DOI: 10.18537/puc.34.02.03

29

Artículo científico

Revista Pucara N.º 34. Vol. 2, 2023
e-ISSN: 2661-6912





















FIEBRE DE CARNAVAL DE YULIANA ORTIZ
RUANO: DOLARIZACIÓN Y NEOLIBERALISMO EN

LA FRONTERA COLOMBO-ECUATORIANA
Fiebre de carnaval of Yuliana Ortiz Ruano: dollarization and neoliberalism on

the Colombian-Ecuadorian border

Fiebre de carnaval de Yuliana Ortiz Ruano: dolarização e neoliberalismo na
fronteira entre Colômbia e Equador

Fernando Montenegro
Universidad Nacional de las Artes
mario.montenegro@uartes.edu.ec

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5980-5570

Recibido: 20 - 10 - 2023
Aprobado:
15 - 11 - 2023
Publicado:
29 - 12 - 2023

Cómo citar:

Montenegro, F. (2023). Fiebre del carnaval de Juliana Ortiz
Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera colombo-
ecuatoriana. Pucara, 2(34).
https://doi.org/10.18537/puc.34.02.03


Resumen:
El presente artículo revisita la obra de Gloria Anzaldúa y Roberto
Bolaño sobre la frontera México-Estados Unidos para discutir la novela de la
escritora esmeraldeña Yuliana Ortiz. Fiebre de carnaval es una novela
publicada en 2022 en Ecuador y España lo que ha posicionado a la joven
escritora como un referente crucial para comprender la situación de esa
provincia del país andino, situada en la frontera con Colombia. Adicionalmente,
la novela se ubica en un período histórico crucial para comprender la historia
del Ecuador contemporáneo, es decir, hacia finales de la década de los noventa
durante el feriado bancario que derivó en la dolarización de su economía.

Palabras clave: literatura ecuatoriana, frontera, dolarización, opacidad,
archipiélago.

Abstract: This article revisits the works of Gloria Anzaldúa and Roberto
Bolaño related to de US-Mexican border in order to discuss Yuliana Ortiz’s

30

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

novel, Fiebre de carnaval, published in 2022 both in Ecuador and in Spain. This
novel has positioned this young writer in a crucial role to understand the current
situation in that Ecuadorian province, situated on the Ecuadorian-Colombian
border. Moreover, the novel takes place in the late 1990s during the financial
collapse that produced the dollarization of the Ecuadorian economy.

Keywords: Ecuadorian Literature, Border, dollarization, opacity,



Resumo: Este artigo revisita a obra de Gloria Anzaldúa e Roberto Bolaño na
fronteira entre o México e os Estados Unidos para discutir o romance da
escritora Esmeralda Yuliana Ortiz. Carnival Fever é um romance publicado em
2022 no Equador e na Espanha, que posicionou o jovem escritor como uma
referência crucial para a compreensão da situação naquela província do país
andino, localizada na fronteira com a Colômbia. Além disso, o romance se situa
em um período histórico crucial para a compreensão da história do Equador
contemporâneo, ou seja, no final da década de noventa, durante o feriado
bancário que levou à dolarização de sua economia.

Palavras-chave: literatura equatoriana, fronteira, dolarização, opacidade,
arquipélago.














I

Empecé a interesarme por las fronteras mientras vivía en México y leía, con
fascinación, las dos novelas principales de Roberto Bolaño, Los detectives
salvajes (LDS)
y 2666. Aparte del gran efecto que tuvo esta lectura como joven
estudiante de literatura, estas novelas parecían plantear algo que iba más allá de
la experiencia estética. Quiero decir, estas novelas desbordaban ese ámbito, para
mi inmediato, de lo literario y dejaban entrever una problemática mayor que
desarrollé con más detenimiento en mi tesis doctoral.

Parte de este efecto de desborde está relacionado con los modos en que Bolaño
pone en diálogo sus obras literarias, con las cuales crea un sistema de
interrelaciones que no estaría mal llamar rizomático. ¿Cuál era pues esa relación
que parecía transportarme de LDS a 2666 como en una máquina del tiempo?
Hay varias formas en que estas obras se comunican, pero después de varias
lecturas e indagaciones sobre el autor y su obra, una me resultaba más llamativa
que todas: ambas novelas concluyen en la frontera México-Estados Unidos.

La pregunta que cabía hacerse en ese momento era qué le resultaba tan
importante a Bolaño sobre este espacio en particular. Mi acercamiento a la
frontera México-Estados Unidos ocurrió bajo la influencia de Gloria Anzaldúa
que en 1987 publicó un libro determinante para lo que hoy se conoce con el
nombre más mercantilizable de border studies: Borderlands/La Frontera: The
New Mestiza
. Esta fascinante obra, a la que la propia autora describiría como
una autohistoria, revisa los modos en los que la frontera México-Estados
Unidos, establecida por primera vez en 1848, ha tenido efectos lacerantes sobre
la sociedad, la política, la historia, la economía y la imaginación de las
poblaciones a las que atraviesa. En el prólogo a la primera edición de su libro,
Anzaldúa (1987) escribe:


The actual physical borderland that I’m dealing with in this

book is the Texas-U.S. Southwest/ Mexican border. The psychological
borderlands, the sexual borderlands and the spiritual borderlands are not
particular to the Southwest. In fact, the Borderlands are physically
present wherever two or more cultures edge each other, where people

Fiebre del carnaval, de Juliana Ortiz Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera …

31

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

of different races occupy the same territory, where under, lower, middle
and upper classes touch, where the space between two individuals
shrinks with intimacy (p. 19).

Esta cita es de enorme provecho porque nos permite acercarnos al problema de
la frontera desde una perspectiva multidimensional. Por un lado, vale esclarecer
que Anzaldúa se refiere a “una frontera física y real” y no a una frontera
imaginaria, aunque bien vale mencionar que en cualquier frontera creada por los
seres humanos hay algo de invención. Sin embargo, el hecho de que Anzaldúa
vea en la frontera una dimensión física resulta decisivo para comprobar el efecto
que tiene no solamente sobre los países y la geopolítica, sino sobre los cuerpos
que atraviesan o están atravesados por ella. En su más conocida cita la escritora
chicana continúa: “The U.S.-Mexican border es una herida abierta where the
Third World grates against the first and bleed. And before a scab forms it
hemorrhages again, the lifeblood of two worlds merging to form a third country
–a border culture” (p. 25).

Ahora bien, lo que me llama la atención de estos pasajes no es tanto ese aspecto
físico de la frontera que se encarna como una “herida abierta”, sino algunos
elementos que pertenecen no tanto al campo de la literatura, sino al de la
economía política. En la primera cita encontramos el concepto “clase”
(mencionado a la par de los conceptos de raza y cultura) y en la segunda el
concepto de “Tercer Mundo”.

Estos componentes me llaman la atención porque iluminan un aspecto de la obra
de Anzaldúa —el económico— que no suele considerarse como importante en
el campo literario. La academia norteamericana, en especial, se ha fascinado
sobre la obra de Anzaldúa por su proliferación poética y por cómo esa
particularidad lingüística se integra en un campo —el literario y el de los
estudios culturales— como un referente clave del prestigio creciente que han
tenido las culturas de origen “latino” en ese país, al punto que en varias
universidades se han abierto carreras de Latinx Studies. Basta, así mismo, con
mirar una lista de ganadores de los principales premios literarios, como el
Pulitzer, para notar el interés que en las principales instituciones culturales
gringas se tiene por estos autores, antaño denostados.

Esta fascinación, decía, oculta una dimensión económica que está
explícitamente presentada en los pasajes traídos a discusión. Me parece que es
tema de otro trabajo especular sobre el porqué de este ocultamiento, por lo que
no me detendré sobre ello. El hecho concreto es que los términos o conceptos
están allí y tienen un valor al mismo tiempo literario y económico o, mejor
dicho, pone en tensión a estos dos campos y nos obligan, a los lectores de
Anzaldúa, para tener en cuenta que no se puede hablar por separado de ellos.

La principal metáfora que utiliza Anzaldúa para referirse a la frontera es “herida
abierta”. Es notable que la metáfora está escrita en español para contrastarla
decididamente del resto de la frase y, por supuesto, que solo en esta operación
yacen varios conflictos posibles que incluyen no solo la guerra entre México y
Estados Unidos, sino el estatuto de la lenguas españolas e inglesa como
dispositivo de control colonial y, en definitiva, como la representación del
sistema mundial capitalista, como lo ha definido Immanuel Wallerstein (2014).

Pero si la lengua es un problema crucial para comprender el sentido de la
metáfora, más interesante es lo-que-produce-la-herida. En ese sentido, Anzaldúa
nos permite avanzar en una interpretación que pone en discusión el problema de
la clase social y de la división internacional del trabajo. ¿Pero por qué? ¿Por qué
a esta escritora le parece imposible avanzar en su narrativa sin hacer uso de esos
conceptos? Desde mi punto de vista el uso de conceptos económicos para la
construcción metafórica del discurso fronterizo está emparentada en muchos
sentidos con el contexto histórico en el que se escribió Borderlands/La
Frontera
, es decir, la década de los ochenta.

Mi hipótesis es, en este sentido, que buena parte de lo que ha escrito Anzaldúa
es un síntoma del avance del neoliberalismo en los Estados Unidos, donde había
empezado a tener consecuencias muy serias, en especial, en esos territorios
colindantes con México que formaban parte de la cartografía artística y política
de Anzaldúa. Anzaldúa, como se nos recuerda en This Bridge Called My Back:
Writings by Radical Women of Color
(1981), recorría el sur de Estados Unidos
impartiendo talleres de escritura y arte en universidades de Texas, Arizona,
Nuevo México, Luisiana, Florida, California que eran en general universidades
comunitarias con una alta cantidad de estudiantes “hispanos”. En esos circuitos

32

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

podía notar, de primera mano, no solamente las huellas de esa guerra de 1848
que dejó a millones de mexicanos “atrapados” en una especie de dimensión
desconocida1, sino que pudo constatar que esa guerra nunca se había terminado,
que en la frontera México-Estados Unidos se vive en un estado de guerra
continuo y constante que es, además, multidimensional: guerra económica,
guerra financiera y, por supuesto, una guerra por las formas (estética).

Creo que quien mejor entendió esta cuestión fue Roberto Bolaño en su novela
2666 publicada en el año 2004. No me consta que Bolaño haya leído a Anzaldúa
(mi impresión es que no lo hizo), pero me parece claro que el chileno supo
identificar el estado de cosas en la región. El crítico norteamericano Patrick
Dove, en un artículo llamado “Literature and the Secret of the World: 2666,
Globalization, and Global War” publicado en 2014, utiliza el concepto de
Global War (guerra global), desarrollado por el teórico italiano Carlo Galli para
explicar el paisaje de extrema violencia que Bolaño expone en su novela. Y no
es para menos.

Aunque se trata de una novela muy extensa, la parte más importante ocurre en
una ciudad industrial llamada Santa Teresa que no es más que un trasunto de
Ciudad Juárez, la ciudad fronteriza que adquirió fama mundial por los casos de
mujeres asesinadas y desaparecidas en el desierto que la circunda. Si bien, la
novela aborda muchos otros asuntos, es claro que Bolaño le ha puesto el mayor
peso a las casi 500 páginas que se dedica a narrar una, por una, más de 160 casos
de mujeres asesinadas.

El narrador hace un esfuerzo por darles un nombre y un apellido a cada una de
las víctimas identificadas por la policía mexicana, casi en una tentativa de
restablecer parte de esa humanidad que ha sido arrebatada de estas mujeres, con
frecuencia violadas y con sus cuerpos abandonados en terrenos baldíos. Aunque
se manejan varias hipótesis sobre el posible origen de estos crímenes, incluido
el de un posible asesino en serie, la realidad y el horror de los sucesos siempre
parece exceder cualquier intento por racionalizarlos desde la lógica policial. En
ese sentido, la novela parece tener una tendencia al caos, como si nos dijera que


1 Vale recordar que los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de

Arizona, Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming fueron anexados al territorio estadounidense como parte

no es posible encontrar la explicación a este tipo de fenómenos. Sin embargo,
allí mismo, en ese aparente caos, se ofrecen algunas hipótesis que el lector debe
reconstruir por sus propios medios. Se establece, por ejemplo, que varias de
estas mujeres tienen rasgos indígenas o que son morenas de ojos negros,
provenientes, en definitiva, del sur de México o de Centroamérica. En otras
palabras, se trata de mujeres migrantes que han ido a buscar mejores
oportunidades de trabajo en las maquiladoras de Santa Teresa/Ciudad Juárez.

Silvia Federici explica de manera diáfana cómo la situación de violencia de las
mujeres, desde los albores de la modernidad, tiene razones estructurales, es decir
propias del modo de producción capitalistas:


¿Cuáles son los detonantes de este fenómeno y qué revela

acerca de las transformaciones que se están produciendo en la economía
global y en la posición social de las mujeres? Hay diversas respuestas a
estas preguntas pero son cada vez mayores los indicios de que las causas
fundamentales de esta nueva ola de violencia son las nuevas formas de
acumulación de capital, que implican el despojo de tierras, la
destrucción de las relaciones comunitarias y una intensificación de la
explotación del cuerpo y el trabajo de las mujeres. Dicho de otro modo,
la nueva violencia contra las mujeres tiene su origen en tendencias
estructurales que han sido fundamentales para el desarrollo capitalista y
el poder del Estado en todas las épocas (Federici, 2015, p. 71).


De hecho, en la novela de Bolaño (2004), la gran mayoría de las víctimas trabaja
en maquiladoras, con lo cual la relación entre muerte violenta y explotación
laboral queda claramente establecida: “La última muerte de aquel mes de junio
de 1993 se llamaba Margarita López Santos y había desaparecido hacía más de
cuarenta días […]. Margarita López trabajaba en la maquiladora K&T, en el
parque industrial El Progreso, cerca de la carretera a Nogales y las últimas casas
de la colonia Guadalupe Victoria” (p. 469).

del tratado Guadalupe-Hidalgo que no solo incluyó el territorio, sino poblaciones de origen mexicano que de
un día para el otro se convirtieron en ciudadanos norteamericanos, aunque de segunda categoría.

Fiebre del carnaval, de Juliana Ortiz Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera …

33

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

Maquiladoras, parques industriales y homicidios. En esta descripción parece que
podemos establecer alguna teoría del delito que no puede terminar con un
hallazgo de índole policial, sino político y económico. No es casual que los
crímenes hayan empezado en 1992 y que se profundicen a medida que avanzaba
la última década del siglo XX. ¿Qué había pasado en esa década? En 1994 se
firmó el NAFTA que no es más que el cénit del avance neoliberal en México y
en el mundo.

De allí que me parece importante el gesto de Bolaño al hacernos notar que el
primer crimen del que se ocupa la novela, que ocurre en 1992 y, el último que
narra en 1999, no son ni el primero ni el último. Esa indeterminación temporal
nos hace pensar en un monstruo más grande que un supuesto asesino serial.
Bolaño está pensando en un sistema, en una maquinaria que produce asesinatos
de manera prolífica y productiva para sus propios fines reproductores. Quizá el
chileno no lo nombró de esta manera, pero podemos decir hoy con toda certeza
que, la principal causa de estos crímenes fue el ascenso global del
neoliberalismo.

Una cuestión final que me interesa rescatar sobre 2666, es que el resto de la
novela, es decir las partes donde no se narran los crímenes (donde son apenas
un lejano rumor o un ruido de fondo), nos sirven para plantearnos hipótesis sobre
el signo de los homicidios. No en vano, buena parte de la obra está tras la pista
de Benno von Archimboldi, un escritor alemán ex combatiente de la Segunda
Guerra Mundial. Más allá de los debates de índole literario, ético y político que
se plantea Bolaño con este personaje, me interesa la conexión o la elipsis que
realiza Bolaño entre la Segunda Guerra Mundial y la desaparición de mujeres
en Ciudad Juárez durante la década de los noventa. ¿Cómo están relacionadas?

Bolaño nos deja ver que Archimboldi viajará a Santa Teresa/Ciudad Juárez para
ayudar a un sobrino que está presuntamente vinculado a los homicidios. Esta
resolución dramática, sin embargo, excede a los personajes, no porque Bolaño
los utilice como metáforas o símbolos de alguna idea o concepto, sino porque
están conectados a la misma maquinaria de guerra y de muerte que es el
capitalismo. Una de las cuestiones que se debate en la novela, gracias a la
presencia de Archimboldi, es que buena parte de los horrores que ocurrieron en

los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, estaba íntimamente
relacionada a las fallas y contradicciones del capitalismo alemán, sobre todo en
el ocaso de la guerra, y no con una especie de mal mitológico. Allí, tenemos
ocasión de encontrar un posible diálogo, entre las víctimas del holocausto judío
y las del holocausto mexicano en Ciudad Juárez. No es que Bolaño busca
absolver a los culpables directos, sino que trata de encontrar una respuesta
ulterior: las mujeres de Ciudad Juárez son bajas de una guerra global impulsada
y sostenida por el capitalismo en su fase neoliberal.

Quizá lo que haya que hacer una vez establecida la comparación, es buscar las
diferencias entre un fenómeno como el holocausto y otro como el de la
desaparición de mujeres, fenómeno que, como sabemos, no se restringe
solamente a Ciudad Juárez. Bolaño, en este sentido, fue profético, pues nos
decía, ya en los albores del siglo XXI, que “el asesino sigue suelto”, pero que
también está matando en otros lados.

Volviendo a ese rasgo diferencial de las mujeres de Juárez, es fundamental
reconocer las condiciones económicas que parecen determinar los crímenes.
Digo esto, porque la gran mayoría de mujeres se caracterizan por ser migrantes
y trabajadoras. Ahora bien, esto en sí mismo no produce los crímenes, porque
se necesita también a los asesinos. La novela no nos deja muy en claro este
panorama, pero es casi obvio pensar que los asesinatos son perpetrados por
hombres en situación de desempleo o precariedad laboral: “Pero, cuando las
maquiladoras se establecieron, no se contrató a hombres desempleados sino a
una nueva fuerza laboral configurada por mujeres jóvenes cuyas edades
oscilaban entre los 16 y 24 años, en su mayoría solteras y/o económicamente a
cargo de una familia y caracterizadas por un bajo nivel educativo” (Quintana,
2016, p. 39).

Hombres desempleados que se dedican a actividades delictivas, como
prostitución, tráfico de drogas y armas. Hombres desempleados que asesinan
mujeres en el tránsito entre su vivienda y los parques industriales construidos,
cada vez con mayor velocidad desde el tratado de libre comercio de 1994.
Bolaño es muy específico en describir, en ese sentido, no solo los cuerpos y
posibles signos particulares de cada víctima, sino el lugar exacto en que los

34

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

crímenes tienen lugar. Esto es importante porque delata una relación concreta y
directa entre crimen y espacio o entre la maquinaria de guerra capitalista y sus
modos de configurar auténticos corredores de la muerte. Los crímenes, como he
dicho, normalmente ocurren en estos intersticios o no-lugares que permite la
ciudad neoliberal del tercer mundo, definida por el establecimiento de grandes
parques industriales, kilómetros de abandono estatal, cinturones de pobreza
donde escasean los mínimos recursos vitales y prospera la violencia. Estos
espacios fronterizos son propios de toda ciudad del Tercer Mundo y podemos
vislumbrar situaciones similares casi en cualquier urbe mexicana o
latinoamericana. Sin embargo, también es importante que la primera localidad
donde explotó este fenómeno sea una ciudad fronteriza. Hasta 2022, hay casi
110.000 personas desaparecidas en todos los rincones de la república mexicana.

En este sentido, podemos decir que las fronteras, ya sean nacionales o al interior
de las ciudades, han sido un laboratorio de experimentación del horror.
Efectivamente, durante el ascenso del neoliberalismo, las zonas fronterizas han
adquirido ciertas peculiaridades que las han convertido en espacios críticos y
altamente peligrosos, entre otras cosas porque ya no son un asunto exclusivo de
los estados, sino porque, por ejemplo, el control de las fronteras nacionales ha
recaído también en el control de empresas privadas. En otras palabras, incluso
las fronteras nacionales han sido, en buena medida, privatizadas (Mau, 88). Esto
ha generado que se produzca una suerte de flexibilización de las fronteras
alrededor del mundo, según el sociólogo alemán Steffan Mau. Una
flexibilización que, contrario a la promesa de una aldea global, permite a los
países del norte global, en colusión con los intereses económicos del capital,
ejercer un control selectivo de quienes pueden y no pasar una frontera.

El caso de la frontera México-Estados Unidos es uno de los más paradójicos en
este sentido, pues aun cuando el NAFTA entró en vigencia, el país del norte
sigue solicitando una visa a los ciudadanos mexicanos. Esto, por supuesto, no
ocurre al revés y aunque parezca ridículo, lo es más si consideramos que el
acuerdo permite el libre flujo de capitales, pero no el libre flujo de personas. La
frontera se convierte así en un espacio (y en un dispositivo teórico) que nos
permite observar las contradicciones íntimas del capitalismo.

2

En el caso concreto que quiero estudiar con ocasión de este trabajo lo que está
en juego es la frontera colombo-ecuatoriana representada en la reciente novela
de la joven escritora esmeraldeña Yuliana Ortiz Ruano. Antes de pasar a la
novela quisiera situar dos hechos por los que esa frontera, conflictiva, hizo
noticia en los últimos años tanto en el plano nacional como en el internacional.

El primer asunto está relacionado con el secuestro y asesinato de tres periodistas
ecuatorianos en la localidad de Mataje, en la fronteriza provincia de Esmeraldas,
al norte del Ecuador, el 26 de marzo del 2018. Los periodistas del diario quiteño
El Comercio habían ido a cubrir la serie de atentados cometidos por grupos
irregulares en varias localidades de la zona. El manejo torpe de la crisis del
presidente Lenin Moreno desembocó en el asesinato de los periodistas y reveló
el completo abandono en el que su gobierno neoliberal tuvo a esta ya de por sí
complicada provincia del país. Una evidencia de esta negligente gestión es el
caso de un puente transfronterizo en la zona de Mataje que, simplemente,
Moreno dejó construido a medias (la obra, de carácter binacional, había
empezado bajo el mandato del presidente Correa). Esta imagen, la de un puente
inconcluso, la de un puente que solo promete el vacío, es una imagen o una
metáfora muy poderosa de la frontera colombo-ecuatoriana, acaso similar a la
propuesta por Gloria Anzaldúa (herida abierta).

El segundo caso que vale mencionar es el mundialmente conocido del futbolista
colombo-ecuatoriano Byron Castillo, jugador de la selección ecuatoriana de
fútbol excluido del último mundial disputado en Qatar el año 2022. Como se
señaló en varios medios, los documentos del futbolista tenían indicios de
irregularidad, por lo cual la Asociación de Fútbol de Chile decidió presentar una
denuncia alegando que “Castillo es colombiano” y en consecuencia la selección
de Ecuador debía ser desclasificada de la competición. Luego de presentar en
varias instancias el caso, el último dictamen que sancionó a la selección
ecuatoriana lo estableció el TAS, un tribunal internacional privado sin
competencia alguna en la legislación ecuatoriana. Sí, el TAS decidió que
Castillo no es ecuatoriano.

Fiebre del carnaval, de Juliana Ortiz Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera …

35

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

Más allá de los detalles jurídicos del caso, tanto las autoridades deportivas
internacionales, como las locales, quedaron en evidencia tras la polémica
alrededor de Byron Castillo. Castillo, como tantos otros niños y niñas de la
frontera colombo-ecuatoriana, tienen familia y vidas en los dos lados de la
frontera y en ocasiones son inscritos indistintamente en cualquier país. Debo
decir, adicionalmente, que esta región del norte de Sudamérica es una de las
zonas más abandonadas y con peores índices de pobreza, agravado todavía más
por el frenético racismo por tratarse de localidades mayoritariamente habitadas
por poblaciones afro. Casos como el de Castillo ocurren todos los días. Y
seguirán pasando. En la novela de Ortiz (2022), de hecho, se da cuenta de la
porosidad de esa frontera a través de un personaje secundario: “El marido se
parecía un poco al profesor Jirafales pero con acento colombiano…” (p. 53).

La otra cuestión que vale la pena aclarar es que geográficamente se trata de una
zona compleja y con frecuencia difícil de acceder o controlar. Una región
definida por su insularidad y por su clima caluroso y vital. Convendría traer a la
discusión el concepto de lo archipielágico avanzado por Edouard Glisstant
(2015), pero por ahora prefiero empezar con un poema de la propia Yuliana
Ortiz (2021) que será, sin duda, más próximo: “observada desde el cosmos/
Limones parece una célula/ o un erizo de mar/ moviéndose a 1km/h/ arriba del
océano Pacífico” (p. 8).

Limones es una de las localidades fronterizas de la provincia de Esmeraldas y
uno de los espacios clave que ha trabajado Yuliana Ortiz en toda su obra. Me
interesa de estos versos, particularmente, esa mirada cartográfica, o con
voluntad cartográfica, que nos permite advertir la condición insular de Limones,
algo que, por cierto, se olvida con frecuencia. Esta condición se tensiona con la
naturaleza fronteriza de la provincia de Esmeraldas. Me pregunto si es en esta
tensión (frontera-isla) que podemos explicar la última oleada de violencia que
sufre la provincia con una tasa de 44,6 muertes por cada 100 mil habitantes, un
récord histórico para la provincia y para todo el país.

Como en Anzaldúa, en la novela de Ortiz la frontera no es una cuestión
exclusivamente geográfica o territorial. Dicho de otra manera, la cuestión de la
frontera no es única del límite político con Colombia, su lógica se inserta y

prolifera en los territorios urbanos de la ciudad de Esmeraldas e incluso dentro
de la casa de mami Nela, la abuela y matriarca familiar, donde se desarrolla
buena parte de la historia de Ainhoa la niña que narra la novela. En el siguiente
pasaje se advierte la sensibilidad de Ainhoa respecto a esa proliferación de
fronteras:


La casa de mi mami Nela está ubicada en la mitad de dos

barrios, cosa seria. Del colegio la Inmaculada para arriba, y cuando digo
cosa seria es que hay como una telita transparente entre ellos y el
nuestro, una pequeña línea que divide lo bueno de lo malo. Una división
que crece en las palabras: un mijita, usted no tiene nada que ir a hacer
para allá arriba, o Yuyi, no, mi amor, usted puede solo salir con nosotras
y nunca, mi amor, en serio, no sea tal de ir a esos barrios (p. 27).


Por supuesto que Ainhoa “fantasea” con transgredir el mandato de su abuela y
que parte de sus obsesiones se explican con ese “otro lado” que, como he dicho
antes, no solo es otro barrio o territorio, sino que implica diferencias de otra
índole: “A veces cuando yo me ponía una licra muy corta las muchachas que
limpiaban la casa me decían que me la saque urgente, que luego mi mami
Checho iba a decir que por qué me estaba vistiendo como las toscas de la
Guacharaca” (p. 28), que es el barrio “malo”. El límite barrial opera aquí como
un dispositivo de diferenciación entre el bien y el mal, como ocurre también al
interior de la vivienda:


Hay una línea invisible que separa también el miedo del respeto,

como la línea que hace que unos sean buenos y otros sean malos. Esa
línea es como una cuerda con la que uno pueda saltar y estar en ambos
lados, a veces en el bueno y otras solo estar en el que le tocó caer los
pies, sea el izquierdo o el derecho. Eso siento cuando mi mami Nela me
habla de Dios, hay una línea que me hace temerla, y otra respetarle.
También esa sensación se expande debajo de mis huesos, late en mi
sangre, de la misma forma, cuando mi mami Checho me cuenta
ilusionada cómo la Mama Doma le salvó la vida (p. 31).

36

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

En el fragmento anterior la palabra “línea” se repite cuatro veces ya no para
referirse únicamente al espacio (aunque este fragmento se lee mientras se
describe la casa de la abuela), sino a las relaciones familiares, especialmente con
los hombres. También la línea parece tener una dimensión corporal que se
observa en la referencia a los “huesos” y la “sangre”. Esta encarnación recuerda
una idea de Anzaldúa cuando describe la vagina como una “rajadura” y al cuerpo
femenino como una “Shadow Beast” que debe mantenerse disciplinada. Como
en la casa de Ainhoa, en la de Anzaldúa los hombres son una amenaza constante,
por lo cual las líneas se marcan de manera firme a través del régimen familiar.
En este punto se plantea una dimensión ética de la línea que bien vale comentar,
porque me parece que nos acerca a un posible contrapunto entre las nociones de
frontera y archipiélago.

La línea separa. La línea diferencia. La línea estratifica. Pero también la línea
cuida y resguarda los cuerpos de las mujeres. Cuando se habla de respeto2, me
parece, se alude a una fragilidad de este tipo, no a una debilidad. Las reglas de
la familia, por estrictas que parezcan ser, buscan organizar una política de
defensa ante una tradición de abuso y violencia que no necesariamente están
representados por una figura masculina concreta, sino por un sistema sexuado
de dominación que, también, es económico. Esto vale para la ciudad de
Esmeraldas, pero también vale para la casa y para el cuerpo. Y no está demás
advertir su violencia. En la ciudad neoliberal la frontera puede convertirse en un
sistema de inteligencia que se transmite a través de la enseñanza femenina y el
cuidado materno. Ortiz es muy cuidadosa al trabajar con estas enseñanzas, pues,
pese a que se trata de una niña, en ningún momento, tiene una postura
esencialista, al contrario, mientras la moda de las “escrituras del yo” trabajan
con una especie de ansiedad por mostrar la fauna y flora cultural que sostiene el
mundo del narrador, Ortiz decide ocultarlo o, mejor dicho, precautelarlo, y lo
hace a través de la música (el ritmo) y la danza (el cuerpo).


2 En este punto me gustaría referirme al volúmen publicado por Doris Sommer, Abrazos y rechazos:

cómo leer en clave menor cuyo título original en inglés es Proceed with Caution, When Engaged by Minority
Writing in the Americas
, donde la crítica norteamericana advierte que varios autores y autoras de nuestra
tradición narrativa suelen ser más elusivos de lo que quisiera la crítica literaria occidental, en el sentido de
que no terminan de “confesar” todo lo que debería confesarse. Insiste, a través de los ejemplos de Rigoberta

Este es el gesto, me parece, más político de la novela y donde quizá podamos
relacionar la idea de frontera con la idea del archipiélago como su contrapunto,
en cuanto que, como ha sostenido Glissant (2015), buena parte de la cultura
isleña se manifiesta a través de una cierta opacidad discursiva, que no tiene nada
que ver con el recelo, sino con el recaudo, la resistencia y la memoria de la
diáspora africana. En ese sentido la música y la poesía cumplen una función
gravitante y estratégica en la novela de Ortiz pues, pese a sus potencialidades
seductoras, no se entregan totalmente al dominio cognitivo y pretenciosamente
transparente del lector que debe, por momentos, resignarse a no saber cuál es el
contenido real la conversación y mantenerse en un estado de respetuosa pero
incómoda ignorancia. Léase el siguiente fragmento: “baisifonki sebom/
baisijonki/ se bombombom” (p. 61).

Esa interrupción de la música genera momentos de quiebre y tensión en la
narración y el lector no tiene más remedio que abrir la boca y mover el cuerpo,
para tratar de ingresar al sentido de la novela de la que, por un momento, ha
quedado desplazado. El lector blanco-mestizo se queda detenido en una línea
que no puede traspasar sin rendirse primero a la seducción y, sin embargo, este
juego, no es apto para turistas, pues no se trata de una adivinanza que necesita
de su pericia o erudición para resolverla, sino que se transforma en una forma
de saber que se procesa y se recrea en el momento que las ñañas se disponen a
bailar: “Siempre la ponen a las cinco de la tarde, cuando el sol cae incendiado
atrás de la loma de la Guacharaca. Yo dejo lo que sea que esté haciendo para
prender la radio y sacarme la madre bailando” (p. 58). De este pasaje me interesa
en particular la recurrencia repetitiva del baile, la rutina, y el ritmo que en sí
mismo está plagado de repeticiones. Es justo en esa práctica que, según Glissant
(2015), se puede hablar de opacidad:


Esfuerzo intelectual con arranques de repetición (la repetición

es un ritmo), sus momentos contradictorios, sus imperfecciones
necesarias, sus exigencias de una formulación en última instancia

Menchú, Toni Morrison o El Inca Garcilaso, que este tipo de escrituras tienen el trabajo de “resguardar” ciertos
saberes que no debieran estar disponibles para cualquiera que quisiera averiguarlos. Esta poética del resguardo
tiene que ver, finalmente, con el cuidado de esos saberes más que con cierto secretismo, aunque bien visto,
quizá convenga llamarlo secretismo, pero ya no en sus inflexiones más esotéricas, sino en tanto una estrategia
política de supervivencia.

Fiebre del carnaval, de Juliana Ortiz Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera …

37

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

esquematizada, muy a menudo oscurecida por su propio objeto. Pues el
intento de acercarse a una realidad tantas veces ocultada no se ordena
de inmediato en torno a una serie de claridades. Exigimos el derecho a
la opacidad, con el cual nuestro empeño en existir con reciedumbre tiene
el alcance del drama planetario de la Relación: el impulso de los pueblos
anulados que hoy oponen a lo universal de la transparencia, impuesto
por Occidente, una multiplicidad sorda de lo Diverso (p. 9).

La insistencia con la música y el baile en la novela de Ortiz, entonces, es su
derecho a la opacidad y este gesto está intensamente expresado en la relación
problemática entre la ciudad de Esmeraldas y la isla de Limones a la cual las
mujeres recurren cuando la enfermedad o la desgracia flagelan a un miembro de
la familia. Luego del relato de uno de esos viajes hacia la isla, durante las fiestas
de carnaval, la narradora comenta: “Mi mami tiene tantos secretos como el agua,
yo sé que está viva porque puedo ver cómo le crece la vida alrededor, cómo las
voces se dirigen a ella, cómo el agua que le viene adentro hizo posible mi
existencia y la de mi ñaña…” (p. 95). Ese secreto es, en definitiva, el cuidado
de la vida.

Mi sensación es que esta situación de fragilidad, que al mismo tiempo es de
riqueza cultural, económica, ecológica y humana, está relacionada con la
penetración que han tenido los procesos de neoliberalización de la economía.
Evidentemente, me hacen falta datos para probar mi afirmación anterior, pero
mi interés pasa por el campo de lo sensible que es en el que opera la literatura.
En otras palabras, creo ver algunas pistas de esta devastadora realidad en la
novela Fiebre de Carnaval, no solo porque retrata la Esmeraldas
contemporánea, sino porque se ocupa de indagar en la década de los noventa,
especialmente en los años de una de las mayores crisis económicas y políticas
que ha vivido el país, bastante similar a la actual, dicho sea de paso. En otras
palabras, a través de la novela de Ortiz, podemos conectar ambos momentos
históricos como dos fases de explosión e implosión del capitalismo ecuatoriano
en su fase neoliberal.


3 Véase: Montenegro, F. (2022). “La dolarización en la literatura ecuatoriana: especulaciones

iniciales”, Pucara, 2(33), 44-60. https://publicaciones.ucuenca.edu.ec/ojs/index.php/pucara/article/view/4533

La novela también da cuenta de la transición urbana, económica y social de la
ciudad y la provincia de Esmeraldas mientras el país viaja enceguecido hacia
una economía dolarizada. Este punto es crucial para comprender su sentido. En
otro trabajo de mi autoría3 he señalado que los y las escritoras ecuatorianas han
fallado en escribir sobre el cataclismo social más importante de los últimos 150
años de la vida republicana: la dolarización de la economía. Hasta la fecha, no
he encontrado sino señales muy difusas en las obras escritas en los últimos
veinte años. No es el caso de la novela de Ortiz que no solamente se ocupa de
este período histórico, si no que nos hace notar las devastadoras consecuencias
que tuvo para su familia y sus vecinos:


Crisis y la radio contando historias de lanchas con migrantes

ecuatorianos que huyen ensardinados y desaparecidos para siempre
hacia el gris opaco del mar vía a estados unidos. Crisis y una turba de
ecuatorianos caminando la frontera de guatemala para cruzar a estados
unidos. Crisis y los niños de al frente de la calle principal que nunca los
bañan ni los cuidan, como dice mi mami Nela, abandonados por sus
papis que se fueron, capaz a chile a estados unidos. Crisis. Crisis. Crisis.
Feriado, pero aquí no hay una feria, ni alegrías, solo muertos en la radio,
personas que saltan de edificios en la capital en Guayaquil, una turba de
personas asumiendo la calle como el único hervidero posible (Ortiz,
2022, p. 177).


Con feriado se refiere al feriado bancario que tuvo lugar en el Ecuador el 8 de
marzo de 1999. Este suceso desembocó, un año después en la dolarización de la
economía. Ahora bien, según Maurizio Lazzarato (2021), la globalización no es
más que la dolarización del mundo. De manera más desarrollada, en Guerras y
capital
, argumenta lo siguiente:

Nuestra primera tesis es que la guerra, la moneda y el Estado
son las fuerzas constitutivas y constituyentes, es decir, ontológicas del
capitalismo. La crítica de la economía política es insuficiente en la
medida que la economía no reemplaza a la guerra, sino que la prosigue

38

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

por otros medios que necesariamente pasan por el Estado: la regulación
de la moneda y el monopolio legítimo de la fuerza para la guerra interna
y externa (p. 32).


En otras palabras, una economía dolarizada es una economía de guerra. Pero no
solo eso, el Ecuador ha estado dolarizado por casi 25 años y, sin embargo, el
dólar no ha sido establecido como su moneda oficial. En cada proceso electoral
el asunto de la dolarización sale a la luz, como si se tratara de un trauma o un
fantasma del que tenemos demasiado miedo de hablar. La idea de que un nuevo
gobierno amenace con desdolarizar la economía ha provocado tal furor, que
usualmente se utiliza como material de campaña sucia, que ha logrado, incluso,
ganar las elecciones en los últimos años.

Me da la sensación, sin embargo, que el trauma de la (des) dolarización no pasa
solamente por el terreno de la economía política, sino también por el campo de
la sensibilidad. En la medida en que la dolarización se ha convertido en “la
forma misma de nuestra economía”, ha transferido sus efectos a lo que Suely
Rolnik (2019) entiende como la capacidad “personal-sensorial-sentimental-
cognoscitiva” (p. 46) del sujeto. Quizá eso explica el estado de delirio y de
absoluto caos en el que se sumen los personajes en la novela de Ortiz, una vez
que explota la crisis: migraciones, suicidios, depresión. No en vano, la niña
protagonista, muere ahogada después de una especie de delirio que la embauca
en una lancha en medio del mar, esas mismas lanchas en las que los ecuatorianos
huyen tras el feriado bancario:


Necesitaba escabullirme de mi cabeza, salirme de la pasta

cremosa anidada dentro de los huesos de arriba del cuello. Mi cráneo,
una funda transparente llena de agua babosa. Mi cráneo lleno de
coágulos y alacranes podridos empapados de la pasta cerebral, que me
impedía respirar y me agitaba el pecho. Las ballenas seguían saltando y
mugiendo como vacas de agua, quería llorar de alegría, pero lo que yo
realmente necesitaba era tener ese cuerpo, esa capacidad de elevarme y
estrellarme contra el agua salada: eso era. Corrí rápidamente hasta la
punta de la lancha y salté de regreso al agua (p. 185).

Una niña muerta para explicar la muerte de una moneda y, por tanto, de una
historia. Lo interesante de la novela de Ortiz, pasa también por otra parte y
plantea una pregunta fundamental para los estudios literarios en el Ecuador:
¿Cómo fue posible que los y las escritoras ecuatorianas no han tocado este tema?
¿Es tan fuerte el dolor? ¿Tan profundo el trauma?

Me parece que parte de la respuesta que nos da Ortiz es que solo desde esa
posición fronteriza quedaba habilitada la historia de la dolarización como una
narrativa del dolor que está, relata, además, desde la especificidad archipielágica
afroecuatoriana. Quizá por eso solo ella ha sido capaz de contarla de esa manera
tan descarnada. En este sentido, la frontera es también una posibilidad crítica,
aunque solo cuando es resignificada del modo en que Suely Rolnik ha utilizado
la idea de la cinta de Möbius, a partir del trabajo de Lygia Clark. En mi entender,
Yuliana Ortiz entiende a la frontera de una manera análoga, nos obliga a verla
como un espacio también de resistencia, respeto y saber, un saber que no deja
de ser cartográfico, porque claramente exige un posicionamiento en el espacio
y en el campo de la ética. Es con ese saber que Ortiz ha detectado que la
dolarización de la economía ha desatado una lógica de guerra en varios frentes,
entre ellos, en el campo de las formas y de la sensibilidad.


Fiebre del carnaval, de Juliana Ortiz Ruano: dolarización y neoliberalismo en la frontera …

39

Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

Referencias
Anzaldúa, G. (1987) Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, Aunte Lute

Books, San Francisco.
Bolaño, R. (2004). 2666. Anagrama.
Federici, S. (2015). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación

originaria, Tinta Limón ediciones, “Introducción” y “La
acumulación de trabajo y la degradación de las mujeres”. Buenos
Aires.

Glissant, É. (2015). El discurso antillano. Uartes Ediciones.
Lazzarato, M. & Alliez, E. (2021), Guerras y capital. Una contrahistoria, Tinta

Limón ediciones, Buenos Aires. Capítulos: “Introducción” (pp. 29-
48), “La acumulación originaria continua” (pp. 59-100) y “Las
guerras totales” (pp. 190-248).

Montenegro, F. (2023). “La dolarización en la literatura ecuatoriana:
especulaciones iniciales”, Pucara, 2(33), 44–60. Recuperado a
partir de
https://publicaciones.ucuenca.edu.ec/ojs/index.php/pucara/article/
view/4533

Mau, S.; Brabandt, L.; Roos, Ch. (2012). Liberal States and the Freedom of
Movement: Selective Borders, Unequal Mobility. Nueva York:
Palgrave Macmillan..

Ortiz, Y. (2022). Fiebre de carnaval. Recodo Ediciones.
__________. (2021). Cuaderno del imposible retorno a Pangea. Recodo

Ediciones.
Quintana, M. (2016). Feminicidios en Ciudad Juárez: repercusiones de la

integración económica norteamericana en la vida de las
trabajadoras de las maquilas
(tesis de maestría). PUCE-Quito.

Rolnik, S. (2019). Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el
inconsciente
. Tinta Limón ediciones.

Sommer, D. (2005). Abrazos y rechazos: cómo leer en clave menor. Fondo de
Cultura Económica.

Wallerstein, I. (2014). El moderno sistema mundial. Siglo XXI.