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Construcci—n de conocimientos especializados: la historia natural y la historiograf’a de la naci—n en el Ecuador del siglo XIX

Construction of specializ= ed knowledge: the natural history and historiography of the nation in Ecuador i= n the nineteenth century

Constru‹o do conheciment= o especializado: a hist—ria natural e a historiografia da na‹o no Equador no sŽculo XIX

Michelle Andrade
Flacso-Ecuador/ Fundaci—n Museos de la Ciudad - Quito
Mishu2gat@hotmail.com

Resumen: Para la conformaci—n de la repœblica y la naci—n moderna se vio la necesidad de instalar campos de saber ligados a la historia y la historia natural. Las intenciones de instalar estas dos ‡reas de conocimiento implica= ron una serie de acciones para su institucionalizaci—n, pero la situaci—n econ—mica, social y pol’tica por la que atravesaba el pa’s, no permiti— que = los proyectos se llevar‡n a cabo en los primeros a–os de la repœblica. El presen= te texto analiza los intentos por la construcci—n de saberes especializados por intelectuales locales, viajeros cient’ficos en el Ecuador durante el siglo X= IX. A partir del an‡lisis de los discursos y los proyectos desde una mirada de l= a historia cultural, se pretende develar los discursos inscritos en publicacio= nes de la Žpoca y develar otros intereses ligados a la construcci—n de saberes especializados.

Abstract: For the conformation of the republic and the modern nation, the need was seen to install fields of knowledge linked to history and natural history. The intentions of installing these two areas of knowledge implied a series of actions for their institutionalization, but the economic, social and politic= al situation that the country was going through did not allow the projects to b= e carried out in the first years of the republic. This paper analyzes the attempts to build specialized knowledge by local intellectuals, scientific travelers in Ecuador during the nineteenth century. From the analysis of the speeches and the projects from a perspective of cultural history, it is intended to reveal the speeches registered in publications of the time and t= o reveal other interests linked to the construction of specialized knowledge.

Resumo: Para a conforma‹o da repœblica e da na‹o moderna, viu-se a necessidade de insta= lar campos de conhecimento ligados ˆ hist—ria e ˆ hist—ria natural. As inten›es= de instala‹o dessas duas ‡reas do conhecimento implicavam uma sŽrie de a›es p= ara sua institucionaliza‹o, mas a conjuntura econ™mica, social e pol’tica que o pa’s atravessava n‹o permitia que os projetos fossem realizados nos primeiro= s anos da repœblica. Este artigo analisa as tentativas de constru‹o do conhecimento especializado por intelectuais locais, viajantes cient’ficos no Equador durante o sŽculo XIX. A partir da an‡lise dos discursos e dos projet= os na perspectiva da hist—ria cultural, pretende-se revelar os discursos registrados nas publica›es da Žpoca e revelar outros interesses ligados ˆ constru‹o do conhecimento especializado.

Palabras claves

Saberes especializados, Historia natural, Historia, Ecuador, siglo XIX

Key Words

Specialized knowledge, Natural history, History, Ecuador, XIX century<= /p>

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Recibido: 08= .02.2022        &n= bsp;    Aceptado: 29.04.2022

 

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1.&nb= sp;    Introducci—n*

Para la conformaci—n de la repœblica y la naci—n moderna se necesit— de la conformac= i—n de idearios con el fin formar identidades, construir naci—n, afianzarse como= un pa’s civilizado y desarrollado (progreso). En este contexto, se vio la necesidad de instalar campos de saber ligados a la historia y la historia natural. Las intenciones de instalar estas dos ‡reas de conocimiento implica= ron que se den una serie de acciones para su institucionalizaci—n, pero la situaci—n econ—mica, social y pol’tica por la que atravesaba Ecuador, no permiti— que los proyectos se llevar‡n a cabo en los primeros a–os de la repœblica. El presente texto analiza los intentos por la construcci—n de saberes especializados por intelectuales locales como viajeros cient’ficos e= n el Ecuador durante el siglo XIX. A partir del an‡lisis desde una mirada de l= a historia cultural, se pretende develar la conformaci—n de conocimientos inscritos en publicaciones de la Žpoca, adem‡s de poner en evidencia otros intereses ligados a la construcci—n de saberes especializados. El objetivo central es analizar los discursos y las formas en c—mo la historia y la historia natural se instal— en el Estado para configurar imaginarios de la naci—n.

 

2.&nb= sp;    Desarrollo

 

2.1.&= nbsp;        Historia Natural <= b>

 

 

Sensible nos es confesar que las ciencias naturales est‡n descuidadas i muy atrasadas: La bot‡nica, la mineralog’a, la zoolog’a, la geolog’a, &c., est‡n casi olvidadas entre nosotros.


(Manuel Villavicencio, La Geograf’a = del Ecuador).

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Con esta frase, Manuel Villavicencio describe la situaci—n de las ciencias en el pa’s en 1858. Los avances de la historia natural a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX fueron pocos debido a las guerras de la independencia y al rŽgimen colonial que aœn se manten’a. Esta situaci—n no impidi— que hubiera intentos por el desarrollo de la historia natural= [1]. La historia natural quedar’a relegada a un segundo plano dentro de la instrucci—n en los primeros a–os de la Repœblica del Ecuador. Esto a pesar d= e que, dentro de la legislaci—n de 1823, cuando el Ecuador formaba parte de la Gran Colombia, se estableci— el museo de Ciencias Naturales y una escuela de miner’a en Bogot‡ con profesores europeos. (Repœblica de Colombia, 1823). A–os m‡s t= arde en la legislaci—n de 1826, se estableci— bajo reglamento org‡nico la creaci—= n de universidades en los departamentos de Quito, Bogot‡ y Cundinamarca. Las universidades tendr’an una ense–anza basada en las ciencias y las artes, per= o los cambios establecidos en la instrucci—n estar’an determinados por el presupuesto. El que se asignaba para la instrucci—n ser’a escaso por lo que = en el departamento del sur no se llegar’a a aplicar esa legislaci—n.

La instalaci—n de las ciencias en el estado y en la instrucci—n pœblica llevar’= a a–os, pero eso no impedir’a que existan intentos para el desarrollo de la historia natural influenciados por la creaci—n de asociaciones o la llegada = de viajeros y naturalistas europeos. Durante el gobierno de Vicente Rocafuerte = se emiti— una serie de decretos y leyes para la inserci—n de la Historia natura= l en la instrucci—n pœblica. En 1836, durante su gobierno se seculariz— el colegio San Fernando (Rocafuerte, 1836, p. 148); bajo decre= to; al a–o siguiente se emite los estatutos de dicha instituci—n y se lo destina para la ense–anza de las bellas letras, el derecho y de las ciencias natural= es. La introducci—n de c‡tedras relacionadas a la historia natural en el colegio San Fernando, se convertir’an de gran utilidad para complementar la formaci—= n universitaria de medicina. En cuanto a la ense–anza media y superior se crea= la c‡tedra de medicina en Cuenca, se instaura la escuela militar y el Instituto Agrario y se toma en cuenta las instituciones auxiliares como son la biblioteca, el museo y los gabinetes de ciencias, el observatorio astron—mic= o y las sociedades.

Para 1839, Luis Saa (1839) ped’a la in= stalaci—n de un museo de ciencias, el mismo que se encontraba contemplado un a–o antes= en el plan de educaci—n. En este se mencionaba la necesidad de instalar una escuela de ciencias naturales anexa al Museo, pero esta no se lleg— a establecer (Gobierno del Ecuador, 1838, pp. 26-27). Esto con e= l fin de tener un espacio destinado a la pr‡ctica de las ciencias, la formac= i—n de profesionales y de la poblaci—n. La falta de recursos afect— por segunda = vez la implementaci—n de un museo y c‡tedras dedicadas a la historia natural.

Bajo la segunda presidencia de Flores, se busc— seguir con la l’nea que se hab’a planteado Rocafuerte en cuanto a la educaci—n y para la legislaci—n de 1839,= se le pidi— a Carlos Aguirre que contratar‡ en Europa a varios profesores de ciencias, artes, oficios y la ense–anza universitaria. Con este fin se trajo= al ingeniero Sebasti‡n Wisse en 1843 para organizar los estudios relacionados c= on la ingenier’a tŽcnica. En su estancia por el Ecuador ayud— a redactar un pla= n de estudios que puso en pr‡ctica en el colegio de San Buenaventura (Wisse 1844). Desde el gobierno se busc— el desarrollo y la aplicaci—n de las cienc= ias en el Estado y la participaci—n de extranjeros entendidos en el tema. <= /o:p>

Los intentos del desarrollo de la ciencia no solo ven’an desde el Estado, sino q= ue la presencia de naturalistas europeos durante el siglo XIX en el continente influenci— en el desarrollo de la historia natural, no solo por sus investigaciones, escritos, colecciones y sus relaciones con intelectuales locales. A su vez, esto permiti— que se recoja, seleccione y se plasme la flora, la fauna, mineralog’a, objetos etnogr‡ficos, entre otros del pa’s en textos y libros de car‡cter cient’fico. Dentro de los escritos no solo influ= y— la mirada rom‡ntica de los cient’ficos sino tambiŽn la experiencia misma de recorrer los Andes, lo que fue un paso importante para entender y comprender las variaciones clim‡ticas, atmosfŽricas, la distribuci—n de los seres vivos= , los aspectos geol—gicos y volc‡nicos.

Uno de los primeros escritos con mayor reconocimiento fue el realizado por el Jesui= ta Juan de Velasco ÒLa historia del Reino de Quito en la AmŽrica Meridional<= /i>Ó durante su exilio en Italia. En su impresi—n en 1841 en el pa’s se privileg= i— los volœmenes II y III, referente al contenido hist—rico[2]. = El volumen I referente a la historia natural, ser’a el œltimo en publicarse, en 1844.

Esta obra fue la œltima en salir porque se le realizaron correcciones por parte d= el Sr. Brandin ("Aventuras de un Manuscrito," 1839)= [3]. El texto hace un resumen del clima, montes, volcanes, r’os, lagos, mares, pu= ertos y riqueza mineral, vegetal, animal, para luego abordar el origen de la poblaci—n de Perœ y Quito, tradiciones locales y se recoge datos cient’ficos= , costumbres y rituales propios de las poblaciones ind’genas, existe un intent= o por registrar las pr‡cticas humanas y todo aquello existente en el territori= o.

La obra se configur— como un referente nacional en la construcci—n de los imaginarios. El jesuita Juan de Velasco, (1941, p. 31) a pesar de no venir de las ciencias, pretend’a que se entendiesen las inmensas riquezas del Reino de Quito. Dentro del texto se ven plasmadas los puntos de vistas sobre la naturaleza y el paisaje que nacen a partir de sus experienci= as en el territorio, a la vez, que se la presenta como la obra indiscutible de Dios y su creaci—n. La visi—n que se plasm— en = el texto se encontraba dentro un proyecto para ordenar la creaci—n de = Dios. Esta forma de presentar a la historia natural implic— la reincorporaci—n de = la naturaleza en un patr—n de unidad ordenado, eurocŽntrico y cristiano. La obr= a tiene una visi—n teleol—gica y funcional de la naturaleza, en la que todo aquello que fue creado por Dios era en beneficio del hombre, pero para obten= er un beneficio se deb’a conocer la creaci—n divina.<= /span>

Otra obra de gran importancia para el desarrollo de la ciencia fue Synopsis Plantarum Aequatoriensium del naturalista William Jameson. El cient’fico fue comisionado por el gobierno d= e Gabriel Garc’a Moreno para trabajar en la flora del Ecuador en el a–o de 186= 4. Este libro fue el resultado de las expediciones llevadas a cabo durante la residencia de William Jameson en Ecuador. El libro oper— bajo tres ‡mbitos: bot‡nica taxon—mica, formaci—n de colecciones y econom’a. En relac= i—n con la bot‡nica taxon—mica esta se relaciona al inventario y la clasificaci—= n de espec’menes bajo los preceptos del naturalista Carl Linneo (1707 - 1778).[4] E= n cuanto a la econom’a, el conocimiento de las plantas era necesario para entender sus usos en la medicina, la industria y el comercio, adem‡s de identificar el valor de los bienes naturales dentro del mercado local, regio= nal y global. Los naturalistas o viajeros conformaban colecciones que luego eran enviadas o llevadas a los grandes centros de investigaci—n en Europa y NorteamŽrica.[5]

Los intentos por desarrollar las ciencias fueron m‡s all‡ de la bot‡nica y se bu= sc— instalar el estudio de la geograf’a del pa’s, el mismo que era desconocido. = Ana Sevilla (2016, p. 49) afirma que = Òlas grandes extensiones de la costa y de la amazonia no hab’an sido mapeadas y s= olo se conoc’a la sierra centro y los alrededores del puerto costeroÓ. En el Ecuador existi— una falta de conocimientos sobre esta rama a pesar de que hu= bo intentos por mapear el pa’s. Uno de esos intentos durante el siglo XIX, fue = la obra que realiz— el ge—grafo y cient’fico Manuel Villavicencio denominada La Geograf’a del Ecuador publicada en 1858. La obra est‡ compuesta por un m= apa y un libro que lo acompa–a.

La geograf’a del Ecuador se encuentra dividida en cuatro partes: 1. Tiempo anterior a la conquista, 2. relativo a la dominaci—n espa–ola, 3. Divisiones territoriales desde la independencia, 4. Principios generales de Geograf’a f’sica, pol’tica entre otros. (Villavicencio, 1858). La recolec= ci—n de informaci—n y posterior publicaci—n estuvo basada en metodolog’as como: l= a observaci—n, la mediaci—n y las descripciones de viajes realizados por el territorio. Es decir, el contenido que nos presenta es de primera mano, nace del conocimiento del territorio y al igual que el texto de Velasco recoge informaci—n de leyendas de todo aquello que no se conoce. =

Tanto la obra de la geograf’a de la Repœblica del Ecuador como el mapa realizado p= or Villavicencio recibieron duras cr’ticas por cient’ficos como Richard Spruce = y el Jesuita Teodoro Wolf[6]. Por otro lado, la obra fue elogiada por la Academia Nacional Cient’fica y Literaria de Quito. Las cr’ticas como el reconocimiento forman parte del desarrollo de las ciencias y pone en juego el reconocimiento pœblico de los cient’ficos. La realizaci—n del libro iba m‡s all‡ de sus intenciones del desarrollo de alguna de las ramas cient’ficas. En primera instancia, Villavicencio recorri— por varias ocasiones el Oriente y entre sus expedicio= nes reuni— una basta colecci—n de objetos arqueol—gicos, etnogr‡ficos, minerales= y f—siles para luego venderlos. En el caso del conocimiento del territorio, a = su vez, esto le permit’a conocer y reconocer los lugares donde se pod’an explot= ar sus recursos. Hacia 1851, Manuel Villavicencio solicitaba al estado ecuatori= ano los privilegios por diez a–os para extraer oro de los r’os del Napo para J.B= .W. de Mendeville como personero de la empresa. La Convenci—n Nacional le otorga= el privilegio por diez a–os a la empresa con una serie de condiciones que al parecer beneficiaban al Ecuador.

Otro escrito relacionado sobre la f’sica, qu’mica e historia natural del Ecuador = fue del francŽs Jean-Baptiste Boussingault (1801-1887). El naturalista ser’a uno= de los cient’ficos que particip— del proyecto de la instalaci—n del Museo de la Gran Colombia en 1823. Durante el paso de Boussingault por SudamŽrica, este realizar’a una serie de expediciones que dar’an como resultado la obra titul= ada Viajes Cient’ficos a los Andes Ecuatorianos o colecci—n de memorias sobre f’sica, qu’mica e historia natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela<= /i>. Esta obra se realizar’a con la ayuda de los gobiernos de Colombia y Ecuador = y para 1849 esta obra ser’a traducida y publicada por el intelectual Joaqu’n Acosta (1800-1852).[7] Durante su paso por el Ecuador en 1831 se reunir’an muestras mineral—gicas del territorio con su respectiva etiqueta para que puedan ser revisada por el cient’fico y posteri= or explotaci—n de las minas. (Valdivieso, 1831).

2= .2.  <= ![endif]>La construcci—n de la historia en el Ecuador durante el siglo XIX

En el proceso de la construcci—n de las naciones, la historia fue un campo del saber que ayud— a= la construcci—n de los discursos nacionales tras las guerras de independencia. = Ana Buriano (2019) menciona que la historia fue un elemento importante para justificar la naci—n y su existencia. En el proceso del fortalecimiento de l= as naciones la bœsqueda de referencias comunes, el establecimiento de s’mbolos = y artefactos representativos ayudaron a la conformaci—n y desarrollo de la historia.

Durante la segunda mit= ad del siglo XIX, la producci—n historiogr‡fica de la naci—n se sustentar’a en la historia del Reino de Quito en la AmŽrica Meridional escrita por el jesuita Juan de Velasco. Esta obra se configurar’a por mucho tiempo como la obra fundadora y deline— la memoria. Ana Buriano sostiene en su texto La construcci—n historiogr‡fica de la naci—n ecuatoriana en los textos temprano= s, publicado en el 2009), que al parece= r despuŽs de este episodio la construcci—n de la historia se quedar’a estancad= a por motivos econ—micos, pol’ticos, sociales y la guerra hasta la instalaci—n= de la naci—n. Pero el desarrollo de este saber especializado no se detuvo, a pe= sar de que en primera instan cia no existi— una institucionalizaci—n del saber, = si existieron intentos por construirlos.

Los primeros intentos = en el siglo XIX por establecer la historia como un saber especializado aparecen durante la gran Colombia. Tras los procesos de independencia la memoria sobr= e los hechos y sus precursores fue una de las l’neas en las que la historia se fue desarrollando y construyendo. Otra l’nea que tom— fuerza adem‡s de los discursos fue a travŽs de los objetos de diferentes Žpocas y momentos hist—ricos que asumieron discursos ligados a la independencia o a la naci—n. Durante la Gran Colombia, al museo nacional de Bogot‡, fundado en 1823, llegaron una serie de objetos de diferentes lugares de los Andes. Desde el Perœ, se env’a bandera del regimiento de Burgos, la bandera del batall—n de Huamanga, las banderas de los batallones 1¡ y 2¡ del regimiento de Cazadores= de Extremadura, sellos reales de la gran audiencia y canciller’a del Cuzco (Suc= re, 1825). Estos objetos fueron ubicados en el museo en 1825 con la autorizaci—n del vicepresidente Francisco de Paula y Santander (Restrepo, 1825).

Los objetos enviados f= ueron considerados como despojos de guerra de aquel poder espa–ol y trofeos ganado= s por los patriotas en las campa–as libertarias. Los bienes que entraron al mu= seo manten’an un discurso ligado a las gestas independentistas, sus actores y su= s pr—ceres. Es decir, existe la necesidad de recuperar el hecho hist—rico y contarlo desde el museo a treves de los objetos. Dentro de la construcci—n d= e los imaginarios hist—ricos los objetos se configuraron como la huella del pasado que fueron el resultado de las gestas independentistas. Otros objetos que fueron de importancia para el museo fueron aquellos bienes que pertenecieron a figuras consideradas cŽlebres como Francisco JosŽ Caldas, Si= m—n Bol’var, Antonio JosŽ de Sucre, entre otros. Entre los objetos que entran al museo est‡ la guirnalda regalada por el pueblo Cusque–o a Sim—n Bol’var (Sucre, 1825a).

Al mismo tiempo otro d= iscurso que empez— a tomar fuerza fue el de los pueblos ind’genas antes de la conqui= sta espa–ola. Aparte de disertaciones, ensayos y publicaciones que se enfocaron = en la necesidad de recuperar la tierra de sus antepasados ind’genas con la independencia, los objetos empezaron a tener mayor relevancia bajo la catego= r’a de objetos antiguos. En el mismo a–o que se enviaron las banderas, el Marisc= al Sucre env’a un manto o acso.

        &n= bsp;   Me es m agradable remitir a V.S. el manto — acso de la reyna mujer de Atahualpa que le podido conseguir como un monumento de antigŸedad digno del Museo de l= a Capital de Colombia, y mucho m‡s digno despuŽs que las tropas de nuestra pat= ria han vengado la sangre de los inocentes incas, y libertado su antiguo imperio= . TambiŽn tengo la satisfacci—n de enviar ‡ V.S. diferentes piedras minerales = del alto Perœ y algunas de Chile, que me han sido regaladas omo un presente apreciable en el bello establecimiento que V. S. dirige (Sucre, 1825b).

La historia inca se un= e con la historia de la independencia a partir de un enemigo en comœn que es el yu= go espa–ol. Con la entrega del estandarte que portaba Francisco Pizarro durante= la Conquista del Perœ, se mencion— que estos objetos adem‡s de ser trofeos, se configuraban como el resultado de la humillaci—n a los que oprimieron la tie= rra de Manco-Capac ante los libertadores (Sucre, 1825b, p. 3). Desde esta perspectiva los militares conoc’an los hechos suscitados durante = el siglo XV y los procesos de conquista y colonizaci—n, as’ como sus principale= s actores de los procesos como Atahualpa y Manco-C‡pac. En la misma carta se menciona el env’o de minerales al museo de la capital, esto para la Žpoca no= es extra–o ya que el museo se fund— como un museo anexo a la escuela de Ciencia= s. por lo que sus mayores colecciones proven’an de la historia natural.

Las donaciones que se = hacen de forma temprana al museo, nos hablan de la construcci—n de una memoria hist—rica sobre la independencia a travŽs de los objetos, que justificar’a e= l nacimiento de las repœblicas americanas y la necesidad de la independencia d= e las naciones. Bajo las concepciones que entran los objetos al museo, son muy parecidos a c—mo se originaron los museos en donde se recog’an los objetos a menudo por historias heroicas de grandes haza–as, conquistas lejanas y visitas de importancia (Findlen, 1994, p.= 36). La historia no solo se construir’a a partir de los objetos si no tambiŽn desde la conformaci—n de las academias o las sociedades, las mismas que tomaron mayor importancia durante el siglo XI= X.

DespuŽs de la salida del Ecuador de la Gran Colombia, en 1832 el Congreso Constitucional del Ecuador dispuso la creaci—n de una Academia de Historia y otra de Geometr’a en el pa’s. El 17 noviembre se establecieron dichas academias y se emiti— el discurso de inauguraci—n por el se–or director de Estudios Dr. Pedro Antonio Torres. En = su discurso se recalc— que la ense–anza de la ciencia hist—rica como de la geometr’a ayudar’an a llenar el vac’o de conocimientos y nociones profundas sobre las ciencias y sus avances. La disciplina hist—rica ser’a una herramie= nta necesaria para sustentar los procesos independentistas y ÒrevivirÓ a los hŽr= oes de las gestas libertarias para las futuras generaciones.

La Historia ser’a la ciencia que permitir’a conocer el pasado y del presente las nuevas riquezas del pa’s, a partir de la comparaci—n hist—rica para superar l= a deplorable situaci—n en que se encontraba este territorio desde 1750. Dentro del marco de creaci—n de las academias se recomend— desarrollar la historia = de las artes, esto con el fin no solo de transmitir los nombres de los artistas= al mundo, sino para exaltar la figura de los artistas modernos. Otro tipo de historia que se deseaba trabajar fue la historia de la iglesia, la cual era vista como necesaria para reunir en un solo compendio toda la obra realizada por esta instituci—n y de esta manera dar a conocer a los personajes que hubieren participado en la conformaci—n de la patria. (Torres, 1832).

El desarrollo de la Historia dentro de = las academias al parecer no prospera y no existe un auge en los estudios y la producci—n historiogr‡fica. A diferencia de la historia del arte que mantien= e auge a partir de los objetos (pintura y escultura), que permiten el desarrol= lo de la genealog’a de los artistas que iba desde la Žpoca colonial hasta los artistas herederos de la primera mitad del siglo XIX, que= a pesar de que nuevas tem‡ticas se iban introducci—n en el pa’s y gŽneros se segu’a realizando pintura sagrada o con tem‡tica religiosa.

En el caso de la construcci—n de la historia de las artes, los escritos y publicaciones de varios intelectuales de finales del siglo XIX y del siglo XX marcaron la importancia de las artes y = del legado que hab’an dejado los artistas coloniales. El jesuita Juan de Velasco= , fue uno de ellos, en su libro ÒLa Historia del Reino de Quito en la AmŽri= ca MeridionalÓ en el tomo III (1842), se mencion= a el nombre de artistas coloniales y la calidad que ten’an las obras, tanto as’ q= ue muchas obras fueron llevadas a Italia y Roma por los Jesuitas, tras su exili= o de AmŽrica.

El tema del legado colonial art’stico tambiŽn fue abordado por Juan Le—n Mera. = El ensayista y novelista realiz— una serie de publicaciones sobre la teor’a del arte. En los escritos abord— la vida de artistas coloniales y critic— la situaci—n en la que estaba el arte durante el siglo XIX. En la revista, E= l Iris (1861), se public—= un art’culo sobre la biograf’a del artista Miguel de Santiago (c. 1620-1706). L= a vida del artista colonial, as’ como otros artistas fue comparada con grandes artistas formados en Europa como Rafael, Miguel çngel, Murillo y Vel‡zquez.<= span style=3D'background:yellow;mso-highlight:yellow'> <= /p>

Otro escrito fue ÒConceptos de las artesÓ publicado en la revista ecuatori= ana en 1894. Este texto de finales de siglo muestra la trascendencia de los artistas coloniales como Miguel de Santiago Goribar,[8] Caspicara, Legarda, Vela y Morlaco.[9] Mera menciona que, si bien exist’an m‡s pintores y escultores en otras regiones, al parecer las artes se hab’an centrado en la ciudad de Quito y su= s alrededores. Esta situaci—n habr’a influenciado en el imaginario de la socie= dad para mantener un conocimiento sobre la existencia de pintores y escultores coloniales. Estos imaginarios colectivos locales ayudar’an a configurar el legado y una genealog’a.

Salas, se libr— felizmente de ese efecto, pues reci= b’a lecciones de Samaniego, era apasionado de Miguel de Santiago, y pasaba con frecuencia largas horas contemplando los lienzos del gran maestro de los claustros de San Agust’n y aun copiando trozos de ellos para imitar en lo posible el dibujo, el colorido y la expresi—n (Mera, 1987, p. 304).

La descripci—n de Mera hace referencia al artista Antonio Salas, el cual era considerado como el continuador de la representaci—n religiosa colonial dura= nte el siglo XIX. El tema de la religiosidad se la pod’a observar tanto en la escultura como en la pintura. Muchas de estas obras no eran consideradas com= o originales, porque no hab’a de por medio la creatividad, si no que eran copi= as de grabados europeos y cuadros que se encontraban en iglesias. La figura de artistas de Žpocas pasadas se configur— como un referente para los nuevos artistas.

El escrito de la obra Resumen de la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, Pedro Ferm’n Cevallos, tambiŽn se refiere sobre los artistas coloniales y asegura que los artistas como Gor’bar, Vela y Morales eran seguidores de Mig= uel de Santiago (Cevallos, 1960, pp. 213-212). Adem‡s, se sugiere que durante la colonia existi— una unidad de lenguaje que sobrevivi— por los artistas que le sucedieron a Santiago. En su intento por abordar las artes como un elemento importante de evoluci—n, compara la producci—n de los artistas locales con la de producci—n europea, mencionando que la escuela fundada por Miguel de Santiago era la extensi—n de la escuela espa–ola.=

En la obra la Geograf’a del Ecuador de Manuel Villavicencio aborda la producci—n art’stica del pa’s como parte de la industria y menciona que era de tan buen= a calidad que hab’a tenido mucha fama fuera de la frontera y por lo tanto se produc’an bastantes objetos de exportaci—n. Entre los principales pa’ses a l= os que se exportaba la escultura y la pintura se encontraba Perœ, Chile y Nueva Granada. La producci—n art’stica colonial hab’a tra’do fama al pa’s, gracias= a artistas como: Miguel de Santiago, Goribar, AndrŽs Morales, Vela, Oviedo, Alb‡n, Astudillo, Bernardo Rodr’guez, entre los artistas modernos estar’a Cortes, Samaniego Villas’s. En escultura, los artistas m‡s cŽlebres ser’an Bernardo Legarda, Caspicara, Pampite, Toribio çvila, Mar’a Estefan’a D‡valos= .[10]<= ![endif]>

Otros estudios de la Žpoca abordan el tema de la producci—n art’stica colonial. La mayor’a de las descripciones se encontraba bajo el discurso del progreso; la= s continuas descripciones hacen pensar que el tema de las artes y la figura de varios artistas coloniales se hab’an convertido en una tradici—n que circula= ba en ambientes acadŽmicos de la Žpoca. La rama de la historia de las artes, se mantendr’an en el tiempo con fuerza y se ver’a institucionalizarse de cierta manera en el Museo Nacional del Ecuador a travŽs de su colecci—n entre 1837 (a–o de que se conoce sobre su existencia) y 1862 (a–o que se registra el œltimo inventario de bienes de la colecci—n nacional).

Para la segunda mitad del siglo XIX se volver’a a retomar una serie de discursos sobre la historia oficial de la Repœblica del Ecuador. Juan Le—n Mera y Pedr= o Ferm’n Cevallos ser’an quienes a travŽs de sus publicaciones abordar’a la historia de la naci—n. El texto Resumen de la historia del Ecuador, desde sus or’genes hasta 1845, escrito por Pedro Ferm’n Cevallos, ver’a sus primeras luces en 1855 a travŽs de publicaciones en varios nœmeros del peri—dico la Democracia de Quito. El compendio de los art’culos en un libro se publicar’a en 1870, configur‡ndose como la historia oficial de la naci—n por muchos a–os.

El Resumen de la historia del Ecuador fue una obra que tuvo apoyo del gobierno garciano, en raz—n que se configur— como una literatura clave para la integr= aci—n de la naci—n. Al convertirse en una obra necesaria para la naci—n se la estableci— como texto escolar en 1871, pero no ser‡ hasta 1879 cuando se publique. La persistencia de Ceballos por escribir la Historia del Ecuador permiti— dar un sustento historiogr‡fico a la naci—n, crear imaginarios comu= nes y homogŽneos del territorio y abri— el camino para la institucionalizaci—n d= e la historia en el Estado. Hacia finales de siglo XIX existir’a un fuerte proceso de institucionalizaci—n a travŽs de la academia bajo el mando del presbiterio Federico Gonz‡lez Su‡rez.

3.&nb= sp;    Conclusi—n

En conclus= i—n, la conformaci—n y desarrollo de las disciplinas en el pa’s se caracteriza por l= a fragilidad de los conocimientos y por un largo proceso de inserci—n en vario= s estamentos de la sociedad hasta llegar a institucionalizarse.

Las publicaciones del siglo XIX contienen los discursos sobre la ciencia moderna= y su inserci—n en la repœblica, si bien los discursos empiezan aparecer hacia finales del siglo XVIII y continœan durante el siglo XIX, deben ser visto co= mo intentos de instalar el campo de la ciencia en el pa’s, el mismo que se no s= e instalar’a en el estado el estudio de las ciencias naturales en la educaci—n= y en el gobierno a travŽs de la instalaci—n de la Escuela PolitŽcnica Nacional= y la llegada de los Jesuitas durante el gobierno de Garc’a Moreno. En este periodo existe una transformaci—n en la educaci—n de la Historia Natural ya = que se necesitaba de ingenieros y tŽcnicos que vayan de la teor’a a la pr‡ctica.=

El desarrollo de la Historia Natural en el Ecuador se vincul— a los procesos extractivistas que buscaban generar recursos econ—micos para mantener a las nuevas naciones. Al mismo tiempo, se encontraban bajo proyectos nacionales e imperiales para la obtenci—n de recursos naturales, por lo que muchos de est= os proyectos manten’an financiamientos extranjeros. Esto permiti— que existiera= n intentos por instalar la ciencia en el pa’s, a diferencia del Estado en dond= e la falta de presupuesto e inversi—n generaba que la historia natural se encuentre estancada y muchas de las propuestas se queden en leyes y decretos sin llegar a realizarse.

A diferencia de la Historia Natural, la Historia se construir’a y se producir’= a no solos desde trabajos, publicaciones y ensayos en su mayor’a centrados en contar la historia de la naci—n, si no tambiŽn desde el museo y en sus colecciones a travŽs de los objetos que terminan siendo un referente o se lo= s configura como elementos o huellas de un pasado glorioso y necesario para justificar la naci—n. En su mayor’a ser’an intelectuales locales que recog’a= n los hechos hist—ricos bajo intereses partidistas.

Los museos ser‡n instituciones que legitimen los discursos de la historia a tra= vŽs de los objetos, esto ser‡ primordial para crear una cultura visual y constru= ir las narrativas hist—ricas de las naciones. Estos discursos, en el caso de la Gran Colombia, se centrar‡n en los hŽroes de las gestas de la independencia,= la historia de las poblaciones ind’genas antes de la conquista y en el caso del= Ecuador la genealog’a del arte.


 

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&nb= sp;



* Este art’culo es parte de= la tesis de maestr’a en Flacso, Ecuador.

[1] La historia natural se cen= tr— en el estudio de la naturaleza y sus tres reinos, animal, vegetal y mineral, poniendo mayor Žnfasis en el estudio, conservaci—n de objetos, muestras y es= pec’menes del mundo natural.

[2] La historia del Reino de Q= uito ha provocado controversia entre historiadores e investigadores debido a la ausencia de fuentes y la incompatibilidad con las investigaciones arqueol—gicas.

[3] No se encontr— mayore referencia sobre el se–or Brandin quien realiz— correcciones en el texto realizado por el Padre Juan de Velasco. Se conoce por una por una publicaci—= n realizada por la imprenta de la Universidad Central, que el Brandin habr’a pasado entre 4 y 6 a–os en Quito al servicio del Doctor Larrea. <= /span>

[4] Durante el siglo XVIII Car= l Linneo, desarroll— un sistema est‡ndar para denominar las diferentes especie= s u organismos, agrup— los gŽneros en familias, las familias en clases, las clas= es en tipos y los tipos en reinos de la naturaleza. Este sistema se le conoce c= omo clasificaci—n o taxonom’a de los seres vivos.

[5] Bruno Latour los llama com= o los centros de c‡lculo en los que se configuran como lugares claves donde la informaci—n recogida de los viajes se los procesaba y se iba desarrollo la ciencia

[6] Hacia 1892 el jesuita elab= ora el mapa de la geograf’a del Ecuador y realiza duras cr’ticas a la geograf’a = del Ecuador realizado por Villavicencio. Wolf critica la metodolog’a de representaci—n del espacio en el mapa ya que el mapa ten’a fronteras difusas entre la medida y la imaginaci—n

[7] Joaqu’n Acosta nacido en e= l virreinato de Nueva Granada fue un reconocido militar, ge—logo, historiador = y pol’tico. Tras la instalaci—n de la Gran Colombia, se le concedi— licencia p= ara estudiar mineralog’a, geolog’a e ingenier’a militar en l' ƒcole polytechnique de Francia. Entre 1837 y 1= 839 ocup— el cargo de ministro de la Nueva Granada en el Ecuador durante la pres= idencia de su amigo Vicente Rocafuerte. Durante su estancia en el pa’s andino se comprometi— con el gobierno colombiano para conformar colecciones para llevarlas al Museo Nacional. Acosta era un hombre intelectual con una fascinaci—n por los museos, Òpose’a un peque–o museo de obras nacionales y de la Žpoca precolombina, y una colecci—n de medallas americanas y europeas y muestras de f—siles americanos, de mineralog’a y de plantas disecadas suficientes para contentar la curiosidad de los amantes de aquellas cosasÓ Samper, A. d. (1901). Biograf’a del General Joaquin Acosta: Procer de la Independencia, Historiador, Geografo, Hombre Cientifico, y Filantropo (L. C. C. R. Tama= yo, Ed.). .

[8] Nicol‡s Javier Goribar fue= un pintor conocido por realizar la serie de los reyes de Jud‡ y de Protestas. L= a primera serie se encuentra en la iglesia de Santo Domingo y la segunda serie= se encuentra en la Iglesia de la Compa–’a de Jesœs.

[9] Estos dos œltimos fueron destacados artistas del siglo XVIII oriundos de la ciudad de Cuenca.

[10] Manuel Villavicencio menci= ona que Mar’a Estefan’a Davalos era religiosa del Carmen y hab’a dejado en el convento cŽlebres de pintura y escultura.

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