DOI: 10.18537/puc.34.02.01

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Artículo científico

Revista Pucara N.° 34. Vol. 2, 2023
e-ISSN: 2661-6912





















TENSIONES ENTRE EL HABITAR Y DESHABITAR
LA MEMORIA:

EL EJIDO DE CUENCA-ECUADOR
Tensions between inhabiting and uninhabiting memory:

El Ejido of Cuenca-Ecuador

Tensões entre habitar e deshabitar a memória:
O Ejido de Cuenca-Ecuador

Elsa Sinchi
Universidad Complutense de Madrid

esinchi@ucm.es
ORCID: https://orcid.org/0009-0009-0923-5838

Paula Rodas Espinoza
Universidad Politécnica de Madrid

paula.rodas@alumnos.upm.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6102-0465


Recibido: 09 - 12 - 2023
Aprobado:
19 - 12 - 2023
Publicado:
29 - 12 – 2023

Cómo citar:

Sinchi, E. y Rodas, P. (2023). Tensiones entre el habitar y
deshabitar la memoria: El Ejido de
Cuenca.Ecuador. Pucara, 2(34).
https://doi.org/10.18537/puc.34.02.01


Resumen: Los ejidos tienen profundas raíces históricas en los sistemas
hispánicos y coloniales de tenencia de la tierra, primero comunal y luego
parcelada. El Ejido de Cuenca no es ajeno a este contexto. El presente sigue los
procesos históricos-culturales que incidieron en la construcción del paisaje
urbano de Cuenca desde su fundación hasta el presente, para analizar y
reflexionar cómo El Ejido enfrenta actualmente la erosión de la memoria y de
los vínculos afectivos que los habitantes tejen con esta área, pese a su
declaratoria como Patrimonio Cultural de la Nación. Para ello, luego de un
recorrido por la geografía histórica y del paisaje que definieron la constitución
de El Ejido nos adentramos, a través de entrevistas y cartografía social, a una
comprensión de los procesos de habitar y deshabitar la memoria de esta área
histórica.

Tensiones entre el habitar y deshabitar la memoria: El Ejido de Cuenca-Ecuador

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Revista Pucara N.° 34. Vol.1, 2023
e-ISSN: 2661-6912

Palabras clave: Ejido, Cuenca, historia, paisaje, materialidad, memoria.

Abstract:
The ‘ejidos’ have deep historical roots in the Hispanic and colonial
systems of land tenure, first communal and then parceled. The Ejido of Cuenca
is no stranger to this context. This paper follows the historical-cultural processes
that influenced the construction of Cuenca’s urban landscape from its
foundation to the present, in order to analyze and reflect on how The Ejido is
currently facing the erosion of the memory and affective links that the
inhabitants have woven with this area, despite its declaration as a National
Cultural Heritage. To this end, after a journey through the historical geography
and landscape that defined the constitution of The Ejido, we delve, through
interviews and social mapping, into an understanding of the processes of
inhabiting and uninhabiting the memory of this historical area.

Keywords:
El Ejido, Cuenca, history, landscape, materiality, memory.

Resumo:
Os Ejidos têm raízes históricas profundas nos sistemas hispânicos e
coloniais de posse da terra, primeiro comunais e depois parceladas. O Ejido de
Cuenca não é estranho a este contexto. O presente acompanha os processos
histórico-culturais que influenciaram a construção da paisagem urbana de
Cuenca desde sua fundação até o presente, para analisar e refletir sobre como O
Ejido enfrenta atualmente a erosão da memória e os laços afetivos que os
habitantes tecem com esta área, apesar de sua declaração como Patrimônio
Cultural da Nação. Para tanto, após uma viagem pela geografia histórica e pela
paisagem que definiram a constituição de O Ejido, mergulhamos, por meio de
entrevistas e cartografia social, na compreensão dos processos de habitar e
deshabitar amemória dessa área histórica.

Palavras-chave:
O Ejido, Cuenca, história, paisagem, materialidade,
memória.





Introducción

El Ejido de Cuenca nació originalmente como un espacio rural de la ciudad. Su
suelo fue de uso agrícola y ganadero. Sin embargo, por su cercanía con el centro
urbano y sus cualidades estéticas y paisajísticas no tardó mucho en convertirse
en la primera zona de expansión de la ciudad hacia el sur en donde el paisaje
estaba constituido por quintas vacacionales, centros administrativos, políticos y
religiosos.

En el año 1949, acuñó el nombre de ciudad jardín, como resultado del primer
Plan Regulador para Cuenca realizado por el arquitecto uruguayo Gilberto Gatto
Sobral. Por su importancia histórica para la ciudad, además de los valores
paisajísticos y urbanos, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural promovió
la declaratoria de este conjunto urbano como Patrimonio Cultural de Ecuador
en el año 2011. Sin embargo, la declaratoria no ha podido parar el fuerte ímpetu
constructivo en la zona y la desenfrenada utilización del suelo, así como
tampoco ha podido parar la erosión de la memoria de quienes habitan este
espacio.

Por lo expuesto, la entrada principal de análisis de este artículo es la memoria
anclada a sitios específicos. Para Maurice Halbwachs (2004) la memoria se
inscribe en una materialidad espacial en donde las colectividades se reconocen
y se diferencian, situando recuerdos en puntos de referencia colectivos. Por ello
la memoria de un pasado está estrechamente vinculada a la construcción de
identidad, de colectividad, que se expresa en el posicionamiento cotidiano de
los actores. La inscripción de la memoria en una materialidad (calles, casas, ríos,
etc.) produce un transitar entre sitios que se tornan acontecimientos, y estos a su
vez, en lugares. Estos lugares, como sugiere Alejandro Isla (2002), no se deben
pensar sólo como monumentos o sitios urbanos, sino también como verdaderas
instituciones que contemplan relaciones sociales concretas que le dan marco.

Al hacer memoria los sujetos construyen identidad (Alessandri, 2001), los
recuerdos nos sitúan en colectividades configuradas desde un conjunto de
sentidos de pertenencia, por ello no podemos referirnos a la memoria sin la
identidad de quienes la sostienen (Piper, 2009). En este sentido, la memoria, o
más bien las narrativas de la memoria, son un campo de fuerzas, de luchas de

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poder por inscribir determinados símbolos, en que se enfatizan determinados
acontecimientos convirtiéndolos, como sugiere Isla (2002) en hitos y ejes de la
identidad.

El Ejido: construcción de su paisaje cultural1
Las tierras ejidales en Cuenca surgen con la fundación de la ciudad, en 1557.
Inicialmente la ciudad era pequeña, su trazo obedeció al típico plano de damero;
con una plaza en su centro y con muchos espacios para su ordenada expansión
geométrica. En la periferia de la urbe se ubicaron dos ejidos, uno situado entre
los ríos Tomebamba y Yanuncay, limitado por las pendientes de Turi, donde los
vecinos podían hacer pastar sus rebaños, y el otro, entre el camino de Quito y el
Tomebamba hasta la confluencia con el Machángara, reservado para el ganado
que tenía como destino el matadero municipal (Chacón, 1990, p. 97). El Ejido
del Tomebamba, conocido propiamente como el Ejido, ingresó rápidamente en
los procesos de expansión urbana de la ciudad, debido a su relativa cercanía con
el centro de la ciudad, de allí el interés por este espacio.
Desde inicios de la fundación de Cuenca, a decir de Jacques Poloni-Simard
(2006), El Ejido acogió a indígenas (caciques e indios del común) en las
cercanías de la antigua ciudadela de Tomebamba: el Ushnu y Guataná,
denominados respectivamente, población de los caciques y población de los
naturales. Tras su fundación, Cuenca había empezado a generar atracción sobre
la población española de la parte meridional de la Audiencia de Quito,
llevándola a un amplio crecimiento evidenciado en las peticiones de tierras y
mercedes de solares efectuadas por el Cabildo a nuevos moradores. Desde 1563
el Cabildo inició la venta de los terrenos para construcción, con el fin de
aumentar las arcas para la ciudad, pero no fue, sino hasta 1579 que la compra
de lotes se convirtió en el modo exclusivo de establecimiento de los nuevos
vecinos llegados a Cuenca2. Así, entre 1570-1571, la población referencial era
de sesenta, para 1574 ascendía a ciento cincuenta, a comienzos del siglo XVII
el número de vecinos se elevaba a quinientos (Poloni-Simard, 2006).


1 De acuerdo con la Convención Europea del Paisaje, por "paisaje" se entenderá cualquier parte del

territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de
factores naturales y/o humanos, Florencia, CEP, 2000. La interrelación de variables geográficas físicas con
las históricas, se las conoce en las ciencias sociales como "paisajes culturales", el más representativo de éstos

Es decir, la expansión urbana se hacía cada vez más evidente y, en parte, también
se debía al crecimiento del número de indios de la ciudad y en la ciudad. La
prosperidad económica local y regional del siglo XVII tenía como consecuencia
el crecimiento demográfico3 evidenciado en los censos realizados a la población
tributaria del corregimiento de Cuenca. En este siglo, Cuenca fue el destino de
varios migrantes indígenas andinos que huían, desde el norte hacia el sur, debido
a la crisis obrajero-hacendataria (Chacón et al, 1993) este hecho provocó
transformaciones en los espacios de residencia y por tanto en su paisaje urbano.
Así, para fines del siglo XVII, El Ejido había dejado su categoría de suelo rural
para pasar a formar parte del suelo urbano. Para inicios del siglo XVIII, El Ejido
era ya considerado como un barrio mestizo periurbano de la ciudad de Cuenca.
Pese a su nueva denominación, la conexión del Ejido con el centro urbano de la
ciudad era distante y estaba limitada y condicionada por un lado por “las
crecientes del río que impedían cruzarlo, la negativa de los clérigos en visitarla
y la frecuencia con que el puente estaba inutilizable” y por otro, por las
distancias sociales y culturales (Poloni Simard, 2006, p. 502).

La población que habitaba el Ejido estaba compuesta por españoles, indios,
mestizos y un mínimo de población negra, identificados, en su conjunto, por sus
vestimentas. Este conjunto de población era definido como “gente de suma
inopia, como gente en quien concurre y se experimenta toda miseria que mueve
pura compasión…” (Chacón, 1989, p. 465). En este espacio habitaban pequeños
campesinos dedicados también al comercio al por menor, artesanos, indígenas
que daban servicio doméstico y ofrecían trabajos temporales (Chacón et al,
1993). También sobresalía un gremio importante de arrieros indígenas – de
posible ascendencia cacical- que poseían una organización propia; sus propios
ritos, normas y autoridades.

Para el XVIII la ciudad ya conquistaba el espacio en torno a ella, y lo organizaba
a su imagen, en el sentido urbanístico. En este proceso, los límites del espacio
urbanizado de Cuenca eran desplazados más allá de San Blas, de San Sebastián

son las ciudades, donde las estructuras artificiales sobresalen en el campo visual y predominan sobre los
elementos naturales. Véase, Olivier Dollfus (1991:26).

2 Véase, Libros de Cabildo (VII, 1606-1614; VIII, 1670-1687; IX, 1641-1699). AHM/C.
3 La demografía de corregimiento, y luego de la Gobernación de Cuenca, obedece a un ritmo

inverso al de otros valles andinos.

Tensiones entre el habitar y deshabitar la memoria: El Ejido de Cuenca-Ecuador

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y de Todos Santos. Los Libros de Cabildo de la ciudad de Cuenca4 dan
testimonio de la instalación de un paisaje urbano de estos barrios, de hecho, en
1732 se da la orden de empedrar las calles y de alinear las fachadas a la entrada
de la ciudad por el lado de Todos Santos. Aparecían nuevos suburbios, con
capillas que organizaban el parcelario y el hábitat en torno a ellas (Cordero,
1921), es el caso de la capilla de San Roque, levantada en el sector del Batán
que formaba parte de El Ejido. Para entonces, este espacio periurbano ascendía
apenas las pendientes del Cerro Cullca, pero comenzaba a extenderse más allá
del río, en El Ejido. En este siglo, El Ejido, se constituyó como un nuevo barrio
periurbano que, aunque no estaba totalmente urbanizado con una red de calles,
si estaba dotado de una identidad con la capilla de San Roque que funcionaba
como un lugar de culto para esta población (Chacón, 1989, p. 465).

En una dinámica, propia del crecimiento de la ciudad, San Roque, para el año
1751, se había constituido como una parroquia eclesiástica. Su jurisdicción
comprendía, por el este, El Valle; por el Oeste, Baños; por el norte, el río
Matadero (actual río Tomebamba), y por el extremo sur, el río Yanuncay (Terán,
1947), es decir, había abarcado la totalidad del espacio de El Ejido. Para
entonces, la población urbana de Cuenca había alcanzado entre catorce mil y
veinte y cinco mil habitantes (Merisalde y Santiesteban, 1992: 374). Muchos de
los nuevos habitantes se adueñaron de pequeñas propiedades alrededor de la
ciudad, mientras que lo que había sido El Ejido fue invadido por pequeños
caseríos de agricultores (Chacón, 1990: 97) y se hacía común la presencia de
casas-quinta (Jaramillo, 2004). El incremento de la población urbana fue
igualado por incrementos rurales a medida que los indígenas andinos llegaban
de la región norte de la Audiencia, particularmente desde Riobamba
(convertidos en indios forasteros de la Real Corona), a partir de 1690 hasta 1780
(Jamieson, 1999).

En el siglo XIX, la evolución urbana de Cuenca se caracterizó por un
crecimiento físico lento, sin embargo, a mediados de siglo, se producen una serie
de cambios económicos, políticos y culturales que modificaron la función
urbana, aun cuando la economía de la región siguió siendo agrícola y artesanal


4 Libro de Cabildos de Cuenca, 21-I-1763, fol 239v, y Libro XIV, 28-VII-1178

(Carpio, 1979). Cuenca era una ciudad regional que había ampliado sus
relaciones mercantiles a nivel internacional, a través de la explotación y
exportación de la cascarilla, y por la producción de sombreros de paja toquilla
(Borrero, 2006). Sin embargo, a partir de 1878 su influencia regional disminuyó
considerablemente debido a que perdió gran parte de su área administrativa por
las reformas territoriales aplicadas en el siglo XIX. En este siglo, asegura Ana
Luz Borrero (2006) que el paisaje y el imaginario de la ciudad-región de Cuenca
se había moldeado desde sus particularidades: una ciudad andina marcada por
la presencia de una enorme barrera física, como lo eran los Andes, que la aislaba
e incomunicaba con el resto del país y con el exterior. A través de la
construcción del ferrocarril del Azuay (1875-1966), los habitantes buscaron
modificar este imaginario de abandono de Cuenca. En este contexto, en 1869,
“La Municipalidad de Cuenca se vio abocada a iniciar la venta de los terrenos
de comunidad y de los ejidos por orden del Presidente para utilizar esos fondos
en la construcción de la carretera hacia Naranjal” (Borrero, 2015, p. 81). Otro
hecho que destaca Borrero (2006), es la evolución urbana y los cambios de
estilos y modelos arquitectónicos. El contacto de Cuenca con el exterior le había
permitido a la ciudad renovar su arquitectura civil y religiosa, lo significó, a
nivel estético, pasar de la ciudad “tradicional” hacia la ciudad “moderna”, y
nivel sociocultural, desarrollar nuevas estrategias de representación, así como
prácticas de distinción y diferenciación social.

Entre los años 1860 y 1940 se produjo una fuerte influencia de la cultura, de la
arquitectura y del diseño urbanístico francés en Cuenca5. En este proceso, si
bien, el proceso de urbanización de El Ejido fue lento, la imagen de la ciudad
cambió definitivamente. Mientras el Centro Histórico cambiaba su morfología
arquitectónica, se inició una “migración” de las familias pudientes hacia El
Ejido con una radical transformación en cuanto a la tipología arquitectónica de
las viviendas, en la cual se incluyen áreas de ocio para el disfrute privado,
materializado en las llamadas “casas quinta” y áreas de esparcimiento de uso
público, convirtiendo a este espacio, progresivamente, en un territorio de usos
irreversiblemente diferentes, según lo señalado el informe del Análisis y
Jerarquización del Inventario de Bienes Inmuebles del Instituto Nacional de

5 Un proceso similar lo viven distintas ciudades y regiones del país y de toda la América hispana.
Espinoza y Calle, 2002.

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Patrimonio Cultural del 2011. Vale la pena destacar que el tipo de
construcciones, edificaciones y obras en Cuenca durante este período modifican
la arquitectura colonial, pero las técnicas constructivas, al ser ejecutadas por los
artesanos locales, se mantuvieron inalteradas.

En 1913 se instala en Cuenca la primera planta hidroeléctrica privada y en 1917
la primera hidroeléctrica municipal. En 1920 arribó el primer avión a Cuenca,
inició la telefonía, comenzó la pavimentación de la ciudad. En el plano del año
1920 se advierte, por primera vez, la presencia de la Avenida Solano y el puente
de El Centenario como vía de conexión entre el Centro Histórico y El Ejido; con
ellos se interpreta que se inició un proceso significativo de consolidación urbana
(Rodas et al, 2018). A partir del Plan Regulador de 1947, El Ejido comienza a
tomar mayor protagonismo, pero no es sino hasta a partir de 19506 que esta área
comienza a urbanizarse completamente, teniendo como arteria principal a la
avenida Solano (Cordero, 1921). El Ejido surgía como sinónimo de modernidad
y exclusividad, expansión y desarrollo. Varias familias de la élite de la ciudad
empezaron a densificar y transformar el sector con la inserción de nuevas
tipologías arquitectónicas, de “líneas rectas”, que se adaptaban al modelo de
“ciudad jardín” (INPC, 2011).

Después de mediados del siglo XX, los cambios en la ciudad eran cada vez más
significativos; mayor infraestructura y más servicios (Borrero, 2006). El censo
de población de 1950 pone en manifiesto el crecimiento poblacional de la ciudad
en la primera mitad del siglo XX, que cuenta ya con 40.000 habitantes. Se
produce entonces un nuevo paradigma de crecimiento y de construcción en la
ciudad.

Para el siglo XXI, esta zona adquirió una gran demanda comercial e
inmobiliaria, afectando con ello, no solo su composición urbano-arquitectónica
de valor histórico, sino la memoria de la población que habita la zona. Este
riesgo inminente promovió la declaratoria de El Ejido como Patrimonio Cultural
del Ecuador en el año 2011 con el objetivo de alentar con urgencia procesos de
valoración y gestión. Tanto la declaratoria como los procesos de valoración y


6 Fecha en la que el desbordamiento del río Tomebamba condujo al Cabildo cuencano a aprobar el

Plan de Ordenanza para la urbanización del río Tomebamba. Jaramillo, 2004.

gestión patrimonial han priorizado la materialidad de El Ejido (bienes
inmuebles) por sobre la memoria habitada de El Ejido, lo que ha provocado
tensiones entre quienes habitan estas zonas y agentes externos que tienen
relación con ella.

Figura 1:
Delimitación espacial de la zona de El Ejido




Fuente: INPC (2011, p. 7)



El Ejido: memoria de los espacios, espacios de la memoria

Tensiones entre el habitar y deshabitar la memoria: El Ejido de Cuenca-Ecuador

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En los últimos años la imagen de El Ejido se ha transformado
considerablemente, sobre todo si tomamos como punto de referencia los últimos
años del siglo XX y los primeros del presente. Gran parte de esa transformación
ha sido el resultado de la demolición de varias edificaciones consideradas
tradicionales para construir departamentos y oficinas en altura y plazas de
estacionamiento. La alta demanda del uso del suelo comercial está desplazando
el uso de suelo residencial, provocando con ello la erosión de la memoria de
quienes habitan este espacio particular.

A través de entrevistas directas a habitantes de El Ejido y de cartografías social
aplicada a ciudadanos que guardan relación esta área, nos adentramos a la
memoria que salvaguarda aquellos hechos del pasado que han modelado el
presente (Halbwachs, 1990) y a las percepciones actuales que mantienen sus
habitantes. Las entrevistas fueron realizadas a artesanos herreros que habitan la
calle de las Herrerías (parroquia el Vergel) comprendida dentro El Ejido. La
entrevista se articuló en base al espacio y el imaginario social desde el otro lado
del río Tomebamba en la memoria local; y a la cotidianidad del Ejido desde su
trabajo. En un segundo momento, trabajamos con cartografía social con tres
grupos de personas que tiene relación con El Ejido con el objetivo de contar con
una visión amplia de las subjetividades presente en esta área en particular. Un
primer grupo conformado por personas que residen en la zona de El Ejido, un
segundo grupo conformado por personas que trabajan (pero no residen) en el
sector y un tercer grupo conformado por personas con intereses inmobiliarios
en la zona.

1. La Calle de las Herrerías, un escenario de la memoria
Actualmente la Calle de las Herrerías representa un sector reconocido y visitado
de la ciudad de Cuenca, en parte porque en ella sobreviven pocos de los
artesanos herreros, pero sobre todo porque se encuentran varios puntos de venta
de gastronomía local y otros productos, lo que han provocado que la calle sea
saturada con autos estacionados en uno de sus lados. A este nuevo uso del suelo
de la Calle de las Herrerías, los artesanos lo denominan como “nuevo” y


7 Son pocas las mujeres que actualmente se dedican a este oficio, quienes lo hacen aprendieron de

sus esposos o padres. Hoy ellas se atribuyen la capacidad de adaptarse a las nuevas exigencias de producción,
por ejemplo, doña Elena asegura que ella es el artífice de los nuevos productos de decoración. Ella está segura

“carente de esencia”, refiriéndose a que no hace sentido con el nombre que lleva
la calle. Consideran que dejó de ser un espacio tradicional, pese a que se lo
denomina como tal. Para los artesanos, su memoria de la calle se ancla con la
identidad que les ofrecían las herrerías y es esta memoria la que transmiten a sus
nuevas generaciones.

Algunos artesanos citan a la Calle de las Herrerías y a sus locales de herreros
como un lugar de encuentro y de paso de la gente que habitaba las zonas rurales
de la ciudad. Otros artesanos asocian esta área como un lugar de antiguas
haciendas. Es también común que en ellos aflore en la memoria el recuerdo de
los caballos y las herramientas para labores agrícolas, debido a que, por su
trabajo, elaboraron varias herraduras, azadones y barretas. Otros recuerdan que
la calle de las herrerías era buscada, no solo para comprar las herrerías sino para
dejar a los oficiales para que aprendan el quehacer. Otros ponen en relevancia
los cambios producidos en la calle, que ahora funciona como estacionamiento
temporal para los autos de la gente que visita el lugar con motivo de comprar
algunos de los alimentos que se venden en el lugar.

La memoria y la percepción actual de los artesanos y artesanas7 de las Herrerías
de El Ejido tiene un valor intrínseco ya que se reconstruye en relación al modo
en el que habitaron el espacio; a su trabajo y las relaciones sociales y económicas
que éste produce. Esto implica que la transformación del espacio trae consigo
también la erosión del espacio público, como espacio de representación que
condensa memoria, significados, referentes, y que es fundamental para el
derecho de quienes lo habitan (Lefebvre, 2013).

2. Otros escenarios de la memoria del Ejido
Una aproximación desde la cartografía social, realizada en el año 2014 y una
reciente realizada en el año 2021, nos permite reconocer e incorporar en el
presente análisis los intereses y las posiciones sociales (y políticas), y los
conflictos de quienes habitan y no El Ejido. Adjunto a las cartografías se

de que su esposo no habría sido capaz de crear lo que ella con su creatividad crea: lámparas, flores,
candelabros, entre otros artículos de decoración.

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registraron mediante grabaciones de audio, las reflexiones entre los actores lo
cual fue vinculado con la indagación de las imágenes del espacio graficado.

A continuación, analizamos las experiencias, percepciones, usos y significados
que los distintos grupos participantes tienen y le dan a El Ejido. Los signos
utilizados, en su mayoría gráficos y palabras, caracterizan al paisaje de esta área
y ofrecen una percepción de la valoración distintiva que hacen a ciertos
elementos que constituyen esta área urbana y que están vinculados con sus
memoria e identidad, permitiendo con ello comprender los significados de
dichos elementos en el marco social de este territorio.

Grupo 1: Residentes de El Ejido

Figura 2.
Cartografía social de los residentes de El Ejido















Fuente: Estudio de Aproximación social a El Ejido, 2014.



Las percepciones y significados que los integrantes del grupo 1 establecen, a
manera de relación, entre su casa y el entorno de El Ejido, deviene en las

construcciones emblemáticas y las calles que las conectan. Aquí resalta la Av.
Solano, el redondel y la pileta del monumento a Fray Vicente Solano, el colegio
La Salle, el Barranco, las casas tipo villa cercana al río Tomebamba, Turi, el
Antiguo Hospital San Vicente de Paúl. La relación se establece por los
recorridos cotidianos y con paseos que hacen de estos espacios. Estos puntos se
establecen como lugares de referencia para encuentros entre amistades y
desconocidos. También, uno de ellos, la Pileta Fray Vicente Solano, es
reconocido como un espacio de encuentro en la temporada de carnaval.

Otra representación social que se transmite, en función de la percepción, se
refiere a los tejados de las casas, a la cruz de hierro forjado en la cumbrera, los
árboles de sauce llorón. Componentes que generalmente son representados en
pinturas, postales, poesías cuencanas. La relación que aquí se establece es con
la memoria de una vida pacífica no asociada al nuevo uso del suelo provocado
por la vocación comercial en la zona que es entendida como una amenaza que
sufre esta área. Prevalece la idea de que las instituciones encargadas de velar
por el patrimonio no cumplen satisfactoriamente con su función.

En este sentido, las percepciones determinan, casi siempre, representaciones
culturales, entendidas como esquemas mentales. Estas se generan, individual o
socialmente, a través de un proceso de contacto de los sentidos con los
elementos culturales, y una organización al interior de nuestra mente (Hall
1997).










Grupo 2:
Ciudadanos que trabajan en El Ejido
Figura 3:

Cartografía social de los ciudadanos que trabajan en El Ejido

Tensiones entre el habitar y deshabitar la memoria: El Ejido de Cuenca-Ecuador

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Fuente: Estudio de Aproximación social a El Ejido, 2010.

Las percepciones y significados que los integrantes del grupo 2 establecen, a
manera de relación, entre su trabajo y el entorno de El Ejido, deviene en algunas
edificaciones comerciales, otras emblemáticas, el río Tomebamba y la Av.
Solano. Aquí resaltan los multifamiliares, la parada de bus, el edificio del banco
Pichincha, parqueaderos de carros junto al banco, Clínica Santa Inés, Clínica
Monte Sinaí, edificios en la Av. Solano, puente del centenario, Colegio Benigno
Malo, Universidad de Cuenca. La representación mental de El Ejido presentó
dificultad para este grupo porque su relación con el lugar no sobrepasa lo
laboral, por lo tanto, no hay emociones y afectos que se activen con la
representación del lugar. En palabras de Assmann (2008), no hay memoria que
vincule a los sujetos con este espacio, por lo tanto, hay ausencia de identidad en
relación con el lugar.



Grupo 3: ciudadanos propietarios de inmobiliarias
Figura 4:

Cartografía social de los ciudadanos propietarios de inmobiliarias que trabajan en El
Ejido



Fuente: Estudio de Aproximación social a El Ejido, 2021.

Las percepciones y significados que los integrantes del grupo 3 establecen, a
manera de relación, entre sus inversiones y el entorno de El Ejido, deviene en
las construcciones que representan progreso. Aquí resaltan los multifamiliares,
una casa comercial, Av. Solano, Av. Remigio Crespo, Banco del Pichincha, el
río Tomebamba, el estadio y construcciones en altura. El grupo considera que
es posible conservar las zonas verdes y los árboles a la par de la construcción de
edificios. Enfatizan en la necesidad de normativas para regular que las
construcciones vayan acompañadas de áreas verdes y árboles. Para este grupo,
dibujar El Ejido es dibujar el futuro vinculado al desarrollo inmobiliario, por
ello el enfoque está en dos arterias comerciales del sector y la necesidad de
conservar o crear áreas verdes como elementos que acompañen a las
edificaciones en altura y al río Tomebamba. La memoria localizada

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espacialmente, a la que hace referencia Teresa del Valle (2009), no solo
proporciona información sobre el pasado, también ofrece pistas respecto de
cómo y por qué actuamos de una manera y no de otra.

Conclusiones
El presente artículo tuvo como objetivo de partida analizar cómo El Ejido
enfrenta actualmente la erosión de la memoria y de los vínculos afectivos que
los habitantes tejen con esta área, pese a su declaratoria como Patrimonio
Cultural de la Nación. En este sentido, se desprenden algunas reflexiones que
denotan divergencias entre el uso residencial, laboral y comercial de esta zona,
siendo claro que los sentidos de pertenencia y de interpretación difieren entre
los distintos actores sociales, y que van más allá de declaraciones patrimoniales,
pues recaen en los ejercicios de memoria que cada uno de ellos hace sobre este
espacio. De allí que, solo una memoria habitada será capaz de guardar lazos
afectivos con los componentes naturales y edificados de el Ejido, por tanto, se
activará en la salvaguardia de lo que considera es herencia e identidad, en tanto
que la ausencia de memorias afectivas con la zona produce intromisiones
agresivas a su contexto histórico paisajístico y contexto urbano arquitectónico.

Así, el primer elemento que define los vínculos de determinadas áreas con la
memoria y la significación de los lugares es la oralidad. Esta es transmitida
generacionalmente hasta constituirse en un vehículo de creencias y de educación
no formal. Los relatos orales de los y las artesanas, recogidos en las entrevistas,
se fundamentan como verdades y hechos objetivos en la sociedad, es decir, se
constituye como un conocimiento más, que tiene la misma importancia que la
historia oficial.

Un segundo elemento, se refiere a las percepciones que distintos actores tienen
sobre un mismo espacio y sus distintos componentes. Mientras para algunos las
avenidas, los ríos, los puentes son espacios de interacción social, de referencia
geográfica y evocan recuerdos, para otros estos mismos espacios pueden pasar
desapercibidos o ser interpretados como elementos decorativos de nuevas
propuestas estéticas y arquitectónicas.
Un tercer elemento se corresponde con la desconexión que se presenta a nivel
de actores ajenos al conocimiento social de la zona. Lo ajeno, que vienen a

representar los propietarios de inmobiliarias y las instituciones encargadas de
velar por el patrimonio cultural de la ciudad son entendidos como sujetos de
control y poder, que excluyen a los residentes de las decisiones que se toman a
nivel micro.

Finalmente, es necesario hablar de lo indisoluble de la materialidad (calles,
áreas, parques, ríos, etc.) frente a lo intangible. El Ejido comprende particulares
formas de organización, así como distintas especificidades respecto a la relación
individual y colectiva con los espacios de vida y producción, por lo que entorno
suyo opera una multiplicidad de expresiones sociales, culturales y económicas
ancladas en procesos de largo aliento, cuya dinámica está condicionada por sus
contextos espacio-temporales y por la forma como se articula al ámbito local y
global. De manera que, entender la relación materialidad y memoria no implica
que no hay lugar para la transformación, al contrario, aporta a una renovación
con sentido, aquella que no aplana, uniformiza o borra la memoria para dar paso
únicamente a transacciones comerciales, sino que ancla espacialmente a la
identidad, para a partir de allí, modernizar.











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