente a través del intercambio comercial
de productos y el intercambio ritual de servicios en redes shamánicas. En
el caso del cha’palaa, se perfilan sobre todo relaciones interpersonales más
directas, propias de la esfera doméstica y comunitaria, posiblemente a través
de alianzas o matrimonios interétnicos que, sin embargo, tuvieron también
su tiempo ritual y festivo.

Las limitaciones de este primer análisis plantean nuevas rutas para futuras
investigaciones. En primer lugar, se hace necesario cotejar el corpus de
préstamos recogido en fuentes bibliográficas con hablantes de ambas lenguas.
En segundo lugar, es preciso registrar eventos de habla en diferentes géneros
y temáticas y extraer de ellos préstamos que expandan el corpus disponible
y permitan consolidarlo. En tercer lugar, con los mismos criterios se debe
profundizar en el estudio del sustrato barbacoano de las variedades quechuas
habladas en las provincias de Imbabura, Cotopaxi y Bolívar, a fin de tener
una visión de conjunto del contacto quechua-barbacoano. Esta contribución
ha sido un primer paso para integrar al estudio de la etnohistoria herramientas
y criterios de la lingüística, no solo con afán de conocer mejor las relaciones
entre los Andes y las tierras bajas del Pacífico sino también con el propósito de
explorar estrategias de relación intercultural del pasado que puedan ayudarnos
a modelar en alguna medida la comunicación intercultural en el presente.

91

Las lenguas barbacoanas meridionales y el quechua

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