159


160






















19 Este artículo es parte de las investigaciones del Grupo “Libre libro:

laboratorio experimental y colaborativo de investigación interdisciplinaria sobre
lectura y prácticas editoriales” de la Escuela de Literatura de la Universidad de las

El derecho a la lectura: una aproximación desde las editoriales
independientes en Ecuador19

The right to read: an approach from independent publishers in
Ecuador

O direito à leitura: uma abordagem de editoras independentes no
Equador

Ana Camila Corral Escudero
Universidad de las Artes
ana.corral@uartes.edu.ec

Resumen. Este artículo pretende aportar a la conceptualización de la
lectura como una práctica social que excede a sus nociones únicamente
vinculadas a la alfabetización y a la cultura escrita, a la vez que como
un derecho humano imprescindible para reducir las brechas de
desigualdad social y alcanzar vidas dignas para la sociedad.
Asimismo, este trabajo realiza una aproximación al sector editorial
independiente ecuatoriano, al que reconocemos como uno de los
principales actores del ecosistema del libro y la lectura, que, al margen
de las acciones estatales y como respuesta a la insuficiencia de su
alcance, trabaja por el acceso a la lectura a través de su apuesta por la
bibliodiversidad y el encuentro de los textos con las personas lectoras.
Para ello, presentamos los resultados del primer corte de un mapeo
abierto de proyectos editoriales, realizado entre los meses de julio a
noviembre de 2022.

Palabras clave: lectura, editoriales independientes, derechos
culturales, bibliodiversidad

Abstract. This article aims to contribute to the conceptualization of
reading as a social practice that exceeds its notions exclusively related
to literacy and written culture, as well as an essential human right that
reduces the gaps of social inequality and achieves dignified lives for

Artes. Destacamos el aporte de Mariam Ibarra, quien contribuyó de manera importante
en el tratamiento de los datos y el análisis de la información.


161


162

society. Likewise, this work makes an approach to the Ecuadorian
independent publishing sector, which is recognized as one of the main
actors of the book and reading ecosystem, which, outside of State
actions and as a response to the insufficiency of its reaches, works
towards the access of reading through its commitment to
bibliodiversity and the encounter of texts with readers. To this end, we
present the results of the first stage of an open mapping of publishing
projects, carried out between July and November 2022.

Keywords: reading, independent editors, cultural rights,
bibliodiversity

Resumo. Este artigo visa contribuir para a conceptualização da leitura
como uma prática social que vai além das suas noções exclusivamente
ligadas à alfabetização e à cultura escrita, bem como um direito
humano essencial para reduzir as disparidades sociais e alcançar vidas
decentes para a sociedade. Do mesmo modo, este artigo aborda o
sector editorial independente do Equador, que reconhecemos como um
dos principais actores no ecossistema do livro e da leitura, que, à
margem das acções do Estado e em resposta à inadequação do seu
âmbito, trabalha para o acesso à leitura através do seu compromisso
com a bibliodiversidade e o encontro de textos com os leitores. Para o
efeito, apresentamos os resultados do primeiro corte de um mapa
aberto de projectos editoriais, realizado entre Julho e Novembro de
2022.

Palavras chave: leitura, edição independente, direitos culturais,
bibliodiversidade


Recibido: 06.12.2022 Aceptado: 23.12.2022





Todos nos leemos a nosotros mismos y el mundo
que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y
dónde estamos. No podemos hacer otra cosa que
leer. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra
función primordial.

JAMES HILLMAN


Introducción

La historia de la humanidad es también la de la evolución de sus
tecnologías, a las que entendemos no solamente como instrumentos,
aparatos o técnicas para conseguir algún fin, sino como creaciones
sociales que surgen en un contexto específico al que modifican, por el
que son modificadas y por el que, inexorablemente, atraviesan
relaciones de poder (Racioppe, 2014). Las tecnologías definen la
condición humana, fundan nuevos contornos para la especie, como lo
afirmaba el filósofo de la comunicación Marshall McLuhan (1985).
Dentro de estas creaciones, las tecnologías del intelecto que son la
lectura y la escritura han sido particularmente importantes, pues
significaron una revolución cognitiva de enormes consecuencias para
la humanidad (Gubern, 2010). Como afirman Caride y Pose (2015) “la
evolución de quién y cómo somos es inseparable del proceso
civilizatorio que se inicia con la tecnología de la escritura” (p. 68).

La escritura permitió la conservación de las ideas por fuera de la mente
humana al crear una extensión sin límites de la memoria del mundo y
abrió nuevas posibilidades de comunicación. Paralelamente, la lectura
surgió como “esa alquimia que convierte las cosas vistas, las
‘sustancias’ que llegan, a través de los ojos, a nuestro laboratorio
interior” (Manguel, 2014, p. 42) en signos legibles e inteligibles. Leer
y escribir se transformaron a lo largo de la historia en poderosas
construcciones sociales que han cambiado de formatos, sentidos,
escenarios y actores de acuerdo con sus contextos y que han sido el
motor y el gatillo de innumerables revoluciones. Este artículo –
derivado de un proyecto de investigación de mayor alcance– pretende


163


164

aportar a la conceptualización de la lectura como una práctica social
que excede a sus nociones únicamente vinculadas a la alfabetización y
a la cultura escrita, a la vez que como un derecho humano
imprescindible para reducir las brechas de desigualdad social y
alcanzar vidas dignas para la sociedad.

Estas maneras de abordar la lectura, aunque no son especialmente
novedosas, ocupan un lugar secundario en el contexto ecuatoriano, en
el que el acceso a los Derechos Culturales es todavía muy bajo y la
institucionalidad cultural carece de recursos y herramientas para
pensar su quehacer –y sus efectos sociales, culturales y económicos
para la ciudadanía– y diseñar objetivos prioritarios para encaminar la
política pública. Asimismo, este trabajo realiza una aproximación al
sector editorial independiente ecuatoriano, al que reconocemos como
uno de los principales actores del ecosistema del libro y la lectura, que,
al margen de las acciones estatales y como respuesta a la insuficiencia
de su alcance, trabaja por el acceso a la lectura a través de su apuesta
por la bibliodiversidad y el encuentro de los textos con las personas
lectoras. Para ello, presentamos los resultados del primer corte de un
mapeo abierto de proyectos editoriales, realizado entre los meses de
julio a noviembre de 2022, que tiene como propósito contribuir a la
comprensión del sector editorial independiente ecuatoriano a través de
la caracterización y descripción de sus distintas funciones,
competencias y posturas éticas, estéticas y artísticas.

La lectura como un derecho

Tras la aparición hace aproximadamente 6000 millones años del homo
scriptor
–responsable de la organización de nuevas sociedades
complejas con necesidades administrativas, económicas y políticas
que reclamaban la existencia de documentos escritos–, leer y escribir
se establecieron como oficios profesionales a cargo de castas
privilegiadas; desde Mesopotamia hasta nuestros días, quienes han
sabido leer y escribir plenamente han estado estrechamente ligados al
“ejercicio mismo del poder” (Ferreiro, 2001). Fue a partir de la
invención de la imprenta en el siglo XV y su posterior industrialización
–la creación del hombre tipográfico–, que la lectura se hizo posible
para una gran cantidad de personas y la cultura escrita se convirtió en

un requerimiento para estar en y con el mundo, es decir, en un
instrumento de comunicación y construcción identitaria, participación
social y, por tanto, en una condición para ejercer la ciudadanía y ya no
únicamente en un signo de saber. La pedagoga Emilia Ferreiro (2001)
argumenta que la pérdida de la condición de oficio de la lectura y la
escritura inauguró los problemas relacionados con su acceso.

La democratización de la lectura y la escritura se vio
acompañada de una incapacidad radical para hacerla
efectiva: creamos una escuela pública obligatoria,
precisamente para dar acceso a los innegables bienes del saber
contenido en las bibliotecas, para formar al ciudadano
consciente de sus derechos y sus obligaciones, pero la escuela
no ha acabado de apartarse de la antigua tradición: sigue
tratando de enseñar una técnica. (p.13)

Esta imposibilidad de lograr la “gran utopía democrática del siglo
XIX” se debe, a decir de Ferreiro, en primer lugar, a los aspectos
pedagógicos y técnicos deficientes que derivaron en una alfabetización
para la escuela, pero no para los retos de la vida cotidiana y, en
segundo término, a que este proyecto desconocía los factores
estructurales, históricos y las enormes desigualdades que existen en las
diversas regiones del mundo. El mismo proyecto que pretendía
democratizar habilitó lógicas de exclusión, opresión y la creación de
una hegemonía cultural que ha desconocido históricamente la
diversidad de saberes y prácticas. Es así que desde entonces existen
países que “tienen analfabetos (porque no aseguran un mínimo de
escolaridad básica a todos sus habitantes) y países que tienen iletrados
(porque, a pesar de haber asegurado ese mínimo de escolaridad básica,
no han producido lectores en sentido pleno)” (Ferreiro, 2001, p. 16).

Esta clasificación no sorprende: analfabetos porque los estados no han
asegurado acceso a la técnica, iletrados porque la poseen, pero apenas
pueden decodificar signos y reproducirlos, usualmente dentro del aula,
y porque “la escolaridad básica universal no asegura la práctica
cotidiana de la lectura, ni el gusto por leer, ni mucho menos el placer
por la lectura” (Ferreiro, p. 14). Y estos en oposición a los lectores
plenos, para quienes la lectura ha dejado de ser


165


166

una técnica individual y se ha convertido en una condición de su
ejercicio de ciudadanía, que realizan con conciencia crítica, en
igualdad de oportunidades para exponer los propios puntos de vista y
con la libertad para producir sus propias representaciones, de
reconocerse en ellas y reconocer a las y los otros, en una permanente
búsqueda de sentido a lo que se es y se hace en el mundo.

En los países del Sur global, la lectura ha sido una práctica social
mayormente vinculada con las élites intelectuales que la han prescrito
como receta para obtener placer, entretenimiento y estatus, lo que en
palabras de Renán Silva (2003) puede comprenderse como
etnocentrismo de la lectura, es decir, “la universalización de una forma
de lectura que regularmente se corresponde con aquella que domina
los círculos de los intelectuales” (p. 161).

Cuando ha salido del ámbito de los hábitos lectores de la burguesía y
ha estado presente en las agendas públicas y en los discursos oficiales,
se ha puesto énfasis en una concepción academicista, didáctica y
utilitaria, cuya función principal es luchar contra el fracaso escolar –el
fracaso de la técnica– y la “patología social que es el analfabetismo”
(Ferreiro, p. 12). Esta mirada es escueta, violenta y, claro está,
insuficiente, ha conducido de la misma manera a las acciones públicas
para su fomento. No sorprenden eslóganes de campañas del tipo
“libros para combatir la ignorancia”, que parecen trasladar el problema
a los sujetos, casi siempre en condiciones de vulnerabilidad, y no en la
falta de acceso a sus derechos culturales.

La lectura, podemos afirmar al igual que Ferreiro, no es un lujo ni una
obligación, sino un derecho de todas las personas que permite el
ejercicio pleno de la democracia –impensable si no existe un pueblo
con capacidades críticas y reflexivas–, la inclusión social, la
participación cultural y la reducción de desigualdades sociales. La
lectura es una práctica de libertad y resistencia al poder, al mismo
tiempo que un instrumento al servicio del control, la dominación
cultural y de los poderes que han fraguado “el saber letrado referido
únicamente a sí mismo, y a las élites intelectuales que se asumen como
agentes civilizadores y gestoras de un patrimonio que, en realidad, las
sobrepasa” (Mondragón, 2019, p. 11).

De ahí la necesidad de pensar la lectura como un asunto público desde
una matriz cultural y simbólica fuera del ámbito educativo y de la
hegemonía, que incluya, como propone José Castelho (2020), la
diversidad cultural y los saberes profundos acumulados por los
pueblos y territorios ancestrales y contemporáneos, urbanos y rurales,
que se cimientan tanto en tradiciones orales como escritas.

Lectura no es solo alfabetización, es visión de mundo.
Quien lee, piensa. Y quien piensa, no se calla. Es urgente, por
lo tanto, incentivar la lectura, no solo en su dimensión
educativa, sino también en su dimensión social y cultural. La
lectura es condición de aprendizaje. Sin esta y sus juegos de
sentido, el hombre no se convierte en sujeto de su historia.
(Yunes, en Castelho, p. 19)

Tras el impacto social, económico y político que produjo la pandemia
por la COVID-19, cuyos efectos acrecentaron la desigualdad
estructural y profundizaron el individualismo al que someten el
capitalismo y el neoliberalismo, humanizar la lectura desde la política
pública y el quehacer cotidiano de los y las trabajadores de la cultura
significa contribuir a una práctica que “permite a los ciudadanos
conocerse y comprenderse a sí mismos y a los otros, un acto que
favorece el diálogo y, en virtud de este, la construcción de una
sociedad más armónica y humana (Castilho, 2020, p.12).

Según María Teresa Andruetto (2014), las personas lectoras
convierten al libro, una vez objeto inanimado, en un ser vivo capaz de
perturbarnos, interrogarnos y obligarnos a mirar nuestras zonas
indómitas, incómodas, dolorosas; a la multiplicidad de sentidos y
experiencias que nos trascienden y conectan con otros. En el mismo
sentido, Rafael Mondragón afirma que el derecho a la palabra es paso
para la construcción de humanidad a la que entiende más como un
proyecto ético o compromiso de defensa de las vidas con dignidad que
como una esencia o una condición (Mondragón, 2019, p.19).

Podríamos decir más, en tiempos violentos como el que atraviesa hoy
en día el Ecuador, es vital establecer estos diálogos a través de la
lectura y la escritura como ejercicios de resistencia y relacionamiento,


167


168

pues sabemos ya que “las consecuencias psíquicas y sociales de los
comportamientos lectoescritores, no sólo sensitivas o materia­les, han
sido espectaculares, modificando las formas de comunicarse
emocional y cultu­ralmente” (Caride y Pose, p. 68). Pensar de manera
creativa las urgencias contemporáneas, recuperar las subjetividades
presas del lenguaje estilizado del horror que produce un discurso
mediático paralizante (Mondragón, 2019) y permite activar a los
sujetos para pasar de ser testigos pasivos a transcender en el
pensamiento y en la acción social.

Ahora bien, como es lógico, hablar de derechos culturales implica
discutir acerca conducción ética del Estado hacia el encuentro de los
intereses colectivos a través de la construcción de política pública en
articulación con los distintos agentes del ecosistema cultural, ya sean
públicos, privados, oficiales, particulares y comunitarios. Como diría
Salas Lamadrid (2010)

En un contexto democrático, respetuoso con los
derechos humanos, el Estado tiene hoy un papel indiscutible
para garantizar la circulación de las expresiones culturales –
creación, difusión, acceso y conservación– evitando que se
vean limitadas por el mercado, y al contrario, ofreciendo las
condiciones para que su dimensión económica se desarrolle (p.
5).

Ya el Estatuto sobre la lectura (1997) elaborado por el Comité
Internacional del Libro, entidad con rango de consultor de la
UNESCO, afirmaba que la lectura es un derecho universal porque
influye en los aspectos cultural y científico, social, económico,
democrático y en la creatividad intelectual. Según el documento
citado, para garantizar la universalidad de este derecho, sería necesario
cumplir con ciertas condiciones relacionadas al desarrollo de hábitos
lectores desde edades tempranas, al acceso a materiales de lectura
apropiados en los ámbitos educativos y de ocio, entre otras acciones
de clara competencia estatal.



La lectura en el contexto ecuatoriano

En el contexto ecuatoriano, apenas a finales del año 2016, la Asamblea
Constitucional del Ecuador aprobó la Ley Orgánica de Cultura, que
determinaba al sector cultural como prioritario para la economía y a la
innovación en la cultura como un factor agregador de valor. Establecía,
además, en su artículo 120, la creación del Plan Nacional de
Promoción del Libro y la Lectura. Anteriores a esta ley, en materia
editorial estuvieron la Ley del Libro del 2006 y la Ley de Fomento de
Libro 1987, ambos documentos que ponen énfasis en el carácter
instrumental del libro y la lectura.

Con esto, Ecuador dejaba de ser el único país en la región sin un Plan
Nacional del Libro. El nuevo organismo prometía subsanar las
omisiones históricas y romper con una tradición, que reconocía
viciada, de la acción pública en torno a la lectura. Casi un año después
de aprobada la Ley, el gobierno presentó el Plan Nacional del Libro y
la Lectura José de la Cuadra (PNLL) con la promesa de convertirlo en
un proyecto prioritario con aproximadamente 40 millones de dólares
de asignación presupuestaria.

Mediante el Plan Nacional de Lectura José de la Cuadra, el
Estado ecuatoriano reconoce la necesidad de fomentar los
comportamientos lectores y los consumos de lectura para
promover una sociedad equitativa y soberana, como lo determina
la Ley Orgánica de Cultura en sus artículos 120 y 126. El
cumplimiento de este mandato constitucional es competencia del
Ministerio de Cultura y Patrimonio y del Gobierno Nacional y,
debido a su transcendencia, el Ministerio ha propuesto que éste se
constituya en un proyecto prioritario y emblemático para el país.
(CERLALC, 2018, s/p)

Poco a poco, el plan fue perdiendo las competencias que se le
atribuyeron al momento de su creación, como lo indicó su exgerenta,
Juana Neira, en una entrevista otorgada a diario El Comercio en
septiembre de 2020: “Soy categórica y enfática al decir que en este
momento el Plan Nacional del Libro y la Lectura no tiene recursos, por
los recortes que se han hecho” (Flores, 2020). En esta misma


169


170

entrevista, Neira admitía que para el cumplimiento del objetivo de
fortalecer el sector editorial, “todavía está todo por hacerse”. El 31 de
diciembre de 2021, Ecuador volvió a convertirse en el único país sin
un plan; el gobierno del presidente Guillermo Lasso había decidido su
cierre, sin siquiera emitir un comunicado o explicación.

Una aproximación desde las editoriales independientes en
Ecuador

En un país como Ecuador, el acceso a los Derechos Culturales –y a la
lectura como uno de los más importantes, pues “favorece el ejercicio
de otros derechos y que promueve un mejor desempeño de los seres
humanos en todos los aspectos de su vida" (Castilho, p.12)– es todavía
muy bajo. La institucionalidad cultural carece de recursos y
herramientas para pensar su quehacer –y sus efectos sociales,
culturales y económicos para la ciudadanía– y diseñar objetivos
prioritarios para encaminar la política pública.

Ante la falta de atención histórica, han surgido en el mundo, y el
Ecuador no es la excepción, otros actores culturales: las editoriales
independientes, los mediadores de lectura, las bibliotecas
comunitarias, entre otros, que han asumido en un rol fundamental para
facilitar el acceso a los materiales y construir hábitos lectores. Son las
editoriales independientes las que han abanderado la bibliodiversidad
–término que se refiere a la “la diversidad cultural aplicada al mundo
del libro […] a una necesaria diversidad de las producciones
editoriales que se ponen a disposición de los lectores” (Alliance
internationale des éditeurs indépendants, 2014, p. 4).

A decir de Paulo Slachevsky, las editoriales independientes tienen un
rol proactivo en la elaboración y producción del conocimiento y los
saberes diversos, el desarrollo del espíritu crítico y “han buscado
resquebrajar el colonialismo cultural que nos domina y la brutal
desigualdad en el intercambio Norte-Sur” (p. 2016). A través de sus
catálogos han construido territorios de contrapoder frente a lo
uniforme a lo que nos obligan las tendencias de mercado de los grandes
grupos editoriales, en el que no solo defienden las voces distintas sino
las diversas formas de contar, de ver, de hablar y de ser.

En términos generales, el sector editorial independiente en Ecuador
está conformado por empresas pequeñas autogestionadas que buscan
fomentar la cultura del libro y el hábito de la lectura como factores
esenciales para el desarrollo integral del ser humano y la construcción
de una sociedad de ciudadanos, además de

contribuir a la efectiva democratización del libro y la lectura
en el Ecuador como medio para propiciar el respeto al derecho de
todo ciudadano de tomar parte, libremente, en la vida cultural de
la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso
científico y en los beneficios que de él resulten (Asociación de
Editores Independientes del Ecuador, 2017, p. 5).

En reconocimiento a su condición de actores culturales y
sociopolíticos relevantes para la sociedad –y frente a la necesidad de
llenar el vacío de información referida al ecosistema del libro y la
producción editorial en Ecuador– desde el grupo de investigación
LibreLab: laboratorio experimental de investigación interdisciplinaria
sobre lecturas y prácticas editoriales de la Escuela de Literatura de la
Universidad de las Artes iniciamos un mapeo abierto de proyectos
editoriales en julio de 2022. En este artículo presentamos los primeros
resultados de corte exploratorio descriptivo, sin pretensiones
estadísticas.


Resultados del mapeo abierto

El mapeo abierto se construyó como una encuesta en línea, articulada
a partir de trece preguntas diseñadas para caracterizar el sector del libro
y la lectura del país desde sus aspectos más básicos como su
autodefinición y la conceptualización de su línea editorial; su
ubicación geográfica, el tamaño de la empresa, la vía de distribución
de su catálogo, entre otros. La encuesta recibió, hasta el 30 de
noviembre, cuarenta respuestas válidas, las que nos permitirán una
primera aproximación descriptiva, y se mantendrá abierta durante
algunos meses más para alcanzar una muestra superior. Como ya se
mencionó, los resultados son de carácter exploratorio y no pretenden
ser representativos en términos estadísticos.


171


172

Los resultados demuestran que el 87.2 % de los encuestados definen
sus proyectos como editoriales independientes o autogestivas,
mientras que el 12.8% restante se divide entre un 5.1% de proyectos o
editoriales digitales, un 2.6% editoriales universitarias y un 2.6% de
proyectos de producción editorial y otras artes. La mitad de los
proyectos fueron creados en Quito, la capital del país, y el resto radica
entre Guayaquil (18.4%), Cuenca (15.8%), Loja (5.3%), Pujilí (2.6%),
Manta (2.6%), Macas (2.6%) y Ambato (2.6%).

De la muestra, el 5.4% fueron creadas entre 1980-2000, el 13.5% entre
2001-2010, seguidos por los años 2011-2019, que constituyó el rango
temporal donde se creó el mayor número de editoriales con el 56.8%,
y los años 2020-2022 con el 24.3%. Tomando como factor de estudio
el año de su última publicación, advertimos que el trabajo sostenido se
ha mantenido estable a pesar de la pandemia, habiendo el 71.1%
publicado en este 2022, el 21% entre 2020-2021, por lo que pueden
considerarse como editoriales vigentes. El 7.9% publicó por última vez
en el periodo de 2014 a 2019.

La pregunta orientada a la descripción de los proyectos reveló que
varias editoriales, el 22.2% de la muestra, ha construido su catálogo
apostando por autores nacionales y de sus provincias de origen, es
decir, nacieron con el objetivo de poner en valor las representaciones
locales. Los géneros elegidos por las editoriales son diversos, priman
la poesía, narrativa y el ensayo, con especial énfasis en autores
emergentes. La encuesta expone también que la literatura infantil es la
menos editada, constituyendo apenas el 2.8%.

Ahora bien, centrándonos en el tamaño de las editoriales podemos
afirmar que las personas dedicadas a esta labor son muy pocas,
conformándose los emprendimientos editoriales en la mayoría de los
casos por dos personas únicamente; los resultados de la pregunta
traslucen que el 56.4% de las editoriales independientes están
formadas por un grupo de una a tres personas, el 33.3% por un grupo
de cuatro o cinco miembros, y el 10.3% restante está conformado por
un grupo de seis personas, siendo el límite de tamaño de la editorial.
Con respecto al tipo de publicaciones que realizan
(impresas/digitales), se devela que el 56.4% produce publicaciones

impresas y solamente un 2.6% lo hace de forma digital, mientras que
el otro 41% lleva a cabo ambos tipos de publicaciones, apostando por
el balance entre el mundo editorial tradicional y las nuevas
tecnologías.

Referente a las vías de distribución, la encuesta afirma que el 38.5%
distribuye su catálogo por medio de librerías y ferias del libro, mientras
que el 35.9% lo vende a través del manejo de las redes sociales y de
ventas directas a través de su página web; por su parte el 7.7% lo hace
mediante la gestión por parte de autores, y el 17.9% restante distribuye
su catálogo de otras maneras, lo que incluyen preventas y ventas a
unidades educativas. De las editoriales que participaron en la encuesta
el 41% afirma haber recibido alguna vez fondos concursables o ayudas
por parte del Estado, mientras que el 59% restante no ha recibido este
tipo de ayudas en ningún momento. Deteniéndonos en la pregunta
referida a los grupos de apoyos y redes editoriales, se muestra que el
17.9% pertenece a la Asociación de Editores Independientes del
Ecuador, el 5.1% a la Cámara ecuatoriana del libro, el 48.7% no
pertenece a ninguna, y el 28.2% restante a otras redes de la región
latinoamericana.

Consultados por la realización de actividades de mediación lectora
como parte de sus proyectos, se reveló que el 53.8% contempla en su
quehacer estas actividades de encuentro con los públicos lectores. Por
otro lado, la pregunta referida al uso de licencias libres o abiertas como
Creative Commons reveló que el 46.2% apuesta por su uso, que
podemos advertir que se ha incrementado el uso de estas con respecto
a los últimos años.

La encuesta expuso una serie de demandas y medidas que las
editoriales comparten en el marco de aquello que el Estado debería
hacer para fomentar el desarrollo del sector editorial. Las exigencias
son muy parecidas: crear políticas públicas de apoyo que contribuyan
al impulso del sector editorial; gestionar mejor los fondos de inversión;
crear una política de difusión y circulación por los diversos circuitos
del libro a nivel nacional e internacional; incrementar el presupuesto
para actividades de mediación lectora; descentralizar la cultura; bajar
los impuestos a las importaciones del papel y al


173


174

material generalmente usado para la creación de los libros; abrir más
fondos e incentivos para las editoriales independientes y proyectos
autogestionados, sobre todo en provincias; incluir programas
culturales dentro de los espacios de circulación de libros; fortalecer las
bibliotecas del país a través de publicaciones para ellas, y ofrecer
capacitaciones y fomento para la creación de nuevas editoriales con un
acompañamiento de difusión y comunicación de una campaña
nacional; asimismo se aboga por la compra pública de los catálogos
para escuelas, colegios y bibliotecas y la creación de públicos lectores.
Otras de las medidas propuestas son hacer ferias del libro organizadas
sin cobro de stands y crear becas y residencias para escritores.

Las medidas que se plantean se repiten en las voces del sector editorial.
Bajar los impuestos a las importaciones de tinta y papel resuena como
uno de los acuerdos que se buscan en común, pues si bien la
importación de libros no tiene IVA, la construcción de ellos es
excesivamente cara en Ecuador, llegando a ser más barato publicar en
el exterior. Por otro lado, si bien es cierto que existen fondos
concursables que ayudan a la creación, se llega a la conclusión general
de que no son suficiente y que falta fomentar lo que viene después, es
decir, la creación de públicos lectores y las actividades de mediación
lectora para lograr vender los libros ya publicados, que se amontonan
en las editoriales y en las librerías del país.

Consideraciones finales

La lectura, como hemos expuesto, debe tratarse como una práctica
social y un derecho humano imprescindible para alcanzar vidas con
dignidad, por tanto, es importante explicitar la necesidad de que se
incluya en las agendas de la política pública como un asunto prioritario
y transversal; como una “estrategia fundamental para renovarnos y
superar las desigualdades que vivimos" (Castilho, p. 16). En el
contexto ecuatoriano, la información sobre el acceso y los hábitos
lectores y sobre el ecosistema editorial ha sido insuficiente y confusa.
Hasta junio de 2022, “Ecuador era uno de los pocos países de la región
que no contaba con estadísticas nacionales consolidadas para una
sociedad y sector que requieren de información e indicadores
relacionados al ámbito cultural, como insumo para la construcción de

políticas públicas que garanticen el ejercicio de los derechos
culturales” (OEI, 2022).

El mapeo abierto realizado reveló una serie de resultados que permiten
una aproximación descriptiva del sector editorial y el ecosistema del
libro en Ecuador y hace posible vislumbrar la importancia del trabajo
de estos actores culturales para el cumplimiento del derecho a la
lectura. Los resultados albergados –que todavía reclaman lecturas
diversas y exhaustivas– no fueron una sorpresa. La fragilidad del
ecosistema del libro se hace evidente desde varios aspectos,
especialmente en el reclamo de las editoriales al Estado a través de una
serie de demandas que siguen sin ser escuchadas y que no hacen más
que traslucir la desatención histórica al sector editorial independiente.

Este sector se compone de empresas pequeñas, a veces incluso
unipersonales, que funcionan con base en la autogestión de sus
integrantes y, en muchas ocasiones, en situación de precarización
laboral, usualmente son sus propios miembros quienes asumen
también las tareas de comercialización y distribución. Uno de los
riesgos más grandes que han detectado los proyectos consultados es
precisamente el de la distribución de las publicaciones, el eslabón más
débil de la cadena de producción en el país.

En términos generales, la motivación para crear editoriales
independientes ha surgido ante la constatación de la falta de
representantes locales y vanguardistas en el panorama literario
nacional y regional y de la complejidad de acceder a publicaciones de
calidad. Además de la apuesta por sus autores, la mayoría de las
editoriales realiza actividades de mediación lectora con el objetivo de
construir públicos y fomentar el disfrute de la lectura en la ciudadanía.
Muchas de ellas explicitan un compromiso político, pues aseguran
estar “al servicio de las luchas sociales y el pensamiento crítico”.
Varias de las editoriales independientes o autogestivas asumen como
parte de su identidad y fundamento el compromiso de la socialización
de la lectura y la “deselitización” del acceso al libro.

Este primer corte ya nos permite sostener una primera construcción del
circuito editorial y puede pensarse como un


175


176

primer paso para suplir los vacíos de información alrededor de ello. Es
necesario, sin embargo, profundizar en lo que devela y escarbar la
información más allá del lenguaje porcentual; escuchar las necesidades
del sector, articular apoyos resistentes en los cuales sostenerlo y portar
para las exigencias sean escuchadas y resueltas por el Estado.


Referencias

Alianza Internacional de Editores Independietes (2014) Declaración
Internacional de los Editores Independientes.
Disponible en:
https://www.alliance-
editeurs.org/IMG/pdf/declaration_internacional_de_los_edito
res_independientes_2014-2.pdf

Andruetto, MT. (2014). La lectura, otra revolución. Fondo de Cultura
Económica

Asociación de Editores Independientes del Ecuador. (2017). Catálogo
de EIE. Disponible en: https://www.alliance-
editeurs.org/IMG/pdf/catalogo_eie_4_web.pdf

Avilés, R. (2003). La lectura: una práctica cultural. Debate entre Pierre
Bourdieu y Roger Chartier. Revista Sociedad y Economía,
núm. 4, pp. 161-175

Caride, J.A. y Pose, H. (2015). “Leer el mundo hoy o cuando la lectura
se convierte en diálogo”. Ocnos,14, 65-80. doi:
10.18239/ocnos_2015.14.05

CERLALC. (2018). Plan Nacional del Libro y la Lectura José de la
Cuadra
. Disponible en: https://cerlalc.org/wp-
content/uploads/2018/09/42_Plan_Nacional_Lectura_Ecuado
r-1.pdf

Castelho, J. (2020) La lectura como política. Biblioteca Nacional del
Perú.

Comité Internacional del Libro. (1997). Estatuto sobre la lectura.
Disponible en:
https://brapci.inf.br/index.php/res/download/97716

Ferreiro, E. (2001). Pasado y presente de los verbos leer y escribir.
Fondo de Cultura Económica.

Gubern, R. (2011). Metamorfosis de la lectura. Anagrama

Manguel, A. (2014). Una historia de la lectura. Siglo XXI Editores.
McLuhan, M. (1985).La galaxia Gutenberg : génesis del "homo

typographicus". Planeta-De Agostini.
Mondragón, R. (2019). Un arte radical de la lectura. constelaciones

de la filología latinoamericana. México: Universidad nacional
autónoma de México

OEI. (2022) “En Ecuador se lee en promedio un libro completo y dos
libros incompletos al año, según la Encuesta de Hábitos
Lectores, Prácticas y Consumos Culturales”.
https://oei.int/oficinas/ecuador/noticias/se-presento-los-
resultados-de-la-encuesta-de-habitos-lectores-practicas-y-
consumos-culturales

Racioppe, B. (2014). Cultura libre y Copyleft: Hacia una redefinición
en la manera de entender la producción artística
. [Tesis de
doctorado, Univerisidad de La Plata]
https://doi.org/10.35537/10915/44651

Salas LaMadrid, C. (2010) El rol del Estado en el fomento del libro y
la lectura: estudio de la situación en Chile.
Serie
Bibliotecología y Gestión de Información Nº 58. Universidad
Tecnológica Metropolitana.

Slachevsky, P. (2016). “El libro y la lectura: un asunto público”
[Conferencia]. XXI Congreso Internacional del CLAD sobre
la Reforma del Estado y de la Administración Pública,
Santiago, Chile. Disponible en://www2.congreso.gob.pe