PUCARA, con ISSN Nº 1390-0862, es una revista de Humanidades de periodici-
dad anual que publica la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación
de la Universidad de Cuenca
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Cuenca-Ecuador
ÍNDICE
Presentación ...................................................................................... 7
Esencialismo, especies y géneros naturales,
Julio Torres Meléndez .................................................................... 9
Los amigos del genuis loci,
Oswaldo Páez Barrera ................................................................... 21
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso
de la Vega,
Catalina León Pesántez .................................................................. 37
Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano y las
preguntas por el conocimiento de la realidad y la literatura,
Clara María Parra Triana .............................................................. 49
Santa Teresa, tierra baldía, estación final,
Patricia Poblete Alday ................................................................... 65
Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl,
Yenny Ariz Castillo ......................................................................... 75
El relato policial y sus huellas en Ecuador,
Guillermo Cordero Carpio ............................................................. 87
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la
narrativa colonial e hispanoamericana del dieciocho,
Luis Hachim Lara ........................................................................... 101
La incorporeidad de la nación,
Aidalí Aponte Avilés ........................................................................ 113
“Al patriotismo de las más sensibles”:
Las mujeres y la independencia en la actual literatura ecuatoriana,
Gloria Riera Rodríguez .................................................................. 123
Posiciones insurgentes en Cuenca en torno al 10 de agosto de
1809,
Manuel Carrasco Vintimilla ........................................................... 137
La Independencia del Reino de Quito,
Jaime E. Rodríguez O. .................................................................... 145
Para pensar la gobernanza desde el Azuay,
María Cristina Cárdenas Reyes .................................................... 169
El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos
ecuatorianos,
Ana María Calle Calle .................................................................... 187
SUMMARY
Opening ............................................................................................. 7
Essentialism, species and natural kinds,
Julio Torres Meléndez .................................................................... 9
The genuis loci’s friends,
Oswaldo Páez Barrera ................................................................... 21
The clear thing and the different thing in the historical speech
of the Inca Garcilaso de la Vega,
Catalina León Pesántez .................................................................. 37
A necessary path: Hispano American thought and questions
of knowledge about reality and literature,
Clara María Parra Triana .............................................................. 49
Santa Teresa, Waste Land, Final Station,
Patricia Poblete Alday ................................................................... 65
Life, death and truth: the existential angst in the nahuatl poetry,
Yenny Ariz Castillo ......................................................................... 75
The detective story and their fingerprints in Equator,
Guillermo Cordero Carpio ............................................................. 87
Castes and the populace: versions and perversions of the Indian in the
colonial and Spanish American narrative of the eighteen century,
Luis Hachim Lara ........................................................................... 101
The Incorporeity of the Nation,
Aidalí Aponte Avilés ........................................................................ 113
To the patriotism of the most sensible:
women and independence in current ecuadorian literatura,
Gloria Riera Rodríguez .................................................................. 123
Insurgent positions in Cuenca around August 10 1809,
Manuel Carrasco Vintimilla ........................................................... 137
The Independence of the Kingdom of Quito,
Jaime E. Rodríguez O. .................................................................... 145
To think governance from Azuay (Ecuador),
María Cristina Cárdenas Reyes .................................................... 169
Phonemic /s/, voiced or voiceless? A study of two Ecuadorian
dialects,
Ana María Calle Calle .................................................................... 187
ISSN 1390-0862
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Presentación
Pensé: la vanidad de la escritura, la vanidad de la
destrucción. Pensé: porque escribí, resistí.
RobeRto bolaño
Todo ejercicio escriturario (filosófico, histórico, literario, sociológi-
co, lingüístico…), reproduce, resiste, exhibe, oculta e internaliza las ten-
siones políticas y sociales que en el texto se modelan. Éste se transforma
en un vínculo entre la realidad y la ficción, que solo puede ser advertido
mediante el estudio laborioso y visionario de aquellos intelectuales com-
prometidos con la historia; constituyéndose en grandes lectores del funcio-
namiento verbal de la sociedad.
La lectura y la escritura se conciben desde los cruces y conflictos
de una sociedad; en las fronteras entre la realidad y la ficción que de ella
se perciben. La verdadera tradición discursiva es siempre clandestina, se
construye retrospectivamente y tiene la forma de un complot. El complot
(discursivo) es un mecanismo de resistencia que permite repensar las rela-
ciones entre los discursos oficiales y alternativos, desentrañando la presen-
cia de la ficción en la realidad. En otras palabras, la lectura y la escritura
como postulación e interpretación de los núcleos secretos de una sociedad.
La escritura a la vez que acompaña procesos reales, ofrece saberes
e imaginarios que una comunidad se construye de sí misma y, al mismo
tiempo, le encuentra motivos para imaginar su propia identidad en el punto
de encuentro entre nuestras historias individuales y las narrativas de los
avatares de la historia y la cultura. La clave de interpretación histórica se
construye desde el paradigma de la investigación, sirviéndose de la utopía
como estructura filosófica y del archivo como forma discursiva que reúne
los documentos; aquello de lo que no se puede hablar en un estado de so-
ciedad reprimido por la violencia y las desigualdades sociales.
Revista Pucara, N° 22 (7-8), 2010
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Esta es la forma de comprender nuestra realidad. El surgimiento de
los diferentes pluralismos (nuevos movimientos sociales y religiosos; de
las nuevas tendencias feministas, regionalistas, indígenas; la crisis de las
grandes modelos institucionalizados, de los partidos políticos, del Estado),
nos señala que nuestra historia está escribiéndose. Todos ellos nos dan tes-
timonio de la rica y conflictiva diversidad de los pueblos latinoamericanos
y de su necesaria resistencia en contra de toda forma de dominación y
neocolonización.
En los diversos textos que componen PUCARA encontramos estos
gestos textuales, que nos permiten reconocer un clima común de la épo-
ca señalado por la intensidad y el dramatismo de traslados que fuerzan
la reconstrucción de una memoria individual y colectiva. Recuperan una
búsqueda de la palabra capaz de trascender los límites del lenguaje y de
comunicar a través de fronteras y territorios atravesados por la represión, la
fragmentación, la violencia simbólica y los mundos secretos.
EL DIRECTOR
Revista Pucara, N° 22 (7-8), 2010
ISSN 1390-0862
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Esencialismo, especies y géneros naturales1
Essentialism, species and natural kinds
Julio Torres Meléndez
Universidad de Concepción. Concepción, Chile
E-mail: jutorres@udec.cl
Resumen
En este trabajo se propone una determinación del rango de las dis-
tintas respuestas posibles acerca de la naturaleza de los géneros naturales,
considerando especialmente el caso de las especies biológicas. Defenderé
que hay una convergencia filosóficamente significativa entre dos de estas
respuestas que aparecen inicialmente como inconsistentes. Describiré esta
convergencia en términos de un encuentro de valores epistémicos (Ruse:
1999), es decir, en términos de una coincidencia entre aquellos rasgos de
una teoría que nos importan por su relevancia para la explicación cientí fica.
Palabras clave: género natural, especies, esencialismo, valor epistémico
Abstract
This paper aims at stating the range of the various possible respon-
ses regarding the nature of natural kinds, especially considering the cases
of biological species. I will put forward the existence of a philosophica-
lly significant convergence between two of these responses that initially
appear as inconsistent. I will describe this convergence in terms of a co-
occurrence of epistemic values (Ruse, 1999), that is, in terms of a coinci-
dence with those theory features that are of interest to us because of their
significance to scientific explanation.
Key words: natural kind, species, essentialism, epistemic value
1 Este artículo es un resultado parcial de una investigación financiada por el pro-
yecto FONDECYT Regular 1090082 (Fondo Nacional de Desarrollo Científico y
Tecnológico, Chile 2009).
Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
(Recibido: 15-10-2009) (Aceptado: 15-11-2009)
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Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
1. Introducción
Los llamados términos de géneros naturales son términos que nom-
bran, paradigmáticamente, substancias como el agua, elementos como el
cobre y el oro, fenómenos físicos como el calor y la electricidad, especies
biológicas tales como tigres y seres humanos. Estos términos condensan
aquello que hemos aprendido del mundo natural en la medida que inte-
gran a nuestra red de conceptos algo que, al menos, en una aproximación
mínimamente realista, no es totalmente una construcción humana sino que
hace referencia a una entidad que está ahí en la naturaleza y que no es
dependiente de nuestras perspectivas e intereses para ser lo que es. Una
evidencia de ello es que muchos de estos términos se han incorporado a
las teorías científicas. Los científicos hacen referencia a fenómenos físicos
como el calor, a elementos químicos como el cobre, a especies biológicas
tales como tigres y ballenas; y desarrollan investigación empírica para dar
cuenta de la naturaleza de estas entidades. Una cuestión inicial que surge
aquí es si estos términos tienen el mismo significado al interior de una
teoría científica que aquel que tienen en el lenguaje que hemos construido
culturalmente. Cuando un artesano funde y refina trozos de mineral de co-
bre y luego construye objetos decorativos o herramientas de cobre, ¿llama
‘cobre’ a lo mismo que un químico llama cobre? De la misma manera,
deberíamos preguntarnos si los términos de géneros naturales que hoy usa-
mos tienen el mismo significado que tenían, por ejemplo, hace quinientos
años. Pensemos en nuestro concepto de cobre antes de la teoría química
o en nuestro concepto de tigre antes de la teoría evolutiva de las especies
de Darwin. Antes de la teoría química nuestras creencias asociadas, por
ejemplo, al cobre no incluían su peso atómico, sino sólo probablemente
características superficiales tales como color y maleabilidad. Y de los ti-
gres, antes de la teoría de Darwin, nuestras creencias no incluían que estos
animales tenían lejanos ancestros comunes también a los seres humanos,
sino que se pensaba en ellos como entidades históricamente estáticas que
fueron creadas por Dios independientemente de las otras especies.
Mi propósito en este trabajo es, por una parte, exponer el rango de las
distintas respuestas posibles acerca de la naturaleza de los géneros natura-
les y, particularmente, de las especies biológicas como géneros naturales.
La posibilidad de esta descripción muestra, incidentalmente, que el pro-
blema de la determinación de la naturaleza de los géneros naturales y de
las especies es un genuino problema filosófico. Por otra parte, defenderé
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Esencialismo, especies y géneros naturales/Julio Torres
que hay una convergencia filosóficamente significativa entre dos de estas
respuestas que aparecen inicialmente como inconsistentes. Describiré esta
convergencia en términos de un encuentro de valores epistémicos (Ruse,
1999), es decir, en términos de una coincidencia entre aquellos rasgos de
una teoría que nos importan por su potencialidad explicativa.
2. Dos intuiciones
En la discusión acerca de los géneros naturales pueden distinguirse
dos intuiciones a partir de las cuales pueden construirse argumentaciones
filosóficas, para responder a esta pregunta acerca de la variación o no del
significado de los términos de géneros naturales con la modificación de
nuestro conocimiento acerca de la naturaleza del mundo físico, modifi-
cación que llamaré, de aquí en adelante, simplemente cambio teórico.
Entenderé aquí por cambio teórico tanto el cambio histórico en la teoría
científica, es decir, la superación de una teoría o de un paradigma teórico
por otro, como también la variación de los conceptos acerca de los géneros
naturales que hay entre el discurso científico y los conceptos propios de las
representaciones provenientes de la cultura tradicional. Tal variación pue-
de ser histórica, como puede no serlo, en la medida que estas concepciones
pueden convivir en la cultura.
La primera intuición nos dice que el término ‘cobre’ usado por una
persona que hace quinientos años construía herramientas o joyas de cobre,
no puede tener el mismo significado que tiene para el químico que sabe
hoy cómo se identifica científicamente el cobre; o que el término ‘tigre’ no
tiene el mismo significado para el biólogo que aquel que tiene para el nati-
vo en las selvas de Birmania. Esta es la intuición inicial. Hay, me parece, al
menos dos maneras de comprenderlas argumentativamente:
1.1. Hay una interpretación moderada de acuerdo con la cual la pri-
mera persona en nuestro ejemplo, mirada desde nuestra perspectiva, tiene
un concepto distinto de tigre en la medida que sus presuposiciones e intere-
ses son diferentes al del biólogo que hoy llama pantera tigris a esa misma
población de tigres. En este sentido, estas personas tienen conceptos distin-
tos de tigre, pero ambos conceptos capturan una realidad y no está exclui-
do que su coincidencia extensional pueda ser estricta. Esta interpretación
moderada la encontramos, por ejemplo, en la tesis del realismo promiscuo
de John Dupré:
12
Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
De acuerdo con el realismo promiscuo, hay muchas, quizás
muchísimas, formas de clasificación que naturalmente se dan para
los objetos y que reflejan las divisiones reales entre ellos. Pero
no cualquier clasificación reflejará realmente tales divisiones. Así
mi posición es realista, insisto en que hay algo en la naturaleza
que legitima un buen conjunto de clasificaciones; de hecho no veo
peligro en afirmar que una buena clasificación refleja géneros na-
turales en tanto la concepción de género natural en cuestión esté
claramente separada de cualquier conexión con el esencialismo,
pues se reconoce que una cosa puede pertenecer a muchos géneros
naturales diferentes (Dupré, 2002: 54).
Esta tesis de Dupré pone énfasis en que las clasificaciones vernáculas
están lejos de coincidir con las clasificación que hace el taxónomo y que
tampoco existe alguna justificación para creer que estas clasificaciones tra-
dicionales y las científicas puedan ser convergentes.
1.2. Hay también una interpretación radical de la intuición del cam-
bio de significado. Aquellos que hacen una interpretación radical de esta
intuición coinciden en que hay aquí dos conceptos distintos para ‘cobre’ y
para ‘tigre’; pero agregan que no hay algo así como lo verdaderamente co-
bre o tigre fuera de la red conceptual que utilizamos para identificarlo. No
existe una instancia de evaluación conceptual independiente de nuestros
propios conceptos, de ahí que no pueda sostenerse que hay un concepto
verdadero o un concepto falso desde fuera del sistema de conceptos. Los
radicales aquí tienden, como siempre, a perder contacto con la realidad y
asumen una concepción que se ha llamado anti-realista. P. Kyle Stanford
ha defendido que para las especies debemos defender una posición de esta
naturaleza:
Las “especies” son entonces designaciones que usamos para
recoger distinciones importantes e interesantes entre grupos de or-
ganismos en un tiempo dado, esto es, las diferencias que desea-
mos investigar […], sin embargo, los esquemas útiles para dividir
organismos son varios y cambian como los intereses explicativos
de los biólogos lo hacen, sin que haya cambios en el mundo físico
que ellos organizan. Las especies no son independientes de los es-
tados de las mentes particulares, y por consiguiente no son reales
13
Esencialismo, especies y géneros naturales/Julio Torres
u objetivas en el sentido tradicional de estos términos (Stanford,
1995: 86).
La segunda intuición nos dice que no hay cambio de significado para
los términos de géneros naturales con el cambio teórico. El argumento que
la apoya nos dice que no es una condición necesaria conocer la estructura
interna de un metal para usar correctamente la palabra que lo nombra. Se
ha argumentado que una evidencia de ello es que la mayoría de nosotros
podemos usar las palabras de manera correcta aunque seamos, por ejem-
plo, incapaces de diferenciar químicamente el cobre del oro. Hay me pare-
ce aquí también dos interpretaciones para esta intuición:
2.1. Una interpretación que quisiera llamar liberal y que sostiene que
hay diversas maneras de entender y de identificar el cobre (o cualquier otro
término de género natural), todas ellas constituyen una red de semejanzas
y diferencias y el término mantiene su significado a través del cambio teó-
rico gracias a esta pluralidad de descripciones disyuntivamente asociadas.
Por ejemplo, cobre será aquello que tiene este color rojizo bajo ciertas
condiciones, o este color verde bajo otras condiciones, o aquel metal que
es extraído de este tipo de mineral y presta esta determinada utilidad o que
tiene tal peso atómico. La conexión se mantiene a través del cambio teóri-
co gracias a lo que ha sido descrito por Wittgenstein como una relación de
parecidos de familia entre una multiplicidad de usos del término de géne-
ro natural (Wittgenstein, 1988, parágrafo 67). Hay una posición filosófica
acerca de la naturaleza de las especies que se describe a sí misma como
esencialista, pero que es ciertamente heredera de la noción de parecido de
familia. Se trata de la tesis de las especies como género natural estructura-
do como un cúmulo de propiedades homeostáticas (homeostatic property
cluster natural kinds):
Una variedad de mecanismos homeostáticos –el intercambio
de genes entre ciertas poblaciones y el aislamiento reproductivo
respecto de otras, efectos de factores selectivos comunes, comple-
jo de genes coadaptados y otras limitaciones en la variación here-
dable, desarrollo constreñido, los efectos causados en el organismo
por el nicho evolucionario, y otros– actúan para establecer los pa-
trones de estasis evolucionario que reconocemos como manifesta-
ciones de especies biológicas (Boyd, 1999: 165).
14
Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
Bajo esta perspectiva podríamos identificar una especie en el cambio
teórico a través de alguna de estas propiedades contingentemente asocia-
das con las especies (pero que en conjunto integran el mecanismo homeos-
tático que constituyen lo que llamamos especies).
2.2. La otra interpretación la llamaré conservadora, de acuerdo con
ella hay sólo una manera correcta de ser cobre aunque distintas maneras de
identificarlo. El conservador a diferencia del liberal está dispuesto a dis-
tinguir entre aquello que es la cosa y nuestras diversas maneras de identi-
ficarla. Y, por tanto, el significado del término ‘cobre’ se mantiene a través
del cambio teórico no porque haya diversas maneras de entenderlo que
estén conectadas disyuntivamente entre sí, sino porque ‘cobre’ siempre ha
significado lo mismo. Y su significado no está constituido por el contenido
conceptual o descriptivo que utilizamos para identificarlo en tal o cual cir-
cunstancia, sino por el cobre mismo, aquello que constituye la referencia
del término (Kripke, 1980; Putnam, 1975). Esta interpretación de la segun-
da intuición la expresada Saul Kripke de la siguiente manera respecto de
‘ballena’:
[...] los descubrimientos científicos de la esencia de las es-
pecies no constituyen un ‘cambio de significado’; la posibilidad
de tales descubrimientos fue parte de la empresa original. No ne-
cesitamos asumir que la negación del biólogo de que las ballenas
son peces muestre que su ‘concepto de ser pez’ sea diferente del
lego; él simplemente corrige al lego descubriendo que ‘las ballenas
son mamíferos, no peces’ es una verdad necesaria. (Kripke, 1980:
138).
La primera intuición según la cual habría una variación de significado
entre el uso pre-teórico de ‘cobre’ y el moderno uso teórico es defendida
por filósofos que niegan que haya algo así como una esencia a descubrir
en las cosas. Los moderados podrían llegar a aceptar que hay una realidad
independiente a nuestras estructuras conceptuales, aunque ella sea en sí
misma incognoscible (Locke y Kant serían representantes de esta posi-
ción). Los radicales renuncian al realismo y asumen el instrumentalismo o
posiciones relativistas tanto epistémicas como ontológicas (como lo hacen
respectivamente Quine y Kuhn). En cambio, aquellos filósofos que son
proclives a defender la segunda intuición se han visto conducidos a apoyar
15
Esencialismo, especies y géneros naturales/Julio Torres
formas de fundamentalismo no intelectualista (Wittgenstein) o posiciones
esencialistas como las defendidas por Kripke y Putnam. Para estos últimos,
el significado de ‘cobre’ se ancla con su referente no a través de un conteni-
do descriptivo que forme parte del concepto sino por una relación indexical
entre el nombre y su objeto.
Hay, entonces, dos intuiciones que parecen estar separadas por un
abismo. Una sostiene que hay cambio de significado con el cambio teó-
rico, la otra lo niega. Sin embargo, quisiera defender aquí que hay una
convergencia filosóficamente significativa entre sus proponentes. Quisiera
mostrar que aquello que parecen tesis inconsistentes, producto de los ar-
gumentos que apoyan diferentes intuiciones iniciales acerca del cambio o
permanencia del significado de los términos de géneros naturales, pueden
llegar a una forma de consenso o de encuentro que no suponga una capitu-
lación de sus respectivos argumentos iniciales, un encuentro que se daría
sobre la base de lo Michael Ruse ha llamado los valores epistémicos de
una teoría, es decir, por un coincidencia en aquellos rasgos de una teoría
que nos importan por su capacidad explicativa (Ruse, 1999). Mostraré esto
a partir de una discusión de un radical anti-esencialista y de dos conserva-
dores esencialistas. El primero es Quine y los conservadores son Kripke y
Putnam.
Quine en Word and Object (1960), y más tarde en su artículo “Natural
Kinds” (1969), se pregunta cómo se ha generado en nuestra red de con-
ceptos los agrupamientos de la experiencia que dan origen justamente a la
noción de clase natural. De acuerdo a Quine lo que hace posible que apren-
damos algo acerca de la experiencia es nuestra propensión espontánea a
establecer relaciones en términos de similaridad. El concepto de espacio
cualitativo que introduce Quine hace referencia a esta disposición innata;
este concepto le permite describirla, analógicamente, en términos de un
espaciamiento de cualidades de la experiencia de un sujeto que puede ser
detectada en condiciones experimentales. Este espaciamiento es subjetivo
y no podemos esperar que la naturaleza concuerde siempre. Es así como
los seres humanos agruparon inicialmente a las ballenas y a los salmones
en un grupo común dadas sus características morfológicas superficiales co-
munes, pero prontamente afinaron estos criterios de semejanza y los sepa-
raron en dos grupos distintos: la de los cetáceos y la de los peces. La cien-
cia muestra, de acuerdo a Quine, que nos alejamos progresivamente de los
patrones de similaridad superficial de color, sonido, forma, sabor y textura.
16
Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
Los patrones subjetivos están siendo sustituidos por patrones teóricos que
reflejarían la estructura interna de las cosas, aquello que Locke llamaría las
cualidades primarias de la materia. Según Quine, el avance de la ciencia
empírica nos permitirá finalmente prescindir de nuestra intuitiva noción de
similaridad y, también, de la noción dependiente de tipo o género de cosa
basada en esta noción. Estas nociones serían dispensables en la medida que
pueden ser reemplazadas por una relación que pretende ser objetiva al ser
definida a partir de una teoría científica en donde la semejanza en sentido
cualitativo deja de tener relevancia. Un caso paradigmático lo representa la
química, en donde los criterios de agrupamiento por similaridad compara-
tiva entre substancias según sus rasgos sensoriales, son reemplazados por
criterios basados únicamente en una determinación de la estructura mole-
cular. Quine menciona también el caso de la taxonomía biológica en donde
los antiguos criterios morfológicos o cualitativos han sido reemplazados,
en concordancia con la teoría evolutiva de las especies, por relaciones cau-
sales de naturaleza genealógica (Quine, 136). Las actuales discusiones en
filosofía de la biología acerca del concepto de especie y acerca de la nece-
sidad de reemplazar las tradicionales categorías morfológicas por sistemá-
ticas filogenéticas parecen confirmar las predicciones de Quine respecto de
la desaparición del espaciamiento subjetivo de cualidades.
3. Especies
¿Existe alguna manera de consensuar a un radical como Quine que
sostiene que el significado de los términos de géneros naturales cambian
radicalmente con el cambio teórico y el esencialismo asumido por los ar-
gumentos conservadores para defender la intuición de la estabilidad de
significado de estos términos a través del cambio teórico? Sostendré en
lo que sigue que existe una convergencia entre estas posiciones sobre la
base de una breve consideración de la aplicación de ambas tesis al caso de
la naturaleza del significado de los términos que tienen como referencias
especies biológicas. Esta convergencia consistirá en la coincidencia de de-
terminados valores epistémicos entre ambas intuiciones.
Putnam y Kripke han reincorporado a la discusión filosófica la anti-
gua tesis según la cual las cosas tienen propiedades esenciales y acciden-
tales. Tanto Putnam como Kripke han defendido su posición respecto de
la existencia de tales propiedades sobre la base del examen del significa-
do de términos como ‘cobre’, ‘agua’, y también de nombres de especies
17
Esencialismo, especies y géneros naturales/Julio Torres
biológicas. En los dos primeros casos, la esencia está constituida por una
propiedad intrínseca: la estructura interna de aquello que llamamos ‘agua’
y la estructura interna de lo que llamamos ‘cobre’. Estas son propiedades
esenciales pues en la formulación de Kripke el agua es H20 en todos los
mundos posibles y el cobre tiene el peso atómico 29 en todos los mundos
posibles. Ahora bien, ¿cuál es entonces la propiedad que hace a un indivi-
duo de tigre pertenecer a la especie de los tigres? ¿Cuál es la esencia de un
tigre? La respuesta que dan inicialmente tanto Kripke y Putnam es simé-
trica al caso de ‘agua’ y de ‘cobre’. No hay aquí propiedades cualitativas o
morfológicas que permitan definir a una población animal como pertene-
ciente a la categoría de especie, y al igual que en los casos de agua y cobre
se buscan propiedades internas que permitan obtener esta definición y el
código genético parece naturalmente constituir esa propiedad interna. Pero
a diferencia de casos como ‘agua’ o ‘cobre’, no existe ninguna propiedad
microestructural que pueda definir la pertenencia de un individuo a una
especie. Se ha leído justamente la tesis esencialista de Kripke y de Putnam
respecto de las especies en términos tales que la esencia de las especies
animales debe tener el carácter no relacional que tiene la esencia en sustan-
cias como el agua, y el primer candidato que cumpliría, como se ha visto,
estos requisitos es el código genético. Pero, bajo esta lectura, la propuesta
de Kripke y de Putnam queda rápidamente refutada, pues el código gené-
tico no permite definir una propiedad que pueda servir para individualizar
esencialmente a una especie biológica. La supuesta inadvertencia de la sin-
gularidad de los géneros naturales biológicos habría provocado la ilusión
de que hay una propiedad intrínseca, por ejemplo, en el individuo tigre
que lo hace pertenecer esencialmente al género natural tigre o también que
hay una propiedad intrínseca al género natural tigre que pueden poseer
quizás contingentemente los individuos que son tigres. Los fenómenos de
las especies gemelas y del polimorfismo muestran que el código genético
no puede ser una alternativa viable como propiedad esencial interna. De
acuerdo a Sober el evolucionismo destruye la estrategia explicativa del
esencialismo porque el pensamiento poblacional, que se impone por sobre
el pensamiento tipológico, hace innecesarias a las definiciones constituti-
vas en biología. Dice Sober al respecto:
Ninguna característica fenotípica puede postularse como la
esencia de una especie; la norma de reacción para cada genotipo de-
18
Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
muestra que es arbitrario señalar como privilegiado a un fenotipo por
oposición a cualquier otro. Consideraciones similares demuestran
que no puede postularse ninguna característica genotípica como la
esencia de una especie; la variabilidad genética que se encuentra en
las poblaciones sexuales es descomunal y, una vez más, no hay una
manera biológicamente plausible de particularizar algunas caracte-
rísticas genéticas como naturales al tiempo que otras se consideran
como el resultado de interferencias (Sober, 2004: 139)
Pero desde la tesis de Quine de la desaparición del espaciamiento
subjetivo de cualidades nada habría de erróneo en poner en un mismo ni-
vel la determinación de propiedades microestructurales como criterio de
identidad para casos como ‘agua’ con la búsqueda de criterios de identidad
no morfológicos para las especies. Lo que ha permitido transitar desde
la discusión de la esencia de ‘agua’ a la de las especies no es, según me
parece, una concepción errónea del concepto de especie en biología como
han pensado algunos críticos, sino la convergencia de valores epistémicos
entre la tesis de la desaparición del espaciamiento subjetivo de cualida-
des y del esencialismo de Kripke y Putnam. Ambas posiciones identifican
como referencia de los términos de géneros naturales no una propiedad
cualitativa sino una estructura interna, sea esta intrínseca como en el caso
de los elementos químicos o una estructura relacional como las unidades
reproductivas y las relaciones genealógicas que identifica el biólogo cuan-
do quiere determinar si una determinada población animal constituye o no
una especie.
Podemos interpretar la insistencia de Kripke y de Putnam en cuanto a
que ningún conjunto de propiedades cualitativas puede determinar la esen-
cia de una sustancia como agua y, simétricamente, que ninguna propiedad
morfológica cumple los requisitos para determinar esencialmente a una
especie animal, como una manera distinta de expresar la desaparición de
criterios subjetivos de similaridad. Existe una convergencia entre la tesis
de la desaparición del espaciamiento subjetivo de cualidades y el esencia-
lismo de Kripke y Putnam. Ambas tesis son modos distintos de presenta-
ción de un mismo proyecto que ha definido a la ciencia moderna, esto es, la
búsqueda de la independencia de las descripciones y explicaciones de los
fenómenos del mundo físico, respecto de las capacidades y singularidades
de los sistemas perceptuales de los seres humanos. Estos son los valores
epistémicos en los que coinciden las dos intuiciones iniciales.
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Esencialismo, especies y géneros naturales/Julio Torres
Bibliografía
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Species. New Interdisciplinary Essays. The MIT Press: Cambridge, Mass, 1999.
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Dupré, J. Humans and Other Animals, Oxford University Press, Oxford,
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Revista Pucara, N° 22 (9-20), 2010
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México D.F., 1988.
21
ISSN 1390-0862
Los amigos del genuis loci
The genius loci’s friends
Oswaldo Páez Barrera
E-mail: oswaldo.paez.barrera@gmail.com
Resumen
Teoriza e historiza el concepto de genius loci (espíritu del lugar). Bajo
el capitalismo tardío los lugares desaparecen, las teorías críticas reculan,
la poesía languidece. Los espacios capitalistas se contagian del hálito mor-
tecino del trabajo matador. El rechazo a semejante situación reivindica
espacios y memorias en acciones que retoman tradiciones radicales. El Si-
tuacionismo, aquí es relacionado con la búsqueda del espíritu del lugar en
la crisis neoliberal, y el giro literario del texto, es un guiño al valor de las
narraciones individuales en las nuevas conceptualizaciones relacionadas
con los valores constituyentes del nuevo espacio y tiempo de la multitud.
Palabras clave: Urbanismo, situacionismo, teoría, historia, arquitectura.
Abstract
Theorice and historice the concepts of genius loci (spirit of the place).
Under the late capitalism the places dissapear, the critical theories reculate,
the poetry languish. The capitalistic spaces get the deathly breath of the
killing work, rejection to such situation reinvindicates spaces and memo-
ries, into actions that retake radical traditions. The situacionism is related
with the search of the spirit of the place in this neoliberal crisis. The liter-
ary twist of the text, is a wink towards the value of individual narrations
in the new conceptualizations related with the constitutional values of the
new space and time of the multitude.
Key words: Urbanism, situacionism, theory, history, architectur.
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
(Recibido: 25-10-2009) (Aceptado: 06-01-2010)
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Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
1. Introito
El genio o el espíritu del lugar, conocido en el mundo latino como
genius loci, es aquella cualidad que tienen ciertos espacios de lograr que
en ellos nos sintamos bien, que siempre deseemos volver y siempre estén
presentes en nuestros mejores recuerdos. De Villena (1996) habló de “las
ciudades del esplendor”. Marshall Berman (1981), lo hizo del San Petes-
burgo de 1917. Jorge Amado (1966), de aquella bajada de Bahía que fre-
cuentaban Doña Flor y sus dos maridos. Borges, también lo hizo, cuando
en su juventud frecuentó ciertos barrios, esquinas y tabernas de Buenos Ai-
res… y en fin, cada uno de nosotros al recordar sitios y lugares que se han
convertido en hitos de vida, sin los cuales ésta sería pobre y desmemoriada.
¿En qué consiste esa cualidad y cómo podemos amigarnos con ella?
En su búsqueda múltiple y multisecular voy a contar una aventura en la
cual se da aviso que el genius loci, en sus andanzas por estos lugares in-
teresantes encontró a unos compinches del alma hace ya, medio siglo. Se
encontraron, dicen, vagando y bebiendo vino por esas callejuelas europeas
que hasta el día de hoy no han superado su pésima reputación. La pandilla
tenía un nombre que se hizo célebre, cuando los periodistas bien infor-
mados los han ubicado entre los responsables e instigadores de lo que en
Mayo de 1968 aconteció en París, y en otros lugares del mundo.
El lector y la lectora sabidillos, ya tienen una pista para ubicar a quie-
nes me estoy refiriendo, y sobre todo, ya habrán comenzado a relacionar
los temas que sobre el urbanismo y otros asuntos escabrosos, dicha pandi-
lla difundía, relacionables, todos ellos y de manera bastante íntima, con el
genio del lugar.
Claro está que este último no solo ronda por ciertas bares, habitacio-
nes o callejones, sino que también lo hace por los suburbios, pueblos y
campos, inclusive selvas, pero, por razones de espacio, ahora nos referire-
mos solamente a las mutuas confesiones que habrían confluido en Cosio
d´Arroscia, en el centro de Ámsterdam, el Barrio Latino de París, o en el
Raval de Barcelona.
2. La Internacional Situacionista
Como todo, tampoco La Internacional Situacionista salió de la nada.
Julio González del Río Rams, traductor de la excelente antología sobre
el tema (VV. AA., 2007), cuenta que la conformaron, entre otros, artistas
23
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
de vanguardia provenientes de la Internacional Letrista y del Movimiento
Internacional por una Bauhaus Imaginista.
El Letrismo, fue una corriente artística que surgió en Francia en
1946 impulsado por Isidoro Isou y Gabriel Pommerand. Ángel Ferrero
(2008), traductor de una conversación entre Ralph Rumney (teórico situa-
cionista), y Stewrt Home, informa lo siguiente:
El letrismo defendía que el desarrollo de la poesía se fundaba
en la reconstrucción de las palabras en sus partes constituyentes.
Las palabras, tal como existían en el tiempo, debían ser totalmente
abolidas y la poesía debía fundirse con la música. El resultado se-
ría un arte único sin huella alguna de diferencia original.
El mismo Ferrero (2008), sobre el Movimiento Internacional por una
Bauhaus Imaginista dice que surgió de la respuesta de Asger Jorn a Max Hill,
cuando éste propuso reestructurar la Bauhaus de acuerdo a planteamientos
funcionalistas. Jorn, entonces, aglutinó a varios artistas como Enrico Baj, a
miembros del grupo COBRA (acrónimo de COpehage, BRuselas, Ámsterdam,
de donde provenían algunos de los grupos radicales como el holandés Reflex,
el danés Host y los belgas del Grupo Surrealista Revolucionario), también a
Pinot-Gallizio, Piero Simondo, Walter Olmo y otros más. El nuevo grupo se
unió a la Internacional Letrista, una disidencia izquierdista del grupo de Isou,
para formar, finalmente el 28 de julio de 1957, La Internacional Situacionista.
Todas estas gentes raras, a mediados de los cincuentas del siglo ante-
rior, decían que después de DADA y de otras manifestaciones radicales de
la primera mitad de su siglo, no cabía sino “un arte que sea la creación libre
de todos y cada uno, de la totalidad de su vida y de su entorno, una creación
que necesariamente ha de ser colectiva” (VV. AA., 1977: 10).
Sí. Esto afirmaban los situacionistas. Ellos, que se autodefinieron
como revolucionarios profesionales de la cultura, fueron el grupo que en
la cresta de la modernidad y antes de que su ola se rompiera en las playas
del mercado, abordaron el tema del urbanismo desde posiciones luminosas,
que no han vuelto a alcanzar brillantez parecida en los últimos cincuenta
años. Razón más que suficiente para tomar en serio lo que dijeron, si que-
remos estudiar y entender el recorrido del genio del lugar desde entonces
hasta estos tiempos, cuando los aciagos ventarrones del capitalismo tardío,
lo acosan y agreden por todo lado.
24
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
Paso a señalar líneas de reflexión entre esta teoría crítica del espacio
urbano y el genius loci, a partir de algunas citas situacionistas.
3. Un ejemplo de crítica radical del urbanismo
Para ello, los situacionistas elaboraron la teoría del urbanismo unita-
rio:
…no es una doctrina urbanística, sino un crítica del urbanis-
mo. De la misma manera, nuestra presencia en el arte experimen-
tal es un crítica del arte, la investigación sociológica debe ser una
crítica de la sociología. No se puede aceptar ninguna disciplina
separada por sí misma, vamos hacia una creación global de la exis-
tencia.
[…]
El urbanismo unitario no está idealmente separado del terre-
no actual de las ciudades. Está formado a partir de la experiencia
en este terreno y a partir de las construcciones existentes. Quere-
mos tanto explotar los decorados actuales, por la afirmación de un
espacio urbano lúdico tal como lo hace conocer la deriva, como
construir edificios totalmente inéditos. Esta interpretación (uso de
la ciudad presente, construcción de la ciudad futura) implica la uti-
lización de la tergiversación arquitectónica (VV. AA., 1977: 95).
Atila Kotanyi y Raoul Vaneigem (VV. AA., 1977: 203), en el Progra-
ma elemental de la oficina de urbanismo unitario, ampliaban estas ideas:
Todo el espacio ya está ocupado por el enemigo, que ha do-
mesticado para su utilización hasta las reglas elementales de este
espacio (más allá de la jurisdicción: la geometría). El instante de
aparición del urbanismo auténtico, será crear, en algunas zonas, el
vacío de esta ocupación. Lo que llamamos ocupación comienza ya.
Puede comprenderse con la ayuda del “agujero positivo” forjado
por la física moderna. Materializar la libertad, es en primer lugar
substraer al planeta domesticado algunas parcelas de su superficie.
Otro de los teóricos emblemáticos del situacionismo, Guy Debord,
señalaba que:
25
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
165.- La producción capitalista ha unificado el espacio, que
ya no está limitado por sociedades exteriores. Esta unificación es,
al mismo tiempo, un proceso extensivo e intensivo de banaliza-
ción. La acumulación de mercancías producidas en serie para el
espacio abstracto del mercado, así como debía romper todas las
barreras regionales y legales y todas las restricciones corporati-
vas, del medioevo, que mantenían la cualidad de la producción
artesanal, debía también disolver la autonomía y la cualidad de
los lugares. Esta potencia de homogenización es la artillería pe-
sada que ha derribado todas las murallas chinas (Debord, 1967:
147).
Y más abajo, en su mismo famoso tratado, decía:
176.- La historia universal nació en las ciudades y maduró en
el momento de la victoria decisiva de la ciudad sobre el campo.
Marx considera como uno de los más grandes méritos revolucio-
narios de la burguesía el “haber sometido el campo a la ciudad”,
cuyo aire emancipa. Sin embargo, aunque la historia de la ciudad
es la historia de la libertad, lo ha sido también de la tiranía, de la
administración estatal que controla el campo y la ciudad misma.
La ciudad no ha podido ser hasta ahora más que el terreno de
lucha por la libertad histórica, y no su posesión. La ciudad es
el ambiente de la historia porque es, al mismo tiempo, concen-
tración el poder social que hace posible la empresa histórica y
conciencia del pasado. En consecuencia, la tendencia actual a
liquidar la ciudad no hace sino expresar de otra manera el retraso
de una subordinación de la economía a la conciencia histórica,
de una unificación de la sociedad que recupere los poderes que se
han separado de ella (Debord, 1967: 150-151).
En el “Formulario para el nuevo urbanismo”, Giles Ivain (VV.AA.,
1977), afirmaba lo siguiente:
26
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
Evolucionamos en un paisaje cerrado, cuyos puntos de refe-
rencia nos llevan sin cesar hacia el pasado. Algunos ángulos móvi-
les, alguna perspectivas huidizas nos permiten entrever originales
concepciones del espacio, pero esta visión permanece fragmen-
taria. Hay que buscar en los lugares mágicos de los cuentos del
folklore y de los escritos surrealistas: castillos, muros intermina-
bles, pequeños bares olvidados, caverna del mamut, helados de los
casinos.
Imágenes caducas conservan un pequeño poder de catálisis,
pero es casi imposible emplearlas en un urbanismo simbólico sin
rejuvenecerlas, cargándolas con un sentido nuevo. Nuestra menta-
lidad obsesionada por viejas imágenes clave ha permanecido muy
por detrás de las máquinas perfeccionadas. Las diversas tentativas
para integrar la ciencia moderna en los nuevos mitos siguen sien-
do insuficientes. Luego, lo abstracto ha invadido todas las artes,
en particular la arquitectura actual. El hecho plástico en su estado
puro, sin anécdota pero inanimado, reposa el ojo y lo enfría. En
otras partes se encuentran otras bellezas fragmentarias, y, cada vez
más lejana, la tierra de las síntesis prometidas. Cada uno duda en-
tre le pasado viviente en lo afectivo y el futuro muerto desde ahora
(VV. AA., 1977: 28-29).
Como se puede ver, las críticas abiertas por los situacionistas al urba-
nismo moderno, ampliaron las bases para la crítica de las concepciones que
han orientado los discursos sobre el patrimonio urbano y arquitectónico,
los monumentos, sitios y lugares.
En dichas concepciones, como se sabe, aún resuenan los ecos de los
llamados “grandes relatos de la modernidad”. La positivista, sigue viendo
el urbanismo y el patrimonio con ojos utilitarios, y por tanto, un medio de
acumulación, de negocios inmobiliarios y especulativos, así la crisis de
los subprimes (“hipotecas basura”) haya echado a perder sus ambiciones.
La concepción romántico nacionalista, continúa abordando el asunto de
manera idílica. En la defensa que hace del patrimonio esta última, movili-
za fuerzas importantes, pero, sin que sus discrepancias con la concepción
positivista sea lo bastante crítica. La concepción marxista oficial, en este
terreno, casi no ha sido desarrollada. En consecuencia, podemos decir que
27
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
han sido más bien ciertos estudios culturales excéntricos –aunque inspi-
rados en la tradición marxista–, los que han proyectado luces importantes
al enlazar en sus enfoques los aspectos más progresistas de la tradición
humanista e ilustrada, con los pensamientos radicales de los dos últimos
siglos. Las Tesis de filosofía de la Historia, de Walter Benjamin (1970), por
citar un caso, es fundamental en este sentido, al haber permitido desarrollar
hipótesis sobre la recuperación del pasado en función del cambio social.
Por lo anotado, lo de los situacionistas adquiere un especial valor,
puesto que se trató de reflexiones lúcidas como pocas, de artistas extremos
que, para suerte nuestra, se ocuparon del tema de manera explícita. Los
documentos que nos han dejado demuestran que la espectacularidad del
urbanismo capitalista no tiene salida ni natural ni humana, y que, por otro
lado, el urbanismo burocrático que se practicó en los países del llamado so-
cialismo real, no se diferenciaba mucho del anterior, ni constituye ninguna
alternativa liberatoria.
Con sus visiones sobre el pasado, la historia, la ciudad…, los situa-
cionistas aportan temas que a la hora de investigar qué fin ha tenido el
genius loci, son pistas fundamentales. Pero no solamente esto, sino que con
base en dichas conceptualizaciones, ellos desarrollaron una metodología
original para acercarse de manera crítica, práctica y transformadora, a la
ciudad moderna y sus elementos.
El mérito situacionista, entonces, radica en haber vislumbrado rum-
bos que nada tuvieron que ver con las teorías urbanas relacionadas con los
sistemas productivistas del siglo anterior, con lo cual, la intelección de la
ciudad como hecho criticable, nos permite entender y abordar el tratamien-
to de sus aspectos –incluidos los patrimoniales–, en función del auténtico
cambio del mundo.
El retorno de la utopías al final de la postmodernidad y del neolibera-
lismo, se da la mano con aquellas y otras tradiciones contestatarias. Segu-
ramente, esta alianza de esos pasados redivivos con los sueños y deseos de
la nueva generación, darán con el paradero del genio del lugar, del genio
de todos los lugares verdaderos e interesantes, que por ser tales y como ya
lo decía Melville en su Moby Dick, “no constan en los mapas”.
28
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
4. Tesis situacionistas: relacionar con el Genius Loci
4.1. Urbanismo unitario:
Teoría del empleo del conjunto de las artes y técnicas que
concurren en la construcción integral de un medio, en unión diná-
mica con experiencias de comportamiento (VV. AA., 1977: 24-26).
4.2. Situación construida:
Momento de la vida, construido concreta y deliberadamente
para la organización colectiva de un ambiente unitario y de un jue-
go de acontecimientos (VV. AA., 1977: 24-26).
La construcción de situaciones, fue en todo caso un concepto que los
situacionistas heredaron de los letristas, quienes lo entendieron como un
procedimiento que consiste en:
emplear todos los medios tecnológicos existentes con el fin de
crear ambientes, escenarios, situaciones en fin mediante las que
un individuo o varios puedan satisfacer transitoriamente (ya no se
crea para la posteridad) un deseo o vivir deliberadamente determi-
nado estado o aventura. Tal será, según la Internacional Situacio-
nista, el nuevo arte, un arte sin espectadores, con actores que lo
viven (citywiki.ugr.es/wiki/Constant.NEWBABYLON).
4.3.- Psicogeografía:
Estudios de los efectos del medio geográfico, ordenado con-
cientemente o no, actuando directamente sobre el comporta miento
afectivo de los individuos (VV. AA., 1977: 24-26).
4.4.- Psicogeógrafo:
Que investiga y transmite las realidades psicogeográficas
(VV. AA., 1977: 24-26).
4.5.- Deriva:
Modo de comportamiento experimental ligado a las condi-
ciones de la sociedad urbana: técnica de paso apresurado a través
de ambientes variados. Se usa también, más particularmente, para
29
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
designar la duración de un ejercicio continuo de esta experiencia
(VV. AA., 1977: 24-26).
4.6.- La tergiversación:
Se emplea como abreviación de la fórmula: tergiversación
de elementos estéticos prefabricados. Integración de producciones
actuales o pasadas, del arte, en una construcción superior del me-
dio. En este sentido, no puede haber pintura o música situacionis-
tas, sino un uso situacionista de estos medios. En un sentido más
primitivo, la tergiversación en el interior de las antiguas esferas
culturales es un acto de propaganda que testimonia la usura y la
pérdida de importancia de estas esferas (VV. AA., 1977: 24-26).
4.7.- La descomposición:
Proceso por el que las formas culturales tradicionales se han
destruido a sí mismas, como consecuencia de la aparición de me-
dios superiores de dominación de la naturaleza, que permiten y
exigen construcciones culturales superiores. Se distingue una fase
activa de descomposición, demolición efectiva de las viejas su-
perestructuras, que cesa hacia 1930, y una fase de repetición que
domina desde entonces. El retraso en el paso de la descomposición
a construcciones nuevas está unido al retraso de la liquidación re-
volucionaria del capitalismo (VV. AA., 1977: 24-26).
5. Addenda
5.1. La construcción de aventuras
En mi barrio había un viejo y un paisaje. El viejo, aparentemente
era como todos los viejos cuando se le veía caminar por la calle. El paisa-
je, aparentemente no era nada excepcional: una glorieta con una cruz de
piedra que se asomaban al borde de un barranco, en la sima del barranco
había un río crecido, y en el horizonte una montaña bajo un cielo que a
veces tenía luna. Pero el viejo, en ese barrio, era el pintor: cuando tenía
ganas plantaba su caballete en la plazoleta y, en la tela asomaba siempre el
mismo paisaje, pero, cada vez lo veíamos diferente.
–Cuando pinto, viajo –decía el viejo–, y sin bajarme de estas veredas,
conozco el mundo.
30
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
Los vecinos se reían.
Yo era chico y no entendía eso del viaje por la misma vereda… Enton-
ces callaba y miraba con avidez sus telas, como zambulléndome en ellas.
Quizás por eso, él me regaló alguna, la que hoy cuelga delante de mi mesa.
Cuando volví graduado al pueblo, del viejo pintor sólo había quedado
alguien viejísimo, de quien, no se acordaba nadie. Fui a visitarle, a contarle
de mi estadía en Florencia. Me escuchaba con dificultad.
–No tuve tu suerte –dijo al fin– pero sin salir del barrio ni de mis
cuadros, también la conocí, y no te imaginas las cosas que viví en el Ponte
Vechio o al pie de la Piazza de la Signoría.
A su entierro fueron tres pelagatos, cuatro vecinos y una vieja llorosa
que llevaba una canastilla de flores. Ya no vivo en ese barrio y ese paisaje
tampoco está, pero, escribo estas líneas mirando la pintura que el viejo me
regaló, imaginando sus viajes interiores y reconociendo que sus bitácoras
pictóricas, son testimonios insustituibles de indescifrables vivencias que a
él y a su paisaje les rescatan de la muerte.
Vino la globalización y el género paisajista fue repudiado de la ciudad
de hierro. Tal desprecio trajo un veneno escondido: el odio contra aquellas
aventuras que dejan constancia de su vivencia y su paso. A los nuevos
tiempos no les iba bien esas pinturillas evocadoras de presencias y de tiem-
pos otros. Puede que no hayan sido mejores, pero fueron diferentes.
El viejo aventurero se llamó Oscar. Y la visión que he terminado te-
niendo de ese barrio memorable, no son tanto sus las fotografías que del
mismo se publican, sino las acuarelas de Oscar, en donde plasmó la aven-
tura de su vida excepcional. Única, como la merecemos todos.
5.2. La pintura de Giorgio de Chirico
Guilles Ivain decía que este artista es uno de los más destacados pre-
cursores de la arquitectura, por haber atacado los problemas de las ausen-
cias y las presencias a través del tiempo y del espacio:
Es algo conocido que un objeto, no observado concientemen-
te durante una primera visita, provoca por su ausencia en el curso
de las visitas siguientes, una sensación indefinible: mediante una
rectificación en el tiempo, la ausencia del objeto se hace presencia
sensible. Mejor: aunque permaneciendo generalmente indefinida,
sin embargo, la calidad de la impresión varía según la naturaleza
del objeto desaparecido y la importancia que el visitante le conce-
31
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
de, pudiendo ir de la alegría serena al terror (poco importa que en
este caso preciso el vehículo del estado anímico sea la memoria.
No he escogido este ejemplo más que por su comodidad.
En la pintura de Chirico (período de Les Arcades) un espacio
vacío crea un tiempo muy lleno. Es fácil representarse el futuro que
reservamos a semejantes arquitectos, y cuáles serán sus influencias
sobre las masas. Hoy no podemos más que despreciar un siglo que
relega tales maquetas a pretendidos museos (VV. AA, 1977: 31).
Giorgio de Chirico. Sus plazas mediterráneas están siempre soleadas.
En algunas hay un reloj analógico con la hora congelada. Y una sombra, la
de alguien que saliendo fuera de lo que se representa en el lienzo, nos dice
que hemos llegado tarde para verle. El espacio, y gracias a él, el tiempo,
asoman congelados como ciertos recuerdos, para afincarse y sugerir que
siempre hay algo mágico en algunos lugares que escapando del olvido, nos
recuerdan que el sueño de la vida es algo más que sueño. Aunque este algo
más, nunca lo alcancemos a entender del todo.
5.3. Los no-lugares
No tienen nada que ver con las utopías. Ni de lejos. Son todo lo con-
trario, una distopía que por ser tal es muy real y tangible, están a la vuelta
de cada esquina o avenida de la ciudad de hierro y plástico, surgen como
fantasmas, tocados por la luz azulada de las pantallas de televisión.
Marc Auge (1994) ha señalado estos agujeros negros del urbanismo
capitalista tardío. Los ha nombrado y ciertamente en ellos, donde todos
sufren el engaño, pocos se percatan de su aliento helado.
El genius loci, nunca asoma ni asomará en los no-lugares puesto que
son su más actualizada negación. Lo grave no está en que dichos agujeros
hayan aparecido. Lo espantoso es que crecen hasta convertirse en mega-
proyectos del territorio globalizado.
Lo que nos dijo Aldo Rossi en esas páginas dedicadas al Locus (1982:
185-189), es muy erudito. Está bien y debemos leerlo para ampliar las
inquietudes que aquí se insinúan sobre lo que el llama los “lugares singula-
res”, o “los lugares santos”... Si usted, lector o lectora se hallan en Cuenca,
pregunten por las toponimias de la vieja Tomebamba, son puertas de en-
trada a esos lugares que hoy debe disimular la ciudad, mientras simula el
progreso y la felicidad dirigidas.
32
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
5.4. New Babilón
Constant Nieuwenhuys, arquitecto y pintor situacionista, dedicó
veinte años de su vida proyectar lo que sería el espacio urbano no capita-
lista, un espacio fluido y nómada de un mundo sin fronteras. De la inves-
tigación publicada por Ethel Barahona Pohl (2009), he obtenido las citas
e informaciones que uso a continuación y que son lo bastante sintéticas
como para completar la idea sobre las aspiraciones que esta tendencia ra-
dical imaginó, para los nuevos lugares de un mundo libre. El mismo Cons-
tant, citado por Barahona, habría escrito:
New Babylon no termina en ninguna parte (ya que la tierra
es redonda), no conoce ninguna frontera (ya que ya no existen
economías nacionales), ni colectividades (ya que la humanidad
es fluctuante). Cualquier lugar es accesible para todos. La tierra
entera se convierte en el hogar de los terrícolas. […] Un pueblo
de nómadas a escala planetaria, donde bajo un gigantesco y único
techo se construye colectivamente una residencia temporal forma-
da por elementos desplazables, la cual se encontraría en constante
remodelación.
Esta Babilonia fue concebida o influida por la cultura gitana y el mito
de la carpa circense. Prefiguró una ciudad continua cuyos diferentes sec-
tores se diferencian a partir del color, sonido y forma, con lo cual lograría
ambientes no genéricos ni indiferenciados. Las estructuras de esta urbe
situacionista fue proyectada en diversos niveles, plataformas móviles y
elementos desmontables. Dichas estructuras fueron proyectadas en nive-
les elevados sobre las ciudades existentes, usando el método de reciclar/
desviar/manipular (principio que los situacionistas tomaron de los letris-
tas, y que consistía en usar elementos anteriores para crear significaciones
nuevas).
Lo de Constant fue un intento de plasmar los postulados del urbanis-
mo unitario, y en lo cual, imprimió una obsesión personal: la del laberin-
to. Con este toque, cambió el mito rector del urbanismo capitalista de la
orientación, por su contrario, la desorientación. Su laberinto no estático
tenía varios centros y salidas: en New Babilón ya no era necesario salir ni
escapar, sino deambular placenteramente, con lo cual, la deriva situacio-
nista, encontraba su expresión práctica. La intención, con el proyecto, era
33
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
propiciar una revolución antropológica de la que surja el hombre nuevo:
la libre investigación, el juego y la aventura… como la plenitud del arte
por todos vivido. En otras palabras, un comunismo que nada tenía que
ver con la versión “real” que el estalinismo había montado en Europa del
Este.
Constant se basó, para lo suyo, en el ensayo Homo Ludens, de Johan
Huizinga (1964), cuya influencia es evidente en su escrito El principio
de la desorientación. Constant abandonó la Internacional Situasionista en
1960, relativamente desengañado de sus afanes colectivos. Tierra de nadie
(1973), La libertad insultando al pueblo, y El reencuentro de Ubu y Justine
(1975), recogieron sus nuevas inquietudes y debates con su pasado.
Algunas maquetas y gráficos de su proyecto, se encuentran expuestas
en el Museo de La Haya.
La reseña que acabo de exponer en este numeral, la he realizado a par-
tir del trabajo de Barahona Pohl, eliminando aquello que no tiene relación
o interés con el presente artículo y reinterpretando algunas informaciones
a tono con el mismo, con lo cual, espero haberle salvado al lector de un
posible refrito. He usado, como se podrá ver, el método letrista y situacio-
nista de reciclar/desviar/manipular…, sin otro propósito que difundir estas
noticias de ninguna parte, que quizás y por eso mismo, tienen una vigencia
permanente para los pocos estudiosos del arte, la arquitectura y la ciudad.
6. A manera de conclusión
Hace poco tiempo, Leonardo Benévolo (2006) concedió una entrevis-
ta a Francesco Herbani. Su título “La arquitectura se pierde”. Dijo en esta
ocasión que se puede dar un orden provisional a la arquitectura contem-
poránea a partir de dos principios: “El primero es el que podríamos llamar
la inteligencia de los lugares. La arquitectura modifica los lugares… El
segundo es la competencia tecnológica, que ha cambiado completamente
respecto al pasado”.
Dos cosas sobre las cuales invito a reflexionar, viniendo de quien vie-
ne.
Más abajo, dijo que la conservación activa de la arquitectura patrimo-
nial italiana “es tal vez la contribución más relevante que hayamos hecho
nosotros a la cultura arquitectónica del siglo XX”.
Búsqueda del pasado o en el pasado, de lo que realmente vale frente
a la eclosión de mercancías sin sentido que nos arruinan la vida. Recuperar
34
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
el tiempo perdido y el lugar perdido, es recuperar el genio del lugar y el
genio del tiempo que nos han sido arrebatados.
El capitalismo y el estalinismo, en vez de guitarras fabricaron aza-
dones. El homo faber pertenece a la prehistoria pero aún tiene las armas
atómicas. El homo ludens, es la nueva especie, un homo sin locus, un via-
jero, un aventurero, un vagabundo, un nómada, un emigrante sin papeles,
es decir, un “ilegal”.
En éstos, entre otros, se encarna también el sujeto de la nueva civi-
lización, la del locus total, la de la tierra sagrada solidaria, igualitaria y
libertaria. Una niña tal vez, portadora de la memoria y del deseo, de la
creatividad y del ocio, que anuncia la vida desnuda, la revolución perma-
nente, el retorno de la arquitectura. Y de la polis.
Genius loci, amante de Utopía:
salgan los dos del bosque, la primavera vuelve,
hoy enterramos
al capital y al trabajo, a su polución y basura.
vengan a sembrar con nosotros, amapolas y coca.
Salgan del bosque
el ruido de los camiones ha cesado,
ya se escucha de nuevo la música
y el tam tam sobre el pasto
de los danzantes del sol.
Ya llega la abuela Mariana,
ya han colocado su silla en el lugar en donde,
hasta ayer,
estaba el centro comercial.
El vino sobre la mesa,
el mantel y los vasos brillan,
sonriéndonos.
¡Abajo el capital y el trabajo!
¡Viva el carnaval!
Genuis Loci y Utopía,
salgan del bosque, porque, desde hoy,
nadie es dueño de nada
y todo, otra vez, ya es de todos.
35
Los amigos del genuis loci/Oswaldo Páez
La Igualdad, la Solidaridad y la Libertad,
juegan sin apostar, bajo la carpa,
los niños las miran fascinados por su belleza,
no era para menos: nunca antes habían visto
de la una su cabellera, de la otra sus ojos negros,
de la tercera, sus labios.
Más allá,
ancianos desconocidos se reconocen
y llorando de alegría, bailan.
Los bombarderos B-52
no despegarán nunca más.
Las bases gringas en Colombia, han sido abandonadas.
Sus muros y cuarteles, como el de Tijuana,
derribados,
los portaviones de la IV Flota, son ahora cruceros de vacaciones
y el submarino ruso Guepardo,
vomitado desde el mar de hielo,
es un cacharro reventado.
En el polo norte, otra vez el oso blanco retoza.
Genius loci, Utopía, adolescentes sempiternos,
salgan del bosque que los duendes y las hadas
que poblaron las noches alegres, también han regresado,
con fuegos artificiales,
castillos y globos, dulces de corpus,
y besos.
La casa del hombre es la Tierra entera,
podéis dormir en cualquier lugar,
en todo lado, encontraréis paz, amor y alegría.
A este día, hemos dedicado toda la vida.
Nuestros muertos, por fin han sido redimidos.
Desde el fondo de los tiempos,
una aurora boreal se levanta como un viento y corea
El día que el triunfo alcancemos
ni hambrientos ni esclavos habrá
la tierra será un paraíso de toda la humanidad.
Hoy, es el día.
36
Revista Pucara, N° 22 (21-36), 2010
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37
Lo claro y distinto en el discurso histórico
del Inca Garcilaso de la Vega
The clear thing and the different thing in the historical speech
of the Inca Garcilaso de la Vega
Catalina León Pesántez
Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador
E-mail: cleon@ucuenca.edu.ec
Resumen
El presente trabajo pretende desarrollar la influencia del neoplato-
nismo en el pensamiento del Inca Garcilaso de la Vega. Para ello hemos
tomado dos ideas fundamentales expuestas en los Comentarios Reales, la
de escribir clara y distintamente y la pretensión de verdad en la historia.
Hemos tratado de analizarlas en el horizonte de la hermenéutica pla-
tónica, pero al mismo tiempo planteando su diferencia, en tanto Garcilaso
tiene su peculiar visión de las esencias, las mismas que no se resuelven en
el primado de los eidos, sino en su conflictiva relación con lo empírico; de
ahí la importancia del conocimiento de la Historia.
Palabras clave: Garcilaso de la Vega, discurso histórico, Comentarios
Reales, utopía andina.
Abstract
This work studies the influence of the neoplatonism in the thought
of Inca Garcilaso de la Vega. In this way, we have taken two fundamental
ideas exposed in the Comentarios Reales: writing clear and distinctly, and
the pretense of truth in history.
We have tried to analyze them in the horizon of the platonic herme-
neutics but, at the same time, outlining their difference, as long as Garcila-
so has his peculiar vision of the essences, the same ones that are not solved
in the primate of eidos, but in his conflicting relationship with the empiric
thing; from there the importance of knowledge of History.
Key words: Garcilaso de la Vega, historical speech, Comentarios Reales.
(Recibido: 20-11-2009) (Aceptado: 22-12-2009)
Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
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Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
Introducción
La vida del Inca Garcilaso de la Vega, traducida a narración puede
simplificarse así: nace el 12 de abril de 1539 de un amor extramatrimonial
y muere el 22 de abril de 1616. Su padre, el capitán Garcilaso de la Vega,
español, católico, conquistador, extraño. Su madre, la “ñusta” Isabel Chim-
pu Ocllo, india, peruana, pagana, descendiente de emperadores.
El capitán Garcilaso de la Vega, aventurero triunfante, llega al Cuzco.
Triunfo, poder y dominio autorizan el advenimiento de toda posibilidad;
los límites de actuación son casi imperceptibles; la posibilidad se convierte
en realidad en tanto las aspiraciones pecuniarias del capitán Garcilaso se
concretan en la posesión de ricas encomiendas y en cuanto a sus apeten-
cias sensuales se satisface en una mujer, la princesa “segundona” Isabel
Chimpu Ocllo.
Fruto de esta exótica y contradictoria unión nace el mestizo Garcilaso
de la Vega, designado con el apelativo de “Inca” para diferenciarse de su
progenitor y de otro homónimo de renombre en las letras.
Su niñez y juventud transcurren en el Cuzco, educándose entre dos
morales, entre dos opuestas concepciones del mundo y de la vida, entre dos
religiones, entre el Poder y la sumisión; la forma y el cómo interioriza estas
dos culturas es compleja porque no se resuelve en una síntesis de las dos,
ni en el cruce de caminos en donde el uno es Español y el otro, el Tahuan-
tinsuyo. El problema es complejo y de difícil resolución.
Muerto su padre natural, decidió trasladarse a España, llevado por un
imaginario deseo de reclamar los derechos que legalmente le pertenecie-
ron, y por la ilusión de darse a conocer y legitimarse frente a sus parientes
paternos.
Fracasados estos intentos, entra en la carrera de las armas; tarea que
no le representó mucho en el escenario mundial. Después de la espada,
obligado paso de una época bélica, acoge la cruz, en cuyo horizonte diva-
gará el resto de su vida, preocupándose del crecimiento y el engrandeci-
miento de su vida espiritual.
Refugiado en sus profundidades ocultas se dedica a la lectura y a
penetrantes reflexiones; sus miras subterráneas son profundas y extensas,
sus recuerdos están presentes en la memoria; su soledad le lleva a sacarlos
a la luz. Se dedica a recrear, recreando los eidos, de ahí que su quehacer
intelectual sea el mirar hacia atrás pero desde el presente. Nostalgia que se
39
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso de la Vega/Catalina León P.
percibe en los Comentarios Reales, obra de la que hemos sacado las ideas
expuestas en este trabajo.
El sentido de lo claro y distinto
… forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo
de escribir estos Comentarios, donde clara y distintivamente se
verán las cosas que en aquella república había antes de los espa-
ñoles, así en los ritos de su vana religión como en el gobierno que
en paz y en guerra sus Reyes tuvieron, y todo lo demás que de
aquellos indios se puede decir desde lo más ínfimo del ejercicio
de los vasallos hasta lo más alto de la corona real.
Inca GaRcIlaso de la VeGa
Al elaborar los Comentarios Reales, Garcilaso se propone reescribir
la historia, comentarla y ampliarla frente a las múltiples tergiversaciones
que la misma historia ha hecho de ellos, razón por la que su intención al
editar esta obra es darnos una visión clara y distinta de la situación prehis-
pánica.
Se trata de una obra en donde convergen el contenido histórico y el
sentido estético; es decir, la adecuación entre el contenido de la historia ex-
puesta en los Comentarios y la forma cómo lo expresa, que se la entiende a
partir del proceso de asunción e interiorización de las fuentes y del entorno
cultural que logró percibir.
La formación intelectual del Inca es amplia y en términos generales
se enmarca tanto en la tradición clásica (Platón y Aristóteles) como en las
corrientes humanistas del renacimiento europeo; sin embargo, la tendencia
ha sido a polarizar el origen de la misma. Así, para algunos estudio-
sos como José Durand, Luis A. Arosemena, Aurelio Miró Quezada, entre
otros, el pensamiento de Garcilaso tiene la influencia del humanismo anda-
luz y de la ideología neocolonial del hispanismo. Para otros, por ejemplo,
José Antonio Mazzotti, el cerco de la influencia española se rompe por el
humanismo renacentista italiano.
Creemos que la formación de nuestro autor se nutre no solo de estas
dos tendencias, sino de todo el “espíritu” de la época; así, Garcilaso no
escapa al romance de caballería, pero a la vez, siente la necesidad de con-
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Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
cretarse en lo real y verídico –influencia de la Historia imperial y cesárea
de Pedro Mexía–. El espíritu renacentista de la búsqueda de la gloria en las
armas y en las letras es otro ideal presente en el Inca.
No queremos agotar el análisis de las fuentes, sólo queremos señalar
para el presente trabajo ciertos hitos de importancia para el problema del
discurso histórico; en este sentido, partiremos de la influencia de la histo-
riografía humanista de Leonardo Bruni, quien articula el método crítico
y la intención patriótica; criterios con los que Garcilaso se acercará a la
revalorización de la cultura indígena y de la Conquista.
La influencia de Bruni se ve también en el hecho de cifrar el mensaje
de la obra en discursos atribuidos a los principales personajes, técnica que
se remonta a los clásicos: Tucídides, Tácito, Tito Livio.
No se puede olvidar que la filosofía de la historia de Garcilaso tiene
influencia de La Araucana de Ercilla y de la épica de Ariosto Ludovico.
De no menos importancia es la influencia de Juan Bodino, político
francés, cuyo Método de la Historia (1566) dividía el pasado en tres eda-
des: la primera, caracterizada por la anarquía primitiva; la segunda, en don-
de el Antiguo Testamento tiene su vigencia; y, la tercera, la edad del reino
de Cristo. Para Garcilaso los incas representarían la edad de preparación de
los habitantes del Imperio para recibir el mensaje cristiano.
La inspiración neoplatónica reflejada en los Diálogos de Amor de
León Hebreo es otra de las fuentes a las que recurre Garcilaso; pues, la
idea de relacionar la sabiduría de los griegos con la teología de los judíos es
una línea de influencia presente en los escritos del Inca. Se afirma también
que Garcilaso –en León Hebreo– encontró la sutileza intelectual, el senti-
do de la discriminación; esto es, saber distinguir y diferenciar: “Que no se
confunda lo uno con lo otro”, dice nuestro autor, y sobre todo “un afán de
integración, un gusto por el equilibrio de neta raíz renacentista, la persecu-
ción de un ideal de “orden y concierto” que representaba, desde el punto
de vista de la forma, la noble tendencia a integrar lo disímil, como desde
el punto de vista de la raza en él reconocía “prendas de ambas naciones”:
la de la sangre indígena y la sangre española” (Miró Quesada, 1985: XVII).
Un punto que logramos advertir pero no desarrollar es el opuesto en-
tre divinidad y humanidad, desarrollado por el ámbito categorial de Barto-
lomé De las Casas.
La distinción entre el pensamiento y lo concreto, entre lo particular
y el arquetipo entre la esencia y el fenómeno lo debe a León Hebreo, cuya
41
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso de la Vega/Catalina León P.
fuente última es Platón; en términos del Inca esta distinción se presenta
como las dos caras o rostros del alma: “La primera cara, hacia el entendi-
miento, es la razón intelectiva, con la cual discurre con universal y espi-
ritual conocimiento, sacando fuera las formas y esencias intelectuales de
los particulares y sensibles cuerpos…; la segunda cara, que tiene hacia el
cuerpo, es el sentido, que es el conocimiento de las cosas corpóreas” (La
traduzion del Indio de los tres Diálogos de Amor de León Hebreo, Citado
por Miró Quesada, 1985: XVII).
La distinción entre esencia y fenómeno es una de las guías filosóficas
y metodológicas con las que el Inca desarrolla su producción intelectual y
concretamente su lectura de la historia en los Comentarios. El sentido de la
claridad y distinción de las cosas y de los particulares es indudablemente
de inspiración platónica.
El horizonte filosófico de las esencias no es otro que el de la Trascen-
dencia, entendida como la modeladora de la Verdad; la misma que se plas-
ma en los concretos, esto es en la Historia, de ahí que a más de la claridad y
de la distinción se proponga encontrar un sentido de Verdad en la Historia.
Esencia, trascendencia y verdad se articulan y cobran coherencia en
la hermenéutica de la religión cristiana. En última instancia la objetividad
y la verdad del relato histórico se resuelven en el sentido de equilibrio pro-
porcionado por el espíritu cristiano; así, el deseo armónico entre españoles
e indios lo proporcionaría la religión.
Al respecto, ilustramos estas ideas con las palabras del mismo autor:
En el discurso de la historia protestamos la verdad de ella y
que no diremos cosa grande que no sea autorizándola con los mis-
mos historiadores españoles que lo tocaron en parte o en todo; que
mi intención no es contradecirle, sino servirles de comento y glosa
y de intérprete en muchos vocablos, que, como extranjeros en aque-
lla lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que
largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco la
piedad del que leyere, no con pretensión de otro interés más que de
servir a la república cristiana, para que se den gracias a Nuestro Se-
ñor Jesucristo y a la Virgen María su madre… (Garcilaso, 1985: 6).
Plantear su filiación platónico-cristiana, no implica reducir el proble-
ma de la lectura histórica a un idealismo sin más. Su idealismo no desdeña
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Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
la realidad; al contrario, se trata de una forma de racionalización de la his-
toria que mira lo empírico, el lado subterráneo y silenciado por la primacía
de la idea.
Nos interesa este aspecto porque es el punto conflictivo y contradicto-
rio de su pensamiento, del cual se desprenden problemas irresolutos como
el de la relación entre esencia y fenómeno, entre lenguaje y cosa, entre
verdad y objetividad de la historia, entre espacio y tiempo, y sobre todo se
desprende el conflicto de una “conciencia desgarrada” que no puede olvi-
dar la otra cara de la historia; esto es, el phatos del indio, y no puede evadir
el ejercicio del poder y la violencia del conquistador.
Se diferencia del platonismo porque para Garcilaso la idea o la esen-
cia concentra las dos caras del alma y expresa las dos caras de un mismo
conflicto: una idea modeladora como es la religión y una historia infeliz
condenada al sacrificio; una idea de verdad –la del conquistador– y una
verdad desde el silencio. Es decir, una y otra cara se expresan en el dis-
curso histórico, con mayor y menor densidad, en donde el conflicto no
desaparece, aunque en momentos se atenúe. Su pensamiento es de inspi-
ración platónica, mediado por la interiorización de la cultura renacentista
y la indígena.
La distinción entre esencia y fenómeno es tan contradictoria y al
mismo tiempo tan rica en contenidos que a Garcilaso no le es imposible
“idealizar” o construir un imaginario sobre la otra cara de la historia; su
riqueza intelectual le lleva a una “idealización” de los incas y del mundo
indio, constituyéndose, desde el punto de vista escritural en el punto de
partida de la llamada Utopía Andina, asunto que lo trataremos a conti-
nuación.
“Idealización” de los incas y su vigencia histórica
Se ha afirmado que la re-construcción que Garcilaso hace de los Incas
es una idealización y un embellecimiento; fruto, quizás de su recuerdos
infantiles. Verídica o no esta afirmación, la re-construcción hecha por el
Inca es un punto de partida identitario de constitución de lo que es la Uto-
pía Andina.
Sostiene que no hay que confundir el estado en el que vivían los in-
dios antes de la venida de los Incas: “… es de saber que en aquella prime-
ra edad y antigua gentilidad unos indios había pocos mejores que bestias
mansas y otros muchos peores que fieras bravas” (Garcilaso, 1985: 26).
43
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso de la Vega/Catalina León P.
Tenían como dioses a las cosas y adoraban lo que veían, pero señala que no
hay que admirarse de esta situación: “Mas no hay que admirarnos que gente
tan sin letras ni enseñanza alguna cayesen en tan grandes simplezas, pues es
notorio que los griegos y los romanos –que tanto presumían de sus ciencias-
tuvieron, cuando más florecían en su Imperio, treinta mil dioses” (27).
Los Incas consideraron que el Padre Sol es el sujeto de adoración,
es la centralidad que construyeron los indios: “Padre el Sol, para que lo
adorasen y tuviesen por su Dios y para que les diesen preceptos y leyes en
que viviesen como hombres de razón y urbanidad…” (38).
La conquista de los Incas significó mejorar las condiciones de vida
de los indios, acceder a una vida más acorde con sus circunstancias. Vistas
así las cosas, los españoles se encontraron frente a grupos humanos gene-
radores de cultura.
Según el Inca, los españoles proporcionaron un sentido de raciona-
lidad del mundo indígena a partir del heliocentrismo, en tanto el Sol es el
creador y concentrador de la vida. Proporcionaron la idea de totalidad y
universalidad, en el sentido de que el Nuevo Mundo forma parte de ese
todo llamado Universo: “Mas confiado en la infinita misericordia, digo
que a lo primero se podrá afirmar que no hay más que un mundo, y aunque
llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse aquél nuevamente
para nosotros, y no porque sean dos sino todo uno” (Idem: 9).
Cuando habla de Manco-Cápac concentra en él valores éticos y mo-
rales encaminados a la enseñanza del cultivo de la tierra, a impartir reglas
de urbanidad para el respeto mutuo y la paz: “… les iba instruyendo en la
urbanidad, compañía y hermandad que unos a otros se habían de hacer,
conforme a los que la razón y la ley natural les ensañaba, persuadiéndoles
con mucha eficacia que, para entre ellos hubiese perpetua paz y concordia
y no hiciera enojos y pasiones, hiciesen con todos lo que quisieran que
todos hicieran con ellos, porque no se permitía querer una ley para sí y otra
para los otros” (48).
Respecto a que los Incas hacían sacrificios a su padre el Sol, retoma
las palabras del Padre Blas Valera; “en cuya reverencia hacían los suce-
sores grandes sacrificios al sol, de ovejas, y de otros animales y nunca de
hombres, como falsamente afirmaron Polo y le siguieron” (83).
La historia tradicional ha querido ver en los Comentarios Reales la
conciliación armónica entre España y los Andes; esta afirmación es dudosa
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Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
porque el elogio al Tahuantinsuyo implica una crítica a los españoles. Gar-
cilaso al decirnos que los Incas ejecutaron de manera pacífica la conquista,
a diferencia de los europeos; que respetaron las reglas de sucesión legíti-
ma, en contraposición a Toledo, que decapitó al monarca, está plantean-
do una crítica al dominador. Garcilaso dice: “Así acabó este Inca (Túpac
Amaru I), legítimo heredero de aquel imperio por línea directa de varón
desde el primer Inca Manco-Cápac hasta él”. La revalorización de los incas
es frente al mundo preincásico y frente a los españoles.
Al reconstituir la imagen positiva de los incas frente al mundo, que-
remos hacer hincapié en su importancia histórica y en su trascendencia
actual, en tanto es el punto de partida escrito de lo que se ha dado en lla-
mar la Utopía Andina; en otros términos es un legado para el presente. Al
respecto, consideramos que “estudiar la manera cómo el Inca, siendo parte
del renacimiento, se aprovecha del redescubrimiento de Roma y la antigüe-
dad mediterránea para hablar, es decir, escribir su propio imperio perdido,
un imperio en ruinas pero localizado como punto de partida (origen) del
presente; un presente que, como ya lo ha visto David Brading, se podría
ofrecer, (¿utópicamente?) a manera de un nuevo sacro imperio (Castro-
Klarén, 1996: 137).
No cabe duda que la reconstrucción histórica que el Inca hace de la
otra cara del alma, ha servido de inspiración para la construcción de uto-
pías de todo orden como aquella que considera que el Nuevo Mundo es un
país lejano en el tiempo y en el espacio en donde se vive excepcionalmente
feliz.
Desde algunas lecturas, la posición de Garcilaso inaugura la posi-
bilidad de restitución del Imperio Incásico a sus gobernantes legítimos o
la tesis del regreso del Inca: imaginario que recorre los Andes como un
fantasma que traslada el miedo “casi atávico” de los indios al blanco –fan-
tasma interiorizado en el blanco bajo la forma del “regreso” del indio–.
Garcilaso nos presenta un relato histórico en donde no está presente
sólo la preocupación de atenerse a los hechos, de comentar y ampliar lo
que los españoles ya han dicho, sino está presente la idea de que la historia
puede presentarnos modelos éticos; en este sentido podemos afirmar que la
historia que escribe da pautas para el presente, de ahí que los intelectuales
peruanos de mediados del siglo XX, afirmen que los Comentarios Reales
inauguran a partir de la palabra el imaginario de la Utopía Andina.
45
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso de la Vega/Catalina León P.
En este sentido se ha afirmado que “en 1607 y 1619 con la edición
de la primera y segunda parte de los Comentarios Reales, termina el naci-
miento de la Utopía Andina: de práctica y anhelo. Claro a veces, brumoso;
otras, se ha convertido en discurso escrito. Hay un derrotero […] que vin-
cula a Garcilaso con Vilcabamba” (Flores Galindo, 1987: 51).
La influencia de Garcilaso en los Andes está en el hecho de que los
andinos terminaron razonando sobre el pasado andino con los criterios
conceptuales y políticos europeos; así el inca es un rey, el padre Sol es una
deidad, el tiempo es un proceso, son algunos ejemplos de esta reconfigu-
ración del universo mental de los indios para comprender la Conquista y
a sí mismo. Garcilaso saca la esencia de la una y de la otra cara del alma.
Conclusiones
El horizonte intelectual de Garcilaso abre múltiples posibilidades de
lecturas y de interpretaciones, todas ellas deficitarias, incompletas frente a
la magnitud de su pensamiento. Sin embargo, queremos señalar algunas,
no exentas de limitaciones:
Indudablemente que el mundo interior de nuestro autor está media-
tizado por pareceres antitéticos: España y el Tahuantinsuyo; dos concep-
ciones del mundo, dos formas de racionalización del universo, dos éticas,
dos formas de vida, el poder y la sumisión. Para algunos críticos, estos
opuestos se resuelven en la ubicación del Inca en un espacio y un tiempo
concretos que sería la hispanidad.
El Inca es visto como el símbolo de una síntesis armoniosa que ex-
presaría la unidad nacional del Perú y sería la representación de la recon-
ciliación de los opuestos que conforman la nacionalidad. Este criterio lo
expresa Riva-Agüero: “Es la adecuada síntesis y el producto necesario de
la coexistencia y el concurso de influencias mentales, hereditarias y físicas
que determinan la peculiar fisonomía del Perú” (Riva-Agüero, 1962: 45,
citado por Cornejo Polar, 1994: 104).
Este intento del Inca Garcilaso es mirado como un “brillantísimo es-
fuerzo inútil” –según Cornejo Polar– porque de cualquier manera hay un
desgarrón o escisión que atraviesa la obra y la vida del Inca. Así, “el dis-
curso de la homogeneidad nacional tal vez no tenga expresión más clara
que la versión de Garcilaso que ofrece Riva-Agüero, aunque –paradójica-
mente– se trate de una versión que claramente distinga a los españoles de
46
Revista Pucara, N° 22 (37-48), 2010
los indios y a la aristocracia de la plebe y –por consiguiente– construya su
gran síntesis sobre el insalvable abismo de las diferencias que ella misma
postula” (Cornejo Polar, 1994: 107).
Para José Durand a diferencia de sus contemporáneos cronistas, el
Inca tiene dos ventajas: “la de ser indio inca, que nació aún dentro del per-
dido mundo que describe, y la de ser un humanista de alta cultura, capaz
de usar las grandes formas históricas para expresarse. Hay pues, un doble
juego. Y sí, Garcilaso, como puede verse, compara de continuo el Cuzco
con Roma, y al imperio incaico con el romano, lo hace después de haber
meditado paralelos y relaciones; lo que no le impide asumir el papel de
portavoz de los sobrevivientes del linaje incaico, calidad que le reconocie-
ron sus contemporáneos” (Durand, 1989: 296).
La obra en su conjunto es un lugar gnoseológico para América porque
aporta conocimientos sobre nuestra identidad e historicidad, por ello la
variedad y multiplicidad de lecturas. En todo caso, participamos de la idea
de que el Inca fue “un hombre de contrastes y exaltaciones, de máscaras
en tensión, de temas secretos, de pudores y ambigüedades. Creador de una
gran literatura, también estimuló una especial atracción en la crítica. Se lo
ha identificado como cronista de cualidades excepcionales o historiador
fidelísimo de las antigüedades del Imperio Incaico y aún de los primeros
años de la conquista española en el Perú. Pero también se lo ha acusado
de novelista utópico e incluso de plagiador irresponsable” (Jákfalvi-Leiva,
1984: 6).
Desde otra perspectiva Garcilaso asume una representatividad múl-
tiple, según Cornejo Polar: “… al reivindicar enfáticamente su carácter
mestizo y al asociarse fraternalmente con indios y criollos, Garcilaso asu-
me una representatividad múltiple y ubica su discurso en el espacio de lo
vario […] Garcilaso se considera autor(idad) de múltiples escrituras y cree
instalarse en una intersección utópica desde la que parecería poder realizar
un ideal “panóptico”, globalizador y totalizante” (96).
Creemos que el horizonte conceptual de la obra de Garcilaso es muy
amplio: lo que posibilita su interpretación desde muchos sitios de enuncia-
ción. Su pensamiento en conjunto expresa un sentido de totalidad y univer-
salidad históricas, por ello América no se presenta como un agregado, sino
como parte intrínseca de ese todo.
Su producción es la expresión de una conflictividad históricamente
irresuelta; la manifestación de una heterogeneidad que halla su identidad
47
Lo claro y distinto en el discurso histórico del Inca Garcilaso de la Vega/Catalina León P.
precisamente en eso, en el conflicto, en la contradicción y en la pluralidad.
En esta perspectiva, se entiende la presencia de las dos caras del alma que
no se anulan, sino que viven en tensión o se mueven a la manera de una
asíntota, indefinidamente juntas pero sin llegar a unirse.
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Un recorrido necesario: el pensamiento
hispanoamericano y las preguntas por el
conocimiento de la realidad y la literatura1
A necessary path: Hispano American thought and questions
of knowledge about reality and literature
Clara María Parra Triana
Universidad de Concepción, Concepción, Chile
E-mail: cparratriana@hotmail.com
Resumen
Presento un recorrido interpretativo por las formas de asumir el co-
nocimiento dadas en Hispanoamérica a finales del siglo XIX y principios
del XX, momento en el cual triunfa el humanismo como una manifestación
de la modernidad intelectual, que se debate frontalmente con la postura
positivista asumida tanto a nivel ideológico como político y educativo. El
antipositivismo fue su contraparte y, por lo tanto, dio la posibilidad de brin-
dar a los estudios literarios un espacio propio, tal como fue la historiografía
literaria.
Palabras claves: Modernidad intelectual, positivismo, antipositivismo,
estudios literarios, historiografía literaria.
Abstract
I show a reading path through the ways knowledge were taken in His-
pano America at late Ninetieth century and early Twentieth century, when
humanism stands as a show of intellectual modernity that fights against
1 Este estudio forma parte de la tesis doctoral en literatura latinoamericana en la
Universidad de Concepción (Chile), dirigida por la Dra. Cecilia Rubio. La in-
vestigación tiene como objetivo determinar las apuestas claves que hicieron de
los estudios literarios hispanoamericanos una manifestación legítima y autónoma
dentro del pensamiento del subcontinente.
(Recibido: 15-11-2009) (Aceptado: 10-01-2010)
Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
ideological, political and educative Positivism. Antipositivism was its de-
tractor, and for that reason offered the possibility for Literary Studies ha-
ving their own place, as Literary Historiography was.
Key words: Intellectual modernity, Positivism, Antipositivism, literary
studies, literary historiography.
Introducción
A continuación observaremos la forma como emergen los afanes por
la autonomía intelectual y crítica, mediante la instalación y enfrentamiento
de respuestas a los interrogantes por el conocimiento de la realidad hispa-
noamericana generadores de sistemas de pensamiento que buscaban jus-
tificar nuestra existencia histórica. Dichos sistemas adquieren una cierta
coherencia formal que la historia de las ideas ha denominado como po-
sitivismo y antipositivismo. De la instauración del primero y la reacción
crítica del segundo, se derivó la controversia referente al ser de la historia
y la producción cultural de las sociedades hispanoamericanas, que dará sus
primeras señales en la historiografía, fundada en el criterio de pensar la
historia a través de los discursos que le han dado forma. De estas pugnas
ideológicas y epistemológicas, nace la inquietud por el establecer los es-
tudios literarios como un recurso para analizar y comprender la literatura
no sólo en sus factores estéticos, sino también en su presencia histórico-
cultural en la sociedad.
Primera generación del debate hispanoamericano
Sabemos por José Luís Romero y Ángel Rama que en las ciudades
hispanoamericanas del siglo XIX la élite criolla adoptó la consigna del
progreso y asumió la letra como su bandera. Así fue hasta bien avanzado
el siglo XIX. Efectivamente, los grupos de letrados constituían una clase
aparte, por lo general dirigente (con beneficios económicos y, por lo tanto,
políticos), que les permitía tener gran influencia en los destinos de las na-
ciones. El letrado “dibujó” otra ciudad dentro de la ciudad, y se mantuvo al
pie del poder (si no en el poder mismo), haciendo cumplir sus proyectos.
El papel de los letrados en el siglo XIX fue social y políticamente
relevante, debido a que su actuación incide en los procesos de cambio y
concientización colectiva. De hecho, sus productos literarios, legislativos,
periodísticos, entre otros, se ponen al servicio de causas comunes. La lite-
51
Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
ratura es entonces un medio de difusión, un instrumento para los idearios
y polémicas, pues se hace necesario transmitir mediante la ilustración la
conciencia crítica en emergencia.
Los proyectos de emancipación satisficieron a algunos segmentos de
la sociedad hispanoamericana, y la crítica a sus resultados no se hizo es-
perar. Ya no sólo se trataba de desalojar a la colonia española sino de en-
contrar la forma de despojar a la sociedad hispanoamericana de cualquier
sombra que significara volver a los hábitos íberos, vistos como sinónimo
de esclavitud, servidumbre y dogmatismo. Esta primera reacción antico-
lonialista y desespañolizadora la encabezó una generación letrada que se
originó en la conciencia criolla, la cual reveló la urgencia de una reforma
en las mentalidades hispanoamericanas, en la que encontramos a Sarmien-
to, Alberdi, Mora, Lastarria, entre otros.
Hacia 1830, el proceso de emancipación política de las anti-
guas colonias de España, salvo Cuba y Puerto Rico, estaba termi-
nado. Pero el proyecto integrador y unitario que era consustancial
al proceso también se diluye y comienza una etapa de luchas cau-
dillistas, guerras internas y conflictivos cambios de poder, buscan-
do formas de gobierno independiente del que no existían tradicio-
nes ni experiencias (Osorio, 2000: 39).
Esta generación de hombres de letras que atestigua las independen-
cias opone a la revolución, sinónimo de desorden y anarquía, la evolución
como camino necesario para alcanzar el progreso que se enfrentaba a la
barbarie de los pueblos originarios y de la herencia española (cf. Zea 1980).
Es en la búsqueda de la civilización que se concentran entonces los pro-
yectos políticos, educativos y sociales, tales como la inmigración europea,
propuesta por Sarmiento para desespañolizar y sajonizar a las sociedades
en favor de su mejoramiento. Se inicia de esta forma la preocupación por
las realidades y problemas locales, y su consecuente necesidad de supera-
ción, que lleva a esta élite a proponer como posible solución aceptar de los
desafíos de la razón y sus implicaciones a favor de la libertad, el orden y el
progreso, como lo señala Gabino Barreda en su “Oración Cívica” de 1867:
“Conciudadanos: que en lo de adelante sea nuestra divisa libertad, orden y
progreso; la libertad como medio; el orden como base y el progreso como
fin” (296).
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
Códigos y polémicas positivistas en la América hispana
El terreno fértil que fue la América hispana para el positivismo orto-
doxo radica en la inconformidad latente con el pasado colonial y el anqui-
losamiento de las instituciones ostentadoras del poder político, espiritual y
social. El pensamiento positivista ofrece la oportunidad para que las inte-
ligencias hispanoamericanas indaguen en su realidad fuera de la influencia
española, con lo que contribuye a una declaración de autorreconocimiento
para los pueblos y las sociedades. No fue simplemente una muestra de
diferenciación, sino ante todo de identificación: la urgencia por determinar
quiénes eran los hispanoamericanos antes, durante y después de la tur-
bulencia emancipatoria, establece como primera necesidad la disposición
de las problemáticas propiamente hispanoamericanas enmarcadas en un
orden industrial y progresista.
Aquella inquietud propicia la revisión crítica del legado íbero, que
lleva a las más pesimistas conclusiones en materia de herencia cultural, so-
cial e histórica. Se culpa a España de la pobreza, atraso y falta de iniciativa
para resolver los propios conflictos, y se le tilda de antimoderna, perezosa
e inferior, comparada con otras naciones que ponen como estandarte el
trabajo para el progreso, y no como una forma de castigo.
Tomados así los conflictos de Hispanoamérica, los voceros del positi-
vismo, que además tenían la ventaja de ser hombres de acción en el sentido
político, ven a la educación como el medio para cultivar en la sociedad
los anhelos de mejoramiento, tecnificación y cientificismo. Tendría que
ser una educación laica, concentrada en las ciencias físicas, químicas y
matemáticas, sin dejar mucho espacio a las orientaciones especulativas,
consideradas, de alguna manera, también ficticias. Veamos, por ejemplo, la
“Carta a Mariano Riva Palacio sobre la instrucción preparatoria”, que Ga-
bino Barreda redacta en 1870, y que es, de alguna manera, el resumen de
su aporte positivista para la educación pública adoptada por el porfiriato:
Como usted podrá notar a primera vista, los estudios prepara-
to rios más importantes se han arreglado de manera que se comience
por el de las matemáticas y se concluya por el de lógica, inter po-
nien do entre ambos el estudio de las ciencias naturales, poniendo
en primer lugar la cosmografía y la física, luego la geografía y
la quí mica, y por último la historia natural de los seres dotados
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Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
de vi da, es decir, la botánica y la zoología (Cit. en Zea 1980 12.
Vol. I).
[...] una educación, repito, emprendida sobre tales bases, y
con sólo el deseo de hallar la verdad, es decir, de encontrar lo que
realmente hay, y no lo que en nuestro concepto debiera haber en
los fenómenos naturales, no puede menos de ser, a la vez que un
manantial inagotable de satisfacciones, el más seguro preliminar
de la paz y del orden social porque él pondrá a todos los ciudada-
nos en aptitud de apreciar todos los hechos de una manera seme-
jante, y por lo mismo, uniformará las opiniones hasta donde esto
es posible (Id. 17 Vol. I)
Barreda llega a México a instaurar en el Plan de Estudios para la
Escuela Preparatoria el desideratum positivista más radical e influyente
jamás visto a nivel educativo e instructivo. Su visión tuvo como principio
tanto la utilidad y la dignidad social, como la preparación efectiva para el
servicio comunitario, lo que conduciría a la riqueza material y al progreso
de la nación. Había que cultivar a los hombres para que trabajaran a pesar
de los obstáculos que pudiesen presentar la tierra y la raza americanas,
pues a los ojos del positivismo éstas constituían una dificultad para el desa-
rrollo de la sociedad. La educación, o mejor, la instrucción, sería el medio
por el que se controlaría mejor el proyecto de modernización, aunando
estrategias políticas de bienestar nacional con estrategias educativas de
cultivo científico.
El acento que pone el positivismo hispanoamericano en la moder-
nización instrumental para alcanzar los niveles de desarrollo material de
sociedades como la norteamericana o la inglesa, fortalece y alimenta el
ímpetu de la sociedad hispanoamericana hacia tales tendencias. El deseo
de adjudicar el propósito de la existencia humana al progreso material hace
que la burguesía naciente trabaje fuertemente en la consolidación de una
moral colectiva que le diera la razón a dicho fin; pero como el racionalismo
y el utilitarismo chocan con la mentalidad secular, había que convocar a
una laicización de la moral persiguiendo fines prácticos beneficiosos para
todos, con el fin de que el aparato instrumental se mantuviera en pie. Se
percibe así cómo la sociedad hispanoamericana mantuvo la actitud posi-
tivista como forma de resistirse a las mentalidades que, por un lado, pro-
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
clamaban la conservación de tradiciones coloniales, y por otro, pretendían
la recuperación de lo nativo y natural (en el sentido de no-civilizado) o
reivindicaban la imaginación y la metafísica. El positivismo mantuvo una
ambigüedad esencial, pues al mismo tiempo que defendía la libertad, le po-
nía límites, dando a entender que el individuo aún no estaba preparado para
buscar la suya propia. A este principio se le reconoce una preocupación por
la solidaridad y participación colectiva, en un tranquilo orden, a expensas
de la libertad individual. Es en este aspecto en donde el positivismo revela
su debilidad con respecto al proceso de modernización: lucha en contra del
dogma, siendo dogmático y disfraza sus pretensiones absolutistas abogan-
do por necesidades elementales.
Reacciones antipositivistas hispanoamericanas
A pesar de que el positivismo se percibe como un “estado de concien-
cia intelectual de Occidente” (Zum Felde, 1954: 189) y que alberga grandes
proyectos que buscan solucionar problemas medulares de las sociedades
en proceso de autonomización, las falencias epistémicas que exhibe, pro-
ducen en sus propios exponentes reacciones de reformulación, oposición y
crítica, pues su sistema se hace insuficiente. En el contexto mexicano, en
donde posee todo un apoyo político ideológico (no sólo científico), genera
en su etapa más avanzada las revisiones críticas que pronto se le oponen,
como el caso de los discípulos de Gabino Barreda.
Los antipositivistas hispanoamericanos observaron que el sistema
positivista redujo la visión y los anhelos de la sociedad a fines puramente
materiales, dejando de lado la comprensión de su papel histórico. Ellos
lucharon por abrir el cercado moral, ensanchando la confianza en una éti-
ca basada en la dignidad humana y, ante todo, en el rol del hombre como
sujeto de la historia. Para ellos la bonanza material es solo una necesidad
primaria, pues el verdadero fin de la humanidad es la fundamentación del
espíritu.
Podría indicarse antes de una etapa antipositivista en Hispanoaméri-
ca, un período post-positivista, que alberga la revisión de los saldos cienti-
ficistas y aboga por un idealismo de corte sociológico, tales como los tra-
bajos de Justo Sierra, José Ingenieros, Carlos Vaz Ferreira, Eugenio María
de Hostos, José Enrique Rodó, entre otros; quienes revelaron el dualismo
del positivismo perceptible en su práctica idealista-política y sus convic-
ciones científicas.
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Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
Los intelectuales antipositivistas encontraron sus argumentos más
esenciales en la “filosofía vitalista” de Bergson, el anti-intelectualismo de
Nietzsche y la filosofía de la historia de Hegel, principalmente (aunque a
esta última la leen con gran distancia crítica). El antipositivismo en His-
panoamérica no consistió en una llana oposición al intelectualismo de los
positivistas, sino que se consolidó como el paso necesario a la considera-
ción de los valores extraexperienciales que constituyen el espíritu de una
sociedad llamada por fin a experimentar la autoconciencia y a realizar el
libre ejercicio de la autonomía intelectual y ética (Salazar, 1988).
En efecto, lo que comienza siendo una oposición al empirismo, pron-
to se convirtió en un credo de lo que se conocería como “Arte libre” y “Li-
bertad creadora”. Volver a la intuición, pero con rigor, sería la fórmula para
superar el empirismo y trabajar por el humanismo de la América española.
El grupo de jóvenes intelectuales mexicanos que conocemos como
el Ateneo de la Juventud, en el cual Pedro Henríquez Ureña y Alfonso
Reyes se conocen y conciben sus proyectos intelectuales y literarios, tiene
como credo el “arte libre”, y con la guía de Justo Sierra y la apertura de
las lecturas filosóficas de Antonio Caso, instalan la posición antipositivista
como la fundamentación del discurso crítico de línea humanista de la que
carece la ideología de “los científicos” (élite privilegiada del porfiriato,
eminentemente oficialista).
Los ateneístas realizan una lectura del “espíritu de América” tomando
como referencia el concepto de “evolución creadora” de Bergson. Es, sin
duda, el recurso más fuerte para oponerse al positivismo ortodoxo, cuyos
efectos en las mentes hispanoamericanas habían conducido al reduccionis-
mo y la ignorancia espiritual. La “evolución creadora” rivaliza con el neo-
darwinismo y con el determinismo spenceriano, pues abre la posibilidad de
reconocerle a la intuición su papel en la búsqueda de conocimiento.
El acento que aquellos ponen en el instinto (de cuño bergsoniano)
ofrece una mayor libertad y apertura que, junto con el rigor en reflexión
filosófica y axiológica, consolidan el establecimiento genuino del pensa-
miento moderno hispanoamericano, pues se revaloriza la cultura y la
historia, y se convierten en criterios para la comprensión y el planteamien-
to de los temas y problemas propios de Hispanoamérica.
Con esta tendencia de pensamiento, la América hispana atestigua
y experimenta la intervención social de la figura del intelectual, quien ya
no sólo es el hombre de letras, en el sentido político y social (superando las
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
etapas didácticas y morales de su labor), y asume la actitud crítica, como
manifestación de una apertura históricamente necesaria (Gutiérrez, 2001).
El criticismo que en adelante se busca, pretende afianzar en complejidad y
el rigor que suponen la formación de un intelectual integral, de allí que su
inquietud por la filosofía moderna lleve a los antipositivistas a planear es-
trategias de integración que superen el provincialismo y abran los espacios
de comunicación especializada.
El antipositivismo destaca la urgencia por el reconocimiento de la
tradición latina (clásica) e hispana, superando añoranzas y disputas; en este
sentido, el llamado ya no sería a imitar, sino a interpretar. El gran código de
esta reacción crítica es, entonces, la constitución de nuestra propia historia
cultural a través de la interpretación de nuestras expresiones, manifesta-
ciones y creaciones que ayudan a la adquisición de conciencia de Hispa-
noamérica como un espacio poseedor de una realidad histórico-cultural
propia.
La libertad vista desde la postura antipositivista (espiritualista y vita-
lista) busca la expansión y las fluctuaciones del espíritu en los vaivenes de
lo impredecible; la creación libre le da la posibilidad al hombre de evolu-
cionar en su expresión y en su reflexión. Lo estético es, desde esta forma
de ver, la mejor muestra de la libertad a la que el hombre tiene derecho.
La apertura de la concepción de libertad buscó superar el concepto moral
positivista enmarcado en imperativos sociales categóricos.
Rodó: polemista de la inteligencia americana
En busca de una posición intermedia, que conciliara los beneficios del
uso de la razón práctica y la presencia de una inteligencia sensible, José
Enrique Rodó formula su visión de las tendencias filosóficas y culturales
de la América española. Conocida es su disertación de consejos para los jó-
venes americanos expuesta en Ariel. La resistencia a tomar como modelos
los triunfos norteamericanos, sin tener en cuenta que la América hispana
posee un carácter diferente: es el referente más claro para observar su resis-
tencia a los extremos positivistas, que pretendían una adaptación de modos
y estrategias ajenas para acelerar el proceso de modernización material
de nuestros pueblos. La apuesta por el “genio alado” alude a la necesidad
imperiosa del cultivo del espíritu –de un espíritu propio– que revitalice lo
que la practicidad y el utilitarismo habían acallado. ¿Por qué se dirige a la
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Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
juventud? Porque ésta es la que exhibe los anhelos de renovación, y para
que no se quede sólo en anhelos, Rodó pone en palabras de Próspero el
programa que la inteligencia joven de Hispanoamérica debe seguir para
lograr el acceso a su mayoría de edad espiritual.
El pensador uruguayo alude a este “espíritu de renovación” porque
participa de las inquietudes por establecer un nuevo orden en la sociedad
iberoamericana. Observa que la urgencia por la libertad de las ideas, que
había dejado como saldo la emancipación política, había también degene-
rado en el hallazgo de falsos refugios práctico-ideológicos que desvirtua-
ron la búsqueda auténtica de los pueblos: la ganancia de su libertad espi-
ritual. Las palabras de Rodó son la expresión consciente de una coyuntura
en la que ejercer la crítica es posible, siempre y cuando no se descuide el
crecimiento individual. Ariel es la crítica al sinsentido que queda de la ace-
leración sin inteligencia ni sensibilidad, ya que no es el avanzar sin más lo
que hace a un pueblo crecer en su grado de civilización, es el conocimiento
de sus capacidades constituidas por un crecimiento continuado y creati-
vo de una tradición.
En un comentario que escribe Rodó en 1910, titulado “Rumbos nue-
vos. Con motivo de la publicación de Idola Fori de Carlos Arturo Torres”,
explicita cuál es su distanciamiento del “mal entendido positivismo his-
panoamericano”. Inicia señalando los dos extremos viciosos de las inteli-
gencias hispanoamericanas: el fanatismo y el escepticismo. A cada uno de
ellos le reconoce sus defectos y bondades. El pensador uruguayo encuentra
que antes de caer en el vicio, las inteligencias han de conciliar las dos par-
tes, lo cual les permitirá acercarse más provechosamente a los deseos y a
una superior capacidad de conocimiento. En el fanatismo extremo ubica
Rodó al “criterio ortodoxo” que tendía a ver en el modelo anglosajón el
camino más propicio para recuperar “el tiempo perdido de la colonia”.
Sin embargo, también encuentra un extremismo de falso entusiasmo en
el idealismo que cree poder resolverlo todo. El autor no niega el potencial
del positivismo como “forma de espíritu original”, ya que con éste se re-
movieron tendencias anquilosadas de conocimiento y se pasó a dignificar
la labor de la razón. Como tal, el positivismo no podía ser desatendido.
Pero Rodó indica que al llegar los ecos vacíos de esta “forma de espíritu”
a Hispanoamérica,
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
Fue éste un empirismo utilitarista de muy bajo vuelo y de
muy mezquina capacidad, como hecho de molde para halagar, con
su aparente claridad de ideas y con la limitación de sus alcances
morales y sociales, las más estrechas propensiones del sentido co-
mún. Por lo que se refiere al conocimiento, se cifraba en una con-
cepción supersticiosa de la ciencia empírica, como potestad infalible
e inmutable, dominadora del misterio del mundo y de la esfinge de la
conciencia, y con virtud para lograr todo bien y dicha a los hombres.
En lo tocante a la acción y al gobierno de la vida llevaba a una exclusi-
va consideración de los intereses materiales; a un concepto rebajado y
mísero del destino humano; al menosprecio o la falsa comprensión de
toda actividad desinteresada y libre; a la indiferencia por todo cuanto
ultrapasara los límites de la finalidad inmediata que se resume en los
términos de lo práctico y lo útil (Rodó, 1957: 503).
Así Rodó muestra que el positivismo, como “forma del espíritu”, res-
pondió a necesidades puntuales de una realidad específica, pero fue nuestra
disposición al fácil entusiasmo de los optimismos vanos no lo que llevó
a desvirtuar la tendencia positivista que en lugar de servir como impulso
vital dio muestras de la más penosa decadencia. Al espiritualismo genera-
do como reacción crítica le recuerda Rodó la dificultad de deshacerse del
positivismo debido a éste lo antecedió y lo provocó. Llama el pensador a
evitar cualquier extremo, mediante la conciliación de lo que recibimos con
lo que ya tenemos; no buscar partir de cero como pretendían los liberales
de tendencia antiespañola, que trataban de reivindicar las novedades sin
tener en cuenta los cimientos y antecedentes.
El problema de la historiografía literaria
Las ideas progresistas del positivismo y su reacción crítica, el anti-
positivismo, obligaron a los intelectuales a definir su postura a favor de un
método de aprehensión social que pusiera a Hispanoamérica al mismo ni-
vel de los estados ejemplares a nivel tecnológico e intelectual y que se pre-
ocupara al mismo tiempo por la formación y comprensión de su espíritu.
La interpretación ortodoxa del sistema filosófico positivista logró acepta-
ción masiva, debido a que sus exponentes eran a su vez reconocidos hom-
bres de letras y prestigiosos funcionarios públicos. Los antipositivistas, por
su parte, constituían una élite letrada cada vez más definida y distinguida
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Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
que se esforzó por especializarse en problemas filosóficos, sociológicos y
literarios, por lo que su resonancia sólo alcanzó a llegar a círculos acadé-
micos e intelectuales de extracción pequeñoburguesa.
En esta marcada diferenciación se observa un momento significativo
para la historia intelectual hispanoamericana: la división del trabajo y
la especificidad de la labor letrada en la sociedad. Al no ser el antiposi-
tivista un hombre políticamente influyente, se ve obligado a subsumir su
labor y su postura a círculos notoriamente estrechos, provocando así una
paradoja que va a definir problemáticamente su voz: avanzará hacia la
profesionalización y la especialización, pero al mismo tiempo sucum-
birá a la marginación política no explícita. En palabras de Henríquez
Ureña:
Nacida de la paz y de la aplicación de los principios del li-
beralismo económico, la prosperidad tuvo un efecto bien percep-
tible en la vida intelectual. Comenzó una división del trabajo. Los
hombres de pretensiones intelectuales trataron ahora de ceñirse a
la tarea que habían elegido y abandonaron la política; los abogados
como de costumbre menos, y después que los demás. El timón
del estado pasó a manos de quienes no eran sino políticos, nada
se ganó con ello, antes lo contrario. Y como la literatura no era en
realidad una profesión sino una vocación, los hombres de letras se
convirtieron en periodistas o en maestros, cuando no en ambas co-
sas. Muchos de ellos siguieron la carrera de derecho en las univer-
sidades, pero pocos ejercieron después su profesión (2001: 165).
Las producciones literarias y las producciones interpretativas que
éstas generan, también inician un proceso significativo: los escritores co-
mienzan a pensar en términos de proyectos literarios y sus receptores tra-
bajan con ellos a manera de conjuntos, adjudicándoles sentidos y propósi-
tos. El discurso de los estudiosos la literatura comenzó a influir en lo que
la sociedad percibía, ya que se vinculó a proyectos de mayor alcance como
el local-nacional. El sentido de la historia que acarreó la emancipación fue
el principal motivo para que se leyera la producción literaria en términos
nacionalistas.
La ideología del liberalismo que impulsó los proyectos independen-
tistas y que posteriormente trabaja por la consolidación de los estados
nacionales, incluye también a los escritores como voceros de las causas
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
nacionalistas, haciendo que sus obras sirvan de apoyo en la unificación
de las conciencias. Es así como con el amparo de la corriente ilustrada y
el cientificismo positivista, se presenta como necesidad para el proyecto
identitario la construcción de historias y compilaciones literarias:
Un aspecto importante y a menudo descuidado en el estu-
dio de este período es el que corresponde a la preocupación por
organizar y difundir los primeros repertorios literarios, tanto na-
cionales como de conjunto. En esos años se publican las primeras
antologías y los primeros esbozos de historias literarias. Se trata
de una tarea estrechamente vinculada con el proyecto general y
englobante de autoconocimiento y afirmación identificadora en la
organización de las repúblicas independientes (Osorio, 46).
Tales antologías sirvieron de herramienta para demostrar la existencia
de producción literaria que la hegemonía ibérica no se había interesado en
divulgar. El elemento positivista que interviene en la elaboración de estos
repertorios concentra la mirada en los datos históricos (biográficos y ane-
cdóticos) más que en la interpretación de los fenómenos literarios, ya que
lo importante por el momento es dar noticia de repertorios que resalten la
considerable producción literaria existente en la América Hispana.
Podría decirse que la elaboración de historias literarias es la primera
manifestación de estudio de la literatura de manera sistemática. A medida
que se reconoce un terreno propio para la literatura hispanoamericana (la
autonomización de su campo), el estudio de éste (o por lo menos las clasi-
ficaciones más elementales) contribuye en gran medida a su legitimación.
Estos registros realizados para incentivar los sentimientos patrióticos
son discriminadores. Eligen sin duda aquellas obras que simpatizan con
un sentimiento nacionalista, lo que media en el establecimiento de ciertos
cánones, marginando las expresiones que no se relacionan con el proyecto
político-social del momento. En consecuencia, la «historiografía literaria»
del siglo XIX en Hispanoamérica no logra escapar a los problemas de las
otras historias literarias nacionalistas: el de adjudicarle a la literatura una
función heterotélica, como la de ser documento de soporte histórico.
En este sentido, González Stephan (2002) indica que la transición de
los estudios derivados del positivismo (obsesionados por los datos) y la
formulación de métodos para trabajar con las ciencias humanas, se encuen-
61
Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
tra fundamentalmente en las propuestas de Andrés Bello, quien entendió
que las producciones culturales exigen otras formas de acercamiento y, por
lo tanto, necesitan de la configuración de su propia epistemología:
Los hechos empíricos no tenían en la mirada de Bello la
misma naturaleza; fueran éstos sociales o naturales determinarían
indudablemente la metodología de las diferentes ramas del saber
científico” (144), de tal modo que, “las observaciones de Bello es-
taban encaminadas para establecer las bases de un procedimiento
más objetivo en el ámbito de la producción del saber en las cien-
cias humanas o del espíritu según la acepción de la época (145).
En la visión de Bello, la historia debe ser una forma de explicar a los
pueblos la constitución de su espíritu. No puede ser el dato aislado o el in-
ventario sin relación. En el “Modo de pensar la historia” que publica en El
Araucano en 1848, acentúa la necesidad de ejercer la filosofía de la historia
como método de compresión y análisis de nuestra realidad. Dice Bello:
“¡Jóvenes chilenos! Aprended a juzgar por vosotros mismos, aspirad a
la independencia del pensamiento” (Bello, 251), y esta independencia de
pensamiento no es otra cosa que el ejercicio de pensar nuestro proceso his-
tórico y reflexionar sobre éste tomando como fundamento fuentes propias:
¿Queréis, por ejemplo, saber qué cosa fue el descubrimiento
y conquista de América? Leed el diario de Colón, las cartas de Pe-
dro de Valdivia, las de Hernán Cortés. Bernal Díaz os dirá mucho
más que Solís y que Robertson. Interrogad a cada civilización en
sus obras; pedid a cada historiador sus garantías. Ésa es la primera
filosofía que debemos aprender de la Europa.
Nuestra civilización será también juzgada por sus obras; y
si se la ve copiar servilmente a la europea aun en lo que ésta no
tiene de aplicable, ¿cuál será el juicio que formará de nosotros,
un Michelet, un Guizot? Dirán: la América no ha sacudido aún
sus cadenas; se arrastra sobre nuestras huellas con los ojos venda-
dos; no respira en sus obras un pensamiento propio, nada original,
nada característico; remeda las formas de nuestra filosofía, y no se
apropia su espíritu. Su civilización es una planta exótica que no ha
chupado todavía sus jugos a la tierra que la sostiene (Bello, 251).
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Revista Pucara, N° 22 (49-64), 2010
Hemos de entender que Bello no apuntaba hacia un historicismo sin
más. Son los cuestionamientos por la consolidación de un humanismo
hispanoamericano lo que sugiere al abonar el terreno para un método, un
objeto y un corpus de trabajo. Su visión de la historia, directamente rela-
cionada con la de una filosofía de la misma, sacó del camino la carencia de
reflexión y la acumulación del dato por el dato: había que ejercer la apro-
piación de nuestras producciones culturales, y el único camino posible era
el análisis sistemático de nuestro arte.
El estudio de la literatura como hecho en sí comienza a configurarse
cuando el historicismo deja de imponerse al producto literario como una
condición esencial para su explicación. Si bien en el siglo XIX hispano-
americano se adquiere conciencia de que la literatura es un fenómeno so-
cial perteneciente a un espacio y a un tiempo particular, se inicia la supera-
ción de la idea de obligarla a ser simple reflejo de su momento histórico, y
se le trata como producto estéticamente autónomo.
Abundan sí las historias literarias, pero los trabajos historiográficos
entendidos como “estudios críticos de los procesos de formación del cono-
cimiento histórico-literario y de la calidad de ese conocimiento” (Gonzá-
lez-Stephan, 1985: 34) no logran su realización hasta que las concepciones
de la historia y de la filosofía de la historia se asumen como formas de
conocimiento plausibles para las producciones literarias y estéticas.
Conclusiones
En medio de la lucha que la élite criolla ilustrada XIX protagoniza
para que su campo de producción fuera reconocido y diferenciado, pueden
observarse los diversos intereses que rodeaban a las producciones litera-
rias. Los hombres de letras participan en los proyectos políticos, cimentado
con argumentos científico-sociales las necesidades de renovación, promul-
gando la autonomización del conocimiento de la realidad hispanoameri-
cana. Al despojarse por fin de la colonia española, los anhelos de libertad,
progreso y orden impulsan a los sectores letrados a proponer sus propios
proyectos de restauración, apoyados en el positivismo como sistema filo-
sófico, y posteriormente como manifestación ideológica. Pero pronto lo
que parece ser el cumplimiento de la promesa libertadora, resulta ser la
limitación de las aspiraciones, por el excesivo utilitarismo y el descuido de
las dimensiones no materiales del subcontinente. En consecuencia, peque-
63
Un recorrido necesario: el pensamiento hispanoamericano.../Clara María Parra
ños grupos que procedían de la misma aspiración cientificista, optan por
cuestionar los rumbos de los excesos empiristas del positivismo y realizan
propuestas a favor de la construcción espiritual del continente. El antiposi-
tivismo se consolida como una forma de oposición a las tendencias cienti-
ficistas, utilitaristas y empiristas del positivismo, y realiza propuestas que
giran en torno a la función histórica del hombre, la reflexión metafísica y
la intelección de las producciones artísticas como formas de conocimiento
de la realidad cultural hispanoamericana.
En medio de esta pugna por el hallazgo de la mejor forma para apre-
hender la realidad y los problemas de Hispanoamérica se abren espacio los
estudios literarios a manera de discursos que contribuyen en la edificación
de las nuevas identidades nacionales y, al mismo tiempo se muestran como
manifestaciones de autonomía intelectual, en cuanto buscan fortalecer sus
bases epistemológicas, se esfuerzan por la legitimación de su objeto de
reflexión. Es la visión de la realidad que otorga la perspectiva histórica y la
reflexión sobre ésta que ofrece la filosofía de la historia lo que determina
que los estudios literarios iniciaran su proceso de autonomización como
manifestaciones del pensamiento hispanoamericano.
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ISSN 1390-0862
65
Santa Teresa, Tierra Baldía, Estación Final
Santa Teresa, Waste Land, Final Station
Patricia Poblete Alday
U. Academia de Humanismo Cristiano. Santiago, Chile
E-mail: ppoblete@gmail.com
Resumen
La obra de Roberto Bolaño oscila entre el arquetipo vitalista de la
ciudad-laberinto (el DF, el Santiago de Chile, la Barcelona de su juven-
tud) y la imagen terminal de la ciudad que se desintegra en el desierto.
El siguiente artículo profundiza en este último arquetipo, identificando en
Santa Teresa aquellos rasgos que la definen como una geografía necesaria
e inevitable dentro de la poética del autor, como metáfora del propio texto,
y como manifestación palmaria de un final que es, a la vez, intra y extra-
textual.
Palabras clave: 2666 – Roberto Bolaño – Imaginarios urbanos.
Abstract
The work of Roberto Bolaño oscillates between the vital labyrinth-ci-
ty archetype (Mexico DF, Santiago de Chile, Barcelona - where the author
spent his youth) and the final image of the City that disintegrates itself in
the desert. The following article delves into this last archetype, identifying
in Santa Teresa those traits to the defined it as a necessary and inevitable
geography within the poetics of the author, as a metaphor for the text itself,
and as matter manifestation of a final that is at the same time, intra and
extra-textual.
Key words: 2666 - Roberto Bolaño -Urban imaginaries.
Revista Pucara, N° 22 (65-73), 2010
(Recibido: 11-11-2009) (Aceptado: 20-12-2009)
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Revista Pucara, N° 22 (65-73), 2010
¿Por qué candorosa intuición localizamos
en un infierno el mal que no tiene límite?
Gastón bachelaRd
Entre el DF, en el cual los realvisceralistas realizan su educación lite-
raria y sentimental; y los basureros de Santa Teresa/Ciudad Juárez donde
van apareciendo los cadáveres de mujeres, median unos dos mil kilóme-
tros, seis años, doce libros. Sin embargo, los parajes del desierto de Sonora
se encuentran presentes ya desde los primeros escritos de Roberto Bolaño:
en sus versos de juventud (reunidos luego en La universidad desconocida),
aquel paisaje severo, esa “tierra de moscas y lagartijas, matorrales resecos
y ventiscas de arena” (2007:383) se canta y anhela como el único teatro
concebible para su poesía, acaso porque la geografía se tornaba en el autor,
ya en ese entonces, un carácter y un destino. Hablamos, por supuesto, de
un proyecto escritural que se funde desde sus inicios con un trayecto de
vida, y que lamentablemente quedan truncos en su cénit; transmutándose
ambos en polvo del desierto.
Ambas ciudades, el DF y Santa Teresa, operan como dos extremos
del imaginario urbano que nutrió la vida y la obra de Bolaño: desde el
arquetipo vitalista de la ciudad-laberinto a la imagen terminal de la urbe
que se desintegra en el desierto. Aquí, la otrora ‘región más transparente’
(donde el autor residió entre 1968 y 1977; esto es, de los 15 a los 24 años)
se añora en tanto depositaria de los sueños y las esperanzas de la época de
juventud. Menos que amenazas, sus zonas oscuras, peligrosas o confusas
imponen pruebas de madurez que los protagonistas deben superar, como
Teseo a la caza del minotauro o como Belano desafiando al Rey de los
Putos de la Colonia Guerrero (1999:77 y ss). En esta misma dirección, Bar-
celona (ciudad a la cual Bolaño llegó en 1977) se recuerda con nostalgia
como una especie de paraíso terrenal, donde la vida era maravillosa y a los
problemas se les llamaba sorpresas (1998:471), y que funcionaba —en la
memoria ya del autor— como el engranaje de su particular bildungsroman:
“Para mí fue un descubrimiento y me quedé en Barcelona, me enamoré de
la ciudad. Fue un amor absoluto por Barcelona y una universidad. Aprendí
cosas que creía que sabía pero que en realidad no.” (Dés, 2005:140, las
cursivas son mías).
67
Santa Teresa, Tierra Baldía, Estación Final/Patricia Poblete
Bolaño, Belano, B, García Madero, Ulises Lima, van aprendiendo la
gramática de la ciudad junto a la de la poesía: por ello es que esta última
se concibe como una forma de vida, como un ‘habitar’ antes que como una
práctica escritural concreta. A cambio, y sin que ellos lo sepan, la urbe exi-
girá los últimos restos de su inocencia, así como la soberbia de sus sueños
grandilocuentes (revolucionar la poesía, cambiar el mundo). En este esta-
dio, el telón de fondo ya será otro: el Santiago de Chile post golpe, sumido
en la dictadura, el miedo y el toque de queda. Esta otra megápolis hace de
gris escenario de la derrota política, y por lo mismo, viene a ser el sarcófa-
go de esa ingenuidad que subyace a toda utopía. “Chile y Santiago alguna
vez se parecieron al infierno y ese parecido, en algún sustrato de la ciudad
real y de la ciudad imaginaria, permanecerá siempre” (2003:217), afirma
Bolaño —el autor—, pero también Bolaño el narrador de “Encuentro con
Enrique Lihn”.
Si el DF fue el optimismo y el desborde de la juventud, Santiago es el
paso a la adultez, con toda la carga de dolor y decepción que ello supone.
Sabido es que Bolaño viajó desde México a Chile para ‘hacer la revolu-
ción’ en 1973, y que sólo alcanzó a vivirla unos días antes de que ocurriera
el golpe de Estado. Ansioso por probar su heroísmo, Belano/Bolaño se
embarca en un viaje largo, plagado de peligros, “el viaje iniciático de todos
los pobres muchachos latinoamericanos”, al decir de Auxilio Lacouture
(1999:63). “La experiencia del amor, del humor negro, de la amistad, de
la prisión y del peligro de muerte se condensaron en menos de cinco me-
ses interminables, que viví deslumbrado y a prisa”, en palabras del autor
(2004b:53). Por eso, cuando regresa al DF ya no es el mismo: ha crecido,
ha cambiado, ha visto al Horror de cerca.
Tras esta breve escala continúa el derrotero hacia la estación final.
Pero Santa Teresa despunta en el imaginario de nuestro autor mucho antes
de que su topografía adquiera consistencia narrativa. Se anuncia en dos
relatos de Llamadas telefónicas (1997, 2002): en “William Burns”, cuya
anécdota le ha sido referida al narrador, supuestamente, por Pancho Mon-
ge, “policía de Santa Teresa, Sonora”, y en “El gusano”, donde Belano
comenta que su abuelo provenía de dicha ciudad. En la respuesta de su
interlocutor comenzamos ya a distinguir los tonos apocalípticos que adqui-
rirá la localidad en 2666: “[El gusano] Dijo que cerca del pueblo pasaba
un río llamado Río Negro por el color de sus aguas y que éstas al bordear
68
Revista Pucara, N° 22 (65-73), 2010
el cementerio formaban un delta que la tierra seca acababa por chuparse”
(2002:81).
En Los detectives salvajes (1998), Santa Teresa es la ciudad que debe
tomar el coronel Libbrecht con sus tropas, en el año de 1865; esto al me-
nos según el relato de Ulises Lima. La ciudad adquirirá más relieve en la
tercera parte, cuando Lima, Belano, Lupe y García Madero, recalen allí
para buscar a Cesárea Tinajero. El último rastro cierto de la fundadora del
real visceralismo ‘original’ se pierde en esa ciudad, donde ejerció como
maestra de escuela y vivió en la calle Rubén Darío, que “[…] por entonces
era como la cloaca donde iban a dar todos los desechos de Santa Teresa”
(1998:595). Belano y Lima recorrerán el Registro Municipal, la Oficina
del Censo y las del único diario local — El Centinela de Santa Teresa —
en busca de la poeta perdida; registran las bibliotecas, la universidad, y
hasta se reúnen con el decano de la Facultad de Filosofía y Letras: Horacio
Guerra, “el doble exacto, pero en pequeñito, de Octavio Paz” (1998:569),
según las anotaciones de García Madero. En 2666, ya no será Horacio, sino
Augusto Guerra quien regente dicha Facultad: el hecho de que se mantenga
el apellido y su símil con el ensayista — en su “mezcla de campechanía
ilustrada y aire marcial” (2004a:256) — cimenta aún más esta homologa-
ción actancial, la que viene a complementar la prefiguración del universo
de Santa Teresa en las obras previas a 2666.
Finalmente, en el volumen de ensayos, críticas y discursos Entre pa-
réntesis (2004b), Bolaño explicita el referente ‘real’ de esta localidad: Ciu-
dad Juárez, escenario de la ola de femicidios que se suceden en México
desde 1993. En el artículo titulado “Sergio González Rodríguez bajo el
huracán”, Bolaño no sólo elogia Huesos en el desierto —la investigación
periodística que el mexicano realizó acerca de los asesinatos de mujeres
en la frontera, y que fue publicada como libro bajo el sello Anagrama en
2002— sino que agradece la ayuda “sustancial” de su autor, quien lo nu-
trió de la información necesaria para escribir buena parte de 2666. La deu-
da terminará de saldarse al convertir a González Rodríguez en personaje de
su novela, manteniendo en ella su misma identidad y profesión.
Ya en La Parte de los Críticos, Santa Teresa se nos presenta como una
urbe eminentemente industrial, sin belleza, vegetación ni más vida que la
que se remeda en los locales nocturnos. Por la descripción que realizan los
tres académicos europeos a su llegada, sabemos que la zona más pobre se
69
Santa Teresa, Tierra Baldía, Estación Final/Patricia Poblete
sitúa hacia el oeste, donde la mayoría de las calles carecen de asfalto y los
taxistas se niegan a ingresar. En el centro se localiza la parte antigua, con
calles empedradas; en el este, los barrios de clase media y clase alta; allí
también está la universidad (que según Amalfitano “parecía un cementerio
que de improviso se hubiera puesto vanamente a reflexionar”, 2004a:239).
En el norte se ubican las fábricas, y en el sur, las vías férreas y algunos
campos de fútbol rodeados de chabolas. Finalmente, en la periferia hay
más barrios pobres, lotes baldíos y los basureros clandestinos donde suelen
aparecer los cadáveres; entre éstos el más atroz y recurrido es el apodado
el Chile. Entonces, en Santa Teresa asistimos a la misma paradoja que se
observa en su referente real, Ciudad Juárez: son las orillas las que domi-
nan su centro (González Rodríguez, 2002). Lo que queda fuera, lo que se
margina o se oculta se enseñorea del imaginario urbano, contaminándolo
y resemantizándolo.
Santa Teresa, botón de muestra de la fealdad industrial, debe ser en-
tendida como una manifestación terrenal del infierno o del purgatorio; el
punto de fuga donde la libertad y el tedio terminan de desatarse y el mal se
vuelve intersticial, inaprehensible, parte integral de la vida (pos) moderna.
Tal como dice uno de los personajes de Los detectives salvajes respecto a
las aldeas africanas asoladas por la guerra: “una copia fiel del fin del mun-
do, de la locura de los hombres, del mal que anida en todos los corazones”
(1998:532). Resulta llamativo que en el estado de Sonora encontremos al
menos cuatro localidades con el nombre de Santa Teresa: una al suroeste
de la ciudad de Hermosillo; otra al este, en las Sierras El Maviro; una ter-
cera al noroeste de Ciudad Obregón, y otra al suroeste de Nogales, cerca
de la localidad de Magdalena de Kino. Por su cercanía con la frontera
estadounidense, esta última es la que más se acerca a la Santa Teresa de
2666; sin olvidar el carácter ficcional de ésta, el desierto de Sonora apare-
cería signado por el sino de esta ciudad desde los cuatro puntos cardinales,
como si de esta forma se indicara el epicentro del mal y el radio de su
influjo. Así, Santa Teresa puede ser considerada no sólo como un trasunto
de Ciudad Juárez; al ser metáfora física y moral del ‘basurero universal’,
es también una actualización de la Babilonia bíblica, aquella ciudad que
alberga todas las formas de corrupción y por lo tanto está destinada a des-
aparecer (Apocalipsis 17-18). Porque, como dice el investigador Kessler,
allí “todos, absolutamente todos son como los antiguos cristianos en el cir-
70
Revista Pucara, N° 22 (65-73), 2010
co” (2004a:339), y lo mejor que podrían hacer es salir al desierto y cruzar
la frontera.
El desierto, que circunda Santa Teresa “como un puño de hierro”
(2004a:716), constriñe a sus habitantes en todos los sentidos posibles: sus
temperaturas los agobian; su soledad los aísla; su árido paisaje los entris-
tece; su rigor productivo los convierte en autómatas; su silencio los en-
loquece; sus espejismos, en fin, los confunden. Si en el Libro del Éxodo,
el desierto es la prueba que Israel debe atravesar hacia la liberación, aquí
parece ser un castigo por los pecados acumulados durante generaciones; un
estado de impotencia tanto humana como divina. Y es que en la narrativa
de Bolaño el desierto no es sino un espacio terminal, la tierra baldía que
metaforiza el destino de una región; es figura de la soledad y de la imposi-
bilidad latinoamericanas, “los espacios yermos de un continente sin salida”
(2004b:301); “el sitio adonde se va únicamente a morir o a dejar que el
tiempo pase, que viene a ser casi lo mismo” (2004b:254). En este sentido,
el desierto vuelve a ser aquí lo que era para las viejas religiones dualistas
maniqueas: “la morada del príncipe de los infiernos, el reino mismo de la
Nada o la emergencia sensible del abismo sin fondo y sin fundamento”
(Trías, 2006:35).
Santa Teresa, “un oasis de horror en medio de un desierto de aburri-
miento”, parece un espejismo que nos devuelve nuestra propia imagen, de-
formada “por la infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos”
(2004b:339), como afirmaba Bolaño al comparar el infierno con Ciudad
Juárez. Un agujero negro que fagocita, sin llegar a sintetizar, las propias
contradicciones que la conforman: la opulencia de un sistema capitalista y
la pobreza extrema del Tercer Mundo; el pensamiento liberal y el machis-
mo recalcitrante; tecnología de punta y basura en las calles; las enormes
construcciones de concreto y la arena finísima del desierto. La localización
fronteriza no sólo remarca la transitoriedad como condición de vida y la
fragmentación de las identidades sino que, tal como plantea González Ro-
dríguez (2002), amenaza con convertir esta zona en un territorio inerme,
perdido para siempre entre algo y la nada.
Especie de “Comala posmoderna” (Cabrera, 2005:1999), “cemen-
terio urbano repleto de voces femeninas que no son más que huesos sinóni-
mos de lo invisible” (Fourez, 2006:36), el mapa de Santa Teresa es incapaz
de señalarnos el lugar desde donde emana el mal. Liberado de su contrario,
71
Santa Teresa, Tierra Baldía, Estación Final/Patricia Poblete
aquél se banaliza, haciéndose inmanente e intersticial (Baudrillard, 1991,
1993): no está en ningún lugar, y a la vez los domina todos, como si fue-
ra un virus o una atmósfera. Por ello sus manifestaciones (el crimen, el
azar), dejan de ser una excepción reductible y controlable para convertirse
en la norma, para asentarse en la propia naturaleza humana. Entonces, y
en última instancia, si Santa Teresa es el antro de la perdición no es por
las drogas, ni por la corrupción, ni por la pornografía, ni siquiera por las
muertas: es por su impulso de normalizar la barbarie, de generar una falsa
transparencia. Es por esto que sus autoridades optan por la explicación del
asesino serial: la desviación de uno no pone en peligro la normalidad de
todos; es reductible, recuperable, readaptable. En cambio, al inscribirse
dentro de la ‘normalidad’ la patología deja de ser tal, y los crímenes se
vuelven síntoma no de una perversión individual y de carácter clínico, sino
de la adhesión a un sistema siniestro que por sí solo sintetiza el conjunto de
todas las perversiones posibles.
Paradójicamente, ese violento afán de blanquear nuestro lado os-
curo encuentra terreno fértil en el desierto. “El paso de cualquier persona
se cancela en aquella tierra suelta que repele la memoria”, resume Gonzá-
lez Rodríguez (2002:26), apelando tanto al hecho de que la arena emborro-
na las huellas como a la costumbre de los narcotraficantes de enterrar a sus
víctimas en sus propios ranchos. Junto a ello, la corrupción, la inoperancia
y la indolencia fomentan un negacionismo que resulta ser tan perverso
como el afán femicida, puesto que permite a quienes apelan a él perpetuar
la transgresión, convirtiéndola en un crimen perfecto, sin historia, ni hue-
lla, ni recuerdo, ni memoria (Roudinesco, 2009). La maquiladora es, en
este contexto, un símbolo de aquella voluntad de amnesia colectiva; un
gigantesco animal de fierro que se ‘traga’ los habitantes, su conciencia y
sus historias, tal como en la Metrópolis de Fritz Lang; tal como se lee en
este fragmento:
[…] la maquiladora EMSA, una de las más antiguas de San-
ta Teresa, (…) no estaba en ningún parque industrial sino en me-
dio de la colonia La Preciada, como una pirámide de color me-
lón, con su altar de los sacrificios oculto detrás de las chimeneas
y dos enormes puertas de hangar por donde entraban los obreros
y los camiones (2004a:564).
72
Revista Pucara, N° 22 (65-73), 2010
En Santa Teresa, por último, van a morir no sólo las mujeres o
las esperanzas de un continente, sino también y sobre todo, el imaginario
narrativo del mismo Bolaño. Es en Santa Teresa, con 2666, donde acaba su
producción literaria, coincidiendo con su propio deceso. La inminencia de
su propio fin — y la conciencia que Bolaño tenía de ella — no pueden sino
traslucirse en su novela; el apocalipsis narrativo y colectivo que se delinea
en aquí coincide con el final de la vida del escritor. Así como el rastro de
Belano y Lima se pierde en los desiertos de Sonora, en él se detiene la evo-
lución del mundo posible creado por nuestro autor; se detiene y — pese a
sus riquísimas posibilidades de sentido — se clausura. El fin del manuscri-
to aquí no sólo es el final de una ficción, sino que significa — implicándolo
sin denotarlo jamás — un final que es real e individual: la muerte del autor.
Si el criminalista estadounidense Robert Ressler — modelo del
Kessler bolañiano — llamó la ‘dimensión desconocida’ a la zona fronteriza
de Ciudad Juárez (González Rodríguez, 2002), Santa Teresa bien podría
ser llamada una especie de ‘Triángulo de las Bermudas’, donde quien entra
jamás vuelve a salir. Ni las mujeres asesinadas, ni el autor, ni sus lectores,
quienes seguimos — y seguiremos, qué duda cabe — planeando por sobre
sus maquiladoras, sus basureros, sus calles sin asfaltar, en busca de una
clave interpretativa que guíe futuras re-lecturas. Porque hoy sabemos con
certeza, tal como los cuatro críticos intuyen respecto a Archimboldi, que ya
no habrán más libros de Bolaño (al menos no de factura contemporánea).
Tal como sucede en el libro del Apocalipsis, tenemos aquí que el fi-
nal de una biografía queda férreamente unido al término de la historia del
mundo y de su imaginario. La muerte física, acaso la forma más rotunda
y dramática del fin, siempre nos habla de una totalidad perdida, y 2666
refracta esa catástrofe con la ironía y la ambigüedad que pueblan toda la
obra de Bolaño, dando fe, por última vez, de que todo lo que empieza como
comedia acaba como un responso en el vacío.
73
Santa Teresa, Tierra Baldía, Estación Final/Patricia Poblete
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75
Vida, muerte y verdad: la angustia existencial
en la poesía náhuatl
Life, death and truth: the existential angst in the
nahuatl poetry
Yenny Ariz Castillo
Universidad de Concepción. Concepción, Chile
E-mail: yennyariz@gmail.com
Resumen
En los textos poéticos náhuatl se destaca la importancia del sacrificio
para el mantenimiento del mundo, creencia característica de la cosmovi-
sión náhuatl. Sin embargo, es posible apreciar en una cantidad considera-
ble de poemas atisbos de dudas, inseguridades o temores frente a la verdad
legitimada. El artículo analiza estas inquietudes, “trizaduras” poéticas de
la visión de mundo náhuatl, en las que subyace la insatisfacción ante las
respuestas oficiales. Se reflexionará en la dinámica resignación/ rebeldía
hacia esta cosmovisión, que inevitablemente conduce a la muerte para en-
contrar la realización del ser.
Palabras clave: Cosmovisión, sacrificio, vida, muerte, verdad.
Abstract
In náhuatl poetry it is emphasized the sacrifice importance for world
holding, as a characteristic belief of náhuatl cosmovision. However, it is
possible to see in a considerable number of poems some glances of doubts,
sureless or fears opposite to the established truth. The article analyzes the-
se concerns, as poetic “shreds” of náhuatl cosmovision, where dissatis-
faction in front of the official answers comes up. We will think about the
dynamic resignation/ rebelliousness in front of this cosmovision, which
undoubtedly leads to death for finding human being’s goal.
Key words: Cosmovision, sacrifice, life, death, truth.
Revista Pucara, N° 22 (75-86), 2010
(Recibido: 04-11-2009) (Aceptado: 30-11-2009)
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Revista Pucara, N° 22 (75-86), 2010
La filosofía náhuatl destaca la importancia del sacrificio para el man-
tenimiento del mundo, creencia originada en mitos de dioses voluntaria-
mente inmolados para generar vida humana. El sentido de la vida consti-
tuye una misión: perpetuar la obra de los dioses. Agradecidos y en perma-
nente deuda con ellos, los nahuas convertirán el sacrificio humano en un
rito cotidiano y sagrado, fundamento de toda creación, que celebrará el don
de las divinidades. De esta forma, vida y muerte se entrelazarán en un ciclo
imperecedero, en el que la sangre constituirá el alimento del sol, centro de
la existencia.
Los textos poéticos náhuatl reflejan esta cosmovisión, que inevita-
blemente conduce a la muerte para encontrar la realización del ser. Sin
embargo, y a pesar de la precisión de las respuestas frente a inquietudes
por el más allá, es posible apreciar en una cantidad considerable de poe-
mas atisbos de inseguridades o temores frente a la verdad legitimada. Mi
trabajo analiza estas inquietudes, verdaderas “trizaduras” poéticas de la
cosmovisión náhuatl, en las que subyace la insatisfacción ante las respues-
tas oficiales.
El criterio fundamental para conformar el corpus fue seleccionar
textos representativos tanto de la visión de mundo náhuatl, en los que el
hablante se identifica con el colectivo, como de la aparición de dudas o
desconfianza, que contienen huellas mucho más personales del sujeto de
la enunciación. Lo más interesante ha sido rastrear la resquebrajadura de
la visión de mundo en textos sobre y desde la guerra. Sabemos que la cul-
tura náhuatl privilegiaba al guerrero por sobre los demás oficios; por ello
hemos favorecido el análisis de Cantos de Guerreros de los Cantares Mexi-
canos, traducidos por Angel María Garibay, más un texto de Romances de
los Señores de la Nueva España escrito por Nezahualcóyotl, traducido por
Garibay, y que posee otra versión de Miguel León- Portilla.
Dentro de los textos que afirman la belicosidad náhuatl, se encuentra
“Cantos de Guerrero 2” (2000 II: 611):
1 Ya se agita ondulante el agua sagrada y la hoguera
2 Allá estáis vosotros, príncipes chichimecas,
3 Amacatzin e Íztac Cóyotl.
4 Tomad prestados dardos y escudos
5 del que hace vivir al mundo
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Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl/Yenny Ariz
6 En vuestras manos coloca la flor de la batalla.
7 ¿Quién de vosotros no la quiere?
8 ¿Quién de vosotros no la desea, príncipes chichimecas?
9 Con diligencia dais placer
10 al autor de la vida, con diligencia
11 dais placer al dios.
12 Ahora allí está en pie el tambor,
13 ahora allí están las flores:
14 os las ha dado en préstamo
15 el rey chichimeca Toteociteuctli.
16 Con diligencia con filas de Águilas
17 con escudos dorados
18 da placer a Cuauhtlehuanitl.
19 Quiere apoderarse, tener como suya
20 el autor de la vida su ciudad de Chalco y de Amaquemecan.
21 ¡Es su casa!
22 ¡Nadie tenga doble corazón,
23 oh príncipes chichimecas:
24 nadie esté titubeante.
25 Ha hablado el dios:
26 ¡esta tierra es su casa!
El sujeto “anulado” exhorta a un tú colectivo, los príncipes chichi-
mecas, al valor en el combate. Garibay señala que la expresión del primer
verso “agua sagrada hoguera” se refiere al “gráfico modo de expresar la
guerra sagrada que se hacía para capturar víctimas que sacrificar al dios
solar, Huitzilopochtli […] Hace alusión al mito de la transformación de
Nanáhuatl en quinto sol.”(XCVIII). Según el estudioso, los nombres alu-
den a guerreros de Chalco; por el poema, sabemos que son chichimecas,
reconocidos por su violencia en relación con los toltecas, más pacíficos
y artísticos. Ambos grupos son relevantes en la conformación de la etnia
náhuatl, pero conducen a dos cosmovisiones opuestas.
Los chichimecas eran los más aguerridos por excelencia, por lo tanto
ningún titubeo, ni “doble corazón” podía aceptarse; el poema transcrito
representa y legitima la cosmovisión náhuatl; el tema del texto es eviden-
temente “la glorificación de la batalla”, que deducimos de la reiteración del
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mismo a partir metáforas bélicas y exhortación de los guerreros a luchar.
Ahora bien, me interesa destacar la anulación de huellas textuales del su-
jeto de la enunciación, que a mi juicio obedece a que se configura como
vocero de la deidad solar. Los versos que cierran el texto así lo confirman:
“Ha hablado el dios: /esta tierra es su casa!”. Tener el “corazón endiosado”
significaba la fusión absoluta con la divinidad; el elemento importante es
el dios, mientras el humano figura como mero receptáculo. Creemos que la
situación comunicativa poetizada en el texto puede esbozarse así:
Dios solar ↓ envía mensaje(texto poético → príncipes chichimecas
↓ “traducido” por el vocero) ↓ Presente en el texto
↓ Presentes a través de a partir de referencias
intermediario“ausente” apelación constante. como “ autor de la vida”
Sujeto de la enunciación “el dios” Anulación huellas textuales
Es importante mencionar que el mensaje es hacia un colectivo, donde
se individualiza a ciertos príncipes, pero prevalece el carácter de grupo.
Ello se afirma en la visión de mundo estudiada, que realza a la comunidad.
El texto poético utiliza diversos procedimientos para animar el valor de los
guerreros: gramaticalmente, formas verbales en modo imperativo; estilís-
ticamente, preguntas retóricas, énfasis de las ideas centrales a partir de los
paralelismos, metáforas de la batalla como la que asocia la “flor”, con los
futuros prisioneros de guerra. Se subraya que la acción guerrera no se logra
con sólo ir a la batalla; es necesario “querer”, “desear” (vs.7-8) la lucha.
Por ello resulta significativo el verso 22: “¡Nadie tenga doble corazón”; es
impositivo no tener dudas, titubeos, no escindirse entre un yo amedrentado
y uno violento; Un corazón endiosado no admite disección, es uno simple-
mente: el corazón del dios traspasado al humano.
Sin embargo, esta visión del sentido de la vida se resquebraja en al-
gunos cantos guerreros. En el texto “Canto de un guerrero desolado” (2000
II: 50), se enuncia:
1 ¿Qué remedio? ¡Hazlo!
2 ¿Qué remedio? ¡Anhélalo!
3 Son las flores del dios que da la vida…
4 ¡Oh, tú por quien todo vive:
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Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl/Yenny Ariz
5 es por tu ayuda por la cual venimos a vivir
6 en esta tierra, nosotros tus siervos!
7 ¡Cuán grande es la riqueza de tus flores
8 del Águila que allá se hayan tendidas…!
9 ¡Ah, mi corazón teme…!
10 ¿cómo podré lograrlas?
11 Así en breve tiempo
12 en el campo de combate,
13 en medio de la batalla,
14 donde el polvo del escudo se alza,
15 donde crujen los escudos y llueven los dardos
16 y caen vibrando sobre el campo,…
17 ¡Ah, mi corazón teme…!
18 ¿cómo podré lograrlas?
Si comparamos este texto con el anterior, nos encontramos con una
perspectiva diferente de la misma situación, los momentos previos a la
sangrienta batalla. Es la visión de un guerrero temeroso confrontado a la
concepción de mundo que lo impulsa a matar a otros y además, a arriesgar-
se a la muerte propia.
La disposición de los versos divide el poema en dos “voces”, que
constituyen perspectivas simultáneas y divergentes de la voz enunciante.
Del verso 1 al 8 se presenta la visión del mundo nahua; desde el verso 11
al 16 se habla desde la misma cosmovisión, destacándose metáforas típicas
del imaginario nahua sobre la guerra. Es decir, la mayor cantidad de versos
confirman la cosmovisión; no obstante ésta se triza por el contenido y la
disposición de los versos 9-10 y 17-18: el medio o centro del texto y su
final, a lo que agregamos los versos iniciales del texto que manifiestan una
profunda resignación, junto con constituir indicios de la macroestructura
del poema; una recreación de diálogo del sujeto consigo mismo, escindido
entre el yo resignado y angustiado y el yo obediente a su misión: debe ha-
cer y anhelar la guerra porque no le queda más alternativa.
El “yo” del sujeto es representado por el órgano humano más impor-
tante para el nahua: el corazón. Si bien la mayoría de las imágenes son bé-
licas, la guerra no es celebrada sino temida, en la intimidad del “corazón”.
Temor que presumimos inconfesado además, porque las huellas textuales
del sujeto desaparecen de la poetización del campo de batalla; sólo a sí
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mismo confiesa el miedo, en el interior de la máscara guerrera; hacia el
exterior, es un consagrado del Sol.
Sujeto de la enunciación
Yo interior Yo proyectado al exterior
Huellas textuales marcadas(Vs.9-10, Huellas textuales colectivas o ausentes
17-18) (un ser humano angustiado) (un guerrero más)
Su rostro (personalidad): representado Su rostro: Presumimos el uso de una
por el corazón máscara guerrera (quizá águila)
Temor, incertidumbre en el corazón Guerrero que proyecta la supuesta
valentía del corazón a partir de su más-
cara
FILOSOFÍA GUERRERA ENGLOBA
INTERIOR – EXTERIOR
El sujeto sabe que para la guerra no basta con cumplir con lo exterior
–matar– sino que debe cumplir su propósito desde lo más íntimo. Se dice
a sí mismo “¡Hazlo!” “¡Anhélalo!”, formas verbales impositivas de una
voz, que siendo la suya, proviene en realidad del dios, de su cultura y su
comunidad.
En este punto quiero retomar la representación del sujeto en la figura
del corazón, de los “versos trizaduras”. Es sabido que rostro/ corazón con-
forman un disfrasismo que alude a persona; aunque el disfrasismo no apa-
rezca como tal en el texto, he creído oportuno traerlo a la memoria, en tanto
el sujeto-guerrero oculta su rostro en el combate tras una máscara, y con
ello sepulta la manifestación de sus emociones; su dolorosa resignación se
disfraza de valentía tras este atavío, básico de cualquier “elegido del sol”.
Metafóricamente el disfrasismo rostro/corazón y la máscara bélica repre-
sentan las dos voces en las que el sujeto de la enunciación se escinde: el ser
humano temeroso y el guerrero valiente.
El sujeto no llega a cuestionar el orden del mundo impuesto por los
dioses; más bien lamenta su falta de coraje para obtener los beneficios de
la guerra. Sin embargo, evita mencionar el objeto de su temor: que en el in-
tento por asesinar, la muerte lo encuentre a él primero. ¿Por qué temer, si la
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Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl/Yenny Ariz
recompensa está asegurada más allá? Es la duda esencial que triza la visión
de mundo; el miedo a morir, ¿por qué existe en corazones guerreros? No
es un detalle, sino una brecha fundamental, porque es el corazón del sujeto
el que está en juego, el centro de la vida y del compromiso con los dioses.
A pesar de la resignación del sujeto, el miedo a la muerte incrementa la
distancia entre la voz de los dioses y su propia voz.
La muerte y el más allá, la llamada “Región del Misterio” se mani-
fiesta de forma recurrente en los textos náhuatl, por ejemplo en “Angustia
del poeta” (2000 II: 94):
1 Me llega al alma cuanto yo digo,
2 oh amigos míos:
3 He andado haciendo vagar mi corazón por la tierra,
4 lo he andado tiñendo tal como vivimos:
5 lugar de placer, lugar de bienestar, de dicha junto a otros.
6 ¡No soy aún llevado a la Región del Misterio!
7 Bien lo sabe mi corazón,
8 con verdad lo digo, amigos míos.
9 Todo el que hace plegarias al dios,
10 daña su corazón al entregarlo.
11 ¿Es que aún no más en la tierra?
12 ¿Acaso no es posible nacer dos veces?
13 ¿De verdad se vive allá en la Región del Misterio,
14 dentro del cielo?
15 Se es feliz solamente aquí.
Aunque el texto parezca un Icnocuicatl,o canto de angustia, su dispo-
sición en los manuscritos lo inserta en los cantos guerreros. En este senti-
do, todo el texto constituye una trizadura de la postura guerrera. El poema
se configura como una especie de diálogo entre el sujeto de la enunciación
y los “amigos” interpelados. Una vez más, las huellas textuales del sujeto
resultan significativas, pues mientras se manifieste más rebelde, más apar-
tado de lo permitido, se ocultará del “colectivo” en el enunciado, es decir,
se “enmascarará”.
La percepción que se tiene de la vida terrenal es feliz. La única expe-
riencia que resta es la muerte, metaforizada como un viaje involuntario en
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Revista Pucara, N° 22 (75-86), 2010
el verso 6. Es interesante la aparición del concepto de “verdad” en el verso
8, fundamental en la cosmovisión náhuatl: sólo la divinidad puede perso-
nificar a la verdad. Según el sujeto de la enunciación, la verdad estriba en
que no se debe entregar el corazón al dios, ni se debe creer en el efecto de
las plegarias. En suma, el propósito de vida trazado por la colectividad es
una mentira, un daño al corazón. Solamente es posible lograr la plenitud en
la tierra, mientras el más allá se vislumbra incierto.
El temple del sujeto varía en el transcurso del texto; al principio mar-
cado por las dudas y la incertidumbre, condición que se evidencia también
en las preguntas. La díscola sentencia que aparece en el centro del poema
(versos 7 al 10) se enuncia firme, segura, sin titubeos, resultado quizá de
la sabiduría adquirida con los años y las múltiples experiencias aludidas.
Si bien no se duda de la existencia del dios ni del más allá, subyace en el
texto una visión negativa de la divinidad y sus beneficios. Éstos como tal,
no existirían, como tampoco existe la bondad de los dioses para con los
humanos. Para el sujeto de la enunciación, el ser humano sólo se realiza
en la tierra, lo que, en cierta forma, nos proporciona una respuesta ante la
pregunta que dejamos en suspenso ¿por qué el miedo en corazones guerre-
ros? Porque quizás no se cree en la vida después de la muerte que instruye
la religión.
La angustia por la muerte conduce a una inquietud mayor: ¿Es verda-
dero el más allá del cual hablan los sacerdotes? Y la mayor transgresión: El
Dador de la Vida, epíteto de la divinidad, ¿es verdadero? Garibay señala:
No se sabe quién es [el que hace vivir las cosas]. De ahí nace
el sentido de un fatalismo que ha de estudiarse también en porme-
nor algún día. No es fatalista el poeta náhuatl, pero raya en ello. No
sabe de dónde viene, a dónde va, por qué hoy es sujeto de amores y
mañana de desdenes. Y concibe al numen como un ser que se burla
y se mofa de sus mismos amigos […] De tal concepción nace la de
la inermidad y desamparo del hombre (2000 II: XVI).
En concordancia con lo anterior, existe una serie de textos que evi-
dencian resignación porque los sujetos no se sienten dueños de sus actos,
ni de su destino. Uno de los poetas más significativos en cuanto a la re-
flexión sobre la divinidad y su vínculo con el ser humano es Nezahualcó-
yotl (1402-1472), quien fuera rey de Tezcoco, poeta y constructor.
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Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl/Yenny Ariz
El poeta no sólo razonaba escépticamente sobre la existencia de la
divinidad, sino que llegó a cuestionar el sacrificio, esencia de la mística
guerrera. Nezahualcóyotl atesoró la herencia tolteca, que desde su recono-
cida sabiduría, le parecía más acertada que la sangrienta política impulsada
por Tlacaélel, quien convirtió al sacrificio humano en el objetivo central
de la vida nahua.
Uno de los textos de Nezahualcóyotl que evidencia un cuestionamien-
to a la existencia de El Dador de la Vida, es el que se titula en la versión
de León-Portilla recogida por José Luis Martínez: ¿Eres tú verdadero...?
(1990: 191):
1 ¿Eres tú verdadero [tienes raíz]?
2 Sólo quien todas las cosas domina,
3 el Dador de la Vida.
4 ¿Es esto verdad?
5 ¿Acaso no lo es, como dicen?
6 ¡Qué nuestros corazones
7 no tengan tormento!
8 Todo lo que es verdadero
9 [lo que tiene raíz]
10 dicen que no es verdadero
11 [que no tiene raíz].
12 El Dador de la Vida
13 sólo se muestra arbitrario.
14 ¡Qué nuestros corazones
15 no tengan tormento!
16 Porque él es el Dador de la Vida.
Conociendo la visión náhuatl del mundo no resulta incomprensible el
ocultamiento del sujeto de la enunciación. Por una parte, ya he señalado
que en la cultura náhuatl se reconocen las necesidades del colectivo antes
que el individuo; por otra, el poeta está cuestionando el Fundamento, la ex-
plicación del sentido de la vida. La pregunta por la verdad de la existencia
de la divinidad “[tienes raíz]” es significativa. La verdad, el Fundamento,
se asocia en este texto a la tierra, única certeza del sujeto. Lo que existe
sin pertenecer a la tierra se ubica en lo inmaterial, imposible de comprobar
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Revista Pucara, N° 22 (75-86), 2010
estando vivo y, por lo tanto, susceptible de ser creación humana, invención
que conducirá ineluctablemente a la nada.
La versión de Garibay de este texto (2000 I: 52) agrega la condición
del sujeto de la enunciación también enmascarada: “Alguno ha llegado a
desvariar” (v.2). La indeterminación de “alguno” enmascara la situación
del yo poético. El verso nos lleva a una ambigüedad: el desvarío tal vez
se produce en “aquel” que duda, es decir, dudar es locura; pero también,
el desvarío puede constituir el poema mismo, en tanto se configura como
un discurso contradictorio, donde el sujeto inquiere y luego desdeña su
pregunta.
En ambas versiones, se reconoce una doble angustia en el sujeto: por
una parte, la duda de la existencia de la divinidad, pero asimismo la angus-
tia de la enunciación, de decir lo que no se puede decir, la angustia de la
autocensura, que reconocemos tras el ocultamiento del yo. De ahí que se
produzca una suerte de esquizofrenia al interior del enunciado: el yo que
exhorta a no caer en la desesperación dialoga no tanto con la divinidad
–destinatario aparente– como consigo mismo en su faceta delirante, an-
gustiada, principal destinatario en mi apreciación. Significativamente, en
las dos traducciones, el sujeto se percibe desolado, huérfano y a la deriva.
La poesía náhuatl en sus diversas manifestaciones o géneros nos evo-
ca la existencia de un mundo de leyes inflexibles, avezados conocimientos
y profundo misticismo, que aún guarda posibilidades de análisis para futu-
ros trabajos. Ahora bien, si realizamos una visión de conjunto de los textos
comentados, es posible reconocer algunas constantes:
1. La recreación de una situación comunicativa dialógica al interior
del enunciado poético: en el primer texto el diálogo es configurado como
una arenga hacia los soldados; en los poemas restantes se ofrece como una
estructura apropiada para manifestar los cuestionamientos, las dudas o ra-
zonamientos con respecto al sistema imperante o a la divinidad. El diálogo
es la estructura comunicativa que le da forma a la escisión del sujeto.
2. La profunda desconfianza de las promesas felices del más allá y de
la benignidad de los dioses. Aunque se mencione la existencia de la Región
de los muertos y del Dador de la Vida, se piensa a la primera como el cese
de la vida y la felicidad, y al último como arbitrario.
3. El sujeto de la enunciación finalmente se resigna ante la autoridad
de la divinidad o el entramado cultural en que se inserta. Aunque existan
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Vida, muerte y verdad: la angustia existencial en la poesía náhuatl/Yenny Ariz
cuestionamientos desgarradores, el sujeto termina resignándose o confor-
mándose con la única certeza: la vida terrenal.
4. Unido a lo anterior, la enunciación poética se vislumbra como la
única alternativa propicia para ejercer rebeldía, que incluso puede generar
más angustia, al decir lo prohibido, como en el caso de Nezahualcóyotl, o
al omitir de su discurso los temores más recónditos como en “Canto de un
guerrero desolado”. A ello se agrega la oportunidad que brindan las flores y
los cantos de hacer coexistir voces y estados divergentes –la excitación de
la batalla, la angustia– y las contradicciones del alma náhuatl.
¿Qué conclusiones obtenemos de todo esto? Conviene resaltar los da-
tos que se vinculan al sujeto de la enunciación:
Sujeto impersonal (Ausen-
cia de huellas textuales) “Yo” colectivo “Yo” personal
*Voz del dios (poema 1) o
de la comunidad (poema 2):
representa cosmovisión.
* Rebeldía /cuestionamiento
(poemas 3, 4)
* Voz de la comunidad
(poemas 2, 3, 4)
* Relacionado directa-
mente con temple anímico
del sujeto: sentimientos de
temor (poema 2) y tristeza
(poemas 3, 4)
Escisiones del sujeto de la enunciación a propósito de las dos voces que
luchan en su interior “Yo personal” angustiado, y el “yo comunitario”. Ambas
conforman una estructura dialógica (poemas 2, 4 en forma más evidente).
Si bien la rebeldía es posible a partir del enunciado poético, el sujeto
de la enunciación y por extensión el poeta náhuatl, nunca es completamen-
te libre al poetizar. En la medida que la poesía se consideraba de origen
divino, el poeta no creía factible traspasar por completo su propio ser al
texto, o no lo consideraba adecuado. De ello nos habla la ambigüedad en
relación con el uso de la impersonalidad en los textos. Difícilmente las
huellas textuales de los sujetos se hacen cargo de cuestionamientos que
confrontaban la visión de mundo. Se prefiere la impersonalidad, que es
también, por otra parte, la manifestación del rostro del dios, frío y distante.
Asimismo, es evidente que el uso del yo colectivo obedece a una cultura de
índole comunitaria. Vivir breve, feliz o con sufrimiento, es, según los tex-
tos analizados, la experiencia que marca hondamente a la cultura náhuatl,
ante lo cual, como es el destino de todos, lo único que queda es resignarse.
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Revista Pucara, N° 22 (75-86), 2010
Resulta palmaria la relación directa e intrínseca entre la utilización de
huellas textuales de un “yo” personal con un temple anímico angustiado,
triste, mas no rebelde, lo cual es terreno de lo impersonal, de lo que tal vez
“otros dicen”.
Las escisiones de los sujetos de la enunciación nos hablan de la “dua-
lidad” que no sólo identificaba a los dioses, sino también a los humanos; la
confianza en la religión, la sombra de las dudas. Para Garibay, los poemas
que permiten vislumbrar sentimientos personales en desmedro de la visión
comunitaria eran de por sí raros, a lo que se agregan los problemas de con-
servación de estos textos. Obviamente la memoria colectiva privilegiaba
cantos que identificaban al grupo. De esta manera, los textos que acuñan
reflexiones personales y que se conservan hasta hoy son verdaderas joyas
del pensamiento náhuatl, en tanto representan a la visión que disiente, se
aparta, cuestiona. En este sentido no es extraño que estas pequeñas pero
significativas brechas constituyan a veces uno o dos versos dentro de un
texto mayor. Quién sabe si esos versos son sólo vestigios de otros numero-
sos que se perdieron. Lo asombroso es que, en algún momento, el corazón
del náhuatl, obligado a enmascararse resignadamente, tuvo siquiera un ver-
so que no consagró a los dioses, sino a su propio lamento.
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ISSN 1390-0862
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El relato policial y sus huellas en Ecuador
The detective story and their fingerprints in Equator
Guillermo Cordero Carpio
Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador
E-mail: guimocordero@hotmail.com
Resumen
Este trabajo se propone realizar un acercamiento a la literatura po-
licial en Ecuador, mostrando cómo dos de sus autores hacen uso de los
elementos del género con fines específicos. De este modo, primero obser-
varemos cómo Pablo Palacio, en su cuento “Un hombre muerto a punta-
piés”, parodia los elementos del modelo policial clásico para desacreditar
los principios del realismo social; luego veremos cómo Santiago Páez, en
su novela Condena Madre, hace uso de los elementos de la novela negra
para hacer una aproximación crítica a la realidad.
Palabras clave: novela policial ecuatoriana, parodia, Pablo Palacio, San-
tiago Páez.
Abstract
This work proposes an approach to detective literature in Ecuador
showing how two of its authors make use of the elements of the genre with
specific ends. In this way, first we will observe how Pablo Palacio, in his
short story “Un hombre muerto a puntapiés”, parodies the elements of the
“classic” detective model to discredit the principles of the socialist realism;
then we will see how Santiago Páez, in his novel Condena Madre, makes
use of the elements of the black novel to make a critical approach to the
reality.
Key words: Ecuadorian detective novel, parody, Pablo Palacio, Santiago
Páez.
Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
(Recibido: 29-11-2009) (Aceptado: 30-12-2009)
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Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
I.
Si bien Edgar Allan Poe inaugura formalmente el relato policial en
1842 con la publicación de “Los crímenes de la calle Morgue”, la prehis-
toria del género se remonta a la Antigüedad. Desde sus inicios, la litera-
tura nos provee, por un lado, de crímenes y criminales: bastaría citar el
fratricidio de Caín o los crímenes de Macbeth; y, por otro, de procesos de
investigación: el novelista y crítico Fereydoun Hoveyda da cuenta de un
manuscrito anónimo chino en el que se detallan los procedimientos detec-
tivescos de un personaje histórico del siglo VII: el juez Ti (11). Pero lo que
diferencia y separa el cuento de Poe de sus antecedentes, convirtiéndolo en
el primer relato policial moderno, es un aporte decisivo, la creación de una
figura nueva dentro de la literatura que condensa la tradición investigativa
anterior y que, según Borges, se convierte en la clave formal del género:
el detective.
Auguste Dupin es el primer detective de la literatura y su primer caso
(del cual tiene conocimiento a través de notas de prensa) es el misterioso
y horrendo asesinato de una joven muchacha y su madre, ocurrido en un
“cuarto cerrado”: su casa de la calle Morgue, en París. Los indicios con los
que cuenta Dupin son vagos y escasos: una voz “extranjera” escuchada por
los vecinos que, alarmados por los gritos de las víctimas, intentaron soco-
rrerlas inútilmente; la insólita agilidad y la fuerza descomunal que debió
tener quien perpetró el asesinato (para acceder al lugar y dejar los cuerpos
donde fueron encontrados); y la sorprendente falta de motivo. Pese a todo
esto, Dupin, haciendo gala de sus facultades analíticas y sus dotes de buen
observador, logra resolver el misterio y atrapar al homicida: un orangután
que logró escapar del sitio donde su dueño le tenía cautivo.
Como se puede ver, Poe pone el acento en la investigación y el ejerci-
cio racional de Dupin, dejando de lado al criminal y sus motivaciones. En
otras palabras, a su detective le interesa descubrir quién lo hizo y cómo se
hizo, pero no por qué: los motivos que tenga un orangután para matar poco
pueden importar. Nacido en cuna burguesa e imbuido por el positivismo
cientificista de la época, el relato policial en su primera etapa se caracteriza
por elaborar enigmas artificiales y complejos, distanciados de la realidad,
cuyo objetivo primordial es poner a prueba la inteligencia del detective y,
por lo tanto, la del lector.
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El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
De esta manera, se fijan los elementos que caracterizan la primera
etapa de la novela policial, mejor conocida como “novela problema”: un
crimen que se plantea como un enigma y un reto; un detective aficionado,
aristócrata y estático; un proceso de investigación que pone de manifiesto
sobre todo el ejercicio de la razón; una víctima indefensa, y un escenario
“cerrado”, preferentemente urbano: cabe recordar que el surgimiento del
policial está relacionado con la etapa de industrialización y crecimiento de
las grandes ciudades europeas del siglo XIX, donde la masa de individuos
se convierte en asilo que protege al antisocial y en el laberinto donde el
detective debe poner en práctica sus dotes de analista y observador (Benja-
min, 1991: 61-62). En cuanto al criminal, cuando no es llevado al extremo
como en el caso del cuento de Poe, se trata de un individuo que mata por
algún motivo superfluo o un cerebro lúcido que simplemente busca desa-
fiar a su contraparte en el juego: el detective.
Esta primera forma del policial tuvo un amplio desarrollo a fines del
siglo XIX y principios del XX, especialmente en Inglaterra, Francia y Es-
tados Unidos, con autores como Arthur Conan Doyle, G. K. Chesterton,
Agatha Christie, Maurice Leblanc y Ellery Queen que dotaron a la novela
problema de un alto grado de perfección formal. A estos les debemos la
creación de personajes como Sherlock Holmes (1887), el Padre Brown,
Hércules Poirot (1920), Arsenio Lupin (1905) y el mismo Ellery Queen
(1928). Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX, entró en una
etapa de decadencia debido, en parte, al surgimiento de la “industria po-
licial” que se apropió del género convirtiéndolo en producto de consumo
masivo; y en parte, al abuso del artificio en favor de complicar aún más
el enigma como reto para el lector ávido de entrar en el juego intelectual;
abuso que llevó a descuidar aspectos más literarios como la psicología de
los personajes.
II.
“Me perseguía por todas partes la frase hilarante: ¡Un hombre muerto
a puntapiés! Y todas las letras danzaban ante mis ojos tan alegremente que
resolví al fin reconstruir la escena callejera o penetrar, por lo menos, en
el misterio de por qué se mataba a un ciudadano de manera tan ridícula”
(Palacio, 1998: 93). Cuando el narrador del cuento de Pablo Palacio, “Un
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Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
hombre muerto a puntapiés” (1926), después de leer la crónica roja apa-
recida en un diario capitalino, se decide a investigar el hecho, asistimos al
primer caso policial de la literatura ecuatoriana.
A diferencia de las primeras obras que del género se producían ya
para aquel entonces en Hispanoamérica, Argentina y México principal-
mente, cuyo carácter era eminentemente mimético con respecto al modelo
detectivesco de la “novela problema”, el cuento de Palacio evidencia un
tono paródico con respecto al mismo, que se adelanta en más de una dé-
cada a la propuesta también paródica ensayada por Borges y Bioy Casares
en 1942 con su genial colección de relatos Seis problemas para don Isidro
Parodi (considerada años después por Rodolfo Walsh como el primer libro
de cuentos policiales en castellano).
Dos vertientes se abren paso hacía finales de los años veinte en la
narrativa ecuatoriana, la una social y profundamente realista y la otra ex-
perimental y de corte vanguardista. Palacio engrosa las filas de la segunda
y a través de una práctica metaliteraria, la parodia en el caso del cuento que
nos convoca, busca desarticular los preceptos de la primera atacando uno
de sus principios más acreditados: la verosimilitud objetiva y racionalista
mediante la cual se pretendía que el arte sea una copia fiel de la realidad y,
más ambiciosamente, una expresión de la verdad.
El ejercicio paródico implica una sabiduría, una negación y el propó-
sito de superación de un modelo establecido (Padura, 1999: 38). Se trata,
en otras palabras, de desacreditar un estilo artístico a través de la elabora-
ción de una obra que pretende seguir “fielmente” sus normas estéticas con
el propósito de evidenciar sus falencias. Pablo Palacio rechaza, mediante
el tratamiento paródico de los elementos y las convenciones de la “novela
problema”, el realismo decimonónico que, fruto del racionalismo científi-
co, continúa en vigencia en la literatura ecuatoriana de los años veinte; a
la vez que construye una poética de escritura que propone, ya no la razón,
sino la imaginación como vehículo para aprehender la realidad.
En la “novela problema”, hija también del cientificismo, se llega a la
verdad, o se restituye el orden alterado por el delito, a través de los pro-
cedimientos “lógicos” del detective. Existe un pacto entre razón y verdad
que Pablo Palacio va a desmontar tomando lo esencial del modelo creado
por Poe y deformándolo. Al igual que en el cuento “Los crímenes de la
calle Morgue”, en “Un hombre muerto a puntapiés” el crimen se plantea a
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El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
través de la trascripción de una crónica roja, en este caso de un periódico
capitalino: el Diario de la Tarde. En ella se da cuenta, apelando al testi-
monio de un celador, de la agresión que sufriera un individuo de apellido
Ramírez por parte de unos individuos que no conocía, sólo por haberles
pedido un cigarrillo, agresión que a la postre será la causa de su muerte.
La crónica además consigna, como dato “accidental”, que el individuo era
“vicioso”. Queda así planteado un primer elemento del policial: un miste-
rio a resolver.
En la segunda parte del cuento se introduce otro elemento clave del
género: el detective. Al igual que el Dupin de Poe, el de Palacio es un
aficionado, pero a diferencia del primero, este no es un ocioso rico en bus-
ca de una ocupación digna de su capacidad intelectual, mucho menos un
gentleman, es un individuo común que se asume, no sin ironía, del lado del
orden establecido: “soy un hombre que se interesa por la justicia y nada
más…” (Palacio, 95). Para acentuar la parodia, sin embargo, hace gala de
las poses detectivescas clásicas: “entre miedoso y desalentado, encendí mi
pipa. Esto es esencial, muy esencial” (93), y más adelante: “Hube de frun-
cir el ceño como todo hombre de estudio -¡una honda línea en el entrecejo
es señal de inequívoca atención” (94).
Como Dupin, este personaje trabaja sobre informes de la prensa es-
crita. Es un lector a quien persigue “por todas partes la frase hilarante:
¡Un hombre muerto a puntapiés!” (93), y todas las letras danzan ante sus
ojos tan alegremente que resuelve reconstruir la escena. La resolución del
crimen depende, por lo tanto, de su destreza lectora. Leer más allá de lo
legible parece ser el único camino para resolver el misterio. No es gratuito
entonces que los caracteres del indicio a partir del cual se reconstruye la
identidad de la víctima y la secuencia de los hechos se amplíe como si fue-
se leído a través de una lupa: “La frase última hizo brillar mis ojos […] leí
así: ERA VICIOSO, con letras prodigiosamente grandes” (95).
Cuando este lector/detective emprende su lectura/investigación surge
un tercer elemento: el método. Entre la deducción y la inducción, se deci-
de por la segunda que considera “formidable arma” para dar con la verdad.
Pero debido al desconocimiento y “a la maldita ociosidad de los primeros
años” (94) lo descarta. Sin desalentarse por este primer intento fallido,
recurre a la intuición y, tras volver a reparar en la frase “el individuo ERA
VICIOSO”, llega a la conclusión de que Ramírez es homosexual: “Intuiti-
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Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
vamente había descubierto qué era… No, no lo digo para no enemistar su
memoria con las señoras” (95). En este punto Palacio comienza a menos-
cabar la confianza en la ciencia y la razón que caracterizaron a la novela
policial de corte “clásico”.
Como se puede ver, el detective de Palacio no lee “objetivamente”, al
contrario, distorsiona, lee lo que no está o lo que está entre líneas. En otras
palabras, aplica y propone un nuevo método de lectura: para ir más allá de
la superficie (y llegar a las causas últimas) es necesario leer “mal”, percibir
confusamente, imaginar y tranzar el significado con el texto (Piglia, 2005:
19). El siguiente paso de la investigación es el análisis (lectura) de las
fotografías de la víctima. Después de mirarlas detenidamente el detective
traza un dibujo en el que incluye un detalle complementario nuevamente
motivado por la intuición: “Tomé de nuevo la pluma y completé el busto
[…] Busto cuyo pecho tiene algo de mujer” (97). A partir de este nuevo
indicio, que refuerza la hipótesis sobre la homosexualidad de Ramírez,
confecciona unas conclusiones que, más que “lógicas”, resultan producto
de la invención y el disparate:
El difunto Ramírez se llamaba Octavio Ramírez (un indivi-
duo con la nariz del difunto no podía llamarse de otra manera);
Octavio Ramírez tenía cuarenta y dos años;
Octavio Ramírez andaba escaso de dinero;
Octavio Ramiro iba mal vestido; y, por último, nuestro difun-
to era extranjero (97).
De esta manera, el detective de Palacio, saboteando los métodos del
investigador racionalista, instaura lo imaginario como una nueva “lógica”
explicativa a partir de la cual construye los elementos que completan la
trama policial: la víctima y el victimario.
Octavio Ramírez, la víctima que propone Palacio, no es inocente, so-
bre él recae la sospecha, es el “otro” social, extranjero y homosexual, un
pícaro que debe ser castigado. Un monstruo de voz “extranjera” como el
orangután de Poe, cuya muerte, de no ser por la investigación que empren-
de un ciudadano que se “interesa por la justicia”, pronto habría caído en el
olvido. El criminal, por su parte, pertenece a la mayoría, su condición de
obrero y padre de familia lo instalan dentro del sistema, pero su nombre,
Epaminondas (tomado de un general tebano conocido por su sentido de
93
El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
la justicia pero también por su homosexualidad), revela su doble moral,
acentuada por la fruición que siente al propinarle puntapiés al acosador de
su hijo.
La verdad a la que llega el detective de Palacio no apunta solamente
a la reconstrucción del hecho y a la detección del criminal sino a las causas
que motivaron el crimen, lo dice desde un principio:
Yo hubiera querido hacer un estudio experimental; pero he
visto en los libros que tales estudios tratan sólo de investigar el
cómo de las cosas; y entre mi primera idea, que era ésta, de recons-
trucción, y la que averigua por las razones que movieron a unos
individuos a atacar a otro a puntapiés, más original y beneficiosa
para la especie humana me parecía la segunda (93).
Tales motivaciones habría que buscarlas justamente en la doble moral
de una sociedad que no tolera la diferencia, que se siente amenazada por lo
“otro”, por lo incomprensible, por lo que no se puede leer a simple vista.
Pablo Palacio desacredita la novela policial clásica porque ésta, al poner el
acento en la investigación y el método racionalista, se queda solamente en
el crimen y su detección, es decir, en el quién y en el cómo; desplazando al
criminal y a sus motivaciones, al porqué, al que solo puede llegarse, según
el detective, mediante una lectura más profunda que involucre la intuición
y la imaginación. En este sentido, podemos decir que Palacio, al poner en
evidencia el carácter artificial de la novela problema, da un paso funda-
mental dentro del género, superando, por un lado, el mero juego intelectual
y anticipando, por el otro, el caso psicológico y la crítica social que pocos
años después desarrollarían, con indudable maestría, Georges Simenon y
Dashiell Hammett, respectivamente.
Al parodiar los elementos y las convenciones del policial, Palacio
reivindica el papel de la imaginación, característica del relato ficcional, en
la aprehensión de la realidad, a la vez que pone en tela de juicio el método
racionalista. Este descrédito, tal vez el objetivo central de su proyecto es-
critural, se hace extensivo al realismo naturalista y su afán de verosimilitud
que, para Palacio, no es más que un engaño. Por otro lado, y no se sabe
hasta qué punto estaba consciente de esto, mediante la parodia, Palacio
soluciona un conflicto que en otros países hispanoamericanos requirió más
de un intento: dar carta de naturalización a un género que por ser extranjero
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Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
e hijo de una sociedad y un contexto diferentes se resistía, sobre todo en
esa época, a ser abordado de otra forma que no sea el calco mimético. Es de
lamentar que en el país, hasta mucho tiempo después, nadie haya entrado
por esta puerta tempranamente abierta.
III.
Como ya se dijo, a principios del siglo XX la “novela problema” ha-
bía extremado sus mecanismos para seguir atrayendo al lector y seguir
vendiendo en un mercado cada vez más competitivo. El resultado: críme-
nes artificiales y complejos enigmas alejados de la realidad, que lo único
que lograron fue acelerar su agotamiento.
Para fines de los años veinte, el auge de la radio y del cine impuso
nuevas urgencias, más acordes al siglo XX y desligadas del XIX, entre
ellas, el relato de acción, duro y realista. Después de la Primera Guerra
Mundial y de algunos procesos revolucionarios, surge en los Estados Uni-
dos, vinculado a la literatura del Far West, el género negro, también co-
nocido como hard boiled, que guarda, a su vez, relación con la serie de
novelas que se publicaron en Francia a principios de los años treinta bajo
el nombre de “serie negra” (Giardinelli, 1996: 57).
Una obra fundacional es Cosecha roja (1929), escrita por Dashiell
Hammett, iniciador de este renovado tipo de novela policial. Sobre su
escritura, Raymond Chandler (1950), otro de los exponentes del género,
sostiene: “Hammett le devolvió el crimen al tipo de individuos que lo co-
meten por alguna razón, no sólo para proveer un cadáver… Él los puso en
el papel tal como eran, y los hizo hablar y pensar en el lenguaje que ellos
acostumbraban hacerlo para estos propósitos” (190). En la novela negra
los criminales no son artistas ni aristócratas, son individuos que matan por
codicia, miedo, resentimiento o ambición; o simplemente segundones de
alguna organización dedicada total o parcialmente al crimen.
Durante la transición de la novela problema a la novela negra se pro-
duce un desplazamiento en relación a los elementos que privilegian una
y otra: mientras la primera acentuaba el proceso investigativo (el relato
seguía el orden del descubrimiento); la segunda hace énfasis y profundiza
en las motivaciones del crimen y en el drama psicológico del criminal.
Incluso aparecen novelas contadas desde el punto de vista del asesino que
95
El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
prescinden del personaje detectivesco, El cartero siempre llama dos veces
(1934) de James Cain, es tal vez el mejor ejemplo.
Con Hammett y compañía surge un tipo de literatura policial en el que
la deducción y el razonamiento dan paso a la violencia y la vitalidad. El de-
tective deja de encarnar la razón pura, deja de ser el cerebro aristócrata que
se involucra en la pesquisa sólo por goce intelectual, y pasa a ser un asala-
riado más, un profesional, alguien que hace un trabajo y recibe un sueldo.
Para resolver un crimen ya no se basa en su capacidad analítica, sino en su
fuerza, prefiere lanzarse ciegamente al encuentro con los hechos; aunque
esto sólo traiga como consecuencia nuevos crímenes.
Se trata de una gesta violenta que pretende devolver o restituir el
orden perdido, pero tal restitución es solamente pasajera. El detective sabe
que a los peces gordos jamás podrán atraparlos y malvive con la sensación
de que su trabajo, a fin de cuentas, no arregla nada. El conflicto no ter-
mina con el descubrimiento del criminal, ya que las causas del crimen se
encuentran, la mayoría de las veces, en la base misma del sistema social.
La sociedad se resiste a una transformación y el detective, consciente de
esta imposibilidad, se deja ver como un hombre lúcido, pero desencantado.
En la novela negra el rol que juegan los personajes femeninos tam-
bién va a sufrir un desplazamiento con respecto a la novela problema. Sin
generalizar, obviamente, las mujeres van a pasar de víctimas, como sucede
en “Los crímenes de la calle Morgue”, a victimarias, como es el caso de la
bella Brigid O’Shaughnessy quien, haciendo uso de su poder de seducción,
utiliza a los hombres, llegando incluso a matar por conveniencia al inocen-
te compañero del detective Sam Spade en la novela El halcón maltés de
Dashiell Hammett. Reflejo de los miedos masculinos hacia los movimien-
tos de liberación femenina tras la II Guerra Mundial, el personaje de la
mujer fatal (femme fatal) es ampliamente desarrollado en la novela negra.
Bella, promiscua, desesperada, predadora, amoral, utiliza sus encantos y
su poder de seducción para atrapar a sus víctimas, convirtiéndose en la
asesina perfecta y en la antagonista por excelencia del detective misógino
y solitario.
IV.
Después del jugoso fruto inicial de Palacio, hay que esperar más de
dos décadas para que la literatura ecuatoriana nos vuelva a ofrecer obras
96
Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
narrativas con características y elementos del género policial. En 1951 Ar-
turo Montesinos Malo escribe Arcilla Indócil, una novela corta en la cual
el policial se tiñe de color local para adaptarse a la “comidilla” en torno a
la frustrada relación de un cuarentón de pueblo y su empleada doméstica;
en 1953 Pedro Jorge Vera publica El destino, novela corta también, en la
cual se fusiona con gran oficio una trama policial con un tema propio de la
literatura hispanoamericana: la naturaleza devoradora capaz de engendrar
un hijo sanguinario y, en este caso, antropófago. En adelante y hasta casi fi-
nalizar el siglo, con la única excepción que supondría la novela Háblanos,
Bolívar (1983) de Eliécer Cárdenas, que también presenta elementos del
género, la narrativa policial en el país simplemente no se cultiva.
Sin embargo, a partir de 1997, año en el cual se publica La Reina
Mora de Santiago Paéz, el árbol, yermo y a punto de secarse, comienza es-
pontáneamente a cargar. Hasta el punto en que hoy podemos contar un sig-
nificativo número de novelas policiales, con propuestas y estilos diferen-
tes. Me refiero a Anillos de serpiente (1998) de Juan Valdano, Los archivos
de Hilarión (1998) y Condena madre (2000) de Santiago Páez, La muerte
de Tyrone Power en el monumental del Barcelona (2001) de Miguel Do-
noso Pareja, El cholo Cepeda, investigador privado (2001) de Fernando
Itúrburu, El caso de los muertos de risa (2001) de Leonardo Wild, Sara y
el dragón (2003) y El cadáver prometido (2006) de Rocío Madriñan, y El
último caso del guatón Ramírez (2007) de Leonardo Escobar.
V.
“Triste esto de vivir de la mierda ajena,
pero es más triste vivir en la mierda y no sacarle provecho”.
stalIn Falcón
Con la publicación de la novela de Santiago Páez, Codena Madre,
en el año 2000, hace su aparición el primer detective privado de nuestra
literatura. Stalin Falcón, ex militante maoísta, termina convirtiéndose en
detective por necesidad: “no tenía trabajo, no tenía nada en realidad. Y
abrieron un curso para universitarios graduados que quisieran trabajar en
la Policía Técnica Judicial que se iba a crear. Llegué a sargento en la PTJ,
después me independicé” (56). Es un hombre que ha pasado de los ideales
97
El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
al descreimiento, del sueño de un mundo más justo a vivir de “la mierda
ajena”. Melancólico y desencantado, se acompaña de una botella de pisco
y gusta de contemplar una reproducción de La primavera de Boticcelli que
cuelga de una de las paredes de su departamento de solitario. Sus amigos
más cercanos son el Cobra Beltrán, excomando y boxeador, y Malena,
un travestido que, a diferencia de la mayoría de personajes de la novela,
resulta honesto y leal.
Lejos estamos ya de la novela problema, cuyos mecanismos y con-
venciones desacreditara Palacio con su acostumbrada dosis de lucidez. Y
es que al fin del milenio resulta anacrónico y absurdo hacer novela policial
clásica, sobre todo si la intención del autor es jugar con los elementos del
género para acercarse a la realidad, para desnudarla desde la ficción.
Por eso la obra de Paéz, en cambio, se alimenta del legado de la no-
vela negra, pues este le permite escudriñar en su entorno, levantando una
a una las capas que conforman el entramado social para encontrar “esos ti-
bios y mínimos infortunios, esos conflictos que no llegan al desgarramien-
to ni al sacrificio, esas maldades que no se atreven a ser sórdidas” (Páez,
39), pero que, al final de cuentas, manejan las vidas de quienes las sufren.
La historia está construida como un relato de suspenso, es decir, un
relato en el cual el crimen está por cometerse y la posible víctima contrata
al detective con el afán de prevenirlo. Cecil Solano Mckey, un individuo
de mediana edad y clase alta, ha sufrido un atentado y busca los servicios
de Stalin Falcón para que lo proteja y encuentre a quien quiere atentar
contra su vida.
A sabiendas que el sujeto que ordena un crimen, la mayoría de las
veces, es alguien cercano a la víctima, el plan de acciones que propone
el detective resulta lógico: visitar a las personas que conforman el círculo
íntimo de su cliente (el amigo, la ex esposa, la madre y la hija), medir sus
reacciones y leer sus gestos. El método del detective de Páez toma distan-
cia con el modelo clásico y se acerca al de los detectives de la novela negra.
Falcón, más que explicar, busca comprender, no le interesa descubrir el
plan del asesino, le interesa vivir la crisis psicológica que provocó el dra-
ma, por eso, más que las huellas, cuentan para él las actitudes, las palabras,
los silencios: “Yo no busco pistas con una lupa, señor Solano. Yo pregunto
y escucho” (51).
Pero, como avanza la historia, el detective comrpende que su clien-
te le oculta algo: tiene un amante, Adrián De Montero, quien desde un
98
Revista Pucara, N° 22 (87-99), 2010
comienzo fue también blanco de los atentados. Al igual que la víctima
que construyó Palacio en “Un hombre muerto a puntapiés”, la víctima que
propone Páez es también homosexual. La tentación de establecer una co-
nexión entre estos dos personajes no es gratuita si se repara en la continui-
dad intertextual que Páez, en cuanto al tema de la homosexualidad, busca
establecer, en el epígrafe de su novela, con cuento de Javier Vásconez,
“Angelote, amor mío”, cuyo narrador (en un extenso monólogo dirigido
a su amante asesinado) alude, a su vez, al cuento de Palacio: “Has sido
la Diabla en los abismos de La Alameda en esas noches donde aparece
un hombre muerto a puntapiés, en el infierno de esta ciudad conventual”
(Vásconez, 1998: 123).
Sin embargo, a diferencia del personaje de Palacio, el de Páez no es
extranjero, tampoco es pobre, ni es “castigado” por un desconocido que
quiere vengar el acoso que sufrió su hijo. El personaje de Páez es todo lo
contrario, pertenece a una familia de la alta sociedad, es rico, y si es cas-
tigado, es por quienes le conocen de cerca: su madre, Grace Mckey, y su
exesposa, Regina de la Cueva: las autoras intelectuales de los atentados. La
primera, autoritaria y omnipotente, busca preservar el orden establecido y
el poder de la familia (su otro hijo está terciando para vicepresidente y un
escándalo podría afectar su candidatura); la segunda, decadente y llena de
rencor, busca consumar una venganza alimentada por años de abandono
y olvido. Pero más allá de las motivaciones de estas dos mujeres (que no
dejan de ser fatales), las diferencias entre el personaje de Palacio y el per-
sonaje de Páez ponen en evidencia lo que comparten, una verdad planteada
tanto en la obra que inaugura el género en el país como en la que lo cierra
al finalizar el siglo XX: el desprecio de una sociedad que excluye aquello
que no comprende, que le resulta extraño y amenazante; una sociedad que
en silencio y “justificadamente” perpetra día a día el crimen perfecto.
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El relato policial y sus huellas en Ecuador/Guillermo Cordero
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101
Las castas y la plebe: versiones y perversiones
del indio en la narrativa colonial e hispanoamericana
del dieciocho1
Castes and the populace: versions and perversions of the Indian in the
colonial and Spanish American narrative of the eighteen century
Luis Hachim Lara
Universidad de Santiago de Chile
E-mail: luis.hachim@gmail.com
Resumen
En la delegación del poder colonial por parte de los españoles a los
españoles americanos o criollos, éstos transfirieron la episteme y los ejes
de la crisis del sistema colonial a la colonialidad. En este contexto, los
letrados (españoles, españoles americanos y subalternos de las diferentes
agencias) en América, asumieron el conflicto e incluso aportaron al diag-
nóstico, pero revalidaron la marginalidad de la plebe. El poder criollo en la
colonialidad reproduce los acuerdos y desacuerdos respecto a la alteridad.
En este sentido se tratará de establecer comparativamente la posición de
poder del letrado español, del español americano o criollo, e incluso del
mestizo frente al indio y al sujeto plebeyo.
Palabras clave: Estudios coloniales, Catolicismo ilustrado hispanoameri-
cano, Pensamiento crítico y literario latinoamericano, Historias Naturales.
Abstract:
In the delegation of the colonial power on the part of the Spaniards to
the American or Creole Spaniards, the episteme and the axes of the crisis
were transferred from the colonial system to the “colonialidad”. In this
context, those with authority (Spaniards, Americans and subordinate Span-
iards of the different agencies) in America assumed the conflict, and they
1 Este trabajo es parte del proyecto Fondecyt 1085194: “Literatura y narración en
las Historias naturales hispanoamericanas del siglo XVIII.
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
(Recibido: 25-11-2009) (Aceptado: 10-01-2010)
102
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
even contributed to the diagnosis, but they confirmed the outcasting of the
populace. The Creole power in the colonialidad reproduces the agreements
and disagreements regarding the “alteridad”. In this sense, it would be to
establish the position of the Spanish authorities’ power comparatively, of
American or Creole Spanish, and even of the mestizo in front of the Indian
and of the plebeian fellow.
Key words: Colonial studies, Spanish American cultured Catholicism,
Critical and literary Latin American thought, natural Histories.
***
[E]l racismo ha sido entendido más como una
patología europea o norteamericana, que como un
mal latinoamericano.
sInclaIR thomson
Fanon frente al colonialismo francés, escribió: “Pero la guerra conti-
núa. Y tendremos que curar todavía durante muchos años las heridas múl-
tiples y a veces indelebles infligidas a nuestros pueblos por la ruptura con
el colonialismo” (2003: 228). En la colonialidad latinoamericana la guerra
contra los “indios” no ha terminado. Más aún, después del trauma de la in-
vasión europea no se ha declarado el cese de hostilidades y por tanto no ha
existido reparación. La raza como un eje importante de dominación en el
periodo colonial, implicaría pensar un proceso que permita definir el mo-
mento de la construcción discursiva del indio por parte de los españoles, la
situación de éstos en las castas, hasta su deriva en la plebe. Indios, castas y
plebe, términos que aparentemente trasuntan más el rechazo que la progre-
sión de un sistema. Las bases de estas prácticas racistas se constituyen de
manera exógena, a partir del discurso de la limpieza de sangre, que siendo
parte de la mentalidad aristocrática cristiana de los conquistadores (Santia-
go Castro-Gómez, 2005: 54) antes del siglo XV, conformó en América el
ejercicio del poder y la reflexión progresiva sobre el estatuto, legal, social
y económico de los indígenas.
103
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la narrativa.../Luis Hachim
En el siglo XVI el “patrón original era muy simple. Había dos ca-
tegorías: “españoles” e “indios” […] Los indios debían ser considerados
vasallos libres y súbditos de la corona […] (Magnus Mörner, 1969: 49).
La condición legal mostraba la subordinación de los indios a los españoles
y más tarde la de los esclavos negros reducidos al estrato inferior en esa
jerarquía. El mestizaje posterior da origen a las “castas coloniales […] lo
menos parecid[as] a esas otras castas de la India, de Ceilán, de Nepal, de
Pakistán; [y que fueron] el resultado de la fusión de sangres distintas o,
simplemente […] híbridos que resultan del cruce de razas o de éstas con
los híbridos de los diferentes cruces (Manuel Alvar, 1987: 23-25). Esta
situación en el siglo XVII establece un estatuto social que incorpora las
castas estratificadas básicamente en función de españoles y de indios, en
un sistema altamente jerárquico y legitimado por supuestos orígenes de
nobleza o pureza de sangre en el caso de los europeos.
Sin embargo, los españoles no impusieron este sistema de
castas como un sistema rígido totalmente. La finalidad no era im-
pedir toda posible mezcla entre ellas, sino, fundamentalmente,
para impedir el acceso de la cultura dominada a las posiciones de
poder dentro de la sociedad. De allí que desde el comienzo, se
desencadenara un amplio proceso de mestizaje racial y cultural,
que en el curso del tiempo fue haciendo surgir nuevos sectores
intermedios entre ambas castas […] (Aníbal Quijano, 1980: 54).
La racialización del indio se construye a partir del estatuto legal, lue-
go social, culminando en un particular y perverso estatuto económico que
en el siglo XVIII afectó y conformó la plebe, siendo un
término usado con frecuencia en la época, para denominar a esa
masa disgregada que era el pueblo de las ciudades. El término
tenía una evidente connotación despectiva, por lo que se le acom-
pañaba de algún adjetivo, como vil, ínfima, «gavilla abundante
y siempre dañina», «baja esfera»… Sinónimo de populacho y
pueblo. Los plebeyos se definían porque, en una sociedad que
pretendía acatar una rigurosa estratificación social, sus miembros
carecían de ocupaciones y oficios permanentes (Alberto Flores
Galindo, 2001: 75).
104
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
La plebe —precedente del pueblo y del proletariado— se definió no
solo por sus condiciones de inestabilidad social, sino también por su (pau-
pérrima) condición económica.
La dificultad que puede ofrecer la comprensión del concep-
to colonial de plebe, se resuelve cuando quedan entendidos los
siguientes […] puntos. [Q]ue […] hacía referencia […] exclusi-
vamente a su nivel de pobreza y a cierta conducta general que
aparecía como propia de la gente pobre de la ciudad. Así, pues, la
plebe estaba constituida por mestizos, mulatos, zambos, negros
libres y la multitud de combinaciones que se englobaban en la
designación de “pardos” (Severo Martínez Peláez, 1973: 238).
En las narrativas y en los discursos literarios, “el factor indio” —fun-
damento de la dinámica de las castas y de la plebe— ha sido insuficien-
temente tratado, por tanto en esta versión de una de las genealogías del
racismo, es importante argumentar sobre esta carencia.
La palabra indio surge en el mundo occidental y, por simplificación
y economía para el imperio español, cubrió un campo ambiguo y peyora-
tivo que no tuvo registro semántico hasta fines del siglo dieciocho con el
Diccionario geográfico de las Indias Occidentales o América 1786-1789
del ecuatoriano —Mariscal de Campo y Gobernador de La Plaza de La
Coruña—, Antonio de Alcedo y Bejarano. El especialista Raúl Reissner,
en su artículo “El indio de los diccionarios” escribe, “Nebrija, en vez de
ampliar la definición incluyendo a los indios americanos en las ediciones
de 1545 y 1581, simplemente la suprime. […] Se posterga [hasta fines
del dieciocho] la existencia léxica del indio de América y se elimina el
conocimiento del indio de la India” (Raúl Reissner, 1985: 10). La acepción
de indio no se registraba en los diccionarios, pero los administradores del
imperio demostraron competencias enunciativas para discriminar y asignar
roles laborales de acuerdo a características fenotípicas.
El vacío semántico sobre el indio implicaba a la luz de la alteridad,
discriminar pero no definir. Cada español peninsular o español americano
“limpio de sangre” sabía distinguir entre un mulato y un castizo, un mesti-
zo y un Coyote, un criollo de un Salta atrás, un indio de un cholo, un negro
de un lobo, etc. El sistema colonial y su eje de dominación racista fueron
heredados por el poder español-americano. La transferencia onomástica
105
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la narrativa.../Luis Hachim
del indio asiático, al nuevo “ente” extraño al conocimiento europeo, sirvió
—en primera instancia— para eludir la alteridad y consumar la ocupación
en un territorio sin sujetos. Sin embargo, no se trata de cuestionar los re-
cursos culturales de la lengua española, con los que inventarió y mensuró
América y a sus habitantes. Lo que sí se puede criticar y más aún condenar,
es la tendencia de algunos letrados e historiadores a reducir la diversidad
a lo biológico, anticipando proféticamente el racismo nacional socialista o
fascista. Igualmente, tampoco podemos achacar a la importación de ideas,
el entusiasmo por las tretas racistas de los criollos que administraron el
poder, que se consolidó en esa primera etapa colonial. La abundancia de
literatura al respecto confirma que, en las nuevas condiciones de Colonia-
lidad, la raza siguió siendo un dato relevante para clasificar y asignar roles
específicos a los sujetos sociales por parte del poder criollo/mestizo. Sin
embargo, en el contexto de las geopolíticas del conocimiento, es posible
establecer diferencias epistémicas sobre el indio entre los europeos ilustra-
dos, españoles peninsulares y españoles americanos o criollos. Incluso, las
perspectivas indigenistas enunciadas por las agencias criollas y jesuitas,
introducen la consideración de la alteridad en polémica con la Ilustración
eurocéntrica.
Juan Ignacio Molina y Felipe Gómez de Vidaurre, jesuitas chilenos
expulsos en el año 1767, como resultado del edicto del Real Decreto de
Carlos III, terminaron en el exilio italiano sus Historias naturales. El Abate
Molina escribió en italiano el Compendio della storia geografica, naturale
e civile del regno del Cile [Compendio de la Historia Geográfica, Natural
y Civil del Reyno de Chile, título de la edición española] que se publicó en
Bolonia el año 1776, sin el nombre del verdadero autor.
Por otra parte, su compañero de orden, Felipe Gómez de Vidaurre,
a instancias del propio Molina y sus compañeros jesuitas americanos, es-
cribe otra Historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile en 1789,
publicada en Chile el año 1889 en la Colección de Historiadores de Chile
(dos tomos) al cuidado de José Toribio Medina, quien agrega una Introduc-
ción y notas.
El Abate Molina y Felipe Gómez de Vidaurre en sus respectivas his-
torias, escriben sobre el indio, pero esta palabra no representa lo mismo
para cada sujeto. En esta aproximación exploratoria se debe aclarar que
el lugar y perspectiva de enunciación del español peninsular en la narra-
ción del indio, es diferente del lugar y perspectiva del español americano
106
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
o (criollo). La enunciación indígena, obviamente representa la diferencia
radical frente a la cultura colonial blanca y criolla.
El español peninsular y el español americano comparten el lugar de
enunciación teológico y antropológico en el espacio de lo que entendemos
por cultura Occidental. Sólo la perspectiva de enunciación diferencia rela-
tivamente al europeo del criollo. El español americano reafirma la cultura
y el proceso de occidentalización en función de criterios evangelizadores,
humanitarios, políticos, emancipatorios y también independentistas. En las
narrativas coloniales, los términos que adjetivan o sustituyen la palabra
indio, refieren a los bárbaros, salvajes, antropófagos, homúnculos, paganos
u otros seres del bestiario europeo.
En la narrativa criolla, la palabra indio implica la diferencia pero tam-
bién el conflicto. Esto favorece la acción criolla en función de sus propias
agencias e intereses. Una conocida historiadora escribe: “debemos tomar
en cuenta que la rebelión de Túpac Amaru les sirvió a los criollos para
evaluar si las condiciones estaban suficientemente maduras para el auto-
gobierno” (Scarlett O’Phelan, 1987: 197). Por otra parte, la enunciación
indígena siempre ha sido mediada y pese a la abundante historiografía
blanca y criolla disponible, no es fácil acceder a trabajos que produzcan
conocimiento nuevo sobre ello. El indio, el sujeto de las castas y la ralea
plebeya no escriben Historias. Podemos identificar fragmentos en la acti-
vidad narrativa con que los sectores indígenas acompañaron más del cente-
nar de insurrecciones Gustavo Faverón Patriau afirma “más de un centenar
de rebeliones, levantamientos, sublevaciones, motines y alzamientos indí-
genas” agregando que “Scarlett O’Phelan ha enumerado ciento cuarenta”
(Faverón Patriau, Gustavo, 2006: 171) que se desarrollaron durante el siglo
dieciocho, y de esas, apenas se conoce la de Juan Santos Atahualpa (1742-
1752), José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru (1780-1781) y la insu-
rrección de Julián Apaza Tupac Catari (1781). Los discursos indígenas,
reclamaciones y comunicados autonomistas fueron incluyentes respecto a
los criollos. Los discursos, manifiestos y declaraciones de independencia
de los criollos fueron excluyentes.
El lugar y perspectiva de enunciación del sujeto colonial y sus versio-
nes en la narrativa colonial, ya ha tenido suficiente atención en la literatura,
no así la vaguedad y ambivalencia del sujeto criollo que a su pesar constru-
yó la cultura que emplazó y desmanteló solo las prácticas más conflictivas
107
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la narrativa.../Luis Hachim
del sistema colonial. En un doble sentido; la autonomización política y la
construcción de un saber natural —en este caso científico— es importante
estudiar el aporte de las Historias naturales escritas por estos dos jesuitas
chilenos. Específicamente, se trata de estudiar las representaciones del In-
dio en las dos Historias naturales; el Compendio de la Historia Natural y
Civil del reino de Chile (1776) de Molina y la Historia geográfica, natural
y civil del Reino de Chile (1789) de Felipe Gómez de Vidaurre.
Molina en su Historia Natural nos dice que concluye su “narrati-
va, formando una idea ligera del hombre, considerado como habitante de
Chile” (Molina: X). Igualmente, compara el habitante de la Patagonia y
Magallanes, “los cuales se diferencian de los Chileños [es decir indígenas]
en las facciones, en las costumbres y en sus lenguajes” (Molina: 3).
El sabio jesuita, a partir de esta primera denominación, construye una
perspectiva referencial del araucano, que para él es el verdadero chileno.
Igualmente la Historia civil traduce el empeño de los dos jesuitas por asig-
nar a la comunidad y organización de los araucanos un carácter civilizado,
dejando al desnudo el recurso de los conquistadores para ejercer violencia.
En la página 377 del Compendio, Molina fija su perspectiva: “El hombre,
centro a quien se refieren por ley de la naturaleza todas las cosas criadas
de nuestro globo, goza en el Reyno de Chile de todo el vigor que le puede
suministrar la beneficencia del clima” (Molina: Ibíd.). Al mismo tiempo
define su lugar de enunciación: “Entre los mismos criollos que Paw quisie-
ra reducir si pudiese a una vida corta, he conocido yo viejos de 104, 107,
y 115 años; mi abuelo paterno y bisabuelo, que también fueron criollos,
vivieron prósperamente, el uno 95 años, y el otro 96” (Molina: 378). Ve-
mos que así, indirectamente el Abate se reconoce criollo. Posteriormente,
establece su criterio sobre los otros miembros o castas: “Los habitantes de
Chile se dividen en indígenas o nativos, en generación europea, y en raza
africana. […] La carnación de estos pueblos [indígenas] es de un color
pardo bermejo, que tira a cobre” (Molina: 380-381).
Luego, nos dice: “son tan robustos aquellos Indios, y sufren con tal
vigor y constancia todo género de fatiga cuando se dan al trabajo, que
son preferidos para aquellas cosas o haciendas que requieren esfuerzos
extraordinarios (Molina: 382). Y “los que moran en las sierras andinas son
generalmente más altos; y aun yo creo, como dejé dicho al principio, que
estos y no otros sean los tan célebres Patagones, de quienes se ha hablado
108
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
tanto en Europa” (Molina 382-383). “Los puelches, que habitan los Andes
Chilenos australes, usan unos sombreros de pieles, adornados con plumas
vistosas, y se pintan el cuerpo con varios colores” (Molina: 385).
En la estrategia nominal de Molina, vemos el uso mayoritario de “in-
dios” y “chileños” en la primera parte de su Historia, para nombrar a los
nativos. Igualmente opta por términos de la lengua chilena (mapudungun)
para nombrar a los Puelches, Pehuenches, Boroanos, Poyas y Caucaus.
Posteriormente, utiliza designaciones españolas; Criollos, Americanos,
Patagones, Montañeses. Ciertamente, esta breve y limitada muestra de tér-
minos para designar a los indígenas o nativos, se reduce sólo a la primera
y segunda parte de la Historia Natural y civil del Reyno de Chile. Se debe
anotar que en la segunda parte de la Historia Civil, las estrategias ono-
másticas de Molina cambian ya que el uso mayoritario recae en la palabra
“araucano”, y además utilizó el gentilicio correspondiente a cada zona y
las etnias, evitando el uso descrito en el cuadro de castas.
A su vez, Felipe Gómez de Vidaurre en su Historia geográfica, natu-
ral y civil del Reino de Chile (1789), específicamente el Libro sexto titula-
do “Hombres de Chile” (296-353), también estudia a los “indios”. El inicio
del Libro ya pone el problema en su centro:
Sobre ninguna cosa de América han escrito más malamente
[los Ilustrados] que sobre el hombre. A ninguno de sus animales
han degradado más de su orden que lo que han hecho con el hom-
bre. Le han concedido tan poca racionalidad, que han llegado a
dudar si era capaz de los sacramentos de nuestra sagrada religión
(Gómez de Vidaurre: 295).
La pluralidad onomástica con que Gómez de Vidaurre nombra a los
nativos o “naturales” se vincula a los gentilicios.
Si se han visto como desaparecen los copiapinos, los coquim-
banos, los quillotanos, los mapochinos, los promaucaes, los curis,
los cauques, los pencones, esto es, los indios en todo lo que pre-
sentemente ocupan los españoles, ha sido, o que se han incorpora-
do con sus vencedores por mutuos matrimonios, o porque, perdido
el dominio de sus tierras y mal contentos con la sujeción en que los
ponía la jurisdicción española y los preceptos de la religión cristia-
109
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la narrativa.../Luis Hachim
na, se han retirado al distrito de sus compatriotas que defendían su
libertad (Gómez de Vidaurre: 298).
En este sentido, Gómez de Vidaurre al dar cuenta de las enfermeda-
des, asume igualmente la denominación que analizamos:
las viruelas que ha introducido la Europa en estas partes. Esta en-
fermedad no conocida en la América hasta entrados los europeos
en ella, hace en los indios tan grande estrago, que se puede afirmar
sin miedo de arriesgar la verdad, que de cien naturales atacados de
ella, apenas sale bien uno (Gómez de Vidaurre: 298).
He subrayado en la cita del jesuita chileno, la palabra indio y natural.
En perspectiva de Molina y el uso nominal para referirse a los indígenas y
este caso, podemos plantear que Gómez de Vidaurre, a pesar de enunciar
en el Libro Sesto: 296 a 350 la denominación “indio” veintinueve veces
aproximadamente, privilegia y asimila indios chilenos (veinticinco veces)
y araucanos (veintiséis) junto a la palabra chileno y naturales. Es preciso
aclarar que el jesuita usa como sinónimos, indios chilenos y araucanos
mostrando el empleo del gentilicio con una frecuencia mayor (cincuenta y
una veces) frente a la palabra indio (veintinueve) Incluso diría que indios
chilenos, araucanos y chilenos constituyen una sola opción semántica para
Gómez de Vidaurre. En suma, se puede percibir en él una adhesión a la
narración araucanista:
Esta tribu es la más célebre, no solo en Chile, sino en toda
la América, por su valor, por su gobierno militar, y por las cuasi
continuas guerras que ha hecho a los españoles desde el principio
de su entrada hasta nuestros días. Ellos han dado motivo, con sus
hechos, a que los mismos españoles hayan celebrado su valor en
diversos poemas y en casi innumerables historias. El nombre de
araucanos le viene de la provincia de Arauco, pequeña si, pero
que se ha usurpado la primacía sobre todas las otras. Se ignora si
este nombre de araucanos tan general, lo tuviesen aun antes de la
entrada de los españoles, o si estos sean los que lo hayan extendido
a toda la nación, por la oposición primera que estos hicieron. El
nombre, sin embargo, más ordinario con que ellos se denominan,
110
Revista Pucara, N° 22 (101-111), 2010
es el de auca, que quiere decir hombre libre, o moluche, que signi-
fica hombre de guerra (Gómez de Vidaurre: 301-302).
En Juan Ignacio Molina y en Felipe Gómez de Vidaurre existe con-
ciencia de la pluralidad de sujetos y experiencias frente a la construcción
del indio por parte del Ilustrado europeo. La narración del indio en Molina
y en Gómez de Vidaurre admite la diferencia, no así la narración de Bu-
ffon, Raynal, De Paw que uniformizó la opción semántica para reducir la
heterogeneidad.
Las Historias naturales de estos jesuitas americanos narran la historia
y también el trauma de la ocupación violenta, desde la humanidad y la di-
versidad, por tanto contribuyeron a una memoria más cercana a los hechos
en América. La Historia natural es escritura y narración, en el sentido que
organiza el tiempo y el espacio en virtud de su propia inmanencia textual,
o por simplificar, de acuerdo a recursos formales que la Literatura ha pro-
visto desde su antigua tradición. Molina y Gómez de Vidaurre, coinciden
e imponen el uso de araucano, en reemplazo de indio. Subyace que estos
serían chilenos. Ambos eligen nominar en lenguas nativas a los cauques,
pehuenches, puelches, poyas, huilliches, etc. Evidentemente el análisis
cuantitativo, presenta limitaciones cuando advertimos especialmente que
Molina y Gómez de Vidaurre, aportan también a la construcción del sujeto
americano desde esa diversidad; “sobre la construcción del cuerpo de los
americanos se leen opiniones bien extravagantes, aun en autores modernos
y que son reputados por diligentes observadores” (Gómez de Vidaurre:
303). Molina escribe algo similar: “Me río conmigo mismo siempre que
leo en ciertos escritores modernos, acreditados de observadores exactos,
que todos los Americanos tienen un mismo aspecto, y que basta haber visto
uno para poder decir que se han visto todos” (J. I. Molina: 381) Su crítica
o ironía respecto al conocimiento de los americanos cuestiona y refuta a
los ya conocidos De Paw, Raynal; Buffon. La perspectiva de estos jesuitas
criollos predice el problema, todavía no bien resuelto, de la americanidad.
Es a partir de esta denominación que parcialmente, podemos empezar a
enfrentar el problema de la reducción de la diferencia en la plebe y pos-
teriormente en el pueblo, incluso en las masas que se vienen a manifestar
social y políticamente a fines del siglo diecinueve.
111
Las castas y la plebe: versiones y perversiones del indio en la narrativa.../Luis Hachim
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Nº 14, México D.F., 1985: 5-33.
ISSN 1390-0862
113
La incorporeidad de la nación
The Incorporeity of the Nation
Aidalí Aponte Avilés
Universidad de Connecticut, EEUU
E-mail: aidali.aponte-aviles@uconn.edu
Resumen
Este trabajo tiene el propósito de analizar la definición y efecto de
la globalización en el México de principios del siglo XXI, a través de los
ojos de Josué Nadal, el personaje principal en la novela de Carlos Fuentes,
La voluntad y la fortuna (2008). Veremos cómo las interacciones de José
Nadal con los otros personajes de la historia se ven constreñidas a refe-
rentes globalizados como una historia distorsionada, una filosofía difusa y
un cuerpo desarraigado. A partir de la teorías de Tom Nairn y Paul James
sobre la globalización, examinaremos cómo las relaciones de Nadal con el
resto de los personajes y con los espacios en México, representan el impac-
to de la globalización en el desarrollo de la identidad nacional.
Palabras clave: globalización, Carlos Fuentes, La voluntad y la Fortuna,
espacios, México, identidad, ciudad
Abstract
The purpose of this paper is to analyze the definition and the effects
globalization has on the XXI Century Mexico through the eyes of Josué
Nadal, main character of Carlos Fuentes’ novel La voluntad y la fortuna
(2008). Nadal’s interactions with other characters in the story are cons-
trained by globalized ideas such as a distorted history, a diffused philo-
sophy, and a detached body. Taking Tom Nairn and Paul James’ theories
on globalization, Nadal’s relations with the rest of the characters and with
Mexico’s spaces represent the impact of globalization on the development
of national identity.
Key words: globalization, Carlos Fuentes, La voluntad y la fortuna, Mexi-
co, XXI, identity, nation.
Revista Pucara, N° 22 (113-122), 2010
(Recibido: 30-11-2009) (Aceptado: 16-01-2010)
114
Revista Pucara, N° 22 (113-122), 2010
Desde finales del siglo XX, los procesos políticos y mercantilistas
para crear un mundo globalizado han afectado a todos los países directa o
indirectamente. Esta perspectiva de reciprocidad económica y social tam-
bién ha afectado las bases mismas de los idearios culturales; la definición
de los elementos que compone a una nación se orienta según la relación
de los individuos nacionales con los internacionales. El fenómeno de la
globalización lo explica Paul James en su ensayo Global Enchantment: A
Matrix of Ideologies, cuando afirma:
A working definition of the cluster of terms around ‘globa-
lism’ begins by relating the various intersecting modes of practi-
ce, including modes of communication, production and exchange,
to their extension across world-space. […] Globalization is thus
most simply the name given to the matrix of those practices as they
extend across world-space. Exemplary contemporary systems of
materially powerful but disembodied extension (21).
Este trabajo tiene el propósito de analizar la definición y efecto de la
globalización en el México de principios del siglo XXI, a través de los ojos
de Josué Nadal, el personaje principal en la novela de Carlos Fuentes, La
voluntad y la fortuna (2008). Veremos cómo las interacciones de Josué
Nadal con los otros personajes de la historia se ven constreñidas a referen-
tes globalizados como una historia distorsionada, una filosofía difusa y un
cuerpo desarraigado.
En La voluntad y la fortuna, Fuentes nos presenta la historia de Jo-
sué Nadal, un joven que, a sus veintisiete años, es decapitado por el bajo
mundo mexicano. Es la cabeza de Nadal, separada de su cuerpo, la que nos
narra su vida. A través de los personajes de la novela, Fuentes nos enfrenta
a un México transnacional que comienza a introducir elementos culturales
internacionales dentro de la historia y la cultura nacional. Cada detalle de
la vida de Josué, desde su entorno hasta su nombre, son signos de una
sociedad mexicana que ha perdido sus fronteras reales para volverse un
conglomerado de espacios mundiales que convergen en esta mega-metró-
polis.
Paul James, en su ensayo “Dark Nationalism or Transparent Post-
nationalism?”, explica cómo, el individuo tiene la libertad de escoger el
115
La incorporeidad de la nación/Aidalí Aponte
grupo al que desea pertenecer y, por el cual, crear una identidad para sí
mismo. Josué no conoce sus orígenes biológicos. Por lo tanto, al relacio-
narse con otros y con su ambiente, Josué construye una identidad sin que
se vea constreñido por ninguna barrera de origen.
Aunque no es éste el personaje con quien Josué mantiene un vínculo
mayor, debemos comenzar por estudiar su relación con María Egipciaca
del Río. Esta mujer, también de orígenes inciertos, cuida y educa a Josué
desde que él tiene memoria; pero no puede ser identificada. María Egip-
ciaca, la mujer sin identidad, se propone, a su vez, identificar a Josué me-
diante el uso de “proverbios truncos” (63), manteniéndolo en una “infancia
perpetua” (63).
Tanto María Egipciaca como Josué viven en la casa de la calle Berlín
sostenidos por un cheque mensual cuyo remitente no tiene un nombre ni
una dirección. Esta aparente tranquilidad en la casa de la calle Berlín la
irrumpe la enfermera Elvira Ríos que viene a “proteger al joven de toda
alteración nerviosa y devolverle la calma” (83).
De Elvira Ríos tampoco se nos ofrece su historia o su origen. Ella
es sólo una india descrita por Josué y María Egipciaca como una “joven
enfermera morenita, chaparrita, cariñosita […] tan prietecita y todita ves-
tida de blanco. Parece una mosca en un vaso de leche” (66), llega a la casa
Berlín y, no sólo despierta los deseos sexuales de Josué, sino que le da otra
pieza esencial para formar su identidad: el final de los refranes incompletos
de María Egipciaca. Esta referencia a los refranes que refieren al conoci-
miento general y popular de una sociedad, y que son completados por dos
mujeres con orígenes inciertos, y de idearios opuestos, instituyen la base
del individuo globalizado en formación. Ambas forman el espectro étnico
tan necesario para la creación de esta imagen. Tal y como explica Tom
Nairn en su ensayo Global Trajectories: America and the Unchosen:
Future national identities will be conditioned by the globali-
zing climate from the bottom up. In a more mingled world, ethno-
nationalism is already near the ‘Exit’ door. […] This shift neither
embodies nor represents the place of nationality, in either history
or human nature. Diversity remains a compelling structure, not a
pose or an optional display. Globalization is likely to give it more
house-room, not less (53).
116
Revista Pucara, N° 22 (113-122), 2010
Más interesante aún es que esta formación de idearios étnicos se dé
en la casa de la Calle Berlín como una referencia al muro de Berlín, puesto
que en la casa hay barreras que no pueden pasarse: la incomunicación, la
falta de información, la entrada a ciertas habitaciones, por sólo mencionar
algunas. Una vez se sobrepasan estas barreras, desaparecen María Egip-
ciaca, Elvira Ríos y, finalmente Josué deja la casa.
Para continuar su crecimiento y desarrollo educativo, Josué estudia
en la escuela de Presbíteros Católicos llamada Jalisco “desde que el libe-
ralismo revolucionario prohibió la enseñanza religiosa y el conservaduris-
mo revolucionario se hizo de la vista gorda y la permitió, pero sólo si las
escuelas no proclamaban la fe sino el patriotismo histórico o geográfico”
(21).
La vida de Errol Esparza, uno de los chicos de la escuela, es repre-
sentativa de la entrada de la globalización en la vida cotidiana de México.
Desde su nombre, que es el producto del gusto de su madre por las películas
norteamericanas, hasta su vivienda es un retrato de la incongruencia entre
lo internacional y lo nacional. Por ejemplo, la casa de la familia Esparza,
ubicada en el Pedregal de San Ángel, “un antiguo lecho volcánico […]
sobre cuyas oscuras y gruesas fundaciones el arquitecto Luis Barragán in-
tentó crear un barrio residencial moderno a partir de estrictas reglas” (37).
Entre las reglas, estaban: “que la piedra volcánica sirviese para construir”
y que las casas no tuviesen más adorno que los colores que asociaban “evo-
car el folklore, a México: azul añil, rojo guinda y amarillo solar” (37), que
nada recordase el caótico centro de la ciudad. Sin embargo, los inquilinos
del Pedregal no asumieron tales reglas, a excepción aparente de la familia
Esparza. “Al menos por fuera, Barragán triunfaba. Porque una vez que Je-
ricó y yo entramos al hogar de nuestro nuevo amigo Errol Esparza, lo que
encontramos fue un desorden barroco dentro de un caos neobarroco dentro
de un amontonamiento postbarroco” (38). Asimismo, las relaciones de la
familia Esparza reflejan esa incoherencia y extravagancia del hogar. El pa-
dre se presenta como un hombre de negocios que hizo su fortuna primero
como carpintero, luego como vendedor de muebles, más tarde como hote-
lero y, junto a los hoteles, propietario de salas de cine. Más adelante, Errol
confesará que todo ha sido una farsa que esconde negocios de prostitución
en el bajo mundo. Además, la madre de Errol también representa esa unión
entre las tradiciones antiguas y las nuevas tendencias globales: criada en
117
La incorporeidad de la nación/Aidalí Aponte
un convento, es maltratada por el marido, comprende el sexo como deber
religioso y no tiene otras relaciones interpersonales que las que tiene con
su esposo y su hijo, y su único gusto son las películas norteamericanas.
La familia Esparza son el perfecto retrato de la sociedad globalizada
que, como explica Daniel García Delgado, sufre cambios significativos
luego de la entrada del post-industrialismo. Para él, la sociedad está “más
diferenciada, con más dificultades para representar a distintos sectores,
culturas y estilos de vida” (78). En esta sociedad, continúa Delgado, “sur-
ge una nueva cuestión social que […] tiene que ver con la exclusión y la
vulnerabilidad social” (78). El producto de la conducta de la pareja Es-
parza, Errol, es totalmente sensible a su entorno. Aunque finge ser fuerte,
la última vez que Josué nos lo presenta, está solitario en un departamento
pequeño cantando junto a un chico desnudo, una versión de rock de la co-
nocida canción de mariachis, “Las golondrinas”. Su única razón de vivir
es “tener un destino que derroque” (56) a su padre.
Finalmente, la tres piezas angulares en la formación de la identidad
globalizada de Josué son en definitiva Jericó, Filopáter y Antonio Sangi-
nés: el amigo y los dos maestros. Si bien es importante señalar la alusión
clara que presenta Carlos Fuentes, al nombrar a los dos amigos como al
héroe israelita y a la ciudad rendida, Fuentes la distorsiona disociándola
del proceso de conquista, para transformarla en fase importante para el
desarrollo de la identidad de Josué como individuo globalizado. Es por
ello que, cuando toma la historia de la conquista de la ciudad de Jericó por
los israelitas, Fuentes crea una luxación en los personajes bíblicos involu-
crados en la misma.
Jericó, cuya entrada a la vida de Josué es tan abrupta como sus salidas,
se jacta de poseer más conocimientos que la masa inculta, y luego de ser
reconocido como defensor de Josué, lo lleva a la búsqueda de la erudición
para la creación de un nuevo estado al que sólo ellos tienen entrada. Sabe-
mos que, como Josué, es huérfano; pero a diferencia de su amigo, Jericó no
tiene ningún tipo de conexión; ni historia ni apellido. “Jericó. Me llamo
Jericó – dijo con súbita seriedad. – ¿Jericó qué? – insistí. – Jericó a secas.
Sin apellido – dijo mi nuevo amigo con un aire abrupto y definitivo” (25).
A pesar de no tener origen, Jericó tiene claras las reglas de lo que
lo hará construir su identidad y, subsecuentemente, la identidad de Josué.
“Jericó dijo entonces que […] él y yo debíamos establecer un proyecto
118
Revista Pucara, N° 22 (113-122), 2010
de vida y estudio que nos acercara para siempre. […] Lo importante era
sellar, aquí mismo, una alianza para toda la vida. […] Saber qué valores
compartíamos. Qué cosas rechazábamos.” (34 – 35) Este rechazo a ciertas
funciones sociales los separaban del resto de la sociedad y de la identidad
nacional mexicana y sus costumbres. La identidad globalizada de Josué y
Jericó dependía de la cantidad de intercambios que compartían entre ellos
y las ideas de pensadores desde Nietzche y San Agustín a Baruch Spinoza
y Fritz Lang, entre otros.
Jericó lleva a vivir a Josué al departamento en la calle Praga. Al igual
que la casa en la calle Berlín, la ubicación del departamento de Jericó es
importante.
Jericó vivía en el piso más alto de un edificio de la calle Pra-
ga. El oleaje verde del Paseo de la Reforma se escuchaba en per-
petuo conflicto con el tránsito gris de la Avenida Chapultepec. De
todos modos, vivir en el séptimo piso de una casa de apartamentos
sin elevadores tenía algo que nos aislaba de la ciudad y como en
los demás pisos no había más que oficinas, a partir de las siete de
la tarde el edificio era nuestro […] (102).
La casa de la calle Praga entre Reforma y Chapultepec es un símbolo
significativo. Es de saber que la ciudad de Praga, en Chekoslovakia, es uno
de los centros más importantes para la globalización. Su ubicación entre
la Reforma y Chapultepec puede representar ese punto de encuentro entre
la nación antigua y el mundo globalizado. Además, el séptimo piso donde
viven los jóvenes puede ser una referencia a los muchos paralelismos de la
novela con las historias bíblicas.
La unión de estos jóvenes, aunque basada en la filosofía que defien-
den y en el hecho de vivir juntos, se consolida en el burdel de La Hetara.
Jericó lleva a Josué al prostíbulo y afirma: “Nuestra puta, Josué. ¿Nuestra?
Lo mío es tuyo. Te prohíbo escoger. Yo ya escogí por ti” (104). Durante
el acto sexual donde ambos amigos la comparten, ella es sólo el hilo con-
ductor en la relación de ellos, es el único factor que los une físicamente.
–¿Puedes decirle algo que la haga palpitar? –me preguntó a la
oreja Jericó, dándonos él y yo las caras desnudas con la mujer en-
tre nosotros, los dos amigos frente a frente, jadeando, tratando en
119
La incorporeidad de la nación/Aidalí Aponte
vano de sonreír, encuerados en la ceguera carnal, las manos apo-
yadas en la cintura de la mujer, tocándonos él y yo los dedos […]
nuestras bocas unidas por una respiración compartida, anhelante,
sospechosa, púdica, enardecida (106).
La identidad sanguínea que no existe entre ellos, se subsana con el
contacto sexual que tienen ambos con la mujer. El placer sexual se vuelve
el acto de nacer “en este instante del mismo huevo” (106). Aunque Jericó
deja a Josué sin decir a donde va durante el período de estudio en la uni-
versidad, ya no existe manera de separarlos porque ambos crearon un lazo
indestructible: se convierten en Cástor y Pólux.
Por su parte, Filopáter y el licenciado Antonio Sanginés son las re-
presentaciones de los maestros que promueven la globalización. Por un
lado, Filopáter, “un hombre – el único hombre– capaz de desafiarnos” (51),
enfrenta a Josué y a Jericó con sus ideas filosóficas asegurándoles los ries-
gos del extremismo. “Queríamos, con precisión, aprender a pensar a partir
de los extremos. Nuestra proposición le resultaba transparente a alguien
como el padre Filopáter y su rápida atracción hacia un centro desocupado:
por nosotros y, en contra de los que pudiéramos imaginar, por él mismo.”
(89) Es interesante que las conversaciones con el sacerdote no se dan en la
escuela, sino caminando en la ciudad. Sin embargo, “en el acto de dialo-
gar, la ciudad tendía a desaparecer” (87). El espacio social deja de existir
porque para el hombre globalizado, la barrera de pueblo no existe, sino
la interacción; que es precisamente lo que sucedía entre los tres hombres.
Por otro lado, el licenciado Sanginés no hace que la ciudad desapa-
rezca, sino que el individuo descubra lo oculto de la ciudad: la ley que se
enseña en la Escuela de Derecho, la ley de la ciudad (y de América) y la
del Palacio Negro de San Juan de Aragón. Saginés, maestro de Derecho
Internacional Público, vive en una casa colonial en Coyoacán y este espa-
cio es el verdadero epítome de la globalización tal y como describe Nadal:
La residencia del profesor Sanginés respiraba un aire com-
partido entre el hombre y sus libros. Ambos se unían en una ética
internacionalista muy a contrapelo del nuevo laissez-faire global.
La globalización era un hecho y barría con su ímpetu viejas fronte-
ras, leyes y discursos, hábitos anticuados y defensas de las sobera-
120
Revista Pucara, N° 22 (113-122), 2010
nías. El magisterio de Antonio Sanginés no negaba esta realidad.
Sólo hacía notar, con elegante énfasis, los peligros (para todos)
de un mundo en el que las decisiones internacionales se tomaban
sin autoridad competente, sin justa causa, sin intención jurídica,
con proporcionalidad, y con la guerra como primer, y no último,
recurso (116-117).
Sanginés vivía lo que era la vida en las márgenes para crear el centro.
Su biblioteca la ocupaban sombríos libros policíacos y leyes carcelarias.
Sanginés comprende que “en toda la América Latina se rinde homenaje a
la ley sólo para violarla mejor” (118). Es por ello que Sanginés siente que
para entender a la nación, hay que entender a sus presidiarios. Así, envía
a Josué a estudiar la comunidad penitenciaria de México. “Y no cualquie-
ra, sino la más temida, más famosa pero más desconocida, visible en su
nombre extraño pero invisible en su aún más tétrico interior” (119): San
Juan de Aragón, “construido subterráneamente en el cause del antiguo Río
del Consulado” (120). La comunidad que presenta San Juan de Aragón se
divide en lo que, para Josué Nadal, son los diferentes infiernos de Dante.
Allí, para controlar a la población, se promueve la matanza entre los presi-
diarios y se crea una especie de río artificial para bañar/ahogar a los niños
en los niveles más bajos de la prisión. Nadal relata todo lo que ocurre en la
cárcel y a los presidiarios “porque influyeron de manera decisiva sobre mi
manera de ver a la sociedad, al país y a su gente” (137).
Ese entender a la ciudad y a la sociedad, unida a las conexiones que
tuvo con otros individuos para crear su identidad, le permite al hombre
globalizado tener una conciencia más clara de lo que posee su nación desde
un punto de vista postmoderno. Esta visión postmoderna se resume, según
Paul James en siete puntos: escoger radicalizadamente enfatizando en una
ética de autonomía; cruce de fronteras, viviendo en los márgenes en vez
de centrarse; una subjetivación fragmentaria que vuelve la identidad un hí-
brido; la ambivalencia; la diferencia como un modo radical de anti-comu-
nitarismo; el cosmopolitanismo multicultural; y la deconstrucción como
manera de observar al mundo (117). Josué Nadal, como ente globalizado,
cumple con los siete puntos que expone Paul James. Si bien es cierto que
Josué muere antes de lograr su definición de la nueva nación mexicana,
su corta vida es un reflejo del hombre mexicano que intenta reconocer el
121
La incorporeidad de la nación/Aidalí Aponte
potencial de su nación para interactuar con el resto del mundo. Los espa-
cios de la ciudad presentados por Fuentes son los espacios que empiezan
a interconectarse para redefinir al México postmoderno que Vicente Fox
quería conectar con el resto de las naciones humanas. Es un México que ya
posee la capacidad de crear conexiones, pero aún no ha logrado redefinirse
para mantener esas nuevas relaciones consigo mismo y con el mundo.
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ISSN 1390-0862
123
“Al patriotismo de las más sensibles”:
Las mujeres y la independencia en la actual
literatura ecuatoriana
To the patriotism of the most sensible:
women and independence in current ecuadorian literatura
Gloria Riera Rodríguez
Universidad de Cuenca, Cuenca, Ecuador
E-mail: griera@uasb.edu.ec
Resumen
Mi ensayo, dentro del marco de celebración del bicentenario de la
independencia, se aproxima a la memoria de los hechos rescatados por la
literatura, enfocándose en cómo se representa el recuerdo de las mujeres
pro independistas. Tiene como tesis central que una vez que se patentizan
las reivindicaciones sociales, políticas en contra de la colonia, también se
evidencian las demandas culturales en torno al sexo femenino. Usa como
modelos dos retratos literarios Manuela de Luis Zúñiga y Judith de la no-
vela Mientras llega el día. Al ser fijadas como mujeres subversivas, en
contra de la norma, por su actuación en las lides emancipadoras, obligan
a tomar distancia de los discursos patriarcales que las someten y a valorar
su presencia en la historia que tradicionalmente dio poco testimonio de su
actuación en estos momentos decisorios.
Palabras clave: Independencia, mujeres, transgresión, identidad
Abstract
Within the framework of celebrations of the Bicentenary of Indepen-
dence my essay aims at the memory of contemporary events preserved in
literature, focusing on how women who were in favour of the independen-
ce are remembered. My main thesis is that whenever social and political
claims against the Spanish Empire arise, cultural demands towards the fe-
minine appear at the same time. Two literary portraits will serve as exam-
Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
(Recibido: 16-11-2009) (Aceptado: 05-01-2010)
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Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
ples: Manuela by Luis Zuñiga and Judith in Juan Valdano´s novel Mientras
llega el día. As they are depicted as subversive women who fought for
the independence, they are opposed to traditional patriarchal texts where
they used to be suppressed. Now they have to be considered important in
history which traditionally gave little attention to women´s deeds in such
decisive times.
Key words: Independence, women, transgression, identity.
***
“Las campañas de los pueblos son débiles cuando ellas no se
alistan en el corazón de la mujer;
pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la
mujer anima y aplaude,
cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño,
la obra es invencible”.
José maRtí
“…una mujer todo lo puede, para que Holofernes quede tendido
sin respirar”.
Copla anónima quiteña, 1810, citada por Valdano
El legado esencial que nos brindan las remembranzas –y el festejo del
bicentenario lo es por excelencia– radica en el desentrañamiento del túnel
de la memoria, en búsqueda de esos fragmentos de recuerdo que se nos
quedaron en el camino. En la tarea, las palabras que usó San Martín para
condecorar y hacer gala del “patriotismo (que) las más sensibles” ostenta-
ron en el proceso independista de las colonias, resuenan como el eco de esa
historia vivida, pero pocas veces contada.
El buceo histórico en el que la literatura se ha sumergido desde hace
rato pesca esos fragmentos que, restituidos de su marginalidad, actúan
como un pretexto perfecto para devolver a esos heroísmos el protagonismo
que el documento muchas veces invisibilizó. Y es que el activismo de las
mujeres en los anales de los procesos separatistas de las colonias en el siglo
125
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
XIX, rescatado por la novela histórica, tiene muchas lecciones que valen la
pena retomar. La que me interesa atender, busca analizar cómo está siendo
tratada la mujer en los textos literarios referidos al proceso de independen-
cia, prestando especial atención a la manera cómo la historia alimenta la
ficción narrativa y sirve de modelo para fijar los estereotipos femeninos, de
tal forma que posibiliten nuevas formulaciones en torno a la construcción
del género femenino.
I.
Piedad, castidad, virginidad, respeto a la autoridad paterna, circuns-
cripción al círculo privado del hogar o el convento, eran algunos de los
parámetros que delimitaban el accionar de la mujer dieciochesca. De allí
que –según la visión tradicionalista– las historias de las gestas independis-
tas las ubicaran en el rincón de la casa, escondidas en el convento, fuera
de los escenarios de combate. No obstante, desde antes sabemos que esa
posición no da cuenta de todos los espectros de acción femeninos durante
el periodo. La documentación demuestra que se vieron involucradas en
distintas fases de la revolución. Tuvieron diversos ámbitos de participa-
ción: desde la mujer humilde que esperaba al combatiente y se afanaba en
sus cuidados, pasando por la matrona capaz de apostar sus recursos por la
causa patriota o realista, hasta la mujer soldado, insertada en la auténtica
lid. Estas últimas quedaron bautizadas conocidas como las rabonas, guari-
chas, soldadescas, pan de soldado, mujeres patria, de acuerdo a la región a
la que pertenecían.
Considerando lo anterior, no es fortuito que patriotas como Sucre,
San Martín, o el propio Bolívar hayan prodigado elogios a estas féminas.
Así, Sucre se refirió en estos términos a Doña María Ontaneda y Larraín,
quiteña de gran resonancia por su amplia participación en pro de la causa
patriota, “Cuando se trata de la libertad de la patria, preferible a toda con-
sideración, es muy satisfactorio para mí hablar de tan interesante asunto a
quien como usted ha hecho en su obsequio sacrificios superiores a su sexo”
(cit. por Sevilla, 268). San Martín instituyó la “Orden del Sol” para laudar
a quienes se habían distinguido por su involucramiento en el movimiento
independista. A las mujeres se le otorgó la condecoración de Caballeresa
del sol, como la que obtuvo la afamada Manuela Saénz, testimonio que
deja latente y explícito tales protagonismos.
126
Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
La recopilación de estos avatares y de esa otra dimensión humana que
también cruzó el proceso independista ha sido recopilada desde antaño por
nuestra literatura aunque con diversos matices. Dentro de esa pléyade de
letras, extraigo para este estudio a dos novelas del país que llegan más
cerca del periodo de emancipación: Manuela de Luis Zúñiga (1996), y
Mientras llega el día (1990) del cuencano Juan Valdano. Las dos nos
son muy cercanas en el tiempo y ejemplifican a las voces otras que tanto
interesan.
II.
Para Francisco Proaño Arandi, la producción literaria vertida sobre el
proceso de la independencia experimenta semejanzas a lo ocurrido con el
pensamiento político y su refleja en las modificaciones estructurales de la
sociedad ecuatoriana a lo largo de los siglos XIX y XX (263). En general,
la línea semántica que surca tales producciones, concluye Proaño, atestigua
una toma de conciencia de una identidad americana –aunque atravesada
por lo europeo–. Por otro lado, Peter Thomas considera que una de las ve-
nas que articulan a toda esta nueva novela histórica (a la que pertenecerían
nuestras novelas) es la perspectiva abiertamente política y cultural que las
diseña, empeñada en proponer modelos utópicos para el futuro “basados en
posibilidades perdidas del pasado” (10). Cristina Pons (1996), en su estu-
dio sobre la actual novela histórica, llega a concluir que la recuperación de
esas memorias está ligada inevitablemente con las preocupaciones sociales
y políticas contemporáneas. Hayden White (2003) explica que la novela
histórica es por naturaleza social y política ya que el historiador efectúa
un trabajo discriminatorio de acuerdo a su posición política en la medida
que determina qué sucesos extraer del pasado y desde que posición darlos
a conocer.
Yo añadiría a lo anterior que, cuando se revisa la posición de la mujer
en las actuales novelas, el marcado carácter político-cultural de las fic-
ciones se multiplica pues implica una actitud no solo ante un poder he-
gemónico sino ante las políticas, asunciones y rumbos culturales que han
determinado la posición femenina en la historia. Y el carácter trasgresor
de la revuelta se dilata hacia la mujer que se convierte en doblemente tras-
gresora: de un orden político constreñidor y de una imposición histórico-
cultural-sexual que la ha sometido.
127
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
Al respecto, Masiello, en concordancia con las ideas arriba expuestas,
concibe que la problemática de la mujer de ese periodo convulso puede ser
descifrada en términos de una doble identidad y que esa “female double
identity in history always indicate a complex negociation of the semiotic
field: in the nineteenth century, it finds its way into the conflicting deba-
tes about liberal ideals and republican thought, and allows us reflect in
women’s insertion in the world of politics and work” (60). Esta doble
asunción solo podrá desaparecer cuando todos los derechos cívicos, polí-
ticos, económicos, tengan el mismo valor social, ambición que persiguen
las justas libertarias.
Una de las figuras femeninas cimeras que nos permitían entender
este engranaje, es la tan recordada y mirada Manuela Sáenz (1797-1856).
Desde antaño, las crónicas la han retratado como la figura femenina ecua-
toriana más alta en el proceso independista. Luis Zúñiga nos la presenta
en la narración con un tono autobiográfico. En sus letras, los episodios
independistas en esta parte de América constituyen la parte medular de la
vida de esta dama. La magnificencia del retrato de Manuela radica en dos
aristas sustanciales. Por un lado, representa el signo de la trasgresión que
las convenciones habían prefigurado para su sexo y, por otro, encarna una
serie de arquetipos femeninos que trabajaron por la causa de re revolución.
Ella es la mujer espía, la que espera a que el hombre retorne de la batalla,
la que se vale de su condición para maquinar por la causa, la consejera, la
mujer soldado que llega incluso hasta a la batalla, la mujer administradora.
En general, se trata de la visión de una mujer entrada de lleno en las activi-
dades políticas y militares que requiere la gesta emancipadora.
Muchos de esos papeles que históricamente ejecutó la Sáenz, se tras-
ladan a la ficción –íntimamente enlazada con el archivo–. La obra, que de-
sarrollada cronológicamente la vida de Manuela, podría adjetivarse como
una biografía novelada, ligada de cerca al testimonio, hecho que se refuer-
za por el uso de la primera persona. En ella, Zúñiga recupera la imagen
consolidada en el imaginario de Manuela (sin cortes tajantes con el docu-
mento como ocurre con buena parte de la nueva novela histórica), para ir
en busca de posibles circunstancias específicas que hubiesen actuado como
atenuantes en la vida de la heroína. Se trata de un texto donde la ficción se
entreteje alrededor de las varias y aun contradictorias posibilidades que tal
figura ofrece.
128
Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
La biografía de Zúñiga atestigua que la heroína empezó a ser copar-
tícipe de los ideales libertarios ya en la revolución quiteña del 10 de agos-
to de 1809 y que colaboró fehacientemente en las instigaciones políticas
en contra de la corona cuando vivía en Lima, incluso antes de conocer a
Bolívar. Como dama de alta sociedad, criolla ella, al frecuentar los altos
salones sociales, conoce a gente incorporada a la lucha. En las tertulias de
las que participa (frecuentemente sin la compañía de su esposo viajero co-
merciante) emite criterios y juicios sobre el sentido mismo de la lucha. Su
papel fue de espía, azuzadora de la causa y correveidile de los sucesos que
sobre el asunto ocurrían en el resto del continente. La vemos trasmitiendo
secretamente las noticias y los acuerdos de conspiración, ayudando en la
elaboración de pasquines y en su distribución.
Está acompañada de otras mujeres. Una de las que nombra directa-
mente es a Rosita Campuzano quien es, además, tan vituperada y criticada
como ella por su “naturaleza revoltosa”. La visión que de ella nos entrega
es de una mujer tan involucrada como ella en la causa, y más dada la cer-
canía que tenía San Martín. Su misión también consiste en reclutar gente
para las filas patriotas: “Comenzamos a influir con habilidad en la tropa
para conseguir su incorporación a las filas de los luchadores por la eman-
cipación política del Perú” (79). Llegó incluso a convencer a su propio
hermano. En estos episodios Manuela tenía la conciencia lúcida del sentido
de la libertad La novela deja ver que la motivación de Manuela respondía
a decisiones personales forjadas por la coyuntura de las circunstancias,
“aquella libertad que yo la sentía tan necesaria y justa” (Zúñiga, 85). Por
esta inicial participación, fue premiada con la condecoración ya menciona-
da que le hiciera San Martín.
Cuando conoce a Simón Bolívar en Quito, en 1822 su inmersión en
la lucha se duplica. Al Libertador no solo la ligó un interés sentimental sino
también el anhelo de una América libre. Ella lo aconseja, orienta y ayuda
en la organización de acciones claves para los patriotas en su lucha, y no
para menos, se halla a lado de Bolívar, eje de la gesta. Ejemplos de esta
voluntad de acción fue su participación en las diversas batallas contra los
realistas, a las que acude con vituallas y mulas para colaborar con la tropa.
Fue también a la batalla de Ayacucho, en 1824. En esa lid, con uniforme de
soldado y armas en mano lidió por la emancipación de la corona y obtuvo
por mérito propio el grado de Coronela. Como testimonio, también incor-
pora a las cientos de mujeres que participaron de esas batallas:
129
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
Mire usted a las mujeres de sus soldados, que igualmente
arriesgan la vida para acompañarlos en estas lides. ¿No piensa que
ellas son dignas de condecoración? […] A las que nos sentimos un
soldado más de la causa de la libertad, pues que nos cueste el em-
peño de someternos a los sinsabores y calamidades de este peligro-
so sendero. No crea que ha sido fácil para mí esta decisión (122).
Es latente su deseo de protagonizar, de ser partícipe activa de las lu-
chas y no ser marginada de ellas. No solo se movió en ese campo tan
masculino. Su intuición de mujer la llevó a salvar la vida del Libertador en
el asalto que sufriera en el palacio de San Carlos en Bogotá, acción que le
valió el sobrenombre de ‘Libertadora del Libertador’ en 1828. Sospechan-
do la traición que se maquinaban en contra de su General, actuó a fuerza
de impulso y garra para detenerlo.
Por otro lado, el notorio y público romance que sostuvo con Simón
Bolívar, pese a ser de dominio público que estaba casada con el inglés
Thorne, la consigna como un signo andrógino (trasgresor) por excelencia.
Pero no solo rompe las reglas y valores asignados a la mujer en cuanto a su
rol de esposa con este público romance. Otro factor moldea tal carácter es
su esterilidad. Al no ubicarla en la esfera privada, como el ángel de la casa,
sino protagonizando otros espacios –los tradicionalmente masculinos–. Se
halla en las tertulias donde emite juicios políticos, camina por las calles
a altas horas de la noche sola, administra la correspondencia de Bolívar,
es anfitriona de fiestas y toma decisiones como la de emular a Santander
con un muñeco y dispararlo, sale en su caballo y va junto a la tropa. Y el
culmen de esta androginia llega cuando la leemos vestida con uniforme de
soldado. En la obra, fue el propio Bolívar quien le entrega el ropaje y la
anima a usarlo y ella, obviamente, echa mano de él:
Cómo voy a olvidar aquella tarde cuando, sin que nadie se
percatara de mi verdadera identidad, armada y disfrazada de mili-
tar, pude ingresar a caballo al cuartel de los sublevados. Una vez
dentro, empecé a hablar y repartir dinero a la tropa para que pudie-
se reaccionar y no fuese cegada por la traición de los altos oficiales
(149).
Entonces, tal y como lo prefigura Masiello, las mujeres entran al cam-
po del debate político que se está tejiendo usando un disfraz, que no solo
130
Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
constituye un discurso subalterno sino alternativas de acción. En este sen-
tido, la mujer representa las tensiones entre la ley y el desacato. Se trata de
la ley civil y de la ley cultural; la mujer va contra ambas. Al mismo tiempo,
el sujeto femenino se mueve entre los dos extremos de la memoria que
buscan tanto la integración a la lucha en su calidad de ciudadana ameri-
cana, sin consideraciones distintivas por su sexo, así como en el marco de
la desintegración: lejos del código español, lejos del código patriarcal. El
discurso, a la final, nos recuerda que tales comportamientos muestran las
inadecuaciones entre el proyecto nacional que seguía a la ideología de la
independencia para definir a su población dentro de sí. En general, pese a
la evidente intención mimética de la novela con el archivo, la obra incor-
pora una visión subjetiva profunda de la mujer. Más que presentarnos a la
mujer en un pedestal de veneración nostálgica, nos la entrega en su natural
condición humana, que busca ser acogida en el nuevo orden.
III.
La novela Mientras llega el día (1990) de Juan Valdano, se concentra
en los hechos que ocurrieron en el actual Ecuador el 2 de Agosto de 1810.
Lo que acaeció en tales momentos, en realidad, fue la consecuencia de una
serie de acontecimientos anteriores que comenzaron con la instalación de
la Primera Junta de Gobierno Soberana en Quito el 10 de Agosto de 1809.
El antecedente histórico relata que en 1808 llegó a Quito a ocupar el cargo
de Presidente el Conde Manuel Ruiz de Castilla, comandante del pelotón
de ejecución de Túpac Amaru. El 10 de Agosto del siguiente año, un gru-
po de quiteños lo destituyen, le comunican la decisión y la conformación
de la Junta Suprema que actuaría sin intervención de la corona española.
Meses más tarde, Ruiz retomó el poder y todos quienes habían participado
en el movimiento fueron perseguidos, encarcelados y asesinados en una
matanza hartamente recordada, sucedida el 2 de Agosto de 1810. La trama
hilvana una serie de aconteceres enfocados en la búsqueda de las cabeci-
llas del movimiento que se atrevió a deponer al representante del gobierno
español meses atrás y en la recuperación de los encarcelados. Desemboca
en un cruento episodio que culmina con la muerte de muchos civiles y de
los patriotas ese fatal 2 de Agosto.
Los personajes que testifican sobre tal acontecimiento histórico, a di-
ferencia del tono de Zúñiga, son ficcionales y se mueven en las fronteras
131
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
de lo que “pudo ser”. Pedro Matías Ampudia es el protagonista. Él es un
mestizo de sólida formación intelectual, heredero y discípulo de la doctrina
de Espejo quien lidera la sedición contra la corona. Lo interesante de la
novela es que junto a él aparecen una serie de personajes populares medios
plenamente conscientes del sentido de los acontecimientos. Entre ellos está
Judith, pareja de Ampudia.
Judith es una criolla que comparte el ideal patriota. Sabemos que es-
tuvo casada a la fuerza pero que ella escapó se esa relación, es el primer
signo de irreverencialidad que ella ejecuta. Vive sola cuidando a su ancia-
no padre. Su entrada en la obra es participando en el movimiento insur-
gente como encubridora. Pedro, perseguido por la tropa realista, ve en
el hogar de Judith el escondite perfecto. Ella lo acoge sin problema, muy
gustosa. Con el escondido inicia un romance pese a la diferencia de edad.
Desde allí su participación en la lucha es más abierta y más comprometida.
Las siguientes páginas la alejan del relato. Al final de los acontecimientos,
es pieza clave. Una vez que Pedro ha sido tomado prisionero, urde un plan
para rescatarlo, ¿cómo? Lanzándose ella misma como señuelo invita a una
salida nocturna al militar líder de los realistas, Carlos Bermúdez, ofrecién-
dole decir dónde encontrar el armamento tomado por la plebe y ofrecién-
dole también su cuerpo. El plan ella mismo lo ha puesto en marcha y no
admite discusiones pues “la decisión de una mujer mueve incluso a los
pusilánimes. Sé que con ello pondré mi vida en juego… pero sé también
que esta es la única respuesta que puedo dar en esta hora” (Valdano, 280).
Él acude. La ocasión es aprovechada por ella y sus amigos para capturarlo
junto con el amigo que lo acompaña; ellos son encerrados en una bodega
de vino. Sin más que hacer, los cautivos se emborrachan y el hecho es
aprovechado por los patriotas para usarlos como señuelo. Los llevan a la
cárcel donde yace el preso, los ingresan en el calabazo, momento que es
aprovechado para intercambiar prendas y hacerlo pasar por preso. Ampu-
dia toma su ropaje y sale.
Pero, a más de este plan lleno de riesgos por el honor de la dama en
juego, no es la única instancia de acción de Judith. Al igual que Manuela,
su participación en las tertulias revela a una mujer comprometida –aunque
más por el desarrollo mismo de los eventos- con la anhelo de libertad. Ju-
dith es capaz de estas disquisiciones: “este pueblo está secularmente acos-
tumbrado a ser dominado y poseído. No conoce otra forma de relación
con la autoridad. Inclusive siente un extraño placer de saberse humillado
132
Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
y digno de compasión […] Ahora veo el sentido de la palabra dignidad en
el que tanto había insistido Pedro Matías”. (293). Y cuando siente desfa-
llecer el ánimo del soldado, de la gente misma que boga por su libertad,
exclama con rabia: “¿Son ustedes varones? ¿Son follones? ¿Qué son? […]
Si ustedes no se unen a mí yo lo haré sola” (290). Al mencionar al género
masculino está estableciendo una distancia y una proximidad sexual y por
tanto, evidenciando que las fronteras genéricas, las líneas identificatorias,
se han debilitado a la luz de los acontecimientos.
El papel de Judith en la obra, según lo ha delineado Valdano, alego-
riza semánticamente por la onomástica (repetido con insistencia) al per-
sonaje religioso de Judith. Su figura aparece en la segunda parte del libro
bíblico que lleva su nombre (hebreo, ‘judía’), tras reprochar a su pueblo
por perder la fe en Dios bajo el asedio, se ofrece para salvarlos. Marcha
hacia el campamento asirio, finge ser una informante contra su propio pue-
blo, y atrae la atención de Holofernes, quien la invita a un banquete en su
tienda. Durante el banquete, Holofernes se embriaga y se queda dormido.
Judit empuña una espada, lo decapita, envuelve la cabeza cortada en una
alforja y regresa junto a su pueblo. Los eufóricos israelitas atacan a los
asirios y éstos, sin líder, huyen despavoridos. Judit dirige al pueblo en un
cántico de celebración y alabanza, y acto seguido todos marchan a Jerusa-
lén para ofrendar una acción de gracias. En Mientras llega al día su acción
es completamente similar. La única diferencia es que no decapita al rey
literalmente pero sí “lo deja sin cabeza” al embriagarlo. Los otros detalles
coinciden a la perfección: su carácter de espía, de informante, el ataque al
líder, la exhortación al pueblo, el cerebro del plan, el arrastre del pueblo
hacia la lucha. De esa manera, se torna en un personaje profundamente de-
cidor y protagónico en el proceso de lucha. Asimismo se liga con la figura
de Eva, quien pisa la cabeza del enemigo.
Al final del texto, Judith inicia un cántico de amor que alterna con
Pedro Ampudia. Es breve pero intenso. En él, los sentimientos femeninos
pasionales y los que despliega en las circunstancias de la lucha exhiben
cómo su heroicidad está sustentada en la fuerza de su feminidad y en el
uso de sus atributos femeninos: “Mientras haya tiempo imaginaré toda la
vida y todo el amor de los que soy capaz, pues solo la vehemencia de mi
deseo logrará desviar la fatalidad” (283). El discurso amatorio lleva un
sentimiento íntimo profundo. Con ello, no está excluyendo lo privado ni
la sensibilidad como adjetivos que rodean a la mujer, sino reconceptua-
133
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
lizando el dominio privado: no se trata de un espacio circunscrito a un
sexo, sino al sentimiento, a la emoción. Lo reitera cuando manifiesta que
“yo prefiero las verdades que siente el corazón” (161), frente a la lógica
masculina que le exhibe el sacerdote. Masiello argumenta que es necesaria
la intimidad femenina para la visión liberal porque ellas usan un lenguaje
lleno de sentimientos para resistirse a un único lenguaje, para mostrar que
los conceptos de ciudadanía deben ser reformulados.
Judith no es la única mujer que Valdano ha forjado. También están
Petita, Carmelita Manzanos, la esposa de Florencio Rojas o las cientos
de mujeres que apoyan a sus hombres en el combate. Pero es ella, como
imagen ficcional, inventada, la que constituye la alegoría que exhibe la
participación de muchas otras mujeres presentes en las lides emancipado-
ras. La historia efectiva no deja dudas. Cuenta que existían otras mujeres
con similitud de cualidades de nuestras heroínas, así está María Ontaneda y
Larraín quien estuvo a la cabeza de las mujeres revoltosas que apedrearon
al Sr. Conde Ruiz de Castilla. La misma mujer aprovechó un día de visita
para facilitar a Pedro Montúfar vestidos de mujer, distraer a los guardias y
favorecer su fuga. Otra mujer, Josefa Herrera, se movilizaba con inusitada
agilidad entre Quito y Latacunga para organizar el avituallamiento; segu-
ramente daba motivos específicos a la tropa.
Para finalizar, es válido comprender el sentido de la independencia
que Valdano traslada a sus novelas. Para él, el asumir la identidad es el sos-
tén ideológico de la causa libertaria. No somos europeos ni indios, arguye.
De allí que hay que convertirse en huérfano de todas sangres: “Hay que
exorcizar a los demonios que surgen de las sombras del pasado, solo así se
puede empezar el nuevo camino de libertad” (286). Quizá, de esa manera
es como también puede entenderse el sentido de la participación de la mu-
jer en la gesta que él representa. Hay que superar los vestigios de esas im-
posiciones culturales para ser ese ‘otro’ que el nuevo orden requiere. Y ese
otro labra su propio destino. Vista así, la novela paraleliza el movimiento
político –independencia- con el desarrollo de una conciencia crítica que
parte de la autoidentificación del yo frente a la alteridad y se constituye de
esta manera en una estrategia cognoscitiva y ontológica del ser.
Ideas finales
La novela histórica gestada alrededor de las gesta de emancipación
pretende demostrar que la consecución de la libertad en América Latina
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Revista Pucara, N° 22 (123-135), 2010
actuó como un proceso trasgresor y de ruptura frente a los convencionalis-
mos políticos e identitarios que habían definido al sujeto americano. Fue
necesario entonces un nuevo soporte ontológico, el cual –en las mujeres–
acarrea también a su condición de género. El efecto de esta asunción es que
inserta el proceso en una suerte de acción de mayores alcances, y con ello
también de mayores problematizaciones. El poder disidente que ocasiona
la mujer representa igualmente un cuestionamiento en términos históricos
y culturales, “de la manera en que los límites y los significados de perte-
nencia son construidos dentro de un espacio de hegemonía cultural y polí-
tica desde el cual se producen los discursos y a partir del cual se define la
identidad” (Pons, 263).
En ese marco de tensiones ideológicas, los personajes femeninos de
las novelas de este estudio destacan por el cómo actúan frente a dichas pre-
ocupaciones y por el cómo las resuelven. Y entonces, las vemos discurrir
lejos del espacio privado que tradicionalmente encadenaba a la mujer. Si
la convención sintetizaba a la mujer a la exclusiva condición de madre,
ellas no son con exclusividad ni útero reproductor ni cerebro pequeño. No
están atrapadas ni condicionadas por la procreación, ninguna de ellas es
madre y no aspiran a serlo; aunque Manuela, tibiamente hace alusión a su
infertilidad pero nunca vista como un sino trágico. En ellas la maternidad
inconclusa las releva de lo exclusivamente privado, se las necesita públi-
cas. Además, ninguna de estas protagonistas representa la voz sumisa que
obedece sino la contrarréplica que protesta lo que es un también un rasgo
subversivo.
Con aquellos caracteres especiales, se tornan en personalidades in-
fluyentes dada su vinculación con el poder político o intelectual. Su praxis
altera el aspecto individual de los acontecimientos, en algunas de sus con-
secuencias particulares, e incluso influye en los destinos de la sociedad. Su
presencia, como activas en presencia en las guerras de la independencia,
permite refuncionalizar el uso las convenciones del subgénero histórico y
las convenciones genéricas para inscribir a la mujer en diálogo abierto con
la historia, la nación y la ficción. Esta refuncionalización alcanza también
a sus condiciones sexuales. Tanto en Judith como en Manuela, las reivin-
dicaciones que exigen para sus lares llevan consigo también las exigencias
que requieren para sí mismas, por su sexo. La libertad anhelada no es solo
política, es también en su calidad de individuo.
135
“Al patriotismo de las más sensibles”: las mujeres y la independencia.../Gloria Riera
Las heroínas logran superar estereotipos culturales para actuar des-
de los intersticios de un poder y de una racionalidad para convertirse en
íconos, en figuras también protagónicas. De esta manera, la presencia de
las mujeres reconstruye el stablishment social sobre las identidades mas-
culinas y femeninas porque permite reconsiderar el rol de la mujer a través
de los procesos históricos y de representación que la han marcado. “El pa-
triotismo de las más sensibles”, aclamado por San Martín, merece corearse
también por los ciudadanos presentes y merece la “sensibilidad” que dé
lugar a la apertura de la memoria hacia esos nuevos registros para admitir
lenguajes y sujetos alternativos. Y al repensar las categorías tradicionales,
la literatura crea su propio mundo, un mundo que el referente aplaude.
Bibliografía
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ISSN 1390-0862
137
Posiciones insurgentes en Cuenca
en torno al 10 de agosto de 1809
Insurgent positions in Cuenca around August 10, 1809
Manuel Carrasco Vintimilla
Universidad de Cuenca Cuenca, Ecuador
E-mail: manuel.carrasco@ucuenca.edu.ec
Resumen
Se plantea la necesidad de buscar y confrontar las corrientes o estruc-
turas sociales de los pueblos a fin de que la historia no sea comprendida
desde una visión unilateral como es el caso frecuente de atribuir a Cuenca
la condición de bastión realista en el proceso independentista. Se examinan
dos momentos coyunturales –a partir de 16 de agosto de 1809 y de marzo
de 1811– como antecedentes insurgentes de la independencia comarcana
que culmina el 3 de noviembre de 1820, señalando que vecinos de Cuenca
apoyaron la gesta libertaria de Quito y que la corriente realista estuvo lide-
rada por autoridades españolas quienes implantaron un régimen de terror
para controlar y reprimir a la población. Se plantea la necesidad de nuevas
investigaciones sobre la independencia de Cuenca.
Palabras clave: insurgente, realistas, patriotas, proceso, independencia
Abstract
This work thinks about the necessity to look for and to confront the
social structures of the nations, so that history is not understood from an
unilateral vision, like it is the frequent case of attributing Cuenca the condi-
tion of realistic fortress in the independence process. Two moments of the
situation are examined –starting from August 16 1809 and March 1811– as
insurgent antecedents of the independence of the city that culminates No-
vember of 1820, pointing out that neighbors from Cuenca supported the
Revista Pucara, N° 22 (137-143), 2010
(Recibido: 30-10-2009) (Aceptado: 15-01-2010)
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Revista Pucara, N° 22 (137-143), 2010
liberal independence of Quito and that the realistic current was lead for
Spanish authorities who implanted a terror regime to control and to repress
the population.
Key words: insurgent, realistics, patriots, process, independence.
1.- El 10 de agosto de 1809 y sus repercusiones en Cuenca
Las historias de las sociedades humanas están atravesadas por una
doble, y quizás triple estructuración. A fin de realizar el análisis histórico
es necesario captar sus estructuras y explicar y comprender la Historia a
partir de estas líneas de análisis, caso contrario el recuento histórico resulta
unilateral y sesgado. En el caso de Cuenca y el proceso independentista in-
tuimos que hubo esta doble estructuración, esto es, que se dio una corriente
realista (apegada a los moldes sociales del Antiguo Régimen), como así
lo afirma la historiografía tradicional, y una, digamos, subterránea y débil
oposición a las corrientes sociales del absolutismo español, que acaso ba-
rruntaba cambios ante la decadencia de la monarquía castellana, al calor
del advenimiento de nuevas cosmovisiones que llegaban desde el Viejo
Mundo, alentadas por las profundas trasformaciones que vivía el Occiden-
te desde los inicios de la revolución industrial, las alteraciones políticas
propuestas por las burguesías emergentes y las que surgían en estas tie-
rras ante las acuciantes necesidades no satisfechas por un régimen colonial
caduco; posiciones insurgentes, decimos, a cuyos detentadores se les ha
asignado el calificativo de patriotas.
Cabe plantearnos también que la independencia de los países hispa-
noamericanos fue un proceso en el cual muchos principios, finalidades y
metas no estuvieron claramente definidos sino que, como en todo proceso,
sus resultados finales se irían perfilando y consolidando a medida de sus
avances y en consonancia con los requerimientos sociales de la época. Vale
la pena plantearnos por ejemplo si es que las gentes de la época tenían cla-
ra la dicotomía política monarquía-república (como se la entendió a partir
de las revoluciones de los siglos XVII y XVIII) o si esta diferenciación
entre dos regímenes políticos fue surgiendo a medida que se producían los
enfrentamientos y las contradicciones de los bandos políticos actuantes en
la época.
El trabajo investigativo –aún en construcción– que en esta ocasión
presentamos pretende aclarar y profundizar ciertas interpretaciones histo-
139
Posiciones insurgentes en Cuenca en torno al 10 de agosto de 1809/Manuel Carrasco
riográficas regionales y nacionales en torno a los sucesos del 10 de agosto
de 1809 acaecidos en Quito y sus repercusiones en nuestra ciudad, consi-
derado este movimiento como el iniciador de un largo proceso indepen-
dentista que a la postre terminó con el régimen monárquico, para instaurar
el sistema de gobierno republicano que nos rige hasta nuestros días.
Generalmente se atribuye a Cuenca y a los cuencanos una posición
abiertamente contraria a las propuestas políticas quiteñas, de tal manera
que, con cierta ligereza se afirma que Cuenca fue el bastión realista en el
seno de los movimientos precursores de la independencia que desarrolla-
ron en la Real Audiencia de Quito a partir de 1809.
La hipótesis de este trabajo plantea que no se ha estudiado debida-
mente el proceso independentista de nuestra ciudad, quizás por falta de
fuentes documentales, por desconocimiento de éstas o tal vez porque cier-
tos intereses ideológicos intentan presentar a la ciudad y su región como
el centro de resistencia del realismo en aquellos tiempos aurorales de la
emancipación. Pensamos que en esta línea hay aún un gran filón investiga-
tivo que nos llevaría a revisar y repensar la historia de la emancipación de
nuestra tierra –como lo están haciendo Margarita Vega y Cecilia Méndez–
en abierta contradicción de lo que podríamos denominar la versión oficial
mantenida hasta nuestros días.
Los sucesos del 10 de agosto de 1809 se conocieron en Cuenca el 16
del mismo mes. El cabildo cuencano, controlado por el gobernador Ayme-
rich y el obispo Quintián Ponte conformó una Junta Auxiliar para oponer-
se a la de Quito e instauró un régimen de terror y pesquisa, atemorizando
al vecindario hasta imponerle el silencio y la sumisión a las voluntades
omnímodas del gobernador y el obispo.
“El gobernador y el Cabildo cuencano organizaron procesos de juz-
gamiento contra los que habían demostrado alguna simpatía por el movi-
miento quiteño iniciado el 10 de agosto de 1809. Eran sospechosos todos
los que habían mantenido alguna correspondencia con las nuevas autorida-
des de Quito, los que de alguna manera habían mostrado su simpatía con
el movimiento o que de cualquier forma, aunque sea con una expresión,
se habían interesado por la revolución. El primer paso fue el embargo, la
confiscación y el remate de sus bienes” (Cordero Iñiguez Juan, Cuenca y el
10 de Agosto de 1809, 2009).
En febrero de este año se presentó en la ciudad el libro, en homenaje a
la gesta quiteña, Cuenca y el 10 de Agosto de 1809. La obra trae un estudio
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Revista Pucara, N° 22 (137-143), 2010
introductorio, escrito por Juan Cordero Iñiguez, y la trascripción paleográ-
fica de “La serie de documentos signados en el Archivo General de Indias
como Lima 803 (que) fue preparada por las autoridades de la ciudad de
Cuenca a fines de 1809 y a principios de 1810, según las certificaciones
de los escribanos, y tuvo como objetivo claro la obtención de mercedes a
favor de la ciudad que debía concederlas Fernando VII o quienes le rem-
plazaban legalmente mientras permanecía en cautiverio bajo las órdenes de
Napoleón Bonaparte” (Cordero Iñiguez, 2009).
En el estudio introductorio Cordero Iñiguez sintetiza los sucesos que
se vivieron en la ciudad a raíz de que se conoció oficialmente en el Cabildo
los acontecimientos del 10 ocurridos en Quito. “Por la presión ideológica
del obispo Andrés Quintián Ponte y Andrade, coordinada con el poder
político de Melchor de Aymerich, gobernador de Cuenca, la ciudad se pro-
nunció abiertamente para liderar la oposición a la Junta Revolucionaria de
Quito, y desde el 16 de agosto, fecha de arribo de la primera comunicación
oficial de los cambios ocurridos en Quito, comenzó la preparación de la
resistencia y de un ejército que debía ir al norte a sofocar a los alzados”
(íbid).
Así, “Cuenca fue oficialmente realista en aquellos tiempos, con unos
pocos ciudadanos que temerosos simpatizaron con los patriotas quiteños,
pero pronto se transformó en una ciudad libertaria que inmoló muchas vi-
das en el proceso revolucionario” (Cordero Iñiguez, 2009).
De alguna manera, ésta coincide con las versiones más difundidas y
conocidas, en los textos escolares y en los estudios realizados en torno a
los sucesos del 10 de agosto de 1809 y sus repercusiones en nuestra ciudad.
Sin embargo, quien esto escribe y las dos investigadoras anteriormente ci-
tadas pensamos que hay algo más, más allá de las versiones generalmente
aceptadas, que las investigaciones pueden abrirse a campos más amplios y
ricos en análisis e interpretaciones si buscamos las otras estructuraciones
sociales e interpretativas de la época, hasta deshacer el nudo dialéctico-
ideológico que marcaba las circunstancias políticas de la época.
Por ejemplo, ¿por qué pensar que fueron unos pocos ciudadanos te-
merosos quienes simpatizaron con los patriotas quiteños? ¿No llegaron al-
gunos al martirio y otros continuaron la lucha conforme se desataron los
sucesos? ¿Qué sucedió entre 1809 y 1820 para que Cuenca se convirtiera
en una ciudad libertaria que inmoló muchas vidas en el proceso revolucio-
nario?
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Posiciones insurgentes en Cuenca en torno al 10 de agosto de 1809/Manuel Carrasco
Interrogantes a las cuáles sólo la investigación puede dar una respues-
ta adecuada ayudándonos a encontrar los otros componentes estructurales
de la realidad social de aquellos tiempos.
2.- Un nuevo paso en el proceso insurgente hacia 1820
Los historiógrafos cuencanos han detectado algunos síntomas de los
anhelos insurgentes en Cuenca, ubicándoles a muchos de ellos en la época
colonial y especialmente en el siglo XVIII, en el gobierno de Vallejo Ta-
cón para pasar a relatar la reacción realista frente a los sucesos del 10 de
agosto y culminar con el recuento de la gesta libertaria del 3 de noviembre
de 1820.
Sin embargo, existen algunos vacíos por rellenar e interpretar. Los
sucesos a los cuales vamos a referirnos y sus actores sociales son poco co-
nocidos o ignorados definitivamente. Tal es el caso de un proceso judicial,
quizás muy significativo para nuestro propósito, instaurado en Cuenca y la
región a partir del intento fallido de tomar la ciudad por parte de Comisio-
nado Regio Don Carlos Montufar quien llegó a la Real Audiencia de Quito
tras los desgraciados sucesos del 2 de agosto de 1810. Los sucesos polí-
ticos sociales que se desencadenaron a partir de marzo de 1811 de alguna
manera constituyen una segunda fase del conflicto que se dio en la urbe a
raíz del 16 de agosto de 1809 y puede ser considerado un segundo paso en
el proceso insurgente que culminaría años después en el 3 de noviembre de
1820 con la declaratoria de la independencia
Luego de conformar la segunda Junta de Gobierno y tras vencer a
Arredondo en las cercanías de Guaranda, Montufar se dirigió a Cuenca,
ciudad en la cual residía la Presidencia de la Real Audiencia de Quito, a
cargo de don Joaquín Molina y Zuleta, de signado por el Virrey de Lima.
Conocedores de su avance sobre la urbe un grupo de cuencanos lide-
rados por Joaquín Antonio Calderón y Salazar1 preparaban su recibimien-
to. Uno de los testigos que depusieron en contra de Calderón indicaba que
éste había manifestado que “en el año pasado estuvieron engañados los de
Cuenca y por tanto se opusieron pero en el presente habían conocido el bien
y estaban llanos a recibirlo los principales sujetos de esta ciudad como eran
doña Luisa Andrade, don Miguel Malo, don Manuel Andrade, don Ignacio
1 Ver Joaquín Antonio Calderón y Salazar, un cuencano precursor de la indepen-
dencia, en Pucara 18. 2004.
142
Revista Pucara, N° 22 (137-143), 2010
Pazmiño y otros muchos que el declarante no hace memoria”2 (Testimonio
perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado, A.G.I, 219).
Detenido en Guasuntos en marzo de 1811, juzgado y sentenciado por
delitos de estado, tras juicio sumario instruido por un oficial del Cuartel
Real de Lima, a la sazón acantonado en Cuenca, Calderón y Salazar fue
remitido a la prisión de Cádiz, ciudad en la que logró su libertad por inter-
vención de José Mejía Lequerica, convirtiéndose en una especie de apá-
trida en la Península. Refugiado en Astorga, Reino de León, hacia 1816
fue denunciado nuevamente en la calidad de sedicioso por don Manuel de
Mello, antiguo cortesano, presunto favorito de María Luisa de Parma, de-
seoso de recuperar el favor de la Corte de la que había sido expulsado tras
los sucesos de Aranjuez y la ocupación francesa de 1808.
En efecto, Calderón y Salazar era considerado “un verdadero revo-
lucionario, seductor y cómplice en el alzamiento de Quito por la adicción
que tiene a todas sus máximas y aún ha tratado de dar ayuda a aquellos
insurgentes para que extiendan sus criminosos atentados e insurrección a
esta leal ciudad, según resulta probado. Para evitar las fatales consecuen-
cias de la seducción de este reo pueda traer partido para la mala causa y,
teniendo en consideración lo ordenado por la ley, libro cuarto de las Mu-
nicipalidades, sin embargo del indulto concedido por las Cortes, con fecha
15 de Octubre del año próximo pasado de 810, para evitar los gravísimos
males que seguramente se deben esperar de la permanencia de este reo
en la provincia y aún en otra cualesquiera de estos dominios, remítase a
la plaza de Guayaquil, con el correspondiente oficio e inserción de este
auto, al Señor Gobernador para que se sirva en primera ocasión dirigirlo a
España a disposición del Supremo Consejo de Regencia, al que se le dará
cuenta con testimonio íntegro de esta causa y el correspondiente informe
por duplicado para que en su vista se sirva aquel Supremo Consejo tomar
la providencia que se estime más de justicia, quedando por tanto y hasta
sus resultas en secuestro los bienes que le están embargados” (Testimonio
perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado A.G.I. 219).
Como se puede ver se toman rigurosas medidas similares a las apli-
cadas a los vecinos de la ciudad a partir del 16 de agosto de 1809, esto es
2 Tendríamos que entender lo del “año pasado de 1809”, y que en el presente
–1811– habían conocido los cuencanos el bien que significaba la posición quiteña,
por lo que estaban dispuestos a recibir este bien.
143
Posiciones insurgentes en Cuenca en torno al 10 de agosto de 1809/Manuel Carrasco
prisión, consejo de guerra o juicio sumario, confiscación, remate de bienes
y destierro.
Conviene decir que como consecuencia del juicio seguido en contra
de Calderón y Salazar resultaron procesados un tío de él, sus hijos, dos
sacerdotes (uno cuencano, otro quiteño), y el escribano Ignacio Pazmiño,
confinado a Lima.
A manera de conclusión hemos de manifestar que estos son dos mo-
vimientos insurgentes, reprimidos con rigor por las autoridades españolas
realistas pueden ser considerados como los antecedentes inmediatos de
la independencia declarada en nuestra ciudad el 3 de noviembre de 1820
como culminación de un proceso histórico iniciado en Quito en 1809.
Si bien la ciudad fue oficialmente realista es necesario comprender
e insistir en que hubo también vecinos (no importa si fueron pocos o mu-
chos) que respaldaron la propuesta quiteña de ejercer la soberanía del pue-
blo ante la ausencia de la autoridad real respaldados por ciertos principios
políticos sociales que pueden ser resumidos:
• Que en Cuenca hubo vecinos que apoyaron las Juntas Supremas de
Quito (1809) y de Santa Fe de Bogotá (1810).
• Que “era conveniente que los criollos gobernasen los pueblos, por-
que los chapetones eran perjudiciales como hechuras de Godoy”.
• Que los chapetones “intentaban vender las Américas, entregándole
al francés” Bonaparte ya que “los excelentísimos Señores Virreyes
del Perú y Santa Fe habían tratado y convenido entregar estas tie-
rras a la dominación francesa”.
• Que Montufar venía a poner orden y paz, a establecer justicia en el
manejo de los fondos de las Cajas Reales y poner orden en lo re-
ferente a la tenencia de tierras y la situación de los indígenas, para
lo que desinaría como Protector de Naturales a Calderón y Salazar.
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Cordero Iñiguez, Juan. Cuenca y el 10 de Agosto de 1809, 2009.
Carrasco Vintimilla, Manuel. Joaquín Antonio Calderón y Salazar: un cuen-
cano precursor de la independencia, en Pucara 18, 2004.
Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de estado A.G.I.
219.
ISSN 1390-0862
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La Independencia del Reino de Quito
The Independence of the Kingdom of Quito
Jaime E. Rodríguez O.
Universidad de California, Irvine
E-mail: jrodrig@uci.edu
Resumen
Este artículo plantea una nueva interpretación del proceso de inde-
pendencia en Ecuador, proceso que diera inicio en 1808 y que concluyera
en 1822. Aquí se demuestra que la Revolución de Quito de 1809 no fue un
movimiento anticolonialista. Antes bien, tal como sucediera con las Juntas
en la Península, Quito intentó salvaguardar la Monarquía española ante
los franceses “ateos”. La independencia del Reino de Quito y la forma-
ción de la República de Ecuador tuvieron lugar dentro del contexto de la
revolución del mundo hispánico y la disolución de la Monarquía española.
El presente estudio analiza el surgimiento del gobierno representativo y
de las elecciones populares instauradas por la Constitución Hispánica de
1812. Los habitantes de la Audiencia o Reino de Quito preferían establecer
un reino autónomo dentro de la Monarquía hispánica constitucional. Aun
cuando Guayaquil declarara su independencia en 1820 e intentara obtener
el apoyo de la Sierra para establecer el Estado de Quito, su esfuerzo fracasó
en última instancia debido a que los ejércitos de la República centralista de
Colombia (Gran Colombia), encabezados por Simón Bolívar, obligaron a
la región a unirse a la nueva república. Cuando la Gran Colombia se frag-
mentó en 1830, el antiguo Reino de Quito formó una república separada,
pero algunas de sus provincias del norte quedaron en manos de Colombia.
Antes que mantener el antiguo nombre –Quito, preferido por Guayaquil y
la Sierra– el congreso constituyente decidió llamar a la nueva nación Ecua-
dor, el nombre dado al antiguo reino cuando la región fue incorporada por
la fuerza a la Gran Colombia.
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
(Recibido: 11-11-2009) (Aceptado: 12-01-2010)
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Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
Palabras clave: Reino de Quito, independencia, república, nación.
Abstract
This article advances a new interpretation of the process of indepen-
dence in Ecuador, which began in 1808 and concluded in 1822. It demons-
trates that the Quito revolution of 1809 was not an anticolonial movement.
Like the Juntas in the Peninsula and the rest of America formed after
Napoleon’s invasion of the Iberian Peninsula, Quito sought to safeguard
the Spanish Monarchy from the “godless” French. The independence of
the Kingdom Quito and the formation of the republic of Ecuador occu-
rred within the context of the revolution of the Hispanic world and the
dissolution of the Spanish Monarchy. This study analyses the rise of repre-
sentative government and the popular elections established by the Hispa-
nic Constitution of 1812. The people of the Audiencia or Reino de Quito
favored establishing an autonomous kingdom within the constitutional
Spanish Monarchy. Although Guayaquil declared independence in 1820
and attempted to obtain support from the sierra to establish the Estado
de Quito, that effort ultimately failed because the armies of the centralist
republic of Colombia (Gran Colombia) led by Simón Bolívar forced the
region to join the new republic. When Gran Colombia fragmented in 1830,
the former Kingdom of Quito formed a separate republic but lost some of
its northern provinces to Colombia. Rather than retaining its historic name,
Quito, which Guayaquil and the Sierra preferred, the constituent congress
decided to call the new nation Ecuador, the name given to the former king-
dom when the region was forcibly incorporated into Gran Colombia.
Key words: Reino de Quito, independence, republic, nation.
***
El Ecuador, la antigua Audiencia o Reino de Quito, logró su inde-
pendencia como resultado de un largo proceso que comenzó en la segunda
mitad del siglo XVIII con las reformas borbónicas. Pese a que los miem-
bros de los diferentes estratos sociales tenían motivos específicos de queja
en contra de la Corona, fue con cierta renuencia que los antiguos quiteños
buscaron separarse de la Monarquía española. Ninguno de estos agravios
habría desencadenado la lucha por la independencia de no producirse la
crisis de la Monarquía que resultó en el colapso de esa entidad política
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La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
mundial en 1808. La independencia de la América española no fue un
movimiento anticolonial sino parte tanto de una revolución política como
de la disolución de un sistema político mundial. De hecho, España fue
una de las nuevas naciones que surgió del rompimiento de la Monarquía
española.1
La gran revolución política del mundo hispánico, o de la Monarquía
española, comenzó en 1808 cuando Napoleón Bonaparte se apoderó de la
corona española. La invasión francesa de España y el derrumbe de la Mo-
narquía desencadenaron una serie de acontecimientos que culminaron en el
establecimiento de un gobierno representativo dentro del mundo español.
El primer paso de ese proceso fue la integración de juntas de gobierno lo-
cales en España y en América, las cuales invocaron el principio hispánico
que afirmaba que en la ausencia del rey la soberanía recaía en el pueblo.
El establecimiento de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino en
la Península parecía ofrecer una solución a la crisis de la Monarquía. Ese
órgano no sólo reconocía los derechos de las provincias de España sino que
también convenía en que los reinos americanos constituían partes íntegras
y equitativas de la Monarquía. El 22 de enero de 1809 la Junta Central
decretó que los reinos americanos poseían el derecho de contar con repre-
sentación en el gobierno, es decir en la Junta Central.2
Las elecciones de 1809 constituyeron un gran adelanto en la forma-
ción de un gobierno representativo moderno para la totalidad de la Nación
española. Las elecciones en el Reino de Quito hechas por los ayuntamien-
tos de Quito, Ibarra, Cuenca, Loja y Guayaquil ilustran claramente este
proceso. Primero, los miembros del ayuntamiento votaban, después, se
colocaban los nombres de los tres individuos con el mayor número de vo-
tos en una jarra de China, para que finalmente un niño seleccionara a uno
de ellos.3 Antes de que los delegados recién electos de América pudieran
reunirse con la Junta Central, los franceses casi conquistaron toda la Penín-
sula. El 29 de enero de 1810 la asediada Junta Central convocó a Cortes,
nombró un Consejo de Regencia, y se autodisolvió.
1 Jaime E. Rodríguez O., La independencia de la América española 2a. ed. (Méxi-
co: Fondo de Cultura Económica, 2005).
2 Ibid., 106-127.
3 Jaime E. Rodríguez O., La revolución política en la época de la independencia:
El Reino de Quito, 1808-1822 (Quito: Corporación Editora Nacional, 2006), 65-
70 y 134-138.
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Las Juntas de Quito
Las noticias de estas calamidades aterraron a los americanos, muchos
de los cuales consideraron que España no sobreviviría en calidad de Na-
ción independiente. En el Quito de principios del siglo XIX, los america-
nos y los peninsulares competían por oportunidades de negocios, puestos
de gobierno y honores. La crisis de la Monarquía aumentó la brecha entre
los dos grupos. La tarde del 9 de agosto un grupo de abogados, clérigos y
burócratas acordaron establecer una junta de gobierno. Durante las prime-
ras horas de la mañana siguiente—10 de agosto—arrestaron a la mayoría
de los funcionarios reales. Fue proclamado un nuevo gobierno con el mar-
qués de Selva Alegre como presidente, el Obispo José Cuero y Caicedo
como vice presidente y una junta en la que participaban los miembros de
la élite de Quito, entre ellos la mayoría de los nobles. El nuevo organismo
afirmó en el Manifiesto del Pueblo de Quito que “las imperiosas circuns-
tancia le han forzado a asegurar los Sagrados intereses de su Religión, de
su Principe y de su Patria.” En consecuencia, Quito “juró por su Rey y
Señor Fernando VII, conservar pura la Religión de sus Padres, defender y
procurar la felicidad de la Patria, y derramar toda su sangre por tan sagra-
dos y dignos motivos”.4
Los quiteños se sorprendieron al descubrir que las demás provincias
del reino no apoyaban sus actos. Los gobernadores de Popayán, Guayaquil
y Cuenca organizaron fuerzas con el fin de someter a los insurgentes de la
capital, y los virreyes de Nueva Granada y Perú iniciaron los preparativos
para montar asaltos en gran escala. Aislada y bloqueada por fuerzas ene-
migas, la junta se dividió en facciones. El 24 de octubre de 1809 la junta
alcanzó un acuerdo con el presidente depuesto, el Conde Ruiz de Castilla,
por el cual se le reinstaló en su puesto al mismo tiempo que absolvía a los
miembros de la junta de sus actos. Sin embargo, el acuerdo no fue cum-
plido. El 4 de diciembre de 1809 las fuerzas del virrey del Perú arrestaron
a los dirigentes de la junta, así como a los soldados que la respaldaron.
El fiscal solicitó la pena de muerte para 46 de los acusados y exilio por la
vida para los demás. El presidente Ruiz de Castilla, sin embargo, decidió
trasladar el proceso a Santa Fe de Bogotá para que el virrey se encargara
de juzgar el caso.5
4 Jaime E. Rodríguez O., “Los Orígenes de la Revolución de 1809 en Quito,” Se-
cuencia: Revista de historia y ciencias sociales, (2008), 201-227.
5 Rodríguez O., La independencia de la América española, 132-137.
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La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
Las nuevas victorias francesas obligaron a actuar a la Junta Central,
y el primero de enero de 1810 decretó que hubiera elecciones para formar
Cortes nacionales. Cada provincia del Nuevo Mundo tenía el derecho de
elegir un diputado. Debido a que varias de las provincias de España que
estaban bajo la ocupación francesa no pudieron celebrar elecciones, ade-
más que la enorme distancia retrasó la llegada de numerosos representan-
tes americanos, la Regencia decretó que 55 suplentes, entre ellos 30 de
América y las Filipinas, fueran elegidos de entre las personas residentes en
Cádiz y procedentes de las provincias ocupadas y de las ultramarinas. Los
quiteños, el Dr. José Mejía Llequerica y el Conde de Puñonrrostro fueron
elegidos para representar al Nuevo Reino de Granada.6
A finales de junio de 1810 la ciudad de Quito se agitaba ante las noti-
cias de que Carlos Montúfar, hijo del marqués de Selva Alegre, llegaba de
España en calidad de comisionado regio con plenos poderes para solucio-
nar la situación reinante en Quito. Antes de que pudiera llegar a esa capital,
un frustrado intento por liberar a los prisioneros el 2 de agosto de 1810 dio
como resultado la muerte de muchos de los dirigentes del movimiento, la
matanza de numerosos civiles inocentes y el saqueo de la ciudad. El comi-
sionado regio llegó a la ciudad de Quito el 12 de septiembre y junto con el
presidente convocó una junta de notables, la cual resolvió reconocer la au-
to ridad de la Regencia y acordó crear una “Junta Superior de Gobierno…”
Al mes siguiente, el 20 de octubre de 1810, la nueva junta autónoma de
Qui to autorizó al ayuntamiento a elegir un diputado a las Cortes en España.
La corporación escogió al Conde de Puñonrrostro quien se encontraba ya
en Cádiz.7
Al igual que en el pasado, las otras provincias del reino se rehusaron
a reconocer la autoridad de la nueva Junta Superior de Quito. Rodeada de
provincias hostiles, Quito tomó la ofensiva enviando ejércitos al norte y al
sur para subyugar a las regiones recalcitrantes. La ciudad de Cuenca en el
sur se convirtió en un centro de oposición realista a la Junta de Quito y los
oidores de la Audiencia se establecieron allí. La lucha contra la Junta Supe-
rior de Quito agotó severamente los recursos de las provincias del sur. Por
6 Ibid., 144-152.
7 Jaime E, Rodríguez O., “Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de
Quito, 1809-1814 y 1821-1822,” Procesos: Revista ecuatoriana de historia, Núm.
14 (II Semestre 1999), 3-52.
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Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
lo tanto, Cuenca y Loja, no eligieron diputados para las Cortes. Guayaquil,
que había quedado bajo la autoridad de Lima por rezones de defensa, eligió
a José Joaquín de Olmedo su representante a las Cortes.
Los diputados de España y América que expidieron la Constitución
de la Monarquía Española en 1812 transformaron el mundo hispánico. Los
diputados americanos a las Cortes, entre ellos el brillante Mejía Llequerica
de Quito, ejercieron un papel central en la elaboración de la Constitución.
La Carta de Cádiz anuló las instituciones señoriales, creó un estado uni-
tario con leyes iguales para todas las partes de la Monarquía española,
restringió sustancialmente la autoridad del rey y confirió a las Cortes un
poder decisivo. Cuando se concedió el sufragio a todos los hombres, con la
excepción de los de descendencia africana, sin requerir ni el saber leer ni
los requisitos de propiedad, la Constitución de 1812 sobrepasó a todos los
gobiernos existentes al proveer derechos políticos a la vasta mayoría de la
población masculina.8
Durante los años de 1810 a 1812, la Junta Superior de Quito intentó
obtener el apoyo de las otras provincias del Reino. Las invitó a crear tam-
bién juntas locales para colaborar con el nuevo gobierno establecido en la
capital. Como había acontecido en 1809, las demás provincias se negaron
a aceptar la autoridad de Quito. Rodeada de provincias hostiles y separada
de los autonomistas de Santa Fe de Bogotá, Quito desató una contraofen-
siva. Formó ejércitos para someter a las regiones recalcitrantes. Los qui-
teños, sin embargo, se encontraban divididos políticamente y también por
rivalidades familiares. Tras varios meses de intrigas, los partidarios de la
autonomía incitaron a un motín en Quito el 11 de octubre de 1811, el cual
forzó un cambio de gobierno. El nuevo régimen convocó a un Congreso
integrado por 18 miembros que se reunió en Quito en diciembre de 1811.
Después de prolongadas discusiones, el 15 de febrero de 1812 el Congreso
promulgó el Pacto Solemne de Sociedad y Unión entre las Provincias que
Forman el Estado de Quito, el cual “reconoce y reconocerá por Monarca
al Señor Don Fernando séptimo, siempre que libre de la dominación fran-
cesa… pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución.” La nueva Carta
estableció un gobierno representativo con un ejecutivo plural, una legisla-
tura y un poder judicial. Las rivalidades personales y políticas volvieron
a hacer erupción, dando la oportunidad a los realistas, dirigidos por un
8 Rodríguez O., La independencia de la América española, 154-173.
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La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
presidente nuevo y más efectivo, el general Toribio Montes, de triunfar a
finales de 1812.9
El régimen constitucional
Una vez que la calma fue restaurada, el presidente Montes, como
habían ordenado las Cortes, indultó a aquellos que juraron fidelidad a la
Constitución de Cádiz. El general Montes inició el proceso para llevar a
cabo elecciones populares en el Reino de Quito ordenando a los curas y
a los funcionarios locales que condujeran censos parroquiales para deter-
minar el número de la población elegible para participar en las elecciones.
Después de meses de esfuerzos, el censo electoral del Reino de Quito fue
completado en junio de 1813. Las elecciones para los ayuntamientos cons-
titucionales durante los meses de septiembre de 1813 hasta enero de 1814
resultaron ser tan estimulantes como confusas. Las elecciones al ayunta-
miento de Quito generaron la crítica más intensa y diversa. El general Mon-
tes, quien estaba convencido que los viejos dirigentes insurgentes tenían
que formar parte del Nuevo régimen, ayudó a muchos de ellos. Ganaron las
elecciones abrumadoramente. Las elecciones para diputados a las Cortes
y la diputación provincial resultó ser más larga y más complicada que las
elecciones de los ayuntamientos. Las elecciones debían hacerse primero
por parroquias, después por partidos y finalmente por provincias. Después
de meses de esfuerzo los dieciocho electores de partido se reunieron en la
ciudad de Quito el 24 de agosto de 1814 para elegir a los seis diputados y
los dos suplentes a Cortes y a los siete diputados a la Diputación Provincial
de Quito.
Pese a la derrota de la Junta Superior de Quito, el pueblo del Reino
de Quito disfrutó de un gobierno representativo de 1813 a 1814. El general
Montes siguió una política de reconciliación que contribuyó a restaurar la
paz y el orden. Parecía que el deseo de Quito de constituirse como un go-
bierno local se había cumplido dentro del nuevo sistema constitucional his-
pánico. La antigua provincia, ahora llamada partido, de Guayaquil también
participó en los procesos electorales dentro de la ahora llamada Provincia
del Perú. Se eligieron ayuntamientos constitucionales y diputados a Cortes
y a la Diputación Provincial del Perú. Desafortunadamente, tal estado de
9 Ibid., 257-266 y Rodríguez O., La revolución política en la época de la indepen-
dencia, 77-79.
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cosas duró sólo poco tiempo. A finales de agosto de 1814 llegaron las no-
ticias que el rey había abolido el gobierno constitucional.10
La segunda época constitucional
El retorno de Fernando VII otorgó la oportunidad final para restaurar
la unidad del mundo español. Desafortunadamente, el rey optó por recurrir
a la fuerza para restablecer el orden real. El descontento en la Península
y en América produjo las revueltas en España y los movimientos indepen-
distas en América. Para 1820 los liberales restauraron la Constitución en
la Península y los republicanos establecieron la República de Colombia en
Venezuela y Nueva Granada. Esta situación también cambió en el Reino de
Quito. El 9 de octubre de 1820 Guayaquil proclamó la independencia como
primer paso para el establecimiento del Estado de Quito. Un congreso fue
convocado y José Joaquín de Olmedo fue escogido como presidente de la
nueva república. El nuevo gobierno republicano de Guayaquil formó de
inmediato un ejército, la División Protectora de Quito, con el fin de liberar
al resto del reino. Sin embargo, para finales del año los realistas dominaban
la sierra, en tanto que los republicanos mantenían control de la costa.
En estas tensas circunstancias llegaron noticias a Quito el 27 de agos-
to de 1820 de que la Constitución había sido restaurada. Esta fue jurada y
publicada, pero el general Melchor Aymerich, presidente interino de Quito,
instruyó a las ciudades y poblaciones del Reino a no llevar a cabo las elec-
ciones programadas para diciembre de 1820, sino a mantener a sus autori-
dades constitucionales por un año más. No se pudo mantener estas medidas
de emergencia y para mayo de 1821 el general Aymerich fue obligado a
programar nuevas elecciones. A pesar del creciente poder de las fuerzas
republicanas de Guayaquil, la cual había recibido ayuda militar de la Repú-
blica de Colombia, el orden constitucional estaba siendo instituido dentro
de las áreas realistas a principios de 1822. Un sinnúmero de ciudades y
pueblos en el Reino reportó que se habían elegido ayuntamientos consti-
tucionales y efectuado elecciones parroquiales y de partido para escoger a
los electores de provincia. Estos viajarían a Quito para elegir diputados a
las Cortes y a la Diputación Provincial. Pero eso no sucedió. El destino del
Estado de Quito estaba en manos de extranjeros.11
10 Rodríguez O., La revolución política en la época de la independencia, 79-88.
11 Jaime E. Rodríguez O., “De la fidelidad a la revolución: el proceso de la inde-
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La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
La República de Colombia
En Venezuela, los republicanos habían reanudado la lucha en 1817. A
finales de 1818 los republicanos controlaban partes del nordeste, el sudeste
y los Llanos, en tanto que los realistas tenían el dominio en los territorios
centrales y en los occidentales de la costa, así como en la zona del altipla-
no. Aunque ambas partes ejercían su dominio sobre vastos territorios, eran
los realistas quienes gobernaban las provincias más densamente pobladas,
entre ellas Caracas, que era la más rica y poblada de Venezuela. La mayor
parte de Nueva Granada permanecía bajo control real, pero la población se
mantenía muy intranquila debido a la severa represión realista. Las escasas
fuerzas peninsulares que permanecían en Nueva Granada constituían la
guarnición del Puerto de Cartagena. El interior del reino lo patrullaban las
fuerzas realistas americanas originarias de Venezuela.12
El impasse militar incitó a los civiles republicanos a desafiar el domi-
nio autocrático de Simón Bolívar. Cada vez más, los civiles, especialmente
los abogados, a los que el Jefe Supremo aprendió a detestar, insistieron
en convocar a un congreso. Bolívar aseguraba repetidamente: “es impo-
sible establecer por ahora un gobierno representativo y una constitución
eminentemente liberal, a cuyo objeto se dirigen todos los esfuerzos y los
votos más ardientes de mi Corazón”.13 En última instancia, se vio obligado
a capitular ante la presión de los civiles. Sin embargo, puesto que la guerra
continuaba, Bolívar no organizó elecciones generales, sino que favoreció a
los miembros del ejército como candidatos elegibles, ya que desde su pers-
pectiva eran ellos los verdaderos representantes del pueblo.14 El congreso
pendencia de la Antigua Provincia de Guayaquil, 1809-1820”, Procesos: Revista
ecuatoriana de historia 21 (II semestre/2004), 35-88 y Rodríguez O., La revolu-
ción política en la época de la independencia, 91-101.
12 Rodríguez O., La independencia de la América española, 322-334.
13 Citado en Salvador de Madariaga, Bolívar, 2 vols., (México: Editorial Hermes,
1951), I, 592.
14 Clément Thibaud, “Formas de guerra y mutación del Ejército durante la Guerra
de independencia en Colombia y Venezuela,” en Jaime E. Rodríguez O., Revolu-
ción, independencia y la nuevas naciones de América, 357-358. Véase también su
República en armas. Los ejércitos bolivarianos en la Guerra de Independencia en
Colombia y Venezuela (Bogotá: Planeta e Instituto Francés de Estudios Andinos,
2003). Veronique Hébrard, “¿Patricio o soldado: qué “uniforme” para el ciudada-
no? El hombre en armas en la construcción de la nación (Venezuela, 1 mitad del
siglo XIX)”, en Revista de Indias, LXII, Núm. 225 (mayo-agosto, 2003), 429-462.
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Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
de Angostura integrado por 26 diputados se reunió el 15 de febrero de
1819. Como uno de sus primeros actos, el Congreso eligió a Bolívar como
presidente y al neogranadino Francisco Antonio Zea como vicepresidente.
Después sometieron a debate las propuestas del presidente cuando éste
regresó al campo de batalla.15
Había quedado demostrado desde hacía tiempo que, aunque los repu-
blicanos eran capaces de defender los Llanos, no podían tomar las tierras
altas de Caracas. Pero Nueva Granada podía ser invadida desde los Llanos
cruzando a través de los Andes. A fines de junio y principios de julio de
1819 las fuerzas republicanas cruzaron los Andes. La invasión tomó a los
realistas por sorpresa, y para finales de julio el ejército republicano avanza-
ba rápidamente en dirección a Bogotá. El 7 de agosto las fuerzas realistas
sucumbieron ante los republicanos. Tres días más tarde Bolívar ocupó la
capital; fue una victoria imponente, pues prácticamente toda Nueva Grana-
da, con excepción de Cartagena, quedó en manos republicanas.
La victoria en Nueva Granada llegó muy a tiempo para el presiden-
te, pues en su ausencia los legisladores empezaron a reconsiderar todo el
poder que le habían concedido y, pese a que el Congreso aceptó varias pro-
puestas constitucionales de Bolívar, entre ellas el rechazo al federalismo
de la Primera República y la adopción del centralismo, rehusó el Senado
hereditario y la presidencia vitalicia. El 17 de diciembre de 1819, el Con-
greso aprobó la Ley Fundamental de la República de Colombia, por la cual
el antiguo Virreinato de Nueva Granada se transformó, en su totalidad, en
un solo Estado. “La República de Colombia se dividirá en tres grandes de-
partamentos: Venezuela, Quito y Cundinamarca…. Las capitales de estos
Departamentos serán las ciudades de Caracas, Quito y Bogotá”. Un nuevo
Congreso nacional se reuniría al año siguiente en la villa del Rosario de
Cúcuta; en el ínterin Bolívar fungiría como presidente de la República,
Juan Rocío como vicepresidente de Venezuela y Francisco de Paula San-
tander sería el vicepresidente de Cundinamarca. Quito tendría su vicepre-
sidente “luego que entrasen en ella las armas libertadoras”.16 El Congreso
que fundó la nueva nación de Colombia no incluía diputados de Quito,
tenía unos cuantos de Nueva Granada y sólo suplentes para la mayoría de
las provincias de Venezuela, incluyendo las más pobladas como Caracas.
15 Pedro Graces (comp.), Actas del Congreso de Angostura (Caracas: Universidad
Central de Venezuela, 1969), 95-103.
16 Ibid., 355-360.
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La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
La creación de la nueva República de Colombia no puso fin a la ame-
naza realista que, si bien no era ya capaz de reconquistar los territorios
republicanos, continuaba siendo una fuerza considerable en Venezuela a
la cual los republicanos no podían vencer. Además, si los realistas recibían
los refuerzos peninsulares de la gran fuerza expedicionaria que entonces se
estaba formando en Cádiz, podía cambiar la dirección de la marea. Tal po-
sibilidad terminó el 1 de enero de 1820, cuando los liberales en la Penínsu-
la convencieron a los soldados de Cádiz de que se rebelaran y restauraran
la Constitución de 1812.
Los habitantes de territorios bajo dominio realista, como Caracas,
Cartagena, Panamá, Popayán y Pasto restauraron sus instituciones consti-
tucionales con gran júbilo. Ahí se organizaron elecciones para ayuntamien-
tos constitucionales, diputaciones provinciales y diputados ante las Cortes.
Las autoridades reales concertaron un alto al fuego, intercambiaron prisio-
neros e iniciaron negociaciones para poner fin a la guerra.17 Sin embargo,
los republicanos temían que el sistema constitucional restaurado socavara
sus esfuerzos por obtener el control de toda la nación colombiana. Después
de varios meses de restaurar sus fuerzas, los republicanos violaron el ar-
misticio rebelándose en Maracaibo el 28 de enero de 1821.
La lucha se extendió por toda Venezuela. Desanimados por la partida
del distinguido general Pablo Morillo y por la renuencia del gobierno libe-
ral en España a reforzar su ejército en Venezuela, los realistas se mostraron
incapaces de contener a los republicanos. Tras una serie de combates me-
nores, las fuerzas republicanas convergieron en Caracas procedentes de los
Llanos, los Andes, el oeste y el este. El 24 de junio de 1821 los ejércitos di-
rigidos por Bolívar, José Antonio Páez y Santiago Mariño derrotaron a los
realistas en Carabobo, al suroeste de Caracas, cinco días después Bolívar
entró en triunfo a la capital de Venezuela. Aunque la resistencia realista se
mantuvo durante algún tiempo en zonas dispersas, en lo esencial Venezue-
la era ya libre. El 1 de agosto Bolívar emprendió el viaje a Nueva Granada
para dar fin a la liberación de la República de Colombia.18
17 Carl Almer, “‘La confianza que han puesto en mí’” La participación local en
el establecimiento de los ayuntamientos constitucionales en Venezuela, 1820-
1821”en Jaime E. Rodríguez O., Revolución, independencia y la nuevas naciones
de América,, 222-232.
18 Stephen K. Stoan, Pablo Morillo and Venezuela, 1815-1820, (Columbus: Ohio
State University Press, 1974), 227-232; Vicente Lecuna, Crónica razonada de las
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Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
Aunque los jefes militares dominaban la república, los civiles siguie-
ron insistiendo en la creación de un gobierno representativo. Tal como
fue decretado por el Congreso de Angostura, se efectuaron elecciones en
las áreas republicanas de Nueva Granada y Venezuela a fines de 1820. A
cada provincia se le asignaron tres diputados, lo que causó algunas quejas
en las zonas más pobladas de Nueva Granada. Las provincias del antiguo
Reino de Quito, que en Angostura fueron incorporadas a la República de
Colombia, no fueron incluidas en las elecciones pese a que Guayaquil ya
había declarado su independencia.19 A diferencia de las elecciones cele-
bradas bajo el sistema constitucional hispánico, las efectuadas para elegir
representantes al Congreso de Cúcuta, quedaron restringidas a aquellos
hombres que poseían al menos 500 pesos o que estuvieran alistados en
el ejército. En tanto que a numerosos colombianos se les negó la licencia
para votar, a los extranjeros que pertenecían al ejército se le concedió el
sufragio. Como las elecciones efectuadas bajo la Constitución de Cádiz,
éstas fueron por voto indirecto. Los votantes eligieron electores que, a su
vez, eligieron diputados.
El Congreso Constituyente, que se reuniría el 1 de enero de 1821, no
lograría su quórum de 57 diputados sino hasta el 1 de mayo, cuando fue
declarado en sesiones en la ciudad provinciana de Cúcuta, cercana a la
frontera entre Venezuela y Nueva Granada. Una de las tareas más difíciles
y que se prestaba a mayores susceptibilidades fue la de definir la natura-
leza del nuevo gobierno. En Angostura, Bolívar impuso una Constitución
provisional por la que se establecía un sistema muy centralista en el cual el
presidente tenía el poder de suspender la vigencia de la Constitución a su
conveniencia, así como un sistema dual de ciudadanos activos, con dere-
cho a voto, y pasivos, que no podían ejercerlo. Aunque muchos diputados
creían que era necesaria una Carta más liberal y democrática, posiblemente
un sistema federal, encontraron fuerte oposición de parte del presidente,
quien no sólo rechazó sus puntos de vista considerándolos poco prácticos
guerras de Bolívar, 3 vols., (Nueva York: Colonial Press, 1950), III, 1-64.
19 José Manuel Restrepo fue uno de los pocos diputados que expresaron su preocu-
pación respecto a la ausencia de diputados de Quito. Escribió a Santander el 26
de agosto de 1820 declarando: “Soy de la misma opinión de usted: sin Quito no
debemos tratar de constitución”. Citado en Actas del Congreso de Cúcuta, 1821, 3
vols., (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1989), I, ixxiv.
157
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
sino que mostró abiertamente su desdén hacia los abogados y el derecho.
Como escribió Bolívar a Santander:
Se dice que muchos en Cundinamarca prefieren la federa-
ción… Por fin, por fin, han de hacer tanto los letrados, que se pros-
criban de la República de Colombia, como lo hizo Platón con los
poetas en la suya. Esos señores piensan que la voluntad del pueblo
es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está
en el ejército… porque además es el pueblo que quiere, el pueblo
que obra y el pueblo que puede; todo lo demás es gente que vege-
ta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo,
pero todos sin ningún derecho de ser otra cosa que ciudadanos
pasivos. Esta política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin
será necesario desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos
señores… ¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos
legisladores, más ignorantes que malos, y más presuntuosos que
ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía
y siempre a la ruina? Yo lo creo así, y estoy cierto de ello…20
La creencia en que los militares deberían gobernar, mientras que los
civiles deberían quedar restringidos a desempeñar el papel de ciudadanos
pasivos, no se limitaba al presidente. Muchos militares de alto rango des-
preciaban el Congreso y preferían gobernar como autócratas; como recor-
dó el diputado José Manuel Restrepo:
Los diputados temían al ejército y a los militares. Muchos de
éstos habían manifestado de palabra que no gustaban de que hubie-
ra congreso, ni que se diera a los pueblos instituciones que cortaran
los abusos y desórdenes consiguientes a una revolución. Hallában-
se bien avenidos con el gobierno militar que hasta entonces había
regido en Colombia, pero los pueblos detestaban un sistema tan
opresivo como violento.21
20 Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander, San Carlos, 13 de junio de 1821,
en Simón Bolívar, Obras completas 2 vols. (La Habana: Editorial Lex, 1947), I,
565-566.
21 Citado en Actas del Congreso de Cúcuta 3 vols., (Bogotá: Biblioteca de la Pre-
sidencia de la República, 1989) I, ixxxix-xc.
158
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
Aunque la mayor parte de la Nueva Granada y grandes partes de Ve-
nezuela se encontraban en manos de los republicanos, cuando se reunió
el Congreso en Cúcuta redactó una Constitución de tiempos de guerra,
pensada con la intención de poner término a la lucha por la independencia,
antes que como una Carta para gobernar a la nación en épocas normales.
Sus intenciones quedaban claramente definidas en el último artículo, el
cual estipulaba: “Cuando ya libre toda o la mayor parte de aquel territorio
de la república que hoy está bajo del poder español”, después de 10 años
el Congreso podría convocar a “una Gran Convención de Colombia auto-
rizada para examinarla o reformarla en su totalidad”.22 Presionados por las
circunstancias extraordinarias de la guerra, por Bolívar y por los militares,
la mayoría de los diputados votaron a favor de un gobierno central fuerte
que continuara la guerra contra los realistas. De los 50 diputados, 41 apro-
baron con su voto el documento centralista.
El 6 de agosto de 1821, el Congreso de Cúcuta promulgó la Cons-
titución por la cual se establecería una republica dotada con un poder le-
gislativo bicameral y que concedía enorme poder al presidente. El nuevo
gobierno tenía una administración muy centralizada, dividida en departa-
mentos que eran gobernados por intendentes nombrados por el presidente.
La antigua Capitanía General de Venezuela fue dividida en tres departa-
mentos: Orinoco, Venezuela y Zulia: Nueva Granada en tres: Bogotá, Cun-
dinamarca y Magdalena; y el Reino de Quito en cuatro: Cauca, Cuenca,
Guayaquil y Quito. El nuevo régimen mantuvo el derecho español anterior
a 1808, siempre que no entrara en contradicción con la Constitución. Por
ejemplo, la Real Ordenanza de Intendentes de Nueva España de 1786 se
encargó de dirigir la administración de los departamentos y, como resul-
tado, el ampliamente aceptado principio de la separación de poderes, idea
que ocupaba el lugar de honor en las constituciones de Estados Unidos y
de la Monarquía española, fue abolido. Muchos funcionarios gubernamen-
tales de Colombia tenían ahora autoridad civil, militar y judicial. En tanto
que el Congreso revocó la distinción odiosa entre ciudadanos activos y
pasivos, se concedió un papel pequeño al pueblo en el gobierno. “El pueblo
–señalaba el Artículo 10– no ejercerá por sí mismo otras atribuciones de
22 “Constitución de la República de Colombia”, en Manuel Antonio Pombo y José
Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia, 3 vols., (Bogotá: Biblioteca Banco
Popular, 1986), III, 103.
159
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
soberanía que las elecciones primarias”.23 El nuevo régimen constituía un
retorno al despotismo ilustrado.
El 7 de septiembre de 1821, el Congreso escogió a Bolívar como pre-
sidente y a Santander como vicepresidente. El jefe del ejecutivo nombró a
militares destacados intendentes de los departamentos liberados y delegó
las responsabilidades diarias a Santander, de modo que pudiera dedicarse a
continuar la guerra contra los realistas. La nueva Constitución proveyó la
estructura legal para reclutar hombres y obtener dinero y equipo necesarios
para hacer extensiva la lucha a los territorios de Colombia que permane-
cían en poder de los realistas.
Una vez que los realistas de Cartagena se rindieron el 1 de octubre y
que Panamá declaró la independencia el 28 de noviembre, Bolívar decidió
dirigirse hacia Quito en tanto que sus lugartenientes aniquilaban los focos
de resistencia realistas remanentes. La liberación del Reino de Quito resul-
taba esencial para evitar que el puerto de Guayaquil, que había declarado
su independencia el año anterior, cayera en poder de los peruanos.
La conquista del Reino de Quito
Guayaquil era una base naval, un centro de construcción de buques y
uno de los puertos principales del Pacífico, con importantes enlaces comer-
ciales que abarcaban desde la Nueva España en el norte hasta Chile en el
sur. Pero, aunque era el puerto principal del Reino de Quito, la topografía
de la región hacía que fuera más fácil viajar de Guayaquil a Lima por mar
que a Quito, su capital, situada en la cordillera. El viaje a Santa Fe de Bo-
gotá, capital del virreinato de Nueva Granada y más tarde de la República
de Colombia, era todavía más difícil. Fue por eso que muchos guayaqui-
leños prominentes mantuvieron fuertes lazos con la capital peruana. Los
comerciantes y los miembros de la élite enviaban con frecuencia a sus hijos
a Lima para que estudiaran. José Joaquín de Olmedo, por ejemplo, estudió
en Quito y en Lima.24 Es por eso que Bolívar y muchos colombianos te-
mían que el puerto pudiera unirse a Perú.
23 David Bushnell, El régimen de Santander el la Gran Colombia (Bogotá: Edicio-
nes Tercer Mundo y Universidad Nacional, 1966), 27-39.
24 Julio Estrada Ycaza, La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito 2 vols.,
(Guayaquil: Banco Central del Ecuador, 1984), I, 172-173.
160
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
Aun cuando el nuevo gobierno de Guayaquil había intentado liberar
al resto del antiguo reino, ahora llamado Estado de Quito, carecía de los re-
cursos para lograr sus propósitos. El Congreso que se reunió en noviembre
de 1820 en Guayaquil estaba compuesto por 57 diputados que representa-
ban al territorio costeño. La independencia fue proclamada y se estableció
una república. Los diputados tenían el propósito de que el antiguo Reino
de Quito constituyera una sola entidad, pero, sin el ingreso de las demás
provincias, se mostraban indecisos. El Presidente Olmedo, quien prefería
una nación independiente, reconoció que la sierra no podía ser liberada sin
ayuda foránea.25
Durante casi dos años, intentó obtener ayuda del Protector José de
San Martín del Perú y del Presidente Simón Bolívar de Colombia, sin po-
ner en riesgo a su país. San Martín envió representantes, y Bolívar al gene-
ral Antonio José de Sucre al mando de 300 hombres con el fin de auxiliar a
Guayaquil, sobre cuyo control insistían Perú y Colombia. Al fracasar una
segunda campaña organizada por Olmedo con el objeto de liberar la sierra,
el gobierno de Guayaquil fue obligado a llegar a un acuerdo con Colombia.
El tratado, que fue firmado en mayo de 1821, establecía un protectorado;
pero en él no se comprometía ni a Guayaquil ni al Reino de Quito a unirse
a Colombia. Como parte del acuerdo, el general Sucre tomó el mando de
las fuerzas republicanas hasta que la sierra fuera liberada.
A pesar de la determinación de Guayaquil de conservar su indepen-
dencia, Bolívar y San Martín siguieron ejerciendo presión sobre el gobier-
no de Olmedo para que se uniera a sus naciones. La fuerza relativa de
ambos jefes fue cambiando a medida que avanzaba el año. La situación
política y militar de San Martín empeoró, en tanto que el poder de Bolívar
aumentó. Envalentonado por su fuerza creciente, Bolívar informó a Olme-
do que Colombia no permitiría la independencia de Guayaquil, pues ase-
guraba que la provincia carecía del poder para mantenerla; que legalmente
formaba parte de Colombia y que la mayoría de la población del Reino de
Quito estaba a favor de la unión con la República del norte. Con firmeza, el
gobierno de Olmedo se negó a someterse a las presiones colombianas e in-
sistió en su derecho a la autodeterminación, pues sostenía que contaba con
los recursos necesarios para actuar libremente. A la sazón pagaba el costo
de mantenimiento del ejército republicano, y la mayoría de los soldados a
25 Ibid., I, 193-212.
161
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
las órdenes de Sucre eran de Guayaquil.26
Tras dos intentos fracasados por subir a la sierra directamente hacia
Quito, Sucre cambió de estrategia. En 1822 marchó en dirección al sudes-
te, hacia Cuenca, donde las fuerzas enviadas por San Martín se unieron
a su ejército. Los soldados del general Sucre tomaron la ciudad el 20 de
febrero, donde permanecieron hasta que Cuenca estuvo de acuerdo en su
“espontánea” anexión a Colombia el 11 de abril.27 Las tropas realistas se
retiraron lentamente en dirección a la capital. El enfrentamiento final entre
realistas y republicanos se produjo la mañana del 24 de mayo de 1822.
El ejército del general Sucre, integrado por 3000 hombres, la mayoría de
los cuales era nativa del Reino de Quito, derrotó a las fuerzas realistas del
general Melchor Aymerich en las faldas del monte Pichincha, que se eleva
sobre la ciudad de Quito.
Después de las ceremonias con que se festejó la victoria, Sucre obligó
al ayuntamiento de Quito a reconocer, en nombre de todo el Reino de Qui-
to, la “soberanía” de Colombia. No era tarea fácil, pues según Bolívar “los
abogados de Quito querían formar un estado independiente de Colombia
26 José P. Otero, Historia del Libertador don José de San Martín, 4 vols., (Buenos
Aires: Cabaut y Cía, 1932), III, 653-689; Camilo Destruje, Historia de la Revo-
lución de Octubre y campaña libertadora 2ª. ed. (Guayaquil: Banco Central del
Ecuador, 1982), 253-346; Julio Estrada Ycaza, La lucha de Guayaquil por el Es-
tado de Quito, II, 425-461.
27 Alfonso María Borrero, Cuenca en Pichincha 2a. ed. 2 vols. (Cuenca: Casa de
Cultura Ecuatoriana, 1972), II, 365-478. Sucre, que solía ser por demás discreto,
se quejó amargamente por la falta de apoyo en Cuenca. La ciudad no proporcionó
los fondos, ni los hombres ni las provisiones que él solicitó para la campaña de
liberación de Quito. El 12 de marzo, Sucre envió una larga misiva al Cabildo acu-
sando a sus miembros de no haber prestado la debida atención a su carta previa del
27 de febrero: “Nadie podría creer que una conducta tan útil para los pueblos y tan
benéfica como es nuestro objeto hacia los ciudadanos fuese recibida por la apatía
e indecisión...”. Para terminar, afirmaba: “Muy pesaroso se me hace hablar a V. E.
en este lenguaje, y con más dolor ocurriré a la fuerza… V. E. y el pueblo cuencano
serán bien satisfechos de los que hayan movido los resortes, ya de la dulzura, ya
de la fuerza si es necesario, para terminar por sacrificio (aun cuando sea grande)
los males de la patria”. Sucre al Cabildo de la ciudad de Cuenca, Cuenca, 12 de
marzo de 1822, Archivo de Sucre, (Caracas: Fundación Vicente Lecuna y Banco
de Venezuela, 1973-1974), II, 55-58.
162
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
con estas provincias…”.28 De ahí que Sucre hubiera de aplicar más presión
de la que ejerció en Cuenca para lograr que el ayuntamiento entregara el
Reino de Quito “libre y espontáneamente” a Colombia. Sin embargo, el
ayuntamiento de la capital del Reino, la ciudad de Quito, carecía de la
autoridad para actuar en nombre de todo el territorio. Únicamente un con-
greso de provincias, tal como el que había propuesto Guayaquil, era capaz
de decidir el destino del Reino. No obstante, la declaración “espontánea”
de la capital proveyó a los gobernantes de Colombia la justificación para
anexarse el Reino de Quito. Después de derrotar a los realistas en Pasto,
el presidente Bolívar entró con su ejército en Quito el 16 de junio. Oficial-
mente declaró a todo el Reino como departamento de Quito, nombrando al
general Sucre su primer intendente.
A pesar de los esfuerzos por mantener la apariencia de cordialidad,
algunos quiteños distinguidos se opusieron a la decisión de unirse a Co-
lombia. Mas tarde cuatro miembros del ayuntamiento constitucional, des-
critos por Bolívar como “bochincheros enemigos de Colombia… hombres
perdidos, viciosos aunque antiguos patriotas”, resultaron victimas de una
“disputa sangrienta” por criticar a la República del norte. No mucho des-
pués comenzaron a aparecer por toda la ciudad carteles en los que podía
leerse: “Ultimo día del despotismo y el primero de lo mismo”.29
No obstante, la oposición se mantuvo en pie. Cuando el Ayuntamien-
to de Quito presentó una queja en torno a la manera en que la región había
sido tratada, Bolívar se disgustó y se mostró ofendido por “el libelo de...
28 Bolívar a Santander, Guayaquil, 3 de agosto de 1822, Vicente Lecuna, Cartas
del Libertador, 2da. edición, 8 vols., (Caracas: Banco de Venezuela y Fundación
Vicente Lecuna, 1966), III, 266.
29 Según Ramiro Borja y Borja: “La incorporación disgustó a muchos quiteños,
inclusive a la mayor parte de los gestores de la primera fase de la lucha por la
emancipación quiteña que aún vivían y a la mayoría del Cabildo de Quito, quienes
la consideraron como la negación del ideal por el que habían luchado y como obra
de conquista”, “Raíces históricas de las tendencias políticas de la Sociedad Qui-
teña y su Derecho Constitucional”, en Venezuela, Academia Nacional, El pensa-
miento constitucional de Latinoamérica, 5 vols., (Caracas: Academia Nacional de
Historia, 1962), II, 301-302. Camilo Destruje, Historia de la Revolución de octu-
bre, 347-381; Julio Estrada Ycaza, La lucha de Guayaquil, II, 485-496. Bolívar a
Santander, Quito, 20 de enero de 1823, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador,
III, 345-346.
163
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
[la] municipalidad de Quito… que, en mi opinión, es escandaloso y muy
atrevido”.30 Bolívar también hizo pública su “indignación con respecto a
esta sediciosa municipalidad, y los representantes de ese pueblo a quien
yo he tratado de un modo bien diverso al que merecía la conducta que ha
observado desde su agregación a Colombia”.31
En la costa, la “republiqueta”, como desdeñosamente nombraba Bo-
lívar a Guayaquil, se preparaba para el último acto de la “liberación” co-
lombiana del Reino de Quito. Aunque el presidente Olmedo continuaba
insistiendo en que sólo la asamblea de Guayaquil tenía el derecho a decidir
sobre el futuro de la provincia, temía el poder militar de Colombia. El 2
de abril de 1822, antes de la batalla de Pichincha, escribió a San Martín
explicándole las amenazas de Bolívar de tomar la provincia mediante un
“golpe de fuerza” e informando al Protector de Perú que “ha llegado el
caso de cumplir su solemne voto de sostener la libertad de este pueblo.”32
Era demasiado tarde. El propio San Martín buscaba la ayuda de Colombia.
Bolívar no tenía la intención de permitir a Guayaquil que decidiera su
destino. Escribió a San Martín: “Yo no pienso como V. E. que el voto de
una provincia debe ser consultado…. La Constitución de Colombia da a la
provincia de Guayaquil una representación de lo más perfecta”.33 Aparen-
temente, se trataba de una representación virtual, ya que ningún diputado
de Guayaquil o de cualquier otra parte del Reino de Quito fungió como tal
en el Congreso de Colombia. Bolívar fue más directo al dirigirse al Presi-
dente Olmedo. Antes de la batalla de Pichincha, en enero de 1822, declaró:
“exijo el inmediato reconocimiento de la República de Colombia, porque
30 Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas
del Libertador, IV, 12-14. También se quejó: “¡Qué ingratos! Haber sacado noso-
tros la flor de Venezuela para hacerles bien, y pagarnos con calumnias”. Ibid. Sin
embargo, admitió “que jamás ha cesado la deserción de las tropas de Venezuela y
Nueva Granada... Si hay 400 granadinos o venezolanos [en un ejército de 5,000
hombres] es lo más que tenemos”. Ibid.
31 Bolívar a Vicente Aguirre, Pativilca, 9 de enero de 1824, en Vicente Lecuna,
Cartas del Libertador, IV, 17.
32 José Joaquín de Olmedo a José de San Martín, Guayaquil, 2 de abril de 1822,
en Biblioteca Ecuatoriana Mínima, José Joaquín Olmedo. Epistolario, (Puebla:
Editorial Cajica, 1960), 485-488.
33 Bolívar a San Martín, Quito, 22 de junio de 1822, en Bolívar, Obras completas,
I, 649-650.
164
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
es un galimatías la situación de Guayaquil. Mi entrada en ella en tal estado
sería un ultraje para mí y una lesión a los derechos de Colombia.”34 Tras la
victoria, en junio, le informó a Olmedo: “Yo tendré la satisfacción de en-
trar a la cabeza las tropas aliadas en esa ciudad y espero que seré recibido
como presidente de Colombia y protector de Guayaquil.”35 Para asegurar la
realización de sus planes, cerca de 1.300 soldados colombianos ocuparon
Guayaquil; al mismo tiempo él bajaba con otro ejército desde las montañas
de Quito.
El presidente de Colombia entró en Guayaquil el 11 de julio de 1822
entre salvas de cañonazos y el repique de las campanas. El gobierno de la
ciudad declaró tres días de fiesta en honor de la victoria de Pichincha. De
inmediato, los colombianos iniciaron la agitación a favor de la anexión.
Dos días después Bolívar anunció que tomaba el “mando político y mili-
tar… para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosa anarquía en que se
hallaba.” Y añadió cínicamente, “sin que esta medida de protección coarte
de ningún modo la absoluta libertad del pueblo para emitir franca y espon-
táneamente su voluntad”.36 No obstante, en el bando publicado ese día
declaraba: “las antiguas autoridades han cesado en sus funciones políticas
y militares”.37
El gobierno de Guayaquil no tenía otra alternativa que condescender.
Olmedo escribió a Bolívar que “sería preciso toda la filosofía de un estoi-
co o la impudencia de un cínico para no ver el abuso que se ha hecho del
candor de estos pueblos”. Anunció además que se exiliaría porque “así lo
exige mi honor”.38 El general José de la Mar, oriundo de Cuenca y entonces
34 Bolívar a Olmedo, Cali, 2 de enero de 1822, Lecuna, Cartas del Libertador, III,
172-173.
35 Bolívar a Olmedo, Quito, 18 de junio de 1822, en Aurelio Noboa (comp.), Co-
lección de Tratados, 2 vols., (Guayaquil: Imprenta de Noboa, 1901), I, 300-301.
36 Aurelio Noboa (comp.), Colección de tratados, I, 309.
37 Vicente Lecuna, Cronica razonada, III, 192. William H. Gray ofrece un re-
cuento bastante imparcial en su “Bolívar’s Conquest of Guayaquil”, en Hispanic
American Historical Review, 27:4 (noviembre de 1947), 603-622. Véase también
David J. Cubitt, “Guerra y diplomacia en la República de Guayaquil, 1820-1822”,
en Revista de Historia de América, 17 (1971), 391-411; y su “Anexión de la pro-
vincia de Guayaquil. Estudio del estilo político bolivariano”, en Revista del Archi-
vo Histórico del Guayas, 13 (1978), 5-27.
38 Olmedo a Bolívar, Guayaquil, 29 de Julio de 1822, en José Joaquín de Olmedo,
Epistolario, 497-499.
165
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
al mando de los ejércitos de la República de Guayaquil, declinó la oferta
que le hizo Bolívar de otorgarle el gobierno de la provincia, y también
partió al exilio.
Las bayonetas y no el pueblo habían votado. Como Bolívar explicaba
a Santander: “la junta de este gobierno, por su parte, y el pueblo, por la
suya, me comprometieron hasta el punto de no tener otro partido que to-
mar, que el que se empleó el día 13. No fue absolutamente violento, y no se
empleó la fuerza, mas se diría que fue al respeto de la fuerza que cedieron
estos señores”.39 El antiguo Reino de Quito había logrado su independen-
cia de la Monarquía española, más no la libertad. En el Departamento de
Quito o Ecuador, como a veces se le llamaba, se impuso la ley marcial.
Los funcionarios de otras partes de Colombia, así como de otros países,
reemplazaron a las autoridades locales.
Bolívar contaba con las mejores cartas cuando San Martín llegó a
Guayaquil para su largamente pospuesta reunión. Los dos hombres se re-
unieron en privado el 26 y el 27 de julio de 1822. En un principio, San
Martín había esperado que se tratara acerca del futuro de Guayaquil, el
establecimiento de monarquía en América y la ayuda para continuar la
guerra en Perú. La cuestión de Guayaquil había sido resuelta por la fuerza.
Bolívar, aunque un autócrata y creyente en un poder ejecutivo poderoso,
sin trabas y, de ser posible, vitalicio, se oponía a la monarquía. En con-
secuencia, los dos hombres limitaron sus conversaciones al manejo de la
guerra en Perú. San Martín debilitado solicitó ayuda, la cual fue negada por
Bolívar con base en que le era necesario su ejército para completar la libe-
ración de Colombia. Quedó claro que Bolívar no cooperaría con un rival
como San Martín, cuya reputación y logros políticos y militares desafiaban
la posición del venezolano como libertador de la América del Sur.40
El Protector de Perú partió convencido de que se había convertido
en un obstáculo para la liberación final de América del Sur. A su llegada
a Lima, descubrió también que su gobierno había sido repudiado. Una
coalición de ciudadanos principales había derrocado al ministro Bernardo
39 Bolívar a Santander, Guayaquil, 22 de Julio de 1822, en Vicente Lecuna, Cartas
del Libertador, III, 246.
40 Existe una extensa bibliografía acerca de la entrevista de Guayaquil en que los
partidarios de ambos libertadores discuten los méritos de su héroe y denigran a su
oponente. Gerhard Masur ofrece un análisis objetivo en “The Conference of Gua-
yaquil”, en Hispanic American Historical Review, 31:2 (mayo de 1951), 189-229.
166
Revista Pucara, N° 22 (145-167), 2010
de Monteagudo. Enfrentado con el creciente descontento y convencido de
que “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”, renunció el 20 de septiembre
de 1822. Confió su autoridad al primer Congreso del país, y de inmediato
viajó a Chile y posteriormente a Europa, donde permaneció en exilio hasta
su muerte, ocurrida en 1850.41
“Un pueblo sometido”42
Tras la partida de San Martín, Bolívar decidió terminar la liberación
de Perú. Para costearla, reinstauró en los Departamentos del Sur, los te-
rritorios del antiguo Reino de Quito, el tributo indígena, que las Cortes
y, más tarde, el Congreso de Colombia, habían abolido. Bolívar también
restauró los estancos de sal y de tabaco e incrementó los impuestos en la
región.43 Como explicaba a Santander: “Todo ha sido violencia sobre vio-
lencia. Los campos, las ciudades han quedado desiertas para tomar 3.000
hombres y para sacar doscientos mil pesos. Yo sé mejor que nadie hasta
donde puede ir la violencia, y toda se ha empleado. En Quito y Guayaquil
se han tomado los hombres todos, en los templos y en las calles para hacer
la saca de reclutas [para la guerra en el Perú]. El dinero se ha sacado a fuer-
za de bayoneta”.44 Aunque la región proporcionaba los recursos humanos
y materiales necesarios para continuar la guerra en Perú, Simón Bolívar
nunca se identificó con el antiguo Reino de Quito y llegó a detestar a sus
dirigentes, que estaban molestos con el gobierno colombiano. El 7 de ene-
ro de 1824, cuando se preparaba para la lucha contra las fuerzas realistas
en los Andes, Bolívar hizo a Santander partícipe de sus temores por tener
41 Citado en Rubén Vargas Ugarte, Historia General del Perú, 6 vols., (Lima: Car-
los Milla Batres, 1966), VI, 240.
42 Según David Bushnell: “Las quejas diversas del Ecuador parecían tener como
base un vago sentimiento de ser un pueblo sometido…. Durante cierto tiempo, en
efecto, la descripción del Ecuador como un territorio conquistado, era casi literal-
mente cierta”. El régimen de Santander el la Gran Colombia (Bogotá: Ediciones
Tercer Mundo y Universidad Nacional, 1966), 346.
43 Rodríguez O., La independencia de la América española, 268-272.
44 Bolívar a Santander, Guayaquil, 15 de abril de 1823, en Vicente Lecuna, Cartas
del Libertador, III, 373. En lo que respecta a la contribución ecuatoriana, véanse
Luis A. Rodríguez S., Ayacucho, la batalla de la libertad Americana, (Quito: Casa
de Cultura Ecuatoriana, 1975); y Alfredo Luna Tobar, El Ecuador en la indepen-
dencia del Perú, 3 vols., (Quito: Banco Central del Ecuador, 1986).
167
La Independencia del Reino de Quito/Jaime Rodríguez
que confiar en:
hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que he dicho a Vd., antes
de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho
es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que
el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos
en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son
la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo.
Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos
truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin
ningún principio de moral que los guíe.45
La autoridad civil nunca se restauró por completo en los departamen-
tos del sur; los militares, la mayoría de ellos extranjeros, dominaron el
territorio del antiguo Reino de Quito.46 Francisco Aguirre Abad diría más
tarde:
Hasta el año de 1828 se vivía en el Sur bajo el régimen del terror….
Estas escenas de sangre servían en Guayaquil para avivar la odiosidad a los
colombianos, y [también] en las demás provincias…. Con todo, la Consti-
tución de Colombia no existía sino en el nombre, en los Departamentos del
Sur, gobernados arbitrariamente por un Jefe Superior, empleo inconstitu-
cional que dependía del Libertador….47
En 1830, después de que Colombia se desmoronó, la región, ya sin
algunas de sus provincias norteñas, se convirtió en una nueva nación, no
con su nombre histórico de Quito, sino con el nombre artificial que le había
sido dado por sus conquistadores: Ecuador.
45 Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas
del Libertador, IV, 12-14.
46 Roger Paul Davis, “Ecuador under Gran Colombia, 1820-1830: Regionalism,
Localism, and Legitimacy in the Emergence of an Andean Republic”, Tesis de
doctorado, (Tucson: University of Arizona, 1983); y María Susana Vela Witt, El
Departamento del Sur en la Gran Colombia, 1822-1830, (Quito: ABYA-YALA,
1999).
47 Francisco Aguirre Abad, Bosquejo histórico de la República del Ecuador (Gua-
yaquil: Corporación de Estudios y Publicaciones, 1972), 204-205.
ISSN 1390-0862
169
Para pensar la gobernanza desde el Azuay
To think governance from Azuay (Ecuador)
María Cristina Cárdenas Reyes
Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador
E-mail: acardena@ucuenca.edu.ec
Resumen
La reflexión desarrollada en este artículo se realiza desde Cuenca,
antigua capital regional de la sierra ecuatoriana, caracterizada histórica-
mente por su aislamiento geográfico y la emigración al exterior. El artículo
emplea un nivel intermedio de teoría para interrogar a la noción de go-
bernanza sobre sus posibilidades de aplicación en un contexto de ciuda-
danía de baja intensidad. Sus conclusiones indican que actuar localmente
y consumir globalmente sería el sucedáneo de una ciudadanía informada
y crítica, al interior de cierta pragmática social que parece prolongar una
modernidad barroca ligada culturalmente a la ética del conformismo.
Palabras clave: Cuenca, modernidad, ciudadanía, gobernanza, conformis-
mo.
Abstract
The reflection of this article was developed in the city of Cuenca, an
Ancient Regional Capital of the Ecuadorian Highlands historically cha-
racterized by its geographical isolation and emigration abroad. The paper
employs an intermediate level of theory to interrogate the notion of gover-
nance on its applicability in a context of low-intensity democracy. Their
conclusions indicate that acting locally and consuming globally would be
a substitute for an informed and critical citizenship, inside a social pragma-
tics which seems to prolong a modern baroque culturally tied to an ethics
of conformism.
Key words: Cuenca, modernity, citizenship, governance, conformism.
Revista Pucara, N° 22 (169-186), 2010
(Recibido: 07-11-2009) (Aceptado: 28-11-2009)
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Introducción
El analista histórico no contempla la sociedad desde una torre de mar-
fil, contrariamente a cierta creencia ampliamente difundida. Antes bien,
se relaciona intensamente con el mundo, lo piensa desde su pasado y pre-
sente, y propone conceptos para debatir y refinar opciones de vida en la
sociedad de hoy.
Un estudio de la historia ecuatoriana pone de manifiesto cuestiones
gravitantes que no favorecen la consolidación de un sistema democrático
en el sentido contemporáneo. Subsisten tanto las dificultades en constituir
un Estado de derecho, como el desapego de los procesos institucionales,
una permanente crisis de representación, la confusión entre régimen políti-
co y sistema social, las continuas transiciones inacabadas, la búsqueda de
un cambio social rápido mediante la fe en un liderazgo carismático o en
un caudillo (Blanksten, 1951) antes que en la acción de una sociedad civil
robusta1. En este sentido, parecería no haber concluido el ciclo histórico la-
tinoamericano de lucha por convertir la monarquía absoluta en república2.
La rica diversidad étnica y cultural del Ecuador, mezclada con la he-
rencia hispana y occidental, ha generado una amalgama heterogénea ligada
a una concepción vertical del poder y la subordinación, no siempre compa-
tible con las democracias modernas caracterizadas por el control horizontal
de la autoridad desde la ciudadanía y la sociedad civil. Históricamente,
Cuenca, Quito y Guayaquil, ciudades núcleos de poder regional, fueron
los espacios de élites que organizaron el funcionamiento de la política na-
cional, y las esporádicas protestas locales no llegaron a crear movimientos
sociales o actores políticos con una acción que promoviera identidades
políticas efectivas. Así, la implantación de conceptos de democracia, li-
bertades y ciudadanía se ha dado en continua tensión con las prácticas
socio-históricas tradicionales del país (Hurtado, 2007), con una moder-
nidad barroca hondamente arraigada (Echeverría, 1968) y con una difícil
relación con la sociedad global (Badie, 1992), la cual incluye condicionan-
1 Según el informe The Economist Intelligence Unit’s Index of Democracy 2008,
el Ecuador figura actualmente entre los países con mayor riesgo de inestabilidad
política en un período generalizado de “recesión” democrática.
2 Considerando la intensa religiosidad andina, los conceptos foucaultianos de gu-
bernamentalidad y poder pastoral ayudarían a comprender el tipo de relación de
las mayorías con el poder en el Ecuador y el mundo andino. Ver Michel Foucault
(1981).
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tes geográficos. El resultado es hoy una democracia de baja intensidad3
en que el ciudadano aparece definido en la práctica por la obligación de
votar, confundiendo el principio elemental del derecho con la perentorie-
dad de la obligación. La abundancia de derechos sociales proclamada por
constituciones recientemente aprobadas en Latinoamérica no implica ne-
cesariamente su ejercicio en la cotidianeidad. Subyace aquí el proyecto que
apunta a sustituir la democracia representativa por una democracia partici-
pativa y protagónica, término equivalente a una democracia plebiscitaria
en que asuntos sociales fundamentales se resuelven por medio de consultas
populares con voto obligatorio.4
Para promover una ciudadanía dinámica que actúe como elemento
socializador fuerte (Menéndez-Carrión, 2002:201), la investigación que
fundamenta este artículo tuvo como objetivos: (i) aportar elementos de
reflexión a una modalidad democrática que integre componentes de go-
bernabilidad y gobernanza en la sociedad ecuatoriana; y (ii) contribuir a
crear en la educación superior espacios de discusión adecuadamente tema-
tizados.5
Dado que los principales organismos de gobierno seccional se en-
cuentran en Cuenca y que la población del Azuay reside mayoritariamente
en la capital provincial y regional, la observación del investigador se centra
necesariamente en la ciudad de Cuenca, centro de un proceso de trans-
formación con creciente apertura hacia la sociedad global a través de la
emigración, realización de estudios superiores fuera del país, y recepción
de turismo extranjero en ritmo progresivo. Esta transformación conoce a
su vez una movilidad de adultos y jóvenes desde el campo a la ciudad, en
función del consumo facilitado por la recepción de remesas provenientes
de la emigración y del interés por acceder a la educación superior en las
universidades de Cuenca.
3 Concepto de Guillermo O’Donnell (1994, 1996) que hace referencia a los re-
gímenes políticos latinoamericanos dotados de institucionalidad débil y un poder
ejecutivo altamente centralizado.
4 En la perspectiva del analista Joshua Partlow (The Washington Post, 2009), un
rasgo de la política latinoamericana y andina de hoy sería la sustitución de la re-
volución armada de mediados del siglo XX (Cuba, Nicaragua) por la implantación
de constituciones pródigas en derechos sociales (Venezuela, Bolivia, Ecuador).
5 El concepto de gobernanza se relaciona más bien con el ámbito de lo urbano
antes que con el espacio regional en su conjunto, observa Richard Stren (2000).
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Sobre gobernabilidad y gobernanza
Los conocidos problemas de gobernabilidad en la región latinoame-
ricana se han expresado a través de revoluciones, insurrecciones civiles y
golpes de Estado de carácter militar. En las décadas finales del siglo XX, la
ciencia política latinoamericana y ecuatoriana prestó atención preferente a
los temas de gobernabilidad del Estado a fin de asegurar transiciones exi-
tosas hacia la democracia. Los sobresaltos de la democracia, cultura políti-
ca y ciudadanía fueron abundantemente expuestos, analizados y debatidos
en el Ecuador por la ciencia política de los años 80 y 90. Los politólogos
resaltaban la debilidad de las instituciones democráticas, la tradición de
populismo y autoritarismo que desalienta el fortalecimiento de una cultura
política ciudadana, la fragilidad de las bases económicas y sociales de la
democracia que impiden la plena vigencia de derechos ciudadanos.6
A fines de los años 90, el concepto de gobernanza surge en el he-
misferio norte con proyectos y publicaciones provenientes de las agencias
internacionales de desarrollo: Banco Mundial, Banco Interamericano de
Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, Naciones Unidas. Una vez
iniciado el siglo XXI, las ciencias sociales latinoamericanas comienzan a
debatir la forma en que los gobiernos establecen sus agendas, diseñan sus
políticas, toman sus decisiones y evalúan sus posibles impactos, es decir,
se vuelcan hacia temas de gobernanza a fin de facilitar el desarrollo huma-
no y la reducción de la pobreza. Al presente, las investigaciones latinoa-
mericanas se muestran empeñadas en refinar las definiciones conceptuales
de gobernanza y gobernabilidad, y se dedican a examinar las aplicaciones
de estos conceptos a una variedad de temas tales como identidad territorial,
gestión de los recursos naturales, problemática urbana, gobierno local, de-
sarrollo local, y planificación territorial, entre muchos otros.
En el Ecuador, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO) mantiene una línea permanente de investigación sobre la go-
bernanza en sus diferentes facetas, en la que destacan los significativos
trabajos de Guillaume Fontaine (2006, 2007, 2008) sobre gobernanza
ambiental. Además de este tema, tienen especial relevancia los estudios
6 Ver Amparo Menéndez-Carrión (1986,1991, 2002); José Sánchez Parga (1997,
1999, 2007, 2008); Simón Pachano (1998, 2000, 2003); Carlos de la Torre (1997,
2002); Felipe Burbano (2003, artículos varios); Luis Verdesoto (2004, 2005); Os-
valdo Hurtado (2005, 2007), entre otros autores.
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sobre conservación y territorio indígena; gobernanza democrática y
con flictos ambientales; gobernanza reflexiva e intereses públicos; in-
tegración regional y gobernanza global; democratización de políticas de
tecnologías de la información y las comunicaciones –TIC– que el Ecuador
impulsa al momento; incorporación de los gobiernos locales a redes de
comunicación (radioemisoras, Internet, medios audiovisuales).7 En 2009,
el lector encuentra en la biblioteca digital de SENPLADES, organismo es-
tatal de planificación, estudios sobre el concepto de gobernanza y el debate
respectivo, sus proyecciones y repercusiones.
No obstante, la investigación social de Cuenca ha mostrado escaso
interés en discutir la noción de gobernanza. La compilación Retos del De-
sarrollo Local (Carpio Benalcázar, 2006) que reúne ponencias presentadas
a un Encuentro internacional sobre esta temática realizado en la ciudad en
2006, no incluye menciones a la gobernanza.
Discusión conceptual
El concepto de gobernanza responde a la búsqueda de un cambio de
paradigma en las relaciones de poder, desplazando un centro autoritario
hacia una red de elementos democráticos en la que se reúnen transparencia,
rendición de cuentas, participación decisoria de un colectivo bien informa-
do.8 Temprano en los años noventa, el Banco Mundial (World Bank, 1992)
empleó el concepto para analizar tres aspectos fundamentales de las ins-
tituciones públicas: 1) proceso de democratización de las reglas mediante
los cuales los gobiernos son elegidos; 2) capacidad de las instituciones
gubernamentales para resolver los problemas públicos; y 3) participación
ciudadana en la solución de los problemas públicos.
Si bien la gobernanza es un concepto posterior a la gobernabilidad de
los años 80, actualmente constituye uno de sus componentes inseparables.
Las corrientes de desarrollo humano apuntan a destacar el rol de las insti-
tuciones políticas, el concepto de Estado de derecho como aspiración, los
principios de transparencia, participación y responsabilidad como sustento
de un estilo de gobierno diferente al modelo del control jerárquico, y ca-
7 Un estado de situación en esta área aparece en Jurado Vargas (2006).
8 El término “gobernanza” (governance), propuesto por la Unión Europea y la Real
Academia Española de la Lengua, es también empleado en las traducciones de los
artículos de Renate Maynz (1998, 2001), importante pensadora de la governance.
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racterizado por un mayor grado de interacción entre el Estado y los actores
de la sociedad civil al interior de redes de decisión mixtas entre lo público
y lo privado (Maynz, 1998). Si se tiene en cuenta que una sociedad civil
organizada se configura como el espacio de la vida societal voluntariamen-
te autogenerado, independiente del estado y limitado por un orden legal9,
se trata entonces de reconstruir el proceso de toma de decisiones, el cual
aparece ahora como producto de un conjunto de actores gubernamentales y
sociales. Este enfoque aporta una nueva forma de comprender la goberna-
bilidad, ya que pone énfasis en la legitimidad de las instituciones, evaluada
a partir de la eficiencia de sus decisiones en beneficio de las mayorías y no
centralmente apoyada en el número de votantes-adherentes (Maynz, 2000).
A su vez, el concepto considerado en este artículo incluye elementos
de la gobernanza en red, que contempla la integración de localidades, re-
giones y mancomunidades complementarias con fines de refuerzo mutuo
(Brugué, Gomá y Subirats, 2002), una conexión de la mayor importancia si
se piensa en el aislamiento que ha prevalecido como derivación del regio-
nalismo en el país y de la permanente gestión estatal centralizada.
En América Latina, los investigadores políticos sostienen que la go-
bernabilidad se encuentra amenazada, entre otros factores, por la crisis fis-
cal de los estados, la falta de institucionalización de las organizaciones y
procesos políticos, el colapso de los aparatos administrativos y la falta de
legitimación de las estructuras políticas (Hurtado, 2005). Si se admite
que la relación entre gobernabilidad y gobernanza es de complementarie-
dad, la gobernabilidad aparece entonces como la capacidad de un sistema
político de perdurar en el tiempo y de generar institucionalidad, y se
relaciona directamente con una respuesta acertada a los problemas públi-
cos por parte del gobierno, que a su vez debe estimular las gobernanzas
locales.
No obstante, dado que prepara una mutación del poder del Estado
situando la interdependencia del Estado y la sociedad civil en el centro del
debate, el estudio de una posible construcción de gobernanza es con fre-
cuencia objetado por élites locales aferradas al tradicional manejo vertical
de las decisiones de poder, en la medida en que buscan imponer una verdad
9 Las definiciones de sociedad civil varían considerablemente según diferentes
modelos conceptuales, atendiendo a su origen histórico y al país donde se generan.
Al respecto v. Larry Diamond (1997).
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Para pensar la gobernanza desde el Azuay/María Cristina Cárdenas
personal o que conciben al autoritarismo como única herramienta eficaz
para la gobernabilidad e integración social del país. Se ha observado que
la noción de gobernanza es criticada en algunos ámbitos latinoamericanos
por sostenedores del antiguo populismo nacionalista, considerado como
tendencia de izquierda socialmente válida ante el denominado neolibera-
lismo (Castro Escudero y Oliver Costilla, 2005:164).
Al interrogar a la noción de gobernanza en el sentido expuesto, surgen
preguntas que continúan nutriendo la reflexión. ¿En qué realidades y pro-
cesos políticos, sociales y culturales preexistentes en Cuenca y el Azuay
puede apoyarse la consolidación de la democracia como modificación de
las relaciones jerárquicas y tradicionales de poder? ¿Qué actitud mantie-
nen los habitantes de Cuenca en relación a la innovación social y política
que permita desestructurar el poder vertical y clientelar? En la sociedad
de la información, una cuestión crucial para los ciudadanos es adquirir el
conocimiento para identificar su realidad y modificarla a largo plazo. ¿Qué
calidad de información y comunicación están adquiriendo las generaciones
jóvenes y mayores en vistas a la formación de redes de actores ciudadanos
en el territorio local y nacional, que lleguen a moldear una nueva identidad
política?
Desde la mirada del analista histórico, las preguntas planteadas con-
ducen a explorar un estado de situación de la cultura política azuaya, o
más bien ecuatoriana y andina, sus singularidades al relacionarse con la
democracia occidental, su apertura relativa a las transformaciones de las
relaciones sociales, políticas y económicas de la sociedad contemporánea,
la observación de pensadores políticos ecuatorianos y andinos.
La gobernanza local como propuesta de innovación
Un gran número de iniciativas ha permitido desde hace varios años
una verdadera mutación en los conceptos de gestión urbana, la cual no po-
dría ser considerada hoy como únicamente dependiente de las autoridades
municipales. América Latina ha sido pionera en este campo, con los pre-
supuestos participativos, acciones colectivas de auto-construcción, proce-
dimientos concertados de acondicionamiento del espacio urbano, e incluso
de investigación urbana, entre otros. Construir una sinergia de habitantes,
representantes elegidos, y técnicos, permite a la sociedad civil « pensar la
ciudad » y no reservar el monopolio de la reflexión y la programación a los
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poderes públicos. Esta innovación se ha convertido en un desafío mayor
para un mundo todavía urbanizado a medias (Santos Zavala, 2008).
La participación ciudadana, bien informada, es fundamental para una
gobernanza en red (o redes de gobernanza), la cual modifica el tipo de
gobierno en políticas públicas de acción, de información, de desarrollo, de
educación, para mencionar solo algunas. Las redes tienen como objetivo de
establecer un marco común para los municipios, mancomunidades u otras
agrupaciones comprometidas a implantar agendas locales que faciliten el
camino hacia la sostenibilidad, incluidas las variables sociales y económi-
cas en su desarrollo. Una gobernanza en red carece de un centro jerárquico
que monopolice las decisiones, se caracteriza por la interdependencia entre
los actores de la misma, y posee un grado de institucionalización. La ges-
tión de una red consiste en un conjunto de actividades interconectadas que
pueden incorporar formas de movilización dentro y fuera de la comunidad
para construir apoyo y una relativa capacidad financiera, informativa, tec-
nológica, todo ello acompañado por una lectura permanente de las señales
de cambio.
Numerosos países latinoamericanos han participado en estos pro-
cesos de reforma, siendo posiblemente Brasil uno de los más destacados
gracias a la promulgación de una nueva constitución en 1988, la cual for-
taleció la autonomía municipal, validó la participación bien informada de
grupos comunitarios en la toma de decisiones a nivel municipal, y extendió
importantes competencias en materia de política social y económica a las
autoridades municipales, incluyendo el manejo informado de presupuestos
participativos. De gran interés es también el caso del Gobierno de Bogo-
tá en el área de la planificación participativa, cuyos resultados responden
directamente a las necesidades de sus habitantes. Similar ha sido el caso
del Consejos de Desarrollo Local en la región de Coquimbo (Chile), donde
el cambio institucional ha sido producto de la articulación de acciones de
actores en diferentes niveles de gobierno y de la sociedad. Igualmente po-
sitivo en México ha resultado uso de la estructura institucional del Estado
con apertura para generar una nueva forma de gobierno local.
Estas experiencias de gobernabilidad local pactada con la sociedad
comparten ciertas características en cuanto a su estructura y funcionamien-
to, las cuales posibilitan asignar una validez y calidad a sus políticas pú-
blicas en acción. Sus objetivos están diseñados en función de la sociedad
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local, teniendo en cuenta problemas públicos que otros niveles de gobierno
habían descuidado, y su estructura organizativa es auténticamente horizon-
tal y no centralizada.
Tal diseño, en que el gobierno ha sido un actor más y no el protago-
nista, ha permitido que estas prácticas sean sustentables, permanezcan en
el tiempo y logren una institucionalización capaz de procesar el conflicto
político En esta nueva gobernabilidad local, el Estado garantiza el libre
acceso a la información, aunque preservando la privacidad individual, todo
lo cual implica la definición y consolidación de nuevos espacios públicos
de comunicación, una tarea no exenta de dificultades y retos provenientes
de un entorno altamente dinámico y demandante. Por lo que se requiere se-
guir construyendo marcos interpretativos que den cuenta de la gobernanza
local, de sus logros, retrocesos y tareas pendientes.
Problemas para asumir una ciudadanía contemporánea
Un aspecto importante de la discusión es el análisis de la utilidad que
pueda tener el concepto de gobernanza ciudadana en la trayectoria de los
distintos países, regiones y ciudades, en particular cuando la democracia
no es el resultado de un proceso histórico propio de lucha y consolidación
(Benítez, 1994). Una gran cantidad de publicaciones subraya la importan-
cia de la gobernabilidad y de la gobernanza en la estimulación del desarro-
llo local y nacional en los países en desarrollo, con enlace a la problemática
de género, de generaciones, de etnicidad. Mas los valores, así como las
creencias y hábitos, tomados en su conjunto, definen a las culturas. Lo que
una colectividad admite como regido por una autoridad aceptada, la inde-
pendencia y la identidad de grupo, lo que se juzga bueno o malo, correcto
o incorrecto, configura una cultura política.
En la teoría de la democracia republicana, la última década del siglo
XX ha visto un renacimiento del interés en la cultura política como cate-
goría de análisis respecto a la dimensión valórica y subjetiva de la acción.
Por lo mismo, “explorar la cultura política de un pueblo o grupo, implica
no solo preguntarse por las ideas y valores ya existentes […]”, propone
Fernando Bustamante (1994). Es necesario igualmente estudiar “la forma
como la gente opera la síntesis, producción, interpretación y reinterpreta-
ción de estos contenidos” (ibid.) como respuesta multivalente a sus condi-
ciones de vida. Esta observación reviste plena validez para el análisis de la
historia política del Ecuador.
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En el Ecuador, la reflexión sobre la cultura política ha dirigido su
atención a temas como las relaciones entre religiosidad católica, estructura
de las leyes y secularización, percibiendo en este enlace y sus implicacio-
nes en el sistema educativo nacional algunos factores que inciden en una
modernidad tardía. Otros estudiosos de la cultura política (lingüistas, se-
miólogos, antropólogos) han examinado también la simbología del poder
(emblemas, himnos, escudos, banderas, colores, consignas, mitos funda-
cionales), los discursos, artificios retóricos o teatrales desde los cuales se
construye o se legitima la autoridad política, o los rituales y ceremonias
a través de los cuales se renuevan los vínculos políticos en una sociedad
(mítines, manifestaciones, celebraciones). Las festividades motivadas por
los bicentenarios de la emancipación americana de España proveen un ade-
cuado ejemplo de construcción de un ritual unificador.
Desde la óptica de una cultura política específica, un entendimien-
to adecuado del mundo andino requiere tener presente que su fisonomía
y prácticas no obedecen a modelos políticos occidentales. El historiador
Heraclio Bonilla ha subrayado en distintos foros el sesgo eurocéntrico de
la producción académica latinoamericana y andina, y la necesidad de mo-
dificar el marco conceptual de la misma para estudiar la región. Existen
elementos jerárquicos en la comunidad campesina, así como también ele-
mentos colectivistas, fenómenos que en la historia occidental normalmente
no están juntos. A su vez, la jerarquización andina y sus reglas no impiden
una sociedad múltiple, etnias y prácticas culturales diversas, un componen-
te también ajeno a la cultura occidental y al republicanismo liberal.
Las palabras de Mónica Chuji (2008:55), miembro de la Asamblea
Nacional Constituyente del Ecuador en 2008 y dirigente política de organi-
zaciones indígenas, permiten comprender mejor este horizonte de sentido:
Los pueblos y nacionalidades somos diferentes al sujeto ju-
rídico moderno. Nuestra forma de vivir, instituciones, relaciona-
miento con el entorno, la cultura, no son los mismos que aquellos
del sujeto moderno individual. Los pueblos y nacionalidades he-
mos generado de manera atávica formas complejas de relaciona-
miento comunitario que no comparten fundamentos de base con
el sujeto moderno individualizado. Son formas de comprender la
vida y la naturaleza de manera distinta.
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En Cuenca y en el Ecuador, el tejido social aparece conformado por
corporalidades sociales antes que por ciudadanías, si bien este rasgo podría
ser considerado también como un sustituto a la falta de condiciones de la
sociedad ecuatoriana para garantizar la inclusividad y el ejercicio ciuda-
dano crítico en su interior. Además, en las democracias representativas la
participación ciudadana se relaciona con la rendición de cuentas, elemento
clave de la gobernanza pero práctica difícil de consolidar en regímenes de
tradición autoritaria personalizada, ligados a una democracia delegativa
(O’Donnell, 1994).
En su crítica de la modernidad capitalista desde lo latinoamericano
y andino, el filósofo Bolívar Echeverría (1998, 2003, 2006) ha propuesto
el concepto de ethos barroco como una forma cultural de resistencia a
la barbarie del capitalismo impuesto históricamente por la colonización
española. La modernidad barroca reafirma la validez de la forma natural
de vida en medio de su destrucción, sostiene Echeverría, si bien ha estado
acompañada por formas de evasión hacia un imaginario inventado como
reacción a la modernidad importada. En la actualidad, sostiene, no se trata
de reconstituir una relación arcaica con la naturaleza, ni tampoco una orga-
nización social ancestral pre-capitalista como equivalente de una sociedad
más justa.
Perfila su perspectiva democrática amplia en entrevista concedida a
Diario El Comercio de Quito en abril de 2007:
Esas culturas ancestrales eran culturas igualmente autorita-
rias y enfrentadas a la naturaleza, como las occidentales. Se ba-
saban también en el sacrificio del individuo, tanto como la cul-
tura cristiana, construían sus mundos maravillosos sobre la base
de una represión muy radical. Reconstruir las formas de usos y
costumbres ancestrales no es sólo volver a formas de una ‘demo-
cracia’ comunitaria, sino también volver a formas de convivencia
autoritarias. Hay que aprender de la experiencia de estos dos tipos
de mestizaje y construir algo completamente diferente. Construir
una nueva asociación de hombres libres, una sociedad plenamente
moderna, es decir, que esté más allá de la época de la necesidad
del sacrificio.
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Al ser una modalidad de resistencia al capitalismo moderno, la mo-
dernidad barroca no genera formas de producción alternas. Por eso se dice,
observa Echeverría, que ciertos países latinoamericanos y andinos, tan
ligados afectiva y vitalmente al agro, no están hechos para el sacrificio
productivo de mayor proyección y alcance, a su vez componentes indis-
pensables para una vida moderna en sentido contemporáneo. Más aún, la
pervivencia del ethos barroco enlazado con el arraigo del antiguo caciquis-
mo, entraña efectos negativos para la vida ciudadana al promover una ética
socialmente conformista.10
Existen otros factores en juego. Paradojalmente, si bien el discurso
más divulgado en el Ecuador (y no solo en el Ecuador) impone reprobar
al lucro y la globalización, se trata de un discurso engañoso que enlaza lo
material con lo utópico, pues la meta individual es en realidad incorporarse
a ambos procesos. Lejos de socavar la sociedad capitalista y neoliberal,
el mercado del consumo resulta el nivelador democrático y social por ex-
celencia, y las políticas redistributivas tienen por objeto que los sectores
empobrecidos accedan a un mayor y mejor consumo. Este proceso es bien
manejado por el poder, no solamente en Cuenca y su área de influencia,
beneficiada por las remesas financieras de los familiares emigrantes. Im-
portantes sectores políticos en el área andina anhelan que la consecución
del desarrollo incluya el consumo masivo y la tecnificación de la vida coti-
diana, junto a la preservación de la cultura política tradicional y de pautas
habituales de comportamiento. Esta composición favorece la reproducción
de prácticas autoritarias en nombre de un legítimo legado cultural propio.
Si se añade a este enfoque pragmático la combinación en la sociedad
actual de adhesión a lo tecnológico sin preguntarse sobre sus fundamentos
–la ciencia como valor indiscutido - y de prácticas políticas autoritarias,
no se percibe un futuro auspicioso para el ánimo socialmente crítico. Se
corre el riesgo de promover como ideología el cultivo de la ciencia en tanto
valor máximo del conocimiento que desplaza a la razón reflexiva. Jürgen
Habermas (1968,1994) ha presentado las consecuencias posibles del po-
sitivismo científico en tanto recurso ideológico del capitalismo avanzado,
que desplazaría al conocimiento especulativo por ser instrumento propio
de una etapa histórica superada.
10 Desde la antropología, el rasgo del conformismo azuayo y sus implicaciones ha
sido estudiado por Lynn Hirschkind en su tesis doctoral (1970, inédito).
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Reflexiones finales
Desde una perspectiva de fortalecimiento de la ciudadanía deliberan-
te, y en medio de la creciente tendencia a la ampliación del espacio público
y la descentralización en Latinoamérica, han cambiado la cultura política y
las formas de organización y participación ciudadana. El problema apunta
ahora a la vía consumista de la igualdad. Lejos de socavar la sociedad
capitalista y neoliberal, el mercado del consumo resulta el nivelador demo-
crático y social por excelencia, y las políticas redistributivas tienen por ob-
jeto que los sectores empobrecidos accedan a un mayor y mejor consumo
(García Canclini, 1995). Este proceso generalizado es bien manejado por
el poder. Importantes sectores políticos en el área andina anhelan que la
consecución del desarrollo incluya el consumo masivo y la tecnificación de
la vida cotidiana, junto a la preservación de la cultura política tradicional y
de pautas acostumbradas de comportamiento que aseguran un conveniente
conformismo.
Un correlato del consumo es la seducción de las mayorías. A princi-
pios del siglo XX, el principal escenario de la política era la plaza pública.
Hoy, la plaza pública es la televisión, y allí se escenifica el debate. Si bien
este cambio ha creado una sensación de transparencia, en la práctica ha re-
forzado la transformación del ciudadano en consumidor al cual es necesa-
rio convencer y seducir. Más allá de los recursos tecnológicos, la estrategia
de la seducción no es reciente en el país. Históricamente, sus orígenes se
enlazan con el populismo “tradicional” y caudillista de José María Velasco
Ibarra (De la Torre, 1997) y se prolongan en el llamado “neopopulismo”
latinoamericano de rostro cambiante (Leaman, 2004).
Luego de formular estas observaciones, conviene retomar el sendero
interrogativo para cerrar/abrir la reflexión ofrecida en este artículo. ¿Es
posible la construcción de una regulación armónica entre estado y socie-
dad civil? ¿Pueden alcanzarse conjuntamente justicia social y democracia en
América Latina y el mundo andino? Estas preguntas adquieren renovado vi-
gor en un momento en que proliferan los proyectos de intervención social de
distinta fuente, y cuando los emigrantes han comenzado a retornar obligados
por los efectos de la crisis económica en sus países de recepción. La respues-
ta remite necesariamente a discutir la presencia de una ciudadanía realmen-
te existente, organizada, activa, protagónica, no clientelar, como condición
fundamental para alcanzar una auténtica gobernabilidad/gobernanza, donde
estado y sociedad civil integren una ecuación reguladora.
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Es cierto que los debates académicos parecen lejanos de la realidad.
En una gobernanza, todos son responsables de todos. Entonces, ¿quién
manda? ¿Cómo llevar adelante esta transformación en una sociedad no en-
teramente occidentalizada? ¿Es otra gran ilusión? El peligro de un enfoque
guiado por el ideal de buena gobernanza propuesto en los años 90 por el
Banco Mundial radicaría entonces en focalizarse en la existencia de fun-
ciones institucionales, olvidando la realidad cultural, social y económica
del Ecuador y sus ciudades intermedias. Por supuesto, la gran diversidad
de historias y contextos no impide la existencia de cuestiones comunes
para ciudades y regiones de diferentes países latinoamericanos, tales como
la legitimidad y del arraigo del poder o de los poderes vigentes; el funcio-
namiento de las instituciones públicas y de la pérdida de confianza en el
estado; la posición de los actores no estatales en la producción del bien
común; el estatus real del nivel local en la gobernanza, y otras. Pero las
respuestas que intentan y pueden aportar a estas cuestiones los distintos
actores, de una cultura a otra, son a menudo radicalmente diferentes.
Una aplicación directa a la realidad ecuatoriana del concepto de buena
gobernanza resultaría tal vez inadecuada. Sin embargo, podrían contem-
plarse otras maneras de entender la gobernanza, susceptibles de adaptarse
a los diferentes grados y modalidades de integración territorial y social
con los que funcionan el Estado y la ciudadanía en el país. Allí jugarían un
papel importante fuertes redes de investigadores locales que podrían con-
tribuir con juicios bien informados y razonados acerca de cómo incorporar
ideas y conceptos externos utilizables en los procesos locales de reforma.
Para funcionar de manera efectiva, tales redes requerirían apoyo adecuado
durante un período prolongado, libertad para decidir acerca de su propia
integración y actividades, y acceso a investigadores y activistas de otras
ciudades y regiones que tengan inquietudes y propósitos similares. Así, en
su uso diferenciado, la gobernanza no aparece tanto como un concepto sino
más bien como un referente. No prescribe un estado de hechos deseables,
sino que se enfoca hacia a procesos, funciones y a sus diferentes grados en
contextos específicos que buscan construir una democracia efectivamente
participativa. En este sentido, habría un interés claro en seguir hablando de
gobernanza en Cuenca y el Ecuador.
Reviste especial interés la discusión sobre reformas de segunda ge-
neración al interior de este concepto, tendientes a asegurar la legitimidad
183
Para pensar la gobernanza desde el Azuay/María Cristina Cárdenas
de su aplicación en tanto enfoque de desarrollo y de cooperación para el
desarrollo. Los contenidos de la denominada “gobernanza sistémica” po-
drían reforzar la capacidad de tomar y aplicar decisiones en función de los
derechos ciudadanos y del bien común en todos los niveles del sistema
político.11 El debate sigue abierto.
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187
El fonema /s/, ¿sordo o sonoro?
Un estudio de dos dialectos ecuatorianos
Phonemic /s/, voiced or voiceless? A study of two
Ecuadorian dialects
Ana María Calle Calle
Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador
E-mail: ana_calle@yahoo.com
Resumen:
Este artículo analiza un elemento fonológico de dos dialectos del es-
pañol utilizados por la gente de Quito y de Cuenca. De acuerdo a Robinson
existen tres contextos fonológicos en los cuales el fonema /s/ es sonorizado
por los cuencanos, mientras los quiteños lo sonorizan en dos de ellos. Este
estudio establece si estas diferencias continúan ocurriendo. Seis informan-
tes de cada ciudad participaron. Sus resultados indican la tendencia de los
quiteños por no sonorizar /s/ en ninguno de los entornos fonológicos se-
ñalados. Las limitaciones de los datos hacen necesario una investigación
posterior.
Palabras clave: sibilantes, fonema, sonorización, ensordecimiento, dia-
lecto.
Abstract:
This paper studies a phonological feature of two dialects used by the
people of Quito and Cuenca. According to Robinson, there are three envi-
ronments where /s/ is voiced in the dialect of Cuenca while it is voiced in
two environments in the dialect of Quito. This paper determines whether
these differences are still taking place or not. Six subjects from each city
participated. Results indicate a tendency by the dialect of Quito to devoice
this phoneme in all environments reported by Robinson. Further research
needs to be done due to data limitations.
Key words: sibilants, phoneme, voicing, devoicing, dialect.
Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
(Recibido: 17-11-2009) (Aceptado: 18-01-2010)
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Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
Introducción
El Ecuador presenta una gran diversidad de grupos étnicos y expre-
siones culturales a pesar de ser uno de los países más pequeños de América
del Sur. El idioma es parte de la cultura de los pueblos y presenta parti-
cularidades propias. Lipski, en su obra Latin American Spanish (1994),
también habla de esta diversidad cuando señala lo siguiente: “La pronun-
ciación del español ecuatoriano está claramente delimitada por sus fronte-
ras regionales. Tradicionalmente, una división tripartita se presenta en la
costa, la sierra y la amazonia. La sierra andina exhibe una notoria diferen-
ciación regional que incluye pronunciación y léxico” (247).
Este estudio se centra en la pronunciación del fonema /s/ en la sie-
rra Ecuatoriana, particularmente en las ciudades de Quito y Cuenca. El
fonema /s/ tiene muchas realizaciones en los diferentes dialectos del es-
pañol, tales variaciones van desde la conocida sibilante [s], la aspirada
[h], hasta la anulación completa del fonema [Ø], según lo reportan varios
autores (Canfield, 1981; Lipski, 1984, 1985; Terrell, 1977, 1978, 1979;
Nuñez Cedeño, 1980; Cedergren, 1973; Poplack, 1980; Bordelois, 1984)
citados en el artículo de Lipski (50) titulado Voicing in Ecuadorian Spa-
nish: Patterns and Principles of Consonantal Modification. Ejemplos de
estos tres alófonos se presentan en las siguientes palabras respectivamente:
casa, [kasa], desde [dehde], y esos gatos [esoƔato]. Se observa, pues, que
los alófonos mencionados también ocurren en el español ecuatoriano. Sin
embargo, Lipski (50) indica que existe un fenómeno único en el español
contemporáneo que ocurre sistemáticamente en la sierra central del Ecua-
dor, principalmente en Quito. Este fenómeno consiste en la sonorización
de /s/ en la posición final de palabra precedida por vocal, es decir en posi-
ción prevocálica. Esta particularidad precisamente, es uno de los entornos
que el presente estudio analiza en las ciudades de Quito y Cuenca.
Una reseña histórica de la sonorización de /s/
Conviene entender la historia de la sonorización de /s/ en el español
antes de introducirnos en una descripción actual de este fonema.
Según Robinson (137), los colonizadores españoles, durante el siglo
XVI, trajeron el contraste medieval de /z/ - /s/ a Latinoamérica. Este autor
argumenta que llegó a la sierra ecuatoriana a pesar de que, en España, un
surgimiento de cambio de /z/ a /s/ estaba ocurriendo. En otras palabras, el
fonema en mención estaba atravesando un proceso de ensordecimiento en
189
El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos ecuatorianos/Ana María Calle
el viejo continente. Robinson (138) asegura que el mencionado contraste
se afianzó en el idioma aborigen, el quichua. Ejemplos de esta influencia
los encontramos, dice Robinson, en palabras como “cazarana” (casarse).
“Toscano Mateus reporta un contraste sonoro entre las sibilantes en el qui-
chua ecuatoriano (este contraste no se observa en los dialectos peruanos ni
bolivianos)” (Robinson, 138).
Sin embargo, Toscano Mateus (29) señala que el quichua ha influen-
ciado al español ecuatoriano. El uso de la sibilante /z/ en palabras tales
como “puzu” (Quichua) canoso en español, es un ejemplo de ello. De ma-
nera similar, Lipski, en su obra Latin American Spanish, manifiesta que
“tan profundo ha sido el contacto quichua-español, que incluso, los hablan-
tes monolingües del español emplean estructuras lingüísticas las que, pro-
bablemente, deben su existencia al sustrato quichua” (246). Sin embargo,
en este caso específico del fonema /s/, Lipski, en su ensayo /s/-Voicing in
Ecuadorian Spanish: Patterns and Principles of Consonantal Modifica-
tion, indica que “hay una remota posibilidad que el sustrato quichua se en-
cuentre envuelto en este fenómeno.” El piensa que, más bien, la situación
contraria ocurrió; es decir, un préstamo-transferencia de períodos tempra-
nos del español sucedió cuando el fonema /s/ en posición intervocálica era
pronunciado como [z]” (p.52).
Se han planteado otras teorías acerca del origen de la sonorización
del fonema /s/. De acuerdo a Torreblanca (1986), existen otras áreas donde
este fenómeno ha sido observado y, por lo tanto, no es único. Es el caso de
la sonorización en Nariño, Colombia. Campesinos de esta región sonori-
zan la /s/ en posición prevocálica e intervocálica como se constata en los
ejemplos siguientes, respectivamente: la[z] otras; el ve[z]inito. En algunas
áreas de Nariño, existen tres casos de sonorización de /s/. Se puede escu-
char si [z]eñor ; de[z]ayuno o conver[z]ar. Torreblanca señala que el uso
de /z/ y /s/ al principio de una palabra “no tiene nada que ver con el sistema
medieval” de sonorización y ensordecimiento de las sibilantes (67). Por
lo tanto, este fenómeno de sonorización de prevocálica /s/ al comienzo de
una palabra no es un arcaísmo del español medieval, sino más bien, “una
innovación fonética causada por el debilitamiento articulatorio”.
Ya sea que la sonorización del fonema /s/ se origine en un arcaísmo
medieval, o en una influencia del sustrato quichua, es un debate complica-
do que debería ser discutido en otro artículo. Concentrémonos, pues, en el
fenómeno moderno.
190
Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
Fenómeno actual
Este artículo estudia un elemento fonológico de dos dialectos de la
sierra ecuatoriana, específicamente de los dialectos quiteño y cuencano.
Robinson (1979) informa que la sonorización del fonema /s/ en posi-
ción intervocálica es un fenómeno particular que ocurre en la sierra ecua-
toriana y argumenta que “en Quito se escucha [aziđo] por has ido, al con-
trario de [asiđo] ha sido. En Cuenca, también se escucha [dezastre] por
desastre en oposición a [desastre] por de sastre” (137). Este autor indica
que existen tres entornos donde la sonorización de /s/ es producida en el
dialecto cuencano mientras el dialecto quiteño ocurre en dos de estos en-
tornos. Los contextos donde el dialecto cuencano sonoriza la sibilante /s/ a
[z] son los siguientes: prevocálica /s/ en prefijos (V_&V), por ejemplo en
de[z] ayuno; prevocálica /s/ al final de palabra (V_#V) como en el caso de
e[z] él; y /s/ en el interior de una palabra precedida de consonante sono-
ra (V_Csonora), por ejemplo en el mi[z] mo. Los quiteños emplean la /s/
sorda en el primer context (V_&V), pero la sonorizan en los dos últimos
entornos. La siguiente tabla adaptada de Robinson (138) ilustra las aseve-
raciones de este autor.
Tabla 1
Entorno Dialecto 1 (Cuenca) Dialecto 2 (Quito)
1. V_&V de[z]ayuno Desayuno [z] [s]
2. V_#V e[z]el es él [z] [z]
3. V_Cvd mi[z]mo mismo [z] [z]
Fuente: Robinson, On the voicing of intervocalic s in the Ecuadorian highlands.
Además Encalada (1998) ha informado que la gente de Cuenca pro-
nuncia [z] entre /o/, en palabras tales como moco[z]o, melo[z]o, babo[z]o.
Este es otro entorno fonológico que será analizado más tarde. El propósito
de este estudio es determinar si este fenómeno todavía está ocurriendo y
si la sonorización de /s/ sucede en los entornos de la tabla anterior. Final-
mente, una pequeña conclusión y explicación sobre este fenómeno será
presentada.
191
El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos ecuatorianos/Ana María Calle
Participantes
Doce personas participaron en este estudio como informantes. Seis
quiteños, tres mujeres y tres hombres, representando a tres grupos gene-
racionales. Una de las mujeres de 30 años ha vivido en Quito toda su vida
excepto desde septiembre del año 2005 hasta junio del 2007 cuando resi-
dió en los Estados Unidos. Una segunda informante de 27 años residió en
Estados Unidos desde octubre de 2006, pero regresó al Ecuador por seis
semanas en diciembre del mismo año. Esta informante vivió en Tulcán du-
rante 12 años y los restantes 17 en Quito. La tercera informante de 71 años
residió en Tulcán durante 53 años y, luego, por 17 años ha vivido en Quito.
Uno de los informantes masculinos de Quito pertenece al mismo grupo ge-
neracional de las mujeres. Este participante tiene 31 años y también residió
en los Estados Unidos desde agosto del 2006 a agosto del 2008. Regresó al
Ecuador por seis semanas durante el año 2006. Durante 30 años ha vivido
en Quito. Un segundo participante quiteño de 47 años, vivió en Tulcán por
18 años y, ha residido en Quito, los restantes 28 años. El último informante
quiteño de 73 años, vivió en Tulcán por 30 años y en Quito por 43 años.
El resto de 6 informantes de Cuenca consisten en 2 hombres y 4 mu-
jeres, y representan cuatro grupos generacionales. Un adulto de 40 años y
un adolescente de 14 años participaron como informantes varones. Ambos
pertenecen al mismo círculo familiar y han crecido en la ciudad de Cuenca.
Todas las participantes mujeres han nacido y crecido en Cuenca y perte-
necen a diferentes grupos generacionales. Una de ellas tiene 17 años, la
segunda 30, una tercera participante tiene 64 años y la última de ellas tiene
92 años.
Conviene mencionar que una conversación informal fue empleada
con una persona de la región costa para averiguar sus impresiones hacia el
dialecto de la sierra, en particular al dialecto de Cuenca.
Metodología
Se emplearon tres herramientas para obtener datos de los dos grupos
de informantes: conversaciones regulares, la lectura de un pasaje y de una
lista de palabras (ver apéndices A y B). La lectura del pasaje incluía ejem-
plos de los siguientes contextos fonológicos: prevocálica /s/ en prefijos
(V_&V); prevocálica /s/ al final de palabra (V_#V); y /s/ en el interior de
una palabra precedida de consonante sonora (V_Csonora). Así mismo, la
lista de palabras incluía 18 ejemplos que contenían los entornos mencio-
192
Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
nados. El propósito de estas herramientas fue determinar si en realidad en
estos tres entornos se producía la sonorización del fonema /s/ en los dos
dialectos ecuatorianos. También estas herramientas sirvieron para precisar
si los diferentes instrumentos de estilo hicieron a los informantes variar su
habla en los contextos mencionados.
En primer lugar, conversaciones espontáneas fueron grabadas a los
dos grupos de informantes y luego, se realizaron grabaciones empleando
la lectura del pasaje y la lista de palabras. Finalmente, se hicieron las trans-
cripciones de los textos empleando el alfabeto fonético internacional en el
caso del fonema /s/.
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El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos ecuatorianos/Ana María Calle
Resultados:
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Los primeros dos entornos de la tabla anterior son muy frecuentes en
el español. De hecho, no existen diferencias entre las mujeres y los hom-
bres adultos en estos dos primeros contextos fonológicos. Sin embargo, se
observa una diferencia entre el adolescente y el resto de participantes. En
el primer entorno se nota una rara sonorización de /s/ en la segunda palabra
de la siguiente frase: eso es subida [ezozußida]. Pareciera que él se abstie-
ne de usar /e/ de la segunda palabra y entonces sonoriza la /s/. El mismo
fenómeno ocurre en el segundo contexto, pues el participante pronuncia:
mi escuela como [mizkuela]. Así mismo, el fonema /e/ no es empleado
cuando precede /s/. Lipski en su artículo, “Aspects of Ecuadorian vowel
reduction”, analiza esta reducción de la vocal. Finalmente, los resultados
muestran que los entornos 5 y 6 coinciden con los datos de Robinson. Por
lo tanto, parece ser que la gente de Cuenca todavía continúa utilizando [z]
en los dos últimos ambientes fonológicos. Esta parece ser una tendencia
general, excepto con la informante de 30 años quien no produjo ninguna
muestra de estos dos últimos contextos. Así mismo, la participante de 17
años no produjo ejemplos del entorno 5, pero sonorizó la /s/ en el entorno
6, lo cual coincide con la tendencia general de sonorización de este fone-
ma.
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De forma similar a los informantes cuencanos, los quiteños no sono-
rizan /s/ en los primeros dos entornos. En el tercer contexto, existen pocos
ejemplos en los que dos participantes mujeres no sonorizan /s/. Desafor-
tunadamente, no se presentaron muestras del entorno 4, prevocálica /s/ en
prefijos. Sin embargo, existe una gran diferencia entre el informante 2 y las
mujeres con respecto al entorno 5. El informante 2 sonoriza /s/ en el inte-
rior de una palabra precedida de consonante sonora mientras que las mu-
jeres no lo hacen. Además, en el ambiente 6, los varones y la informante 3
de 71 años sonorizan /s/. Pero las informantes más jóvenes no lo hacen. En
otras palabras, estas dos últimas informantes no presentan ningún ejemplo
de sonorización cuando pronuncian ejemplos de prevocálica /s/ al final de
palabra. Conviene destacar que los datos producidos por las informantes
jóvenes difieren de los datos presentados por Robinson.
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Existe una interesante diferencia entre el joven informante de 14 años
y el resto de sujetos con respecto al entorno 2. Es importante indicar que
el principio general señala que /s/ es sorda antes de consonantes sordas.
Sin embargo, el adolescente cuencano produjo un ejemplo de sonorización
de /s/ antes de una consonante sorda. Lipski, en “Aspects of Ecuadorian
vowel reduction”, informa que este fenómeno ocurre en los dialectos de
los Andes de Sudamérica, particularmente en Ecuador, Perú y Bolivia en el
que se reduce y se omite las vocales átonas en contacto con el fonema /s/.
Pareciera que el adolescente reduce la vocal átona /e/ en la palabra arres-
tado, y luego sonoriza la /s/. Por lo tanto, se puede asumir que la variación
en la sonorización de /s/ está ocurriendo cuando se produce la reducción
de la vocal. La tabla anterior también indica que en el contexto tres, la pro-
ducción de [z] no ocurre en palabras como mocoso según había señalado
Encalada (104).
Si comparamos los informantes cuencanos con referencia a los en-
tornos 4, 5, y 6 de la tabla 4, se puede observar una notoria diferencia
con los datos de Robinson (138). Sin embargo, existe una sutil diferencia
presentada por la participante de 30 años en los entornos 4 y 5, prevocá-
lica /s/ en prefijos, y /s/ en el interior de una palabra precedida de conso-
nante sonora, respectivamente. Esta participante no sonoriza /s/ en estos
entornos, pero, si lo hace en el entorno 6 similarmente a como lo hacen el
resto de los cuencanos. La tendencia general parece ser, sin embargo, el
sonorizar en los últimos tres entornos. Cecilia Merchán (Entrevista perso-
nal, abril 2006) argumenta que los dos informantes masculinos sonorizan
/s/ en este entorno de acuerdo a datos por ella recolectados a los mismos
sujetos cuando analizaba un fenómeno típicamente producido en Cuenca.
Merchán señala que los informantes emplean [z] en la palabra baboso. Esta
palabra no apareció en los datos actuales. Quizás, la sonorización de la /s/
podría deberse al proceso de asimilación de sonorización.
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Los datos indican que en los primeros cuatro entornos fonológicos,
los quiteños no sonorizan /s/. Estos datos coinciden con los de Robinson.
Sin embargo, los datos del contexto 5, no concuerdan con los de este autor.
La mitad de los informantes, especialmente los más jóvenes no sonori-
zan /s/. Consecuentemente parece que un cambio, iniciado por los jóvenes,
está ocurriendo. Los informantes jóvenes no sonorizan la /s/ en lo absoluto
en este entorno mientras que los informantes mayores lo hacen en diferen-
tes frecuencias. En el contexto 6, se observa una notoria diferencia entre
las informantes jóvenes con el resto de personas. Ellas, así mismo, no
sonorizan /s/ en lo absoluto. La informante de 71 años la sonoriza pero no
todo el tiempo. Caso similar ocurre con los informantes varones.
Los resultados obtenidos a través de la lista de palabras confirman
la tendencia general de no sonorizar /s/ en los primeros dos entornos tal y
como lo muestran los datos de la conversación y de la lectura de un texto.
Los resultados del tercer contexto son igualmente similares a los de la lec-
tura de un pasaje. Se puede concluir que la gente de Cuenca no sonoriza
/s/ en los primeros tres entornos. Si consideramos los datos del cuarto con-
texto de la lectura y la lista de palabras, se puede observar que solamente la
informante de 30 años sonoriza /s/ el 42,8% de veces, mientras que el resto
lo hace todo el tiempo. De igual manera, la informante de 30 años sonoriza
/s/ en el quinto entorno 40% de las veces (si consideramos la lectura y la
lista de palabras), en oposición a la sonorización del resto de informantes
que la realizan todo el tiempo.
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El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos ecuatorianos/Ana María Calle
Los datos de la tabla 7 confirman la tendencia de no sonorizar /s/ en
los primeros cuatro contextos como, previamente, lo señalan los resultados
de la conversación y del texto. Definitivamente, la gente de Quito no sono-
riza /s/ en estos cuatro primeros entornos. Entonces, se puede concluir que
un cambio está ocurriendo en comparación a la información de Robinson.
Este autor señaló que la gente de Quito también sonoriza /s/ en el quinto
entorno, es decir internamente en una palabra seguida de una consonante
sonora. La tabla 7 muestra que los informantes masculinos de 73 y 46 años
sonorizan /s/ 50% de veces, el informante más joven lo hace todo el tiempo
al igual que la informante de 71 años. Sin embargo, las informantes más
jóvenes no sonorizan este fonema en el entorno 5. Por lo tanto, se puede
determinar, como ya se había mencionado, que un cambio está ocurriendo.
Este cambio está siendo liderado por las mujeres jóvenes. Un fenómeno
similar está sucediendo con respecto al entorno 6, prevocálica /s/ al final de
palabra. Los varones mayores sonorizan /s/. La informante femenina de 71
años lo hace 33.3% de las veces. Las generaciones jóvenes no lo sonorizan
nunca. Es importante indicar que durante la recolección de datos (lista de
palabras) fue notorio que el participante más joven emitía pausas entre
las siguientes palabras es èl, es ella y has ido. Por el contrario, durante la
lectura del pasaje, este participante no utilizó ninguna pausa. Consecuente-
mente, él no sonorizó /s/ en el sexto entorno fonético durante la lectura del
texto, pero si lo hizo durante la lista de palabras. Un caso similar ocurrió
con la informante de 71 años. Ella hizo uso de pausas cuando leyó el pasaje
y la lista de palabras. Por lo tanto, estas pausas definitivamente influencia-
ron la producción final del fonema /s/ dentro de este contexto. Se puede
inferir, entonces, que estos dos informantes hubieran sonorizado /s/ en el
entorno 6 tal como lo hicieron en la conversación regular y en la lectura
del pasaje si no hubieran utilizado las pausas descritas. En conclusión, se
puede establecer que solamente las jóvenes informantes no sonorizan /s/ en
posición prevocálica al final de palabra.
Concentrándonos en las percepciones de estos dos fonemas, /s/ - /z/,
los cuencanos, incluida la autora, no notaron ninguna diferencia entre ellos.
Parece que los cuencanos somos completamente inconscientes de esto. Sin
embargo, fue interesante observar como una persona de la región costa-
nera de nuestro país pudo reconocer fácilmente la diferencia de estos dos
sonidos. Pareciera que este fenómeno es identificado de manera precisa por
la gente que proviene de otras regiones del país. Se pudo observar senti-
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Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
mientos negativos en relación al dialecto usado por los cuencanos y por las
personas que habitan la sierra sur del país. En otras palabras, la persona de
la costa señaló que cuando la gente produce este sonido chirriante [z], la
primera impresión que tiene es que pertenecen a una clase baja o una clase
social no educada. Este fenómeno es corroborado por Toscano (77) cuando
dice, “El costeño reprocha al serrano la s chicheante”. De esta manera, la
gente de la costa tiene este estereotipo y estigmatiza al dialecto cuenca-
no. Los quiteños también estigmatizan al dialecto cuencano, empero por
otras razones. La asibilación de la de la trill [r] en ca[ř]o (vehículo), a una
estridente fricativa [ř] (Travis 57) producida por los habitantes de Cuenca
es inapropiada para la gente de Quito, incluso, quizás es un signo de mala
educación. En otras palabras, se percibe al dialecto de la gente de la sierra
como una versión inferior del español.
Conclusión
Se observa que el fenómeno señalado por Robinson todavía ocurre
en la ciudad de Cuenca con dos excepciones. La informante de 30 años
presenta un pequeño cambio en los entornos fonéticos 4 y 5, pues sonoriza
/s/ en posición prevocálica en prefijos; y en el interior de una palabra pre-
cedida de consonante sonora. Además los cuencanos no sonorizan /s/ entre
dos sonidos /o/, es decir en el contexto 5 como Encalada asevera.
Los resultados de este estudio demuestran que los datos encontrados
por Robinson difieren en los dos últimos entornos: /s/ en el interior de
una palabra precedida de consonante sonora y prevocálica /s/ al final de
palabra. Definitivamente, en el dialecto quiteño ocurre un cambio hacia
la no sonorización de /s/ y este cambio está siendo liderado por muje-
res jóvenes. Por el contrario, las mujeres jóvenes cuencanas sonorizan /s/
casi todo el tiempo, especialmente la menor de ellas. Parece ser, entonces,
que en Cuenca, el factor edad influye en este proceso, pues la cuencana
más joven sí sonoriza /s/ en los tres últimos entornos fonológicos con una
frecuencia absoluta; entonces, se podría concluir que este fenómeno está
siendo extendido por las más jóvenes.
Es conveniente indicar que mayor investigación es requerida espe-
cialmente con personas de diferentes clases sociales para poder comprobar,
así, si este cambio está sucediendo de manera generalizada. Los resultados
del presente estudio muestran información de personas pertenecientes a la
205
El fonema /s/, ¿sordo o sonoro? Un estudio de dos dialectos ecuatorianos/Ana María Calle
clase media. Por lo tanto, el nivel educativo podría ser otro factor a consi-
derar para un análisis más profundo.
Finalmente, una pregunta se desprende de este estudio. ¿Las dife-
rencias entre los dialectos de Cuenca y Quito se están marcando o dismi-
nuyendo? Definitivamente, lo certero que podemos notar es que la edad y
el género parecen ser factores primordiales en este fenómeno fonológico.
Bibliografía
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phonetics account.” Formal perspectives on Romance linguistics. En ed. J. Marc
Authier, B. E. Bullock & L. A. Reed, Philadelphia: John Benjamin publishing
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Encalada, Oswaldo. “El sabor de la lengua.” En R. Aguilar Orejuela (Ed.),
Cuenca de los Andes Cuenca, Ecuador: Ilustre Municipalidad de Cuenca. Casa de
la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 1998: 102-107.
Merchán, Cecilia. Entrevista personal. Abril, 2006.
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Toscano Mateus, H. El español en el Ecuador. Anejo LXI. Madrid: Revista
de Filología española, 1953.
206
Revista Pucara, N° 22 (187-206), 2010
Apéndices
Apéndice A
Lista de palabras
es él el mismo escucha
desalar mocoso has ido
estar melosos desengaño
espera es ella esbozo
ha sido desesperado mentiroso
es tres desechables desayuno
Apéndice B
Lectura de un pasaje
Se robaron la computadora. Mi mamá piensa que es el
mocoso de al lado. Hemos oído que él ha sido arrestado algunas
veces. Yo le digo, “mami el mismo ha de ser porque yo le vi co-
rriendo”. De repente mi mami vio por la ventana y gritó “es él,
es él” Agárrenlo! En el desayuno, escuchamos las noticias que
decían que el mismo chico había sido arrestado varias veces por
otras razones. “¿Has oído eso?”, le pregunté a mi mami. “No”,
me dijo. Luego me preguntó, “¿has ido a misa?. Hoy es viernes
santo. Déjate de chismear y a rezar!” Luego vi al ladrón todo
meloso tratando de convencerle al policía para que no le llevara
preso. Se le notaba desesperado al pobre.
ISSN 1390-0862
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Noticia sobre los autores
AIDALÍ APONTE AVILÉS. Maestría en Estudios Hispánicos de la Universidad
de Puerto Rico, Candidata a PhD en Literatura Hispanoamericana Contemporá-
nea en la Universidad de Connecticut, USA.
YENNY KAREN ARIZ CASTILLO. Profesora de Español, Magíster en Litera-
turas Hispánicas y candidata a Doctora en Literatura Latinoamericana por la Uni-
versidad de Concepción, Chile. Ha publicado varios artículos en revistas chilenas.
ANA MARÍA CALLE CALLE. Licenciada en Ciencias de la Educación en la
Especialidad de Inglés, Magíster en Gerencia de Proyectos Educativos y Sociales,
Universidad de Cuenca, y Máster en Artes en Linguística Aplicada y Enseñanza
del inglés para hablantes de otras lenguas, Universidad de Ohio, EEUU.
MARÍA CRISTINA CÁRDENAS REYES. Investigadora Titular de la Universi-
dad de Cuenca, Ecuador. Es Doctora en Historia de América Latina por la Univer-
sidad Pablo de Olavide (Sevilla, 2003). Ha publicado trabajos de su especialidad
en el Ecuador y el exterior.
MANUEL CARRASCO VINTIMILLA. Magíster en Docencia Universitaria e
Investigación Educativa. Actualmente es Director del Departamento de Humani-
dades de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca. Varios artículos de
su autoría han sido publicados en revistas nacionales de historia.
GUILLERMO CORDERO CARPIO. Licenciado en Lengua y Literatura Españo-
la por la Universidad de Cuenca. Candidato a Magíster en Estudios de la Cultura,
mención Literatura Hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar,
sede Ecuador. Actualmente, es profesor de la Facultad de Filosofía de la Univer-
sidad de Cuenca.
LUIS HACHIM LARA. Doctor en Literatura. Director del Programa de Postgrado
en Literatura Chilena y Latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile.
Ha dictado seminarios sobre la especialidad en América Latina, Europa y Estados
Unidos. Actualmente prepara algunos estudios vinculados a Proyectos Fondecyt
sobre la Ilustración en Chile y el área andina, e investiga las narrativas que se
constituyen a partir de las Historias Naturales en el siglo dieciocho hispanoame-
ricano.
Revista Pucara, N° 22 (207-208), 2010
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Noticia sobre los autores (207-208), 2010
CATALINA LEÓN PESÁNTEZ. Magíster en Estudios Latinoamericanos, Men-
ción Historia Andina, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Quito.
Doctora en Estudios Culturales Latinoamericanos por la Universidad Andina Si-
món Bolívar, Sede Ecuador. Actualmente es Directora del Departamento de In-
vestigación y Postgrado de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca.
OSWALDO PÁEZ BARRERA. Candidato a doctor (PhD) en Teoría e Historia
de la Arquitectura por la Universidad Politécnica de Cataluña. Obtuvo su Màster
en Història: Art, Arquitectura, Ciutat, por la misma universidad. Desde 2007, es
Miembro Individual del ICOMOS, organización consultora de la UNESCO, ca-
tegoría A, en temas patrimoniales. Ha publicado varios libros, ensayos y artículos
de su especialidad.
CLARA MARÍA PARRA TRIANA. Magíster en literatura hispanoamericana,
Instituto Caro y Cuervo (Bogotá, Colombia). Candidata a doctora en literatura
latinoamericana, Universidad de Concepción (Concepción, Chile).
PATRICIA POBLETE ALDAY. Periodista y Doctora en Literatura Hispanoame-
ricana por la Universidad Complutense de Madrid. Docente e investigadora en
la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, en Santiago de Chile, donde
también edita la revista Isla Flotante, que recoge estudios especializados en li-
teratura y comunicación. Actualmente está trabajando su tesis postdoctoral en la
Universidad Complutense de Madrid.
JULIO TORRES MELÉNDEZ. Doctor en Filosofía, Director del Departamento
de Filosofía de la Universidad de Concepción de Chile, Investigador Fondecyt.
Director de Cuadernos de Filosofía, publicación del Departamento de Filosofía de
la Universidad de Concepción de Chile.
GLORIA RIERA RODRÍGUEZ. Magíster en Estudios de la Cultura, mención en
Literatura Hispanoamericana. Varias publicaciones en literatura y cultura ecuato-
riana. Actualmente es profesora de la Facultad de Filosofía de la Universidad de
Cuenca.
JAIME EDMUNDO RODRÍGUEZ ORDÓñEZ. Catedrático de Historia de Amé-
rica Latina en el departamento de Historia y director del Programa de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de California, Irvine. Director de la revista
Mexican Studies / Estudios Mexicanos. Ha publicado numerosos trabajos sobre
México, Ecuador y el proceso independentista americano.
ISSN 1390-0862
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PUCARA
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Revista Pucara, N° 22 (209-210), 2010
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