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Literatura, coleccionismo y rechazo de las disputas pol’ticas. los
recursos de El Iris (Quito:1861-=
1862)
literature, collecting and rejection of
political disputes. the resources of El
Iris (Quito: 1861-1862).
literatura, coleta e rejei‹o de disputas
pol’ticas. os recursos de El Iris
(Quito: 1861-1862)
Jean Paul Ruiz
Mart’nez
Universidad Nac=
ional
de Colombia.
jaruizm@unal.edu.co y =
span>jeanpaulruiz@gmail.com<=
/span>
Resumen. Esta investigaci—n explora los recur=
sos
materiales, asociativos y de contenido a los que apel— El Iris, publicaci—n literaria, cient’fica y noticiosa (Quito:
1861-1862) para tener Žxito ante=
las
dificultades de su contexto editorial y para impulsar a una comunidad letrad=
a
que en la post crisis de 1859 quer’a ser vista como una Žlite cultural
ilustrada. Es una indagaci—n que tiene a la prensa por objeto de estudio y
busca poner en el centro del an‡lisis a los recursos a los que apelaban los
publicistas, condici—n que permite reconocer al mundo editorial, publicitari=
o y
de los impresos como un espacio en el que sujetos y grupos actuaban y
experimentaban para cumplir sus objetivos a pesar de las dificultades.
Palabras clave: historia de la prensa, materialidad=
de
los impresos, letrados, litograf’as, redes de circulaci—n.
Abstract. This researc=
h
explores the material, associative and content resources to wich
El Iris, public=
aci—n
literaria, cient’fica y noticiosa (Quito: 1861-1862), appealed to succeed =
in
the face of the difficulties of its editorial context and to promote an
intellectual community that in the post-crisis of 1859 wanted to be seen as =
an
enlightened cultural elite. It is an inquiry that has the press as its objec=
t of
study and seeks to place at the center of the analysis the resources to whic=
h
they appealed to advertisers, a condition that allows recognizing the
publishing, advertising and print world as a space in which individuals and
groups act and experiment to meet their goals despite the difficulties.
Keywords: history of the press, materialit=
y
of print, intellectuals, lithographs, circulation networks.
Resumo. Esta investiga‹o explora os
recursos materiais, associativos e de conteœdo a que El Iris, publicaci—n literaria,
cient’fica y noticiosa (Quito: 1861-1862), recorreu para ter sucesso fac=
e
ˆs dificuldades do seu contexto editorial e promover uma comunidade culta qu=
e
no p—s-crise de 1859 queria ser visto como uma elite cultural. Trata-se de u=
ma
investiga‹o que tem a imprensa como objeto de estudo e busca colocar no cen=
tro
da an‡lise os recursos aos quais os anunciantes recorreram e n‹o a
precariedade, condi‹o que permite que o mundo seja reconheciam o editorial,=
a
publicidade e o impresso como um espao em que sujeitos e grupos agiam e
experimentavam para atingir seus objetivos apesar das dificuldades.
Palavras-chave: hist—ria da
imprensa, materialidade da impress‹o, intelectuais, litografias, redes de
circula‹o.
Recibido: 01.12.2021 &=
nbsp;
Aceptado: 14.05.2022
1.&nb=
sp;
El 15 de =
julio
de 1862, la quinceava entrega de El =
Iris.
Publicaci—n literaria, cient’fica y noticiosa (en adelante El Iris) public— un art’culo de
costumbres titulado ÒLibros perdidosÓ, el cual estaba firmado por JŽnaro Muel‡n, pseud—nimo =
del
polifacŽtico escritor Juan Le—n Mera (1832-1894). En el relato, un hombre vi=
ejo
e ilustrado (Pascual) se lamentaba ante el joven Jenaro por el deterioro y
pŽrdida de los libros que prest— a personas ignorantes que no siempre los de=
volvieron
y que, cuando lo hicieron, los dejaron en mal estado, con hojas faltantes y =
con
anotaciones diversas en sus p‡ginas. A travŽs del personaje de Pascual, Mera
expres— lo siguiente:
En
cuanto a los peri—dicos, ya es cosa bien sabida i de costumbre arraigada en
nuestra jente que no han de devolverse a sus due–os. Se suscribe uno,
vervbigracia yo; i como no a todos gusta invertir sus pesetas en esto, que
ellos denominan frusler’a, es de verse c—mo se me pegan el dia del correo, c=
on
quŽ ansia me piden mi nœmero de ÒEl NacionalÓ o ÒEl IrisÓ i c—mo le hacen
circular en todo el pueblo a modo de mate
de beber en funcion de indios, pues uno alcanza para todos rodando de ma=
no
en mano, hasta que al fin d‡ con alguna descomedida que le estruja cual si
fuera pa–uelo de narices. Luego le critican, se mofan i se rien [Ácomo no ha=
n
de hacer todo esto i algo mas si no quieren suscribirse!], mientras yo, su
due–o lej’timo i poseedor de buena fŽ, estoi en ayunas de cuanto Žl contiene=
.
No pocas veces me ha sucedido tambiŽn ver convertidas las hojas de un peri—d=
ico
en cucuruchos de guardar semillas (Mera, 1862, pp: 254-255)
Las l’neas del art’cul=
o de
Mera nos sitœan frente a la circulaci—n de peri—dicos de mano en mano como u=
na
pr‡ctica habitual que permit’a la lectura de personas de grupos sociales
distintos. M‡s all‡ de la s‡tira, si consideramos que Mera era agente de
distribuci—n en Ambato de El Naciona=
l y
de El Iris, adem‡s de colaborado=
r en
este œltimo, se puede interpreta=
r que
en el art’culo expresaba un descontento ante una dificultad: la circulaci—n =
de
mano en mano como factor que hac’a poco atractivas las suscripciones ya que =
si
era posible leer sin pagar Àpara quŽ suscribirse? En segundo lugar, se puede tambiŽn
interpretar que la caracterizaci—n de El
Iris y el Nacional como obje=
tos
que circulaban Òen todo el puebloÓ era una estrategia de promoci—n para
aumentar el nœmero de suscriptores de ambas publicaciones al mostrarlas como objetos muy apetecidos que Òtodo el puebloÓ
quer’a conocer (Ruiz, 2020, pp: 86-87).
Efectivamente, los
interesados en publicar peri—dicos en Ecuador a mediados del siglo XIX
encontraban diversas dificultades que pon’an en peligro sus emprendimientos
publicitarios. Algunas de estas dificultades eran la escasez e inconstancia =
de
suscriptores, las demoras en los correos que llevaban el dinero recaudado en
las agencias de distribuci—n, el extrav’o de los peri—dicos, la pŽrdida de
interŽs de los lectores y la falta de materiales para impresi—n. Conocedora
sobre estas dificultades, Ana Buriano (2020) sugiri— que los publicistas
ecuatorianos (impresores y editores) apelaron a diferentes recursos para
sostener los peri—dicos, atraer nuevos lectores, abrir mercados, conseguir
apoyos, obtener ingresos, vincularse a redes de distribuci—n, etc.
En este orden de ideas=
, es
necesario que los estudios sobre prensa vayan m‡s all‡ de la enunciaci—n de =
las
bien conocidas dificultades y pongan en el centro de la observaci—n a los
recursos a los que apelaron impresores, editores, colaboradores y agentes pa=
ra
hacer que los peri—dicos que promov’an subsistieran, comunicaran, fueran le’=
dos
e intervinieran en las disputas por la opini—n pœblica. Todo ello permite
pensar en el mundo editorial, publicitario y de los impresos ecuatorianos co=
mo
un espacio en el que sujetos y grupos actuaban, experimentaban y buscaban
formas para que los objetos cumplieran su cometido a pesar de las condicione=
s
adversas.
El Iris, quincenario en el que =
Mera
public— ÒLibros perdidosÓ, muest=
ra
justamente un abanico de recursos para superar las dificultades y hacer que =
el
proyecto publicitario fuera exitoso no solo en tŽrminos comerciales, sino
tambiŽn como dispositivo que impulsaba a una comunidad letrada cuyos miembro=
s,
despuŽs de la crisis de 1859, quer’an ser reconocidos como encargados de pon=
er
paz entre los discordes, tutores de los sectores populares=
y
depositarios de la soberan’a que la ilustraci—n, segœn los mismos letrados,
conced’a (Ruiz, 2020, pp: 113-116). Era una comunidad letrada que operaba m‡=
s
all‡ de los l’mites nacionales en formaci—n, dejaba en un segundo plano las
diferencias entre tendencias pol’ticas, ten’a a Quito como centro y enarbola=
ba
la bandera de la unidad colombiana. De all’ el nombre Iris, sintagma que remit’a a el iris de la paz y a el iris
colombiano (la bandera tricolor).
Atendiendo las anterio=
res
consideraciones, el presente art’culo examina a El Iris en busca de sus recursos materiales y de contenido a los
que apel—. Interesa reconocer la=
s
caracter’sticas que los recursos dieron al peri—dico y c—mo ellas impulsaron=
a
la comunidad letrada. De esta
forma, el presente art’culo busca contribuir en la comprensi—n sobre los
impresos ecuatorianos en la post crisis de 1859 y sobre el universo de perso=
nas
que los hac’an posibles.
El Iris
Cabe
mencionar que El Iris existi— du=
rante
los dos primeros a–os de vigencia de la Constituci—n de 1861 y en medio de u=
n
relativo consenso entre las principales fuerzas pol’ticas que tem’an la
desintegraci—n del pa’s. En ese lapso de tiempo, las leyes ecuatorianas no
contemplaron la censura previa y reconocieron el derecho a difundir opinione=
s
por medio de la prensa, pero tuvieron a los juicios de imprenta como mecanis=
mos
para sancionar a quienes sobrepasaran los l’mites de la religi—n, la decenci=
a y
la moral pœblica (Buriano, 2020, pp: 23-46).
A pesar de la relativa libertad de imprenta, entre 1861 y 1862 existieron en e= l pa’s tan solo un pu–ado de peri—dicos. Segœn Juan Pablo Sanz, en julio de 18= 62 la prensa ecuatoriana contaba con ocho t’tulos, dos de los cuales se imprim’= an en Quito (El Nacional y El Iris), cuatro en Guayaquil (L= a Uni—n Colombiana, El Progreso del Ecuador, La Cr—nica Semanal y La Gaceta Municipal), uno en Cuenca (El Institutor) y = uno en Loja (La Caba–a) (figur= a 1). El mismo balance indica que exist’an 21 imprentas en el pa’s, de las cuales cinco estaban en Quito, cinco en Guayaquil, seis en Cuenca, una en Latacunga, una en Riobamba, una en Loja y una en Portoviejo (Sanz, 1862a). <= o:p>
La
diferencia entre nœmero de imprentas y numero de peri—dicos es evidencia de =
la
existencia de un activo mundo de impresos ecuatorianos que inclu’a folletos,
hojas sueltas y otros formatos poco explorados (figura 2). En este contexto,=
el
poeta granadino Benjam’n Pereira Gamba (1834-1906), desde Loja, al mismo tie=
mpo
que redactaba El Iris y dirig’a =
el
Colegio de la Uni—n, ten’a un
gabinete de lectura y desde all’ distribu’a impresos (libros, calendarios,
peri—dicos y folletos) ecuatorianos y extranjeros (Pereira, 1858).
Ningœn
otro peri—dico ecuatoriano entre los a–os de 1861 y 1862 prioriz— la literat=
ura
sobre otros contenidos, condici—n que le concedi— a El Iris cierta singularidad. Lo
anterior no significa que los peri—dicos ecuatorianos fueran ajenos a la
literatura; significa m‡s bien que en ellos la literatura no fue el centro, =
a
diferencia de El Iris. Cabe menc=
ionar
que como se–ala Ana Buriano, la apertura de nuevos mercados para la literatu=
ra
a travŽs de la prensa no fue un fen—meno ajeno al Ecuador (2020, p. 21), lo =
que
permite pensar en la incorporaci—n de contenidos literarios, y todav’a m‡s e=
n
el car‡cter literario de El Iris=
,
como un recurso de los peri—dicos para vincularse a un mercado en crecimient=
o.
Figura
1. Mapa de imprentas en Ecuador en julio de 1862.
Ruiz (2020). Fuente: Sanz (1862). =
Figura
2. Mapa de imprentas en Ecuador en 1862
Ruiz (2020). Fuente: Sanz (1862). =
Precisamente, Benjam’n
Pereira Gamba empez— El Iris con=
un
prospecto que permite advertir lo ambicioso del proyecto publicitario y el
lugar que conced’a a la literatura. El prospecto present— a El Iris como una lectura amena, var=
iada,
instructiva, coleccionable, al alcance de todas las clases de la sociedad,
llena de variados contenidos literarios y lejana de las disputas ente
tendencias pol’ticas (Pereira, 1861a) La novedad de El Iris como publicaci—n literaria no pas— desapercibida para el
editor (Sanz) ni para el redactor (Pereira), raz—n por la cual informaron qu=
e
era usual escuchar repetir que Òun peri—dico puramente literario i cient’fic=
o
no puede sostenerse en el EcuadorÓ, pero que ellos cre’an que El Iris era el primer ensayo en ese
gŽnero y por eso deb’a ser protegido y estimulado para contribuir con las ba=
ses
del monumento que se construir’a a las artes, las ciencias y la literatura e=
n
Ecuador (Sanz y Pereira, 1861, p. 17).
Exist’a en El Iris una concepci—n sobre litera=
tura
como factor de civilizaci—n y por ende como un elemento que conced’a autorid=
ad
a quienes la manejaran. Era una idea muy amplia sobre lo literario como un
espacio no diferenciado de la historia y tambiŽn cercano lo que podr’a ser
denominado cient’fico y geogr‡fico. Esta condici—n permiti— a El Iris dar a conocer microbiograf’=
as,
cuadros de costumbres, descripciones geogr‡ficas, ensayos (hist—ricos,
mŽdicos), poemas, himnos, y otros formatos.
Los
autores de los contenidos literarios, adem‡s del editor y el redactor, fuero=
n
los colaboradores. Eran letrados de diferentes tendencias (liberales, garcia=
nas
y conservadoras). Entre ellos estuvieron ecuatorianos como Julio Zaldumbide
(1833-1887), Pedro Ferm’n Cevallos (1812-1893), JosŽ Modesto Espinosa
(1833-1915), Juan Le—n Mera (1832-1894), Juan Montalvo (1832-1889), Pablo
Herrera (1820-1896), Rafael Carvajal Guzm‡n (1819-1878), Francisco Javier
Salazar (1824-1891) y Fray Vicente Solano (1791-1865). TambiŽn hubo
colaboradores neogranadinos que resid’an en Ecuador, entre ellos Belisario P=
e–a
(1836-1906), Francisco Ortiz Barrera (1827-1861), JosŽ Joaqu’n Borda
(1835-1878) y Arcesio Escobar (1832-1867) (Ruiz, 2020, pp: 15-16).
El car‡cter literario =
y el
rechazo a las polŽmicas fueron recursos que le permitieron a El Iris vincular a un nutrido grupo=
de
letrados como colaboradores. Por ejemplo, uno de los colaboradores fue el
polemista conservador Fray Vicente Solano, quien previamente hab’a manifesta=
do
sus reparos ante Benjam’n Pereira Gamba, Belisario Pe–a y Francisco Ortiz
Barrera al identificarlos como personajes tiznados de liberalismo que pod’an
llegar a instalar en Loja una bater’a contra la creencia cat—lica (Tobar, 19=
76,
p. 41). Es cierto que la participaci—n de Solano en El Iris no fue constante, pero all’ public— una biograf’a sobre =
el
clŽrigo guayaquile–o JosŽ Ignacio Moreno (1767-1841), lo que muestra la
participaci—n en el mismo espacio literario de sujetos que ten’an diferencia=
s
desde tiempo atr‡s (Solano, 1862).
Otro recurso que estim=
ul— la
reuni—n de letrados en El Iris fue ofrecer al peri—dico como un medio=
o
espacio de exhibici—n para los trabajos literarios de personas e institucion=
es
interesadas en la instrucci—n y la literatura (Pereira, 1861a). Fue un
ofrecimiento tambiŽn a establecimientos industriales, de instrucci—n y carid=
ad,
para abrir un campo de est’mulo a la juventud literata. El ofrecimiento estu=
vo
acompa–ado de la bœsqueda de v’nculos con el gobierno garciano, la Academia
Nacional en formaci—n, sociedades literarias, sociedades religiosas, colegio=
s,
etc.
Cabe mencionar que el =
mismo
grupo de tendencia liberal al que pertenec’an Sanz y Pereira previamente ape=
l—
a la literatura y al rechazo a las polŽmicas para impulsar un proyecto
publicitario que se denomin— Cr—nica del Colejio de la Uni—n (Quito:
1860), el cual tuvo un
car‡cter cultural e institucional, as’ como probablemente tuvo por modelo la=
Cr—nica mensual: del colegio del Esp’ri=
tu
Santo (Bogot‡: 1847-1851). Otro recurso compartido entre El Iris y la Cr—nica del Colejio=
de
la Uni—n fue la remisi—n de l=
os
peri—dicos a sujetos que gozaban de prestigio y que, si no rechazaban=
la
suscripci—n, eran considerados suscriptores (El Iris, 1862). De e=
sta
manera, El Iris fue enviado a su=
s
lectores ideales: letrados, pol’ticos, bur—cratas, pedagogos, clŽrigos,
abogados, mŽdicos, militares y algunas mujeres de familias prominentes. En
simultaneo, El Iris publicaba lo=
s
nombres de los suscriptores como recurso para transmitir prestigio a la
publicaci—n y estimular el interŽs de los lectores potenciales.
Segœn las listas de
suscriptores que El Iris public—=
, la
primera serie de 10 entregas cont— con 121 suscriptores y la segunda con 122=
.
Entre los suscriptores de ambas series estuvieron funcionarios y dirigentes =
de
gobierno, como Gabriel Garc’a Moreno (presidente de Ecuador), Mariano Cueva
(vicepresidente de Ecuador), Rafael Carvajal Guzm‡n (Ministro del Interior),
Carlos Aguirre (ministro de Hacienda) y Vicente Espinosa (gobernador de
Chimborazo); sacerdotes como Miguel Santillana, Tom‡s Noboa y Pablo Guevara;
militares como Juan JosŽ Flores, JosŽ Polanco, Julio S‡enz y Francisco Salaz=
ar.
Es preciso indicar que solo hubo ocho mujeres en listas: Carmen Bueno de Pe–=
a
(esposa de Belisario Pe–a), Virginia Cevallos (hija de Pedro Ferm’n Cevallos=
),
Ana Luque de Darquea (tal vez la esposa del militar Secundino Darquea o de
alguno de sus familiares), Cristina Pareja de Coronel, Manuela G—mez de la
Torre, Dolores Espantoso de Norero, Natalia Canizares y Cristina Espinal (Ru=
iz,
2020, pp: 62-63).
Presentarse como una
publicaci—n ÒpuramenteÓ literaria e intentar serlo, implic— una serie de dec=
isiones
editoriales sobre la materialidad y contenido. Estas decisiones hicieron a <=
i
style=3D'mso-bidi-font-style:normal'>El Iris destacar. Por ejemplo, ape=
l— a
una extensi—n de entre 20 y 24 p‡ginas por entrega, mientras que los peri—di=
cos
que le eran contempor‡neos ten’an una extensi—n que oscilaba entre cuatro y
ocho p‡ginas. La extensi—n anticipaba un car‡cter cultural y la incorporaci—=
n
de contenidos no eventuales, lo que era confirmado por el uso de tapas por
entrega, un recurso que ten’a como fin generar impacto visual en el lector y
hacer del impreso un objeto para perdurar y ser coleccionado.
Cabe mencionar que el =
recurso
de la tapa se mantuvo en El Iris, aunque vari— en la sŽptima entrega =
por
el cambio de la imagen que la adornaba (figura 3). De una composici—n floral=
se
pas— a una composici—n aleg—rica al conocimiento y la ilustraci—n. A la par =
de
estos cambios, El Iris cambiaba los colores de sus tapas como estrate=
gia
para llamar todav’a m‡s la atenci—n de los posibles lectores. No era en todo
caso el uso de las tapas algo nuevo ya que la Cr—nica del Colejio de la
Uni—n (Quito:1860) apel— previamente a su uso, aunque con menos espacio =
y
adornos.
Figura 3. Tapas por entrega de El Iris.
El Iris,
La tapa de cada entreg=
a hac’a
parte de una gran secci—n que El Iris denominaba ÒforroÓ, un apartado
que serv’a como envoltorio y no estaba destinado a coleccionarse (El Iris, 1862). Este forro era la
primera y la œltima hoja del peri—dico. Identificaba a la publicaci—n (t’tul=
o,
ciudad, imprenta, periodicidad, costo, condiciones y agencias de distribuci—=
n).
Adem‡s, inclu’a secciones que no eran fijas pero que se encargaban de lo
comercial, lo eventual y lo pedag—gico, consiguiendo de esta manera constitu=
irse
como un apartado que estaba dirigido a pasar de mano en mano incluso entre n=
o
suscriptores, ya que estaba previsto, y se esperaba, que por lo menos la
secci—n de Òlectura popularÓ llegara a artesanos y sectores populares para
instruirlos (El Iris, 1861).
En este sentido, la se=
cci—n
coleccionable era un producto muy cuidado y que estaba destinado al disfrute=
,
no a circular de mano en mano entre sectores populares. Se divid’a entre
contenido editorial, literario, cient’fico y anexos. Estos œltimos, los anex=
os,
profundizaban la idea de colecci—n como recursos para atraer suscriptores ya
que eran anunciados como objetos que ser’an entregados a ellos al finalizar =
la
serie editorial. La primera serie anunci— la entrega de una car‡tula para el
tomo, un retrato y una vista litografiada, lo que efectivamente fue entregad=
o
entre la novena y la dŽcima entrega mediante la respectiva car‡tula, un retr=
ato
de Miguel de Santiago y una vista del Pichincha (figuras 4, 5 y 6). Por su
parte, Para la segunda serie El Iris anunci— la entrega de una car‡tu=
la,
un ’ndice y si el nœmero de suscriptores llegaba a doscientos, una publicac=
i—n
literaria de 64 p‡ginas, dos retratos de ecuatorianos ilustres, un paisaje y
una canci—n litografiada (El Iris,
1862).
Figura 4. Car‡tula del primer tomo d=
e El Iris.
Fuente:
Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa P—lit.
Al parecer y como los
suscriptores no llegaron a los doscientos, los anexos de la segunda serie no
fueron elaborados. En todo caso, cabe mencionar que el taller donde se
elaboraron las litograf’as fue el de Juan Pablo Sanz, editor de El Iris. Era la primera oficina
litogr‡fica en Ecuador, fundada en 1857 por Sanz, aunque fue el joven Ignacio GarcŽs Ricaurte, estud=
iante
del Colegio de la Uni—n en Quito y aprendiz de pintura en el taller de Toro
Guerrero fue quien compuso las litograf’as de El Iris (Lucano, 1897). =
La existencia de la oficina permiti— a =
El Iris apelar a la litograf’a como un recurso novedoso que ten’a varios
resultados: generaba expectativa entre los suscriptores y daba espesor al
discurso mediante la combinaci—n entre imagen y texto.
El
retrato y la vista acompa–aban textos sobre Miguel de Santiago y el Pichinch=
a
(Mera, 1861; Pereira 1861b). Ambos escritos eran parte de la secci—n denomin=
ada
ÒtextoÓ y mostraban dos de los tipos de contenido de la secci—n coleccionabl=
e:
Òbiograf’as de ecuatorianos ilustresÓ y Òcuadros descriptivos del EcuadorÓ. =
Las
primeras, las biograf’as, eran m‡s bien microbiograf’as que presentaban descripcio=
nes,
caracterizaciones, evaluaciones, anŽcdotas y relatos sobre personajes que er=
an
memorables por su aporte a la comprensi—n de la literatura, de las artes, de
las cosas sagradas y de la naturaleza. Estas biograf’as fueron sobre Pedro
Vicente Maldonado, Juan de Velasco, Juan Bautista Aguirre, Antonio Alcedo, J=
osŽ
Mej’a, Miguel de Santiago, Eugenio Espejo y JosŽ Ignacio Moreno. Por su part=
e,
la secci—n de cuadros descriptivos publicaba descripciones y caracterizacion=
es
(cuadros de costumbres, ensayos, poemas) sobre lugares emblem‡ticos con el f=
in
de reconocer y dar a conocer el territorio desde el paisaje, la historia, la
geograf’a y las experiencias de los autores de las narraciones en Loja, el
Pichincha, el Altar, Imbabura, el Mach‡ngara y Quito.
Figura 5. Retrato de Miguel de Santiago.
ÒMiguel de SantiagoÓ, =
en El Iris 9, 20 de noviembre de 1861.
Fuente: Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa P—lit.
Figura 6. Vista del Pi=
chincha
ÒPichinchaÓ, El Iris 10, 5 de diciembre de 1861.
Fuente: Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa P—lit.
No es este el espacio =
para
detenernos en la circulaci—n de las im‡genes y en su car‡cter rom‡ntico; de =
ese
ejercicio se ocupa un trabajo anterior (Ruiz: 2020, pp: 52-57). Por ahora, e=
s
preciso destacar que el uso de recursos visuales como la litograf’a junto la
preponderancia de contenidos literarios, la predominancia de informaci—n no =
tan
eventual, el lenguaje poco beligerante y el contar con mayor extensi—n que s=
us
contempor‡neas, hacen que se pueda definir a El Iris como revista si =
se
sigue la propuesta de clasificaci—n de Almudenas y Arias (1998). Claro est‡,=
es
una clasificaci—n desde el presente ya que, en el tiempo de El Iris, =
entre
1861 y 1862, la publicaci—n fue denominada como peri—dico por quienes la
impulsaban al igual que por quienes la consum’an.
Como
peri—dico con caracter’sticas de revista, El Iris circul— por lo meno=
s
en Ecuador, Nueva Granada y Perœ, como se puede afirmar a partir de la
enumeraci—n de sus agencias de distribuci—n. El trabajo de Ana Buriano es mu=
y
œtil para comprender la importancia de dichas agencias en el est’mulo de la
lectura y recepci—n de los peri—dicos ecuatorianos, al igual que sugiere la
diversidad de v’nculos culturales, comerciales, familiares y de amistad entr=
e
agentes y publicistas (Buriano, 2019, p. 257). Estas relaciones permitieron =
a El
Iris tener en su œltima entrega 24 agencias distribuidas en 23 ciudades,=
19
de las cuales se extend’an en Ecuador por la sierra y la costa (figura 7).
Figura 7. Mapa de agencias de El Iris en octubre de 1862.
(Ruiz,
2020). Fuente: ÒAgenciasÓ, El Iris 20, 31 de octubre de 1862.
Los recursos materiale=
s,
asociativos y de contenido a los que apel— El Iris muestran la forma =
en
que las personas tras el proyecto publicitario buscaron superar las
dificultades en un contexto en el que hab’a pocos peri—dicos. El interŽs no =
era
solo obtener lectores o suscriptores, sino que se buscaba alcanzarlos,
comunicarles y formarlos para as’ incidir en la opini—n pœblica y en la cult=
ura
mediante un producto que en la post crisis de 1859 posicionara a una Žlite
cultural. Fue esta la raz—n por la que los contenidos literarios movilizaron
representaciones que buscaban hacer de la ilustraci—n el valor supremo,
concediendo a los miembros de la comunidad letrada que produc’a a El Iris las caracter’sticas intelec=
tuales
y patri—ticas que ellos mismos atribu’an a los sujetos ilustrados del pasado=
,
moderando de paso el discurso de la igualdad liberal, territorializando
discursivamente el espacio ecuatoriano y fomentando identidades americanas,
colombianas. Al tiempo, los mismos contenidos literarios esquematizaban e
invisibilizaban a artesanos, mujeres, negros e ind’genas (Ruiz, 2020).
Se puede afirmar que e=
l
rechazo a las polŽmicas es muestra de que en El Iris primaba una opini—n pœblica unanimista que concordaba co=
n
el clima de concertaci—n de la post crisis de 1859. Precisamente, el peri—di=
co
expres— una comprensi—n del tŽrmino Òpol’ticaÓ como conflicto y como una
actividad contraria a las virtudes del patriotismo, la sensatez, el estudio =
y
la belleza. Por ejemplo, en el cuadro descriptivo sobre Quito, Pedro Ferm’n
Cevallos describi— a la pol’tica como una actividad ÒestŽril e ingrata,
engendradora de revueltas y de nuestros constantes desasosiegosÓ, opuesta a =
las
ocupaciones que Žl consideraba provechosas, laboriosas e inclinadas al estud=
io
de las ciencias y las letras (Cevallos, 1861, p. 160).
Infortunadamente para =
los
intereses de los art’fices y colaboradores de El Iris, el ‡nimo de concertaci—n con que empez— la administrac=
i—n
garciana se resquebraj— paulatinamente. Los intentos de El Iris por ser un objeto apetecido no alcanzaron para que
sobreviviera durante m‡s de 20 entregas, m‡s cuando su editor, Juan Pablo Sa=
nz,
abandon— en los œltimos meses de 1862 a Ecuador en calidad de proscrito.
Probablemente fue esta=
la
raz—n por la que El Iris termin—=
con
su segunda serie editorial, sin avisar que era la œltima entrega, llamando a
los interesados a suscribirse, informando que era el œltimo nœmero que
compondr’a el segundo tomo y anunciando que la car‡tula y el ’ndice ser’an
enviados a los suscriptores. No hubo raz—n sobre otras litograf’as en esta
segunda serie, aunque se hab’an anunciado previamente. Llama la atenci—n que=
a
pesar de que fue na publicaci—n ef’mera, los recursos materiales y de conten=
ido
a los que El Iris apel— lo hicie=
ron
un objeto que fue conservado m‡s que otros peri—dicos de su momento. Por est=
a
raz—n se encuentran hoy cuando menos dos existencias completas (o casi
completas) en Ecuador (Ministerio de Cultura y Biblioteca Ecuatoriana Aureli=
o
Espinosa P—lit), dos en Colombia (Biblioteca Luis çngel Arango) y una en Oxf=
ord
(Biblioteca Bodleiana).
Referencias
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Quito,
Editorial Ecuatoriana.
[1] Este art’culo es resultado de actividades desarrolladas en el =
çrea
de Historia de la Universidad Andina Sim—n Bol’var sede Ecuador (Maestr’a de
investigaci—n en Historia y asistencia de investigaci—n) y en la Universidad
Nacional de Colombia en el proyecto "Peri—dicos del siglo XIX: opini—n
pœblica y cultura pol’tica" (C—digo Hermes 55268).