Pensar la paz… sólo cuando tenga la tierra

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Pensar la paz… sólo cuando tenga la tierra
Think peace... Just when i have the earth

Acho que a paz… somente quando ter você terra
Julie Manuela Mena

Investigadora independiente
Bogotá-Colombia

E-mail: julme87@hotmail.com

Recibido: 11: 05: 2018 Aceptado: 19:08:2018

Resumen8

En este texto se exponen algunos de los hechos históricos más relevantes
en el proceso de introducción de la agroindustria del monocultivo de
palma de aceite en el municipio de Tumaco, Nariño, el cual desde sus ini-
cios estuvo relacionado con hechos violentos de desplazamiento forzado,
amenazas y persecuciones a campesinos que se negaron a vender sus
tierras, quienes finalmente se convirtieron en jornaleros dejando de pro-
ducir sus propios alimentos para comprarlos, hasta que la plaga que secó
la palma y los dejó en el limbo. Razón por la cual la premisa que motiva
este análisis es que no es posible pensar el posconflicto en el marco de
las actuales negociaciones de paz entre la guerrilla y el gobierno nacio-
nal en La Habana, mientras la tierra de campesinos, afrodescendientes e
indígenas siga estando en prenda en nombre del desarrollo.

8 El presente artículo es extraído de mi investigación de pregrado en Antropo-
logía realizada entre 2011 y 2012, la cual es una aproximación a los impactos que sobre la
soberanía alimentaria y los territorios colectivos de las comunidades afrodescendientes
ubicadas en la parte alta del río Mira, en el municipio de Tumaco, Nariño, produjeron
sucesivos procesos económicos de tipo extractivo desde el siglo XIX, y la explotación
agroindustrial del monocultivo de palma aceitera, hoy devastada por una plaga, y que
desde sus inicios estuvo muy ligada a hechos violentos en la zona.

Pucara, Nº 29, 91-118, 2018
https://publicaciones.ucuenca.edu.ec/ojs/index.php/pucara/is ue/ rchive
ISSNe 2661-6912

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Palabras clave: Palma aceitera, monocultivo, afrodescendientes, terri-
torio colectivo.

Abstract

In this paper some of the most relevant historical facts are exposed in
the process of entering the agribusiness monoculture oil palm in the mu-
nicipality of Tumaco, Narino, which since its inception was related to
violent acts of forced displacement, threats and persecution of peasants
who refused to sell their land, who finally became laborers leaving their
own food to buy, until the plague that wiped the palm and left in limbo.
Why the premise that motivates this analysis is that it is not possible to
think about the post-conflict within the framework of the ongoing pea-
ce negotiations between the guerrillas and the national government in
Havana, while the land of peasants, Afro-descendants and indigenous
people continue to be in pledge in the name of development.

Keywords: Oil palm, monoculture, African descent, collective territory.

Resumo

Neste artigo alguns dos fatos históricos mais relevantes estão expostos
no processo de entrada no óleo de palma monocultura do agronegócio no
município de Tumaco, Nariño, que desde a sua criação foi relacionada
a atos violentos de deslocamento forçado, ameaças e perseguição dos
camponeses que se recusaram a vender suas terras, que finalmente tor-
nou-se trabalhadores que deixam a sua própria comida para comprar, até
que a praga que dizimou a palma da mão e deixou no limbo. Por que a
premissa de que motiva esta análise é que não é possível pensar no pós-
-conflito, no quadro das negociações de paz em curso entre os guerrilhei-

ros eo governo nacional em Havana, enquanto a terra dos camponeses,
afro-descendentes e povos indígenas continuam a estar em prometer em
nome do desenvolvimento.
Palavras-chave: Óleo de palma, monocultura, ascendência Africano,
território coletivo.

***

Introducción


Esta investigación tuvo lugar en el municipio de Tumaco, en el caserío
rural de Imbilí Carretera -perteneciente al territorio colectivo del Conse-
jo Comunitario Alto Mira y Frontera9-, en Candelillas y La Espriella, ve-
redas que no hacen parte del consejo comunitario en cuestión, buscando
de esta forma establecer un análisis comparativo, o lo que en Antropolo-
gía se llama un estudio “multi-situado”.

El análisis giró entonces alrededor de dos momentos que definí como
cruciales en la agroindustria palmera en Tumaco, los cuales están “de-
terminados” por la aparición de la Pudrición de Cogollo (PC), plaga que
devastó casi la totalidad de las miles de hectáreas sembradas con este
monocultivo. Esto es, que la PC establece una transición en el proceso
productivo de esa economía y especialmente sobre la producción ali-
mentaria local: del apogeo económico y productivo desde los años 80
del siglo XX, hacia su rotundo deceso en el nuevo siglo; un antes y un

9 Las comunidades afrodescendientes en Colombia se encuentran organizadas
en territorios de carácter colectivo reconocidos jurídica y legalmente por la ley 70 de 1993
como consejos comunitarios.

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después de la Pudrición de Cogollo.

La agroindustria de palma aceitera en Colombia ha significado grandes
transformaciones en la geografía humana, en el uso de la tierra y sobre
todo en los sistemas de producción campesina. Transformaciones estas
que para el caso del Pacífico sur, se han venido estructurando desde los
años 60 junto con la arremetida de una creciente ola de violencia exacer-
bada hacia los años 90 y manteniendo su visceralidad hasta la actualidad.

Debido a la envergadura de los contextos, los actores y los diversos im-
pactos que implica el estudio de esta temática, hasta ahora todavía poco
explorada por la disciplina antropológica, es cada vez más complejo
pretender agotar el análisis en toda su extensión. Por lo tanto, ese no es el
objeto de este artículo. Realmente mis reflexiones son una extensión de
las conclusiones de otros investigadores y todas las personas que me co-
laboraron con sus testimonios, su tiempo y sus conversaciones acerca de
este caso específico. Aspectos cruciales para el desarrollo de esta investi-
gación y que antes no había considerado sólo fueron posibles a través de
esas conversaciones enriquecidas por la amabilidad y la grandilocuencia
de las gentes del Pacífico sur nariñense.

Cabe aclarar que procurando preservar la seguridad de las personas que
me colaboraron con sus testimonios, relatos e historias de vida, he modi-
ficado sus nombres en las entrevistas citadas en este escrito, debido a los
temas sensibles que se abordan en el contexto de la problemática en sí.

El Tumaco no Pacífico

Camino hacia Tumaco son varias cosas las que uno puede observar con
curiosidad: Casi toda la vía panamericana está militarizada; son kilóme-
tros de kilómetros de oleoductos de Ecopetrol que vienen desde Orito
(Putumayo) hasta el puerto en Tumaco; y tal vez lo más impresionante,
los interminables desfiladeros de los cementerios de palma aceitera, que

es en lo que prácticamente se han convertido las plantaciones por la de-
vastación que provocó la peste de la Pudrición de Cogollo (PC). (Diario
de campo, mayo 2011).

Tumaco es un municipio ubicado en la costa Pacífica del departamento
de Nariño a 2 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura prome-
dio de 29ºC, una extensión territorial de 3.778 km2 y una población de
183.006 habitantes. De acuerdo con el CCAI10 (2011) el 54,2% habita en
la zona urbana y el 45,8% en la zona rural. Existen 15 Consejos Comuni-
tarios pertenecientes a la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur
(RECOMPAS), 12 Resguardos indígenas de los pueblos Awá y Eperara
Siapidara que ocupan el 48,21% y el 18,26% del territorio, respectiva-
mente.

Después de Buenaventura, es el segundo puerto más importante del
pacífico colombiano, y al ser parte de esa vasta región llamada Chocó
biogeográfico, presenta un clima tropical húmedo con precipitaciones
constantes en un rango que va desde los 3500 a 4500 mm anuales (CC
Alto Mira y Frontera 2003, 9), condiciones estas, entre muchas otras,
que explican la singularidad de su riqueza biodiversa en especies de flora
y fauna, única en el mundo. Sin embargo, esa misma diversidad natural
ha convertido a esta región del Pacífico sur en un objetivo estratégico
para la incursión de las economías extractivas del mercado neoliberal, la
colonización de la agroindustria nacional, y la invasión del narcotráfico
yuxtapuesto a la arremetida de los actores armados del conflicto interno.
Testimonio de ello ha sido la extensiva explotación de tagua, caucho y
la industria maderera durante poco menos de un siglo por parte del capi-
tal extranjero, y los megaproyectos agroindustriales del capital nacional
como la producción industrial de camarón y el monocultivo de palma
aceitera, los cuales a pesar de las catastróficas plagas y los gravísimos
impactos ambientales y económicos que han acarreado para la zona, si-
guen vigentes hoy en día. En ese sentido, el arribo de esos capitales ha

10 Centro de Coordinación de Acción Interagencial que hoy es el Centro de Coor-
dinación de la Política de Consolidación Territorial (PCT) CCAI-Colombia (2011).

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estado muy ligado con el aumento de los hechos violentos de desplaza-
mientos y homicidios selectivos en la región.

La privilegiada ubicación de Tumaco sobre el mar y los caudalosos ríos
que bañan su territorio caracterizan sus principales actividades econó-
micas como la pesca artesanal, la minería, la agricultura y el comercio
formal e informal. No obstante el papel fundamental de Tumaco como
puerto en la generación de divisas para la economía aduanera del país,
es una de las tantas regiones que no aparece dentro del mapa, o por lo
menos dentro del de una política soberana del Estado Social de Dere-
cho. Esto se ha hecho manifiesto desde los albores de la República cuyo
centralismo político determinó desde un principio la marginalidad en la
que ha permanecido relegada esta región del Pacífico sur colombiano de
cualquier proyecto de inversión social y de una presencia estatal diferen-
te a la militar y la extractiva. Es así a tal punto que hasta el día de hoy
la región no cuenta con las condiciones propicias para ejercer sus más
elementales derechos, lo cual se hace visible tanto en la ciudad como en
las zonas rurales donde se concentran aún más los altos índices de vio-
lencia y de mortalidad infantil por desnutrición, los servicios básicos son
casi que inexistentes, el desempleo arrecia, la pobreza es una constante,
los sistemas de acueducto y alcantarillado son totalmente deficientes, la
atención en el sector salud es insuficiente y las vías de acceso al territorio
rural son pésimas.

Aproximadamente hacia el kilómetro 25 de la vía panamericana, hay una
zona a la que le llaman “El Tigre” que es el terror de los transeúntes. Es el
asilo de miles de N.N., una fosa inmensa a donde va a parar la gente des-
aparecida, secuestrada, amenazada o señalada como objetivo militar de
algún grupo armado ilegal de todos los que hacen presencia en la región.
El lugar está lleno de manglar, es un territorio de nadie. Cuentan que
los concheros y piangüeras que van a los manglares a recoger piangua,
se han encontrado varias veces con restos humanos. Al parecer nunca
el CTI de la Fiscalía ha abierto una investigación en esa zona. Todos le
temen a ese lugar por lo desolado y hay muchas leyendas creadas a su al-

rededor. Según se dice, a algunos conductores les ha pasado que cuando
transitan por ahí, sienten que alguien se les sube en sus carros o en sus
motos de pasajero. Resulta que si se desaparece alguien de Tumaco, lo
van a buscar allí (Diario de campo, 21 de junio de 2011).

En el año 2009, el Observatorio del Delito en Tumaco informó para
este municipio de 160.000 habitantes 277 homicidios. En el año 2010
todavía fueron 230, lo que equivale a una tasa de más de 142 homici-
dios por cada 100.000 habitantes, cuando el promedio nacional es de
32 homicidios. Es decir: En el municipio de Tumaco son asesinadas en
promedio 4.4 veces más personas que en el resto del país (Diócesis de
Tumaco 2011, p. 52).

Por su parte el informe Forensis (2010) del Instituto Nacional de Me-
dicina Legal y Ciencias Forenses arroja los siguientes resultados sobre
los asesinatos en Tumaco para ese año por casos y tasas, así como por
género: 223 casos de homicidios masculinos, lo cual representa una tasa
de 248,02 homicidios por cada 100.000 habitantes. Los casos de femi-
nicidios fueron 22 los cuales representan una tasa de 24,69 homicidios
por 100.000 habitantes. Son 245 casos totales y una tasa total de 136,87.

A pesar de que La Violencia (años 50) no tuvo impactos tan radicales
en esta región como sí sucedió en el resto del país, su escalonamien-
to en fechas posteriores sí configuró un escenario imprescindible en la
historia de otros procesos importantes como la explotación de maderera
y camaronera, y el narcotráfico en la actualidad. La llegada tardía de
La Violencia al Pacífico sur, significó que los pobladores de la carrete-
ra, los ríos y demás zonas rurales, emigraran hacia Ecuador y hacia la
cabecera del municipio de Tumaco, mayoritariamente, a la vez que se
iban propagando milicias subversivas como los “pájaros” que llegaron a
sembrar el terror en las vidas y los oficios de la gente, transformando el
uso y la apropiación de los espacios cotidianos al propiciar los primeros
asesinatos y desplazamientos (Hoffmann 1999). “Ahí empezó, desde los
años 1950-60, la expansión de las grandes ganaderías y plantaciones de
palma africana que adquirieron la tierra por medios no siempre legales ni

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pacíficos” (Ibíd., p. 268).

“[…] aquí hubieron [sic.] ganaderos también de Cartago-Valle, del Va-
lle de todas esas partes, primero fueron ellos y después comenzaron las
empresas palmicutoras. Lo único que hacían ellos era decirle, ‘dígale
a la gente que venda, que venda eso y le damos tanto y que venga a la
empresa’; y los que no vendían entonces lo sacaban también, buscaban
su matraca y los mataban y ¿usted qué hacía? Pues irse”. (Entrevista
con líder comunitario 1, Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera.
Tumaco, 14 de junio 2011).

Después de 9 años de haberle declarado la guerra a los cultivos de coca a
través de las fumigaciones con glifosato y de haber desencadenado innu-
merables devastaciones ambientales envenenando los bosques nativos,
los cultivos de pan coger y los ríos, perjudicando la soberanía alimentaria
de las familias vecinas y productoras de los cultivos de hoja de coca,
durante la primera fase del plan, los resultados no son muy alentadores.
El municipio es hoy el mayor productor de coca con 5.025 hectáreas y el
mayor productor de cocaína representado por el 21% del total nacional
(SIMCI 2010 citado en CCAI-Colombia 2011).

Los procesos de titulación colectiva emprendidos por los consejos comu-
nitarios empezaron a reñir con el despliegue del Plan Colombia, en estos
términos el concepto propiedad colectiva pierde valía cuando las tierras
están invadidas por coca o por palma o por ganado. No es posible hablar
de soberanía alimentaria cuando no hay dónde cultivar, y por lo tanto
tampoco de vida digna o de paz si no se tiene garantías de derecho sobre
el territorio, así esté estipulado en una ley.

La tradición violenta y corrupta de la historia social, política y económi-
ca de Tumaco se intensifica en la década de los 90 con la consolidación
de los cultivos de uso ilícito provenientes del Putumayo y el Caquetá,
y la arremetida de los grupos armados que se disputan el negocio y el
control por el territorio. El estudio de esta época de los 90 en particular,
es angular para entender el papel que entró a desempeñar el monocultivo

de palma aceitera en este ya convulsionado contexto, teniendo en cuenta
todas las transformaciones sociales, económicas y culturales que se esta-
ban desarrollando a nivel nacional y local específicamente. La avanzada
de grupos ilegales como el frente 29 de las FARC, el frente Mariscal
Sucre del ELN y distintas organizaciones paramilitares como las Águilas
Negras, Autodefensas Campesinas de Nariño ACN, Rastrojos y Organi-
zación Nueva Generación, a finales de esta década, junto con la expan-
sión de los cultivos de coca, cambian las condiciones de vida tanto en el
campo como en la ciudad hacia su detrimento a través de las lógicas del
despojo y el terror (Diócesis de Tumaco 2011, 53).

“[…] desde el año 97, 98, grupos alzados al margen de la ley comen-
zaron a incursionar, después los otros grupos que enfrentaban a esos
grupos anteriores, o sea, supuestamente lo que se llamaba el remedio
resultó peor el remedio que la enfermedad, entonces eso después se
complicó, después ahora ya se generalizó y lo que todo el país tiene, los
problemas que tiene todo el país están concentrados acá. Esto no puede
ser ajeno a todos esos grupos para conseguir un dinero rápido, fácil y
lo que ha traído problemas, muertes, desolación, miseria, desconfianza
[…]” (Entrevista con Juan Escrucería, ex Superintendente de la empre-
sa de palma Palmas de Tumaco. 30 de junio de 2011).

Si bien en otras zonas de la geografía colombiana los fenómenos de des-
plazamiento forzado y violencia ya habían sucedido con anterioridad a
los 90, en el Pacífico sur esos episodios se dieron en una forma más ais-
lada, poco visible pero cada vez más creciente, a tal punto que hoy en día
muchos lugares, máxime rurales, son ya inaccesibles, etiquetados como
zonas rojas, territorio de guerrillas y paramilitares. Y ese es precisamente
el caso de los territorios donde fue introducido el monocultivo de palma
(como también lo ha sido con otros megaproyectos agroindustriales en
otras latitudes de la geografía nacional). La parte alta del río Mira en
Tumaco donde se encuentran principalmente las interminables extensio-
nes de palma de aceite11 es una de esas zonas críticas en las que el orden

11 Según el Centro de Coordinación de Acción Integral (2011) la reactivación de
los proyectos de palma se han llevado a cabo en el Bajo Mira.

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público está regulado por el régimen de los actores armados ilegales y
donde la muerte dejó de ser un fenómeno esporádico para lamentable-
mente normalizarse en la cotidianidad de sus habitantes.

De hecho, cuando por fin pude adentrarme a la zona rural de Tumaco, es-
pecíficamente en Imbilí y Candelillas a lo largo de la vía panamericana,
hubo que tener ciertas precauciones. A bordo de una moto con Mario12,
emprendimos en mi última semana en Tumaco, viajes muy pedagógicos
hacia las veredas durante cuatro y cinco horas aproximadamente, bajo
el sol incandescente de junio. A medida que avanzábamos en el camino,
yo iba grabando y Mario me contaba muchas cosas que conocía sobre
la agroindustria de la palma, explicándome cómo era el proceso de co-
secha y recolección del fruto, me indicó a qué empresas y empresarios
pertenecían las plantaciones de palma por cantidad de hectáreas, narraba
algunas experiencias de proyectos productivos de cacao de la zona, y
recordaba hechos históricos muy importantes con respecto a la industria
camaronera de los ochenta. Cuando pasábamos por Chilví y Tangareal,
me contó que por ser zonas muy peligrosas en donde no podíamos ex-
ponernos yendo dos días de seguido en una misma semana, había que
dejar un día de por medio para evitar ser advertidos por las suspicacias
de los informantes de los grupos armados irregulares (Jóvenes de la zona
que colaboran con los ilegales a cambio de dinero). Incluso hubo un
momento mientras yo trataba de sortear la interferencia del viento para
grabar, Mario inmediatamente me dijo: “Baja la cámara… esta es zona
de paramilitares, por acá los muchachos informan… por los pueblos más
que todo… lo mismo Imbilí, allá tremendo, por eso mostrar que vas a to-
mar una foto, que vas a grabar algo…no, es mejor pasar desapercibido.”
(Diario de campo, 21 de junio de 2011).

Al respecto, López (2008) del Proceso de Comunidades Negras, PCN,
señala:

12 Mario es un líder comunitario que fue sacerdote y que conoce muy bien el
territorio del Alto Mira, y por lo tanto fue un gran colaborador y guía para mi trabajo de
campo, además de ser un entendido en el tema del monocultivo de palma en la zona.

La evolución e intensidad de las acciones violentas en esta región, han
estado muy ligadas entre otros aspectos, con la invasión del monocultivo
de la palma aceitera en Tumaco, que cobró tan solo entre 1992 y el 2004,
lo que en la región calificamos como cinco afro magnicidios con todas
las secuelas que esto conlleva sobre un proceso social organizativo en
tan corto lapso: Rafael Valencia Camacho; Francisco Hurtado; Hermana
Yolanda Cerón Delgado; José Aristides Rivera y, Luciano Castillo.

“Paradójicamente, el inicio de los procesos de titulación de los territo-
rios colectivos y de constitución, ampliación y saneamiento de resguar-
dos indígenas coincidió con la intensificación de la violencia.” (Flórez y
Millán 2007, p. 98). La introducción de proyectos agroindustriales han
generado desplazamientos de las comunidades del Pacífico, aumentando
con el reconocimiento del carácter colectivo ancestral de las tierras de
los afrocolombianos, estipulado por la ley 70 de 1993 (Escobar 2004). Y
más tarde, con la irrupción de los paramilitares, hacia 1999 en Tumaco,
se inició una violenta disputa con la guerrilla por el control tanto del
territorio, corredor de estupefacientes, como de algunos megaproyectos
(Flórez y Millán 2007, p. 239; Escobar 2004). Estos hechos evidencian
el espacio geoestratégico que significa el Pacífico colombiano para el ca-
pital extranjero y nacional, por su inconmensurable patrimonio natural.
De ahí que “los desplazamientos no son aleatorios, sino selectivos y pla-
nificados… (Ya que) los mayores desplazamientos se han producido en
las zonas destinadas a la realización de grandes proyectos de desarrollo”
(Escobar 2004, p. 60), con costes humanos y ambientales muy elevados,
sin dejar de lado los grandes costes culturales.

Así lo confirma un líder del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera:

“[…] los primeros desplazamientos [sic.] que hubieron aquí en Tumaco,
en Nariño, acá en la costa del Pacífico, fue por la cuestión de la palma,
fue mucha gente que le tocó salir, irse, otros vender. En ese entonces
como no había todavía la ley 70, pero sí había desplazamiento por las
empresas palmicultoras de aceite”. (Entrevista con líder comunitario 1,
Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera. Tumaco, 14 de junio 2011).

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Para el 2011, aproximadamente 30 familias había huido del Consejo Co-
munitario Alto Mira por los enfrentamientos entre la policía antinarcóti-
cos y la guerrilla de las FARC (OCHA 2011 citado en CCAI-Colombia
2011). Sin embargo, el 2009 fue el año que registró la mayor cantidad de
desplazamientos en el municipio de Tumaco.

Desplazamiento en Tumaco 2002-2010

Fuente: Acción Social 2011 (citado en CCAI-Colombia 2011).

Hacia los años 90 la industria palmera crecía tanto como sus grandes
concentraciones de tierra; la expansión de las plantaciones de palma so-
bre el bosque nativo junto con el cultivo de coca se hizo, en muchos
casos, a la fuerza y por expropiación (Escobar 2010, p. 91). La compra
de las tierras por sumas ínfimas atropellando la presencia ancestral de las
comunidades asentadas en esa región, los fue convirtiendo en jornaleros
de sus propias parcelas.

“Hoy en día creemos que casi la mayor parte de las empresas aportan
a la violencia, no podemos decir que la financian directamente, pero
aportan a la violencia porque si ellos están en un territorio donde ahí
está un actor (armado), ese actor así sea a través de la vacuna pero le
tienen que dar y si le dan pues también tiene que ofrecerles respaldo
(seguridad privada)”. (Entrevista con líder comunitario 2, Consejo Co-
munitario Alto Mira y Frontera. Tumaco, 16 de junio 2011).

Un hecho que empeoró las cosas en la región y traumatizó los primeros
pasos del proceso de etnicidad local fue el asesinato del líder comunitario
Francisco Hurtado13, representante legal del Consejo Comunitario Alto
Mira y Frontera. Fue el 12 de febrero de 1997, en la vereda Pital, cuan-
do se encontraba realizando el censo de la población para cumplir con
los requisitos exigidos en el proceso de titulación colectiva del consejo
comunitario. Para entonces, Francisco ya había denunciado la invasión
de territorios ancestralmente habitados por comunidades afro por parte
de unas empresas de palma (Diócesis de Tumaco 2009, p. 61; Ramírez
2000; López 2008; Alfonso et al. 2011).

El asesinato de Francisco Hurtado, entonces, derivó en una situación
de desconcierto en todos aquellos líderes y dirigentes empeñados en
que la ley 70 no se quedara en el papel, sino que fuera el instrumento
que les permitiera llevar adelante su plan de vida, es decir conquistar
y mantener la autonomía, la autogestión y la promoción de su cultura.
(Diócesis de Tumaco 2009, p. 61).
“[…] él era uno de los defensores de esas tierras; y con los mismos
sacadores de material de arrastre ya era la pelea, porque el Consejo Co-
munitario comenzó con los pleitos con las empresas, con los sacadores
de materiales ilegales, todo eso… Francisco enfrentó esa situación”.
(Entrevista con líder comunitario 1, Consejo Comunitario Alto Mira y
Frontera. Tumaco, 13 de junio 2011).

13 El caso de Francisco Hurtado es relatado muy de cerca por Ramírez (2000) en
su tesis de pregrado, cuyo trabajo de campo tuvo lugar en la vereda Vuelta de Candelilla
de donde era oriundo Francisco, quien se convirtió en amigo de Ramírez ejerciendo un
papel guía y orientador muy influyente en su investigación.

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Otro hecho violento se registró en septiembre de 2001, cuando fue ase-
sinada la religiosa Yolanda Cerón Delgado14 por sicarios paramilitares
frente a la Iglesia La Merced, en el Parque Nariño de Tumaco. Una ince-
sante activista por la justicia social, reclamó los derechos territoriales de
los afrocolombianos establecidos en la ley 70/93 y el artículo transitorio
55. Reconocida por su compromiso con la educación y la formación de
los niños en la escuela de La Playa de Salahonda, municipio Francisco
Pizarro -en la que se empezó a hablar de etnoeducación mucho antes que
en otros lugares del país- (Diócesis de Tumaco 2011). Asimismo, fue loa-
ble su acompañamiento a las comunidades en sus luchas sociales y étni-
cas, lo cual la llevó también a hacer graves denuncias, como las alianzas
entre la fuerza pública y grupos paramilitares (Alfonso et al. 2011, p. 37).

“[…] a la hermana Yolanda, finada, a ella […] la mataron por defender
los derechos humanos, ella denunció muchos crímenes, claro, la mayor
parte de los negros eran las víctimas no hay lugar a dudas. Defender los
derechos humanos, ese era el tema fuerte de la Pastoral […]”. (Entre-
vista con líder comunitario, Recompás. Tumaco, 18 de junio de 2011).

A pesar de las denuncias ante las autoridades, las amenazas y los homi-
cidios de líderes que defienden el territorio colectivo continúan, tal como
lo demuestra, una vez más, el asesinato de Armenio Cortés, miembro
del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera el 7 de octubre de 2008
(Ibíd.).

Según indicadores tomados en el período de 1998-2008 sobre las zonas
donde se han presentado combates entre fuerza pública y guerrillas, y la
fuerza pública con autodefensas, delincuencia común y “bandas crimina-
les emergentes”, se encuentran muchos municipios que tienen plantacio-
nes de palma. 64 de ellos en medio de combates ente guerrillas y fuerza

14 El ex comandante del Bloque Libertadores del Sur, Guillermo Pérez Alzate
alias “Pablo Sevillano” se atribuyó la autoría intelectual del crimen. Disponible en Ver-
dadAbierta.com: “Yolanda Cerón, religiosa de Nariño”. Sábado, 17 de octubre de 2009.
En: http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/1769-yolanda-ceron-religiosa-de-narino
[Consultado mayo 2012].

pública y 63 como escenario de los combates de fuerza pública contra los
demás actores armados. Sin embargo, según el gremio palmero Fedepal-
ma “el mapa de la violencia en Colombia no coincide con el mapa de la
palmicultura nacional” (Rangel et al. 2009, p. 68).

El 2002 fue el año más violento en la historia reciente de Colombia y se su-
pone que el 2007 corresponde al año en que “desaparecieron” las autodefen-
sas AUC, dando inicio a otra oleada de violencia con las llamadas “bandas
criminales emergentes” BACRIM, cuya mayor diferencia con las anteriores,
según expertos en el tema, es “la ausencia de motivaciones y acciones con-
trainsurgentes” (Ibíd., p. 72). Sin embargo, se mantienen las disputas con la
guerrilla por los controles sobre el negocio del narcotráfico a pesar de las
coaliciones pactadas por ambas partes en el marco de sus intereses comunes.
De hecho, el territorio de Tumaco se lo han dividido las guerrillas de las
FARC y el ELN con los Rastrojos, las Águilas Negras y los Urabeños, en la
actualidad, para controlar las rutas de la coca. “Así, la guerrilla se ubica en
la parte alta de las carreteras fluviales y los paramilitares en las partes bajas
de los ríos, el casco urbano y la zona costera.” (Ibíd. p. 79).

Cuando estábamos en Candelillas haciendo una entrevista colectiva a los
ex-cultivadores de palma que trabajaron en distintas empresas de la zona
del Alto Mira, a pesar de las muchas dudas sobre la pertinencia de una
pregunta que deseaba hacerles, sin más vacilación la hice: ¿Qué tanto
han afectado los grupos armados del conflicto a la comunidad? Inmedia-
tamente se hizo un silencio sepulcral, nadie parecía siquiera respirar, fue
un bloqueo total de la productiva conversación que veníamos mantenien-
do (Diario de campo, junio de 2011). Sólo fue cuando Ramiro, el más
mayor de todos, que parecía no entender la mudez de los demás y como
sin esperar a que alguien más hablara, dijo:

“Mire, yo le comento sobre esa materia, aquí tuvimos un caso muy pú-
blico, eso que, aquí habían muchas muertes hermano… huy hermanito,
el río Mira haga de cuenta que el río Mira es un panteón, es un panteón
el río Mira… que usted venía subiendo o iba bajando y se encontraba
con el muerto, si no se encontraba con el muerto entero se encontraba

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con (los restos)”. (Ramiro, antiguo trabajador de Palmas del Mira y
pequeño productor de palma. Entrevista colectiva en Candelillas, 28
de junio de 2011).

Partiendo de una génesis histórica y social del monocultivo de la palma
aceitera en el país, Mondragón (2007b) señala que “En Colombia los
megaproyectos de palma aceitera, como otros, han estado estrictamente
asociados a la expansión del paramilitarismo.”
Además asegura que la
producción de aceite de palma se vincula y se financia con el capital
del narcotráfico, lo cual le ha permitido a los socios mayores utilizar el
negocio de la palma para el lavado de activos con la aquiescencia del
Estado y la comunidad internacional, a través de “exenciones legales y
programas de fomento” (Seeboldt y Salinas 2010). Y es que los casos no
son pocos, en los que se ha detectado la penetración del paramilitaris-
mo en la agroindustria de la palma. El de Jiguamiandó y Curvaradó en
el Urabá chocoano ratificó estas afirmaciones (Roa 2006; WRM 2008;
Molano 2010); así como el de Mapiripán en el Meta cuando después
de la masacre en 1997 la gente huyó, y en 2002 el Bloque Centauros de
los Castaño apoderados, por sus testaferros, de las fincas El Agrado, El
Secreto y Madreselva, se convirtieron en grandes productores de palma
en esa región.15 Otros casos sucedieron en Puerto Wilches donde “[…]
se dice que algunas de las cooperativas de las empresas palmeras han
sido conformadas por desmovilizados […]” (Rangel et al. 2009, p. 76).
Asimismo, muchas de las empresas de palma se han asentado en tierras
de campesinos desplazados o que han sido obligados a venderlas o aban-
donarlas por presiones de grupos armados utilizados como seguridad pri-
vada para sembrar palma, como ha sucedido en Tumaco (Auto 005/2009;
Mondragón 2007b; Seeboldt y Salinas 2010; WRM 2008).

15 “Teodosio Pabón Contreras alias ‘El Profe’, asesor de los Castaño, hoy preso
en La Picota, dijo en una entrevista a VerdadAbierta.com que mientras el gobierno nego-
ciaba la desmovilización con el Bloque Centauros de las Autodefensas que se consolidó
en Mapiripán después de 2002, por debajo de la mesa sus jefes habían diseñado un plan
para convertirse en grandes productores de palma de la región. Según Pabón, tenían ya
montado un vivero con suficiente plántulas de palma para cubrir cinco mil hectáreas.” En
VerdadAbierta.com: “El secreto de Mapiripán”, 27 de julio de 2012.

Y aquí no se puede hablar de casos aislados cuando los costes ambien-
tales y sociales repercuten en toda la sociedad colombiana en problemá-
ticas más graves, de tipo económico, político y cultural, por ejemplo,
cuando el Estado no es capaz de garantizar la restitución de las tierras ni
el retorno efectivo y seguro de las familias desplazadas que migran a las
ciudades a mendigar en las calles, sumándose a la mezquina categoría
de desplazados y a la interminable lista que configura a Colombia en el
segundo país con más desplazados internos después de Sudán.16

A lo largo de los recorridos que hacíamos con Mario por las plantaciones
nos pudimos dar cuenta que las palmas estaban sembradas inmediata-
mente al borde de las casas de la gente, viven prácticamente en medio de
una y otra palma, es más, tienden sus ropas en las cuerdas que han puesto
entre las palmas (Diario de campo, 21 de junio de 2011). Así lo corrobora
el líder comunitario de RECOMPAS:

“[…] la gente no tenía tierra ni pa’ donde hacer el inodoro, y está la
tierra ahí al borde de la casa, de allí en adelante es de los palmeros […]
porque la palma se murió pero ellos son los dueños, la gente ahí no pue-
de sembrar su comida, en su propio territorito, no pueden presentar un
proyecto para agricultura porque las tierras que están ellos viviendo no
es tierra de ellos, […] no les queda otra. Pero los palmeros los sacaron
de manera sistemática y eso es un problema que tiene que ver con la
comida de la gente, la gente no tiene dónde sembrar su comida, ahora
como todos son… obreros de la palma, jornaleros de la palma” (Entre-
vista con líder comunitario, Recompás. Tumaco, 18 de junio de 2011).

Sembrar palma cosechar hambre

La promoción del monocultivo y su desarrollo se hizo visible, en prin-
cipio, en el gobierno Pastrana, cuando se abrió paso con el Plan Colom-
bia para continuar extendiéndose con mucha más fuerza en el pasado

16 Audiencia Pública sobre “Extranjerización de la tierra” de la Comisión V del
Senado de la República. 1 de noviembre de 2012.

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gobierno Uribe como componente estratégico en la guerra antinarcóti-
cos y contrainsurgente, y en el actual gobierno Santos con los planes de
erradicación de la palma muerta y el plan de renovación “Alto Oleico”
17 a través de una especie híbrida. “… La nueva etapa de cultivo de la
palma africana [sic.] empieza en 2002 con las políticas de sustitución
de cultivos ilícitos, implementadas por el Gobierno nacional… a través
del Plan Colombia” (Rangel et al. 2009, p. 60).

Para el segundo gobierno de Uribe (2006-2010) el Plan Colombia ad-
quiere un nuevo componente en su ofensiva contra el narcotráfico. En
esta segunda fase se impulsa el reemplazo de los cultivos de uso ilícito
por palma aceitera como la “alternativa social” para generar “empleo y
progreso”, mientras se “combatía” al narcotráfico con la erradicación
química y a los grupos terroristas con el incremento de las operaciones
militares abiertas del ejército ya reestructurado y bajo las órdenes del
Comando Sur Estadounidense (Pinzón 2007). Sin embargo, los resul-
tados subvirtieron esas proyecciones: masivos desplazamientos forza-
dos, sistemáticas y violentas expropiaciones de tierras a campesinos,
indígenas y afrocolombianos, multiplicación de las hectáreas cocale-
ras, escasez de alimentos, sofisticación de los carteles y las rutas de la
droga, aumento de homicidios selectivos, desapariciones, empobreci-
miento, encarecimiento del costo de vida.

}

“(De) esos grandes megaproyectos productivos uno piensa que están
pensando en muchos más, uno escucha la propaganda […], que allí
hay que sembrar otros productos, que son supuestamente de alto valor
comercial, y entonces eso nos va a molestar de manera muy importante,

17 El plan de renovación de palma de aceite híbrido OxG denominado “alto olei-
co” se obtiene a través del cruce de palmas de distinto origen la Elaeis oleifera (nativa de
centro y sur América) con la Elaeis guineensis jacq (nativa de Guinea, occidente de Áfri-
ca), el cual se viene sembrando en Tumaco desde hace 4 años (Cordeagropaz 2011). Se
dice y se reitera que este híbrido OxG es tolerante a la PC mas no resistente, sin embargo,
ya ha empezado a afectar incluso los viveros de la palma híbrida (Cenipalma 2007).

muy significativa la producción de alimentos porque a la gente le han
metido la lógica del consumo y la lógica del dinero y esa lógica no ha
sido de la cultura de las comunidades negras en el Pacífico, entonces va
a cambiar la lógica de la solidaridad para la producción de alimentos
propios por la lógica del consumo, por la lógica del enriquecimiento
y la lógica del consumo. Y ese consumo no es únicamente comida, es
todo lo que ofrece el mercado en el mundo, todo lo que ofrece el con-
sumismo, todo lo que ofrece la televisión, todo lo que ofrece la radio,
todo lo que ofrece la propaganda que finalmente es para el crecimiento
del capitalismo mas no de las comunidades. Porque una cosa sí sabe-
mos, que el capitalismo necesita más, cada día necesita más pobres
porque la pobreza es la razón de ser del capitalismo, entonces cuan-
do el capitalismo empieza a poner sus pies, sus manos y sus sentidos
en el Pacífico colombiano, lo único que viene a generar acá es mayor
pobreza so pretexto del desarrollo”. (Entrevista con líder comunitario
Recompás. Tumaco, 18 de junio de 2011).
“El propósito de crecimiento del mercado para obtener beneficios eco-
nómicos parte de una racionalidad privada e individualista que se su-
pone impacta en el crecimiento de la calidad de vida de la población,
lo cual termina por homogenizar sus proyecciones y sus procesos, ig-
norando la diversidad de capacidades y limitaciones que caracterizan y
definen el contexto sociogeográfico en que se desenvuelve esta dinámi-
ca. Desde esta perspectiva puede considerarse que el Plan Nacional de
Desarrollo Hacia un Estado Comunitario se alinea al Plan Colombia, al
ALCA y al TLC.” (Flórez y Millán 2007, p. 122).

Esto sin duda significó nuevas transformaciones a la “geografía humana”
a través de migraciones forzadas y voluntarias, muchos de los campesi-
nos convertidos en jornaleros y mano de obra barata, y el señalamiento
de líderes comunitarios y civiles que se oponían. La “geografía natural”
volvió a enfrentar la deforestación de los bosques nativos, la degrada-
ción del equilibrio de los suelos y la contaminación de los ríos (López
2008); y la geografía cultural, en definitiva, estuvo muy perjudicada por
el reemplazo que implicó el monocultivo sobre los tradicionales cultivos
del pan coger del sistema de producción local, empezando por la genera-
lizada escasez de alimentos imprescindibles en la dieta tradicional. Asi-

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mismo, algunos de los linderos de los territorios colectivos tuvieron que
ir reculando al avance expansivo de las plantaciones. Y peor aun cuando
llegó la PC, que acabó con cerca del 90% del área cultivada, empezó a
afectar la productividad del aceite, ya algo deprimida, tal vez, por la fu-
migación de los cultivos ilícitos.

Las grandes transformaciones culturales en la soberanía alimentaria fue-
ron visibles sobre todo en el sentido de la transición que se dio de la ló-
gica de producción propia de los alimentos hacia una lógica de consumo.
Situación que se complica, principalmente en las fincas de los pequeños
productores de palma, con la vulneración y el truncamiento que sobre
las economías locales provoca el fracaso rotundo en los controles sobre
la PC, la cual ya incluso está contagiando los viveros y las plantaciones
de palma híbrida que hacen parte del plan de renovación de palma de
aceite híbrido denominado “Alto Oleico”. De hecho, durante los años 90
el cultivo de palma se posicionó como el principal renglón de la econo-
mía local y de la inversión capitalista nacional e internacional (Restrepo
2004). Del mismo modo que son cada vez más las gentes que dependen
(directamente e indirectamente) de dicha economía.

“[…] como la gente tumbó todo entonces como en ese momento estaba
la palma en su producción y estaban empleados tenían que comprarlo
todo, todo lo compraban; y algunos que de pronto tenían porque no lo
tumbaron todo. Entonces eran fieles esclavos porque trabajaban de lu-
nes a sábado en la empresa y tenían que emplearse ellos el día domingo
para poder, ya, apuntalar una mata de plátano (en su propia finca). Pero
la relación en cuanto al cultivo de pan coger prácticamente fue una vai-
na más de, vista más por la parte del inmediatismo, si?, de tener plata
para el día sábado o de tener plata para que la mujer esté bien o que mis
hijos anden bien o que estudien en un buen lugar, si?, pero que si nos
damos cuenta hubieron [sic.] muchos que no pudieron alcanzar, si?,
sólo lo conseguían a medias y entonces esa relación se fue perdiendo
porque a la gente la fueron culturizando con la vaina del inmediatis-
mo”. (Entrevista con líder comunitario 2, Consejo Comunitario Alto
Mira y Frontera. Tumaco 16 de junio 2011)

A pesar de que durante unas cuantas décadas la palma resistió trayéndoles
abundantes rendimientos a los empresarios y lo necesario para los cam-
pesinos productores, no se puede señalar los tiempos de su auge como
el vértice de una política agraria basada en el compromiso con las nece-
sidades sociales y económicas de la comunidad del Pacífico nariñense,
teniendo en cuenta que en la región se concentran índices muy altos de
violencia, corrupción, homicidios, desplazamiento forzado, mortalidad
infantil y pobreza. Porque sobre el espejismo en que se erigió el mono-
cultivo de la palma aceitera muy difícilmente se habría podido construir
un proyecto de vida social familiar ni mucho menos una economía comu-
nitaria a largo plazo. Desafortunadamente la agroindustria a gran escala
en Colombia muy pocas veces ha estado orientada a una transformación
real de las condiciones de vida en el campo, a una asistencia técnica y
capacitada sin que por medio esté en prenda la tierra, la mano de obra o
un endeudamiento tenaz con los bancos, con el vecino de la tienda o el
colegio de los niños. Las fracasadas y míseras reformas agrarias año tras
año cojean en el sentido vertical de los protocolos demagógicos de sus
etiquetas y campañas publicitarias para agrietar cada vez más los abis-
mos entre ricos y pobres, porque el blanco siempre ha sido la tierra del
campesino y su mano de obra.

El Pacífico sur colombiano ya no es una región marginal, ha venido
siendo “integrada” a la nación a través de una economía extractiva so-
bre el oro, el caucho y la tagua en un primer momento durante el siglo
XIX, y posteriormente sobre la madera, el mangle y el palmito en el
siglo XX, por parte de un capital de origen extranjero. Después de la
segunda mitad del s. XX comienza a configurarse poco a poco sobre la
región una economía de mercado por parte de una agroindustria nacio-
nal del sector privado hacia la apertura del capital neoliberal global en
la década de los 90 en el gobierno Gaviria, orientada a los monocul-
tivos como la palma aceitera, el camarón en cautiverio, el cacao. Este
segundo momento en la política integracionista del Pacífico sur co-
lombiano dentro del sistema económico nacional, constituye una nueva
lógica de discriminación, más hipócrita por su corte multiculturalista,

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que una política verdaderamente inclusiva en términos de equidad so-
cial, económica y cultural.

Finalmente con el estudio de este caso podemos darnos cuenta que evi-
dentemente los impactos generados por la agroindustria del monocul-
tivo de palma sobre la soberanía alimentaria de las comunidades y los
derechos territoriales del Alto Mira son el resultado de la configuración
de procesos extractivos anteriores. La escases de algunos de los pro-
ductos fundamentales de la dieta tradicional en el Alto Mira afectaron
la disponibilidad y el acceso a un suministro seguro de alimentos y
sobre todo, la capacidad y los medios para producirlos propiamente
cuando la lógica del enriquecimiento se consolida sobre la lógica de
la solidaridad y la soberanía alimentaria. Por supuesto, los proyectos
extractivos y agroindustriales que han marcado la parasitaria historia
económica de la región de Tumaco debieron de haber acarreado crisis
alimentarias similares de las cuales no se ha encontrado una rehabili-
tación efectiva por parte de las asociaciones y los gobiernos locales ni
por parte de las comunidades y sus líderes, porque frente a las coyuntu-
ras políticas caracterizadas por una tradición clientelista y corrupta, y
una historia social condenada por un convulsionado orden público, no
se han tomado las medidas preventivas que la experiencia permite ni se
ha buscado un entendimiento consensuado entre las distintas partes que
son las protagonistas de una transformación estructural socio-cultural
y económico-política de la región, esto es, las instituciones, los go-
biernos y las autoridades locales, las asociaciones públicas y privadas,
las comunidades indígenas y afrocolombianas y la sociedad civil en
general, sin que ello desestime la responsabilidad y la deuda del Estado
nacional con esa zona del país.

Reflexiones finales

Sin duda el carácter colectivo del territorio del Consejo Comunitario
Alto Mira y Frontera se vio tremendamente afectado sobre todo por los
conflictos de intereses entre el marco normativo y tributario que promo-

ciona la producción del monocultivo de palma y agrocombustibles, que
los exime de impuestos y les procura prerrogativas financieras frente a la
ley 70 de 1993, el decreto 1745 de 1995 y el artículo transitorio 55 de la
Constitución que le confiere a las tierras colectivas de afrocolombianos
la calidad de inalienables, inembargables e imprescriptibles.

La escandalosa concentración de tierras en manos de los grandes em-
presarios sigue sembrando muchas dudas sobre la legalidad de su ad-
quisición cuando observamos las grandes cosechas de desplazamientos
masivos de gente humilde. Luego, la agroindustria palmera en Colombia
no sólo introduce el monocultivo de palma, impone además una mo-
noeconomía estrictamente capitalista en la que no tienen cabida otros
tipos de economías; coloniza con una monocultura basada en los indivi-
dualismos y la verticalidad plutocrática; radicaliza un monopensamiento
empresarial de corte tecnocrático por fuera del cual sólo hay “atraso” y
“subdesarrollo”.

Para terminar sólo tengo como aporte a las reflexiones finales más pre-
guntas, sobre todo en estos momentos en el marco de la vigencia de 14
TLC’s firmados, el Plan Nacional de Desarrollo del presidente Santos, y
el proceso de negociaciones en la Habana entre la guerrilla las FARC y
el gobierno, muy a propósito de los temas álgidos que se están tocando
en la mesa como el actual sistema económico, la concentración de tie-
rras, la situación agraria, sin los cuales no se puede hablar de paz ni de
posconflicto.

Teniendo en cuenta que la agroindustria de la palma de aceite sigue sien-
do un sector en la economía nacional que concentra un importante núme-
ro de mano de obra, lamentablemente los millones de activos que mue-
ven las empresas palmeras en el procesamiento del aceite de palma y en
cuanto a financiación y apoyos tanto nacionales como internacionales y
sobre todo en cuanto a exenciones tributarias legalmente estipuladas, no
se redistribuyen en mejoras equitativas a largo plazo e inversión social
estructural sino meramente coyuntural. No es posible hablar de algún

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tipo de compensación por los impactos ambientales, económicos y so-
cio-culturales que desata la producción de gran escala de los monoculti-
vos agroindustriales, porque es la vida la que está en juego. En estos tér-
minos, la agroindustria palmera no puede significar como una alternativa
a los cultivos de uso ilícito, ni mucho menos hablar de sostenibilidad, de
compromiso social, de rentabilidad, de progreso. Esta política fracasa en
su abanderada batalla contrainsurgente y antinarcótica.

Y, finalmente, ¿Es posible que hablar de militarización y violación de
derechos humanos se nos haya convertido en un pleonasmo? Cuando
a 4 años de implementación del Plan Troya Pacífico por el presidente
Santos, los réditos recibidos por esta región tan golpeada por el conflic-
to armado interno, solo son de abusos, violencia sexual y feminicidios
(CCAI 2011).

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