Presentación ........................................................................................

Del investigador social al ciudadano real: la difusión como enlace y
problematización de las ciencias sociales,
Gloria Riera Rodríguez ....................................................................

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad eu-
ropea,
Catalina León Pesántez.....................................................................

La huella del chamán: Mitos y rituales de una espiritualidad ancestral,
María Teresa Sánchez Carmona......................................................

Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España
de Elena Garro,
Celina Manzoni..................................................................................

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cris-
tina Peri Rossi,
Cristina Álvarez ................................................................................

La memoria chilena hoy,
Aidalí Aponte Avilés ..........................................................................

Derechos Humanos y literatura,
Claudio Maíz......................................................................................

La modernización literaria en argentina: cuentos de Jorge Luis Borges
y Roberto Arlt,
Martha Rodríguez .............................................................................

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ÍNDICEPUCARA, con ISSN N.º 1390-0862, es una revista de Humanidades de periodicidad
anual que publica la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la

Universidad de Cuenca

Director
Manuel Villavicencio

mvillavi30@hotmail.com

Consejo Editorial
María Augusta Vintimilla, Universidad de Cuenca
Fernando Ortiz Vizuete, Universidad de Cuenca

Manuel Carrasco Vintimilla, Universidad de Cuenca
Catalina León Pesántez, Universidad de Cuenca

Aidalí Aponte Avilés, Universidad de Connecticut, USA
Cecilia Rubio, Universidad de Concepción, Chile

Consejo Consultor
Roberto Viereck, Universidad de Concordia, Canadá

Guillermo Henríquez Aste, Universidad de Concepción, Chile
Nelson Osorio Tejada, Universidad de Santiago de Chile

Jorge Eduardo Serrato, Universidad Autónoma de México
Raúl Vallejo Corral, Universidad Andina Simón Bolivar, Ecuador

Emma Camarero, Universidad de Salamanca, España

Traducciones
Eulalia Moscoso Carvallo

Secretaria del Centro de Publicaciones
Margarita Dávila

Diseño de portada
Fabián Cordero

Diagramación e Impresión
PRINTEB

Información
Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación

Universidad de Cuenca, Ecuador
Av. 12 de abril. Ciudadela Universitaria.

Teléfono (593) 074 05 11 25
pucara@ucuenca.edu.ec

Cuenca-Ecuador

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147

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Presentation .........................................................................................

From the social researcher to the real citizen: diffusion as a link and
problematization of Social Sciences,
Gloria Riera Rodríguez ....................................................................

The logos relapse into a myth and the salvific myth of European mo-
dernity,
Catalina León Pesántez.....................................................................

The trace of the shaman: Myths and rituals of an ancestral spirituality,
María Teresa Sánchez Carmona......................................................

Heterodoxy, subjectivity, and disenchantment in Memories from Spain
by Elena Garro,
Celina Manzoni..................................................................................

Subversion of identity in Love is a tough drug by Cristina Peri
Rossi,
Cristina Álvarez ................................................................................

The Chilean memory today,
Aidalí Aponte Avilés ..........................................................................

Human Rights and Literature,
Claudio Maíz......................................................................................

The literary modernization in Argentina: Jorge Luis Borges and Ro-
berto Arlt´s short stories,
Martha Rodríguez .............................................................................

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INDEXPiedra de Sol: Un peregrinaje desde el cosmos al hombre. Octavio
Paz (1957),
María Eugenia Moscoso ...................................................................

El Romanticismo de Dolores Veintimilla,
María Elena Grijalva ........................................................................

Ver lo mismo, pero con otros ojos: Iconografía arquitectónica de la
Cuenca Histórica,
Oswaldo Páez Barrera ......................................................................

The Sun Stone: A pilgrimage from cosmos to man. Octavio Paz
(1957),
María Eugenia Moscoso……………………………………………

The Romanticism by Dolores Veintimilla,
María Elena Grijalva ........................................................................

Seeing the same, but with new eyes: Architectonic iconography of
Ancient Cuenca,
Oswaldo Páez Barrera ......................................................................

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173

7

Presentación

No deseo iniciar esta escritura sin subrayar, al menos, dos hechos im-
portantes: en primer lugar, compartir la satisfacción de que PUCARA ha
sido ingresada definitivamente en el catálogo internacional de Latindex,
constituyéndose en la primera y única revista de la Universidad de Cuenca
merecedora de este reconocimiento. En segundo lugar, reafirmar el compro-
miso del equipo editorial, para que este proceso de indización continúe, y
nos permita contar en un futuro inmediato con un formato digital, capaz de
llegar a un público más amplio, interesado en conocer qué temas trabaja la
revista en el área de las Humanidades.

En este proyecto colabora un grupo importante de autores de diferentes
países como Ecuador, Argentina, Chile, México, España, Colombia, Canadá,
Venezuela, entre otros. Todos ellos reflexionan desde diferentes ópticas tanto
disciplinarias como interdisciplinarias, en torno a un ámbito tan estimulante
como complejo: América Latina.

En verdad, los diferentes artículos que componen PUCARA N.º 23
marcan esos acercamientos y territorios desde donde los articulistas analizan
los discursos literarios, críticos, culturales y sociales, evidenciando que están
inmersos en los cambios económicos, tecnológicos y culturales inherentes
a los avatares de los paradigmas. Memoria, olvido, alteridad, narrativas,
color, marginalidad, utopía, ajenidad, imaginarios patrios, entre otros, cons-
tituyen los puntos de partida y de fuga; a través de los cuales recorremos los
laberintos de América Latina en este esfuerzo por reconocernos quiénes
somos y proyectar lo que queremos ser.

No nos sorprende, por ejemplo, el aporte de Gloria Riera en “Del in-
vestigador social al ciudadano real: la difusión como enlace y problemati-
zación de las ciencias sociales”. Trabajo con el que intencionalmente

Presentación

¡Ni pensarlo!

que acompañaron los sucesos históricos que se describen en la obra.
Más tarde, Cristina Álvarez, realiza un acercamiento a la novela El

amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi, desde la problemática de la
identidad de género, pues en la medida que avanza el relato –nos dice la au-
tora– se introducen fisuras que desdibujan los límites de la identidad. Este,
sin duda, es un tema provocador, a partir del cual podemos caracterizar de
cierta manera algunos relatos, llamemos “contemporáneos”, que se circuns-
criben dentro del impasse posmoderno.

En “La memoria chilena hoy”, Aidalí Aponte Avilés rescata el com-
promiso de los escritores y artistas chilenos de la Generación del 80, quienes
abrieron canales para recobrar y mantener abierta el recuerdo de la dictadura,
en tanto la memoria no está llena de olvidos. A través de esto, los ciudadanos
chilenos encontraron un espacio anhelado donde romper el silencio y recon-
tar su experiencia, para construir un nuevo destino para el Chile de hoy.

Claudio Maíz, por su parte, aborda un tema poco abordado en nuestro
medio: los Derechos Humanos y la literatura. En este trabajo, el autor reco-
noce que en ambos «se juegan los permanentes modos dicotómicos de en-
focarlos; esto es, los términos abstractos y las realidades locales», por lo que
su reflexión se circunscribe en la polémica. Sin embargo, Maíz rescata y ac-
tualiza ese “poder de la palabra”, es decir, la literatura como generadora de
alteridades y su esfuerzo y defensa por la vida. Este texto nos recuerda una
línea de investigación que trabajan algunos colegas latinoamericanos, sobre
todo en Australia, y que se circunscribe dentro de la ecocrítica. Estudios que
merecen ser tomados en cuenta.

Martha Rodríguez analiza la construcción de lo “argentino”, a partir
de la revisión de algunos textos de Borges y Arlt, fundamentalmente. Su es-
tudio se centra en las representaciones de la ciudad de Buenos Aires y los
procesos de modernización hacia las décadas iniciales del siglo XX. Desde
diferentes puntos de vista, describe situaciones e individuos que habitaban
en “los márgenes”: de las ciudades, de los códigos civiles y morales y de
las instituciones estatales modernizadas.

María Eugenia Moscoso analiza la obra Piedra de Sol del maestro Oc-
tavio Paz, señalando la necesidad de “re-leer” los clásicos que conforman
nuestro canon literario. Una lectura contemporánea que enriquece el corpus
crítico sobre el autor en el que se vislumbra ese conocimiento profundo del
hombre, el mundo y la vida.

Presentación

9

comienza PUCARA N.º 23, y en donde se cuestiona, debate, enfrenta uno
de los problemas mayores de las Ciencias Sociales en la actualidad: su ma-
nipulación y sometimiento por parte de organismos de control, cuyo fin
único es el de disciplinar al sujeto. Este campo debe re-definirse no solo
desde un ámbito teórico, sino «como un campo de trabajo que aúna esfuerzos
por un verdadero desarrollo social y económico de quienes damos vida a
este conocimiento: los seres humanos comunes que debemos acceder a sus
resultados». A buen entendedor…

Algo parecido realiza Catalina León Pesántez en su artículo titulado “La
recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea”.
Nuestra colega realiza una lectura “al revés” de la concepción tradicional del
paso del mito al logos defendida por la dialéctica de la ilustración, y que jus-
tificó los horrores de la modernidad europea en América Latina. Como buena
discípula de Echeverría, Catalina trastoca esta concepción, planteando que
el tránsito del logos al mito ilustrado es más procedente si pensamos en las
condiciones históricas de esta “América descubierta”. Categorías como
“trans-modernidad”, “alteridad negada”, “salvación” y “analéctica”, nos
dejan escuchar la voz cercana de Enrique Dussel, su lector de tesis doctoral.

“La huella del chamán: Mitos y rituales de una espiritualidad ances-
tral”, de María Teresa Sánchez, plantea un viaje por las principales caracte-
rísticas del chamanismo, rastreando las huellas que imprimió su presencia
en la culturas milenarias. La figura del chamán, la configuración de su ima-
ginario y el simbolismo de sus rituales y celebraciones, conforman esta hoja
de ruta, pues el «chamanismo no es sino una respuesta encarnada ante todos
los procesos de cambio y transformación, ante los miedos, anhelos y ansias
de superación y trascendencia experimentados por el ser humano», que pro-
voca la naturaleza en nuestras emociones.

Desde Argentina, Celina Manzoni nos comparte un bello texto titulado
“Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de
Elena Garro”. En él, plantea el conflicto del yo y la historia, a partir de ac-
tivación de la “máquina de la memoria”, que realiza la protagonista de la
obra, a propósito de su experiencia con la guerra. En este artículo sentimos
la presencia de Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Gerardo Diego, Federico
García Lorca y muchos más quienes, entre tertulias y bohemias, dibujan la
conflictiva vida social, política, ideológica y cultural de aquellos tiempos,
en donde quizá lo único verdadero y real, es la potente y polémica escritura

Revista Pucara, N.º 23 (7-10), 2011

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Desde Canadá, María Elena Grijalva realiza una lectura “desde fuera”
de una de las figuras más controversiales de nuestra literatura: Dolores Vein-
timilla de Galindo. En su artículo destaca el espíritu rebelde y apasionado
de nuestra poeta, que desafió los valores clasistas, racistas y patriarcales he-
redados del colonialismo español, así como su carácter combativo en favor
de la igualdad social y de la abolición de la pena de muerte.

Finalmente, Oswaldo Paéz Barrera aborda un tema polémico: la arqui-
tectura patrimonial de la ciudad de Cuenca. Su análisis se circunscribe dentro
de las «tensiones sociales de América Latina que ponen en entredicho la vi-
sión y posiciones del neoliberalismo acerca del patrimonio tangible». Es ne-
cesario detenerse a pensar –parafraseo al autor– qué mismo constituye “la
Ciudad Histórica” (como la guardiana de la memoria, la cuna de las historias
individuales y colectivas, la mirada hacia atrás que potencie nuestro porve-
nir), y no esta ciudad histórica con minúsculas, abierta al libre-mercado, la
desmemoria y el consumo. Se propone lo vernáculo, indígena y mestizo
como un valor central de lo patrimonial tangible, a partir de una visión teó-
rico-histórica que argumente su pertinencia.

En resumen, podemos encontrar en cada uno de los artículos de PU-
CARA N.º 23 un espíritu benéfico sobre los diferentes tópicos que definen
América Latina. Sus escrituras provocan el diálogo entre los saberes cultu-
rales ancestrales y contemporáneos, que permitan la articulación de un nuevo
mapa discursivo legítimo, a partir del estallido de ciertos paradigmas con-
cebidos como absolutos.

EL DIRECTOR

Revista Pucara, N.º 23 (7-10), 2011

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Del investigador social al ciudadano real:
la difusión como enlace y problematización de las

ciencias sociales
From the social researcher to the real citizen:

diffusion as a link and problematization of Social Sciences

Gloria Riera Rodríguez
Universidad de Cuenca, Ecuador
e-mail: griera1977@hotmail.com

Resumen
Mi trabajo se inserta dentro del cuestionamiento y debate al que las Cien-

cias Sociales han sido sometidas en los últimos años y lo hace desde un enfo-
que particular: la difusión del saber social. Para explicarlo, efectúo un ligero
recorrido por el nacimiento de las Ciencias Sociales para evidenciar que desde
sus inicios el marco de inserción de las teorías y aportes del científico social
han respondido a políticas de control que orientaron qué investigar, para quién
escribir y cuánto se puede difundir. Luego toma como nicho la escuela, prin-
cipal transmisora del saber social, para exhibir la fragmentariedad de la teoría
social que llega hasta ella.

Palabras Clave: Ciencias Sociales, Investigador, Educación, Saber, Insti-
tuciones educativas.

Summary
My paper is inserted into the questioning and the debate to which the

Social Sciences have been submitted during the last years, and it has a spe-
cific focus: the diffusion of social knowledge. To explain this, I start with a
brief review of the origin of Social Sciences, in order to make it evident that
since the very beginning, the scientific theories and contributions of the so-
cial scientist have been the product of control policies that have been direc-
ted to what investigate, who write for, and how much to diffuse. Then after,
it takes hold of school, main transmitter of social knowledge, as the place
where the fragmentation of the social theory that gets there, is exhibited.

Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

11Aceptado: 20-12-2010Recibido: 15-10-2010.

excavando las bases cognoscitivas de aquellas. Para el efecto, inicialmente
se problematizará el quehacer del científico social y su difusión bajo los con-
dicionamientos de poder que los inauguran en gran parte, para más adelante,
enmarcar el asunto de la difusión, desde la perspectiva escolar, espacio con-
temporáneo clave para esparcir el saber social e intervenir en su dinámica.

I.

Desde sus comienzos, la difusión del conocimiento de las disciplinas
sociales se acomodó a los intereses del poder. Las reflexiones en torno a la
realidad del ser, que como lo expone Heinz Sonntag (1989) tienen la función
de brindar una comprensión teórica global (si ella es posible) y las herra-
mientas conceptuales y metodológicas para poder avanzar en los estudios
(diagnósticos y prospectivos) que se aplicarían a la comunidad social, eran
consumidas y controladas por el dominio estatal. Tal institución se sirvió de
dicha información para orientar sus políticas públicas siempre de acuerdo
al proyecto modernizador que el sistema/mundo venía exigiendo.

De hecho, el nacimiento de estas disciplinas estuvo ligado, según teo-
riza Santiago Castro-Gómez (2000) a dos factores básicos: el surgimiento
de los estados-nación y el afianzamiento del colonialismo europeo. Así re-
sultaba conminatorio efectuar un análisis de lo social a fin de encauzarlo
hacia los neomodelos de ciudadanía aspirados para estas naciones. Pronto,
las diversas constituciones instaladas en los estados nacientes instauraban
un orden donde únicamente el sujeto letrado, «disciplinado» por el saber so-
cial, podía ingresar.

El saber social formó un nicho de traslación de verdadero peso en las
aulas escolares, discurso que se empaquetó controladamente, y con ello la
colonización del saber quedaba asegurada. Esta filiación anquilosada y su-
jetada es aclarada de esta manera por Santiago Castro-Gómez:

Las ciencias sociales funcionan estructuralmente como un apa-
rato ideológico que, de puertas adentro, legitimaba la exclusión y
el aislamiento de aquellas personas que no se ajustaban a los perfiles
de subjetividad que necesitaba el Estado para implementar sus po-
líticas de modernización; de puertas afuera, en cambio, las ciencias
sociales legitimaban la división internacional del trabajo y la des-

Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

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Key Words: Social sciences, Researcher, Education, Knowledge, Educa-
tional institutions.

La sociedad plural exige conocer y entender que el marco
de vida en común requiere determinados conocimientos

acerca de dicha condición, que tienen que ser
explícitamente tratados y complementados por la práctica.

HELLER

El hecho de que el conocimiento sea una
construcción social también significa que es

socialmente posible tener un
conocimiento más válido.

IMMANUEL WALLERSTEIN

A grosso modo y por afanes didácticos, digamos que el proceso cons-
tructivo y constitutivo de un nuevo conocimiento atraviesa tres instantes: la
provocación en el investigador que lo lleva a “descubrir” algo novedoso y a
cimentar sus epistemologías al respecto, la difusión de aquella novedad y, fi-
nalmente, el uso al que el conocimiento sea sometido; aspecto este que de-
termina, en última instancia, lo sustancioso del saber. Los momentos pueden
alambicarse, constreñirse, mezclarse, conmutarse... pero, virtualmente existen
en potencia. Y mi abordaje sobre el saber social los necesita como premisa.

En las últimas décadas, alrededor de las ciencias sociales generadas en
Latinoamérica y el Caribe aquel momento iniciático ha sido tema de un pro-
fuso debate cuyas réplicas acusan a los fundamentos epistémicos, a los com-
partimentos y a los métodos que tales ciencias demandan. Y no es para
menos. Desde hace algún tiempo, la realidad social, materia prima de su
quehacer, viene sufriendo (¿o gozando?) una serie de cambios vertiginosos
que la han afectado en todas sus aristas.

Pero el interés aquí no es lanzar una voz más a las contrarréplicas al
respecto (no porque hayan sido suficientes las estimulaciones hasta ahora
vertidas), sino con el caudal de los desafíos pensados hasta el instante, aven-
turarnos en esos instantes subsecuentes; lo cual implícitamente supone seguir

Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

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1Los tres grandes aportes de las ciencias sociales a criterio de López han sido estos
conocimientos: 1) Existen grupos que tienen estructuras sociales explicables y racio-
nales. 2) En el interior de los grupos coexisten subgrupos que están distribuidos en je-
rarquía y en problemas entre sí. 3) Los sectores hegemónicos están legitimados por los
no hegemónicos a medida que eso permite la supervivencia inmediata y a largo plazo.

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Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

igualdad de los términos de intercambio y comercio entre el centro
y la periferia, es decir, los grandes beneficios sociales y económicos
que las potencias europeas estaban obteniendo del dominio de sus
colonias (154).

El posterior desarrollo de las ciencias sociales en esta parte del mundo
corrobora tal sujeción. Luego de los primeros intereses, referentes de las ne-
cesidades estatales, temas como la modernización, dependencia y el des-
arrollo de los países latinoamericanos fueron los que encontraron mayor
espacio en los círculos académicos sociales a mediados del siglo XX. La li-
teratura que el investigador social colocó al respecto fue profuso; indagó
factores y actores y posibilitó muchas respuestas al subdesarrollo y a los si-
guientes asuntos1.

En los ochentas, los asuntos democráticos y el de las relaciones entre
la sociedad civil y el Estado; en los noventas, la globalización y sus conse-
cuencias sociales han sido los puntos centrales de disección. Entonces, uno
se pregunta al ver que la modernización anhelada todavía nos sigue siendo
esquiva, que la democracia no alcanza a concretizarse en una política efec-
tiva, que la globalización sepulta ambiciones sociales, ¿hasta dónde avan-
zaron las conclusiones que las ciencias sociales promovieron? ¿Acaso fueron
meras hipótesis incapaces de explicar y resolver en la práctica el hambre y
la marginalidad de una inmensa mayoría de latinoamericanos? El conoci-
miento brindado por los científicos sociales sobre el tema resulta de un valor
sumo, pero ¿cómo han llegado sus conclusiones al ciudadano real, coti-
diano? ¿Cuál ha sido el uso que aquellos saberes han visto surgir? ¿Las po-
líticas públicas pensadas desde el Estado han servido para esa mejora
racional y gradual de la sociedad?

Immanuel Wallerstein respondería evidenciando que los estudiosos so-
ciales de este espacio, en su anhelo por legitimar su saber, seguían paradig-
mas científicos occidentales que eran aceptados como reflejo y encarnación

15

Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

de la razón para presidir la acción. Luego, los resultados resultaron compro-
metidos y altamente parcelados y parcializados. Es decir que emanó una
fuente explicativa importante pero no universal y el ciudadano real, el
mundo académico exigía más de los saberes. En la práctica, inicialmente se
tradujo en una ampliación social del sujeto estudioso capaz de incorporar
mayores perspectivas de uso al saber adquirido lo cual no implicó necesa-
riamente teorizaciones correctas o justificables ni mucho revirtieron en po-
líticas de acción. Hoy en día, las ambiciones de creación y expansión de las
instituciones dedicadas al análisis social más propuestas de trabajo transdi-
ciplinarias a plazo más largo intentan resolver el problema.

Considero que gran parte del naufragio del texto final obedece al tras-
lado de aquel y frente a ese hecho debería existir una base de discusión. El
saber encontrado por los intelectuales sociales –sesgado o no, justificado o
no– circula en su esencia en una esfera reducida y termina su recorrido en
pocas manos. El sujeto investigador y el sujeto investigado caminan disocia-
dos. ¿Es esto una manipulación de quienes controlan el discurso? ¿Es nece-
sario el acercamiento? ¿Quiénes deben manejar el conocimiento social? ¿Con
qué intereses efectivos aborda el estudioso social un tema de estudio?.

Responder a estas cuestiones, sin duda, es parte de los retos que nues-
tras ciencias no pueden eludir en su reinvención. En este sentido, un cien-
tífico social más comprometido es urgente si no quiere proseguir en su
«papel sucedáneo y subordinado que, a manera de corte, ha jugado la in-
telectualidad latinoamericana respecto a la política. Su relativa ausencia y
tradicional desdén por lo político, son la base que legitima y esconde su
dependencia respecto de una clase política que los excluye y manipula» (S.
Castro-Gómez y Guadiola, XXXVII). Un investigador que pueda actuar
fuera de los intersticios del poder alumbrando con sus saberes a una notable
cantidad de receptores.

No todo depende del investigador. De lo contrario, ¿cómo entender la
existencia de páginas enteras que nos expliquen, con enorme sapiencia, uto-
pías, mecanismos de control estatales, el poder ideologizante y manipulador
de instituciones como la religiosa? El ilustrado social ha atenazado a los
problemas; el asunto es que al receptor solo le han llegado fragmentarieda-
des. Pudiera añadirse que el fin del conocimiento no radica precisamente en
la comprensión cabal que de él adquiera la masa poblacional porque es in-
capaz de conseguirlo dada su falta de herramientas conceptuales; pudiera

2Sería también legítimo apreciar cuántas políticas públicas se han generado desde
el Estado, desde las conclusiones de los científicos sociales.

3Para Althuser, la escuela se convierte en el principal aparato ideológico en virtud
de su naturaleza: una forma peculiar de organización, esto es, que recoge en su seno,
por un tiempo considerablemente grande, a una audiencia obligatoria de todas las eda-
des, de toda clase social y a la cual brinda ciertos conocimientos que llevan a la acep-
tación de la ideología dominante, avanzando su poder incluso a demarcar las relaciones
de poder. Está tan bien articulada como instrumento de poder que cada parte de estu-
diantes que se van quedando en el camino tiene ya la ideología adecuada a la función
a desempeñar, y si, finalmente, el estudiante culmina los estudios se habrá formado con
una clara conciencia de explotador o de profesional mediocre. Todo esto es posible gra-
cias a lo ya mencionado: la transposición de la ideología dominante.

añadirse también que el fin del conocimiento y su sustancialidad no radica
en la concreción que demande sino en la explicación que promueve. Mas,
el saber social no puede terminar reduciendo la realidad «dentro de los com-
plicados laberintos de su textualización» (Beverley, 15, cit. por Vich)2. La
agencia de estas verdades va más allá de la producción, se orienta a la re-
producción de los significados sociales y, sobre todo, su articulación dentro
de los imaginarios políticos que circulan en el colectivo ciudadano.

Las propuestas para abrirlas, impensarlas, indisciplinarlas, reorgani-
zarlas, emergen del sentido de conciencia absoluta de que los saberes no
pueden ser neutrales, menos aún incapaces de traspasar el discurso y es pre-
cisamente sobre esa base que se problematiza su naturaleza epistemológica.
Al respecto, Heinz Sonntag pide que renazcan las visiones futuristas para
aportar elementos que permitan predecir la marcha de la revolución cultural,
de sus consecuencias y de las tendencias actuales en general también con el
objetivo de planear su desenvolvimiento. Aprovechemos el cambio de pa-
radigma para pensar las nuevas agendas y marcar retos distintos porque las
demandas de nuestro contexto exigen un saber más pragmático, más ase-
quible, un conocimiento libre de sujeciones, más nuestro, un conocimiento
que nos desate cadenas y no nos imponga otras nuevas.

II.

El resultado del trabajo de los intelectuales sociales en América Latina
encontró, entre otras formas, una manera rápida de difusión: las instituciones
educativas, particularmente en el ámbito secundario, otros estamentos han
sido los congresos, simposios y revistas. El poder socializador del primero,
su rango de alcance que iría incrementándose posteriormente, y la naturaleza
misma de sus objetivos son las razones que nos invitan a contemplar a la
escuela como el lugar ‘ideal de difusión’.

La emulación del modelo de las ciencias naturales con el que partieron
estos científicos, devino en especificaciones sobre las diversas realidades
que abordaban. Se estableció una serie de compartimentos para la pluralidad
de intereses que resultaron como anillo al dedo para los fines estatales; por

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Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

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Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

eso, «las nuevas disciplinas quedaron institucionalizadas en centros univer-
sitarios sujetas a reformas educativas promovidas por el Estado» (S. Cas-
tro-Gómez y Guardiola, XXXII). No obstante, la presencia institucional de
las Ciencias Sociales, en estricto sentido, recién puede rastrearse a partir de
los años cincuenta del siglo XX con la aparición de las primeras facultades
de sociología y ciencias políticas, y desde esos momentos en adelante se
fueron afianzando más escuelas. ¿Cómo han manejado aquellas el conoci-
miento social?

La Institución Educativa actuó como otra de las herramientas de las
que se ha servido el poder para el control del discurso social y con él, al ciu-
dadano3. Si un discurso adquiere el estatuto de acto político porque es un
poder de control-producción sobre un conocimiento lo que origina la serie
de acontecimientos discursivos en los que nos reconocemos, entendemos
por qué su tránsito y selección se han regulado desde las esferas gubernati-
vas. Ahora bien, dichos discursos no son por sí mismo ni verdaderos ni fal-
sos, sino que evidencian una noción de verdad, la misma que el poder se
encarga de convencer.

En realidad, como lo explica Michael Foucault, no hay verdad fuera
del poder ni los efectos de este se dan desligados de la verdad y, aún más,
tiene una existencia histórica y posee efectos reglamentados de poder. Así,
el saber que recibimos está lleno de un régimen de verdad que define a los
discursos como verdaderos, que determina su producción y establece sus di-
vergencias con los discursos socialmente falsos. En las sociedades occiden-
tales el saber social difundido –moldeado por el poder– en la escuela
adquiere noción de verdad aunque sea una proyección distinta a la engen-
drada por el estudioso social.

4Para Bertold Bretch, el peor analfabeto es el político, pues es el que no oye, no
habla, no participa en los acontecimientos políticos, no sabe que el costo de la vida
depende de las decisiones políticas (cit. por Paulo Freire).

Las grandes omisiones de ciertos discursos sociales, la profusión des-
equilibrada de otros según registra la historia del currículo educativo son
solo una muestra de la manipulación de los saberes y sus verdades. La cul-
tura solo fue abordaba como suplemento de asignaturas y con un énfasis es-
pecialmente diacrónico y exotista. Tampoco ha habido una disciplina que
prepare al sujeto político. Normalmente el común de las personas en nuestra
sociedad padece de este analfabetismo político4, es decir, ha sido casi nula
la difusión de este conocimiento, lo que ha redundado en un desinterés y
apatía por el tema y la consecuente pésima incorporación activa del ciuda-
dano a las instancias gubernativas. Freire compara a un analfabeto político
con una persona que lee un texto pero que no comprende lo que está leyendo.
Por ello el conocimiento político que ofrecen las ciencias sociales debió lle-
gar hace tiempo al aula.

Temas como la pobreza, la marginalización, la exclusión, la democracia
cultural no tienen lugar desde las disciplinas sociales tradicionales y por lo
tanto no llegan al común de la gente. Por otro lado, contemporáneamente
asistimos a la multiplicación vertiginosa de asignaturas económicas –vistas
con afanes mercantilistas– y a la reducción cada vez más acelerada del
asunto cultural, es el economicismo social. Diríase que es un imperativo de
la ola globalizadora, pero la realidad nos explica que son las relaciones eco-
nómico-culturales las que están siendo discutidas en el terreno de las prác-
tica, por ende «preocupa sobre todo lo dimensión económica de la
globalización, impuesta como única alternativa por el pensamiento y las po-
líticas neoloiberales» (J. Gimeno 79). La mundialización de la economía,
que ha creado un cuarto mundo de excluidos (la globalización, amparada en
su carácter economicista) está causando estragos en el saber social que de-
bería ingresar a la educación.

Este triunfo del capital ha creado serias trabas para las políticas edu-
cativas en el marco social porque ha privilegiado narrativas económicas en
los currículos en detrimento de otros enfoques más orientados hacia el sujeto
y/o a la mejora de la sociedad. Ha sido ese excluir de gran parte de la expe-
riencia humana lo que ha provocado ese alejamiento del estudiante de su

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Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

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Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

contexto real; gran pecado al que se acusa a la educación y sobre cuyo centro
crecen las demandas para su reorganización. El bachillerato en Ciencias So-
ciales prácticamente está eliminado en los centros educativos secundarios
de nuestro país. Escuelas de Historia y Geografía han visto cerrar sus puertas
en las aldeas universitarias; en vez de aquellas se imponen los conocimientos
comerciales.

Con esto no estoy abogando por un retorno al archivo curricular, sino
por una problematización sobre qué saberes sociales se están acomodando
desde las nuevas carreras y bajo qué perspectivas se lo están encarando. No
es deseable proseguir en la situación de que la educación abandone su papel
difusor de saber y pase a verse como una mercancía sometida a las demandas
del mundo laboral, ¿Nuevamente deberá llegar tarde la educación a los asun-
tos de vanguardia social? El cómo somos moldeados y regidos por la ima-
gen, por el poder persuasivo de los medios de comunicación, por el cambio
cultural en general ¿cómo ha sido transmitido al común poblacional que vive
ese impacto? ¿Se ha transmitido ese saber? ¿Podemos continuar aislados
del examen de nuestras propias verdades?

De este control del discurso en el currículo secundario se origina jus-
tamente el poco debate al que las ciencias sociales –en su dimensión episte-
mológica– han sido sometidas desde esta instancia. Y la escuela tiene
funciones sociales asignadas, lo que hace esperar de ella una determinada
misión que no se agota en la reproducción de un conocimiento. Entre los
aportes al desarrollo de este pensamiento que cita Francisco López, solo
Paulo Freire y la pedagogía del oprimido es la única vertida desde y para
los canales educativos. Pedagógicamente el problema educativo y el de la
difusión del saber han consistido en asumir el dominio científico como una
realidad acabada y cerrada sobre la cual no hay discusión.

Esta concepción potenciaba una enseñanza dogmática del conoci-
miento social, que todavía persiste; se basa en la memorización de los co-
nocimientos de historia y geografía transmitidos por el texto, que tenía como
referente único los contenidos de estas disciplinas, como si se tratase de un
resumen del conocimiento académico. Paralelamente, uno de los mayores
riesgos y obstáculos para ese abrir las ciencias sociales son precisamente
los currículos que han impedido una formación transdisciplinaria de los in-
vestigadores, un estudiante ignora lo que ocurre en otras ramas lo que impide
la formación de un pensamiento global. Con este antecedente, se justifica

las redes de poder generan sobre el discurso. ¿Puede escapar el saber social
por esos intersticios del control? Creo que sí.

Entonces, la educación como tal puede ser convertida en una estrategia
de resistencia, que se vuelva contra el mismo sistema que la ha creado, en
la medida que sería una forma de actuar con respecto a lo que es la acción
de los otros, trataría de superar los límites que se le imponen y, como estra-
tegia de resistencia podría ser victoriosa. En efecto, el hecho educativo en
los últimos años demuestra cómo esas relaciones de poder y esas luchas son
las que han dado lugar a los grandes cambios en los paradigmas educativos,
los cuales no pueden ser vistos solo como una manera de ejercer el poder
sino también de luchar contra ese poder.

El creciente número de modificaciones al currículo sobre el tema social
así lo demuestra. Alternativas como Realidad contemporánea, han sustituido
a las tradicionales disciplinas de Historia y Geografía en el bachillerato, o
el regreso al aprendizaje de Cívica, son ejemplos claros de cómo el sujeto
busca establecer un nuevo marco de relaciones con su espacio cultural. Pro-
puestas similares se encuentran por montones. Ha sido ese excluir de gran
parte de la experiencia humana lo que ha provocado ese alejamiento del es-
tudiante de su contexto real gran pecado al que se acusa a la educación y
sobre cuyo centro crecen las demandas para su reorganización.

Las respuestas para todas las inquietudes que aquí he planteado invi-
tarían volver al nacimiento y a los objetivos mismos de dichas ciencias. ¿A
quién y para qué interesa el conocimiento social? ¿Al Estado ayer, al sis-
tema-mundo global hoy, para controlar y disciplinar al sujeto? ¿Acaso al
ciudadano real, al sujeto que cotidianiza con su hibridez, a los negros que
se debaten por un pan diario, a los cómicos ambulantes que canjean una son-
risa por un centavo, para buscar alternativas frente a su marginalidad? ¿Al
investigador social posuniversitario para comprender el funcionamiento y
los condicionamientos culturales emergentes? ¿Qué objetivos le gobiernan
hoy a este trabajo?.

Respondamos que todos los seres humanos, en la medida que posee-
mos un espacio académico que nos lo brinde y en la dimensión que somos
seres culturales estamos afanosos en entender las dinámicas que nos gobier-
nan y nos explican. Sería justo y necesario. Pero más justo aún sería que po-
damos usar esa ciencia para defendernos de sus tentáculos no solo apostando
a la empresa sino a la real capacidad cultural que a ella acompaña. En tal

Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

21

que la resolución de los desafíos educativos sea parte de la solución al futuro
de las ciencias sociales.

En la reestructuración tan demandada de estas, donde se han impuesto
un sinnúmero de retos de acuerdo a cuantas perspectivas de estudio han apa-
recido, ha habido una necesidad intersecante: la transdisciplinariedad no
solo de las disciplinas propiamente sociales, sino de estas con las ciencias
naturales. El surgimiento de los Estudios Culturales ha sido una respuesta
de peso a la exigencia. Este ‘indisciplinar’ asignaturas permite que los de-
bates y reflexiones sobre los problemas colectivos, tradicionalmente vistos
desde una perspectiva, involucren a distintas manifestaciones del ser humano
y no únicamente desde posiciones sesgadas por prácticas o miradas profe-
sionales monodisciplinarias.

Para Zulma Palermo la potencialidad que adquiere esta práctica trans-
disciplinaria permite interactuar productivamente en la reflexión de un
mismo objeto: la heterogeneidad cultural, y en un perspectiva tridimensio-
nal: de los discursos, las estructuras y las prácticas sociales. No obstante, en
estas reflexiones se trata de ir más allá de la multidisciplinariedad que re-
sultaría de la simple reunión de perspectivas diversas, para adentrarse en la
búsqueda de espacios comunes, de miradas y perspectivas desde los cruces
disciplinarios, al tiempo de buscar nuevas categorías y distintas estrategias
generando una perspectiva propia del cómo mirar la cultura y, a través de
ella, lo nacional. Se trata de un espacio académico distinto, donde la cons-
trucción de nuevos saberes prefigure otros puntos de partida.

El asunto no es exclusivamente el de una revisión de contenidos o de asig-
naturas, sería simplificar una cuestión política a una cuestión pedagógica. Lo
que se demanda es que los saberes que se difunden hacia la escuela no lleguen
tan descomprometidos con la realidad del escolar, que no superficialicen ni
esencialicen cuestiones profundas y no naturales. Un conocimiento tamizado,
parcializado tiene menos efectos que el real. ¿De quién depende? Del Estado
que organiza temas y contenidos de las asignaturas, de los maestros que escogen
de entre lo propuesto, de los estudiantes que ciernen aún más y parcelan datos…

Se demanda un saber descolonizado, un saber luchador para que ya en
manos del sujeto real, emane toda la fuerza de sus alcances porque la es-
cuela, como centro de discusión, es el espacio propicio para revelar las po-
tencialidades del conocimiento. El desafío aquí está en cómo traducir esta
experiencia a la escuela sin caer nuevamente en el control absolutista que

Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

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Del investigador social al ciudadano real / Gloria Riera Rodríguez

23

virtud, el trabajo de las ciencias sociales no se define únicamente como una
posibilidad propiamente teórica, sino, sobre todo, como un campo de trabajo
que aúna esfuerzos por un verdadero desarrollo social y económico de quie-
nes damos vida a este conocimiento: los seres humanos comunes debemos
poder acceder a sus resultados.

Revista Pucara, N.º 23 (11-24), 2011

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* Este trabajo se circunscribe dentro del proyecto de investigación titulado “La
razón latinoamericana y el sentido práctico” (DIPF 010-06-001), que realizo en la Fa-
cultad de Filosofía, y que fue leído a propósito del Coloquio de Filosofía de Quito,
“Dialéctica de la Ilustración: Filosofía, Historia y Política”, organizado por la Univer-
sidad Andina Simón Bolívar, en Quito del 21 al 25 de septiembre del año pasado.

Resumen
Este trabajo se remite al paso del mito al logos desde algunas conside-

raciones de la Dialéctica de la Ilustración; sin embargo, no se detiene en
un análisis pormenorizado de su contenido, pero parte de ella para reflexio-
nar el tránsito del logos al mito ilustrado de la razón en las condiciones his-
tóricas de una América “descubierta”; y considera la hipótesis de que el
origen del mito ilustrado de la modernidad latinoamericana, se articula al-
rededor de las nociones de razón, progreso y salvación; en la perspectiva de
mostrar una posible “coincidencia” entre la Dialéctica de la Ilustración
(Max Horkheimer y Theodor W. Adorno) y la Crítica del “mito” de la Mo-
dernidad
(Enrique Dussel).

Palabras Clave: logos, mito, Modernidad, crítica.

Summary
This work refers to the transition from the myth to the logos, taking into

account certain considerations of the Dialectic of the Illustration; however,
it does not concentrate on a detailed analysis of its subject matter, but it de-
parts from it to reflect on the transit of the logos to the illustrated myth of the

Recibido: 23-12-2010. Aceptado: 14-01-2011. 25

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la
modernidad europea*

The logos relapse into a myth and the salvific myth of
European modernity

Catalina León Pesántez
Universidad de Cuenca, Ecuador

e-mail: catalina.leonp@ucuenca.edu.ec

reason within the historical conditions of a “discovered” America; also, it
considers the hypothesis that the origin of the illustrated myth of the Latin-
American modernity is articulated around the notions of reason, progress and
salvation within the perspective of showing a possible “coincidence” between
the Dialectic of the Illustration (Max Horkheimer and Theodor W. Adorno)
and the Critic of the Modernity “myth” (Enrique Dussel).

Key Words: logos, myth, Modernity, Critic.

Introducción
Generalmente, la historia de la filosofía considera que el “milagro

griego” es el acto fundacional de la filosofía, porque en él está representado
el paso del mito al logos. Es decir, el paso de explicaciones fantasiosas, ar-
bitrarias o tradicionales a las lógicas, racionales y científicas. Este movi-
miento ha conceptualizado al mito como atributo del hombre primitivo, que
si bien no desconoce el juicio en su acercamiento al cosmos; sin embargo,
no se acerca a él desde una concepción del Ser. Diríamos que, «su cercanía
al Kosmos y su conocerlo y moverse en él, se rige más bien por percepciones
globales que se expresan mejor dentro del simbolismo, el misterio, la cre-
encia como propia afirmación del presente en base a lo que fue» (Malo Gon-
zález 200).

En cambio, al logos se le mira como una forma de pensar o emitir un
juicio organizado alrededor de la comparación entre dos ideas, cuyo centro
es el verbo Ser y el conjunto de reglas del Ser como sustantivo. O como un
raciocinio comparativo entre juicios, en el que el Ser sigue siendo el centro,
en tanto verbo y sustantivo; y cuyo instrumento metodológico es el silo-
gismo, del cual fluye una conclusión. Además, el logos considera a la de-
ducción y a la inducción como estructuras que justifican la veracidad de las
conclusiones, y la legitimidad del paso de lo general a lo particular y vice-
versa. Esta lógica se ha constituido en la forma filosófica y cultural con la
que el greco-occidental se ha enfrentado al cosmos.

El paso está determinado por la desconfianza que generaron las expli-
caciones míticas, y por la búsqueda de los primeros principios de las cosas
o principio de causalidad. Razón por la que, en vez de hablar de divinidades,
empezaron a construir conceptos; de ahí que la gran pregunta de la filosofía
helena, qué es lo que es, se mueve por la disciplina de la ilación lógica o ló-

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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gica del concepto. Este hecho ha validado la afirmación de que la esencia
de la filosofía es griega y que el Occidente y Europa son originariamente
portadores de ella. En este sentido, es Martín Heidegger quien ha desarro-
llado la idea de que la filosofía es exclusiva de Europa:

La afirmación «la filosofía es en su esencia griega» significa
nada menos que lo siguiente: que el Occidente y Europa, y sola-
mente ellos,
son originariamente en su más íntimo proceso histórico
filosófico. Esto se atestigua con el surgimiento y dominio de las
ciencias. Porque ellas proceden y se arraigan en lo más radical del
proceso histórico del occidente europeo, es a saber en el proceso fi-
losófico; por eso ellas (las ciencias) han sido capaces de imponer
el sello específico a la historia de los hombres sobre la tierra en la
actualidad. Reflexionemos un momento sobre lo que significa el
que se caracterice una era de la historia de la humanidad como la
era «atómica»: la energía atómica, descubierta y desatada mediante
las ciencias, se señala como el poder destinado a determinar el curso
de la historia. Y científicamente no habría habido ciencias si no hu-
biese habido (como antecedente y guía) la filosofía (Heidegger,
1956: 13, 14, citado por Malo González 194).

La consideración de que el proceso histórico de la filosofía se arraiga
solo en Occidente y Europa, la idea de que la filosofía es la madre de las cien-
cias, el pensar que la relación entre filosofía y ciencias imprime y determina
el curso de la historia, son factores que constituyen el trazado conceptual in-
teriorizado y legitimado por la Historia de la Filosofía; y, por la Filosofía de
la Historia es considerado como conciencia histórica universal. En este con-
texto, manifestamos que la afirmación heideggeriana, no hace otra cosa que
contemporaneizar la oposición entre mito y logos, cuyo correlato material
está expresado en sociedades primitivas y civilizadas, respectivamente.

Siendo consecuentes con la capacidad de interrogación que el hele-
nismo propone, nos preguntamos ¿por qué Europa se ha concedido el de-
recho a imponer un contenido de filosofía, ciencia e historia? Difícil
respuesta, pero no imposible desde una filosofía posicionada más allá y más
acá del helenismo.

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

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estado de una razón pasiva… (Kant, Del sensus communis, a la ca-
pacidad de ‘juicio’ 26).

Según Kant, así planteado el concepto de Ilustración es fácil entenderlo.
Lo difícil para el filósofo alemán está en que «todo el público» exprese la vo-
luntad del Yo, para gobernarse por sí mismo, y se abra al saber y a la claridad
del conocimiento, proporcionado por la razón; al decir de este autor, «Se ve
claramente que Ilustración es cosa fácil in thesi, pero in hypothesi es larga y
difícil de cumplir» (Kant, Del sensus communis, a la capacidad de ‘juicio’ 27).

Sin embargo, pese a la dificultad, el progreso es una etapa ineludible
de los pueblos, así «Una época no puede obligarse ni juramentarse para co-
locar a la siguiente en una situación tal que le sea imposible ampliar sus co-
nocimientos (sobre todo los muy urgentes) […] Sería un crimen contra la
naturaleza humana, cuyo destino primordial consiste, justamente, en ese pro-
gresar» (Kant, Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración? 22). El progreso
se ha convertido en una esencia de la naturaleza humana o en aquello que la
naturaleza humana no puede prescindir.

El bien, al igual que el progreso, es interiorizado en la subjetividad
como una esencia inherente a la naturaleza humana. En este sentido, dice
Kant «se ha descubierto en la naturaleza humana una disposición y capaci-
dad para el bien que ningún político hubiera podido deducir, a fuerza de su-
tileza, de la marcha y la libertad unidas en la especie humana, siguiendo los
principios internos del derecho podrían indicarla, pero aun así de una manera
indeterminada y contingente en cuanto al tiempo» (Kant, Acerca de la Ilus-
tración y de la revolución 29). En cualquier caso, esta disposición al bien
debe ser utilizada a favor del progreso.

Indudablemente, que estos atributos del sujeto de la Ilustración se fun-
damentan en una esencia de la humanidad. Nos remitimos a Herder para
mostrar que esta es una potencia innata, que debe ser formada desde los con-
tenidos proporcionados por la educación: «La humanidad es el carácter de
nuestro género,
que, aunque es en nosotros innato, solo está como proyecto
y, en realidad, tiene que ser formado. […] Lo divino en nuestro género es,
pues, la educación para la humanidad» (Herder 62).

Este planteamiento expresa con toda claridad el carácter relativo y ses-
gado del concepto, cuya circularidad evidencia de principio a fin los intere-
ses de los sujetos involucrados. Siendo así, es evidente que la historicidad

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

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Pasado-presente de la Ilustración
Consideramos, que la expresión moderna de la esencia griega de la fi-

losofía se configura y se mueve en el ámbito de la Ilustración; en el sentido
de que esta continúa reproduciéndola, al re-constituirse como momento de
construcción filosófica y legitimación social del universalismo, posicio-
nando a la filosofía como un proceso lógico, intrínseco a ella misma. De
igual manera, al priorizar el ideal de realidad a la realidad, tomando como
punto de partida la inmanencia del sujeto. Entre otras, estas son las deter-
minaciones que nos hacen pensar en una versión “ilustrada” del helenismo.

Si en otrora el homo sapiens fue el atributo que diferenció al hombre
de los animales y de la naturaleza, la Ilustración añade otros, como el pro-
greso, en la medida en que sigue el camino de la razón, el bien, lo mejor,
la educación; convirtiéndose en cualidades esenciales de la naturaleza hu-
mana; y, al mismo tiempo, en impostergables históricos a ser alcanzados
por los individuos y naciones. En palabras de Kant, no estar con la Ilustra-
ción es estar en contra de los derechos de la humanidad: «En lo que con-
cierne a su propia persona, un hombre puede eludir la Ilustración, pero solo
por un cierto tiempo en aquellas materias que está obligado a saber, pues
renunciar a ella, aunque sea en pro de su persona y con mayor razón todavía
para la posteridad, significa violar y pisotear los sagrados derechos de la
humanidad» (Kant 23).

La Ilustración se identifica con aquel momento de la razón que ha con-
seguido liberarse de los prejuicios y conquistar su autonomía; de ahí que la
primera máxima del entendimiento sea la de una razón liberada o no prejui-
ciada; pues,

[…] la inclinación a lo contrario, a la heteronomía de la razón,
se llama prejuicio, y el mayor de todos consiste en representarse la
naturaleza como no sometida a las reglas que el entendimiento, por
su propia ley esencial, le pone a la base, o sea, la superstición. La
liberación de la superstición se llama Ilustración, porque, aunque
esa denominación se da también a la liberación de los prejuicios en
general, la superstición puede, más que los otros (in sensu eminenti),
ser llamada prejuicio, puesto que la ceguera a la que conduce la
superstición, y que impone incluso como obligada, da a conocer la
necesidad de ser conducido por otros y, por tanto, más que nada, el

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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el progreso. A su vez el desarrollo de la libertad es el de la razón y el pro-
greso; y, el avance del progreso no es más que el desenvolvimiento cualita-
tivamente ascendente de la libertad para alcanzar la “mayoría de edad” de
la razón.

Esta operación es posible cuando se ha superado la antítesis entre pen-
samiento y realidad, entre pensamiento y naturaleza. El cometido de la filo-
sofía moderna fue, precisamente, conseguir esta unidad. En términos de
Hegel, «Platón concebía estos lados como el vínculo, como lo limitativo y
lo infinito, lo uno y lo múltiple, lo simple y lo otro, pero no como el pensa-
miento y el ser. Solo cuando se supera con el pensamiento esta antítesis,
puede decirse que se ha comprendido la unidad» (Hegel 206).

Aquí, está en juego el privilegio del hombre de generar su propio auto-
tutelaje. Se trata, claro está, de ciertos individuos autoproclamados como los
portadores de la razón. De ahí que la humanidad de lo humano se ancla en
unos, excluyendo a otros de las “ventajas” del progreso. Cuando Foucault en
su artículo titulado “¿Qué es la Ilustración?”, se pregunta por el significado
de ella, se remite al concepto de humanidad desarrollado por Kant, en el es-
crito que lleva el mismo nombre, y señala su problematicidad, pero, sobre
todo, advierte algunos caminos no menos complejos que los kantianos:

¿Hay que entender que es el conjunto de la especie humana el
que está implicado en el proceso de Aufklärung? Y en este caso,
¿hay que imaginar que la Aufklärung es un cambio histórico que
afecta a la existencia política y social de todos los hombres sobre
la superficie de la Tierra? ¿O hay que entender que se trata de un
cambio que afecta a lo que constituye la humanidad del ser hu-
mano? Y entonces se plantea la cuestión de saber qué es ese cambio.
Aquí, una vez más, la respuesta de Kant no está desprovista de una
cierta ambigüedad. En todo caso, bajo una apariencia simple, es
bastante compleja (Foucault 9).

Los interrogantes planteados por Foucault, aunque señalan los ám-
bitos de conflictividad de las respuestas. Ello no quiere decir que sus re-
flexiones sobre el concepto de humanidad sean claras y sencillas. Cuando
el filósofo francés caracteriza a la modernidad, hace ubicándola no como
un hecho que señala un período de la historia, el “período moderno”; sino

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

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de su contenido entra en contradicción con cualquier innatismo bondadoso.
A pesar de esto, la expresión moderna del helenismo le universalizó, en el
sentido de convertirle en una esencia inmanente al género humano.

Pese a los intentos de los filósofos modernos –y no solo ellos– de re-
solver la paradoja entre esencia y existencia, ya sea recurriendo a la univer-
salización o esencialización de los procesos históricos, continúa abierta. Por
ejemplo, Kant intentó apelando a la Ilustración, en el sentido de devolver
–provocando– el problema al mismo sujeto, al autoculparle de su minoría
de edad u otorgándole la responsabilidad de construir las luces de la razón
y el camino al progreso.

La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su
propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable
de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la ca-
rencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para
servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Saper aude! ¡Ten
valor de servirte de tu propio entendimiento! (Kant, 17).

Pero la autoculpabilidad, tampoco resuelve la paradoja en términos de
su universalidad, porque inclusive en los casos en que los sujetos y los pue-
blos han conquistado la “mayoría de edad”, la han hecho no precisamente
haciendo uso de la razón en su sentido ilustrado sino en su uso privado. Kant
considera que lo que caracteriza al estado de mayoría es la relación que los
hombres establecen entre el uso público y privado de la libertad. Así por
ejemplo, un sujeto debe pagar los impuestos, pero debe razonar libremente
sobre la fiscalidad; un sacerdote debe ejercer su oficio de acuerdo a los prin-
cipios de la Iglesia, pero razonar como él quiera sobre los dogmas religiosos.

El filósofo alemán para salir de la contradicción entre el “uso público”
y “uso privado” de la libertad, apela a la concepción ilustrada de libertad o
“uso público”, que consiste en razonar por razonar y no poner límites a la con-
cepción del progreso. En este sentido, no hay ningún compromiso que impida
el desarrollo de la razón ilustrada, ni ley que regule el progreso. Solo hay un
orden y una lógica a su servicio, abierto hacia el progreso al “infinito”.

La filosofía de las luces se articula en la analogía entre razón, libertad
y progreso, en donde hay un resguardo de los tres conceptos, en tanto el im-
pedimento al desarrollo de la razón significa interrumpir el de la libertad y

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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afecta o al conjunto de la sociedad o a la existencia social y política de los
hombres o a la humanidad del ser humano. Plantear lo contrario, sería caer
en una contradicción entre el horizonte “humanista” de las preguntas reali-
zadas a Kant y el “ethos” filosófico que implica la relación con la Ilustración.
Escapar del humanismo, sería proponer una autonomía del sujeto fuera del
sujeto. Lamentablemente, la “Ontología crítica del nosotros mismos”, pro-
puesta por Foucault, que tiene como objetivo buscar los límites de aquello
que ya no tiene sentido para la constitución del sujeto, tiene que remitirse a
la historicidad de la humanidad de lo humano.

Así como también, difícilmente, se puede huir del hecho de que la mo-
dernidad y la Ilustración son procesos extraeuropeos, en la medida en que
allí estuvieron implicados los procesos de colonización y explotación de las
naciones europeas sobre pueblos supuestamente incivilizados y carentes de
razón y progreso. Situación que irremediablemente conlleva una perspectiva
de la humanidad de lo humano. El ethos filosófico europeo, centrado en su
mismidad y unicidad del Ser, hace que Foucault no perciba el carácter ex-
traeuropeo de la Aufklärung.

No podemos olvidar que la razón ilustrada se mueve en el horizonte
creado y legitimado por la libertad, pues desde esta perspectiva, estar en
contra de ella, es estar en contra de la esencia de la naturaleza humana. De
ahí que la Ilustración es un derecho que concierne a la humanidad de todos
los hombres. Su encarnación cualitativa en la subjetividad de todos los hom-
bres y su extensión cuantitativa a amplios territorios, no es solo un síntoma
de universalización de la razón, sino es la universalización, producto de la
actividad cognoscitiva y omnicomprensiva de la razón. Según el filósofo
africano Tsenay Serequeberhan, se trata de la

“trascendentalización” del hecho histórico del Aufklärung –es
necesaria, si hay que dar la apariencia de una respuesta en “términos
universales a la pregunta original”, la pregunta, como Kant la plan-
tea, sobre “la exención del hombre de su autoincurrido tutelaje” –.
La máscara de universalidad es requerida y esencial precisamente
porque Kant está interesado en la “totalidad de los hombres sobre la
Tierra unidos socialmente en pueblos” (Serequeberhan 265).

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

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como una actitud, es decir, una manera específica de relacionarse con la
actualidad, «una elección voluntaria que hacen algunos; en fin, una manera
de pensar y sentir, una manera también de actuar y de conducirse que, si-
multáneamente, marca una pertenencia y se presenta como una tarea»
(Foucault 11); es decir, más que un período, la modernidad se nos presenta
como un ethos.

Siguiendo esta misma interpretación, considera que la Ilustración se
remite a una interrogación que problematiza la relación con el presente o
realiza una crítica del presente histórico, que lleva aparejada la conflictiva
constitución del “sí mismo” como sujeto autónomo. Es decir, se trata «de
un ethos filosófico que podría caracterizarse como una crítica permanente
de nuestro ser histórico» (Foucault 13). Esto implica, no convertirla en un
paralogismo, en el que tanto los juicios a favor y en contra tienen su argu-
mentación; sino considerarla desde el punto de vista histórico, para enfatizar
aquellos factores que ya no son necesarios para la constitución del “sí
mismo” como sujeto autónomo, y para no perder de vista la crítica perma-
nente sobre nosotros mismos.

Considerar la autonomía del sujeto nos remite, indudablemente, al ho-
rizonte en el que se halla inmerso, esto es al humanismo. Sin embargo, el
filósofo francés cree que el ethos filosófico de la Aufklärung debe evitar
confusiones entre esta y el humanismo:

No hay que olvidar nunca que la Aufklärung es un aconteci-
miento o un conjunto de acontecimientos y de procesos históricos
complejos, situados en un cierto momento del desarrollo de las so-
ciedades europeas […]. El humanismo es una cosa muy distinta: es
un tema o más bien un conjunto de temas que han reaparecido varias
veces, a través del tiempo, en las sociedades europeas; estos temas,
siempre ligados a juicios de valor (Foucault 14).

No cabe duda que el tema del humanismo ha sido recurrente en la his-
toria de filosofía de Occidente, consecuentemente, ha estado ligado a juicios
de valor, que muchas veces o han ocultado o han servido para explicitar las
“bondades” de los intereses de ciertos grupos sociales.

Sin embargo, difícilmente se puede escapar de él, porque como el
mismo Foucault anota, la Aufklärung es una determinante histórica que

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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como acto y potencia, las ciencias humanas ampliaron sus objetos de estu-
dio, las ciencias naturales profundizaron el conocimiento de la naturaleza y
generaron otras tecnologías, Europa encontró las mejores condiciones para
organizar su centralidad y universalidad, y sobre todo fue el momento ade-
cuado para que la razón desarrolle sus aspiraciones de orden y progreso
sobre sociedades supuestamente caóticas y atrasadas.

En este contexto, es preciso retomar la tesis de Enrique Dussel, quien
afirma que la modernidad nace realmente en 1492, porque es el momento
de su «empírica mundialización, la organización de un mundo colonial, y el
usufructo de la vida de sus víctimas, en un nivel pragmático y económico»
(Dussel 178). Para este filósofo, la Conquista es el primer acto moderno, y
por lo tanto, se convierte en la primera determinación de la modernidad, así
como también de ella se deriva su centralidad. Principios como el de la sub-
jetividad constituyente, la propiedad privada, la libertad de contrato, la his-
toria como el despliegue de la razón –al decir de este crítico– son las
consecuencias de la modernidad y no su punto de partida.

En esta misma línea de análisis, Aníbal Quijano coincide con el filósofo
argentino-mexicano, en el sentido de que la creación de las Américas es el
acto constitutivo del sistema-mundo moderno capitalista:

El sistema mundo-moderno nació en el largo siglo XVI. Las
Américas –como entidad geosocial– nacieron en el largo siglo XVI.
La creación de esta entidad geosocial, las Américas, fue el acto
constitutivo del sistema-mundo moderno. Las Américas no se in-
corporaron a una ya existente economía-mundo capitalista. Una
economía-mundo capitalista no podría hubiera tenido lugar sin las
Américas (Quijano 1).

Desde otras perspectivas, también se coincide en que la presencia de
América ante Europa, hace que se consolide el carácter capitalista de la mo-
dernidad. En este sentido, Bolívar Echeverría sostiene: «Pienso que solo el
impacto histórico que significa la presencia de América en el mundo euro-
peo, es lo que hace que se consolide la modernidad europea como una mo-
dernidad propiamente capitalista» (222). Su carácter capitalista no estaba
dado antes del “descubrimiento” y Conquista de América; este hecho es el
que determina su constitución. «Es en América donde se juega la posibilidad

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

35

El proceso de esencialización de la libertad, de universalización del pro-
greso, de naturalización de la esencia humana, la trascendentalización de la
razón y la “superación” de sus contradicciones, la ubicación del bien en el
status de condición innata del hombre para el progreso, es lo Tsenay Sere-
queberhan, al referirse a la Antropología Filosófica de Kant ha caracterizado,
como «la singular creencia con bases metafísicas de que la humanidad euro-
pea es propiamente hablando isomórfica con la humanidad del humano como
tal» (Serequeberhan 261, citado por Chukwudi Eze 261). El concepto de
esencia humana elaborado por la filosofía moderno-europea se remite hacia,
desde y para sí misma; razón por la que se condensa en su propia mismidad,
excluyendo, comparando, jerarquizando a sus otros no iguales.

Desde un “afuera” de la mismidad europea y como lo han señalado,
por ejemplo, muchos críticos de la modernidad ilustrada latinoamericana y
caribeña, la libertad, la razón y el progreso de los modernos contrasta con
las condiciones históricas de la opresión, explotación, racialización y esca-
sez de las que son víctimas los pueblos sometidos a la explotación colonial;
de ahí la necesidad de construir otras condiciones para la realización de la
humanidad de lo humano.

Dialéctica de la ilustración y analéctica de la modernidad latinoameri-
cana

Con mucha frecuencia, se ha considerado que la Ilustración es uno de
los acontecimientos históricos que marca el inicio de la modernidad europea.
Foucault, por ejemplo, cuando analiza no la mira como un episodio cual-
quiera de la historia, sino como un «suceso singular que inaugura la moder-
nidad europea, un proceso permanente que se manifiesta en la historia de la
razón, en el desarrollo y la instauración de formas de racionalidad y de téc-
nica, en la autonomía y la autoridad del saber. Es una cuestión filosófica ins-
crita, desde el siglo XVIII, en nuestro pensamiento» (Foucault, 1).

En términos históricos, se considera que sucesos europeos como el Re-
nacimiento Italiano, la Reforma Protestante, la Ilustración Alemana, la Re-
volución Francesa, el Parlamento Inglés, consolidan la formación de la
modernidad. Posiblemente, esto es así; sin embargo, cabe señalar que el
“descubrimiento” de América marcó el devenir de la historia de Europa. A
partir de este momento, las concepciones sobre el espacio y el tiempo se
modificaron, el capital se volvió moderno-colonial, el sujeto se reafirmó

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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condiciones históricas de una América “descubierta”, se dio en el momento
en que la modernidad articuló razón, progreso y salvación, a partir de una
práctica de violencia colonizadora. Desde esta perspectiva, la modernidad
se constituyó como momento de justificación y legitimación de la conquista
a los indígenas por considerarlos naturalmente “bárbaros”, “inhumanos” e
“incultos”. Se trató de una construcción ideológica de salvación, donde la
razón edificó el mito salvífico de la modernidad.

Enrique Dussel, remitiéndose a la visión de Ginés de Sepúlveda, Ge-
rónimo de Mendieta y Bartolomé de Las Casas, construye y reconstruye el
mito. Para este crítico, las consideraciones de Sepúlveda son absolutamente
definitorias para esta construcción:

La primera [razón de la justicia de esta guerra y conquista] es
que siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros [indios], in-
cultos e inhumanos, se nieguen a admitir el imperio de los que son
más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les trae-
ría grandísimas utilidades, magnas commoditates, siendo además
cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma,
el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer
al marido (1), lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para
bien de todos (utrisque bene) (De Sepúlveda, citado por Dussel 69).

Esta experiencia de la modernidad es definida por el filósofo argentino
como el “paradigma sacrificial”, el mismo que se identifica con la “necesi-
dad” de ofrecer sacrificios y víctimas en aras del progreso de la humanidad.
Se trata de un «victimar al inocente (al Otro) declarándolo causa culpable
de su propia victimización, y atribuyéndose, el sujeto moderno, plena ino-
cencia con respecto al acto victimario. Por último, el sufrimiento del con-
quistado (colonizado, subdesarrollado) será interpretado como el sacrificio
o el costo necesario de la modernización» (Dussel 70). Traducido a términos
kantianos, el mito vería a los indios como autoculpables de su condición de
“minoría de edad y de escasez” y por ello “necesitados” de un civilizador
que les guíe en el tránsito a la mayoría de edad. Este es el momento del sesgo
histórico-colonial de la razón en relación con la Conquista a los indígenas.

Se culpó al inocente de su condición de atraso, por ello la visión europea
de la Conquista, la asume como un acto de salvación de la barbarie y a la

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

37

de que la modernidad no vaya por la vía que le impone el capitalismo desde
el mercado; de que tome otra vía y se guíe por principios de un orden dife-
rente» (222); sin embargo, fue aquella la que finalmente se impuso.

Para una posición eurocéntrica, la modernidad es un proceso intraeu-
ropeo, en el sentido de que, culturalmente es un acontecimiento que le con-
cierne al desarrollo de las potencialidades de la razón europea para salir de
su minoría de edad, a un nuevo momento o despliegue del Logos y del pro-
greso para llegar a su autoconciencia o conciencia de sí. La Ilustración, es
esta nueva aetas que ha logrado conceptualizarse a sí misma como Ilustra-
ción y en cuya filosofía del presente están consignados los lineamientos del
horizonte histórico de las Luces, enfocados a llevar a concepto todas las ma-
nifestaciones sociales, culturales, antropológicas, políticas, económicas, cos-
mológicas que encuentre a su paso; y, a concebir la naturaleza como su
objeto de transformación. Es el poder de dominio del Ser, a través de la pa-
labra y de la ciencia positiva, el que prevalecerá en el horizonte del Logos.

El poder avasallador de la lógica del concepto y de la ciencia positiva
redujo todo a mito, inclusive los viejos universales desarrollados por Platón
y Aristóteles (como el concepto de Dios, Alma, Verdad, Bien, Conocimiento,
entre otros) porque, en tanto metafísica fueron sometidos a duda. Pues, la
materia por ningún concepto podía ser analizada desde categorías sobrena-
turales, fuerzas inmanentes superiores a ella o fuerzas ocultas, sino a partir
del cálculo, de la regla, del diseño, de la fórmula, de la ley, de la probabili-
dad, del sistema.

El “espíritu” analítico de la Ilustración se refleja en sí misma, cuando
este rigor se revierte a ella; razón por la que, Horkheimer y Adorno, sostie-
nen la tesis de que «el mito es ya Ilustración; la Ilustración recae en mitolo-
gía» (Horkheimer 56). Quizá, aquí cabe hacer una asociación con el
planteamiento de Latour, en el sentido de que nunca hemos sido modernos,
porque en la realidad no se ha concretado la separación entre la práctica de
traducción, que genera híbridos y la práctica de purificación que, crea dos
ámbitos ontológicamente diferentes: la de los seres humanos y no humanos.
Al contrario, la experiencia moderna ha mostrado que conviven simultáne-
amente, lo que quiere decir que no hemos sido modernos.

Si el paso del mito al logos se dio porque en el mito se produjeron los
gérmenes de la transición, que condujeron a la disolución del mito en na-
rración ilustrada. El tránsito del logos al mito ilustrado de la razón en las

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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5Este planteamiento fue desarrollado de manera más amplia en nuestra tesis doctoral
titulada “El color de la razón y del pensamiento crítico en las Américas”, Quito, Univer-
sidad Andina Simón Bolívar, 2009 y que se encuentra en fase de publicación.

modernidad como la constitución –dominación– de la razón. Desde una crí-
tica de la razón latinoamericana, este hecho no puede ser analizado sino como
un acto fundacional que lleva consigo la dominación, pues, 1492 inaugura
un ejercicio irracional de la razón, que devino en un fundamento histórico
anticipado de lo que posteriormente, se formulará como la certeza indubitable
que se anduvo buscando y que se encontró en el ego cogito moderno.

El mito moderno de la modernidad latinoamericana, posiblemente
“coincida” con el planteamiento de Horkheimer y Adorno en la Dialéctica
de la Ilustración,
en el sentido de que la caída de la razón en la barbarie y
la construcción de una falsa totalidad, se explican por el apego de la razón
al dominio5. La razón ilustrada se autodestruye porque en su mismo origen
está la idea de dominio del hombre sobre la naturaleza, apelando a la justi-
ficación de la necesidad de autoconservación.

El dominio sobre la naturaleza se vuelve contra el sujeto dominante en
la medida en que termina reduciéndole a un mero fundamento de dominio.
Si el sujeto demostró la necesidad y la capacidad de independizarse de las
ataduras y prejuicios naturales, la fuerza del dominio del hombre culminó
en el sometimiento de este a ella.

Según algunas posiciones de la filosofía occidental, el paso del mito
al logos estuvo determinado por la búsqueda del primer principio o principio
último de las cosas, que no fue otro que un eidos llamado razón, encaminado
a explicar el “orden” del mundo. El paso del logos al mito o del concepto
al mito de la modernidad, desde la perspectiva de un mundo periférico, es
visto como la arrogancia de la razón, cuya autodeterminación teleológica en
la práctica fueron, por un lado, desorganizar, violentar el entorno natural y
vital; y. por otro, colonizar el mundo del Otro, apoyándose en la razón como
la salvadora de la escasez.

Si la perversidad de la razón está en los albores de su propia constitu-
ción, lo que se hizo en 1492 en América es una consecuencia de la práctica
de dominación, es una concreción histórica de su poder, es recaer en la prác-
tica de la razón omnipotente, que ubicó a los primitivos como si fueran una
prolongación de la naturaleza, susceptibles de ser manipulados de acuerdo
con los parámetros de la razón civilizadora.

38

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

39

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

La tesis de Horkheimer y Adorno es que el mito ya es una forma de
Ilustración, porque en él la víctima sacrificial es un síntoma de arbitrariedad
y de escisión con la realidad; y, la Ilustración deviene en mito el momento
en que la abstracción es el símbolo de la identidad entre concepto y realidad.
Para el pensamiento crítico latinoamericano, la tesis del mito de la moder-
nidad se articula alrededor de la dialéctica de la inversión del sacrificio y la
renuncia, en el sentido de que la víctima es transformada en culpable y el
victimario en inocente. Habría un autosacrificio que se expresaría en la re-
nuncia de la razón a su racionalidad en sí, para que el Otro se transforme
en racionalidad, porque supuestamente es irracional. La “razón” del con-
quistador es una expresión irracional de su racionalidad.

Horkheimer y Adorno denunciaron el dominio de la razón sobre la na-
turaleza, porque se la redujo a un elemento de la producción, perdiéndola
en una energía proveedora de riqueza para la modernización y modernidad.
Con esto la instrumentalización de la razón en todos los ámbitos de la vida
fue un hecho indudable. Habermas, siguiendo la idea de sus predecesores
de superar los límites de la razón, propone el paradigma de la razón comu-
nicativa como posible salida a sus contradicciones. Sin embargo, creemos
que es difícil el diálogo mientras ella siga alimentándose del dominio sobre
sus no iguales. El diálogo filosófico intercultural de carácter transversal,
será posible cuando se deje la ilusión de una simetría entre culturas.

Para el filósofo argentino-mexicano, Bartolomé de Las Casas, descubre
la irracionalidad encubierta en el “mito” de la culpabilidad del Otro» (Duseel
77), por ello está en contra de cualquier justificación de la violencia. Con-
sidera la modernización del indio pero no a costa de anular su Alteridad, ya
que para él es importante el cómo entra en este proceso. Modernizar no es
legitimar el mito de la modernidad; de ahí que su obra está encaminada a
construir y fundamentar las condiciones de posibilidad racionales para in-
cluir al Otro en una posible comunicación. Esto es, establece un a priori ab-
soluto, un universal antropológico que concede a los indios el atributo de su
racionalidad. A partir de esta premisa, se puede iniciar el proceso de evan-
gelización y castellanización de los subordinados.

Si en el período comprendido entre 1474-1566, Las Casas buscó un a
priori
antropológico que cualifique como racionales a ciertos seres humanos;
entre 1596 y 1650, Descartes encontró un a priori que tuvo sus antecedentes
en la experiencia de dominio del Yo conquisto. De tal manera que en la cer-

***

La transformación de la práctica de “salvación” de la razón en práctica
de violencia irracional, el tránsito de la minoría a la mayoría de edad, iden-
tificado como la vía al progreso, la definición de este como parámetro para
medir lo menos y lo más desarrollado o lo moderno y lo bárbaro, su ubica-
ción como el telos al que toda la humanidad debe llegar, son factores que
hacen que la modernidad se mire como un acto salvífico de la historia, que
requiere inevitablemente del sacrificio de sus víctimas. De esta manera, el
mito atribuye al “bárbaro” un momento de minoridad culposa que le obliga
a entrar en el camino trazado por las “luces de la razón”.

Cumplido este cometido, la modernidad ha satisfecho el mandato de
la razón, liberándose de cualquier acusación en su contra, autoproclamán-
dose inocente; y, simultáneamente, generando la necesidad de construir una
razón moderna latinoamericana como si fuera europea o a la manera euro-
pea. Situación que originó los mitos de la identidad latinoamericana frente
al Uno, el terror a ser visto como no europeo, el miedo mítico a no estar en
el ritmo del progreso de Europa, el pánico a no poder acceder a los benefi-
cios de la abstracción como instrumento del conocer.

Creemos que la crítica de Dussel elaborada en el proyecto trans-moderno
de liberación, desde el punto de vista epistemológico deconstruye la imagen
europea de la modernidad, en el sentido de evidenciar su núcleo irracional, de
visibilizar el vaciamiento de los contenidos de validez de la razón que fueron
encubiertos por el poder. Y, desde el punto de vista ético-político, recupera el
carácter emancipador racional de la modernidad y de su alteridad negada.

La transmodernidad como proyecto mundial de liberación concibe a
su alteridad negada como esencial y fundacional en el proceso de constitu-
ción de la modernidad. La superación de la negación, no podrá realizarse a
la manera de la dialéctica hegeliana, que en el caso de América Latina ha
implicado la inclusión en la historia de unos y la exclusión de otros, sino a
partir de una analéctica o desde un “afuera” que supone estar frente a la to-
talidad eurocéntrica o un estar “más allá” (aná-) de este horizonte de la to-
talidad, que no es otro que el de la filosofía y ética de la liberación.

La recaída del logos en mito y el mito salvífico de la modernidad europea / Catalina León Pesántez

41

teza última que anduvo buscando hay una historia incorporada, que permitió
autoproclamarse como superiores y descalificar a los demás como inferiores.
La libertad como sustrato de todo lo existente encontró las condiciones óp-
timas para su legitimación y para afirmarse como fundamento último. Es el
momento en que el sujeto de la modernidad europea se descubre como pura
razón y como tal con poder para conocer y dominar el mundo social y natu-
ral, produciéndose el paso de un orden trascendente al orden inmanente de
la conciencia, lugar desde el cual el sujeto como centro, determinará el des-
tino de la historia.

No causa asombro el hecho de que Descartes, al buscar la certeza úl-
tima de su filosofía, aplicara la duda metódica a todo menos a la evidencia
del “Yo pienso, luego existo”; y, al hecho de conquistar al Otro para afir-
marse en el Yo como sinónimo de pensar y existir. Así, pensar, ser, existir
y conquistar tejen el axioma del sujeto moderno europeo que la filosofía oc-
cidental, desde su posición de centro, ha “olvidado” o negado.

Para Dussel la modernidad implica, por un lado, la salida del estado
de minoría de edad para llegar a uno avanzado o estado de razón; y, por otro,
el estado racional lleva un momento irracional que se esconde en el pliegue
de la universalidad de la razón: es el lado mítico-negativo que justifica la
violencia irracional al dominado. En este sentido, 1492 se instaura como el
espacio histórico en donde se inscribe una dialéctica muy compleja entre el
dominador y el dominado. El dominador se afirma en su identidad, negando
a su alteridad. A su vez, la sublevación del Otro se afirma no en su negación
total, sino en la lucha por la vida para tratar de superar las condiciones de
existencia de su muerte.

Desde esta perspectiva, al decir de Dussel, es necesario reconstruir al
Otro, como la “otra cara de la modernidad”; esto es, reconstruir al Otro como
cogitatum (pensado) que piensa o como diferencia pensante y como tal, ubi-
carnos en la historia, posición que nos permitirá comprender la “inversión”
y la «invención» eurocéntrica; y, sobre todo, desde la visión de Dussel avan-
zar hacia un proyecto de liberación o de trans-modernidad.

Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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Revista Pucara, N.º 23 (25-43), 2011

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La huella del chamán:
Mitos y rituales de una espiritualidad ancestral

The trace of the shaman:
Myths and rituals of an ancestral spirituality

María Teresa Sánchez Carmona
Universidad de Sevilla, España
e-mail: teresa_sc@hotmail.com

Resumen
El chamanismo constituye un claro objeto de interés en el ámbito de las

Ciencias Humanas, no solo por tratarse de una de las primeras manifestaciones
de religiosidad en la Historia de la humanidad, sino además porque su cosmo-
visión sirvió como referente y fuente de inspiración para otras culturas poste-
riores, en cuyos mitos es posible apreciar ese sustrato ancestral. Adoptando un
punto de vista eminentemente comparativo, el presente estudio pretende esbozar
brevemente las principales características del chamanismo y rastrear la huella
que imprimió en otras culturas, atendiendo a la figura del chamán, la configu-
ración de su imaginario y el simbolismo de sus rituales y celebraciones.

Palabras Clave: Chamanismo, Rituales, Mitología, Simbolismo religioso.

Summary
Shamanism constitutes a clear object of interest in the Area of Human

Sciences, not only for being one of the first manifestations of religiousness
in the History of Humanity, but in addition because its vision of the World
served as a source of inspiration for later cultures, in whose myths it is pos-
sible to estimate this ancient substratum. Adopting a point of view eminently
comparative the present study tries to outline Shamanism´s main characte-
ristics, as well as to trace its influence on other cultures, attending to the fi-
gure of the shaman, the configuration of his imaginary and the symbolism
of its rituals and celebrations.

Key Words: Shamanism, Rituals, Mythology, Religious symbolism.

La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

45Aceptado: 13-12-2010.Recibido: 10-10-2010.

6La epopeya de Gilgamesh, el mito de Oriente Próximo más antiguo que tenemos,
«data del tercer milenio a. C., y resulta anterior a las epopeyas de Homero en, al menos,
un milenio y medio, pero es posterior al Neolítico por unos cuatro o cinco milenios
[…] La versión más completa que tenemos en la actualidad procede de unas tablillas
de arcilla con escritura cuneiforme de la biblioteca de Ashurbanipal, el último gran rey
del Imperio asirio (entre el 669 y el 631 a.C» (Lewis-Williams 162-169).

7En su estudio Chamanismo. Los fundamentos de la magia Ward Rutherford explica
cómo «en el mito celta se nos relata cómo el Gran Druida irlandés, Mag Roth, después
de vestirse con su capa de piel de toro y su toca de pájaro, subió con el humo para as-
cender al Cielo. Los escitas […] tenían sus magos que eran chamanes en todo menos
en el nombre. Entre los títulos honoríficos del escandinavo Odín se hallaba el de “Gran
Chamán” […] En el caso de los griegos muchos de sus dioses exhiben las marcas de su
ancestro chamán. Incluso Zeus, el dios principal, no vacilaba en adoptar las formas de
un cisne o un toro, dos de las formas chamánicas más comunes, cuando se unía con
mujeres mortales» (Rutherford 12).

chamanismo estaba entre los hombres mucho antes de que el Islam, la Cris-
tiandad, el Judaísmo, el Budismo e incluso el Hinduismo vieran la luz del
día» (Rutherford 12). En palabras del Dr. Carlos González Wagner

la existencia de un substrato chamánico prehistórico en el
Viejo Mundo fue hace tiempo sugerida por H. Kirchner (1952) y
K. J. Narr (1959). Ambos recogen la evidencia arqueológica de
prácticas chamánicas en los tiempos neolíticos y sugieren un origen
común para Oriente y Europa en el desarrollo y expansión de la úl-
tima cultura paleolítica desde las estepas del S.O. de Siberia. Pero
parece que aún podemos remontarnos más atrás. K. Karitz (1971)
y E. A. S. Butterworth (1970) detectaron la existencia de un anti-
quísimo fondo chamánico en algunas de las ceremonias descritas
en el sumerio Poema de Gilgamesh6 (2007a).

Su huella sería perceptible en los relatos primigenios de pueblos di-
versos, así como en sus tópicos y arquetipos7; de hecho las propias religiones
oficiales procedieron a la recuperación de símbolos originariamente chamá-
nicos, que resemantizaron para adaptarlos a los nuevos presupuestos de sus
propios sistemas de creencias.

46

Revista Pucara, N.º 23 (45-64), 2011

1. EL CHAMANISMO:
FUNDAMENTOS DE UNA ESPIRITUALIDAD ANCESTRAL

La evolución cultural y espiritual del ser humano es trasunto de una
búsqueda de respuestas ante los grandes misterios de la existencia. Esa aper-
tura hacia lo trascendente que Rudolf Otto denominaría “lo numinoso” (Otto
13) motivó el surgimiento tanto de las primeras cosmogonías míticas como
de los principales sistemas religiosos, adánico intento por comprender la re-
alidad, nombrarla y ordenarla para desenmascarar su sentido más profundo.

En un estado primigenio, lo sagrado y lo profano permanecían indife-
renciados, siendo el mundo natural un plano privilegiado de revelación e
interacción con lo suprarreal, que a su vez explicaba y justificaba el orden
familiar, social y político de cada comunidad. Sobre esta base habría de afir-
marse el chamanismo. Concebido como un conjunto de creencias y prácticas
tradicionales preocupadas por la comunicación con el mundo de los espíri-
tus, este sistema religioso-cultural parte de la premisa de que el mundo vi-
sible está dominado por fuerzas invisibles que le afectan y determinan. En
su artículo “Una relación entre la psicología junguiana y la sabiduría del
chamanismo”, Rafael Carranza lo define como

un complejo sistema de creencias basado en la certeza de unos
asistentes espirituales en el panteón chamánico, la memoria de cier-
tos textos –sermones, canciones de chamanes, mitos, leyendas–, re-
glas para actividades –rituales, sacrificios, la técnica del éxtasis– y
objetos e instrumentos usados por los chamanes –tambor, bastón,
arco, espejo, costumbres– (2009).

Muchos estudiosos sostienen la hipótesis de que los primeros chamanes
fueron los Koriacs o Koriacos y que el chamanismo stricto sensu apareció
en la región circumpolar, en el ámbito siberiano y central-asiático: «Étnica-
mente son mongoles miembros de la antigua raza cuyos descendientes habi-
taron todas las tierras de los alrededores, el sureste de Siberia, el Tíbet, y que
emigraron hasta lugares tan alejados como Corea y Japón dejando sus carac-
terísticas en los esquimales y en los indios americanos» (Rutherford 9).

Se trata de un estadio de espiritualidad ancestral que probablemente
surgió en los pueblos cazadores-recolectores y sentó una base cosmológica
sobre la que se fundaron los relatos y mitos de otras culturas, pues «ya el

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

8“Confirmando parte del cosmos tripartito básico siberiano, Ronald Hutton, catedrático
de historia en la Universidad de Bristol, señala que, mientras los pueblos samoyedos con-
cebían un cielo dividido en seis niveles; y las tribus altaicas hablaban de tres, siete, nueve
o más niveles, los Buriatos «representaban el cielo con noventa y nueve provincias, y un
reino separado en el norte para los espíritus malignos”» (Lewis-Williams, Pearce 69).

9«En realidad no es difícil establecer una relación conceptual entre el Árbol de la
Vida, que debía conferir la inmortalidad, y la Planta de la Vida que proporciona el re-
juvenecimiento en busca del cual se fue Gilgamesh a la desembocadura de los ríos»
(García 32). Este símbolo reaparece en motivos como el Árbol de las manzanas de oro
en el Jardín de las Hespérides (que en la mitología nórdica cultiva la diosa Iounn) o en
cuentos populares como Las habichuelas mágicas de Hans Christian Andersen.

10Ubicado en la provincia de Java Central (Indonesia), Borobudur recibe su nombre
del sánscrito y significa «el templo budista en la montaña», pues se trata de una estupra
con silueta piramidiforme cuyos seis niveles representan los planos en que se divide la
cosmología budista.

11Dijo Dios: «Ésta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo
entre yo y vosotros y todo ser vivo que os acompaña. Pongo mi arco en las nubes, que ser-
virá de señal de la alianza entre yo y la tierra» (La Biblia, “Libro del Génesis” 9, 12-15).

niveles transitables8, pues no son espacios total y herméticamente cerrados
sino abiertos al contacto entre los hombres y los espíritus que habitan en
ellos. Este esquema tripartito –que se mantuvo en el imaginario de otras
culturas como el mesopotámico, el griego o el cristiano– justifica que la téc-
nica chamánica por excelencia «consista en el paso de una región cósmica
a otra: de la Tierra al Cielo, o de la Tierra a los Infiernos, en tanto que el
chamán conoce el misterio de la ruptura de los niveles» (Eliade 213).

Dicho paso ascendente o descendente se realiza a través de un punto que
se conoce como “ónfalo” o “axis mundi”. Se trata de un eje que señala el Cen-
tro del mundo, conectando unas regiones cósmicas con otras, y que suele re-
presentarse mediante la imagen del Árbol Cósmico y la Montaña sagrada, o
en menor medida con una cuerda, una columna, un puente, una escalera o el
arcoíris. Gilbert Durand explica el significado de estos y otros motivos ascen-
sionales en su obra Las estructuras antropológicas del imaginario (Durand
131-150), por tratarse de un conjunto de imágenes recurrentes en otras cultu-
ras. Así el Árbol Cósmico nos recuerda el Árbol de la Vida9; la Montaña má-
gica posee un correlato en montes como el Olimpo, el Horeb, el Betel o el
Tabor, e incluso en formaciones como las pirámides, los ziqqurats o templos
como el de Borobudur10; el arcoíris se utiliza en el Antiguo Testamento como
símbolo de la alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel11, y la propia ascensión

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1.1. El chamán: cualidades y competencias
En El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis Mircea Eliade

defiende el uso indistinto de los términos “chamán”, “hombre-médico”,
“hechicero” o “mago” para designar a «determinados individuos dotados
de prestigio mágico-religioso y reconocidos en toda sociedad primitiva»
(Eliade 21). Los chamanes son considerados hombres y mujeres de co-
nocimiento, especialistas del alma y sus interacciones con lo divino; de
hecho, el vocablo “shaman” (del tungús shaman) se traduce terminológi-
camente por “el que sabe”, “el que está excitado”, en alusión a una sabi-
duría y sensibilidad que hacen de él un mediador natural entre personas
y espíritus.

Se les atribuyen cualidades tan dispares y sorprendentes como la total
resistencia al dolor, la capacidad de controlar los elementos de la naturaleza,
de hablar con los animales – encarnación zoomórfica de espíritus protecto-
res– y realizar milagros fakíricos. Místico y poeta, el chamán compone ade-
más canciones y tonadas capaces de hechizar los sentidos e inducir al trance
extático a quienes le escuchan, don que los griegos atribuyeron a la figura
de Orfeo. Él mismo suele entrar en trance para realizar “viajes extáticos”
por el mundo celeste o el inframundo, donde contacta con seres de uno y
otro plano y sondea los intersticios de la psiqué humana para enfrentar los
monstruos interiores de sus pacientes y sanar sus miedos.

Dos son las funciones principales que el chamán desempeña en su co-
munidad: el rol de “medicine-man” o médico de enfermedades tanto físicas
como espirituales, y psicopompo o acompañante del alma de los difuntos.
No obstante, frente a la especialización y exclusividad de que hacen gala
los líderes espirituales en otros sistemas religiosos, el chamán no ejerce
dicho rol a tiempo completo sino que posee un trabajo corriente y desempeña
estas prácticas solo cuando la comunidad lo requiere.

1.2. El viaje extático: cosmología de ascenso y descenso
El viaje o vuelo es uno de los rasgos definitorios del chamanismo, atri-

buido a la sensación que dejan en el cerebro ciertas prácticas o la ingesta de
sustancias alucinógenas. En dicho viaje los chamanes visitan otras regiones,
pues su imaginario distingue tres zonas en que se parcela y ordena el Cos-
mos: un mundo inferior o submundo, un mundo medio o terreno y uno su-
perior o celeste. Cada uno de estos planos se subdivide a su vez en varios

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

12En la azora titulada “El viaje nocturno” se narra el viaje aéreo que Mahoma hace
por intercesión del ángel Gabriel, sobre un caballo llamado Borak (al que la tradición
representa como un ser alado con cara de mujer, cuerpo de caballo y cola de pavo real)
desde el templo de la Meca al templo de Jerusalén, y luego a través de los siete cielos
hasta el trono de Dios (Consúltese: El Corán azora XVII).

13«Iban caminando y hablando, y de pronto un carro de fuego con caballos de fuego
los separó a uno del otro. Elías subió al cielo en la tempestad…» (Consúltese: La Biblia,
“Libro segundo de los Reyes”, 2, 11)

14«Los sacó hasta cerca de Betania y alzando sus manos los bendijo. Y mientras los
bendecía se separó de ellos y fue llevado al Cielo…» (La Biblia, “Evangelio de San
Lucas” 24, 50-53).

15Mircea Eliade recoge el testimonio de ciertos chamanes capaces de volar como
pájaros y posarse en las ramas de los árboles. Esto también lo hicieron místicos como
un santo iraní llamado Qutb ud-din Haydar o San José de Copertino, del que se dice
que voló a un árbol y permaneció media hora sobre una rama «que oscilaba como si un
pájaro hubiera estado posado sobre ella (Eliade 116).

16El águila es un ave fuerte, valerosa e invencible, por ello erigida como símbolo
de la Victoria (como encontramos en los estandartes romanos). En su estudio, Mariño
Ferro apunta que “vuela a gran altura” con el fin de abarcar con la vista la mayor ex-
tensión posible, y por esta razón –comenta Aristóteles– se dice que el «águila es el
único de los pájaros que es divino» (Mariño 21-26).

17Consúltese (Durand 136 y ss) y también (Bachelard 73,137-138, 181, 305, 443).

chamánica o vuelo mágico recuerda el vuelo nocturno de Mahoma a lomos
de un caballo alado12, el carro celeste de Apolo o del profeta Elías13, la Ascen-
sión del Cristo14, y por extensión otras levitaciones místicas15.

Por este motivo destaca también el simbolismo de aves y pájaros como
la alondra, el águila16, el albatros, el cuervo, el gallo o la paloma17. En su
Diccionario de símbolos, Cirlot explica que las aves representan a las almas
humanas (86), resultando más interesante que la prototípica imagen antro-
pomórfica del ángel, que solo está autorizado a hacer viajes unidireccionales
del cielo a la tierra mientras los pájaros vuelan en la doble dirección ascen-
dente y descendente. Pero lo relevante no es la finalidad de dicho vuelo sino
la capacidad de llevarlo a cabo, trasunto del ansia humana por alcanzar la
ascesis y trascendencia pues «no se vuela porque se tengan alas; se crea uno
las alas porque ha volado» (Bachelard 40).

La noción de vuelo es también aplicable en el viaje descendente al sub-
mundo (Durand 205 y ss), donde canoas y barcas ayudan a salvar obstáculos
naturales como abismos, lagos u océanos. Existen variantes como «la barca
para expulsar los demonios y las enfermedades, la que sirve al chamán in-

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donesio para “viajar por el aire” en busca del alma del enfermo, o la “barca
de los espíritus” que conduce las almas de los muertos al más allá» (Eliade
282). Por su parte, Lewis-Williams y Pearce apuntan que «los chamanes ta-
pirapé de Sudamérica hablan de recorrer el cosmos en una canoa […] cla-
ramente relacionada con la vida ribereña de la cuenca amazónica» (72). Este
simbolismo tendrá su correlato en la barca de Ra para los egipcios o la de
Caronte en la mitología griega.

2. MITOS, RITOS Y PRÁCTICAS CHAMÁNICAS
El chamanismo es un sistema eminentemente pragmático donde las

creencias se basan en un conocimiento adquirido a través de la experiencia,
y los ritos están orientados a favorecer la interacción con el entorno natural.
Por ello poseen un rico simbolismo fácil de interpretar y una puesta en es-
cena que conecta la realidad presente con aquella primigenia que late en el
imaginario colectivo. En su artículo Mitos, rituales y trances, el Dr. Gonzá-
lez Wagner considera que «la rememoración y la reactualización del acon-
tecimiento primordial ayuda a las gentes a distinguir y retener la realidad
que el propio mito expresa como algo fijo y duradero, en definitiva trascen-
dente» (González 2007b).

En definitiva, sirve como un modo de recordar –etimológicamente, de
“volver a pasar por el corazón”– cierta información relevante para la comu-
nidad, preservándola así de que caiga en el olvido. Fundamentalmente el
chamán de una comunidad lleva a cabo dos tipos de rituales: los curativos
y los funerarios, si bien para desempeñar este papel ha de pasar por una ex-
periencia iniciática previa.

2.1. Rituales iniciáticos o de tránsito

La travesía del héroe es una iniciación a las realidades del pe-
riplo del alma. Esta travesía requiere que primero establezcamos
control sobre nuestras vidas y luego nos desprendamos de él; para
dejar de lado el horror a la muerte, el dolor y las pérdidas y experi-
mentar la totalidad de la vida […] Se debe desprender de lo senti-
mental. Entonces, cuando nos apartamos de la dualidad bien-mal,
luz-oscuridad, correcto-incorrecto, es cuando ingresamos en el
mundo de la paradoja (Carranza 2009).

18Consúltese Schuré, 2005.
19En El Corán se alude a los sueños premonitorios, así cuando se confiesa que «Dios

ha realizado este sueño del apóstol…» refiriéndose a la entrada de los musulmanes a
La Meca (Azora XLVIII, 27) o la creencia de que el sueño es una prefiguración de la
muerte: «Dios recibe las almas en el momento de la muerte y recibe también las que
están entregadas al sueño sin morir» (azora XXXIX, 43).

20El don que tenía José para la interpretación de los sueños se menciona tanto en
El Corán (azora XII) como en el “Antiguo Testamento de la Biblia” (Libro del Géne-
sis, 40, 1 y ss).

21Consúltese: La Biblia, “Libro de Daniel” 2, 19.
22«El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no

temas tomar contigo a María tu mujer…»» y también: «El ángel del Señor se apareció
en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a
Egipto…» (La Biblia, “Evangelio de S. Mateo”, 1, 20. 2, 13).

23San Juan explica: «caí en éxtasis el día del Señor y oí detrás de mí una gran voz,
como de trompeta, que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro…» (La Biblia, “Libro
del Apocalipsis”, 1, 10-11a).

24 «Durante este proceso de aislamiento el neófito tiene que seguir una dieta ali-
menticia que se caracteriza por la abstención de sal, grasa, dulce, picante, poca carne y
nada de relación o contacto sexual. El aprendiz va probando los distintos alucinógenos
existentes en la selva y así consigue aprender a conectar con los espíritus, que le ense-
ñarán la técnica de la curación y el contacto o diálogo espiritual. El período de apren-
dizaje puede durar desde los seis meses hasta los dos años» (Ochoa 85-86).

Toda iniciación puede entenderse como el acceso a un conocimiento
secreto, desconocido por la gran mayoría y solo reservado a aquellos elegi-
dos por dioses o espíritus18 (pretender alcanzar ese privilegio sin dicho be-
neplácito puede desencadenar consecuencias tan nefastas como los castigos
de Prometeo, Tántalo o Adán y Eva). El neófito debe responder a dicha lla-
mada vocacional –que generalmente conlleva una crisis– y someterse a un
proceso de preparación y purificación espiritual, no desprovista de grandeza
trágica ni de belleza, para comenzar una nueva vida.

En dicha fase los sueños y visiones son elementos recurrentes, pues
conforman un código abstracto y simbólico que permite la intrusión de lo
sobrenatural. Encontramos ejemplos tan variados como los sueños proféticos
de Mahoma en el Corán19, y en La Biblia las interpretaciones de José20 y del
profeta Daniel21, las revelaciones a San José22 o las visiones de San Juan
descritas en el Apocalipsis23. El candidato debe pasar además por un período
de reclusión llamado “de liminaridad”24 y llevar una existencia larvaria ba-

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sada en ayunos y restricciones. Para asemejarse a un muerto tiñe su rostro y
su cuerpo con ceniza o sustancias calcáreas que le confieran un tono amari-
llento, o bien lleva una máscara funeraria, e ingiere bebidas y sustancias nar-
cóticas para entrar en un estado seudohipnótico:

Todas las experiencias extáticas que deciden acerca de la vo-
cación del futuro chamán asumen el esquema tradicional de una ce-
remonia de iniciación: sufrimiento, muerte y resurrección […].
Algunos sufrimientos físicos hallarán su traducción precisa en los
términos de una muerte –simbólica– iniciática: por ejemplo, el des-
cuartizamiento del cuerpo del candidato (Eliade 45).

Soñar con el ataque de una bestia o animal poderoso que le descuartiza
y provoca su muerte, y con una posterior regeneración de su cuerpo, es el
modo en que un chamán representa el inicio de su nueva vida y la asunción
de un tótem o animal protector durante su proceso formativo. Eliade recoge
además el testimonio del Yakuta Gavriil Alekseev, que afirma que cada cha-
mán tiene un Ave-de-Presa-Madre, pájaro mítico con el pico de hierro, garras
ganchudas y una larga cola que solo se muestra en su nacimiento espiritual
y en su muerte. Según la leyenda, este Ave toma el alma del chamán y la
lleva al Infierno:

cuando el alma ha madurado el ave vuelve a la tierra, corta el
cuerpo del candidato en pequeños fragmentos y los reparte entre
los malos espíritus de las enfermedades y de la muerte. Cada uno
de estos espíritus devora el trozo que le entregan, cosa que tiene por
objeto conferir al futuro chamán la facultad de curar las enferme-
dades correspondientes. […] El Ave-Madre vuelve a colocar los
huesos en su sitio, y el candidato despierta como si saliera de un
sueño profundo (Eliade 47).

Este y otros ejemplos revelan el tema central de una ceremonia de ini-
ciación: el despedazamiento simbólico del cuerpo del neófito y renovación
de sus órganos, o muerte ritual seguida de resurrección y plenitud mística.
Según apunta el Dr. González Wagner, ya en el Antiguo Egipto se encuentran
alusiones al desmembramiento ritual como paso previo a un renacimiento

25«El desmembramiento del cadáver de Osiris evoca una vieja práctica frecuente
en el rito de iniciación de un aspirante a chamán. Anubis, el chacal, que introduce a los
muertos ante el juicio de Osiris, tiene fuertes resonancias iniciáticas y su carácter psi-
copompo o de conductor de las almas ha podido favorecer su posterior identificación
con Hermes, de quien se ha señalado su primitiva índole chamánica, lo que resulta en
buena medida significativo» (González 2007a).

26El asesinato del Inca Atahualpa a manos de Francisco Pizarro y sus hombres (Ca-
jamarca 1533) y la posterior ejecución en 1572 de Túpac Amaru I (conocido como
Manco Cápac II, último líder indígena del Imperio Inca en el Perú), trajeron consigo la
decadencia del Tahuantinsuyo y el cierre de un ciclo en la cosmovisión incaica. Surgió
entonces el mito del Inkarri como una respuesta ante el caos. Este postula que los Incas
fueron desmembrados y las partes de sus cuerpos enterradas en diversos puntos del im-
perio; se dice que estas están creciendo debajo de la tierra para volver a unirse, y cuando
esto ocurra, el Inca resucitará para restaurar el Tahuantinsuyo. Consúltense (Arguedas
228) y (Millones 47).

27Dado que las celebraciones chamánicas suelen comenzar al atardecer, procedién-
dose a la ingesta de bebidas alcohólicas como parte del ritual, el paso al otro mundo
acontecerá en torno al amanecer cuando la bebida y el agotamiento por la danza y la
música induzcan al chamán el trance extático esperado.

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espiritual25, motivo que se mantendría en relatos míticos posteriores como
la leyenda del Inkarri26 (González 2007a).

2.2. Rituales de sanación
Una vez adquirido el reconocimiento y la autoridad ante la comunidad

y los espíritus protectores, el chamán podrá presidir y dirigir él mismo los
rituales celebrativos para sanar enfermedades corporales, mentales y espiri-
tuales. Existen muchos motivos por los que una persona puede precisar una
curación, como el “rapto del alma” cuando la enfermedad se atribuye al ex-
travío o vuelo de la misma (Eliade 180), por la intrusión de un objeto mágico
en el cuerpo del enfermo o por posesión de espíritus malignos.

Durante el desarrollo normal de una sesión, el chamán se sienta en una
alfombrita junto al enfermo, rodeado por numerosos objetos mágicos entre
los que destaca una flecha de cuya punta sale un hilo de seda roja. Este llega
hasta un árbol situado en el exterior de su choza o tienda, y se supone que
por él regresa el alma del enfermo a su cuerpo. En una mesa se disponen
alimentos y bebidas, y se invita a participantes de edad similar a la del en-
fermo para le acompañen. Entonces, el chamán interroga al alma extraviada
del paciente empleando palabras suaves para conectar con su “yo” infantil
e inconsciente y sacar a flote sus bloqueos psicológicos. Si el método no re-
sultase eficaz, el chamán tendrá que salir a buscarla en un viaje o vuelo má-
gico, que realiza en un estado de éxtasis o alteración de la conciencia. Este

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

se inicia con la música del tambor, cascabeles y otros instrumentos que
–combinados con la danza, los cánticos y en ocasiones con la ingesta de en-
teógenos o bebidas alcohólicas– ayudan a que el chamán entre en trance;
será entonces cuando acceda al mundo celeste o al submundo para contactar
con los espíritus y recabar la información que necesita para realizar la cura27.

En ocasiones se requiere que el enfermo realice ciertos sacrificios para
equilibrar su energía física y espiritual, ya que en el mundo chamánico el ser
humano se concibe como una totalidad cuyas partes están interconectadas.

2.3. Rituales funerarios
Si uno de los principales cometidos del chamán consiste en el cuidado

de los vivos, no menos relevante es su labor como psicopompo o acompa-
ñante de los muertos, papel que representarían con posterioridad personajes
como el barquero Caronte en la mitología griega o Virgilio en la Divina Co-
media
de Dante Alighieri.

La preparación y el cuidado de los ritos post mortem ha tenido siempre
una importancia fundamental en todas las culturas. Así en el Antiguo Egipto
el sacerdote que presidía el rito funerario simulaba un sueño cataléptico ante
el cuerpo del difunto para buscar su alma. Pero es la capacidad del chamán
para descender al inframundo y regresar a voluntad la que le convierte en
un ser sobrenatural que controla los dominios de la muerte, cualidad que
comparten Orfeo o Jesucristo.

No obstante la importancia concedida a los muertos, el trato con los
mismos suscita sentimientos ambivalentes ya que por una parte se les venera
y reconoce como espíritus protectores, pero por otra el temor que generan
lleva a adoptar medidas para evitar su regreso al mundo de los vivos. Mircea
Eliade explica que en determinadas comunidades es costumbre que los asis-
tentes a un entierro destruyan los medios de transporte utilizados para llegar
al cementerio y regresen andando por un camino distinto, a fin de que el
muerto no les siga hasta el poblado. Una vez allí proceden a purificarse y
en los días sucesivos montan guardia para vigilar los caminos.

28Los Buriatos deben poseer además una piel blanca para el “chamán blanco” (ayu-
dado por espíritus “buenos”) y negra para el “chamán negro” (auxiliado por espíritus
“malos”). También una “cabalgadura de palo”, madera o hierro con la cabeza de un ca-
ballo en el extremo (representando al animal protector y psicopompo) que se adorna
con campanillas.

29La representación del esqueleto del chamán remite a cierta creencia extendida
entre algunas comunidades de las regiones siberianas, de que hay animales que renacen
de sus propios huesos (como si de una versión del mito del Ave Fénix se tratase). Esta
leyenda no nos resulta del todo ajena porque hallamos su influencia en un pasaje bíblico
del Libro del profeta Ezequiel, donde se alude a la posibilidad de que Dios haga volver
a la vida unos huesos (Consúltese: La Biblia, “Libro de Ezequiel” 37, 1 y s.).

le reconozcan ni dañen. La elección de los ropajes se efectúa durante el pe-
ríodo de iniciación y, aunque varía según las costumbres de cada comunidad,
es posible distinguir una serie de elementos recurrentes como un cafetán,
un pectoral, una máscara o pañuelo y un tocado28.

El cafetán muestra una representación cósmica de los astros o del es-
quema uranio y terrestre a través de los discos plateados o brillantes que
cuelgan. En el caso de los objetos que representan a tótems: «se preferirán
un tipo de animales u otros para llevarlos colgando del vestido del chamán,
en representación de los espíritus auxiliares; así, encontramos ciertas aves
acuáticas (cisnes, gaviotas…), en otros casos animales míticos (el oso, el
águila, el perro...); incluso se representan órganos sexuales que santifican
las ropas» (Eliade 135).

El pectoral está hecho de metal pulido –generalmente cobre– y recibe
el nombre de “espejo del chamán”. Este representa los huesos del esqueleto
o los órganos internos de su portador simbolizando el drama iniciático de
una necesaria muerte previa a su resurrección con una nueva identidad má-
gica29; no obstante, esta pieza sirve también para ahuyentar a los espíritus y
contemplar el futuro en su reflejo.

Otro elemento prototípico es la máscara, que puede estar hecha de piel,
madera, metal (a la que el chamán de Buriato denomina abagaldei) o a base
de sebo –como la empleada por los chamanes de Goldi– con que se emba-
durnan la cara. La máscara sirve para alcanzar una mímesis o identificación
con una personalidad o para deformar y ocultar el propio rostro a fin de no
ser reconocido; por tanto, cumple una función similar a la del atuendo, que
el chamán a veces sustituye por una máscara o pinturas a base de pigmentos
naturales de color ocre.

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La superstición de que los difuntos pueden permanecer vagando en la
tierra insta a que el chamán actúe de psicopompo en una celebración que
suele llevarse a cabo seis o siete días después del fallecimiento. En ellas,
este se embadurna el rostro con hollín y pintura para que los espíritus del
inframundo no le reconozcan y le causen mal; entonces canta y baila alre-
dedor del fuego al son de su tambor, y dialoga con el difunto para conven-
cerle de que se deje guiar por él hasta su morada definitiva. Para ello cuenta
con la ayuda de tótems y espíritus auxiliares que le guían y protegen en el
tortuoso y difícil camino al submundo, lleno de obstáculos como mares o
ríos, puentes, abismos…

3. EL ALMA DE LAS COSAS: SIMBOLISMO DE LOS OBJETOS
Tanto el atrezo como los objetos de que se sirve el chamán para su

puesta en escena durante los rituales constituyen otra particularidad repre-
sentativa.

3.1. El atuendo del chamán
Todo atuendo o vestimenta refleja la mentalidad y el ánimo de quien

lo porta y predispone socialmente a que otros le perciban de un modo deter-
minado. Pero, además, su uso permite distinguir lo especial de lo anodino,
lo sagrado de lo profano, y por ello los sacerdotes y líderes religiosos em-
plean determinadas vestimentas para remarcar el cambio de registro durante
las celebraciones:

El indumento chamánico constituye por sí mismo una hiero-
fanía y una cosmografía religiosas: revela, no solo una presencia
sagrada, sino también símbolos cósmicos e itinerarios metapsíqui-
cos […]. El indumento o hábito representa, por sí mismo, un mi-
crocosmos espiritual, distinto del espacio profano circundante […
]. Por el simple hecho de ponérselo, el chamán rebasa el espacio
profano y se prepara para entrar en contacto con el mundo espiritual
(Eliade 130-131).

Vestirse con los atributos del tótem o animal de poder permite al cha-
mán compartir sus mismas destrezas y habilidades; travestirse como otra
persona oculta su verdadera identidad ante los espíritus, para que estos no

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

30Los Buriatos sostienen que los dioses crearon al ser humano y este vivía feliz hasta
que llegaron los males a la tierra. Entonces enviaron al Águila para liberarlo, pero al
no comprender su lenguaje volvió el Águila para pedir a los dioses el don de la palabra,
o que enviasen a un chamán intercesor. Yendo de regreso, el Águila encontró a una
mujer y tuvo relaciones con ella: unos dicen que de la unión nació el «primer chamán»;
otros que la mujer vio a los espíritus y se convirtió en chamana; en todo caso la apari-
ción de un águila se interpreta como una señal de vocación chamánica (Eliade 73).

31En el estudio Mito y chamanismo en el Amazonas, Juan Carlos Ochoa plantea que
el mundo mítico ancestral se funda en la búsqueda de la armonía primigenia, categoría
metafísica que «regula y normativiza la ecología, la vida, la existencia, el dinamismo y
la religiosidad y configura la visión cósmica de los nativos amazónicos […] Se sucede
entre una complementariedad de contrarios (bien-mal, vida-muerte, paz-guerra, lo ordi-
nario-lo extraordinario, vida-sueño, conocimiento-olvido…) que ha dado lugar a la am-
bivalencia y ambigüedad indígena» (Ochoa 55).

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El tocado se considera otro importante elemento protector, habitual-
mente decorado con plumas, cuernos y figuritas simbólicas que le procuran
una identidad y un nuevo cuerpo mágico. Los tocados se inspiran fundamen-
talmente en tres animales: el reno (o ciervo), el oso y algún ave, entre las que
destaca el águila, por representar al padre del “primer chamán”30. Además,
pueden llevar cintas o pañuelos de colores cosidos en el sombrero o pañuelo
como representación de la serpiente, animal protector que simboliza el co-
nocimiento y la sanación, así en el relato genésico de Adán y Eva o la figura
de Asclepio en la mitología griega, respectivamente.

Esta preocupación por el atuendo se convierte en un verdadero proceso de
metamorfosis, ocultamiento, disfraz y mascarada casi carnavalesco, pues de
hecho «toda la ornamentación puede hacer que la vestimenta pese casi veinti-
cinco kilos» (Rutherford 44). Una de las cuestiones más interesantes acontece
cuando el chamán toma la identidad de una persona del otro sexo y va adoptando
progresivamente sus ademanes, gestos y costumbres no solo en un contexto ri-
tual sino en la vida cotidiana. En “La voyance comme mode de comunication”,
François Laplantine alude al interés que entrañan ciertos casos de travestismo
sexual y homosexualidad de los chamanes Tchouktches y los Tongas:

Chez les Chukchees du nord-est de l’Asie, il y a pareillement
des shamans ou hommes-médecine qui se rendent autant que pos-
sible semblables aux femmes […] Dans le premier stade, l’homme
singe seulement la femme dans la façon d’arranger et de tresser ses
cheveux. Dans le second, il revêt des vêtements féminins; dans le
troisième, il adopte autant que possible les caractéristiques de l’au-
tre sexe. Un jeune homme qui passe par cette dernière transforma-
tion abandonne toutes les occupations et toutes les manières des
hommes. Sa pronunciation même change pour devenir féminine.
Son corps en même temps se modifie sinon dans son apparence ex-

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

térieure, du moins dans ses facultés et ses forces. Il perd la force
masculine, l’agilité des pieds, l’endurance dans la lutte et il prend
au contraire la débilité et la faiblesse d’une femme (1985).

A través de la androginia y la bisexualidad el chamán se erige como
símbolo de la “coincidencia de contrarios”31, representando la unión de mas-
culino y femenino.

Comme le chamane réunit en lui les deux principes opposés
de l’homme et de la femme, sa propre personne constitue une hié-
rogamie. Cet aspect lui reporte une possibilité de connaissance du
monde plus pleine, plus vraie, à travers une unité originelle rétablie
[…] La bisexualité du chamane est comprise ici dans une vision
globale de la société et du monde (Laplantine 1985).

3.2. Elementos y objetos celebrativos
En tanto instrumentos sagrados y consagrados para la curación de

almas y el contacto con los espíritus, los objetos del chamán son “llaves”
que abren la puerta a regiones mistéricas y sobrenaturales, transfiriendo a
su poseedor la energía cósmica.

La hoz se atribuye a druidas, curanderos y chamanes por ser recolec-
tores de hierbas y plantas curativas y medicinales. Aunque carece de pro-
piedades mágicas per se y se trata de un útil para las labores cotidianas, su
uso se atestigua en mitos como aquella versión en que Perseo mata a la Gor-
gona con este instrumento. Casi todos los chamanes poseen además un bá-
culo o “palo mágico” que resulta identificativo como objeto de autoridad y
les sirve para enfrentarse a los espíritus malignos.

Directamente vinculados con el rito de ascensión o “vuelo mágico” del
chamán, los cristales de roca desempeñan un importante papel ya que, «en
estrecha relación con la Serpiente-Arco iris, otorgaban la facultad de elevarse

32Mircea Eliade recoge en su estudio un proverbio yakuta que reza: «herreros y cha-
manes vienen del mismo nido» (Eliade, 361). Sin embargo Rutherford hace notar la
abrumadora cantidad de referencias a las mujeres como guardianas del fuego, que pa-
recen identificarlas como las primeras chamanas, antes que los hombres, por su estrecha
relación con el hogar tribal y porque la función femenina de crear nueva vida se asocia
con la cualidad purificadora del fuego. Así «Atenea tiene una relación ambigua con el
dios-herrero Hefesto […] Para los romanos la patrona del fuego familiar es Vesta,
cuyas seis vírgenes mantenía la llama perpetua en el templo […]. Uno de los posibles
significados del nombre Ginebra, esposa del rey Arturo, es el de «llama blanca», y el
profesor francés Jean Markale […] indica que su rapto y posterior rescate por Lanzarote
es un mito del robo del fuego […] En sánscrito la palabra yoni significa indistintamente
“hueco del fuego” y “vagina”… » (Rutherford 22 y s.).

33Consúltese: Schuré, 36-37.

al Cielo» (Eliade 124-125). En la cultura actual gozan de cierta estima, atri-
buyéndosele a cada piedra preciosa o cristal unas características y aplica-
ciones propias. En esa misma línea destaca también el espejo, que actúa
como canal donde el chamán vislumbra los distintos mundos y contempla a
los espíritus, y le permite además realizar predicciones del futuro a modo
de la legendaria bola de cristal.

Finalmente, el fuego se erige como uno de los elementos naturales
privilegiados para la manifestación e invocación de lo sobrenatural en este
imaginario, y suele relacionarse al chamán con la figura del herrero en
tanto ambos arquetipos comparten ese “calor místico» que les convierte
en señores del fuego32. Este se ha considerado en todas las culturas un ele-
mento purificador, desde la íntima vinculación entre Soma –la bebida ritual
y representación del Eterno femenino– y Agni –el fuego y representación
del Eterno masculino– en el texto Rig-Veda del antiguo sánscrito indio33.

3.3. Instrumentos musicales
Muchos críticos consideran que el origen de las religiones está vinculado

al surgimiento de la música, pues la capacidad de apreciar los sonidos motivó
que los seres humanos se sirviesen de los instrumentos y el canto como un
modo de expresión. Progresivamente fueron adquiriendo mayor destreza en
la imitación de la naturaleza e invención de nuevos ritmos y tonadas con sig-
nificados específicos, permitiendo además estructurar las celebraciones reli-
giosas y animar a los asistentes en el seno de las comunidades. Así estos,
«conscientes de que no son espectadores pasivos sino que participan en un

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Revista Pucara, N.º 23 (45-64), 2011

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

ejercicio espiritual, intervienen en el canto» (Rutherford 10). Pero además la
cadencia musical resulta interesante porque induce el éxtasis, pues «la música
mágica, como el simbolismo del tambor y del indumento chamánicos, y como
la misma danza del chamán, son otros tantos medios para emprender el viaje
extático o para asegurar el buen éxito del mismo» (Eliade 150).

Por lo general, el chamán se dedica a recitar cantos llamados ícaros
cuya letra – formada por expresiones antiguas, misteriosas fórmulas y ono-
matopeyas– evoca e invoca a los espíritus34. Para ello, se acompaña de un
tambor al que atribuye poderes mágicos porque permite aprisionar a los es-
píritus en su interior y le ayuda además a entrar en trance: «el tambor es el
caballo del chamán» (Eliade 148) porque le permite alcanzar el cielo como
si cabalgase a lomos de un caballo mágico35. Las leyendas sostienen que los
chamanes crean su tambor a partir de la madera del Árbol Cósmico, y que
al tocarlo son proyectados al axis mundi; por ello también se ofrecen sacri-
ficios al árbol del que se extrae su madera, y se “anima” al propio tambor
rociándolo con alcohol o cerveza.

Este puede estar hecho con la corteza de un árbol o ahuecando una ca-
labaza, su forma es ovalada y la piel que se utiliza puede ser de reno, alce
o caballo, según el animal que más abunde en la región. En algunos sitios
no se decora y su apariencia es rústica, pero en otros los adornan bellamente
con motivos que aluden al viaje extático, como símbolos cosmogónicos, di-
bujos de animales y otros elementos de la naturaleza. De él se cuelgan cen-
cerros, cascabeles y objetos tintineantes hechos de metal o hierro, que

34«Los Cocamas dicen que los ícaros y la música que les acompaña le salen al cha-
mán de su interior, del estómago pasando por el corazón: son oraciones sagradas can-
tadas» (Ochoa 82).

35En el artículo “El viaje chamánico sin alucinógenos” (2009) encontramos una ex-
plicación “técnica” sobre cómo la cadencia del tambor es capaz de inducir el estado de
trance. Para propiciar un estado mental adecuado es necesario escuchar un sonido rít-
mico de entre 205 a 220 golpes por minuto, ritmo que induce al cerebro a producir
ondas cerebrales lentas de entre 7 a 4 ciclos por segundo, o incluso menos. A la señal
del chamán, el auxiliar comenzará a tocar a un ritmo de 205 a 220 golpes por minuto
(3 o 4 por segundo). Evidentemente, el auxiliar debe haber practicado antes el toque
del tambor, ya que no es fácil hacerlo bien a la primera. Esta cadencia debe prolongarse
hasta unos 10 minutos, mientras el chamán realiza su viaje extático. Después del tiempo
pertinente, el auxiliar dejará de tocar dando cuatro golpes secos en el tambor, que es la
señal que indica el momento para regresar.

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La huella del chamán / María Teresa Sánchez Carmona

63

representan el alma de animales y espíritus protectores. La combinación de
música y ruido induce al chamán en un estado de enajenación y embelesa-
miento, «sumergiéndose en un abandono y una entrega totales, a la canción,
la danza, el ritmo del tambor» (Rutherford 11).

***
Si bien el presente artículo constituye apenas el esbozo de un acerca-

miento a la cosmología y al simbolismo ritual chamánico, las pinceladas
que conforman este somero retrato nos permiten atisbar de manera sutil al-
gunos de sus rasgos fundamentales. Encontramos en los chamanes el mejor
testimonio de un sistema de creencias tan abarcador y consistente como he-
terogéneo, en tanto son

escogidos por los espíritus y enseñados por ellos a entrar en
trance y a volar con el alma a otros mundos por el Cielo, o gatear
por peligrosas grietas hacia el terror de los mundos subterráneos;
son reducidos a esqueletos y luego renacidos; logran el poder de
combatir contra los espíritus y sanar a sus víctimas, de matar a sus
enemigos y salvar a su pueblo de la enfermedad y el hambre. Los
chamanes fueron doctores, sacerdotes, trabajadores sociales y mís-
ticos (Vitebsky 8-11).

En definitiva, podríamos decir que el chamanismo no es sino una res-
puesta encarnada ante todos los procesos de cambio y transformación, ante
los miedos, anhelos y ansias de superación y trascendencia experimentados
por el ser humano. Frente a la lógica empirista– o precisamente por esa an-
cestral predisposición de las personas a buscar respuestas que hablen el len-
guaje simbólico del inconsciente – el chamanismo persiste en la actualidad.
Pero además su huella permanece latente en otras tradiciones, lo que le con-
vierte en una suerte de axis mundi cultural que aúna los imaginarios de la
posmodernidad revelando la íntima conexión que aún mantienen con su raíz
telúrica primigenia.

Revista Pucara, N.º 23 (45-64), 2011

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Recibido: 06-09-2010. Aceptado: 13-11-2010. 65

Resumen
Memorias de España. 1937 de Elena Garro (1992) es un texto que está

atravesado por el conflicto del yo y la Historia. Efectivamente, construidas
estas memorias en una relación inestable entre un explícito entonces (1937)
y el ahora de la escritura (probablemente 1986 ó 1987), los desplazamientos
de sentido entre ambos momentos atraviesan la cultura del siglo en un es-
pacio disperso: las ciudades españolas en conflicto y ámbitos altamente po-
litizados y sofisticados de México, París y Nueva York enlazados por un
proceso autobiográfico de demorada publicación.

Palabras Clave: Heterodoxia, Elena Garro, memorias, subjetividad.

Summary
Memories from Spain. 1937, by Elena Garro (1992), is a text that is

traversed by the conflict of the self and the History. Effectively, these me-
mories were built within an instable relation between an explicit then (1937)
and the now of the writing (probably 1986 or 1987); the sense movements
between both moments traverse the culture of the century in a disperse space:
the Spanish cities that were in a highly politicized and sophisticated conflict
and spheres from Mexico, Paris and New York, connected by an autobio-
graphic process of delayed publication.

Key Words: Heterodoxy, Elena Garro, memories, subjectivity.

Heterodoxia, subjetividad y desencanto
en las Memorias de España de Elena Garro

Heterodoxy, subjectivity, and disenchantment in Memories from
Spain by Elena Garro

Celina Manzoni
Universidad de Buenos Aires, Argentina

e-mail: celina.manzoni@gmail.com

Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

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36Una lectura postergada hasta 1970 cuando, acusada por el Estado mexicano de
ser uno de los jefes de una conjura comunista, decide cumplir una ardua tarea para al-
canzar finalmente una revelación irónica: «También descubrí que los marxistas no han
leído a Marx ni a los marxistas» (Garro 10, 91).

que despliega el texto, arrastra de manera casi inevitable formas de autoa-
firmación. Una proclamada ignorancia se contrapone a un saber de los grie-
gos, los romanos, los franceses, los románticos alemanes y los clásicos
españoles aprendidos en la Facultad de Filosofía y Letras y en la casa; a un
saber de los modernos T. S. Eliot, André Gide, Joyce, Malraux, Mallarmé,
aprendidos con Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y la revista Contempo-
ráneos
; un saber de Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti
y María Teresa León al que accede, junto con la participación en manifesta-
ciones políticas, de la mano de uno u otro amigo. Los círculos del hogar, la
academia, la revista cultural y la política, van ampliando, desde lo íntimo a
lo público por definición un campo de saberes que aunque esté muy lejos
de la insignificancia no incluye todavía a Carlos Marx36.

De allí que la insistencia en construir la narración a partir del sintagma
“Yo no sabía” y una variante más recurrente y categórica, “Yo ignoraba”,
resulte desde el principio un evidente locus retórico asimilable en parte a la
“captatio benevolentiae”: «intento de seducción del auditorio al que inme-
diatamente se trata de captar con una prueba de complicidad» (Barthes 67).
Como la intensidad en el uso de esta figura retórica varía en virtud de la
mayor o menor identificación del discurso con la doxa, y este texto va a que-
brantar la arrogancia de más de un saber común, natural y evidente, los
modos de la seducción también varían.

En el cruce entre uno de los acontecimientos más relevantes de la pri-
mera mitad del siglo, no solo para la cultura hispanoamericana, y una auto-
biografía que la constituye en testigo privilegiado, el texto de Elena Garro,
como, por otra parte el Diario de Anaïs Nin –que en las Memorias se men-
ciona de manera fugaz aunque no innecesaria– se propone engañosamente
casi como una crónica social al estilo de las popularizadas en esos años por
revistas llamadas femeninas. El texto avanza en parte por el entramado de
anécdotas, chismes y nombres estelares; la familiaridad y el desparpajo insi-
núan el torbellino de una danza de hombres célebres y de mujeres bellas. Un
juego que vuelve especialmente sugerentes a estas memorias en un momento

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Revista Pucara, N.º 23 (65-82), 2011

Lo escondido es el otro lado de una presencia.
Si intentamos describir el poder de la ausencia,

nos lleva al poder que ostentan, de manera
bastante desigual, algunos objetos reales: designan,

detrás de ellos, un espacio mágico; son el indicio
de algo que no son.

JEAN STAROBINSKI

La fotografía de la tapa muestra a una joven vestida a la moda de los
años cincuenta (aunque sobre esto puede haber discrepancia), de blanco, con
enaguas de puntilla y zapatos chatos. Los ojos entrecerrados miran hacia afuera
del cuadro. Ni el vestido ni la pose parecen coincidir demasiado con la estruc-
tura de madera sobre cuyo borde está sentada al aire libre. La puesta en rela-
ción de la foto con el título, Memorias de España. 1937 (Garro 1992), subraya
la extrañeza. Construidas estas memorias en una relación inestable entre un
explícito entonces (1937) y el ahora de la escritura (probablemente 1986 ó
1987), los desplazamientos de sentido entre ambos momentos atraviesan la
cultura del siglo en un espacio disperso: las ciudades españolas en conflicto y
ámbitos altamente politizados y sofisticados de México, París y Nueva York
enlazados por un proceso autobiográfico de demorada publicación.

Así, como en la lanzadera de una tejedora eficaz, el texto recupera,
unos cincuenta años después, los hilos sueltos de la niñez en Puebla, anterior
pero no tan lejana al momento de la experiencia de la guerra: un desvío del
tradicional viaje iniciático como experiencia del mundo de la juventud do-
rada latinoamericana. Una escritura en zig zag en la que tiempos, espacios
y personajes se cruzan en asociaciones inesperadas y a veces modélicas en
relación con los procesos psíquicos por los que se construyen el olvido y el
recuerdo estudiados por Freud (1973). Más allá de los vínculos entre la es-
critura del yo y la Historia o de las disputas del género, con esta lectura me
propongo apenas un acercamiento a un texto fascinante, entre otros motivos,
por su heterodoxia y el manifiesto desdén hacia las buenas maneras.

La dialéctica entre saber/no saber
La narración se abre con una negación: «Yo nunca había oído hablar

de Karl Marx» (Garro 1, 5) que, como muchas otras de las tajantes negativas

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Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

de imágenes en torno al vestido que se vuelve altamente productivo. Esa
misma noche las otras mujeres, que bajan abrochándose las blusas negras,
la devuelven escandalizadas a su habitación donde Paz, sin perder la calma,
se ata las alpargatas. En otra escena, contigua y casi banal, completa el “sis-
tema de la moda” cuando aparece exigiéndole a Paz que use corbata. Inte-
resa por la nota de humor que introduce pero también porque parece
expresiva de una situación de desacomodamiento que entre otros pliegues,
pasa por el vestido:

‘¡Vístete como Dios manda! ¡Ponte corbata!’, le dije a Paz.
‘¿Corbata? ¿Corbata? ¡Tú vas a provocar que me fusilen!’, contestó
Paz. Era una opinión. Vicente Huidobro, Julien Benda, André
Chamson, Claude Avelin y hasta el mismo Ilya Ehrenburg usaban
corbata (Garro 3, 20).

El no lugar
Otra escena particularmente ridícula acentúa la figura de la incomodi-

dad. En medio de la multitud reunida en Valencia en ocasión de la inaugu-
ración del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, se le acerca
un hombre “parecido a un duende gordo” quien le pide ayuda porque ha per-
dido su cigarro. Mientras ambos lo buscan por entre las patas de las mesas,
el duende, que resultó ser un músico chileno, le pregunta: «‘¿Oye, tú quién
eres?’ [...] ‘¡Nadie!’, dije» (Garro 2, 14). La imagen de descentramiento, la
sensación de estar fuera de lugar se acentúa porque entonces casi ya no tiene
nombre. Su respuesta recupera el miedo de Ulises, “Nadie”, en la cueva de
Polifemo, pero además su astucia.

La imagen de la cueva de alguna manera viene sugerida también por
el tratamiento de las zonas de sombra y de luz que funcionarían más como
metáforas que como elementos del mundo natural. Si la figuración por ex-
celencia de la luz es el sol, en el movimiento del texto los espacios luminosos
y abiertos se contraponen a los espacios oscuros y cerrados. Algunos perso-
najes como el poeta Luis Cernuda o la narradora parecerían hijos de la luz,
mientras que otros, los denominados “martillos categóricos”, los “fantas-
mones” o los “intermediarios de la cultura” pertenecerían al reino de las ti-
nieblas del cual, en un juego al que no es ajena la dialéctica entre saber y no
saber, participan en ocasiones “los intelectuales”.

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que, como el actual, busca en los periódicos pero también en el libro, la re-
cuperación de la crónica de lo menudo y lo cotidiano, en general, amable.

Y, sin embargo, el texto se resiste a la banalización por la intensidad
de los procedimientos de escritura que escenifica. En su modo de articular
pensamientos y sentimientos en torno a la relación entre saber/no saber, el
segundo término es atribuido a un “yo” que voluntariamente se separa del
saber atribuido a “los intelectuales”, a “los escritores”; de ese modo cons-
truye una estructura que entrelaza ambos elementos en una tensión tan in-
estable como la que rige el par entonces/ahora. Aunque el saber de entonces
se presente como privado, individual y heterodoxo, el de ahora ratifica las
amargas conclusiones a las que una intelligentsia desilusionada llegó algu-
nos años o muchos años después, según los casos.

Sin embargo, la tensión entre entonces y ahora sobre la que se articula el
eje saber y no saber, nunca es transparente; el tiempo tampoco trae sabiduría.
La primera experiencia de la guerra en Barcelona produce rechazo y pánico:

Es difícil olvidar la impresión terrible que me hizo esa ciudad.
Era como si una capa de plomo pesara sobre ella, plomo ardiente,
pues además hacía mucho calor. Las ramas de los árboles estaban
rotas y las calles casi desiertas. El ambiente era pesado, trágico, me
dio miedo, nunca había visitado una ciudad como esa [...] no había
tropas victoriosas, solo un silencio tristísimo (Garro 2, 13).

« [Octavio Paz] se indignó ante mi estupidez: ‘¡No sé por qué te traje!’,
dijo. Yo tampoco lo sabía, ni lo sé hasta el día de hoy» (Garro 2, 13).

Si el tópico de la modestia se construye en torno a la falta, la ausencia
de dominio sobre saberes prestigiosos o eventualmente oportunos, la exa-
gerada insistencia en las desventajas que supone su condición de inexperta,
caprichosa, estúpida, “inconsciente” y “pequeñoburguesa” –las dos últimas,
modalidades corrientes de la injuria entonces– se revierte en el desarrollo
del relato por la superación heroica de esas mismas debilidades. Es como si
el énfasis puesto en la dificultad acrecentara una heroicidad escondida a los
otros pero revelada por la escritura.

Numerosas anécdotas tematizan el miedo, pero una de ellas, la escena
del bombardeo nocturno en la que huye “descalza, con las trenzas sobre la
espalda y metida en un camisón de gasa lila muy escotado”, urde un sistema

Revista Pucara, N.º 23 (65-82), 2011

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37Una mirada muy cercana a la de Pablo, el marido de la protagonista en «La culpa
es de los tlaxcaltecas» (Garro, 1964).

quías pero servirá para la crítica de actitudes que se despliegan en el esce-
nario español: pequeñas traiciones, odios, desprecios y prejuicios serán mi-
nuciosamente recordados en una operación que hace del chisme y del rumor
también un estilo de construcción.

Pero, además, el ojo con que los otros miran a los viajeros va señalando
diferencias; se reconstruye una mirada que se supone extrañada de las viejecitas
tejanas que, en el inicio del viaje, los observan pasar y se recupera una fabula-
ción sobre el grupo atribuida a Juan de la Cabada: «Juan de la Cabada distri-
buyó los papeles: Gamboa era el mánager [sic], Susana Steel, su compañera,
era la forzuda, Revueltas el gordo, Chávez Morado el payaso, Octavio Paz el
galán joven, Mancisidor el domador, Juan el trapecista y yo la caballista» (Garro
1, 8). Un modo de ver que imagina a estos viajeros como un circo en el que la
asignación de los papeles sin embargo, no es fija. La écuyère que, como en las
mejores fantasías, siempre será bella y joven, cumple su rol de niña mimada
bajo la mirada severa y la censura del padre-esposo37. Entonces Paz no sería a
cabalidad ni todo el tiempo el galán joven aunque Silvestre Revueltas sí será
el gordo sucesivamente odiado y entrañable. Entre la caballista y el trapecista
habría una complicidad y Mancisidor, «Manci», el jefe del grupo, quien supo
defenderla de los ataques de la ortodoxia (el mánager, la forzuda y el payaso)
será salvado de la burla y la ironía reservadas a otros personajes.

Aun cuando la narradora simularía estar plegándose al espacio que le
otorga la institución matrimonial y la mirada y la palabra de los otros, a
partir de la imagen de la écuyère conforma también el rol de independencia
y desparpajo que la confirma como constructora de las Memorias y en con-
secuencia como la que finalmente distribuye los roles. Como el niño de la
fábula, proclamará no sin malicia, la desnudez del rey. Una construcción
que corrobora finalmente el lugar retórico adoptado quizá tras los pasos de
Juana de Asbaje: una relación entre saber/no saber que se constituye en la
serie que liga los diversos niveles de la memoria.

Cuando ser comunista era dramático
Aunque quizá nunca haya dejado de serlo, la memoria de Elena

Garro opera sobre la dramaticidad de entonces casi sin respiro; su gesto en-
cierra algo más que capricho, malevolencia o eventualmente, venganza.

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Revista Pucara, N.º 23 (65-82), 2011

A través de esas escenas parecería que el relato corrobora la imagen
de una figura fuera de foco, en el borde o en los bordes de un espacio de di-
fícil definición (España en 1937). El texto va corrigiendo esa imagen hasta
que la protagonista alcanza un descentramiento, un reacomodamiento que
se podría ir pautando en relación con las gradaciones de la luminosidad y
de las sombras que la narración en su andadura va ahuyentando. El viaje de
regreso es un momento fundamental en la edificación de la obra que alienta
toda autobiografía; la narradora no solo ha pasado a convertirse en la figura
indispensable sino que descubre el sol de Cuba, la alegría y una confianza
capaz de soportar lo insoportable:

–¡Octavio, los muelles son giratorios! –le dije asombrada.
–¡Idiota!, es el barco el que maniobra... (Garro 18, 154).

Y, ya en Veracruz, la recuperación de la imagen luminosa y su melan-
cólica puesta en valor en otro contexto: «¡Qué diferencia con los muelles
giratorios de La Habana!» (Garro 18, 158). La inflexión implícita sobre la
relación niño/adulto, se condensa apenas unas líneas después en la imagen
de la madre recibiendo a su hijo en la estación de México: «–¡Ya lo sabía!...
Ya lo sabía... que iban a llegar en tercera. ¡Cuántas tonterías hace este hijo
mío!... –suspiró Pepita, la madre de Octavio, que muy elegante, vestida de
negro y con sus dormilonas de diamantes, estaba guapísima y enojadísima...
» (Garro 18, 159). La combinación de la voz propia con la voz de los otros
mediante la inclusión de numerosos diálogos –deudora quizás de su voca-
ción por la dramaturgia–, le permite realizar la tensión entre lo individual y
lo social y recortar el espacio en el que se confirman la voz, las intuiciones
y la escritura.

El ojo que ve y el oído que oye
No solo reconstruye un coro en el que destaca la voz de la joven her-

mosa que fue, que habría sido o que le hubiera gustado haber sido, sino la
mirada de quien para no saber resulta que sabe bastante. Desde saberes dis-
persos diseña las diferencias no solo de edad sino culturales y de clase que
la distinguen en el grupo de intelectuales mexicanos que viaja al Congreso.
Si Octavio Paz, Carlos Pellicer y José Mancisidor fueron “invitados”, la con-
dición de “espontáneos” de otros, no será suficiente para establecer jerar-

71

Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

38La cita del título en francés y con seguridad la lectura en la lengua original del
polémico libro de Gide, Regreso de la U. R. S. S. de 1936, cuya traducción por la edi-
torial Sur en Buenos Aires ya había alcanzado el mismo año la duodécima edición, des-
miente una vez más la ficción de la ignorancia que parece constitutiva del relato.

presencia de asesores soviéticos en el frente republicano, el miedo a la cheka,
la política de desapariciones en España, las purgas en la Unión Soviética de
las que todos hablan «en voz baja y en clave» (Garro 2, 11), y un clima pa-
ranoico parece constitutivo del espacio que crean las Memorias. Es como si
no hubiera lugar para el heroísmo, la sensatez o la bondad excepto en las fi-
guras populares: los campesinos que les ofrecen protección y comida bajo
el bombardeo de los Junkers o los desconocidos milicianos como el que se
le acerca casi de puntillas en el frío de la noche y la cubre con su capote:
«Nunca olvidé ese gesto y ni siquiera recuerdo el nombre del muchacho»
(Garro 9, 77). En medio de la fiesta de nombres, el olvido connotaría la ju-
ventud pero, sobre todo, una generosidad genérica del pueblo español muy
superior a la de muchos de los individuos brillantes que constelan el relato.

En otra escena característica del clima opresivo en que se cruzan los
saberes, en Madrid una noche se reúnen los delegados en un sótano para dis-
cutir una propuesta de declaración contra André Gide atribuida a Mancisidor.
La defensa encendida de Gide por parte de Malraux y de Jef Last, las pala-
bras que musita José Bergamín y el silencio de la protagonista de las Me-
morias
, casi una espía («yo no dije a nadie lo que había oído»), culmina con
una afirmación de saber: «Recordé que Gide había escrito un famoso librito,
Retour de l’URSS, en el que criticaba al sistema soviético y entendí por qué
Mancisidor quería hacer una declaración en contra de él. Fue casi lo único
que entendí en el Congreso» (Garro 4, 23)38.

Las rivalidades son terribles
A través de la reconstrucción de detalles nimios y por senderos capri-

chosos que no siguen una lógica ni una cronología estrictas, aunque el re-
sultado final sea el de un orden y un sentido, en las Memorias podría llegar
a leerse, como una de las figuras escondidas en el envés, una historia atípica
de la literatura hispanoamericana lograda por el despliegue de rasgos bio-
gráficos que aunque no siempre resulten sorprendentes, destellan entre otros
motivos por la malicia del dibujo.

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Desde una perspectiva desencantada, pone en crisis tradiciones y devalúa
héroes, pero sobre todo se re-presenta animada por un espíritu de justicia y
de misericordia hacia los derrotados: las mujeres, los niños y los campesinos
del pueblo español que pasan hambre, los heridos sin esperanza, las ciudades
tristes bajo la metralla, los poetas pobres.

Proclama que una parte de su aprendizaje consiste en el descubrimiento
de que entre los comunistas también hay ricos y pobres, así como hay co-
munistas aburridos y comunistas divertidos aunque los intelectuales parecen
en general bastante aburridos sean o no comunistas: «Estos intelectuales ni
bailan ni duermen». También, y quizá en esto resida el carácter dramático
del relato, en España hay comunistas que persiguen a otros comunistas. El
episodio en el que Paz lee en un teatro de Barcelona su poema «¡No pasa-
rán!» dedicado a Juan Bosch, el camarada muerto en el ardiente amanecer
del mundo», «ante un Juan Bosch inexplicablemente resucitado y huyendo
de la persecución desatada contra el POUM, le contagia su congoja y la llena
de «una ira inexplicable» (Garro 4, 35), precisamente porque es inexplicada:
“Paz estaba muy angustiado, pero fue inútil que le preguntara por qué era
tan grave ser del POUM”.

La sombra del silencio o de las palabras dichas a medias, se cierne
sobre los intelectuales quienes parecen estar inmersos en misterios si no in-
sondables, peligrosos, que afectan a España y que permanentemente inducen
a la perplejidad acerca de la URSS, «ese país en el que se jugaba la suerte
del mundo» según creían, no sin razón (todo hay que decirlo), Paz y muchos
con él (Garro 15, 126).

Los intelectuales eran tan misteriosos que me habían hun-
dido en la confusión. No eran claros como Cervantes o como Pepe
Bergamín que hacía frases brillantes, o Cernuda que permanecía
plácido en la playa, o Miguel Hernández que hablaba de Josefina.
Los demás eran personajes raros y hablaban un idioma inconexo y
siempre tenían un secreto que guardar. Los mexicanos teníamos una
gran desventaja: Trotski vivía en México y eso los ponía pensativos
y desconfiados (Garro 7, 57).

El ambiente conspirativo en medio de la guerra, las acusaciones de es-
pionaje a los periodistas enviados a investigar la muerte de Andrés Nin, la

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Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

Es como si la sociabilidad en París desatara una máquina de narrar
mucho más movida y en la que el espacio del chisme, de las anécdotas más
o menos ligeras se abre también a una maledicencia que nunca es gratuita;
podría decirse más bien que se constituye en sistema. De ese modo, mientras
Marinello y Mancisidor pueden estar tristes porque no los han nombrado
“presidentes de algo”, Guillén estará siempre contento y cuando Ballagas
se burla de “Balada de los dos abuelos” y se pregunta “cuál fue la abuela
blanca de Guillén”, Pellicer le responde con dureza: “Me parece, compañero,
que hoy se ha puesto demasiado talco en la cara [...]”. Un duelo verbal en el
que la cita desviada de “abuela” a “abuelo” en el poema de Nicolás Guillén,
se proyecta en el contexto más allá de un mero error de atribución mascu-
lino/femenino: «Emilio Ballagas enrojeció y se hizo un silencio embarazoso.
En efecto, Ballagas pertenecía a los cubanos bien vestidos, peinados con es-
mero y perfumados. En ese tiempo los cubanos eran conocidos por su afecto
a la coquetería masculina [...]» (Garro 17, 147). Es a todas luces un párrafo
equívoco no por el lado de la rivalidad estética entre los dos poetas cubanos,
sino por una doble imputación implícita en la reacción de Pellicer: al ra-
cismo, por un lado y, probablemente, por otro, a la escondida homosexuali-
dad de Ballagas. Si bien la narradora, tan locuaz otras veces, se silencia, la
inclusión de la escena está mostrando que el tratamiento del sexo transita
zonas de ambigüedad.

Una palabra indecente
Las menciones a la sexualidad son escasas: un chiste que juega en el

nivel del significante en torno al nombre de un ministro impulsor de la edu-
cación sexual en las escuelas de México, el relato de las fiestas de los surre-
alistas en la casa de Robert Desnos (decorada con “objetos horribles, que
‘ellos’ llamaban ‘eróticos’”) a la que llegan invitados por Carpentier y en la
que se exhiben actitudes vanguardistas, y una discusión reveladora por lo
menos de la confusión existente en relación con la homosexualidad; un “mis-
terio” que contabiliza entre las contradicciones que esos intelectuales se
plantean pero no logran resolver.

Cada uno de los episodios que narra culmina de maneras quizás ines-
peradas pero siempre represivas (los maestros mexicanos encargados de
brindar educación sexual son desorejados por los padres indignados de que
en la escuela se enseñen indecencias a sus hijas e hijos). En las fiestas donde

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Se ríe arteramente de muchos intelectuales que hoy son próceres de
la cultura continental –y que ya lo eran en el momento probable de escritura
de las Memorias–; llama a Juan Marinello, quizá con afecto, “Martinelo”,
recuerda a Carpentier “muy flaco y muy joven”, cuando ya no era ni lo uno
ni lo otro, viviendo en uno de los barrios más elegantes de París y a Pablo
Neruda con verdadera inquina: «Yo había leído Veinte poemas de amor y
una canción desesperada
y esa noche comprobé su parecido con los tangos
de Gardel... ¡Qué diferencia con Garcilaso! Juan Ramón escribió un artículo
en el que decía: ‘La poesía lugonesca y nerudona...’» (Garro 1,10). Tanta
aversión, además de fundarse en motivos estéticos, recupera un disgusto
sin atenuantes por supuestas actitudes abusivas de Neruda y, sobre todo,
por los chismes que inventa contra Huidobro y los intentos de discriminarlo
al punto que habría tratado de impedir que los otros delegados le hablaran
–otra forma de la injuria propia de la época–, mientras que Pellicer, por el
contrario, al tiempo que se proclama independiente y católico lo llama “el
Gran Huidobro”.

Un tema recurrente en las Memorias es la “manía” que Neruda le tenía
a César Vallejo. En opinión de Bergamín, “La Chirimoya” (apodo con el
que se refería a Neruda y que Garro paladea), habría actuado por pura envi-
dia: «‘¿No recuerdas que era muy envidioso? Y como los dos eran poetas
de América, pues no se lo perdonaba, sobre todo que Vallejo era mucho
mejor poeta que él, ¡’La Chirimoya’ no era tonta y lo sabía...!’ » (Garro 16,
139). Admira la estética de Vallejo y su bondad, lamenta la situación de pre-
cariedad en que viven el poeta y su mujer Georgette: «Los mayores conocían
a fondo el drama de Vallejo pero preferían el mutismo y hacerle el vacío».
Atribuye al poder de Neruda la capacidad de hundir a Vallejo en la desgracia:
«Su muerte me produjo una impresión extraña. Los comunistas tenían razón:
unos eran demasiado ricos y otros demasiado pobres, y esto se daba entre
los propios comunistas» (Garro 16, 140).

En ese cruce de estéticas y de políticas, es notable la ironía hacia la
URSS en el episodio en el que Alejo Carpentier guía a los viajeros en la Ex-
posición de París; lo muestra como un oficiante ante la estatuaria soviética
y la “maquinaria aburrida” pero, sobre todo, ante «un mapa de Rusia hecho
de jade, diamantes, esmeraldas, rubíes, perlas y oro. El mapa era una joya
deslumbradora. “Las joyas son para el pueblo”, me dijo Alejo. «’¡Ah, como
en la Iglesia!’, contesté» (Garro 2, 11).

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Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

larga y su pañoleta bien colocada sobre la cabeza y, para mí, la
madre de los Machado quedó como la imagen de España, a la que
todos iban a fisgar, a comentar, para luego decir: «Yo la he visto...»
y después ¡nada! (Garro 13, 113-114).

Ambas escenas son expresivas de una de las fracturas a través de las
cuales se realiza el aprendizaje que narra el recorrido de las Memorias y re-
cuperan también una relación compleja con el vestido presente ya en las pri-
meras páginas (y, ¿por qué no? en la fotografía reproducida en la cubierta
del libro); tanto en la fiesta de los intelectuales disfrazados (Alberti de co-
chero, María Teresa con un traje de época), relatada sin énfasis e incluso
con melancolía, como en la imagen de los Machado que luego “murieron
caminando en la huida”, la ropa se carga de sentidos. La inconveniencia del
camisón lila en la escena del bombardeo en Barcelona se ha modificado
cuando finalmente parten de España; entonces se pone unos pantalones
“pues siempre los usé”, una tricota que le presta León Felipe y “una boina
española, como me la colocaba mi padre cuando íbamos a los títeres”. No
quiere contradecir la imagen errada de los últimos milicianos que la con-
funden con un muchacho porque, dice, es superior a todo un sentimiento
que comparte con León Felipe: «–Me duele España, chiquilla, me duele...»
También a mí me dolía» (Garro 14, 117).

En un texto completamente diferente, María Zambrano también re-
cuerda el antiguo palacio de Heredia Spínola, las reuniones de la Alianza de
Intelectuales Antifascistas que allí se realizaban y los cuidados brindados a
la magnífica Biblioteca. Un recuerdo recoleto que no recupera bailes de dis-
fraces sino la entrega febril a un arduo trabajo intelectual, uno de cuyos frutos
es El Mono Azul: «pequeña hoja volandera, donde íbamos imprimiendo nues-
tras emociones y nuestros pensamientos de las horas de congojas y esperan-
zas» (Zambrano 1998). Quizás no estuviera de más recordar que el «mono
azul» más allá de imprevisibles connotaciones surrealistas, es la ropa de tra-
bajo de los obreros y que en algún momento también se convirtió en moda.

Es posible, por otra parte, que la apelación a la imagen de María Zam-
brano funcione como ese modo de memoria oblicua que tiñe toda la trama
y que aquí podría leerse como una mirada sobre la propia vejez en la medida
que la relación entre entonces y ahora se dobla también sobre el cruce tópico
entre juventud y vejez. Entonces, María Zambrano en su primera aparición

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«[s]e bailaba a media luz, [y] solo se hablaba de sexo, palabra indudable-
mente indecente» (Garro 16, 136), es donde registra por primera vez la pa-
labra «voyeur» y en la que se le explican minuciosamente las prácticas
clandestinas de «voyeurismo» que se cumplirían en los hoteles de París.
Responde con un gesto más que defensivo: apaga todas las luces de su ha-
bitación cuando se acuesta. La discusión sobre la homosexualidad entre los
intelectuales, es por lo demás característica del sistema de asociaciones que
despliega el texto y que en la ocasión anuda y potencia en torno a conceptos
más o menos abstractos: las contradicciones del capitalismo, las de los in-
telectuales, las del socialismo; un encadenamiento de problemas para los
que las respuestas resultan insuficientes y que, como consecuencia, anula
de manera autoritaria sus preguntas y sus objeciones.

«¿Callar? ¿Y qué significa la libertad de expresión?» Ese término
me gustaba, era como en mi casa, pero diferente...si estaba condenada
al silencio tenía derecho a exigir silencio y quedar libre del ruido de
sus palabras. ¡Eso no! Debía escuchar sus discusiones, que no eran
discusiones ya que todos estaban de acuerdo [...] (Garro 10, 89).

Una revancha melancólica
En la sociedad brillante de los intelectuales de París incorpora al

Guernica y sibilinamente subraya que el cuadro le fue encargado y pagado
a Picasso por don Luis Araquistáin embajador de la República en París; tam-
poco se priva del sacrilegio de opinar que ese verdadero icono de la izquierda
y de indudable carga simbólica, le «pareció hecho con recortes de periódi-
cos» (Garro 2, 11). Los mismos personajes que nunca son mostrados en las
sesiones públicas del Congreso, aparecen disfrazados con la ropa de los du-
ques de Heredia Spínola en el palacio expropiado para el funcionamiento
de la Casa de la Cultura en Madrid. Es como si el texto reafirmara su con-
vicción de que esos intelectuales no tienen relación ni con el pueblo español,
ni con los poetas pobres como César Vallejo o Miguel Hernández o como
Antonio Machado y su madre:

¡Dios mío!, los dos parecían muy pobres, muy abandonados,
muy fuera de lugar. [...] [Ella] [e]ra una pequeña figura goyesca,
con su falda acampanada hasta los tobillos, su blusa negra de manga

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Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

- Julián Marías - José Bergamín -Victoria Ocampo -Adolfo Bioy Casares.
Aunque la lógica nuclear de la serie es la guerra de España, de pronto se
produce más que una ruptura, un punto de flexión: Bioy Casares ingresa
porque sí (o no tanto, si se recuerda el sonado romance entre ambos), pero
también por el lado de su parentesco con Victoria Ocampo y le sirve además
para expresar su molestia por una observación de María Zambrano que quizá
en su momento calló pero que ahora dice: «En el café de Pont Royal, en
París, cuando le presenté a Adolfo Bioy Casares, me enfadé con ella porque
no le gustó «‘Ese señorito literato’» (Garro 4, 24).

El escenario en el que se dispara el mecanismo asociativo puede coin-
cidir con espacios que el recuerdo privilegia por su luminosidad: el comedor
del hotel Victoria en el que también se escenifica el episodio con Malraux.
A veces no se trata tanto de un espacio físico como de escritura; el nombre
y la figura luminosa de María Zambrano parecen surgir del vacío tipográfico
que se crea después del diálogo sobre la exclusión de Gide en un sótano pe-
numbroso.

Los sentimientos de miedo, frustración, desacomodamiento, descon-
cierto o ira se constituyen como una estructura que alcanza gran complejidad
por su capacidad de enlazar sentimientos y saberes individuales y sociales
en perpetua tensión. La inestabilidad, las contradicciones y ambigüedades
en que se desenvuelve el relato del yo que quiere constituirse en escritura,
acechan a la crítica que participa de una incertidumbre semejante. En pala-
bras de Sylvia Molloy, «La incertidumbre de ser se convierte en incertidum-
bre de ser en (y para) la literatura» (12).

La escenificación del acto de escritura
La escenificación del acto de escritura, escribo que escribo, parece in-

herente a la retórica de la autobiografía, a una textualidad consciente del
ademán cultural que realiza; en algunos textos como los diarios de guerra,
la escena tematiza fuertemente el riesgo: se escribe en la incomodidad, el
barro, el ruido, los insectos, el peligro. Aunque las Memorias de Elena Garro
proponen otro gesto, no deja de ser sugerente que la escenificación de la es-
critura como acto se condense en el momento en que el grupo realiza el viaje
al frente. En las condiciones de riesgo de un terreno peligroso en un frente
móvil y cambiante casi por horas, por primera vez re-presenta la actividad
de escritura como propia:

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es una mujer moderna, elegante, sofisticada y amable, «Ahora nadie la re-
cuerda o solo hablan de sus gatos... » (Garro 4, 24; énfasis mío). Si la con-
dición de la escritura de memorias es el ocio y si son siempre, según Georges
Gusdorf (1991), una revancha sobre la historia, se podría decir que, en todo
caso, el desquite que se propone Elena Garro está atravesado por la melan-
colía; la suya sería una revancha melancólica.

La máquina de la memoria
Estas Memorias, como cualquier otro acto de escritura, modulan un

conjunto de estrategias textuales cuyo movimiento he tratado de seguir sin
encerrarlo en esquemas preconcebidos ni en fórmulas de aplicación en
parte por un criterio crítico pero también por la dificultad implícita en la
reflexión sobre un texto que pretende, en palabras de Sylvia Molloy, «re-
alizar lo imposible» (1996 11): narrar la historia de un yo que solo exis-
tiendo en el presente de su enunciación pretende recuperar el pasado. Las
estrategias habituales de escritura se violentan y el recuerdo apela a pro-
cedimientos que tienen algo o mucho de compensatorio: fantasías, asocia-
ciones y sentimientos.

Una de las ilusiones a la que recurre casi obsesivamente re-produce las
expresiones de admiración que despierta en hombres, mujeres y hasta niños
el reconocimiento de su peculiar belleza rubia: contabiliza (cuenta) gestos
tan extravagantes como el de André Malraux llamándola “Angelito” y po-
niéndole en la cabeza una peineta con tres pequeñas esferas azules, o el del
soldado ruso que le regala una muñeca, o el del batallón en el frente que la
designa su madrina mientras uno de sus jefes, el temible pintor mexicano
David Alfaro Siqueiros, le canta con intención “Tengo una muñeca vestida
de azul” (una canción en la que el significante muñeca se cruza con el sig-
nificante de color que es el de su vestido). El homenaje estaría operando así
como compensación de una situación de desacomodamiento, entonces, y de
una pérdida, ahora.

Otro procedimiento es el de las asociaciones de sentido como, por
ejemplo, la lógica que rige el encadenamiento de los nombres propios, tan
importantes en la construcción de esta textualidad. La evocación de María
Zambrano: «Una señora vestida de negro, con el cabello cortado a ‘la gar-
çon’ y fumando una boquilla larga [...]», funciona como disparador de otras
evocaciones que constituyen una serie: María Zambrano - Ortega y Gasset

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Heterodoxia, subjetividad y desencanto en las Memorias de España de Elena Garro / Celina Manzoni

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81

Yo llevaba un cuaderno y le escribía recados a Juan [de la Ca-
bada] que él contestaba también por escrito. Así surgió «El romance
del queso de bola que rueda por la Mancha». Yo hacía un verso y
Juan el otro y nos partíamos de risa [...] Adelante, Octavio y Pla y
Beltrán preguntaban de cuando en cuando: «¿De qué se ríen?», y
escondíamos el cuaderno, mientras el inocente Silvestre continuaba
roncando (Garro 8, 62-63).

En una escena relativamente tardía en el recuento que son las Memo-
rias, por primera vez se asigna un lugar en el espacio de la creación que pa-
recía reservado a una zona exclusivamente masculina (el poema de Paz, “No
pasarán”, el cuento de Juan de la Cabada y la música de Silvestre Revueltas).
Ahora participa de la escritura en un cuaderno que le pertenece y que “lleva”,
un verbo que puede leerse en el doble sentido de portar consigo (casi even-
tual) y también en el de seguir algo (la permanencia), y que como toda ac-
tividad verdaderamente seria se presenta como un juego y que también como
todo juego que merezca la pena, es secreto, inquietante y pasible de censura:
«Con los saltos del auto, la escritura era más bien «endemoniada» y luego,
«los versos se volvieron violentos»» (Garro 8, 63 y 64). La figura de la cen-
sura ya había sido ejercida por Paz sobre sus cartas, pero aquí, en el mo-
mento en que más se exhibe, en el interior de un género que hace de la
exposición pública un arte, es cuando más se esconde. Así como la autocen-
sura se ejerce sobre zonas del texto que rozan la sexualidad, aquí el silencio
opera sobre lo más entrañable que no se confiesa, la escritura como una ac-
tividad deseada pero además deseante. Se escribe un romance, un romance
secreto entre Juan de la Cabada y ella (el trapecista y la caballista); es casi
la culminación, al promediar el texto de las Memorias, de la apropiación de
saberes conscientemente heterodoxos y subjetivos: elecciones personales,
estéticas y políticas muy a contrapelo de la pretendida ortodoxia y objetivi-
dad de los lenguajes cifrados.

Buenos Aires
1 de octubre de 2010

Revista Pucara, N.º 23 (65-82), 2011

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Resumen
La novela El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi, y otras

de la misma autora, tratan la problemática de la identidad de género con
maestría. En las siguientes páginas revisaremos esta novela a la luz de los
postulados que Judith Butler hace en su ensayo El género en disputa. El fe-
minismo y la subversión de la identidad.

Javier y Nora, los protagonistas de esta historia, transitan incómodos
por las concepciones arraigadas en la cultura que se les atribuyen a hombres
y mujeres. Para Javier será el deseo lo que lo llevará a los límites de su con-
figuración como sujeto-hombre. Nora, el objeto de deseo de Javier, se mueve
con desparpajo impulsada por el arbitrio de sus desordenadas pasiones. A
medida que avanza el relato se introducen fisuras en ambos, fisuras que van
desdibujando los límites de su identidad.

Palabras Clave: Peri Rossi, Género, Performatividad, Butler.

Summary
The novel El amor es una droga dura by Cristina Rossi and others

from the same author, deals with problems of gender identity with mastery.
In the following pages we are going to check this novel on the basis of the
postulates that Judith Butler does on her essay El género en disputa. The fe-
minism and the subvercitivity of the identity.

Javier and Nora, the protagonists of this story transit uncomfortably
through the rooted conceptions in the culture which is attributed to men
and women. To Javier, it will be the desire which will lead him to the limits

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

83Aceptado: 12-11-2010.Recibido: 9-08-2010.

Zambrano, María. “La Alianza de los Intelectuales Antifascistas”, Los
intelectuales en el drama de España y escritos de la guerra civil.
Madrid:
Editorial Trotta, 1998.

Revista Pucara, N.º 23 (65-82), 2011

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La subversión de la identidad en
El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi

Subversion of identity in Love is a tough drug by Cristina Peri Rossi

Cristina Álvarez
Universidad de Concepción, Chile
e-mail: elenaalvarez0@gmail.com

los postulados que Judith Butler hace en la obra El género en disputa. El fe-
minismo y la subversión de la identidad,
más específicamente en el concepto
de performatividad. La obra de Butler se considera fundadora de la llamada
teoría queer y obra principal de los estudios de género actuales.

El punto de entrada al tema en cuestión ya se ve en una primera lec-
tura de la novela donde se aprecia incomodidad, falta de resolución, con-
flictos, ataduras de los personajes. La marca constante de los sujetos
protagonistas es la incertidumbre, la incomunicación, la angustia, la necesi-
dad de evasión, la soledad. Todo esto en un marco donde la ciudad moderna
y sus vicios se muestran como selva devoradora, vertiginosa, abrumante, sin
calidez, sin armonía. En El amor es una droga dura se describe cómo se
establecen las relaciones entre los citadinos:

A pesar de la aparente sofisticación de las sociedades ricas, él
consideraba que eran más salvajes que las llamadas primitivas. En
las sociedades primitivas, la escasez obligaba, a menudo, a cierto
espíritu de solidaridad y colaboración. Pero en las sociedades de la
abundancia, en cambio, había que acotar el territorio, vallarlo, cus-
todiarlo, eliminar a los rivales, enfrentarse a los enemigos, cerrar el
paso a machos jóvenes dispuestos a derrocar a los jefes y competir
duramente por las hembras. En las sociedades de la abundancia,
descansar equivalía a ser vencido. Había que estar siempre atento,
alerta, no se podía confiar en nadie y era necesario superar a los ri-
vales en todas las ocasiones (Peri Rossi 10).

Hay una preeminencia de antivalores tanto en la ciudad, como recién
establecimos, como en las características principales de los protagonistas.
Nora, cuyas actitudes y comportamientos se muestran como resultado de
una vida difícil y solitaria, de lo cruel del medio y lo superfluo de las rela-
ciones personales. Ella es producto de un ambiente poco acogedor y al ver
en el cuerpo de la mujer un destino, se debate entre el amor y el odio a sí
misma, el “binomio histérico” como sentencia Francisco, psicólogo amigo
de Javier. Su cuerpo es un vehículo para conseguir sus deseos, pero también
es una odiosa trampa en tanto la belleza del mismo es pasajera y en tanto se
presenta a los demás como pura imagen, puro significante sin contenido.
Este destino, tal como lo llama ella, es el generador de algunas de sus ca-

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

85

of his configuration as a male-subject. Nora, as the object of Javier´s desire,
moves petulantly, arbitrarily impelled by her muddled passions. On the
course of the story, fissures are introduced on both characters, fissures that
slowly vanish the limits of her identity.

Key Words: Peri Rossi, Gender, Performativity, Butler.

***

En las novelas de Cristina Peri Rossi hay algo inquietante. Algo que
escapa a la norma, huellas de una disonancia habitan sus páginas. Sus per-
sonajes, de intensas pasiones, recorren la ruta de sus deseos oscuros, bri-
llantes, profundos, desordenados e hirsutos con intensa docilidad, des-
provistos de toda resistencia. En este juego se van rompiendo los esquemas
conocidos y recalcitrantes, se soslaya la normapatía y se devela una esencia
verdadera ajena a lo señalado como normal y aceptable: he ahí la disonancia.

Tres novelas son paradigmáticas en este sentido: La nave de los locos
(1984), Solitario de Amor (1988) y El Amor es una droga dura (1999). Será
esta última novela la que dará las bases del siguiente análisis.

El amor es una droga dura es una novela que relata la historia de Ja-
vier, un fotógrafo exitoso y reconocido, soltero empedernido, mujeriego y
vividor, un sibarita que ancla el goce de la vida en los excesos. A sus cuarenta
y ocho años, dichos excesos le pasan la cuenta y decide retirarse arrepentido
en busca de redención. Para ello la vida natural y saludable que le propicia
una casa en las afueras de la ciudad y una mujer comprensiva y amable (en
el estricto sentido de la palabra) será el camino hacia la estabilidad. Pero
sus intenciones se ven truncadas por la súbita aparición de la más atractiva
y joven mujer, Nora, una modelo que busca un espacio en el mundo del éxito
mundano, cuya belleza torturante y enigmática personalidad remueven y so-
cavan la pretendida estabilidad de Javier. A partir del primer encuentro Javier
verá trastocada toda su personalidad, haciendo del antiguo, Javier, seguro y
vanidoso, un fantasma, una ilusión, hasta el límite de no reconocerse. Se
desata la pasión violenta, el deseo apremiante, la necesidad, la búsqueda, la
espera… todo acicateado por la no correspondencia de Nora.

El trabajo de análisis de la novela de Cristina Peri Rossi se anclará en

Revista Pucara, N.º 23 (83-98), 2011

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los ecos de una sociedad que tiene arraigada una tipología completamente
delimitada para hombres y mujeres. En las citas siguientes algunos paradig-
máticos pasajes de la novela en relación a los estereotipos y su funesta carga
de supuestos y especulaciones respecto a las formas de comportamiento de
los sujetos. El ideario masculino es el clásico:

Verdaderamente, él no era un experto en el tema. Sus relacio-
nes –hasta las más apasionadas- habían sido muy independientes
para él, aunque a veces no lo fueran para sus amantes […]. Sabía
perfectamente que quería que Nora sintiera por él: dependencia, fas-
cinación, deseo (Peri Rossi 44).

Durante un tiempo, su testosterona había estado apaciguada,
como adormecida, pero ahora bullía en sus testículos, le inundaba
la sangre. Los impulsos de la testosterona eran muy difíciles de do-
minar. Por eso, la sexualidad de los hombres y de las mujeres era
tan diferente. ¿Cómo sería tener estrógenos, en lugar de testoste-
rona? (Ibíd. 67).

-¿Dónde tienes colocado el narcisismo, querido? –preguntó
ella, interesada.

– Si fuera mujer –respondió Javier–, lo tendría posiblemente en
el cuerpo. Como soy un hombre, lo tengo en la profesión (Ibíd. 102).

Francisco empezó a sentirse inmensamente importante, hala-
gado, porque Nora le hacía preguntas. Como todos los hombres,
tenía un dios pequeñito en su interior, al que había que alimentar,
sostener, elevar, cuidar, y en lo posible, mantener erecto. «Me está
colocando en el lugar del saber», reflexionó, «que es el lugar del
poder. Y eso me llena de vanidad, de goce (Ibíd. 245).

Si a lo masculino se le atribuye la fuerza, la racionalidad y el intelecto,
la tríada para lo femenino sería la contrapartida negativa débil, emocional y
la belleza como máximo atributo al que se puede aspirar:

[…] era una romántica. Ya no quedaban mujeres así, la vida

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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racterísticas psicológicas que nos permiten afirmar que estamos en presencia
de personajes con valores negativos o más bien antivalores. Nora es fría,
desapegada, pragmática, utilitarista, caprichosa, inestable, indolente, solita-
ria, no muestra empatía ni consideración.

En cuanto a Javier, tenemos que pasar por dos marcados estadios cuyo
proceso entre uno y otro está marcado por la presencia de Gema en su vida.
En un primer momento de la obra su vida es licenciosa, complaciente, la
concupiscencia y el hedonismo son sus “marcas de fábrica”, excesos pro-
piciados por el éxito en un medio exigente y elitista, lo que lo hace ser un
tipo seguro de sí, arrogante y despreocupado, un frívolo. Será la temida cer-
canía con la muerte la que le indique que es hora de dar un paso al costado.
Será este retiro pasajero y casi una ilusión, un descanso del torbellino que
era su vida. Rápidamente este estado, que no es más que una transición, se
verá olvidado y desechado por la aparición de Nora. Con la remoción que
trae lo que él llama amor aparecerá este segundo Javier: obsesivo, celoso,
inseguro, melodramático, dependiente, anulado, egoísta e indolente y des-
apasionado para todo lo que no tenga que ver con Nora.

Pero si alguien pudiese pensar que lo descrito anteriormente no son
más que estados, sentimientos que afloran en determinadas circunstancias,
un asunto de pasión y los inherentes excesos atribuibles a ella, y no que es-
tamos frente a valores negativos, estableceremos como punto indiscutible
del marco negativo de la novela la situación de anulación del personaje en-
amorado, el objeto de deseo (Nora) ocupa todo el espacio, dicta, manda y
ordena, se deja llevar por los caprichos y la indolencia, se acerca y huye en
la medida de sus ganas, dejando al deseante (Javier) sumido en la angustia
de la dolorosa y larga espera. Esto se mantiene como una constante estable-
ciendo el carácter asimétrico, jerárquico de la relación entre ambos.

La novela está plagada de lugares comunes en cuanto a la formas tra-
dicionales que la cultura ha impuesto al ser mujer y al ser hombre en nuestras
sociedades. Los estereotipos son evidentes: el cincuentón irresistible y sol-
tero, seductor, exitoso, cuyas fuentes de placer son las mujeres y el trabajo.
La modelo bella y joven, salida de los suburbios y con una historia de aban-
dono y tristeza a cuestas, consumidora habitual de drogas lícitas y no lícitas,
independiente y autovalente. Peri Rossi retrata en variados pasajes de la no-
vela no solo las características estereotipadas de los personajes principales,
sino que también a través de la voz del narrador omnisciente se dejan oír

Revista Pucara, N.º 23 (83-98), 2011

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Ahora revisaremos aquellas escenas que en forma lenta y a veces muy
natural van dando vida a la subversión de las identidades genéricas. La pri-
mera y más evidente subversión que se manifiesta en el texto es una especie
de cambio de roles (considerándolo en el marco de los patrones establecidos
por la cultura patriarcal hegemónica), entre las características atribuidas a
hombres y mujeres. Esto último en relación a como se desenvuelven frente
a las relaciones de pareja y el amor. Javier se vuelve obsesivo, dependiente
e inseguro. Su vida empieza a girar y tener sentido sólo en relación a Nora.
Su presencia lo deja anulado como se lee en el siguiente fragmento que relata
el primer encuentro de ambos:

Esa indiferencia fue súbitamente sacudida por esta visión. Más
violenta, si cabe, por lo inesperada. De pronto, se sintió frágil, des-
lumbrado, inexperto, incapaz, sobrepasado por la emoción. No era
un individuo fácilmente emotivo […]. Se sentía subyugado. La
mujer –era una mujer joven, mucho más joven que él– lo atraía
como un imán. Un poderoso imán colocado por azar en su camino,
pero cuya fuerza era irresistible. De todos modos, para disimular su
turbación desvió la mirada, pero enseguida comprendió que se tra-
taba de una maniobra inútil: el rostro y el cuerpo de esa mujer, fuera
quien fuera, habían quedado fijada en su retina como en un trozo
de celuloide: otra vez su mirada, esa mirada que fijaba las imágenes
como el ojo de un Dios todopoderoso había atrapado un fragmento
de realidad, pero había quedado prisionero, encerrado en su propia
trampa. Se sintió en peligro (22-23).

La imagen que acabamos de citar será una idea recurrente de Javier.
En ella se muestra simbólicamente toda la subyugación de la que es capaz
frente a Nora, al punto que en forma voluntaria se somete al ritual de sacri-
ficio en manos de una Nora que se vuelve victimaria y sádica (todo esto en
el plano simbólico). Son muchos los pasajes de la novela en que la imagen
masculina, representada por Javier, se vuelve “femenina”, recordemos, por
ejemplo, su ansiosa espera en el hotel, su inseguridad incluso en las vesti-
mentas que usará para los encuentros con ella, los momentos en que se siente
sobrepasado por la emoción, anulado por su presencia, pequeño, frágil y
desconcertado. En ocasiones se vuelve torpe y lenguaraz. Todo esto muy

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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moderna lo impedía. Una mujer independiente, que pretendiera
tener una profesión, vivir sola y elegir su destino no podía per-
mitirse el lujo de ser romántica («para ser romántica», pensó Ja-
vier, «hay que ser o muy rica o muy pobre. La enorme franja de
mujeres de la clase media no tenían esa posibilidad») (Peri Rossi
1999: 34).

– La gente es muy tonta –replicó Nora–. Le da demasiada im-
portancia a la belleza física.

Acabáramos. ¿Qué buscaba ella? ¿Admiración intelectual?
Pero alguien que busca admiración intelectual no se vestía de esa
manera tan insinuante, ni explotaba tan a fondo sus atributos físicos
(Ibíd. 45).

– ¿Qué dices?– («No ha entendido nada. Es un poco tonta»;
comentó la voz interior de Javier. «Pero ¿te importa que sea un
poco tonta? Verdaderamente, no», respondió de manera autónoma)
(Ibíd. 138).

La presencia de estos discursos en la obra de Peri Rossi tienen una fun-
ción doble: en primer lugar, tienen un sentido crítico del mismo discurso al
que hace referencia y en segundo lugar, tienen la función de ser el estado
basal sobre los que entran en el juego las subversiones, a través de pequeñas
disonancias que van resaltando la improcedencia de juicios y conductas,
como los vistos en los ejemplos, logrando restarles vigor. Por lo demás, los
ejemplos vistos de la novela El amor es una droga dura han sido sacados
de un determinado contexto en relación a la progresión de los hechos de la
narración, si los leemos en la trama en el cual se emiten, veremos que, en
muchas ocasiones, pierden fuerza por que se vuelven paradójicos, inconsis-
tentes y refutados por las mismas acciones de los personajes.

De alguna manera, podría establecerse que la mayoría de los juicios,
tanto de los ejemplos como otros aparecidos en el texto, son parte del dis-
curso colectivo del que no pueden desprenderse los personajes. Es todo un
ideario femenino y masculino que los precede, que está como un dispositivo
fijo de acción y reacción operando más allá de sus voluntades y más allá de
lo que tengan conciencia.

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mentan para ella en el placer, todo inconveniente será respondido con una
huida inmediata.

La representación de la relación jerárquica entre hombres y mujeres,
donde ella es la que se encuentra en la posición de poder, se repite en la novela
Solitario de Amor, donde él es vulnerable y pasivo y ella fuerte y activa.

En lo anteriormente expuesto tenemos la primera subversión que esta-
blece Cristina Peri Rossi a través del mecanismo de la inversión. Si el género
es lo culturalmente construido vemos que llevando la diferenciación de gé-
nero y sexo al límite, no hay una relación lógica entre ambos, por tanto, la
serie de características atribuidas al concepto «hombre» no tienen por qué
estar necesariamente manifestadas en un cuerpo cuyo sexo es el masculino.
Asi mismo, la serie de atributos que se asumen como inherentes a la “mujer”
no estarán únicamente expresados en un cuerpo femenino. Como expone
Judith Butler:

La hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de ma-
nera implícita la idea de una revelación mimética entre género y
sexo, en la cual el género refleja al sexo o, de lo contrario, está li-
mitado por él. Cuando la condición construida del género se teoriza
como algo completamente independiente del sexo, el género mismo
pasa a ser un artificio ambiguo, con el resultado de que hombre y
masculino pueden significar tanto un cuerpo de mujer como uno de
hombre, y mujer femenino tanto uno de hombre como uno de mujer
(Butler 54-55).

La “tecnología del género” (concepto tomado de la “tecnología de los
sexos” de Michel Focault), fundamentada en la lógica binaria, ha pretendido
la anulación de la pluralidad, marginando todo aquello que no se enmarque
en una opción u otra, hombre o mujer con todo un aparataje de condiciones
que lo definen como tal y excluyendo cualquier tipo de diversidad, pues está
solo desestabiliza un sistema que sirve al poder, poder que se apropia de los
cuerpos homogeneizándolos, generando un absurdo maniqueísmo. El sexo
es fáctico, hasta antes de los avances científicos también era inmutable, pero
hoy las tecnologías médicas permiten incluso un cambio de sexo ampliando
aún más el abanico de posibilidades. El género (naturalizado, pero no natu-
ral), en cambio, es adquirido, se aprende y se enseña. «el género es la cons-

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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lejos de la imagen del galán seguro de sí, resuelto, dominante y poderoso.
Si en él se produce un cruce de las características atribuidas a hombres y a
mujeres, en Nora es mucho más evidente aún su masculinización. Observe-
mos algunos ejemplos:

– ¿Casarme? –repitió ella, muy asombrada–. Qué locura –
agregó–. He tenido varias relaciones, pero nunca se me ocurriría
casarme, detesto los compromisos emocionales (41).

– Oh –dijo–, yo nunca he conseguido ser fiel durante tanto
tiempo.

Él se sintió molesto.

[…]

– Me gusta ser independiente, pero nadie está dispuesta a res-
petar mi independecia –dijo Nora (43).

– No me gustan las efusiones sentimentales –protestó-. ¿Cómo
es que puedes querer a alguien a quien apenas conoces?

[…]

– No soy muy sentimental (62).
No me gusta mucho que me quieran –agregó.
Javier quedó perplejo.
– ¿Qué quieres decir?
– Uff –se quejó Nora-. Ser querida es mucha responsabilidad.

Tienes que estar cuidando todo el tiempo lo que dices, cómo te mue-
ves, qué haces, qué dejas de hacer… Pierdes libertad. A mí me gusta
vivir a mi aire. Si alguien te quiere, lo puedes herir en cualquier
momento, sin pensar (113).

Nora, en estos ejemplos y otros, se muestra una mujer resuelta, inde-
pendiente, con ideas claras, desprovista de excesos emocionales, práctica.
No pretende ser el deseo de nadie más que de ella misma y no tiene prejui-
cios frente a las diversas formas de relación con mujeres y hombres, siempre
y cuando no entre en juego su libertad. Las relaciones amorosas se funda-

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iteración compulsiva del modelo la que otorga el efecto, la ilusión de natural.
Otras performances, ancladas en la pluralidad y diversidades posibles deses-
tabilizarán el discurso falogócentrico patriarcal de raíz exclusivamente hete-
rosexual generando tantas formas posibles como individuos hay, hasta hacer
insostenible y absurdo el modelo impuesto. En este sentido Butler señala:

Cuando la desarticulación y la desagregación del campo de
cuerpos alteran la ficción reguladora de la coherencia heterosexual,
parece que el modelo expresivo pierde su fuerza descriptiva.

[…]

Actos, gestos y deseo crean el efecto de un núcleo interno o
sustancia, pero lo hacen en la superficie del cuerpo, mediante el
juego de ausencias significantes que evocan, pero nunca revelan, el
principio organizador de la identidad como una causa. Dichos actos,
gestos y realizaciones –por lo general interpretados- son performa-
tivos en el sentido de que la esencia o la identidad que pretenden
afirmar son invenciones fabricadas y preservadas mediante signos
corpóreos y otros medios discursivos. El hecho de que el cuerpo con
género sea performativo muestra que no tiene una posición ontoló-
gica distinta de los diversos actos que conforman su realidad. Esto
también indica que si dicha realidad se inventa como una esencia in-
terior, esa misma interioridad es un efecto y una función de un dis-
curso decididamente público y social, la regulación pública de la
fantasía mediante la política de superficie del cuerpo, el control fron-
terizo del género que distingue lo interno de lo externo, e instaura
de esta forma la “integridad” del sujeto. En efecto, los actos y los
gestos, los deseos organizados y realizados, crean la ilusión de un
núcleo de género interior y organizador, ilusión preservada mediante
el discurso con el propósito de regular la sexualidad dentro del marco
obligatorio de la heterosexualidad reproductiva (266-267).

La novela de Peri Rossi presenta de manera excepcional pequeños ras-
gos de la personalidad, ciertas conductas en los personajes, situaciones y
enunciaciones discursivas que van articulando un universo de nuevas posi-

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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trucción cultural variable del sexo: las múltiples vías abiertas de significado
cultural originadas por un cuerpo sexuado» (225).

Las novelas de Peri Rossi desenmascaran la cínica idea de que solo
existen dos posibilidades bien definidas, y en un cruce de características
usualmente atribuidas a cada uno en particular, en personajes que ostentan
comportamientos y personalidades que difieren del canon, muestra las múl-
tiples posibilidades de ser en sí y para sí.

La política de normalización de la identidad sexual se ve transgredida,
instalando otro espacio de enunciación, otro(s) discurso(s) posible(s), pues
los binomios sobre los que se instala y reafirma la jerarquía de los géneros
pierden vigor y fuerza de ley, se desestabilizan dando paso a múltiples po-
sibilidades discursivas y fácticas que se asientan sobre las bases de la liber-
tad, la independencia, la autonomía y la autodenominación.

Aquellas diferencias de género que se manifiestan en el discurso patriar-
cal estableciéndolas como preexistentes al individuo y la cultura, naturalizán-
dolas y así haciéndolas inmunes a cualquier crítica, se ven socavadas por estas
pequeñas, pero significativas diversidades que abre el lenguaje literario de
Cristina Peri Rossi a través de sus personajes. El orden simbólico paterno ins-
taurado como origen, fuente y naturaleza del espacio discursivo tiene su con-
trapartida en el lenguaje del campo ficcional, fundando así un espacio cultural
subversivo donde el orden mencionado pierda eficacia y validez.

El lenguaje tiene la particularidad de delimitar, recortar, hacer visible
e invisible según el discurso y su emisor, la realidad. «El lenguaje acepta y
cambia su poder para actuar sobre lo real mediante actos locutorios que, al
repetirse, se transforman en prácticas afianzadas y, con el tiempo, en insti-
tuciones» (Butler 233).

La interpelación ideológica sirve a Butler para establecer los mecanis-
mos de formación de la identidad sexual de los sujetos. La interpelación es
la forma por la cual los dispositivos de poder actúan sobre los cuerpos de
los individuos para instalarlos en su estructura de poder. Así el sujeto es con-
minado a instalarse en un espacio asignado y a aprehender determinadas
conductas y practicas con específicos significados sociales.

Butler propone una lectura del sexo como una consecuencia de la natu-
ralización de la estructura social del género, construido sobre la base de la
preexistencia del modelo, de su anterioridad al sujeto mismo. Aquí entra en
juego la característica performativa del género: el género se “actúa” y es la

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dura. Javier se masturba frente a las fotos de Nora y no tiene reparos en
hacérselo saber. Nora expresa sin temor: «También me he acostado con al-
gunas mujeres –informó–. Pero no ha sido diferente que con los hombres»
(Peri Rossi 113). Hay una imagen particularmente decidora en este sentido
y es aquella en que Andrea y Nora tienen juegos sexuales frente a Javier,
las “hermanas incestuosas”, lo que a él le provoca profundo placer.

En la misma escena del libro Javier y Nora mantienen relaciones se-
xuales frente a Andrea, cosa que solo rescata el lector por una frase, mar-
cando con ello la poca relevancia del evento. Con ello se rompe la escena
típica de la relación sexual: hombre y mujer es espacio privado y cerrado,
en completa intimidad. Aquí la presencia de un tercero no incomoda ni per-
turba y la forma de la narración acentúa la naturalidad de dicho acto.

Javier tiene conciencia de la constante actuación de Nora. Su vida se
desenvuelve en diversos escenarios en que siempre es la actriz dispuesta a
representar con magnificencia el rol que ella estime. Los siguientes ejemplos
en que Nora pasa de la elegancia a la vulgaridad, de la elegante sofisticación
a la proyección de fragilidad e ingenuidad, grafican lo señalado:

[…] le pareció extraordinariamente atractiva, y, por otra parte,
algo tímida, aunque supuso, de inmediato, que podía ser audaz,
fuerte, desafiante. Depende del papel que quisiera interpretar o de
los deseos que quisiera despertar (24-25).

Cuando la vio aparecer, sufrió un estremecimiento. Había
cambiado completamente de apariencia, a tal punto que le costó re-
conocerla. («¿Y ahora, quién es?» se preguntó desconcertado.) Lle-
vaba una minifalda amarilla, extremadamente corta, que Javier no
dudó en calificar de completamente vulgar, debajo unas medias ne-
gras con rombos y una blusa blanca, escotada, con finos tirantes.
Además, mascaba chicle. Instintivamente Javier se puso de pie, para
saludarla, aunque estaba turbado, desagradablemente turbado.

[…] No alcanzaba a comprender por qué se había vestido de
esa manera, pero sospechó que había varias Noras, y él no estaba
seguro de amarlas a todas (56).

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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bilidades de ser hombre y mujer, sin toda la serie de características, atributos
y funciones que no solo se le atribuyen, sino que también se le exigen para
ser aceptado y reconocido como un individuo con una identidad definida.
Estas subversiones operan bajo la misma lógica de funcionamiento que la
violencia simbólica presente en el discurso y otros espacios socioculturales.
Esta violencia simbólica está en el ambiente y su eficacia y poder de pene-
tración en el inconsciente colectivo es tal, que las más de las veces cuenta
con la complicidad inconsciente de todos los individuos, pues al no ejercer
fuerza se instala como algo natural y preexistente.

En la novela analizada hay elementos concretos que se pueden asociar
al concepto de performatividad (en el sentido de ser una actuación). Pero
veamos en primer lugar en qué sentido el género es un acto. A dicha pregunta
Butler sentencia:

Al igual que en otros dramas sociales rituales, la acción de género
exige una actuación reiterada, la cual radica en volver a efectuar y a
experimentar una serie de significados ya determinados socialmente,
y esta es la forma mundana y ritualizada de su legitimación (273).

Entonces, siguiendo a Butler, si los atributos de género no son expre-
sión de algo esencial sino performativos «no hay una identidad preexistente
con la que pueda medirse un acto o un atributo; no habría actos de género
verdaderos o falsos, ni reales o distorsionados, y la demanda de una identi-
dad de género verdadera se revelaría como una ficción reguladora» (275).
Ficción que se impone como modelo único y global, anulando las diferencias
que existen entre culturas, sociedades e individuos, estableciendo una espe-
cie de imperialismo del género.

Por un lado, la tarea que propone Butler consiste en identificar los me-
canismos por los cuales la repetición posibilita determinadas construccio-
nes. Identificarlas y reconocerlas como actuaciones será la clave para
refutarlas. Por otro lado, nuevos actos, que difieren de la relación binaria
jerárquica, irán palideciendo el discurso falogocéntrico, pues la nueva per-
formance constituye en sí una crítica rupturista al modelo canónico. Esto
que hemos llamado “nuevos actos”, entendiéndose estos como aquellas di-
sonancias con lo establecido por constituir lo innombrable, lo inenarrable
y lo inhabitable surgen con naturalidad en la novela El amor es una droga

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espacio ficcional el tema del género. Con una narración fluida que toca tó-
picos importantísimos y complejos de manera natural logra abrir una puerta
de entrada hacia la deconstrucción de los modelos socialmente construidos,
a través de mecanismos como la inversión, la presencia de ambigüedad y
las múltiples actuaciones que un mismo sujeto realiza. Con ello Peri Rossi
instala la necesidad de resignificar y renombrar el ser mujer y el ser hombre
desde la autodeterminación.

La subversión de la identidad en El amor es una droga dura de Cristina Peri Rossi / Cristina Álvarez

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Sin embargo, tenía una duda: ¿a cuál de las Noras posibles iba
a destinar los regalos? Porque había una Nora algo infantil, que
mascaba chicle y usaba llamativas minifaldas; había otra Nora
mujer, elegante, seductora, suficiente y entera, a la que nada parecía
faltarle; había una Nora adolescente, algo mimosa y tierna, que bus-
caba protección, y seguramente, pensó Javier, había algunas otras
Noras que él no conocía. Decidió que lo mejor era comprar diversos
regalos, para que las distintas Noras tuvieran el suyo (118).

Las constantes diferentes actuaciones de Nora perturban a Javier. Ella
no quiere ser el deseo de él ni de nadie, por tanto a veces ella «se apartaba
del guión de su imaginación» (Ibíd. 119). Pero hay un papel que a él lo fas-
cina por sobre todos los otros: Nora vestida de hombre. La indumentaria
de corte masculino que encuentra en su clóset lo conmociona, le maravilla
la idea de verla «como una deliciosa andrógina» (194). Cuando ello ocurre
su aspecto le resulta deliciosamente ambiguo, pues «vestida de hombre,
Nora adquiría un aire seguro, juguetón, levemente sádico, que la hacía irre-
sistible» (217).

Cuando el deseo de él se ve consumado entra en un estado de fascina-
ción, poseído por la imagen que le resulta casi tortuosa de ver a Nora con
esmoquing. El travestismo que se manifiesta en esta imagen es de crucial
importancia para el tema que estamos abordando. Los cuerpos travestidos
son siempre marginados y excluidos, negados y silenciados. Si esto ocurre
es precisamente por qué son cuerpos cargados de significación y represen-
tación. Su sola presencia cuestiona la heteronormalidad imperante, hace tam-
balear la lógica binaria de los géneros.

Es por ello que estos cuerpos se mueven entre lo indecible y lo osten-
toso, el silencio y el escándalo, pues son capaces de corromper y resquebra-
jar un sistema que insiste en normalizar. Quizás por eso generan tal impacto
y el silencio se cierne sobre ellos, pues no hay un discurso que los ampare,
los cobije y les permita la autodefinición. Son el rostro descubierto del cruce
total, de la ambigüedad llevada al límite. Para Javier «una mujer vestida de
varón: (es) el deseo doble, ambiguo, múltiple» (224). Con esto se subvierte
la sobrevalorada heterosexualidad, lo andrógino, lo inclasificable, lo inde-
finido, hombre y mujer en un mismo cuerpo, aumentando el placer.

El gran aporte de la novelista uruguaya es el de problematizar desde el

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Bibliografía
Butler, Judith. 2007. El género en disputa. El feminismo y la subversión

de la identidad. Barcelona: Paidós, 2007.
Peri Rossi, Cristina. El amor es una droga dura. Barcelona: Seix Ba-

rral, 1999.

La memoria chilena hoy
The Chilean memory today

Aidalí Aponte Avilés
Universidad de Connecticut, USA

e-mail: aidali.aponte-aviles@uconn.edu

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

99Aceptado: 27-09-2010.Recibido: 05-07-2010.

Resumen
Los escritores y artistas chilenos de la Generación del ochenta, abrieron

canales para recobrar y mantener la memoria de la dictadura. Su idea era
crear foros donde los ciudadanos pudieran romper su silencio y recontar su
experiencia. Sin embargo, la generación de artistas y escritores del principio
del siglo XXI están separándose de esa tradición de la memoria y están cre-
ando nuevas formas de arte donde utilizan (que usan) la memoria como base,
pero no como el centro de su trabajo. Este artículo analiza cómo los poemas
de Florencia Smits y los cómics del Equipo ZELM están creando una na-
rrativa chilena que mantiene la memoria, pero yendo más allá de ella para
formar la idea de nación en el nuevo milenio.

Palabras Clave: Memoria, Chile, cómics, poesía, Generación del 80.

Summary
Chilean writers and artists that belong to the 80’s Generation, devised

channels to recover and maintain the memory of the dictatorship. Their idea
was to create forums where citizens could break away from silence and re-
count their experiences. However, the generation of artists and writers from
the beginning of the XXI Century are breaking away from this tradition of
memory and are creating new forms of art that use memory as a foundation
but not as the focal point of their work. This paper analyzes how Florencia
Smiths’ poems and Equipo ZELM’s graphic novels are creating a Chilean
narrative that keeps memory but going beyond it to shape the idea of the na-
tion in the contemporary century.

39Aunque esto podría debatirse al recordar a escritores anteriores –por ejemplo, En-
rique Lihn– es necesario apuntar que es en esta época cuando esta práctica se acentúa
con el sentido específico de mantener la memoria precisamente porque buscaba la in-
tegración de la cultura de masas que, a su vez, permitía llegar a la mayor parte de la
población. Así, aunque de facto existieran los diferentes marcos de memorias, estos
podían encontrarse armónicamente en la producción literaria.

representar su memoria, sino las diversas evocaciones de las que habla Stern.
«It is the evocation of pasts, of richly layered, sometimes congruent yet more
often conflicting pasts, that turns memory (or memories) into literature» (O’-
Connell 181). Asimismo, esta generación buscaba subjetivizar la memoria
para volverla real y reciente, evitando así el olvido. «La nueva narrativa chi-
lena, al develar los quiebres de la memoria, buscaba darle su verdadero sen-
tido a la historia, salvándola de la pretendida objetividad de los hechos de
archivo y conectándola, a la vez, con la colectividad y con las vidas persona-
les» (Waldman 53). Finalmente, esta generación se caracterizó por su cons-
tante experimentación con otros géneros39 porque permitía representar la
«nueva cultura juvenil, aludiendo al cine, la música pop, el cómic, la cultura
de masas, [y] la imaginación» (Waldman 55). La generación de los ochenta
representa un punto de anclaje para entender a la nueva ola de escritores chi-
lenos porque ellos heredan y transforman algunas de las características iden-
tificadas. Lo que marca al grupo que comienza la producción de obras del
98 hasta hoy, es el tipo de memoria que presentan y cómo desean mantenerla.

Para ello, es necesario mantener en perspectiva un elemento impor-
tante. En primer lugar, los escritores que conciernen a este trabajo, en su
mayoría, no habían nacido antes de 1970; por lo tanto, su memoria no in-
cluye el golpe militar ni los cambios surgidos en los primeros años de esta,
y solo tienen constancia de los últimos años del régimen. Así, la memoria
del momento traumático, del heroísmo o del miedo, solo llega a ellos de
forma referencial.

La cuestión de la memoria es, sin duda, para este grupo, un elemento
esencial. Como explica Beatriz Sarlo, es en esta época cuando la memoria
es un producto comerciable. Cientos de novelas históricas, películas, bio-
grafías y documentales se venden diariamente en centros comerciales alre-
dedor del mundo. La memoria se ha vuelto más accesible y apetecible para
nuestra generación porque, según Sarlo, ya no solo se trata de presentar las
ideas del autor, sino de acercarse a una especie de periodismo (151). Por lo

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Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

Key Words: Memory, Chile, graphic novels, poetry, Generation of the 80´s.

La memoria chilena hoy
La nueva generación de escritores y artistas chilenos se ha dedicado a

replicar a la generación anterior presentando estrategia para mantener la me-
moria presente, pero tras bastidores. En este trabajo mostraré cómo artistas
de la presente generación intentan dejar una marca que no dependa de la
memoria de un pasado que apenas conocieron. Estos jóvenes buscan dejar
el silencio, no para hablar o ficcionalizar un pasado, sino para mostrar otra
cara del país, cuestionar el recuerdo creado en la poesía y crear al nuevo
héroe sin un pasado trágico y que pueda enfrentar las injusticias del presente
de cara al futuro.

Luego de 1973, la “cultura de la memoria” en Chile se dividiría en cua-
tro marcos principales que se mantendrían hasta la década de los noventa:
«la memoria como salvación, la memoria como herida incurable, la memoria
como testigo y la memoria como una caja cerrada que no se podía abrir»
(Stern 238). Si bien la dictadura dio pasos a cambios económicos que bene-
ficiaron al país, el precio pagado fue una historia plagada de muerte, repre-
sión y persecución. Sin embargo, una vez asentado el régimen, finalizado
el plebiscito del 89 y comenzado el proceso de democratización del país, la
memoria pasó a ser un tema casi tabú para los chilenos.

Como respuesta, la generación de los ochenta representó un cambio
radical en la manera de representar una vuelta al recuerdo por medio de la
literatura, abriendo así un canal para romper el silencio. «La nueva narrativa
rastreaba y desenterraba las huellas del pasado, daba cuenta del resquebra-
jamiento de la historia y se convertía en un ejercicio de memoria que recre-
aba un pasado que se resistía a ser recordado» (Waldman 56). Esta
generación compartía el «haber nacido entre 1948 y 1962 y estar marcada
por el impacto histórico del golpe militar de 1973» (Waldman 53). No obs-
tante, esto no es necesariamente relevante para entender la realidad de la
producción literaria hoy. Lo esencial de esta generación fueron las formas a
través de las cuales incrustaron la memoria en el espacio chileno.

En primer lugar, como explica Patrick O’Connell, la generación de los
ochenta ficcionalizó la experiencia traumática de la dictadura como una ma-
nera de representar la realidad de la represión y reinterpretar el pasado (182).
La reescritura de la historia que estos escritores proponían permitía no solo

101

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

40Publicada junto con Marcelo Mellado.

tanto, en su afán por mostrar esa historia, el nuevo escritor va a incluir en la
memoria detalles plagados de un sensacionalismo periodístico. Una vez ubi-
cados en este contexto, examinemos las obras.

Comenzar por la poesía es razonable considerando que es la forma li-
teraria más estudiada por la crítica. La obra de Florencia Smiths, De la ex-
trema irregularidad
40, marca el cuerpo como la superficie para inscribir la
memoria más allá de la página o el archivo. Para Smiths, el cuerpo es lo que
tiene la posibilidad de mantener unidos a la realidad con la memoria. Esta
poetisa también recurre al cuerpo, al igual que los poetas anteriores, por las
oportunidades de presentar no solo la memoria sino los riesgos del olvido.
Cabe recordar que la literatura escrita durante la dictadura, recurre al cuerpo
humano como un espacio donde se pueden representar y retrabajar tanto la
memoria como el olvido (Cardone 285). La poesía entonces, intenta recoger
ese miedo a olvidar un pasado que no necesariamente se posee, pero que es
parte de la memoria colectiva. Al ser memoria de todos, se vuelve propia,
como si la del cuerpo en crecimiento, vida y muerte fueran reflejos de la na-
ción misma.

En el libro De la extrema irregularidad, el poemario se divide en poe-
mas: “La ciudad No”, “Esta ciudad No” y “Las Muertas”. En los primeros
dos poemas, el cuerpo se interconecta con la ciudad como «otro cuerpo»
donde puede inscribirse la memoria precisamente porque las personas de-
ambulan por sus calles y dejan huella de sus actos. Por lo tanto, la voz po-
ética pide que se le cuestione sobre los restos de esa memoria, para ella
señalarlos en medio de la ciudad.

“La ciudad No” coloca a los personajes principales de los cambios po-
líticos en Chile: los ciudadanos, los combatientes y los disidentes junto a las
fuerzas de poder, sean locales o internacionales:

dí / qué ha sido de eso / de los que caminamos y marcamos un
día / dos tres diez años / como un territorio nuestro / el cuerpo que
a(r)mábamos e íbamos cruzando / y que era la calle manchada muda
mortal / […] / no era de aquí ni de nadie / no tenía derecho a estar de-
limitada / a ser puente ni a serpiente ni animal de esos / que estaban /
que eran allí / en el cuerpo / que fuimos / en esa caminata idónea / en

102

Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

103

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

ese andar a tientas por el laberinto del suelo / del campo / de esta ciu-
dad no ciudad / vigilada por los otros / ocupada por los otros (4-5).

No obstante, la voz poética, aunque se siente parte de esa memoria que
se da en la ciudad puesto que ha adquirido parte de esa memoria, se sabe
fuera de esta porque no la vivió: «seguiremos estando allí / aunque nunca ha-
yamos ido / andando y marcando la ciudad» (6). La voz conoce la historia y
posee esa memoria colectiva al afirmar: «yo puedo decir que hay gente / yo
puedo decir que hay trozos de gente / yo puedo decir dónde / los veinte / los
cien / los mil / quinientos / y sus partes / pisando / estamos» (8). Ese conocer
la ciudad y su pasado trágico sienta las bases en la que se ha desarrollado la
voz poética, pero de la que comienza a separarse precisamente al decir “No”.

“Esta ciudad No” marca quizás el contexto pasado más cercano a la
voz poética: la transición. «[E]sta ciudad sin luz ni suerte sin muerte / sin
fundación / ni olvido / se yergue / yo quiero hablar de esto» (10). La voz se
nombra a sí misma con los nombres genéricos de mujeres en busca de sus
muertos, de sus desaparecidos, para darle sepultura, pero que se mueven en
una ciudad ya pasiva, donde todo se ha ordenado, no obstante, sigue escon-
diendo un pasado triste. La voz se funde con las voces que no tienen dueño
precisamente porque pertenecen a la memoria colectiva de «cuando la ciu-
dad era a las siete de la tarde / la desolación y el despilfarro» (12) porque
«yo estaba allí con ellas / yo te puedo hablar de ellas cuando lo eran» (13).
La voz da cuenta del silencio al principio de la transición:

la ciudad tenía voces que decían y contaban / nada / en ese en-
tonces que callaba / a los dieciséis todo se lleva dentro y no se puede
/ pensar en nada más / la metáfora del cuerpo herido / qué lindo
sería escribirlo así pero No (13).

Más adelante, el cuerpo de la ciudad se confunde con el de una mujer.
Esto guarda relación nuevamente con la generación de los ochenta porque
como explica Cardone, «women writers of the 1980’s Generation frequently
brought to bear the tortured, oppressed female body as a metaphor for the
brutalized, censored nation under the regime» (285). Este patrón continúa
en el tercer y último poema presentando la separación total con la genera-
ciones que vivieron el golpe militar y la de la transición.

41La publicación de estos cómics es limitada a Chile. El tercer tomo aún no ha sido
publicado.

42Entiéndase videojugadores. Sin embargo, el término ya se ha extendido a fanáticos
de juegos de personaje (roleplaying), fanáticos de la ciencia ficción o los llamados “frikis”.

/ se borrarán de la memoria debilitada cuando / amanezca / tú me
hiciste repetir / que No / que sin mí ni mi suceso / no habría cárcel
de carne / […] / que sin este porte ni este género / no habría las
ganas / […] / esa palabra que me creció hinchada / y que dice No /
que se dice No / […] / he de aprender a darme / a mentirme / […] /
a definirme / esos son verbos que nunca olvidamos / es sólo que la
historia no hizo suponerlo (18 – 21).

Al verse como catástrofe y crimen, la voz poética busca una definición
de sí misma que no dependa de una búsqueda o deseo anterior. La llamada
de la generación de los ochenta a recordar, la voz poética la reta a crear. Si
bien la voz entiende la necesidad de romper el silencio, también demuestra
una urgencia ante la posibilidad del estancamiento: no se debe simplemente
recordar, es necesario actuar hacia una nueva definición de la nación.

Por otro lado, el cómic presenta una representación especial de la me-
moria. El Grupo ZELM está formado por varios artistas y escritores jóvenes
que desarrolla el cómic Zombies en la Moneda, el cual puede dividirse en
varias historias independientes, cuyo hilo conector es la aparición de zombies
en el centro de Santiago. Dividido en tres volúmenes41, Zombies se carac-
teriza por dos elementos principales: el uso de personajes y lugares de la
vida pública chilena actual (tanto política como de la farándula), y la repre-
sentación de prototipos de la sociedad (carabineros, gamers42 y los nuevos
hippies). Los personajes buscan la manera de defenderse y escapar de los
zombies, y aunque se nos presenta el origen de la plaga, esta no es el centro
de la historia. Este elemento es sumamente importante y diferencia al cómic,
una vez más, de la producción de la generación anterior.

Para la generación de los ochenta, la novela policial permitía enfocar
críticamente la realidad porque el detective se involucra «en la acción y
aceptando los riesgos que esto conlleva. Los delitos relatados en la novela
policial afectan a toda la sociedad, y su resolución se vincula a los procesos
de articulación de la memoria del país» (Waldman 59). Los personajes de
Zombies se involucran en la acción y aceptan los retos de ello. Por ejemplo,

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Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

En el poema “Las Muertas”, el cuerpo femenino es, como explica Car-
done, un reflejo de la nación. Sin embargo, esta ya no es la nación bajo el
régimen ni la de la transición (generación de los ochenta), sino una genera-
ción subsiguiente:


tú me vas
tú me vas a venir a decir
tú me vas a decir a mí
que estoy prestada
que no puedo parir
ni por la boca ni por el vientre
que no puedo hacerme la renuncia (16).

Este es el Chile de los que han heredado la memoria y que tienen que
vivir lo que ha quedado de ésta: tanto el silencio como proceso de olvido,
como la voz como la memoria colectiva. La voz empieza separándose de un
«tú» que intenta callarla. Este es el primer encuentro donde ya se expone
claramente el deseo de silenciar o de esconder los hechos para que la voz
poética no «pueda asomarme a esa casa morbosa / donde la muerte hizo de
su cuerpo / un hijo de ninguna vida» (17). No es el hijo de la voz poética
porque ella no existía cuando ese hijo desapareció o murió. Es un hijo que
pertenece a todos. No obstante, en esa colectividad, la voz también duda de
sí misma porque no tiene referentes porque «nada de mí se parece a nada de
ti ni de nadie» (17). Esa separación precisa la división entre su generación
y la anterior que sufrió el silenciamiento, su memoria no es la de ellos. Por
eso, ella no se reconoce «en el silencio nefasto» (17), pero tampoco sabe
mentirse «cuando los hechos están / abiertos ante mí» ni puede «ocultar la
marca que castiga a mi / cuerpo» (18). La voz poética entiende el desfase
que hay entre su generación y las anteriores, y siente su desajuste.

Luego de luchar con la voz que busca el silencio, la voz también lucha
con las voces (de la generación de los ochenta) que buscaban precisamente
forzar el recuerdo:

tú me hiciste decir / que yo lo quise / que sin mí no habría ca-
tástrofe / y yo, Catástrofe / y el crimen / […] / y mi parte más abierta

105

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

43Patricia Maldonado y Jordi Castell. Cabe señalar que estos no son los personajes
principales de la historieta y se vuelven zombies en el segundo tomo.

44Obsérvese aquí el elemento ficcional. Si bien es cierto que Bachelet fue encerrada,
su compañera real fue su madre. Ambas lograron salir al exilio por conexiones dentro de
la milicia. En la historieta, Bachelet es encerrada con un grupo de amigos universitarios.

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Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

el carabinero Claudio, personaje principal de “El pago de Chile” (Tomo 1)
y “Expiatus” (Tomo 2), arriesga su vida por ayudar a los ciudadanos margi-
nados y olvidados. Los carabineros que defienden la Moneda en “Gloria y
victoria” (Tomo 1) y “Después de la gloria” (Tomo 2) se responsabilizan de
seguir luchando aun cuando las órdenes de sus superiores desaparecen. Los
gamers de “Escape de la espatión Mapocho” (Tomo 1) y “Vodoo Zombie”
(Tomo 2) utilizan sus conocimientos de juegos y de ciencia ficción para
mantenerse con vida aún cuando podrían ser considerados no aptos por su
condición física. Incluso, los conocidos faranduleros mantienen el espectá-
culo para los zombies en “TV Zombie” y Reality Zombie”. Sin embargo, la
resolución –si es que hay una– de cada historieta no «se vincula a los pro-
cesos de articulación de la memoria del país» (Waldman 59).

Por el contrario, las historietas ya proponen un país donde existe una
memoria y que es esta la que está afectando el funcionamiento del país. Es
decir, los zombies son la Memoria que se levanta y mata lo que se ha logrado.
Como explica Juan Andrés Salfate en la introducción al primer Tomo, los
zombies son una horda «compuesta por detenidos desaparecidos, gente olvi-
dada y anónimos enfurecidos» (3). Escapar de los zombies o destruirlos es,
hasta cierto punto, escapar también de la memoria no mediante el silencio,
sino mediante la supervivencia y la creación de nuevos héroes. Y es imperante
señalar que, a excepción de dos figuras conocidas de la televisión que perte-
necieron a la generación del golpe militar43, el resto de los personajes de las
historietas mencionadas son reflejo de los jóvenes nacidos durante las décadas
de los ochenta y noventa lo cual implica que estos héroes no tienen la me-
moria de la dictadura o solo poseen el recuerdo del final de esta.

Por el lado de la política, los héroes no se limitan a prototipos de jóvenes
nacidos en las últimas décadas del siglo XX sino a los líderes políticos re-
cientes, Michelle Bachelet, presidenta del país al momento de la publicación,
y los candidatos a la presidencia en la elección, Sebastián Piñera (Renovación
Nacional), Eduardo Frei (Partido Demócrata Cristiano), Marco Antonio En-
ríquez-Ominami (Partido Progresista) y Jorge Félix Arrate (Partido Comu-
nista). Es interesante que sea la presidenta Bachelet la heroína de “La casa
donde tanto se sufre” (Tomo 1), pero al mismo tiempo sea la memoria misma

107

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

de la historia. Es decir, en la historieta del primer tomo y en la del segundo
(“Monstruos prometedores”), el candidato Piñera (actual presidente de Chile)
es una especie de salvador para el resto de los personajes cuando utiliza su
helicóptero privado para rescatar a varios de ellos lejos de la Moneda (Tomo
1) y luego salva al resto de los candidatos del laboratorio mismo donde se
crearon los zombies (Tomo 2). No obstante, su labor se reduce a ser el hom-
bre con recursos e ideas para sacar de apuros al resto. Bachelet, por su parte,
no solo rescata a su edecán, sino que sacrifica su vida por él no sin antes tener
memoria de su encierro en Villa Grimaldi el 10 de enero de 1975.

Bachelet es la única que recuerda un suceso traumático de la dictadura.
Para ella, la horda de zombies le recuerda a la compañera que delató a su grupo
de amigos ante las Fuerzas militares44. La joven compañera, por sus servicios,
no fue torturada, pero comenzó a morirse en vida: a convertirse en una zombie.

(62)

Para Bachelet, el poseer esa memoria, el ser parte de ella y recordarla,
es la razón de su muerte.

(Tomo 1, 64)

(Tomo 2, 7)

Como expliqué anteriormente, las historietas crean nuevos héroes en
jóvenes que no poseen memoria de lo sucedido; son ellos los que logran so-
brevivir y ayudar a otros, o escapar. Como vemos, la memoria de Chile pre-
sentada anteriormente y estudiada por los críticos, ha comenzado a
evolucionar. Nelly Richard afirma que

La memoria remece el dato estático del pasado con nuevas sig-
nificaciones sin clausurar que ponen su recuerdo a trabajar, llevando
comienzos y finales a reescribir nuevas hipótesis y conjeturas para
desmontar con ellas el cierre explicativo de las totalidades dema-
siado seguras de sí mismas. Y es la laboriosidad de esta memoria
insatisfecha, que no se da nunca por vencida, a que perturba la vo-
luntad de sepultación oficial del recuerdo mirado simplemente
como depósito fijo de significaciones inactivas (30).

Esta aseveración se ajusta al pensamiento de la generación de la tran-
sición a la que ella se refiere. Sin embargo, la misma ha perdido pertinencia
en la nueva producción de Chile.

En conclusión, la poesía y los cómics, han logrado el nexo entre «me-
moria, lenguaje y trizaduras de la representación» (15) que propone Richard.
En la generación de la transición o la generación de los 80, lograron sentar
las «superficies de inscripción» (15) que mantendrían y mantienen los acon-
tecimientos. El producto de aquella generación, por consecuencia, liberó
«nuevos efectos de sentido» (15). Ese sentido de nueva nación, nuevos hé-
roes y cuestionamientos se puede apreciar en la poesía de Florencia Smiths
y los zombies del grupo ZELM. Los escritores analizados en este trabajo
han logrado mantener la memoria de los acontecimientos de los setenta y
los ochenta como telón de fondo, a través de las referencias e imágenes,
cuyo objetivo y sentido es proponer una nueva visión y un nuevo destino
para el Chile de hoy.

La memoria chilena hoy / Aidalí Aponte Avilés

109

Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

108

Derechos Humanos y literatura
Human Rights and Literature

Claudio Maíz
Universidad de Mendoza, Argentina

e-mail: cmaiz@logos.uncu.edu.ar

Derechos Humanos y literatura / Claudio Maíz

111Aceptado: 13-11-2010.Recibido: 22-10-2010.

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Siglo XXI Editores, 2005.

Revista Pucara, N.º 23 (99-110), 2011

110

Resumen
En el presente trabajo pretendemos establecer una correlación entre la

idea universal de los Derechos Humanos y los discursos literarios. En ambos
campos se juegan los permanentes modos dicotómicos de enfocarlos, esto
es, los términos abstractos y las realidades locales. Los derechos humanos
tienen en la literatura latinoamericana y mundial en general una expresión
conflictiva del carácter declarativo ínsito al discurso de los derechos.

Palabras Clave: Derechos humanos, literatura latinoamericana, universa-
lismo.

Summary
In this paper, we intend to establish a correlation between the universal

idea of Human Rights and the literary discourses. In both fields, the per-
manent dichotomy modes of focusing them interact, that is, the abstract ter-
minology and the local realities. The human rights within the
Latin-American and world literature in general have a conflictive expression
about the declarative spirit inherent to the discourse on rights.

Key Words: Human rights, Latin-American literature, universalism.

45En América Latina el asunto no fue ajeno ni indiferente. La cultura grecolatino,
por caso, ocupa un lugar central en la vasta obra de Alfonso Reyes, con en el resto de
su promoción (recuérdese la obra del Ateneo en México y el grupo de intelectuales que
congregó, entre otros a Pedro Henríquez Ureña). Su interés no se agotó, sin embargo,
en la adecuación de la filosofía antigua a los fundamentos de una teoría literaria o las
líneas directrices de la crítica moderna. Su aporte en ese campo es desde hace tiempo
un reconocimiento indiscutible como lo demuestra La antigua retórica, que fue el re-
sultado de unos cursos dictados en 1942. El interés que despierta este texto no sólo
tiene que ver con la lectura que Reyes hace de la historia de la retórica, sino además
por las tres teorías que elabora: la teoría de la persuasión, la teoría del orador, la teoría
de la educación, referidos a Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, respectivamente. Este
reordenamiento efectuado por el ilustre mejicano conviene situarlo en una concepción
más amplia que comprende a su vez la Política y la Ética. Desde este andarivel es po-
sible formular algunos lineamientos sobre un humanismo hispanoamericano. Reyes,
Alfonso, “La crítica ateniense en la edad ateniense. La antigua retórica”, en: Obras
Completas
, t. XIII, México, F.C.E., 1956.

I.

Es nuestro propósito plantear algunos interrogantes, que por razones
obvias de espacio no podrán ser respondidos cabalmente, ni tampoco esta-
ríamos en condiciones de hacerlo de manera unilateral. Más bien se trata de
interrogantes cuyas respuestas necesariamente deben emerger del debate. Y
es precisamente esa acción dialéctica de debatir la primera que desaparece
cuando los derechos humanos se pierden por alguna circunstancia política.
He ahí el primer nudo de nuestra propuesta. El debate es la acción por medio
de la cual se discurre con el propósito de contraponer ideas u opiniones dis-
pares, pero persiguiendo el íntimo objetivo de persuadir sobre la superior
calidad de la opinión propia. De manera que aquello que la antigua cultura
clásica codificó en la Retórica, es decir, los procesos de influencia sobre
otro, se basaba radicalmente en la capacidad disuasiva del orador45. Podría
decirse que el primero de los derechos humanos está constituido por el de-
recho a la palabra, de lo cual es factible extraer esta premisa: la palabra per-
suasiva concluye allí donde comienza la violencia. «Sólo la pura violencia
es muda», al decir de Hannah Arendt. La pensadora asimismo visualizó que
en la conjunción de acción y discurso estuvo la base de la polis griega:

De todas las actividades necesarias y presentes en las comu-
nidades humanas, sólo dos se consideraron políticas y aptas para

112

Revista Pucara, N.º 23 (111-119), 2011

113

Derechos Humanos y literatura / Claudio Maíz

constituir lo que Aristóteles llamó bios polítikos, es decir, la acción
(praxis) y el discurso (lexis), de los que surge la esfera de los asun-
tos humanos /…/ (Arendt 39).

La acción y el discurso además de ser coexistentes e iguales poseían
el mismo rango, lo que implica que –en palabras de Arendt-: «la mayor parte
la acción política, hasta donde permanece al margen de la violencia, es rea-
lizada con palabras». Y lo más fundamental en el sentido indicado por la
pensadora, consistía en encontrar las palabras oportunas, “en el momento
oportuno”, semejante operación constituía la acción «dejando aparte la in-
formación o comunicación que lleven» (40).

Más recientemente, la teoría de la comunicación ha estudiado el len-
guaje desde el punto de vista de los efectos que produce en el interlocutor,
a punto de plantearlos como actos de habla. Los actos de habla esenciales
del hombre aparecen desde la temprana edad. Básicamente son dos puestas
en discurso: por un lado, la acción de narrar que es la que ayuda a ordenar
el mundo y por otro, el argumentar, vinculado con la necesidad de obtener
algo del otro. La argumentación es la puesta en discurso de la persuasión,
sin la cual no existe convencimiento de hacer lo que otro me induce. Así
como existen diversas estrategias narrativas, no existe ninguna especial-
mente argumentativa. La acción argumentativa se vale de todos los recursos
del lenguaje para persuadir. Dada la importancia, adoptaremos, entonces,
como punto de partida de nuestra intervención un principio constitutivo de
la condición humana, cual es, la necesidad de valerse del discurso argumen-
tativo para la obtención de ciertos fines. En esta simple premisa se sustenta
gran parte del edificio político de la democracia occidental. ¿La teoría de
la persuasión conduce inevitablemente al consenso como ha propuesto Jün-
ger Habermas? ¿O por el contrario, más allá de los consensos parciales que
una sociedad pueda obtener, la vigencia de la teoría de la persuasión nece-
sariamente debe velar por la existencia del disenso?

Quizás la teoría habermasiana habría que leerla a contraluz de aquel
pequeño y significativo texto de Ernst Jünger, Tratado del rebelde, cuando
concebía al rebelde como “el emboscado”: “Dos cualidades se dan el en el
emboscado (Waldgänger). No consciente que ninguna superioridad le pres-
criba la ley, ni por la propaganda ni por la fuerza” (Jünger 43). Si la sociedad
alcanza el grado máximo de consenso, ¿queda lugar para la disidencia, la

límites a la acción política. El gran lingüista búlgaro Tzvetan Todorov ha
razonado que los seres humanos no son solamente individuos que pertenecen
a la misma especie, sino que (siguiendo el precepto de Rousseau según el
cual el hombre no es el ciudadano) formamos parte de comunidades. De ma-
nera que pertenecer a la humanidad no es lo mismo que pertenecer a una
nación, que es la comunidad más poderosa que conocemos. ¿Cómo zanjar
este conflicto entre lo universal y lo particular en materia de derechos hu-
manos? Es sabido que en nombre de la expansión de los valores universales
de la civilización, la Europa colonialista emprendió desde el siglo XV en
adelante la explotación de los pueblos lejanos, apoderándose de riquezas y
territorios.

El universalismo, en ese sentido, no ha sido sino imperialismo. Es un
espíritu mesiánico heredado luego por otra potencia como Estados Unidos.
Es una experiencia que ya había sido adquirida con la contribución de una
literatura como la de Joseph Conrad con relación al imperialismo británico.
O la función cumplida por la gran novela realista al reforzar el consenso de
sus sociedades en torno a la expansión de ultramar, del modo como lo piensa
Edward W. Said (1993, 40). Lo que Said plantea de manera primordial es la
necesidad de vincular el territorio, el espacio, la geografía con la vida social,
tal como lo hizo Antonio Gramsci (98), como un principio de recuperación
de la genealogía interconectada de una cultura, lejos de lo que las disciplinas
aisladamente puedan decirnos. La problemática que aparece como conse-
cuencia de la polaridad entre el universalismo y las realidades propias es
posible observarla en novelas como las de Alejo Carpentier: El reino de este
mundo o El siglo de las luces.

Así las cosas, una puerta de salida, seguimos a Todorov, a este intrín-
gulis está en el relativismo, esto es, que los juicios son relativos a una época,
un lugar y contexto (agreguemos que lo mismo vale para las instituciones,
géneros discursivos, estéticas). El relativismo no debe confundirse, sin em-
bargo, con el nihilismo ni el cinismo. Para no extendernos indebidamente
en este punto, nos valdremos del humanismo temperado de Todorov:

Un humanismo bien temperado podría ser para nosotros una
garantía contra los yerros del ayer y del hoy. Rompamos las aso-
ciaciones fáciles: reivindicar la igualdad de derecho de todos los
seres humanos no implica, en forma alguna, renunciar a la jerarquía

Derechos Humanos y literatura / Claudio Maíz

115

oposición, la rebeldía, en suma? El siglo XX ha conocido cabalmente los
‘consensos’ forjados por la fuerza, como el de Moscú y el de Berlín, en tiem-
pos del comunismo y el fascismo europeo y ni hablar del significado que ha
tenido para América Latina otros consensos, desde el big stick (a comienzos
del siglo XX, con la política de Th. Rooselvelt) al consenso de Washington
(en los años 90 del mismo siglo). “Vencerán pero no convencerán” fue la
legendaria frase que se le atribuye a Miguel de Unamuno al estallar la guerra
civil española en 1936 y el comienzo de una feroz contienda que no reparaba
en los medios. Vence la fuerza, que es violencia, pero no hay convencimiento
que es persuasión. Apenas si hemos dado algunos ejemplos de este fenó-
meno que tiene una dimensión enorme en el campo de la política y los de-
rechos humanos.

II.

La segunda cuestión que quisiéramos plantear tiene que ver con la na-
turaleza universalista de los Derechos Humanos. Tal vez haga falta una re-
ferencia histórica, por cuanto desde el nacimiento se planteó de esa forma,
al llamarse Declaración Universal de los Derechos Humanos, ocurrido en
diciembre de 1948 en el seno de las Naciones Unidas. El principio funda-
mental de la Declaración está puesto en la esfera de la autonomía personal,
creando en torno a ella una barrera detrás de la cual el Estado no podía in-
tervenir. Huelga decir que el interés en la preservación de la autonomía in-
dividual, además de proteger los derechos del individuo, tenía como
horizonte los totalitarismos vigentes en el siglo XX. De los derechos eco-
nómicos, sociales y culturales nada se dijo, excepto que debían pactarse por
separado y su exigibilidad dependía de la situación socioeconómica de cada
Estado (recién en 1966 se firma el Pacto Internacional de Derechos Econó-
micos, Sociales y Culturales, pero sin operatividad y exigibilidad). En otras
palabras, se consolida una dualidad que asigna vigencia absoluta a ciertos
derechos y deja por lo tanto a otros a expensas de determinadas circunstan-
cias. Universalismo, por un lado, pero relativismo por el otro.

Esta dualidad de origen convierte a los derechos humanos en ideología
y los invalida como un enfoque globalmente comprensivo de la sociedad.
Aunque parezca obvio, los derechos humanos no resumen la política, sino
que advierten sobre una arista de la misma: la ética. En tal sentido, le ponen

Revista Pucara, N.º 23 (111-119), 2011

114

banos, los laogai chinos, circunstancias que sin duda alguna definen el siglo
XX? Exceptuando la bomba atómica, el resto puso en el centro de la escena
política a los campos de concentración, convertidos en los lugares de la ma-
sificación del dolor, del exterminio y el anonimato. Tal es la cara contraria
y abyecta a la que se enfrenta el principismo de los Derechos Humanos, sin
esa faz del hombre no existiría la urgencia de declarar la validez de las ga-
rantías y los derechos individuales.

Pero la declaración sólo fija límites, como dijimos, por lo tanto, la
razón subyacente que desencadena la violación de los derechos continúa sin
mostrarse. Para decirlo con las palabras del gran pintor español, Francisco
de Goya: «los sueños de la razón engendran monstruos». Si en el centro
mismo del siglo XX se ubican los campos de extermino o de disciplina-
miento político es porque el Proyecto de la Modernidad fracasó. «El mundo
moderno es una gran cloaca» dice antipoéticamente Nicanor Parra
(2008:65). O en todo caso, tales fenómenos constituyen una manifestación
patológica de la modernidad. Las mayores calamidades desencadenadas por
el hombre en el siglo XX no pueden imputarse sencillamente a un accidente
“descivilizatorio”, una transitoria salida del redil de Occidente. Todo lo con-
trario: hay una ruptura de la civilización. Nos enfrentamos a la auténtica ex-
presión de una de las caras de la civilización. Por eso lejos estamos de
confiar en que los totalitarismos son meros incidentes de camino en la era
del triunfo y definitivo de la democracia liberal.

Una larga lista de testimonios de quienes sobrevivieron a la privación
total de sus derechos abulta las bibliotecas de todo el mundo. Algunos de
ellos han alcanzado muy altas cotas de calidad artística. Merecen mencio-
narse: Jorge Semprún (La escritura y la vida), Arthur Koestler (El cero y el
infinito)
, Alexander Solyenitzin (Un día en la vida Iván Denisovitch), Primo
Levi (Si esto es un hombre), León Trostky (Autobiografía) y tantos otros.
Al no existir la manera de sofocar el Mal, quienes sobrevivieron a él han in-
tentado conjurarlo por medio de la escritura, como una evidencia singular
que encierra una enseñanza de proporciones paradigmáticas. Todos ellos re-
conocen haberse asomado al Infierno, al vórtice mismo de la maldad, donde
el hombre no conserva ni siquiera la identidad de hombre.

La lista se continúa en la poesía: Poemas proletarios (1934) de Salva-
dor Novo, Poemas humanos (1939) de César Vallejo, Libertad bajo palabra
(1945) de Octavio Paz, Canto general (1950) y Las uvas y el viento (1954)

Derechos Humanos y literatura / Claudio Maíz

117

de los valores; amar la autonomía y la libertad de los individuos
no nos obliga a repudiar toda solidaridad; el reconocimiento de una
moral pública no significa, inevitablemente, regresión a la época de
intolerancia religiosa y de la Inquisición, ni la búsqueda de un con-
tacto con la naturaleza, equivale a volver a la época de las cavernas
(Todorov 447).

En resumen, la universalidad significa un instrumento de análisis, un prin-
cipio regulador que permita la confrontación fecunda de las diferencias, y su
contenido no se puede fijar para siempre (438). Esta conclusión aunque proce-
dente no tiene un alcance absoluto en los derechos humanos, ya que la defini-
ción de los mismos no debe estar atada a la voluntad consensuada de los que
deciden sino a la naturaleza de la persona. De manera que por la vía de la per-
sona (que significa rostro o máscara a través de la cual nos expresamos) y no
del individuo (que significa indivisible) se podría sortear aquella dicotomía en
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es decir, aunar tanto los
derechos elementales de vida humana tanto como la dimensión social del hom-
bre, que sólo se comprende en el «otro como persona» (Buela 120).

III.

La tercera y última cuestión pretende aludir a un abanico de paradojas
que rodea la Declaración de los Derechos Humanos. La primera de las pa-
radojas se origina en que los principales declarantes de estos derechos han
sido a su vez los más conspicuos violadores de los mismos. Las potencias
triunfantes de la Segunda Guerra Mundial fueron las impulsoras de un nuevo
orden mundial, con una respectiva normativa originada en sus propios inte-
reses, que eran desde luego parciales y referidos exclusivamente a un nú-
mero muy reducido de naciones. Los vencedores, con razón, estigmatizaron
al nazismo como una fuerza demoníaca, al consolidar la imagen del Holo-
causto. Aun cuando ello facilitara echar sombra sobre otra fuerza de idéntico
signo asomada, apocalípticamente, en Hiroshima y Nagasaki: la energía nu-
clear con fines de destrucción masiva. Para un debate profundo del problema
de los Derechos Humanos, se debe considerar este acontecimiento.

Ahora bien, ¿qué une, si es que algo los une, a la bomba atómica en
Hiroshima, los lagers nazis, el archipiélago GULAG soviético, UMAP cu-

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46La lista ha sido confeccionada por Alberto Acereda en una nota titulada “Nicanor
Parra: Hacia una poética hispanoamericana de derechos humanos”. Hispamérica. Re-
vista de Literatura
, 93, 2002.

de Pablo Neruda, La paloma de vuelo popular (1958) de Nicolás Guillén,
Destierro (1961) de Antonio Cisneros, La isla ofendida (1965) de Manuel
del Cabral, Fuera del juego (1968) de Heberto Padilla, Los pobres (1969)
de Roberto Sosa, Homenaje a los indios americanos
(1970) de Ernesto Car-
denal, Los innombrables (1970) de Elvio Romero, o Informe de una injus-
ticia
(1975) de Otto René Castillo, por citar sólo algunos46.

De todos aquellos testimonios podemos concluir con estas palabras del
novelista japonés Kenzaburo Oé:

No tengo la osadía de pretender que todos los dramas humanos
de los que fui testigo en Hiroshima (aun cuando finalmente no he
hecho más que entreverlos con la mirada del viajero) – hasta los
más desesperantes– puedan ser convertidos en valores positivos,
pero al menos me permitieron, en muchas ocasiones distinguir
dónde se sitúa, entre los japoneses, la dignidad humana. /.../En Hi-
roshima, creo haber hallado claves para reflexionar de manera con-
creta en lo que es la autenticidad del hombre. Y también allí fue
que pude ver la impostura más intolerable cometida por el ser hu-
mano. Pero todo lo que vagamente discerní no es más que la parte
ínfima, que aflora en la superficie, de una cosa absolutamente mons-
truosa y terrorífica, todavía agazapada en las tinieblas (Oé 110).

118

Revista Pucara, N.º 23 (111-119), 2011

119

Derechos Humanos y literatura / Claudio Maíz

Bibliografía:
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batir la calvicie. Antología, Julio Ortega (compilador), Santiago de Chile:
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Reyes, Alfonso. “La crítica ateniense en la edad ateniense. La antigua
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Said, Edward. Cultura e imperialismo. Barcelona: Anagrama, 1993.
Todorov, Tzvetan. Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad

humana. México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1991.

Resumen
En el presente ensayo, la autora analiza la construcción de “lo argen-

tino” en textos de Jorge Luis Borges, y las representaciones de la ciudad de
Buenos Aires, en proceso de modernización, hacia las décadas iniciales del
siglo XX, en textos de Roberto Arlt. Estos cuentos son leídos en el contexto
de las disputas por un espacio en el campo literario argentino, en proceso
de autonomización, y de su incidencia en la definición del canon literario
de ese país en la primera mitad del siglo XX.

Palabras Clave: Literatura argentina, Boedo, Florida, canon literario, mo-
dernización, civilidad.

Summary
In this paper, the author analizes the construction of “argentinian” in

Jorge Luis Borges texts, and modernizing Buenos Aires city representation,
in Roberto Arlt short stories. The discussion context deals with the disputes
for a place in argentinian literary field —during its process of becoming au-
tonomous—, and its incidence in the construction of the literary canon in
that country, during the first half of 20th century.

Key Words: Argentinian literature, Boedo, Florida, literary canon, moder-
nization, civility.

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

121Aceptado: 15-10-2010.Recibido: 16-08-2010.

La modernización literaria en Argentina:
cuentos de Jorge Luis Borges y Roberto Arlt

The literary modernization in Argentina:
Jorge Luis Borges and Roberto Arlt´s short stories

Martha Rodríguez
Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador

e-mail: marodriguez@uasb.edu.ec

portación de materias primas agropecuarias y minerales, principalmente hacia
países europeos. No obstante, no podía hablarse aún de que existiera una in-
tegración nacional (sus economías y sociedades regionales se encontraban
poco vinculadas entre sí; en muchos casos, la comunicación y los intercam-
bios con el exterior habían crecido más que hacia el interior). Aun así, pronto
se transformaron las ciudades litorales y los puertos, así como las áreas pro-
ductoras. Mejoraron significativamente las comunicaciones por ferrocarril
(sobre todo en Argentina, Uruguay y Cuba, siguiéndoles de cerca Chile y
México), y el crecimiento demográfico transformó la configuración y las es-
tructuras sociales de varias capitales. Buenos Aires, en particular, figura entre
las urbes de crecimiento más acelerado en los años de transición de un siglo
al otro: de 664000 habitantes en 1895, pasó a 1300000 en 1914 (Zanetti 4).

Desde una perspectiva sociológica, la inmigración–desde otros países,
o desde áreas rurales, hasta ciudades más grandes–provoca importantes quie-
bres en los imaginarios sociales, así como cuestionamientos a la noción pre-
via de identidad nacional. Estos fenómenos se mostraron con violencia y
contraste en ciudades como Buenos Aires, durante los años los primeros de-
cenios del siglo XX.

Uno de los efectos de la modernización socio-económica, en el ámbito
cultural, fue la conformación de un campo literario, y la búsqueda de auto-
nomización del mismo. La noción de campo literario se refiere a un ámbito
simbólico de las sociedades modernas, en el que intervienen diversidad de
actores, y en la que se producen y circulan bienes ligados a la palabra escrita;
se dice que gana autonomía cuando consigue configurarse como una estruc-
tura independiente del estado y de otros poderes externos, y funcionar con
reglas propias en cuanto a producción y circulación de bienes (Bourdieu 28
y 327). Esta autonomización del campo literario iba acompañada de otros
efectos, visibles en las producciones literarias del momento: se gestaba, entre
tensiones, el surgimiento de una narrativa moderna.

El surgimiento de las narrativas del 20 al 50 es en parte el resultado de
los esfuerzos autonomizadores del campo literario, al calor de debates en
diferentes escenarios y con la mediación esencial de publicaciones como las
revistas culturales y los diarios. Este fenómeno se observó sobre todo en las
ciudades latinoamericanas de mayor crecimiento económico y demográfico,
con mayores requerimientos de especialización de sus trabajadores, inclui-
dos los letrados.

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

123

1. El contexto modernizador. Un campo literario en construcción
Al iniciar el presente ensayo, es necesario realizar algunas precisiones

conceptuales. La modernidad, en palabras del filósofo ecuatoriano Bolívar
Echeverría, es un fenómeno global y globalizador, iniciado hace varios siglos,
y que hace referencia al «carácter peculiar de una forma histórica de totali-
zación civilizatoria de la vida humana» (141). La base de la modernidad ca-
pitalista industrializada implica que las formas de ese modo de producción
configuran y condicionan las diversas manifestaciones del mundo de la vida.
En el caso de las regiones menos desarrolladas económicamente, la incorpo-
ración a estas dinámicas globales se realiza en condiciones de dominación y
dependencia, a través de cambios en diversos órdenes, denominados en con-
junto modernización. Estos procesos, conducentes a la transformación interna
de las sociedades para que estas adscriban al sistema mundial, requieren de
negociaciones, intercambios e imposiciones culturales, que son más acusados
y contradictorios en sociedades dependientes, como las nuestras.

La vida moderna se encuentra definida por ciertos rasgos distintivos,
entre los cuales se cuentan el progresismo (el paso de “lo atrasado a lo ade-
lantado”) y, en relación con éste, el urbanicismo. Según Echeverría, «la
constitución del mundo de la vida como sustitución del caos por el Orden y
de la Barbarie por la Civilización se encauza a través […] del proceso de
construcción de una entidad muy peculiar: la Gran Ciudad como recinto ex-
clusivo de lo humano» (152). Este rol central del urbanicismo en la moder-
nidad
capitalista explica las cifras de movilidad demográfica hacia los polos
de crecimiento económico; se relaciona también con los conflictos sociales
que han acompañado a estos eventos, y que se muestran en los cuentos que
se revisará más adelante.

En el presente ensayo voy a centrarme en representaciones –en cuentos
de Jorge Luis Borges y Roberto Arlt– del impacto cultural y de algunas con-
tradicciones surgidas durante los procesos modernizadores iniciados en Ar-
gentina desde fines del siglo XIX. El análisis de estos cuentos está precedido
de una reflexión sobre el papel de la postura estética de ambos escritores,
representantes de tendencias opuestas en disputa por el reconocimiento en
el campo literario de ese país.

A inicios del siglo XX, las naciones de Latinoamérica se encontraban
mejor organizadas y más estables que pocas décadas atrás, con hegemonía
de sus oligarquías liberales, y con economías nacionales orientadas a la ex-

Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

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47Borges escribe el ensayo “El Idioma de los Argentinos” en 1927, en defensa del
lunfardo. Más adelante, en “Las alarmas del doctor Américo Castro”, de 1941, denuncia
el “coloniaje idiomático” por parte de Academia Española de la Lengua, y propone a
la literatura argentina como la fuerza decisiva en el proceso de construcción de la cultura
del país. Concomitantemente, reorienta con ello el horizonte cultural y literario, apar-
tándolo de España y Francia, y dirigiéndolo hacia la cultura anglosajona. Es su versión
del cosmopolitismo, que sustentará sutilmente desde las mencionadas tribunas de la
prensa escrita y en su propia obra literaria, en las décadas del 30 al 50 (Cfr. Bordelois
y Di Tullio).

gundos, en particular, ejercían activismo político (eran socialistas, anarquis-
tas, marxistas): “Boedo se centraba en la ideología, Florida en el ideal esté-
tico, aquéllos elegían la narrativa como género, mientras que éstos daban
preferencia a la poesía; aquéllos eran populistas, éstos intelectualistas”
(Gnutzmann, 19). Entre los principales actores de “Florida” se contaban Jorge
Luis Borges, Leopoldo Marechal, Ricardo Güiraldes; activistas ligados a
“Boedo” fueron Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque. El es-
critor Roberto Arlt tenía vínculos ideológicos más estrechos con el segundo
grupo, así como mayor proximidad en el aspecto temático de su obra; sin
embargo, por algunos años se mantuvo cerca del primero (de hecho, Ricardo
Güiraldes fue quien apadrinó la aparición de su novela El juguete rabioso).

En lo estético, Roberto Arlt defendía el realismo, al igual que narrado-
res como Ricardo Güiraldes, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, entre
otros; defendían las vanguardias y, más adelante, la línea del cosmopoli-
tismo: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Mallea, Manuel
Mujica Láinez, Silvina Ocampo, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y José
Bianco. No obstante, la contienda no se reducía a lo estético: era también
política. La élite económica agro-exportadora y algunos sectores de la vieja
aristocracia criolla abanderaban la defensa de la corrección idiomática, bus-
cando resistir a la descomposición promovida por las lenguas francas de los
inmigrantes.

La batalla por la preservación purista del idioma fue impulsada, en lo
académico, por el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires,
creado en 1923 por inspiración de Ricardo Rojas; dicho Instituto basaba su
prestigio la preeminencia de los filólogos españoles Américo Castro, su di-
rector, y Ramón Menéndez Pidal. Vinculados a ella, varios actores de “Flo-
rida” se sumaron con fervor a las discusiones47; extendían así, al campo
literario, las restricciones y la normalización que, en lo social, se perseguía

124

Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

El periodismo, en particular, propició el surgimiento de nuevos mode-
los de intelectual, de estilos de escritura y de nuevas sensibilidades. Desde
1870 la prensa había crecido de manera espectacular: se editaban grandes
tirajes, los precios bajaron y aumentó la publicidad que los auspiciaba; todo
ello contribuyó a la conformación de un público lector, procedente sobre
todo de las clases medias que, con las políticas liberales, habían tenido ac-
ceso a la educación. El periodismo dinamizó, además, las tensiones y acer-
camientos (Zanetti 18) entre las facciones que integraban el campo literario,
y visibilizó actores, temáticas y estéticas antes inéditos.

En lo literario, durante las décadas de 1920 a 1950, en Latinoamérica
se dieron pasos decisivos en la búsqueda de crear culturas nacionales, en un
proceso que se denomina modernización literaria. Para definir lo que es una
literatura moderna, son válidas para la región las reflexiones del crítico Ale-
jandro Moreano respecto del Ecuador. Sostiene que las literaturas de la Co-
lonia y la República —hasta las dos primeras décadas del siglo XX— fueron
parte de una «actividad cultural enajenada» (54). Moreano resalta que, trans-
curridas varias decenas de años luego de la Independencia, la alienación
continuaba siendo «la atmósfera ideológica del pensamiento social y político
y de la creación literaria y artística.

Así, la retórica montalvina, a pesar de su bautizo liberal y ecuatoriano,
se nutrió siempre de los contenidos de la ideología aristocrática y de las imá-
genes de Francia o de la antigua Roma […]; la generación ‘decapitada’ per-
cibió sus vivencias como el desgarramiento existencial de una conciencia
extranjera» (54). Una literatura moderna es, entonces, una que atiende a te-
máticas propias, con personajes y formas ligados a las culturas nacionales,
en proceso de definición por aquellas décadas. En las décadas de 1920 y
1930 se busca definir, afanosa y a veces violentamente, cuáles eran los per-
sonajes representativos de un país, cuál su lenguaje, cuál su representación
en los textos literarios.

La Buenos Aires modernizada de los años 20 no fue ajena a estos deba-
tes. Se discutía cuál debía ser la nueva norma literaria —si las estéticas de
vanguardias, promovidas por revistas como Proa y Martín Fierro; o una li-
teratura de denuncia social, como la producida en torno a Los pensadores,
publicación denominada luego Claridad. Las mencionadas revistas fueron
escenario de discusiones teóricas, pero también se generaban prácticas al in-
terior de los grupos que las sustentaban: los de “Florida” y “Boedo”. Los se-

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La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

por su reflexión filosófica dentro de los textos literarios. En las décadas se
1930 y 1940 publicó en diversas revistas culturales y específicamente lite-
rarias (Alfar, Baleares, Criterio, Destiempo, Martín Fierro, Prisma, Proa,
Síntesis
) y co-dirigió otras tantas (Anales de Buenos Aires, Destiempo) (Cfr.
“Jorge Luis Borges...”). En la revista Nosotros publicó poemas e importantes
ensayos sobre literatura; en el diario La Nación, numerosos poemas, cuentos,
ensayos (varios reunidos posteriormente en Otras inquisiciones), textos de
crítica literaria (sobre Dante Alighieri y La Divina Comedia). No obstante,
su tribuna más importante fue la revista Sur, dirigida por una acaudalada re-
presentante de la burguesía porteña, Victoria Ocampo. Esta publicación —
que apostó desde 1931 por la cultura “alta” y la visión cosmopolita— fue
clave en el acercamiento entre las intelectualidades latinoamericanas, de
EE.UU. y Europa, así como en la promoción de selectos escritores argenti-
nos que compartían dicha perspectiva.

El papel de Sur resultó particularmente decisivo en la construcción del
nuevo canon; lo hizo bajo la égida del mismo Jorge Luis Borges, quien desde
inicios de los años 40 afirmaba ya su lugar en la esfera literaria argentina:
con el Premio Nacional de Literatura de 1941 por El jardín de senderos que
se bifurcan
, y el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escri-
tores (SADE) por Ficciones. El autor muestra una voluntad de participar ac-
tivamente en la definición del canon literario argentino, basado en su
particular noción de literatura, ya definida por él en esos años: la ficción im-
poniéndose sobre el referente de la realidad, y la perspectiva universalista
en menoscabo del localismo. Esta visión se explicita en sus numerosos en-
sayos y textos publicados en los mencionados diarios, revistas y magazines;
también figura ya, implícita, en diversos escritos de esa década: en su pró-
logo a La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares (1940), su Antología
de Literatura fantástica
(1940, junto a Bioy Casares y Silvina Ocampo) y
su Antología poética argentina (1941).

La propuesta estética de Roberto Arlt tuvo un recorrido más pausado,
menos esplendoroso y ganó menos reconocimientos en vida. El mexicano
Pedro Orgambide sostiene que «Arlt, en su literatura, no pintó la crisis ar-
gentina de 1930 sino la crisis más general que está vinculada a ella: la de un
estilo de vida» (Orgambide, citado por Ghergo, 1). Hijo de emigrantes po-
bres, el narrador y cronista, recibió críticas, en los años 20, a causa de su
falta de corrección idiomática. No obstante, mereció también la aclamación

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

127

con la imposición del habla castiza: era una política en desmedro de escri-
tores con el estatuto de migrantes o de descendientes de éstos.

Íntimamente ligado a la noción de corrección idiomática, se competía
por la legitimidad en un ámbito simbólico más amplio: el que definía al “ser
argentino”. En esta línea de defensa nacionalista, Jorge Luis Borges planteó,
a fines de los años 30, el «neologema de las ‘orillas’» (Cfr. Sarlo, 44-50).
Esta idealización del espacio y los habitantes de “los márgenes” (urbanos y
sociales) se vuelve un emblema identitario, en sustitución de la ciudad y el
país que ya no existían, que se habían esfumado en nombre de la moderni-
zación socioeconómica. Constituía casi un símbolo de la nueva estética: por
un lado reclamaba contener la esencia de “lo argentino”, por otro conjugaba
transgresión, novedad. El lugar y sus habitantes —los argentinos ‘viejos’,
en oposición a los hijos de emigrantes que reclamaban tal estatuto— son re-
tratados con nostalgia por el autor, en un momento en que gauchos y com-
padritos apenas constituían referentes de la realidad de entonces.

Los escenarios de estos debates respecto del nacionalismo eran diver-
sos: la Universidad, su Instituto de Filología, las tertulias, las múltiples re-
vistas y magazines culturales y literarias, los prólogos de los libros, la radio,
la prensa escrita. No obstante, los diarios jugaron un papel complejo en estas
disputas, dados su propio desarrollo y sus características diferenciales de las
revistas: la publicación diaria requiere de mayor número y diversidad de re-
dactores, persigue el favor de un público —sobre todo de clase media— que
por esos años se incorpora masivamente como lector —consumidor de ese
producto cultural. Los diarios, más que las revistas, propiciaron encuentros
entre miembros de los grupos de “Florida” y “Boedo”. Trabajaron como re-
dactores de El Mundo —junto a Arlt— el poeta Leopoldo Marechal (mar-
tinfierrista, pero también hijo de emigrantes europeos), Conrado Nalé Roxlo
y Horacio Rega Molina —ambos vanguardistas—, así como Alberto Ger-
chunoff. Estas coincidencias espaciales provocaron intercambios —como
la mencionada relación entre Güiraldes y Arlt—, paralelos a las manifesta-
ciones de ruptura entre ambos sectores del campo literario.

Una de las figuras descollantes de “Florida” fue, sin lugar a dudas, Bor-
ges. Si bien en la década de 1920 el autor introdujo el ultraísmo y defendió
la noción de “las orillas”, en la de 1930 trabajó ampliamente en la promoción
del cosmopolitismo como norma literaria. Desde esos años el prestigio del
autor fue en aumento: por su erudición, por su estilo cada vez más depurado,

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48Diario El Mundo llegó a vender más de medio millón de ejemplares el día en que
él publicaba su columna (Cfr. Ghergo 7).

de un numeroso público capitalino, que pertenecía a sectores populares y
emergentes, en particular a la clase media; ellos seguían con avidez las
“Aguafuertes porteñas”, la columna de diario El Mundo que Arlt sostuvo
entre 1928 y 194248.

El conjunto de la obra arltiana —cuentos, novelas, crónicas— consti-
tuye un acto de resistencia, tanto en los temas como en su lenguaje. El de-
nominado “anarquismo discursivo” de sus escritos potencia el carácter
desafiante de los temas y personajes, que traducían, tácita y expresamente,
su «menosprecio hacia el sistema cultural oficial». (Lindstrom, citado por
Ghergo, 7) Paradójicamente, hacia los años 30, ese mismo estilo descarnado
y mordaz, los tópicos, caracteres y situaciones propios de ‘la vida puerca’,
de la oscura cotidianidad bonaerense, fueron premiados con el favor popular.
Las “Aguafuertes porteñas” construyeron, para las décadas posteriores, un
fresco que revelaba las múltiples contradicciones internas de una cultura ur-
bana apenas inaugurada pero que mostraba ya las huellas de su crisis.

El particular estilo arltiano, como el de otros autores de la época, se
forjó en el periodismo, en un ejercicio recíproco que, a su vez, educó el gusto
de los lectores, aunque debieron transcurrir varias décadas para que a la cró-
nica le fuera reconocido un estatuto literario. Pero en su momento, las agua-
fuertes proporcionaron a su autor un nombre para negociar breves espacios
en un campo literario dominado por publicaciones fulgurantes como Nos-
otros y Sur.
El escritor fallece, en la pobreza, en 1942.

No obstante el precario reconocimiento desde la “alta cultura”, la pro-
puesta de Arlt fue revalorada pocos lustros después —ingresando con justi-
cia al canon literario latinoamericano. Como se dijo, más que un estilo ella
es una poética del desencanto de las promesas —no cumplidas— de la
misma modernidad que celebraban otros discursos contemporáneos. Su mi-
rada pesimista, desacralizadora, desprestigiadora de los órdenes de lo real
(socio-político), imaginario y simbólico (que incluye a lo literario), no podía
ser bien recibida por los intelectuales ligados a revistas como Sur. Al res-
pecto, el narrador argentino Tomás Eloy Martínez comenta un episodio, du-
rante una entrevista con Victoria Ocampo:

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Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

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La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

En algún momento del diálogo le pregunté por qué Sur nunca
había sido hospitalaria con la obra de Roberto Arlt. Me contestó
olímpicamente: ‘Porque Arlt no se acercó a nosotros’. Buscar el
centro, situarse junto al centro aunque uno camine por el costado:
tal era —y sigue siendo— la idea del poder en la literatura argen-
tina. Para Victoria Ocampo, como para muchos críticos y profesores
que son sus epígonos, el centro de la literatura no está en quienes la
hacen o la leen sino en los que vicariamente escriben sobre ella.

El mencionado texto de Tomás Eloy Martínez reafirma el plantea-
miento de que el canon literario —ya avanzado en su configuración, hacia
1950— es un campo de disputas eminentemente políticas:

El primer libro canonizado fue Martín Fierro, al que Ricardo
Rojas y Leopoldo Lugones compararon con el Mio Cid y la Chan-
son de Roland
. [...] Lugones situó a Hernández en el centro del
canon y Borges puso a Lugones en el mismo lugar, casi medio siglo
más tarde. [...] A él le preocupaba menos reivindicar a ese precursor
—ya vetusto y sin imitadores— que establecer su propia obra como
paradigma de lo que debía ser la literatura argentina.

[...] Para ello fue trascendente] la clase que dictó el 7 de di-
ciembre de 1951 en el Colegio Libre de Estudios Superiores, [...]
luego corregida por el autor y publicada en la revista Sur (enero-
febrero 1955) con su título definitivo: ‘El escritor argentino y la tra-
dición’. La clase era un acto de protesta contra el nacionalismo
peronista de aquellos años. Tendía a demostrar que el color local o
la inclusión de ciertos ‘rasgos diferenciales’ no eran suficientes para
definir un libro como argentino. Según Borges, La urna de Enrique
Banchs, en la que improbables ruiseñores se asoman a los suburbios
de Buenos Aires, es una obra tan argentina como Martín Fierro.
‘Nuestro patrimonio es el universo’, dictaminaba, con razón. Aun-
que la conferencia ocupa sólo siete páginas de las Obras Completas,
influyó sobre la literatura argentina posterior con más énfasis que
ningún otro instrumento teórico o ejercicio narrativo.

Tan trascendente fue, que terminó por zanjar la disputa entre realismo

49Estos cuentos de Borges muestran la fluctuación histórica de las tensiones entre
bonaerenses y gauchos; en algunos, ellas han desaparecido ya, y los gauchos pueden
constituirse, junto a los orilleros, en los representantes máximos de la identidad argen-
tina (Cfr. Borges, “El indigno”, en El informe de Brodie, 32).

y cosmopolitismo como la norma literaria canónica en ese país. En los años
50, Borges es ya ampliamente reconocido como árbitro en este debate, y va-
rios narradores que escribieron en Sur —como Ernesto Sábato, quien publicó
en ella su novela El Túnel; y Julio Cortázar— tendrían poco después un re-
conocido lugar en Latinoamérica, en el contexto del nuevo fenómeno pu-
blicitario-literario de los años 60 denominado el boom.

2. Dos actores del campo literario argentino de la década del 30 y sus
cuentos

Jorge Luis Borges (1899-1986) es autor de El informe de Brodie
(1970). No obstante, su año de publicación, el libro reúne textos que se am-
bientan en las áreas rurales argentinas de fines del siglo XIX —“La intrusa”
y “El Evangelio según Marcos”—, y representan adecuadamente tensiones
y conflictos propios de la modernización socio-económica. Sus personajes
son campesinos —hijos de inmigrantes extranjeros—, asentados desde ge-
neraciones anteriores en una pampa que poco a poco había sido despoblada
de gauchos49.

El narrador postula que en “La intrusa” se cifra “un trágico cristal de
la índole de los orilleros antiguos” (Borges 17-18). El retrato nostálgico de
estos orilleros se construye a partir de la descripción de sus oficios, sus
bienes, sus lujos; sobre todo, del carácter moral de los hermanos Cristián y
Eduardo. Ellos eran “calaveras”, sí, pero representaban ante todo el coraje
y la solidaridad a muerte —valor máximo, a ejercerse exclusivamente entre
hombres. Su machismo incuestionable, férreo, era un rasgo connatural: «en
el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera
importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamora-
dos [de la mujer que Cristián llevó a casa]. Esto, de algún modo, los humi-
llaba» (20-21).

Esta solidaridad, el amor fraterno —y la lealtad a él— justifican ple-
namente el crimen conjunto de la mujer, llegada solo para producir incordio
en la vida cotidiana y la relación entre los dos hermanos. Se trata de un

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Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

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La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

mundo ancestral y salvaje, constituido a partir de valores exclusivamente
masculinos, sin espacio para la mujer. El crimen tiene otro cariz, forma parte
de una ontología, de una condición del ser del “argentino viejo”. No opaca
en absoluto la positiva percepción respecto de los orilleros.

No obstante, se revela también una percepción elitista, de clase, en el
narrador de “El Evangelio según Marcos”. Este se refiere a los gauchos con
cierta sorna: son analfabetos, desconocen lo que es una guitarreada, carecen
casi de lenguaje y de memoria. En el caso concreto de la familia Gutrie, po-
seían, en peligrosa simbiosis, «como rastros oscuros, el duro fanatismo del
calvinista y las supersticiones del pampa» (128).

El cuento representa, actualizadas, las decimonónicas tensiones entre
la capital, sede de la civilización (con el colegio inglés, la facultad de medi-
cina, la ciencia, los saberes diversos que circulan en las urbes), y la barbarie
rural. En el presente texto, la condición salvaje es capaz de tomarse como
revancha la vida del estudiante citadino, asesinado en un oscuro ritual con
tintes religiosos. El emisario de la urbe es castigado por su desconocimiento
de aquella condición “primitiva”, de la superstición y el oscuro fanatismo
del hombre rural. El narrador no presenta ningún posible puente o espacio
para el diálogo entre el mundo bárbaro del campo y la condición letrada,
cuyo ámbito natural –y su único espacio de existencia– es ahora la urbe.

Una similar lectura de la oposición civilización/barbarie es la que pre-
senta “Ragnarok”, cuento incluido en El hacedor (1960). La historia narrada
resulta ser un sueño —que, como es usual, busca “explicar el horror que
sentimos”—, en el que un conjunto de intelectuales elige a las autoridades
de la Facultad de Filosofía y Letras. En ese instante “los dioses” antiguos
irrumpen, luego de un “destierro de siglos”; sus atributos revelan su anima-
lidad (garras, picos), y su cloquear denota que olvidaron el habla: «siglos
de vida fugitiva y feral habían atrofiado en ellos lo humano […] Frentes
muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chino y belfos
bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica» (Borges 47).
Pero el poder de la letra se impone sobre la condición salvaje, triunfa sobre
la animalidad y la ignorancia, en el espacio por excelencia de la civilización,
la urbe, y, dentro de ella, la moderna “sede del saber”: la universidad. Adi-
cionalmente, se cifra un cierto desprecio por los habitantes pobres de las ori-
llas: «Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino
al lujo malevo de los garitos y de los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba

50La civilidad, de acuerdo al médico y sociólogo alemán Norbert Elías (1897-1990),
desde sus orígenes fue sobre todo herramienta de supervivencia en un entorno social y
de relaciones humanas que había abandonado su fundamento en la violencia física para
asentarlo en “las intrigas, las luchas que se libran con palabras y en las que se deciden
asuntos de carrera y de éxito social. Estas exigen y fomentan propiedades distintas […]:
reflexión, cálculo a más largo plazo, autodominio, regulación exacta de las propias emo-
ciones, conocimiento de los seres humanos, y del medio en general” (Cfr. Elías, 483).

una prostituta, tengo prontuario y moriré con las espaldas desfondadas a ba-
lazos, mientras tú te casarás algún día con un empleado de banco o un sub-
teniente de la reserva» (116). Aquellas vidas están cercadas, no por elección
propia, sino por inscribirse en un orden social que no contempla espacio
más allá de las normas de la civilidad50, del respeto a la propiedad privada,
de las reglas de una economía que cambia, crece y deja de mirar hacia el in-
terior del país.

Estos hombres, recluidos en lupanares o en tienduchas, permanecen
inmóviles y mudos hasta que, sin motivo aparente, revelan su agresividad
contenida, de fieras enjauladas: «Y es que todos llevamos adentro un abu-
rrimiento horrible, una mala palabra retenida, un golpe que no sabe dónde
descargarse […], porque en la noche sucia de [nuestra] pieza el alma [nos]
envasa un dolor que es como desazón de un nervio en un diente podrido»
(125). Habitan los extramuros, no por voluntad propia, como se dijo, sino
para evitar la violencia que ésta emplea para excluirlos; para librarse de
la reclusión, de la cárcel que la Ley les tiene dispuesta. Sin embargo, no
apartan su interés respecto de aquel mundo ‘otro’, al cual tienen prohibido
el acceso: a cada forastero que llega interrogan sobre las novedades allá;
entre tanto,

Si se habla es de cacerías de mujeres en el corazón de la ciu-
dad, su persecución en los clandestinos de extramuros donde se
ocultan; si se habla, es de riñas con bandas enemigas que las han
raptado, de asaltos, de emboscadas, de robos, escalamientos y frac-
turas. Si se habla es de viajes en transportes nacionales a ‘la tierra’,
si se habla es de la cárcel […], de los procedimientos de los jueces,
de los políticos a quienes están vendidos, de las pesquisas y sus fe-
rocidades, de interrogatorios, careos, indagatorios y reconstruccio-
nes, si se habla es de castigos, dolores, torturas, golpes sobre el

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Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga […] eran
taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y […], si nos
dejábamos ganar por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos» (47).
Los letrados disparan sus revólveres para conjurar este amago de rebeldía,
y eliminan a los dioses antiguos, ya desplazados en la realidad por la civili-
dad y la modernización.

Para Borges, entonces, la ortodoxia idiomática era un rasgo no nego-
ciable de la condición letrada; tanto como lo era para la configuración de la
identidad nacional, el dotar de prestigio a la imagen del “criollo viejo” —
por ejemplo, Evaristo Carriego—, para «inscribir ‘las orillas’ en una línea
que las librara del tango y del suburbio guarango» (Sarlo 46). Una noción
aristocratizante del “ser argentino” rondaba estos planteamientos; era lo que
los de “Boedo” criticaban en los de “Florida”.

En contraste con esta postura, el descendiente de inmigrantes Roberto
Arlt (1900-1942) realiza una apuesta por una “cultura de retazos” basada en
un conjunto de saberes no avalados por la universidad (Cfr. Ibíd., 55-59).
Condena la modernización de las urbes, a las que representa como espacios
del crimen, de las aberraciones morales, del mal. Condena, asimismo, su ca-
rácter excluyente respecto de los pobres, su perversa configuración del ha-
bitus de los nuevos ciudadanos. Como muestra de estos planteamientos
tenemos dos narraciones cortas: “Las fieras” y “Pequeños propietarios”.

En una estética que recoge la influencia del expresionismo alemán, “Las
fieras” presenta a varios personajes —prostitutas, ladrones, violadores, ase-
sinos—, que habitan los márgenes de la ciudad. Este tropos, en Arlt, carece
del romanticismo de las “orillas” de Borges: son antros del mal, separados
del mundo por mucho más que «el espesor de la vidriera que da a la calle,
[por donde circulan] las mujeres honradas del brazo de hombres honrados»
(Arlt 128). De manera inapelable, aquellos seres están señalados por el si-
lencio y por la inminencia de ser víctimas o autores de algún crimen. Son
vidas acorraladas, sin futuro, entes sin capacidad de reflexión, excepto el na-
rrador: «camino como un sonámbulo y el proceso de mi descomposición me
parece engastado en la arquitectura de un sueño que nunca ocurrió» (115).

Él dirige su discurso a una antigua amante, a la que jamás encontrará
a pesar de que ambos habitan en la misma ciudad, ya que las marcas sociales
de ambos constituyen un abismo insalvable, de exclusión mutua: él y ella
acaso sigan siendo iguales, «con la diferencia, claro está, que yo exploto a

133

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

Ciudad: «Antes de convertirse en un arte aprendido individualmente y prac-
ticado privadamente, la civilidad debe ser una característica del entorno so-
cial. El entorno urbano debe ser ‘civil’ para que sus habitantes puedan
aprender las difíciles destrezas de la civilidad» (Bauman 104).

En “Pequeños propietarios”, se relatan aspectos de la convivencia de
dos matrimonios vecinos, dueños al fin de sus casas respectivas en un barrio
del arrabal. Aun salvando las proporciones, su estatura moral no se distancia
demasiado de aquélla de los protagonistas de “Las fieras”. El aprendizaje
de la civilidad realizado en la urbe implicaba, entre otros aspectos, el ocul-
tamiento del “odio que [las vecinas] no podían enrostrarse, la casi repulsión
que las separaba” (108). Implicaba asimismo la justificación —paradójica-
mente en nombre de “la moral”— de las mutuas traiciones, del carácter feraz
del barrio. Es así como, valiéndose de similar recurso, la Ley escrita, ambos
se acusan de violarla en lo relativo a las normas de construcción. En esos
contextos, la Ley se convierte en un instrumento de venganzas, de expresión
de las miserias personales, puesto que los “pequeños propietarios” se han
acogido al contrato social que propone la modernización urbana.

En una línea de reflexión cercana a la de Arlt, aunque con menos ironía
y brillantez, “Mandinga” de Elías Castelnuovo (Montevideo, 1893 - Buenos
Aires, 1980), evidencia el interés del autor por representar a personajes mar-
ginales, cuyas taras constituyen una acusación a la sociedad que los expulsa
del ámbito civil, del imperio de la Ley, de la salud y el orden. Todavía con
apelaciones a la estética naturalista, el realismo de Castelnuovo da espacio,
sin embargo, a la subjetividad de los personajes infantiles, asilados en un pre-
sidio que, retóricamente, anuncia que ejerce la educación con el objeto de “re-
formar” a los internos. El lugar se encuentra muy apartado de la capital, y es
el sitio idóneo para que los asilados —todos menores de edad, todos con an-
tecedentes penales— literalmente se coman unos a los otros, en réplica de lo
que la sociedad ha hecho de ellos, en el corto lapso temporal que han vivido.

Este cuento evidencia las aficiones “cientifistas” del autor, que se corre-
lacionan con la diversidad de oficios que desempeñó en su juventud; muestra
sus habilidades para las descripciones y clasificaciones taxonómicas; hace
gala de conocer el determinismo biológico, y realiza una suerte de elogio de
la locura: todo ello de cara a sancionar la exclusión que la sociedad ejerce
respecto de esos jóvenes. Ese conjunto de elementos son valiosos recursos
formales del narrador para presentar el caso de Mandinga, niño descrito con

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

135

rostro, puñetazos en el estómago, retorcimiento de testículos, pun-
tapiés en las tibias, dedos prensados, manos retorcidas, flagelacio-
nes con la goma, martillazo con la culata del revólver…, si se habla
es de mujeres asesinadas, robadas, fugitivas, apaleadas… (125).

Apenas hablan, ya que hasta la palabra les recuerda su condena, su ex-
trañeza del mundo “normal”, de aquellos que “no-son-fieras”. En cierto
modo, van renunciando al lenguaje, como los “dioses antiguos” que retor-
naron en “Ragnarok”, la pesadilla de Borges.

Hay un cierto orgullo cuando se consigue burlar al mundo oficial, mo-
dernizado, de instituciones sofisticadas e implacables: los relatos de esos
anti-héroes constituyen «fabulosas memorias, fiestas de traficantes polacos
y marselleses, rufianes grasientos como fardos de sebo, e implacables como
verdugos [que] despreciaban profundamente los países donde medraban, les
escupían en la cara a los empleados de policía inferiores, y compraban a los
jefes políticos con cheques que firmaban guiñando un ojo socarronamente»
(120). Para Arlt «la ‘vida puerca’ es la otra cara de este delirio tecnológico
y, también, la otra cara de la ciudad moderna» (61).

El siguiente relato, “Pequeños propietarios”, no tiene como personajes
a individuos del hampa, sino a simples habitantes de los nuevos y pequeños
barrios urbanos. Las dinámicas urbanas en el fondo traslucen un proceso —
orientado por las instituciones de poder— para administrar la violencia en
las interacciones (entre ciudadanos; entre éstos y las instituciones), más que
para erradicarla. Las estrategias para ello pueden implicar la eliminación de
los individuos no funcionales (como “las fieras”) o su incorporación al con-
trato social; esto se logra mediante la educación en las normas de ciudadanía,
en su aprendizaje de la civilidad.

Así entendida, la civilidad resulta ser un mecanismo de normalización,
de asimilación de ciertos modos de comportamiento social que priorizan «las
convenciones de estilo, las reglas del trato, la modelación de los afectos, la
valoración de la cortesía, la importancia del bien hablar y de la conversación,
las matizaciones del lenguaje…» (Elías 83-84). El abandono de la violencia
explícita (física) por otra más sutil (disuasiva) ha resultado indispensable para
el ordenamiento, educación y control de las poblaciones que habitan las ciu-
dades, sobre todo en los períodos de gran crecimiento demográfico. Desde
hace más de un siglo el lugar por excelencia para su aprendizaje es la Gran

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Arlt, Roberto. Cuentos completos. Buenos Aires: Losada, 2002.

La modernización literaria en Argentina: / Martha Rodríguez

137

rasgos de “bicho”, de “alimaña”, de “animal montaraz”, que finalmente ase-
sina a un recién llegado al reformatorio, un pequeño de cinco años, para co-
merse sus ojos.

He revisado en este ensayo algunos aspectos vitales de dos autores que
escriben en el contexto de las disputas por la legitimidad y la preeminencia
en un campo literario en proceso de autonomización. Los cuentos seleccio-
nados consiguen representar las tensiones que la ciudad modernizada pro-
piciaba en las décadas finales del siglo XIX y en las primeras del siglo XX.
Desde diferentes puntos de vista, describen situaciones e individuos que ha-
bitaban en “los márgenes”: de las ciudades, de los códigos civiles y morales
y de las instituciones estatales modernizadas —instancias todas que exclu-
yen a los débiles y pobres de las grandes urbes, sancionándolos con el rigor
represor de la Ley.

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Piedra de Sol: Un peregrinaje desde el cosmos al
hombre - Octavio Paz (1957)

The Sun Stone: A pilgrimage from cosmos to man
Octavio Paz (1957)

María Eugenia Moscoso
Universidad de Cuenca, Ecuador

e-mail: memoscoso47@hotmail.com

Resumen
Su reflexión está atravesada por un profundo conocimiento del hombre,

del mundo y de la vida y por su enorme inspiración, elementos que posibilitan
una obra fecunda y sugestiva en variados géneros: poesía, ensayo, crítica.

Piedra de Sol, el más grande poema de Octavio Paz, aborda los grandes
temas de la lírica occidental: la pareja y la presencia amorosa como trasunto
de un “cuerpo de luz”, el peregrinaje del hombre, la mujer y su simbología,
el tiempo, la historia, el ciclo vital. Enorme expresividad y gran proyección
metafórica reviste a esta sostenida como elocuente composición poética. Su
simbología está esculpida en el borde de aquella monumental piedra recu-
bierta que para los mexicas, aztecas o nahoas se traduce en su calendario:
Piedra de Sol -entendida como la fusión del mundo cósmico.

Este enorme poema se ubica entre la experiencia original del poeta en
su acto de creación y la ulterior experiencia del crítico en su acto de recre-
ación. Paz habría dicho: “Es este el lugar en el que se encuentran la poesía
y el hombre”.

Palabras Clave: Piedra, sol, mundo, hombre, Paz.

Summary
His reflection is traversed by a deep knowledge of man, world and life.

His inspiration brings elements that make it possible a very wide and sug-
gestive work in several genres: poetry, essay, and critic.

The Sun Stone, Octavio Paz´s most significant poem, deals with the
central topics of the western lyric: the couple and the lovable presence as a

Piedra de Sol / María Eugenia Moscoso

139Aceptado: 09-01-2011.Recibido: 10-08-2010.

__________. El jorobadito. Barcelona: Bruguera, 1981.
Borges, Jorge Luis. El informe de Brodie. Madrid. Alianza, 1974.
__________. El hacedor. Buenos Aires: Emecé, 1960.
Castelnuovo, Elías. Larvas. Buenos Aires: Editorial Cátedra Lisandro

de la Torre, 1959.

Revista Pucara, N.º 23 (121-138), 2011

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de potencia y enlace con los seres superiores; y sol: –como sustantivo mas-
culino– es lo celestial, el astro luminoso, el centro de nuestro sistema pla-
netario, el movimiento, núcleo de vida y de muerte, de sequía o de fertilidad,
de ligereza y de luz, que esclarece con particular intensidad las aspiraciones
significativas de este poema, desde esa capacidad conceptual que conlleva
toda denominación y, en particular ésta que da nombre al poema. En la po-
esía de Paz destacamos –a manera de un juego léxico, simbólico y estético–
un sintagma invertido en sus dos componentes:

en la explanada vasta como el sol
reposa y danza sol de piedra, (el resaltado es mío)
desnudo frente al sol, también desnudo,

(Paz, Libertad bajo Palabra 142).

En la amplia dimensión conceptual propuesta en palabras de Ramón
Xirau, se incrementa la significación poética de Piedra de Sol «es un poema
cíclico que con el mito de la creación y de la re-creación, permite, a la vez,
entender dentro de un todo unitario y fluvial la caída del hombre y de su
mundo; también su renovación y purificación» (Murillo 188).

Piedra de Sol –es un texto poético que destaca un potencial de elevado
valor simbólico y mítico en la cultura mexica– como culto al sol encuentra
relación con el Uxmal-instaurado por la cultura maya como el lugar en
donde el sol a través de la piedra es centro del conocimiento astronómico,
religioso, cosmogónico y cosmológico. Venus –como astro o planeta– se ca-
racteriza por su feminidad, por su belleza singular y erotismo, por su enorme
poder de destrucción y muerte heredados desde culturas ancestrales de
Oriente, como figura que emerge del mar y de la espuma. Su «estructura
circular», según José Emilio Pacheco (136) da cuenta de la intención del
poeta por entretejer los ciclos del sol y de Venus a lo largo de este gran
poema, designando como ya lo hiciera Guillermo Sucre “poesía solar”, para
designar la fijación de la luz y de su profundo esplendor. Es preciso registrar
que este gran poema «es un himno al ciclo de Venus en su viaje de aparicio-
nes y desapariciones alrededor del sol» (Murillo 187) con un penetrante
valor –casi cabalístico– en los números y en las cifras.

Del tema de Venus y de la reiterada presencia femenina (Melusina: ser-

Piedra de Sol / María Eugenia Moscoso

141

reflection of a “body of light”, man´s pilgrimage, woman and her symbo-
logy, time, history, and the vital cycle. This sustained and eloquent poetic
composition is covered by enormous expressivity and a great metaphoric
scope. Its symbology is sculptured on the edge of that giant wrapped stone
that the Mexicas, Aztecs or Nahoas regarded as their calendar, The Sun
Stone
, which was understood as the fusion of the cosmic world.

This enormous poem is conveyed into a media episode between the
original experiences of the poet in his act of creation and the ulterior expe-
rience, as a critic, in his act of recreation. Paz would have said, “It is the
place where poetry and man meet”.

Key Words: stone, sun, world, man, Paz.

***

La significación que su título comporta, destaca en el cosmos la pre-
sencia y la unión desde los opuestos: el frío y el calor, la opacidad y la luz;
al estar enlazado este sintagma por la preposición “de”, otorga al sustantivo
de la posesión ese sentido especial de pertenencia y de caracterización: “pie-
dra de sol”; –la piedra y el fuego– nos recuerda igualmente, aquella expre-
sión que designa a la pirámide de Egipto “llama petrificada”, denominación
en la cual el adjetivo que lo califica atribuye al nombre una esencia contra-
puesta y establece, por tanto, una relación entre contrarios.

En esta perspectiva, la obra poética de Octavio Paz expresa en conjun-
ciones y disyunciones la “petrificación de la llama” como una confrontación
entre el fuego celeste y la dureza del diamante. La presencia de los contrarios
se refuerza y, aquello que antes era agua fluida se torna piedra, sequedad e
impotencia de laberinto. Este motivo –de enorme vitalidad y reincidencia
en la poesía de este Nobel de la literatura mexicana– rescatado de culturas
primigenias, facultan la confrontación del tiempo con el sol –a manera de
espiral– para producir renovados ciclos como son, entre otros el día y la
noche, el invierno y el verano, el cenit y el solsticio.

Desde la perspectiva gramatical y semántica de los elementos integra-
dores del poema: destacamos piedra –como sustantivo femenino– es lo te-
rrestre, es sustancia dura, de gran peso, lo estático, la opacidad, la irradiación

Revista Pucara, N.º 23 (139-146), 2011

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salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,… (85).

Estructuralmente, el poema está conformado por 584 endecasílabos,
cifra que conlleva un valor específico, determinado por la relación entre
Venus con la Tierra y su encuentro con el Sol, al cabo de 584 días. Octavio
Paz retoma esta proyección astronómica en su poema y permite que, el inicio
integrado por seis versos de los 584, se repitan al final como un cierre del
ciclo planetario, indicio de la permanente dualidad de apertura-cierre y del
principio-fin de la totalidad.

Los cortes asumidos en blanco, no marcan el inicio o final de una estrofa,
sino tan solo pausas o momentos de inflexión introducidos a través de aposi-
ciones, de oraciones yuxtapuestas que permiten el libre juego del inicio y del
término; ello permite acceder a un carácter circular que aspira a ser el ciclo
del planeta Venus, como un movimiento continuo que se detiene en el instante,
cuya percepción a través de reiterados versos endecasílabos libres, imprime
un ritmo particular. De esta manera, y por medio de todas sus oposiciones,
interacciones y correspondencias, el poeta busca la unidad esencial del mundo
y, por tanto, esa unidad de palabra y mundo que se traduce en un homenaje a
Venus por su iluminada presencia matutina y vespertina y su intensa repre-
sentación del amor y de la vida, denominada “puerta del ser” y a la vez acceso
a la “otredad”, a la otra voz, a lo otro, presente desde siempre en la poesía:

no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total… (82).

En Piedra de Sol, según José Emilio Pacheco, Venus es la estrella que
preside la eterna conversión de la noche en día y del día en noche. Al presidir
cada instante faculta una red de polaridades en las que la belleza y la luz es-
tarán siempre presentes. Murillo nos ratifica sobre lo dicho: «Polaridad-uni-
dad en la totalidad…Caminos constantes de interpretación del universo»
(190). El mismo Octavio Paz en la edición inicial de este poema sostiene:
«Esta dualidad (Lucifer y Vésper) ha dejado de impresionar a los hombres
de todas las civilizaciones que han visto en ella un símbolo y una cifra o una
encarnación de la ambigüedad esencial del universo» (Paz 43-44).

Piedra de Sol / María Eugenia Moscoso

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piente, tigre, venado, imágenes victimarias: copa de sangre, filo de la espada)
se desprenden los temas de los contrarios complementarios (el Ying y el
Yang) la luz, el espejo, el agua y el reflejo, el instante como plenitud en la
inmensidad del tiempo, elementos conceptuales que han de repetirse una y
otra vez en el poema:

todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante…

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),… (80-84).

La aparición de la mujer es reiterada en el poema: la de Melusina se
traduce en una presencia total, todas a una: es amante, es madre, es hija. En
veces, asume el poeta una proyección anónima en el acto carnal, una dimen-
sión subversiva y revolucionaria, muy surrealista como apunta Pere Gimfe-
rrer. Todo poema y este, en particular, persigue “la búsqueda de la plenitud
del propio ser en el instante amoroso”. Para ello, el amante ha de realizar
un doble recorrido, tanto por el mundo como por el cuerpo de la amada:

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,…
voy por tus ojos como por el agua,…
voy por tu frente como por la luna,…
voy por tu vientre como por tus sueños,… (79).

La presencia de los astros –no solo en lo espacial, sino particularmente
en la dimensión temporal– posibilita una red de polaridades presididas por
la belleza y por la luz. En esta proyección, con los ciclos alternados y con
los pares de contrarios, se constata la búsqueda de unidad en el cosmos y
la ratificación del tiempo circular, tal como se aprecia en la composición
poética:

no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total… (82).

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lación de la verdad universal. Entonces, en su poesía se produce una consus-
tanciación con el otro, busca identidad, coincidencia, comunión y ello alimen-
tado por el contrapunto, por la búsqueda de contrarios, por el lenguaje
paradójico que se unimisma y distancia en el sueño, en el amor, en la muerte,
en el tiempo, arquetipos que conforman nuestra esencia y nuestra razón de ser.

Como una revelación de la condición humana, entendemos su ex-
periencia poética, como un trascender incesante, instancia en la que reside
precisamente su esencial libertad. Su poesía es una cantera que emana con-
ceptualidad, en tanto sus conceptos emanan poesía. Piedra de Sol –el
más grande poema de del Nobel mexicano– aborda los grandes temas de la
lírica occidental: la pareja y la presencia amorosa como trasunto de un
“cuerpo de luz”, el peregrinaje del hombre, la mujer y su símbología, el
tiempo, la historia, el ciclo vital. Enorme expresividad y gran proyección
metafórica reviste a esta sostenida como elocuente composición poética.
Según Pere Gimferrer: «la iluminación seca del Zen o del clímax amoroso,
esta revelación es, precisamente, uno de los núcleos motores de Piedra de
Sol
y de toda la obra poética de Octavio Paz» (28).

Piedra de Sol es uno de sus tres enormes poemas traducido desde un
hecho mediático entre la experiencia original del poeta en su acto creador y
la experiencia ulterior –la del crítico– en su acto recreador. Hemos recre-
ado pues, una poesía singular, confirmando aquello que diría el mismo Paz:
«el poema es el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre» (26).

Piedra de Sol / María Eugenia Moscoso

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La sensibilidad humana dependerá del sol, de las cosmogonías y cos-
mologías milenarias de la historia e igualmente estarán atados a él con un
marcado desciframiento de los mitos, de los códigos y de los símbolos que
entrañan un exultante matiz lírico. Venus comporta una simbología especial,
una cifra y se presenta como una encarnación del universo. Igualmente, su
simbología está esculpida en el borde de aquella monumental piedra recu-
bierta que para los mexicas, aztecas o nahoas se traduce en su calendario:
Piedra de Sol, entendida como la fusión del mundo cósmico.

Carlos Magis –en el poema analizado– destaca «el goce de la posesión
del otro y la angustia de la alienación por el otro» (219). La presencia e in-
fluencia de Venus como planeta se caracteriza por un poder femenino y de
belleza singular a la vez que por un poder de destrucción y de muerte. Su
erotismo trasciende desde la Grecia clásica y las culturas orientales. En Pie-
dra de Sol
se destaca la presencia de la segunda persona femenina “tú” que
asume potencialidades adversas como favorables que vienen del mar y de
la espuma y que cubrirán el cuerpo entero de Venus. En esta perspectiva, se
destaca el diálogo penetrante y envolvente entre el yo lírico y la mujer de
todos los tiempos y los espacios:

voy por tu cuerpo como por el mundo (79).

Al final del poema, el yo lírico tras haber logrado la exaltación del ser
y la eclosión de la naturaleza en el instante, anula la sensación de fijeza, de
detención y vuelve el fluir temporal, retomando los versos iniciales, que
serán ahora los de cierre:

un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado más danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre: (86).

Octavio Paz –el gigante de la literatura: de la poesía, del ensayo, de la
crítica advierte– en ello se encarna su poética- que su reflexión filosófica, su
metafísica se configura en la búsqueda de su propia verdad que se torna reve-

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Resumen
María Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857) fue una poeta ecua-

toriana de un espíritu rebelde y apasionado que desafió los valores clasistas,
racistas y patriarcales heredados del colonialismo español. Sus poemas ro-
mánticos se caracterizan por su intensidad, cada verso crea un espacio po-
ético, subjetivo donde puede expresar su propio deseo. Los pocos poemas y
panfletos, que sobrevivieron la corta y tempestuosa vida de la poeta, cantan
al amor, al desencanto y a la traición. Además sus versos revelan su sufri-
miento y su soledad: Dolores Veintimilla fue una mujer víctima de su
tiempo. Los panfletos que escribió en defensa del indio Tiburcio Lucero die-
ron origen a una campaña calumniadora que terminó por llevarle al suicidio.
Su vida fue una vida desgarrada entre su querer ser y la realidad social que
le tocó enfrentar. Su carácter combativo la califica entre las mujeres más po-
lémicas del Ecuador, pues fue una ardiente defensora de la igualdad social
y de la abolición de la pena de muerte. Sus obras románticas son un legado
de su lucha contra los valores patriarcales del siglo XIX en Ecuador.

Palabras Clave: Ecuador, romanticismo, patriarcado, poeta, feminista, Do-
lores Veintimilla.

Summary
María Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857) was an Ecuadorian

poet who challenged the class-ist, racist and patriarchal values inherited from
colonial times. Her romantic and intense poems created a subjective poetic
space where she could express her own desires, resist female stereotypes,
and construct her own identity. The few poems and pamphlets that survived

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

147Aceptado: 3-11-2010.Recibido: 18-10.2010

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Revista Pucara, N.º 23 (139-146), 2011

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla
The Romanticism by Dolores Veintimilla

María Elena Grijalva
e-mail: grijalvabarba@yahoo.ca

51Sobre el conflicto en la expression romántica femenina Susan Kirkpatrick dice
que: «Romantic elaboration of a language of subjectivity was contradictory: on the one
hand, the new aesthetic movement seemed to encourage women’s participation by va-
lorizing feeling and individuality, but on the other hand, women found it difficult to as-
sume the many attributes of Romantic selfhood that conflicted with the norm tying
feminine identity to lack of desire…Women writers’ solutions to this dilemma both
revised the gender exclusivity of the paradigmatic Romantic self, creating a female Ro-
mantic tradition, and exposed the inadequacy and the oppressive nature of the domestic
angel as the model of feminine subjectivity» (Las Románticas, Kirkpatrick, 10-23).

primera parte se verá en especial su poesía, espacio íntimo donde la voz po-
ética explora la pasión y la sensibilidad más allá de las barreras establecidas
por los hombres y la religión. La segunda parte es un análisis de los panfletos
en defensa del indio Tiburcio Lucero, en este documento se denuncia la pena
de muerte, develando la realidad clasista, racista y machista de la sociedad
ecuatoriana

Cabe señalar que para la poeta, Dolores Veintimilla, resultó más bien
problemático escribir poemas que hablan del amor, de la pasión y de los sen-
timientos en una sociedad donde la religión y los hombres valoraban la pa-
sividad y el recato femenino. Asimismo dentro del género romántico era
conflictivo para una poeta expresar su amor cuando la mujer era la musa, la
diosa, y, por ende, la receptora de la pasión masculina. Con esta visión social
y literaria de lo que es ser femenino podemos imaginarnos las trabas y limi-
taciones que tenía una mujer para expresar sus sentimientos51.

Pues en el siglo XIX la Iglesia, institución a cargo de diseminar los
valores culturales y sociales de la nación ecuatoriana, idealizó a la mujer
en las cualidades de la Virgen María, como bien lo describe Gladys Mos-
coso: «La constante del pensamiento patriarcal de esa época se traduce en
la exaltación sublimizada de la mujer, colocándola a niveles cuasi divinos
que implican por cierto la negación de la sexualidad y la consiguiente exal-
tación de su virginidad y castidad» (88-89).

Si bien Gladys Moscoso se refiere al período garciano, encuentro que
esta cita resume de manera concisa el pensamiento post-colonial que se vivió
en el Ecuador, y que se dilató hasta finales del siglo XX, debido al fuerte
impacto que tuvo el poder hegemónico de la Iglesia en el estado ecuatoriano.

Sin duda alguna la hostilidad de la religión hacia el cuerpo femenino
fue uno de los tantos rezagos de la colonia española. Por siglos la mujer ha

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Veintimilla’s short and tempestuous life express her love, disenchantmen,t
and betrayal. Living in a racist society, she dared to defend Tiburcio Lucero,
an indigenous person accused of patricide. This stand caused her to be tar-
geted for denigration and slander by the Church and other pillars of official
society. As an ultimate act of protest she committed suicide. Dolores Vein-
timilla was a controversial woman, a strong defender of social equality, and
an opponent of the death penalty. Veintimilla’s romanticism was a response
and challenge to the religious, racial, and patriarchal ideology of Ninete-
enth-Century Ecuador.

Key Words: Ecuador, romanticism, patriarchy, poet, feminist, Dolores
Veintimilla.

***

¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque
Lo que en mi pensamiento osa vivir?

¿Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué ¡cobardes a traición! me herís?

(Dolores Veintimilla)

María Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857) fue una poeta ecua-
toriana de un espíritu rebelde y apasionado. Los pocos poemas y panfletos
que sobrevivieron la corta pero tempestuosa vida de la poeta retratan a una
mujer intelectual que no se dejó amilanar y que luchó en contra de su reali-
dad social. Su carácter combativo la califica entre las mujeres más polémicas
del Ecuador pues fue una ardiente defensora de la igualdad social y de la
abolición de la pena de muerte.

Los textos, poemas y panfletos románticos de Dolores Veintimilla tie-
nen una fuerte temática social, ya que sus poemas líricos y su prosa panfle-
taria, enfrentan los tabúes, prejuicios y desigualdades sociales de aquella
época. En sí los escritos de Dolores Veintimilla pertenecen a un romanti-
cismo de resistencia, aspecto que se verá a lo largo de este escrito.

Con este propósito se ha dividido este artículo en dos segmentos: en la

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

52En este contexto, Toril Moi «Women seen as the limit of the properties of all fron-
tiers: they will be neither inside nor outside, neither known nor unknown. It is this po-
sition that has enabled male culture sometimes to vilify women as representing darkness
and chaos, to view them as Lilith or the Whore of Babylon, and sometimes to elevate
them as the representatives of a higher and purer nature, to venerate them as Virgins
and Mothers of God» (Sexual / Textual Politics, 167).

53Obviamente los escritores románticos del Ecuador, a excepción de Dolores Vein-
timilla, fueron todos hombres porque ellos podían hablar abiertamente de sus pasiones,
del amor; en cambio, para la mujer cualquier expresión sexualizada era calificada como:
degradante, pecaminosa y deshonrosa. Por esta razón, muchas mujeres no publicaron
sus obras y optaron por escribir en la intimidad de su hogar. Pienso que si se llega a in-
vestigar más a fondo se podría encontrar más escritos femeninos de aquella época.

54Es curioso anotar que aún en el siglo XX hay quienes mantiene esta concepción
espiritual de la mujer, pues Humberto Mata considera que la poeta Dolores Veintimilla
«Raras veces sentía ráfagas de deseos: aunque sin urgencias imperiosas, siendo abolido
prestos por su condición de mujer virtuosa y fiel al honor de su matrimonio y a su misma
honra» (97). Comentarios como estos perpetúan los ideales de virtud y honra en la mujer.

Además si así se piensa en 1968, podemos imaginarnos hasta el punto que los versos
volcánicos y tempestuosos de la poeta fueron considerados como un acto de locura
para la mentalidad ultra conservadora de la sociedad ecuatoriana del siglo XIX.

visto su cuerpo de una manera negativa porque era una tentación para el
hombre y, por ende, incitaba al pecado. A tal punto se llegó a valorar el re-
cato, la pureza y la pasividad femenina que la mujer, en muchos casos, no
gozaba ni físicamente ni emocionalmente del acto sexual; y si lo disfrutaba,
sentía de inmediato un sentimiento de culpa y de pecado; ya que, obvia-
mente, cualquier manifestación sexual femenina era pecaminoso, además
era una ofensa social fuertemente sancionado con el estigma de mujer in-
digna o impura (por no mencionar otros calificativos)52.

Esta dicotomía religiosa de la mujer del bien y del mal se evidencia pa-
tentemente en los textos románticos que aparecieron en el Ecuador a media-
dos del siglo XIX, sobre todo quiero analizar la imagen de la mujer espiritual
en el texto romántico del notable escritor ecuatoriano Juan Montalvo53. En
sus textos el amor de la mujer es puramente espiritual como veremos a con-
tinuación: «Pero el amor de la bella Morna es puro y suave: sus pechos son
como los globos de mármol que están medio hundidos en las orillas de las
cascadas de Branno, y su corazón palpita en pasión inocente ajeno de todo
impulso material» (“De la belleza en el género humano”, 144-145).

En estos versos la mujer es un objeto que incita a la pasión del hombre,
pues nos habla de los senos robustos que se sumergen en las orillas de una
cascada, pero son senos de mármol que carecen de vida porque son parte de
un ser que no palpita de pasión, más bien es un ser cándido y puro54.

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

Asimismo vemos en otro texto del mismo escritor ecuatoriano que des-
cribe más detalladamente las cualidades que enardecen a las mujeres pues,

“A la frescura y la belleza del cuerpo acompañan los primores
del alma, que son fidelidad, honestidad, modestia, diligencia y más
virtudes, sin las cuales, aun cuando permanezcan jóvenes y hermo-
sas como Abigail a los diez y siete años, no las querremos jamás
los varones de corazón bien formado y juicio recto”. (Geometría
moral
, 115-116).

De esta manera, exhorta a los hombres a buscar mujeres bellas y vir-
tuosas. Para nada se menciona la educación o formación intelectual de la
mujer. Más bien los valores morales que se mencionan en este párrafo son
aquellos relacionados con la vida matrimonial, que de paso es el único des-
tino de la mujer en aquella época. Es por eso que la mujer debe de ser bella
y joven para atraer físicamente al hombre. Pero, ante todo, la mujer debe
salvaguardar las virtudes de la “fidelidad, honestidad, modestia”, sinónimos
de la castidad que debe mantener la mujer soltera y, en caso de ser casada,
la fidelidad. Como se puede ver la pureza idealizada se materializa en guar-
dar la virginidad, aspecto que en sí perpetúa el sentido de propiedad del hom-
bre/sujeto hacia la mujer/objeto.

En lo que respecta a la “diligencia” es una virtud que se desempeña en el
área doméstica y que consiste en mantener con esmero el hogar y obviamente
el cuidado del marido y los hijos. Al no seguir este camino de virtud y recato,
las mujeres se convertían en el objeto de la discriminación social pues escu-
chemos las palabras de una de las amantes de Don Juan en Geometría moral:

Castigada cruelmente de mi padre, repudiada de mi familia,
vista con desprecio de las mujeres orgullosas, con lástima por las
buenas, aquí me tenéis sin saber dónde ni a quien volver los ojos,
en tanto que vos, mi seductor mi cómplice, que debía ser uno con-
migo en las pesadumbres y las amarguras, os andáis en busca de
nuevas víctimas (144).

55Según Mikhail Bakhtin “The word is born in a dialogue as a living rejoinder within
it” (Discourse in the novel 279). Es decir, concibe la lengua desde una perspectiva social
porque donde existe un discurso existe un interlocutor. Si bien este discurso se aplica a
la novela, con mayor razón, podemos traspasar esta perspectiva a los poemas y narrativa
de Dolores Veintimilla, ya que sus textos mantienen un diálogo que se lleva a cabo entre
sus escritos y los valores sociales, políticos y religiosos de aquella época. En sí su obra
desorganiza los valores sociales de la mentalidad ecuatoriana, manteniendo un diálogo
constante entre la voz poética y los valores de la ideología dominante.

56Para facilitar la lectura de los poemas he modernizado los acentos y la ortografía
de algunas palabras.

Estas palabras tan sentidas y dolidas retratan fielmente la realidad de
una mujer que ha perdido su virginidad y sin ésta su puesto en la sociedad.
Se puede ver claramente que la mujer tiene un doble peso moral, ella es víc-
tima de un código sexual discriminatorio e inhumano. En cambio los poemas
de Dolores Veintimilla, nos presentan la imagen de una mujer libre que no
se restringe a la idea inadecuada del ángel del hogar; más bien, es un ser que
se expande tan humanamente posible en un espacio poético autónomo y
libre, sin estorbos ni convencionalismos sociales que muchas veces castran,
frustran e inhiben al ser humano de su esencia propia55.

Este aspecto analizaremos en los poemas y panfletos que veremos a
continuación. Cabe señalar que las obras que hemos escogido de Dolores
Veintimilla van de acuerdo a su intensidad, sin importar el orden cronoló-
gico. Quejas es uno de los poemas más aclamados de la poeta y que desató
una de las más candentes controversias literarias que ha existido en el Ecua-
dor. Este poema fue publicado por primera vez en la Lira Ecuatoriana, co-
lección de poesías líricas nacionales, escogidas y ordenadas con
apuntamientos biográficos por Vicente Emilio Molestina, en Guayaquil,
1886. Este poema habla de la pasión y la decepción, sentimientos que se
manifiestan en cuatro etapas. La primera parte es en sí un desfogue pasional,
los signos de admiración y el símbolo perenne del sol avivan el tono can-
dente, al describir el encuentro con su amado y el impacto físico y psicoló-
gico que tiene sobre la voz poética como se verá a continuación56:

¡Y amarle pude!!! Al sol de la existencia
Se abría apenas soñadora el alma......
Perdió mi pobre corazón su calma

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

Desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en el oído
Como música blanda y deliciosa;
Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
Como la hoja en el árbol vacilé (38).

Este encuentro romántico es revelador porque expresa las múltiples
emociones de gozo, fragilidad y exaltación que produce en ella la voz del
amado. En la segunda parte, se describe el deseo libidinal pues vemos como
la imagen del ser querido invade sus sueños, incitando en ella un clímax pa-
sional que se materializa en el “suspiro abrazador”. Un suspiro que sale in-
conscientemente de su boca mientras duerme, expresando de esta manera el
placer corporal que siente:

Su imagen en el sueño me acosaba
Siempre halagüeña, siempre enamorada:
Mil veces sorprendiste, madre amada,
En mi boca un suspiro abrazador; (Ibid).

Los versos de la segunda y tercera estrofa idealizan al amante con evi-
dentes hipérboles: “Él, ideal de mis sueños más queridos / Él, mi primero,
mi ferviente amor” (Ibid). Él se convierte en el centro de su vida pero el
crescendo pasional, que se da al principio del poema, baja de tono gradual-
mente con el reproche que le hace al amado: “¿Por qué tan presto me olvi-
dara el vil?” (Ibid). Los símbolos de la pasión matizados en el sol, en el tinte
de la rosa, en el suspiro abrazador se tornan “frías como el hielo” (39). El
amor idealizado se destruye por completo, dando inicio a la tercera fase: el
encuentro con el desengaño. Pues los siguientes versos son una queja, un
reproche al amor no correspondido:

No es mío ya su amor, que a otra prefiere:

Sus caricias son frías como el hielo;
Es mentira su fe, finge desvelo........
Más no me engañará con su ficción.....
¡Y amarle pude delirante, loca!!!

57Para Humberto Mata el romanticismo ecuatoriano no iba en sincronía con los mo-
delos literarios de Europa, al contrario se desarrolló tardíamente. Además Humberto
Mata mantiene que Dolores Veintimilla fue la precursora del romanticismo-lírico ecua-
toriano: «todo en ella fue espontáneo, poseyó el genio de la intuitiva adelantada en la
Poesía y todos, sin mezquindad alguna, debemos reconocerle como LA INICIADORA
DEL ROMANTICISMO EN EL ECUADOR» (Dolores Veintimilla, Asesinada 64).

58Citado por Humberto Mata en su libro Dolores Veintimilla, Asesinada (XVI).

No! mi altivez no sufre su maltrato;
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato
Te arrancaré del pecho, corazón! (Ibid).

Su desilusión se torna desafiante y altiva, al decirnos que prefiere arran-
car de su pecho el corazón que permitir que su orgullo se maltrate. El amor
propio y la dignidad se enfatizan en la cuarta fase de este poema pasional al
dejarnos con la imagen desafiante del corazón arrancado de su pecho. Quejas
es un poema candente, intenso e intimista porque desahoga un torrente emo-
cional de las pasiones más íntimas en cuatro etapas. Por medio de este pro-
ceso la voz poética reclama la pasión del cuerpo femenino al hablarnos de
la ilusión, el erotismo y el desengaño, elementos primordiales en la cons-
trucción subjetiva y que, además, rompen con la imagen angelical y ase-
xuada de la mujer. A continuación veremos cómo la voz poética se resiste
y rompe con el canon del género romántico ecuatoriano57.

Para Menéndez Pelayo, Quejas es «un ay desgarrador que debe reco-
gerse, tanto más cuanto que la sincera expresión del sentimiento no es lo que
abunda en la poesía americana»58. Para Ricardo Palma Quejas es un poema
que habla de la pasión de la poeta: «Confesamos que pocas veces hemos leído
versos más llenos de pasión y naturalidad. Ellos importan la historia de un amor
desgraciado, acaso el perjurio de un esposo, las ilusiones de una alma de fuego
desvanecidas» (Dolores Veintimilla “apuntes de mi cartera”, 37).

“Mi Fantasía y Aspiración” son también textos fuertemente pasionales,
impetuosas y que implícitamente expresan un fuerte deseo de autoafirma-
ción. En “Aspiración”, la voz poética está dispuesta a dejar imperios, rique-
zas, altares por gozar un instante la presencia de su amado:

Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiaría por verte un momento
(En Poetas Románticos 29).

Asimismo la voz poética quiere habitar en “un lugar tenebroso” –me-
táfora de lo prohibido–. En este espacio idealizado, los amantes pueden
amarse sin restricciones de ninguna índole. Es un espacio libre de conven-
cionalismos o ideologías, un espacio de resistencia donde la voz poética
puede expresar abiertamente sus sentimientos:

Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Más yo quiero un lugar tenebroso
Donde contigo pudiera habitar (Ibid).

Otro texto que vale la pena mencionar es Mi Fantasía, escrito en prosa
y publicado en el libro de Humberto Mata, Dolores Veintimilla, Asesinada.
En este poema la voz narrativa reclama su cuerpo de mujer y su deseo, al
expresar abiertamente su sexualidad y confiar sus secretos más íntimos a su
amante como veremos a continuación:

Mi Fantasía

Te amo: porque eres triste como el suspiro de la brisa en las
sábanas de la Costa […] ¡Si tú me amaras cual yo te amo; si tú sin-
tieras en tu pecho una chispa del volcán que hay en el mío! […]
Dime: ¿no has visto en las montañas de invierno caer de los árboles,
al choque de los vientos, las gotas de agua, que la lluvia de la noche
las ha hacinado en el seno de las hojas? Pues más abundantes son
las lágrimas que derramo cuando te busco a mi lado y no te encuen-
tro […] Ah! Delirio pensando en ti: mis ojos extraviados recorren
el firmamento y creen encontrarte en una de sus más brillantes es-
trellas. Entonces absorta de Felicidad, vuelvo en las alas de mi ilu-
sión hacia ti, y allá en los cielos donde la Felicidad y las miserias
de las tierras no existen, soy feliz como los ángeles delante del trono
de Dios, pasándome anonadada delante de ti y deslumbrada con tu

59Visto desde otra perspectiva Dolores Veintimilla, como muchos otros poetas ro-
mánticos, debió sentirse frustrada e insatisfecha con el lenguaje que, en muchos casos,
limita o restringe la expresión compleja de los sentimientos y las emociones del ser
humano.

expresar su sexualidad en un orden simbólico donde se exige el recato y
la imagen impasible de la mujer. Por eso la voz narrativa sufre irremedia-
blemente ante una realidad que sanciona duramente toda expresión ase-
xuada de la mujer59.

Otro aspecto que hemos mencionado anteriormente en la obra de
Dolores Veintimilla es el sufrimiento una cualidad tradicional de la mujer y
que se arraiga en las sagradas escrituras, pues en el Antiguo Testamento Dios
castigó a Eva –por haber tentado a Adán– con el mayor de los sufrimientos:
“Parirás con dolor” y desde entonces el dolor y el sufrimiento son virtudes
que redimen a la mujer pecadora. Además el sufrimiento implica debilidad,
sumisión, características que encajan dentro de la ideología patriarcal. En
Mi Fantasía vemos que la voz poética no sucumbe al dolor que impone la
ideología patriarcal, más bien lo desafía porque ella sufre al no poder ex-
presar su pasión y su sexualidad en aquella realidad social donde la mujer
carece de deseo.

Otro aspecto que vale analizar en los poemas de Dolores Veintimilla
es la idea misma del género. Como sabemos el género es un término o con-
cepto de amplio interés, muy empleado en nuestros días, y que amerita un
estudio extensivo y variado. Pero en aquella época el género era una defini-
ción prácticamente inexistente, un tema vedado por la religión, en parte por-
que era considerado como un tabú, pero principalmente porque beneficia a
la mentalidad machista, chauvinista y conservadora. Pues la mujer fue siem-
pre vista como un ser secundario dentro del orden simbólico patriarcal, un
ser inferior, débil, irracional, en resumen se la define como una no esencia.
Hélène Cixuos enumera una serie de conceptos binarios en un mundo sim-
bólico donde la mujer ocupa un lugar negativo o débil (Citado por Moi en
Sexual / Textual Politics
104). Estas definiciones fueron impuestas por el
poder y dominio masculino, las mismas que destruyeron y desalentaron el
desarrollo intelectual de la mujer. Sin embargo resulta interesante ver como
a mediados del siglo XIX, estos conceptos binarios son desestabilizados por
los versos de Dolores Veintimilla, pues sus poemas rompen con los modelos

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brillo […] creo escuchar tu voz en los acordes gemidos que modula
el órgano del templo, en los lúgubres acentos que en esas horas des-
pide la campana que invita a los fieles a invocar a la Virgen. Enton-
ces, trémula de emociones mi alma se aniquila y quiere responderte,
pero el alma que sufre carece de lenguaje (360-361).

Mi Fantasía, título por demás sugestivo, es un escape al mundo de la
imaginación donde la voz narrativa crea un espacio propio y personal, que
le permite abrirse y comunicarse con su amante ficticio en un monólogo de-
senvuelto y sin escrúpulos de ninguna naturaleza. Este texto se caracteriza
por la complejidad del lenguaje poético al entrecruzar el tiempo, el espacio
y los sentimientos de una manera reveladora. Al leer este texto, el lector
siente que viaja conjuntamente con la voz narrativa a diferentes espacios o
lugares donde expresa los sentimientos más íntimos y placenteros. Estos lu-
gares se convierten en testigos cómplices y silenciosos de la fantasía sexual
que se lleva a cabo en este texto. También se observa que el tono narrativo
cuenta con varios niveles de expresión ya sea un tono íntimo, cándido y sutil
o, a veces, se vuelve fuerte, apasionado y hasta místico.

Pero lo más remarcable es el modo como manifiesta la complejidad
del sentimiento humano: el tiempo, el espacio y las emociones se intercalan
de una manera intrínseca. Por un lado, los verbos y las preguntas retóricas
detienen el tiempo para después dar rienda suelta a su pasión, empleando sig-
nos de exclamación y un tono insinuante: «si tu sintieras en tu pecho una
chispa del volcán que hay en el mío!» (Dolores Veintimilla, en Asesinada,
360). El amor es el centro, el eje principal que da vida al texto, es a ratos un
sentimiento obsesivo que de una manera inexplicable domina por completo
al ser. La pasión que siente por su amado invade todos los rincones periféri-
cos e internos de su ser, pues sus sentidos, su mente, su cuerpo proyectan
una obsesión en cada espacio en que se encuentra. No hay límites ni barreras
que frenen sus sentimientos. Aún en el ámbito sagrado de la iglesia, su ima-
ginación crea el paso del ángel extasiado ante la presencia de su amante.

De este modo la voz poética rompe con el mito religioso del ángel
al describirlo como un ente sexual. Por último este texto se cierra al de-
cirnos que “el alma que sufre carece de lenguaje”. Esta expresión se da en
el momento mismo que el alma enamorada trata de responder al amante
en una realidad donde la mujer carece de lenguaje porque ella no puede

157

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

60Para Kristeva: «signifiance is a question of positioning. The semiotic continuum
must be split if signification is to be produced. This splitting (coupure) of the semiotic
chora is the thetis phase (from thesis) and it enables the subject to attribute differences
and thus signification to what was the ceaseless heterogeneity of the chora». Kristeva
ha basado su teoría feminista en la teoría lingüística de la differénce de Derridá, para
quien cualquier presencia fija del significado termina siendo desplazado por una defi-
nición contraria –debido a la coexistencia de conceptos contrarios, ya que cada concepto
tropieza con los términos de los que depende–. Esta teoría permite explicar el concepto
relativo e inestable del concepto binario hombre/mujer. Asimismo esta inestabilidad
del significado –creado por el proceso de la differénce– formula la ruptura o negación
de las oposiciones binarias (Sexual / Textual Politics 150-162).

61De hecho la crítica literaria ha señalado que Dolores Veintimilla escribió sus po-
emas para sí misma, confiando sus sentimientos más íntimos en sus versos. Ricardo
Palma dice que Dolores Veintimilla «sentía en su espíritu la imperiosa necesidad de
trasladar sus impresiones y sufrimientos al papel; y por eso escribía ya solo para sus
amigas íntimas, las que sacaban copias de sus armoniosos versos» “Dolores Veintimilla
(apuntes de mi cartera” 33).

tradicionales del occidente, concibiendo, en su lugar, un concepto maleable
y dinámico del género60.

Así vemos que en el poema “Carmen”, la voz poética desplaza los con-
ceptos tradicionalmente opuestos de lo femenino y lo masculino, revelando
una continua y constante relación ambivalente del sujeto. Así en el personaje
mitológico de la primera estrofa la ninfa, quien según la mitología griega es
una divinidad femenina de los bosques, de las fuentes, de los montes y de
los ríos, termina convirtiéndola en un hermafrodito, cuando la califica con
un adjetivo masculino: «Ninfa del Guayas / Encantador!» (28).

Es decir, esta ninfa femenina tiene un aire masculino al calificarla de
“encantador”. Además las ninfas inspiran a los hombres pero en este caso
inspira a la poeta. De este modo, se concibe una identidad sexual donde las
características masculinas pueden coexistir conjuntamente con lo femenino.
Este discurso neutro destruye por completo el concepto tradicional del gé-
nero cuestionando, a su vez, la idea misma de identidad sexual. Asimismo
resulta aún más controversial la última estrofa que Dolores dedica a su amiga
Carmen en el cual le pide a su amiga que no le olvide por otro amor: «No
olvides, Carmen, / No olvides, ¡no! / Á tu Dolores / Por otro amor» (28).

Dolores dedica un poema a su amiga desde una perspectiva masculina.
Su amiga Carmen es la ninfa del Guayas, “encantador”, ella es el “amor”.
Este juego libre de los significados es un modo más de resistencia ante aquel
orden rígido de ver la sexualidad. Molestina la bautizó como “émula de Safo”
(Lira Ecuatoriana, 38). Es evidente que sus versos niegan la oposición firme
entre los dos conceptos de identidad sexual, revelando la imagen múltiple e
inestable del significado sexual. Además el tono desafiante de este poema

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Revista Pucara, N.º 23 (147-172), 2011

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

genera un lenguaje poético neutro, y con esta neutralidad, la voz poética de-
fiende su derecho a la expresión literaria, humanista e intelectual de la mujer.

Hemos visto hasta ahora que los poemas de Dolores Veintimilla no
encajan con el contexto cultural y social del siglo XIX en el Ecuador, por lo
que no nos sorprende que Dolores Veintimilla no haya publicado sus poemas
en vida. Uno puede imaginarse las tribulaciones, la censura y el escándalo
social que hubieran provocado sus poemas en aquella época61. Asimismo
las pocas poesías que existen de la poeta fueron aquellas que lograron so-
brevivir después de su suicidio. Dolores Veintimilla quemó sus versos antes
de suicidarse, así lo señala Vicente Emilio Molestina: «Sus trabajos litera-
rios, que formaban como la epopeya de sus desgracias, fueron reducidos a
cenizas por su propia mano cuando iba a abandonar la escena social, pre-
tendiendo que se hundieran con ella para siempre en el abismo del olvido.
Sólo han quedado algunas composiciones cortas y bien sentidas» (Lira
Ecuatoriana
37). Las pocas poesías que sobrevivieron fueron suficientes
para situarla como una poeta romántica.

Vale la pena analizar las primeras críticas, paternalistas y por supuesto
moralizantes, que aparecieron a finales del siglo XIX y principios del XX.
Por un lado, glorifican el espíritu sentimental y romántico de Dolores Vein-
timilla, y al mismo tiempo critican su mala educación y su moral corrupta.
Se la ha calificado como la «émula de Safo» debido a la vehemencia pasio-
nal de sus versos (Molestina 38), se ha reconocido su talento como «sensible
y fogoso» (León Mera 11), «de corazón ardiente, entusiasta y romanesca de
espíritu» (Blest Gana, 499). Pero también critican su mala educación. Para
Blest Gana «Lecturas y estudios mal dirigidos, habían estorbado más bien
que servido al desarrollo de su inteligencia despejada» (Ibid). Remigio
Crespo Toral opina que Dolores Veintimilla tuvo una «educación adecuada
a engendrar desequilibrio» (74). Juan León Mera manifiesta que «El buen
talento de esta señora está oscurecido por la mal dirigida educación literaria
[...] cayeron en sus manos libros [...] insustanciales y corruptores» (13). Pero

62De hecho su participación en grupos románticos fue reconocida por algunos poe-
tas. Ricardo Palma describe a Dolores Veintimilla como «una señorita de notable her-
mosura y cultivado ingenio». Hernán Rodríguez Castelo menciona en su libro Poetas
Románticos el vínculo literario e intelectual que la Sra. Veintimilla de Galindo mantuvo
con el principal núcleo romántico de Cuenca (20). Guillermo Blest Gana, poeta chileno,
escribió “La Suicida”, un artículo dedicado a Dolores Veintimilla. Durante su visita al
Ecuador Blest Gana mantuvo vínculos con el grupo selecto de poetas cuencanos y fue
en este núcleo donde conoció a la “distinguida” poetisa (xx). Además Dolores Veinti-
milla fue la «anfitriona y animadora de las tertulias literarias que se llevaban a cabo en
la pequeña y conservadora ciudad de Cuenca» (Rodríguez Castelo 20).

ticulan el orden patriarcal, sino que su vida misma fue combativa, empren-
dedora, intelectual y muy progresista. Desde muy joven nuestra autora fue
una mujer muy independiente. Ella misma escribió en Recuerdos lo si-
guiente: «En 1847 tenía 17 años cumplidos. Hasta esa edad mis días habían
corrido llenos de placeres y brillantes ilusiones [...] La confianza que mi
madre tenía en mí, me daba una completa libertad; era, pues, señora de mis
acciones y de mis horas» (Dolores Veintimilla, publicado en Dolores Vein-
timilla, Asesinada
359). Se puede deducir que Dolores gozaba de la con-
fianza y de la independencia que le proporcionaba el medio familiar. Este
aspecto indudablemente influyó en su pensamiento crítico y en su manera
se ser. Asimismo señala en Recuerdos su nobleza de espíritu y su sensatez:
«Una figura regular, un pundonor sin límites y un buen juicio acreditado,
me hicieron obtener las consideraciones de todas las personas de las distintas
clases sociales de mi Patria» (Dolores Veintimilla, publicado en Dolores
Veintimilla, Asesinada
359). Su buen temperamento y juicio le valió el apre-
cio y la estima de todas las personas que le conocían porque desde temprana
edad nació en ella un sentido humanista.

En 1847, Dolores Veintimilla contrajo matrimonio con el Dr. Anto-
nio Galindo, el mismo joven que le cortejaba cuando Dolores Veintimilla
tenía 14 años. Ambos vivieron en Guayaquil, zona portuaria de amplio nivel
cultural, donde Dolores Veintimilla pudo escribir y disfrutar del movimiento
romántico que se encontraba en boga. Pero en 1854 la poeta se trasladó con
su familia a la ciudad de Cuenca. Poco después de establecerse en esta ciu-
dad, su marido, el Dr. Galindo, le abandonó. No se sabe con seguridad las
razones del abandono pero, sea cual sea el motivo, no impidió que la poeta
continuara con su vida intelectual y las tertulias literarias que mantenía con
el núcleo romántico que existía en Cuenca62.

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

161

la controversia más virulenta se da entre Humberto Mata y Remigio Crespo
Toral. Ambos hacen una crítica biográfica pero, ante todo, polarizada pues
Mata defiende la honra de Dolores Veintimilla y Crespo Toral le acusa de
mujer indigna.

Obviamente, esta controversia converge nuevamente en la conceptua-
lización tradicional de lo femenino. La posición marginal que ocupan las
mujeres dentro del orden simbólico implica que puedan ser vistas en cual-
quier límite o perímetro de aquel orden, es decir, ocupan una posición frágil
y periférica (Moi, Sexual / Textual Politics 167). La mujer vive bajo el cruel
péndulo religioso del bien y del mal, pues se la elogia por ser una virgen in-
maculada o se la denigra por ser bruja, facinerosa y prostituta. Este aspecto
se evidencia claramente en los criterios de Crespo Toral y Humberto Mata.

Crespo Toral ataca principalmente al poema “Quejas” en su artículo “Do-
lores Veintimilla de Galindo” (1929), en el cual insinúa de modo despectivo que
Dolores Veintimilla era una mujer adúltera debido a la pasión de sus versos:

La denominada “Quejas” no fue enderezada al Dr.Galindo (es-
poso de Veintimilla) como falsamente se asegura. Debió de ser com-
puesta antes del matrimonio, o pertenecer a la historia íntima de la
señora, historia ante la que hay obligación de enmudecer [...] El
amor encendió el caliente hogar en el corazón de la joven [...] y se
lee en Quejas [...] la llama pasional que, desde un principio, encen-
día sus entrañas. ¿No se adivina aquí el fuego de un amor vedado?
(Crespo Toral 81-85).

Por otro lado Humberto Mata sostiene que “Quejas” fue un poema di-
rigido a su marido, el único hombre que ella amó. En su libro Dolores Vein-
timilla, Asesinada
(1968), defiende apasionadamente a Dolores Veintimilla
como una mujer pura y honrada. Mata dice, aludiendo a Crespo Toral, que
«Cualquiera que sea elementalmente caballero no tiene ningún derecho, ni
como árbitro defensor ni nada para aplastar y desmenuzar bajo sus pensa-
mientos y escritos falseadores LA HONRA DE UNA MUJER IMMACU-
LADA» (323). Nos preguntamos hasta qué punto este tipo de crítica moral
llegó a desalentar a las mujeres a escribir y a expresar sus sentimientos por
temor a ser censuradas y aisladas socialmente.

Pero Dolores Veintimilla no solo escribió poemas atrevidos que desar-

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63Cuenca es todo lo contrario de Guayaquil, el mismo escritor ecuatoriano, Nicolás
Augusto González, describe a Cuenca del siglo XIX de una manera ocurrente, diciendo
que es «la ciudad más atrasada del Ecuador, cuanto a conquistas del Progreso Moderno.
En Cuenca, población bastante hermosa, por lo demás se vive como en Toledo o Sala-
manca, allá en el siglo de los milenarios, con la diferencia de que el espíritu caballeresco
de aquella época se ha perdido, y en vez de los altos mandobles y férreas armaduras
que en el siglo X se usaban, en Cuenca no se esgrime otra arma que la lengua, ni se usa
otra coraza que el hábito de fraile, de monja o de beata; ni se lleva más casco que la ca-
pucha, el bonete, la mitra o el solideo» (publicado en Dolores Veintimilla, Asesinada,
364). Esta graciosa descripción de Cuenca pone en evidencia la hegemonía de la reli-
gión y el pensamiento ultra-conservador de Cuenca, siendo el honor uno de los princi-
pales mecanismos de control social.

64Los panfletos y textos de Dolores Veintimilla, que analizaremos en esta segunda
parte, fueron publicados en el libro de Dolores Veintimilla, Asesinada, por Humberto
Mata en 1968.

Era indudable que la presencia de una mujer intelectual y sin marido
representó un verdadero desafío para la sociedad escrupulosa de Cuenca.
Pues Dolores Veintimilla tenía una mentalidad moderna y progresista, era
una mujer sofisticada, en parte debido a la educación privilegiada que recibió
de sus padres. Además, estaba al tanto del quehacer político ya que su es-
poso, el Dr. Galindo, fue un refugiado político de Colombia, pero también
formaba parte del entorno literario e intelectual. Su personalidad desenvuelta
e intelectual se benefició también de sus cinco años de estadía en la ciudad
portuaria de Guayaquil, una ciudad muy moderna y en contacto continuo
con las nuevas ideas políticas, sociales y culturales que venían de Europa63.

Años después Dolores Veintimilla se trasladó a la ciudad de Cuenca
donde estableció nuevos contactos literarios con poetas como Antonio Mar-
chán, Manuel Lozano, Benigno Malo, entre otros; y fue en este lugar ultra-
conservador donde la poeta fue testigo de la ejecución del indio Tiburcio
Lucero, acusado de parricidio.

En 1857 Lucero fue condenado a la pena de muerte y ejecutado en la
plaza de San Francisco, en presencia de la esposa y sus cinco hijos. Esta es-
cena cruel, colmada de lágrimas, gritos; pero sobre todo de la sangre derra-
mada por un hombre víctima de la pena capital, llegó a conmover y a
conmocionar la sensibilidad y el buen juicio de Dolores Veintimilla, quien
valerosamente tomó su pluma y escribió un panfleto en defensa de Tiburcio
Lucero, titulado Necrología64.

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

Es innegable el hecho de que Dolores Veintimilla fue una mujer va-
liente porque, a pesar de la sanción pública y social de la que sería objeto,
se arriesgó a escribir un panfleto que ataca a las instituciones conservadoras
de la ciudad de Cuenca, atreviéndose a cuestionar abiertamente la realidad
racista y clasista de la sociedad ecuatoriana. De la misma forma, protesta
contra la pena de muerte, abogando por una sociedad más humanitaria y ci-
vilizada, como se verá a continuación.

Necrología

No es sobre la tumba de un grande, no es sobre la tumba de
un poderoso, no es sobre la de un aristócrata que derramo mis lá-
grimas. ¡No! Las vierto sobre un hombre, sobre la de un esposo,
sobre la de un padre de cinco hijos, que no tenía para éstos más pa-
trimonio que el trabajo de sus brazos [...] Más no es lo mismo
cuando vemos que por la voluntad de uno o de un puñado de nues-
tros semejantes, que ningún derecho tienen sobre nuestra existencia,
arrancar del seno de la sociedad y de los brazos de una familia
amada a un individuo, para inmolarlo ante el altar de una ley bár-
bara. Ah! Entonces la humanidad entera no puede menos que rebe-
larse contra esa ley, y mirar petrificada de dolor su ejecución [...]
La vida, que de suyo es un constante dolor; [...] la vida que de suyo
es la desaparición sucesiva de todas nuestras esperanzas [...] Que
allí tu cuerpo descanse en paz, pobre fracción de una clase perse-
guida, en tanto que tu espíritu, mirado por los ángeles como su igual
[...] Ruega en ella al GRAN TODO, que pronto una generación más
civilizada y humanitaria que la actual, venga a borrar del Código
de la Patria de tus antepasados la pena de muerte. (Dolores Veinti-
milla, publicado en Dolores Veintimilla, Asesinada, 197-198).

Necrología es un legado social, un testimonio a favor de los grupos in-
dígenas, pues al principio del texto se enuncia enfáticamente que no llora sobre
la tumba de un “grande” o un “poderoso”, ni siquiera derrama sus lágrimas
por la muerte de un “aristócrata”, sino por la de un “hombre”, un “individuo”
y luego verbaliza el dolor y el abuso contra los indígenas al hablar del “sufri-
miento” de esta “clase perseguida” que vive sin “esperanzas”, siendo su vida

lificar la pena de muerte como una “ley bárbara”, términos opuestos que ponen
en evidencia una dialéctica compensadora, porque cada civilización tiene su
barbarie y la pena de muerte es una ley barbárica que debe abolirse. Por eso
la voz de protesta en Necrología incita a rebelarse en contra de la pena de
muerte, abogando al final de su panfleto por la igualdad social, por una socie-
dad más humana, más incluyente donde todos sean tratados sin diferencia:
«Que allí tu cuerpo descanse en paz...en tanto que tu espíritu, (refiriéndose a
Tiburcio Lucero) mirado por los ángeles como su igual» (Ibíd. 198).

Vale la pena señalar que el romanticismo en el Ecuador llegó en una
etapa muy tardía, en comparación con la europea, y un aspecto específico
del romanticismo latinoamericano fue su proyección político y social, o bien
podríamos llamarlo el romanticismo de los actos heroicos, no sólo porque
se inicia con la libertad e independencia de la colonia española, sino también
por su fuerte carácter social y combativo. Así lo manifiesta Emilio Carilla
para quien «el escritor se siente a menudo miembro de la comunidad, se
siente solidario con sus semejantes y aun propone remedios para los males
sociales. Por supuesto, dentro de claras soluciones liberales» (El romanti-
cismo en la América Hispánica
30).

En sí el romanticismo se perfila como un enfrentamiento o compromiso
político de decir y denunciar las lacras políticas y sociales desde un perfil li-
beral. Obviamente, esta interpretación socio-política del medio circunstancial
y circundante era una labor limitada y destinada a los hombres. Sin embargo,
Dolores Veintimilla (sin voz ni voto) hizo pública su orientación política y so-
cial en Necrología, empleando para el efecto una discursiva femenina que le
permite identificarse con Tiburcio Lucero y defenderlo. De este modo, desde
su posición marginal proyecta su experiencia como víctima y desde esta po-
sición transgrede el sistema creado por los hombres, porque desde la periferia
se puede denunciar el abuso de un sistema racista y machista.

Ante esta realidad Necrología propone una política de un perfil más
bien socialista que liberal. Es por esta razón que idealiza el cielo y la mirada
de los ángeles, metáfora comparable a una construcción terrenal donde existe
igualdad no sólo para el grupo indígena sino para la mujer también.

El inusitado panfleto de Dolores Veintimilla no tardó en circular por
todos los medios de la comunidad cuencana provocando una reacción in-
mediata y polarizada, pues los diversos comentarios que venían de todos
los estratos sociales crearon tal conmoción que Dolores Veintimilla dijo lo

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

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un «constante dolor, una cadena más o menos larga de infortunios» (Dolores
Veintimilla, publicado en Dolores Veintimilla, Asesinada 197-198).

Además en Necrología se emplea una discursiva femenina que permite
identificarse con Tiburcio Lucero y defenderlo a su vez. Desde la periferia
como mujer/víctima califica a Lucero con conceptos tradicionalmente des-
tinados a la mujer, pues dice que él es un “mártir de la opinión de los hom-
bres”, sacrificado ante una “ley bárbara”. Además habla de su “constante
dolor y sufrimiento” por ser parte de un grupo inferior, una “clase perse-
guida”. Luego pone en evidencia su debilidad, o mejor dicho, el dolor que
experimenta como ser humano y que se materializa en las lágrimas que de-
rrama: “¡Imposible no derramar lágrimas tan amargas como las que en ese
momento salieron de los ojos del infortunado Lucero! Sí, las derramaste,
mártir de la opinión de los hombres; pero ellas fueron la última prueba que
diste de la debilidad humana (Ibíd. 197-198).

Visiblemente se registra una clara discursiva femenina al emplear con-
ceptos destinados para la mujer. Además el traslado de conceptos tradicio-
nalmente femeninos dentro del lenguaje masculino es un proceso
transgenérico que da cabida a un juego libre de significados, pues la mujer
mientras más llora es más mujer; pero en la cultura machista, a los hombres
se les impide llorar, pues desde pequeños se les enseña que llorar es cosa de
niñas no de varones. Asimismo llorar es algo propio de las mujeres (como
que ellas han nacido con el ADN del llanto) además las lágrimas femeninas
encajan con las virtudes marianas y dolorosas de la Virgen María.

Una vez más vemos como la voz narrativa desarticula el canon patriar-
cal al invadir o destruir los espacios tradicionales de lo que es femenino y
de lo que es masculino, porque habla abiertamente de las lágrimas que de-
rrama un hombre, Tiburcio Lucero, antes de su fusilamiento. Por último el
llanto de Lucero, lejos de debilitarlo, le da mayor fortaleza, pues dice que:
«Después, valiente y magnífico como Sócrates, apuraste a grandes tragos la
copa envenenada que te ofrecían tus paisanos y bajaste tranquilo a la tumba»
(Ibíd., 198). De esta manera, glorifica la valiente y resignada muerte de Ti-
burcio Lucero. También al comparar la muerte de Sócrates con la de Tiburcio
Lucero realza y eleva el espíritu y el amor propio de los indígenas, quienes
por siglos han sido sujetos a la humillación psicológica y física.

Por otro lado, Necrología se inserta en el debate romántico de los límites
entre la civilización y la barbarie. Este texto cuestiona ambos discursos al ca-

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un polemista arrogante y vilipendiador, ya que nadie mejor que él sabía
cómo denigrar y destruir a sus enemigos.

Fray Vicente Solano respondió a Dolores Veintimilla en una hoja titu-
lada “Graciosa Necrología”, la misma que estaba firmada con el seudónimo
de “unos colegiales”. En ésta se ataca el principio humanitario de Dolores
Veintimilla con una serie de cinismos y sarcasmos al decir que:

Graciosa Necrología [...] es el título que debía llevar la pro-
ducción de una persona que dicen pertenecer al bello sexo [...] La
necrología de que nos ocupamos [...] empieza con estos dispara-
tes: que no derrama sus lágrimas sobre la tumba de un aristócrata,
ni de un demócrata [...] quiere decir que llora por la muerte de la
nada [...] manchando con frases absurdas [...] dice la señora publi-
cista [...] tamaña injuria a la humanidad, tonterías de nuestra ma-
dama (En Dolores Veintimilla, Asesinada 201-202).

Vale la pena mencionar que este tipo de contestación cuenta con rasgos
similares al incidente ocurrido en México en 1691, cuando el obispo de Pue-
bla escribiendo bajo el seudónimo de sor Filotea, criticó a Sor Juana Inés de
la Cruz por haber descuidado sus deberes religiosos. En nuestro caso, Fray
Vicente Solano bajo el seudónimo de “unos colegiales”, exhorta a Dolores
Veintimilla que como señora debe mantener su buen juicio para el bien de
la sociedad. Obviamente, el tono entre ambos documentos es abismal pero
los dos coinciden en el empleo del seudónimo, aspecto que pone en clara
evidencia la distancia intelectual entre los géneros, porque ambos sacerdotes
no podían rebajarse y responder a una mujer como a su igual. Otro punto de
convergencia es que ambas mujeres fueron atacadas por el poder religioso,
que revela el poder y el control de la Iglesia sobre los valores culturales y
sociales, donde la mujer ocupa una categoría secundaria y se la reduce al
espacio doméstico y maternal.

Dolores Veintimilla, por su parte, respondió a “Graciosa Necrología”,
escribiendo otro panfleto, titulado “Otro campanillazo”. En este texto, se
critica el contenido de Graciosa Necrología diciendo que es una “Estéril
abundancia”. De este modo, se resiste a las divisiones estamentarias, ante-
poniendo el principio humanitario que, de hecho, justifica su derecho de de-
fender a Tiburcio Lucero:

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

167

siguiente: «Me ha hecho reír la bulla que ha causado aquí mi pobre papel,
por ser escrito de una mujer, es decir de un semi-animal, que es lo que pien-
san que somos» (Dolores Veintimilla, publicado en Dolores Veintimilla,
Asesinada
199).

El tono irónico de esta frase pone en evidencia su rebeldía, su espíritu
desafiante ante el orden patriarcal y machista. Veintimilla se burla ante tanto
alboroto que ha originado su panfleto. Pero en su reproche se percibe tam-
bién su sufrimiento y cómo no sufrir si ella está completamente anulada den-
tro de aquel medio social. Así lo confiesa en una carta que escribió a su hijo:
«He querido, pues, por este medio, evitarte las contradicciones que existen
comúnmente entre el ser pensante, si es vigoroso, ardiente y entusiasta y el
orgánico, si es delicado y débil; contradicciones en las cuales el pensante
sufre inmensamente y algunas veces se anula» (Ibíd. 362).

Dolores Veintimilla vivió una situación conflictiva entre el querer ser
y el no poder ser, debido a las limitaciones intelectuales que el medio social
ecuatoriano impuso sobre la mujer. Un ejemplo contundente y revelador del
trato inferior y reduccionista de la mujer se evidencia en un discurso a los
maestros de una escuela femenina, en 1845, en el cual se aconseja «que no
dejen de cultivar las dotes del ingenio, pero decidles con más frecuencia que
sean discretas, modestas, decorosas, porque sólo de este modo podrán ser
la gloria, el orgullo y el ornamento de los Ecuatorianos» (Citado por Gladys
Moscoso en su artículo “Las Imágenes de la literatura” 94). Discreción, mo-
destia y decoro fueron los calificativos de toda mujer honrada y que, además,
exaltan la identidad femenina del Ecuador a mediados del siglo XIX.

Sin embargo, Dolores Veintimilla faltó a cada uno de estos preceptos
femeninos: porque si hubiera guardado la compostura y el recato que exigía
la sociedad de entonces, nunca habría escrito un panfleto tan progresivo
para la época, Y, por otro lado, aceptar la discreción, modestia y decoro fe-
menino no es más que conformarse con la posición sumisa, subordinada e
inferior de la mujer.

Dolores Veintimilla no quiso ser aquella mujer silenciosa y pasiva que
espera con resignación su suerte. Ella emprendió una trayectoria muy arries-
gada primero porque escribió una necrología para un indígena y segundo
por atacar la pena de muerte, a sabiendas que Fray Vicente Solano era un
canónigo, intelectual y acérrimo defensor de esta condena judicial. Además,
Fray Vicente Solano tenía la peor fama o, mejor dicho, la reputación de ser

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Me marcáis con el sello de la impura...
¡Ay! Nada! Nada! respetáis en mí!
(Poetas Románticos 26).

Este poema revela el padecimiento y la indignación de una mujer que
lucha contra los prejuicios sociales de la ideología dominante. La expresión
subjetiva de sus versos canta al dolor, a la soledad y a la alienación que debió
afrontar. El vía crucis romántico o mal du siècle se manifiesta también en
los siguientes poemas románticos.

En “Desencanto” nos habla de la felicidad que vivió en su infancia y
que ahora se encuentra opacada con la injusticia social que experimenta:

Yo era en mi infancia alegre y venturosa
Como la flor que el céfiro acaricia,
Fascinada cual blanda mariposa
Que incauta goza en férvida delicia;
Pero la humana turba revoltosa
Mi corazón hirió con su injusticia
Y véome triste, en la mitad del mundo,
Víctima infausta de un dolor profundo
(Poetas Románticos 30).

El alma poética se refugia en la memoria de su infancia, espacio que
le brinda sosiego ante el dolor y el sufrimiento que siente ante la sociedad
injusta. Asimismo, en “Anhelo” percibimos una decepción de los ideales
humanistas que todo joven ansía en busca de una sociedad más justa. Pero
estos ideales se ven frustrados ante el despertar abrupto de una realidad di-
ferente de la soñada o idealizada:

¡Oh! ¿Dónde está ese mundo que soñé
Allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que mi mente orlé
De blancas flores?....Todo fue quimera!

Hoy de mí misma nada me ha quedado,
Pasaron ya mis horas de ventura,

El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

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Mucho pudiera decir contra la pena de muerte [...] ya por un número
crecido de hombres grandes en talentos y en luces, tales como el obispo de
Hipona, Lamartime, Sue Blanc y otros; mucho también contra los legisla-
dores que atribuyéndose los derechos del Criador del hombre, han dictado
esa ley; pero me basta por ahora decir con San Pablo: “¿Quién eres tú, para
juzgar al servidor de otro?” (Ibíd. 208).

El tono firme y metódico de este texto irritó a más no poder a Fray Vi-
cente Solano, quien emprendió el ataque más virulento, vil y soez en contra
de Dolores Veintimilla. En el panfleto, titulado “La defensa de Madama
Zoila”, acusa a Dolores Veintimilla de ser una “miserable panteísta”. Además
dice que «En cuanto a distinciones sociales todos sabemos que no ha tratado
de la muerte de Abel en la cuna de la sociedad; sino del mártir Tiburcio en
el siglo 19; y por consiguiente no conocemos más que dos clases: la aristo-
cracia y la democracia. ¿Entiende U. azota-calles? » (Dolores Veintimilla,
Asesinada
232). Se percibe claramente que el discurso progresista y huma-
nista de Necrología no encajaba con las ideas estamentarias y racistas vi-
gentes en el período republicano del Ecuador.

En una sociedad tan religiosa y conservadora como Cuenca, el califi-
cativo de “pecadora” implica desarmar y aislar a una persona por completo
de su medio social. Se ha visto a través de la historia que el honor es un hos-
tigamiento social que trae efectos devastadores para el ser humano, de hecho,
el honor no sirve a la humanidad, sino más bien se sirve de ella; porque
ejerce tal control en la sociedad, que lo único que logra es anular, alienar y,
por último, aniquilar la individualidad de las personas.

Dolores Veintimilla fue víctima de este código social, siendo sus poe-
mas, el mejor legado contestatario ante el asedio social que tuvo que enfren-
tar. “A mis Enemigos” la voz poética cuestiona a sus refractarios con las
siguientes preguntas retóricas:

¿Qué os hice yo, mujer desventurada.
Que en mi rostro, traidores escupís
De la infeliz calumnia la ponzoña
Y así matáis a mi alma juvenil?

No dan respeto la mujer, la esposa,
La madre amante á vuestra lengua vil...

Revista Pucara, N.º 23 (147-172), 2011

168

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El Romanticismo de Dolores Veintimilla / María Elena Grijalva

171

Y sólo tengo un corazón llagado
Y un alma ahogada en llanto y amargura (31).

Dolores Veintimilla fue víctima de la alienación social instigada por
un sacerdote, quien no tuvo ningún escrúpulo en atacar vilmente a una mujer
sensible y pensadora. Sus obras, sus ideas y, en sí, todo el ser de Dolores
Veintimilla no compaginó con la mentalidad ultra-conservadora de aquella
época. Pero sus versos, su canto al amor en: “¡Y amarle pude!!! Al sol de la
existencia / Se abría apenas soñadora el alma [...]” se ha quedado impreg-
nado en las voces de los ecuatorianos. Por último sus textos, nada confor-
mistas, han servido de ejemplo, y de base, en el constante reclamo de los
derechos de la mujer, no sólo al amor, sino también al derecho mismo de
juzgar y de pensar libremente.

Revista Pucara, N.º 23 (147-172), 2011

170

Ver lo mismo, pero con otros ojos:
Iconografía arquitectónica de la Cuenca Histórica

Seeing the same, but with new eyes:
Architectonic iconography of Ancient Cuenca

Oswaldo Páez Barrera
e-mail: oswaldo.paez.barrera@gmail.com

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

173Aceptado: 20-12-2010.Recibido: 11-10-2010.

Resumen
El tema de la arquitectura patrimonial de Cuenca–Ecuador se lo analiza

desde las actuales tensiones sociales de América Latina que ponen en entre-
dicho la visión y posiciones del neoliberalismo acerca del patrimonio tangi-
ble. Se discute la noción al uso del “Centro Histórico” que a la luz de los
descubrimientos arqueológicos y recientes argumentaciones patrimoniales,
nos llevan a preferir la categoría de Ciudad Histórica. Se propone lo verná-
culo, indígena y mestizo como un valor central de lo patrimonial tangible, a
partir de una visión teórico-histórica que argumenta su pertinencia.

Palabras Clave: Ciudad, patrimonio, arquitectura, Centro Histórico.

Summary
The topic of the patrimonial architecture of Cuenca-Ecuador is analyzed

from the Latin American present social tensions which question the neoli-
beral visions and positions about the tangible patrimony. The notion about
the “Historic Center”, which is discussed under the light of the archeological
discoveries and recent patrimonial arguments, leads us to prefer the category
of Historic City. The vernacular, indigenous and mestizo are proposed as
central values of the tangible patrimony from a theoretical-historical view
that argues its pertinence.

Key Words: City, patrimony, architecture, historic center.

Palma, Ricardo. Cachivaches. Lima: Imprenta Torres Aguirre, 1900.
Varios. Poetas Románticos. Clásicos Ariel. Vol. 9. Ed. Hernán Rodrí-

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Revista Pucara, N.º 23 (147-172), 2011

172

Arquitectura vernácula del Azuay
(Cumbe)

Arquitectura civil
(Oña).

174

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

1. Definir la problemática
Vamos a repensar la periodización de la arquitectura patrimonial de la

ciudad no solo para cuidar su imagen, sino también en función de lo que se
debe defender e impulsar partiendo de la puesta en valor de lo indígena, lo
vernáculo y lo mestizo a inicios del siglo XXI. Al abordar el tema del patri-
monio arquitectónico debemos referirnos a la Cuenca Histórica y no solo a
su Centro Histórico, para no restringir la apreciación de lo patrimonial a una
parte de su espacio y tiempo históricos y urbanos, ni privilegiar, tampoco,
una visión del pasado que excluye otras presencias importantes del mismo.
Preguntémonos si la delimitación del Centro Histórico (4/5 partes del área
declarada como Patrimonio Histórico de la Humanidad), abarca toda la com-
plejidad urbana de Cuenca, y por qué, las “periferias” del mismo, los sitios
y lugares vernáculos y cargados de memoria –especialmente indígenas y
mestizos– no han sido considerados dentro de este discurso patrimonial.

La historia de la arquitectura local no es más que una construcción te-
órica, una narración, que por tanto, siempre corresponde a los intereses de
las fuerzas que se ven impelidas a escribirla y deben por ese motivo rela-
cionarse con lo pasado. Igual sucede con la mirada. ¿Qué historia, pasado,
memoria y mirada nos interesan construir ahora, cuando otra vez Nuestra
América y nuestros Andes se convulsionan e insisten en su multisecular an-
helo libertario?

El patrimonio arquitectónico tangible de la Cuenca Histórica estaba
allí, invisible hasta cuando se comenzó a teorizar y hablar acerca de su valor.
Sin la argumentación no es posible verlo, enseñarlo, ni peor transmitir su
memoria fidedigna. Esto lleva a proponer que la historia y el patrimonio que
nos interesan construir y ver bajo el imperio de la globalización, no pueden
ser otros que aquellos que estén al servicio de la memoria de los pueblos y
la liberación social, de una visión otra del mundo, distinta al discurso y los
espejismos globalizantes del capitalismo tardío que quiere convertir inclu-
sive lo pasado y sus vestigios en mercancías, fuentes de lucro y espectáculo.

La globalización, al apretar y poner en tensión máxima las necesidades
de la acumulación capitalista, requiere de la destrucción del patrimonio para
“reconstruirlo”, remozarlo y vendérnoslo, dentro de lo que David Harvey
denominó acumulación por desposesión, o tendencia a devorar no solo los
recursos naturales y humanos, sino los paisajes y los patrimonios tangibles
e intangibles. El discurso y la práctica del neoliberalismo en lo que concierne

175

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

al manejo patrimonial, se han manifestado destructores y dañinos de los
bienes culturales. En cuanto al manejo de lo patrimonial urbano y arquitec-
tónico, hemos visto que lo suyo significa gentrificación o fachadismo, es
decir, producción de imposturas que deforman los monumentos, lugares y
sitios, en aras del consumo depredador.

El atroz giro capitalista del presente en su afán de mostrar cada día mer-
cancías nuevas, se ha tornado desmemorizante, con lo cual –para no terminar
convertidos en zombies de centro comercial–, debemos pedir, como decía
Walter Benjamín, auxilio a nuestra memoria histórica, e insistir en las luchas
de nuestros antepasados derrotados, hasta conseguir redimirlos y redimirnos.

En el Centro Histórico de Cuenca han venido a parar muchos tiempos
e influencias, convirtiéndolo metafóricamente en una biblioteca abierta,
una bodega desordenada, un conjunto de ruinas…, en la cual, podemos en-
contrar referencias a nuestro ser, y quizás algunas respuestas a nuestras más
antiguas preguntas.

¿Por qué sus vestigios arquitectónicos merecen ser conservados e inves-
tigados? Cuenca, la ciudad de las culturas varias, recoge y mantiene su orígenes
cañaris, incas, españoles, mestizos y universales. En sus mestizajes se funden,
sincretizan y sintetizan las multiplicidades dinámicas y cambiantes con las que
ahora nos insertamos en una mundialización que podría crear posibilidades de
un mejor porvenir. Precisamente en esta coyuntura que vive América Latina, y
cuando estamos viendo que sus fuerzas se nutren otra vez de las resistencias
centenarias y luchas recientes contra el neoliberalismo, sus memorias, marca-
das por los signos de la vida, la tierra y la libertad, tienen que ser fortalecidas,
estudiadas, investigadas. En este contexto cabe desarrollar ciertas nociones de
lo patrimonial arquitectónico para ver lo mismo, pero con diferentes ojos.

conservar sus hechos, testigos tangibles y testimonios construidos, a los cua-
les podemos y debemos interrogar una y otra vez, para acumular experien-
cias, no cometer los mismos errores, potenciar nuestras presencias y
alimentar nuestros deseos de una ciudad auténticamente democrática. Aislar
los hechos del patrimonio arquitectónico tangible, desde nuestra perspectiva
teórica, solo es posible por razones analíticas, ya que en lo concreto, lo tan-
gible está íntima e indisolublemente unido con lo intangible, en este caso
con la cultura viva de Cuenca y su región históricas. Sin olvidar esta adver-
tencia, procedo a proponer la siguiente periodización.

3.1 La arquitectura local en las centurias anteriores a la conquista es-
pañola, comienza con asentamientos dispersos y primitivos que posible-
mente y con el transcurso de los siglos, dieron origen al territorio y
arquitectura cañaris. De estos asentamientos, quizás precañaris, es necesario
seleccionar y señalar, a partir de los estudios arqueológicos e históricos exis-
tentes, cuáles deben ser por ahora los sitios a ser preservados, puesto que
dentro de la región existirían algunos.

3.2 Los cañaris, cuando fueron incorporados en el incario aproxima-
damente en 1470, pasaron a una nueva fase en la configuración de su terri-
torio-nación. Los incas, al consolidar Tomebamba, convirtieron éste lugar
en el referente simbólico, ceremonial, administrativo y militar, que comenzó
a desempeñarse como el centro de los asentamientos dispersos (Idrovo
2007). Se trató de un salto cualitativo en la producción de socio-territorial
local, potenciado por una visión inédita de los Andes. El Qápac Ñan (Ca-
mino del Inca) relacionó esta región con los cuatro suyus, o cuatro partes
del mundo andino. El surgimiento de Tomebamba como “otro Cusco”,
cambiaría la cosmovisión de los habitantes regionales y de hecho su arqui-
tectura. Múltiples cronistas hablan de la magnificencia de Tomebamba, aun-
que de la misma apenas nos quedan vestigios aislados (Pumapungo), e
hipótesis. En cuanto a los asentamientos cañaris se debe proceder de igual
manera que en el caso prehistórico, sobre todo porque hay la certeza de su
existencia en los vestigios y toponimia.

Los asentamientos incaicos, Pumapungo en primer lugar cuando estu-
diamos la Ciudad Histórica, y luego los demás sitios y monumentos regio-
nales (Paredones, por ejemplo), requieren el establecimiento de una equipo

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

177

2. Distintos enfoques sobre lo patrimonial arquitectónico
El discurso hegemónico sobre el tema ha pretendido dar una versión

unidireccional y fija, privilegiando categorías de análisis y enfoques que
apuntan a poner el pasado en función del dominio presente y su proyección
futura. Con esto se nos quiere decir que todo lo que se ha construido y hecho
en la ciudad, tenía que venir a dar precisamente en lo que ahora sucede y
tendrá que suceder.

Dicho de otro modo, el patrimonio trata de ser usado como una aliena-
ción más que justifica el manejo de la cultura arquitectónica y urbana en tér-
minos populistas y burocráticos, sin que toda esa palabrería institucional y
mediática sirva para defender, esclarecer ni desarrollar los conceptos y las
manifestaciones patrimoniales más allá de lo relacionado con la contratación
a empresas ligadas al poder, a un turismo masificante y a otros negocios gri-
ses que en vez de cuidarlo lo dañan a cada paso.

El neoliberalismo creyó que su dominio iba a durar mil años, pero tal
como le han venido las cosas no ha llegado a los treinta. América Latina se
sacude nuevamente, y las ideas neoliberales que alimentaban el discurso
sobre lo patrimonial urbano y arquitectónico, se han quedado sin piso ante
la emergencia de nuevos sujetos sociales que plantean el rescate de la me-
moria histórica y el derecho a construir su historia y su ciudad desde una
perspectiva popular, democrática, participativa, y sobre todo vital. En ese
sentido, no más utilización del patrimonio tangible e intangible como valor
de cambio, pues esto es lo que parece motivar a cierta corriente institucional
que no ve en lo patrimonial sino una fuente de lucro y difusión de ideologías
desarrollistas opuestas a cualquier interpretación liberatoria, o cuando menos
democrática. Lo patrimonial, como el conjunto de bienes universales, no
pueden ser privatizados ni usados para provecho personal. Son de la socie-
dad, por tanto, un valor de uso que debe ser racionalizado y cuidado en fun-
ción social. En consecuencia, su estudio debe nutrirse de ideas nuevas y de
nuevas interpretaciones que desarrollen la investigación y el conocimiento
científico e interdisciplinario del tema.

3. Establecer críticamente los períodos del devenir arquitectónico local
Conviene avanzar en los intentos de periodización necesarios para de-

linear políticas de manejo y conservación. Si bien, toda obra de cultura lo
es a la vez de barbarie (Benjamín 1980), no por ello deja de ser fundamental

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

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Las trazas originales de la ciudad española no corres-
ponden a la planta de la ciudad de Tomebamba. El primero,
de 1557 fue elaborado con datos del Acta de Fundación de
la Ciudad, su autor: Octavio Cordero Palacios. El segundo,
a partir de datos de 1563, en donde se puede apreciar que
hay ocho manzanas adicionales, apenas seis años después de
dicha fundación (Municipio de Cuenca 2008).

178

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

especializado en su estudio y cuidado. Lo mejor conservado parece ser hasta
ahora la trama urbana y sus relaciones con los demás asentamientos del es-
pacio o territorio indígena regional, lamentablemente, dicha trama no deja
de ser alterada en sus niveles, elementos y materialidad por los planificado-
res y contratistas municipales.

La arquitectura prehispánica de la Cuenca Histórica es un tema latente
y abierto, un quipu enredado del cual muchos cabos sueltos aún deben ser
atados, y muchos nudos, ser interpretados. Unos y otros se adentran en nues-
tras calles y casas así como en nuestras almas. Vistas las cosas de este modo,
la indolencia que permitió dejar a Pumapungo en manos del Banco Central,
no hacer nada para incorporar los ceques (lugares sagrados) cercanos a
Cuenca, no preocuparse por la investigación arqueológica del Templo de
Viracocha, de los Depósitos del Inca en Qollca, o zonas de evidente impor-
tancia arqueológica dentro y fuera del área urbana ha reducido la valoración
de nuestro patrimonio regional-urbano-arquitectónico mestizo y ha permi-
tido que el daño a su espacio histórico continúe rampante.

Sobre este punto basal de nuestra arquitectura merecen especial aten-
ción las toponimias sagradas de los pueblos originarios, las cuales, siguen
hablándonos en su propia lengua. Resultado de las simbiosis animistas que
produjeron la observación del cielo andino por un lado, y la posesión de su
geografía vital por otro, dichos pueblos señalaron –al igual que los antiguos
europeos– sus topografías legendarias, sus lugares santos y puntos singula-
res. Cuando nos sacudamos de los prejuicios eurocentristas podremos reno-
var el nombramiento de nuestro mundo milenario y el rescate de nuestra
palabra. Mientras tanto, el prestigio de dichos lugares puntuales, tan carga-
dos de tradiciones multigeneracionales, quién sabe si tambos del genius locci

179

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

(Rossi 1971), les confiere una continuidad que ayuda en la interrelación cul-
tural de nuestra sociedad diversa y su arquitectura.

Vestigios de Pumapungo, el ba-
rrio central de la vieja ciudad
precolonial.
El Colegio Borja y el edificio del
Banco Central, fueron construi-
dos sobre los vestigios arqueoló-
gicos o sobre sus áreas públicas.

Este plano demuestra
que el emplazamiento de To-
mebamba, era mucho más
amplio que el área ocupada
por los primeros españoles
(Idrovo, 2000), con lo cual,
para preservar la Ciudad His-
tórica se requiere incorporar
las investigaciones recientes
para su mejor cuidado. En el
plano de la derecha se aprecia
que muy cerca del barrio de
Pumapungo existían otros
emplazamientos de la ciudad
antigua (Idrovo 2000). Res-
tringir “el patrimonio urbano”
al emplazamiento español, re-
duce el riquísimo valor de la
segunda capital del imperio
inca.

180

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

3.3 El shock de la conquista española produjo el siguiente salto cuali-
tativo en la configuración del espacio urbano y la arquitectura regional,
puesto que, en el territorio incásico-cañari se impusieron las condiciones
para el desarrollo del territorio precapitalista de matriz europea. En el mo-
mento de la fundación española conviene tener presente que «Una red de
calles y caminos vinculaban a cada barrio con Pumapungo y también entre
sí, …» (Idrovo 2007), y que «… se fundó Cuenca aprovechando la infraes-
tructura de la urbe incaica. Calles, canalización y plazas fueron mantenidas,
al igual que la orientación de la nueva ciudad, con relación a los principales
caminos que salían en las cuatro direcciones: al norte, hacia Quito, por la
llamada Calle Vieja; al sur, mediante tres arterias: por Gapal, Turi y la mo-
derna avenida Loja, confluyendo más adelante en el área de Tarqui y Cumbe;
al oriente, por la Calle Larga y su prolongación hacia Monay y luego a través
de la cuenca del Paute; y a la costa, por la misma Calle Larga desde el Vado
hacia el Cajas» (Idrovo 2007).

De esta manera, y conforme las investigaciones de Jaime Idrovo U.,
los antiguos barrios incaicas-cañaris de Tomebamba pasaron a ser las parro-
quias urbanas de Cuenca. Esta ciudad en el momento en el cual llegaron los
españoles, habría sido además un modelo urbano de «poblados auto susten-
tables unidos con un sector nuclear», que según Idrovo (2007), “impactó en
la generación de un sistema de planificación urbana para todo el Tahuantin-
suyo, habiendo condicionado igualmente el desarrollo de la Cuenca colonial
y republicana” Importantes observaciones del autor citado que llevan a re-
pensar las tesis aceptada sobre el damero y la aplicación de las Leyes de In-
dias, argumentos con los cuales se ha venido explicando e induciendo una
visión de la forma urbana originaria de Cuenca, restringiendo su patrimo-
nialidad a la inicial trama española y la ciudad colonial.

181

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

avanzadas construcciones del período en cuanto a técnicas y conceptos ar-
quitectónicos, y de hecho, centros de formación profesional y ejemplo cons-
tructivo para las demás edificaciones civiles, aunque ninguna de estas
variantes, en Cuenca, alcanzó la magnificencia simbólica de aquellas. La
Iglesia Mayor, así como las de los franciscanos, dominicos y agustinos, con
sus conventos respectivos, comenzaron a edificarse en el s. XVI. Igual cosa
sucedió con los dos monasterios de clausura. Todas estas edificaciones fue-
ron ampliándose y mejorando en calidad con los años. También San Blas y
San Sebastián, ya eran a finales del s. XVI, ermitas que delimitaron el le-
vante y el poniente de la nueva ciudad (López 93-94).

Dos siglos y medio bastaron para que en nuestra región surgiera una
nueva arquitectura, sin arquitectos y sin pretensiones, una arquitectura aus-
tera y sencilla que recuerda a la popular de la meseta castellana, de Extre-
madura o Andalucía, pero que no es una copia de éstas debido a los aportes
del mestizaje, a las necesidades sociales distintas y al nuevo medio geográ-
fico en el cual se desarrolló. Aquí está la raíz y la verdad de la arquitectura
vernácula y popular de la arquitectura patrimonial del Azuay, insuficiente-
mente estudiada.

En cuanto a la arquitectura colonial de Cuenca, está claro que la traza
de la ciudad española de 1557 no usó los cimientos ni muros indígenas para
erigir sus nuevas edificaciones –como en el Cusco–. En el libro sobre los
planos de la ciudad publicado por el Municipio (2008), podemos ver que
los datos usados por Octavio Cordero y por Abraham Sarmiento para realizar
el dibujo y la litografía de la traza primitiva de 1557, así como lo mostrado
en el plano “Traza de Cuenca de 1563” (Municipio 77), confirman lo dicho.
Y lo ratifican el plano de Max Uhle (“Ruinas de la ciudad de Tomebamba”,
elaborado en 1923 (Municipio 67) y el más reciente de Diego Arteaga
(12-13), en los cuales, señalan el emplazamiento de las edificaciones cañaris
e incas, lejos del elegido para el asentamiento español.

Esto permite afirmar que por lo menos en las veinte y cuatro manzanas
comprendidas entre las actuales calles Gran Colombia, Juan Jaramillo, Ma-
riano Cueva y General Torres, la arquitectura cuencana del siglo XVI fue
de inspiración ibérica.

Se deduce, por la ubicación de los terrenos asignados en 1563 a Juan
de Narváez y a Juan Díaz, que estos lotes en sus linderos sur debieron haber
coincidido con la actual Calle Larga que estaría allí desde antes de la fun-

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

183

La alianza cañari con los españoles permitió que la fundación de estos
no se realizara sobre la ciudad indígena sino junto a ella (Cardoso 2007),
más los datos que ahora disponemos, llevan a pensar que la traza primitiva
se imbricó o acomodó entre los espacios ocupados por los incas-cañaris de
Tomebamba. Si bien en la primera traza y amanzanamiento español no se
ve que en ella estuvieran vecinos indígenas, se sabe que cerca de dicha traza,
y equidistantes del nuevo centro que se estableció, estaban dos “plazas de
naturales”: la de San Sebastián, y la de Sal Blas, unidas por una calle que se
prolongaba o empalmaba con la red viaria del Qapac Ñan.

No olvidemos tampoco que los depósitos que el Inca tenía en Qollca,
debían estar unidos por algún camino con Pumapungo, lo cual, deja ver muy
claramente la red urbana en la cual tuvo que acomodarse la traza española.
Lo dicho se deduce también de los estudios comparativos de las tramas ur-
banas de Cusco, Quito y Tomebamba (Lozano 1996). Estas determinaciones
espaciales indígenas en la traza originaria, facilitaron el sincretismo cultural
hispano-andino que a lo largo de la colonia condicionó su arquitectura en
cuanto a orientación, frentes, visuales…, y en lo constructivo formal, resultó
novedosa para la región. Sin embargo, las mejores y más avanzadas mani-
festaciones anteriores no tuvieron cabida o sufrieron una transformación en
sus formas y técnicas, dada la habilidad y destreza que los cañaris han tenido
siempre como constructores y artesanos.

La arquitectura colonial en sus versiones dedicadas al nuevo culto, o
en las dedicadas a la vivienda y la administración, mantuvo hasta bien en-
trado el siglo XVII características de extrema austeridad. Desde su inicio
incorporó nuevas tecnologías que se adecuaron al clima, a los materiales y
a las habilidades de los alarifes cañaris, quienes asimilaron con las tecnolo-
gías constructivas hispánicas, sus concepciones del espacio y esquemas fun-
cionales. Juan de Salinas, citado por Galo Ramón (2008) decía que la gente
Cañar es más doméstica y de más razón que no la palta, opinión corroborada
por fray Gregorio García quien comparaba a los paltas con los cañaris y
decía: «solamente sirven los Paltas de hacer adobes para las obras de los Es-
pañoles, porque otros son los que los ponen, llamados Ambocas, que son
cañaris». Lo ha recogido también Ramón en su obra aquí citada.

Los monasterios, conventos e iglesias, tanto en sus humildes inicios –
pisos de tierra apisonada, paredes de bahareque y techo de paja–, como los
de fastuosidad barroca posterior de la colonia consolidada, fueron las más

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

182

los cambios de las formas arquitectónicas de las nuevas repúblicas. Incluida
la de Cuenca…

El afrancesamiento republicano que sustituyó a la españolización de
la arquitectura colonial en el siglo XIX, comenzó cuando sectores de la élite
que heredó el poder colonial, inseguros aún de que podrían mantenerlo, ba-
rajaron la reconquista ibérica primero (con Juan José Flores) y el protecto-
rado de Francia, después (con García Moreno). Por ventaja el nuevo país
sobrevivió a estos desvaríos oligárquicos y entre sus esperanzas de algo dis-
tinto dejó atrás la arquitectura barroca, plateresca o culta españolas, simpa-
tizando con aquella que había traído la Revolución Francesa. No solo el
neoclásico influyó en los nuevos edificios emblemáticos de nuestra pequeña
república, también lo hicieron los historicismos y eclecticismos que causaron
furor a orillas del Sena. Este ambiente alimentó el imaginario arquitectónico
local dando paso a lo que con algo de ingenuidad y entusiasmo se ha llamado
la cité cuencana”.

La Revolución francesa y Napoleón habían consolidado el nuevo poder
burgués en el viejo mundo, lo cual, en los artístico y arquitectónico significó
el florecimiento de neoclasicismo, estilo en el cual la masonería influyó con
sus ideales y sensibilidad. Casi todos los dirigentes de la emancipación his-
panoamericana y quiteña fueron masones (Núñez 237-253), y sus ideas que
entonces fueron progresistas en lo político y económico tuvieron su correlato
en la arquitectura y las artes. No es entonces casual que los “hermanos ma-
sones”, quienes eran además los intelectuales más avanzados de los tiempos
de la independencia, promovieran dicho afrancesamiento más como ideo-
logía estética importada que como emanación de la realidad socioeconómica
que caracterizó a la sociedad en el Ecuador en el siglo XIX. La masonería,
al alejar del poder político a la iglesia católica y promover la secularización
del Estado y la sociedad, alejó las artes y la arquitectura de la influencia
eclesiástica y fundamentó los nuevos simbolismos liberal burgueses, pero,
dada su naturaleza liberal eurocentrista, bloqueó los que correspondían a lo
vernáculo y popular indígena y mestizo.

Resulta decidor el cambio en las formas de representación planimétrica
de nuestras ciudades a raíz de la Independencia. En el dibujo técnico se re-
flejaron los avances del pensamiento positivo e instrumental que dejó atrás
las representaciones ingenuas del espacio, anunciando con ello la llegada
del pensamiento abstracto y científico. La primera representación de un de-

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

185

dación española, sobre todo por la determinante topográfica: recorría por el
borde superior de El Barranco. La Calle Larga, por lo tanto, debió unir el
asentamiento español con Pumapungo, y también, ser la salida (por El Pa-
drón), hacia los vados por donde se pasaba al Ejido. Esta tensión habría con-
tribuido a la densificación posterior de la ciudad en esa área: el Monasterio
de las Conceptas, la iglesia y el barrio de Todos Santos, así como los vesti-
gios arqueológicos ubicados junto al Museo Landívar fortalecerían esta hi-
pótesis.

La zona básica de la nueva ciudad se consolidó con una arquitectura
civil y religiosa de origen ibérico, tal como se puede apreciar en el plano del
centro urbano de Cuenca de 1729 (Municipio 88-89). El conjunto arquitec-
tónico civil de entonces era regular, y los hitos que sobresalían en la línea de
cielo eran las torres de la iglesia matriz y las de la desaparecida iglesia de
los jesuitas. Las edificaciones civiles en su mayoría eran de una planta, aus-
teras y de paños blancos, con cubiertas a dos aguas, algunas con pisos de la-
drillos y con una activa vida interior en torno a las huertas y patios.

En cuanto a la imagen de las edificaciones religiosas de Cuenca a fi-
nales del s. XVIII, cedo la palabra a Francisco José de Caldas, testigo de la
época: «No presentan gran cosa que pueda llamar la atención de un viajero:
todos pobres, todos pequeños, todos miserablemente adornados, no merecen
una descripción. No parece haya asistido aquí un hombre que sepa la desti-
nación de la arquitectura» (Achig 1998).

Del período colonial temprano, salvo los monasterios del Carmen y el
de la Concepción, así como algunos elementos antiguos de las iglesias del
Centro Histórico, no se ha podido documentar más edificaciones o vestigios
que los ya conocidos. Del apogeo colonial, se tiene más elementos dentro
de la arquitectura religiosa, digamos: las construcciones con las que se fue-
ron consolidando los dos monasterios.

3.4 La independencia de España determinó un nuevo momento para la
arquitectura colombiana y peruana, puesto que las elites criollas que here-
daron el poder terrateniente y el comercio en los puertos, volvieron sus ojos
a las nuevas potencias emergentes en Europa: Inglaterra en lo económico y
Francia en lo político y simbólico. Las crisis que condujeron a la indepen-
dencia de los virreinatos de Santa Fe, de Lima y de la Real Audiencia de
Quito, así como las crisis que siguieron a dicho cambio político, demoraron

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

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65El nombre de esta manifestación, no tiene que ver con neocolonialismo, por
el contrario, se refiere a un lenguaje que retomaba lo vernáculo español y mestizo
en la búsqueda de una forma americana “propia”.

decorativos: vidrios de colores, plafonds, papel tapiz…, y se popularizó el
muro de ladrillo cocido pegado con mortero de cal.

De la época que corresponde al inicio de la república queda poco,
mucho de ello oculto tras fachadas de factura posterior. Fue a partir de la
sexta década del siglo antepasado cuando comenzaron a proliferar las edifi-
caciones afrancesadas en el área central de la ciudad, correspondiendo a esta
corriente arquitectónica la antigua Escuela de Medicina o el Orfanato Anto-
nio Valdivieso, entre un sinnúmero de casos más. Los historicismos también
tienen lo suyo: San Alfonso por ejemplo, es una muestra de neogótico.

La influencia arquitectónica francesa no terminó con los ecos neoclá-
sicos, eclécticos e historicistas sino que se hizo sentir hasta mediados del s.
XX cuando se levantaron algunas fachadas Art Déco, que anunciaron el
modernismo y la preeminencia de la arquitectura del lote sobre la arquitec-
tura de la ciudad.

3.5 La arquitectura del siglo XX en Cuenca comienza a insinuarse en
los años treinta y con esos tibios reflejos del Art Déco que ya entonces era
una corriente considerada conservadora en Europa de los despotismos que
lo tomaron como un “llamado al orden” frente a los “excesos” vanguardistas.
No obstante, en la ciudad anunció al movimiento moderno que incidiría la
nueva etapa. El ex edificio del Banco Central, en Cuenca, es una muestra
de ese estilo.

Debo hacer notar también que a partir de esos años se construyeron en
Cuenca algunas obras del estilo neocolonial, que quizás fue en la América
Latina del siglo XX un único intento de dotarse de un lenguaje propio aun-
que sea con algunos repertorios prestados. El neocolonial65 produjo obras
de gran calidad compositiva (la ex Caja del Seguro, por ejemplo), y fueron
un eco de la Revolución Mexicana y del llamado de José Vasconcelos, pero
sucumbió frente a la arquitectura moderna que poco a poco fue convirtién-
dose en el símbolo del capital imperialista.

Después de la II Guerra Mundial los estilos internacionales definirán
la imagen arquitectónica de la Cuenca moderna. Si en este artículo los nom-

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Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

talle de Cuenca inscrita en esta nueva manera de representar, fue la “Vista
de una plaza preparada para una corrida de toros en la ciudad de Cuenca
del Perú
”, dibujada pr J. B. P. Tardieu Sculprit en 1792 con motivo del ase-
sinato de Seniergues en la plaza de San Sebastián (Municipio,91). No obs-
tante su importancia, el grabado carece de detalles realistas que lo conviertan
en un documento gráfico de la arquitectura de la ciudad.

Será el plano de Alejandro Vélez, de 1816, y el de 1880 (anónimo), los
que comenzarán a dar una idea gráfica científica de la planta de Cuenca. El
primero por indicar una escala y señalar el norte magnético, y el segundo,
por incorporar además del norte, el sistema métrico decimal en su escala
(Municipio 109). A partir de entonces se comienza a disponer de una car-
tografía más confiable para ubicar los edificios y conjuntos urbanos patri-
moniales de la ciudad histórica.

De cualquier manera, debe notarse que la arquitectura afrancesada tuvo
un alto espíritu de ciudad, y por ello, muchos conjuntos urbanos de Cuenca
manteniendo la individualidad de sus edificaciones, permiten que sus ele-
mentos comunes se impongan en sus perspectivas confiriendo unidad y ar-
monía a muchas de sus visuales. Por otro lado, el afrancesamiento fue ante
todo de las fachadas, porque en los espacios interiores de la mayoría de edi-
ficaciones, particulares principalmente, se mantuvieron los esquemas fun-
cionales y los métodos constructivos de la tradición mestiza. No sucedió lo
mismo con los edificios públicos del período: el ex Banco del Azuay, la ex
Universidad de Cuenca, o el Colegio Benigno Malo, en los que la distribu-
ción espacial y funcional internas así como la decoración, corresponden al
estilo de sus fachadas y cubiertas.

Este importante cambio en la iconografía urbana del país estuvo apo-
yado por un buen número de arquitectos y artistas europeos. Todos ellos,
deslumbrados por el neoclasicismo y los eclecticismos franceses, vinieron
contratados por los gobiernos ecuatorianos para trabajar principalmente en
Quito. Por esta razón, sus obras se convirtieron en el ejemplo para las demás
ciudades. En el caso de Cuenca y a partir de 1874, tuvimos además la pre-
sencia del redentorista Juan Bautista Stiehl, quien durante 25 años contri-
buyó no solo a poner la corona iconográfica de Cuenca, la Catedral Nueva,
sino a formar un buen grupo de albañiles dentro de sus preferencias estilís-
ticas y constructivas. A partir de entonces comenzó a usarse el mármol, los
hierros forjados, algunos materiales de construcción importados para efectos

187

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

ficios bancarios que comenzaron a surgir a partir de entonces, para lo cual
se destruyeron importantes bienes arquitectónicos y urbanos. Esta ingrata
experiencia con la arquitectura tardo moderna y posmoderna que se impuso
fue y es el resultado de la falta de estudios académicos serios sobre los gran-
des aportes teóricos y prácticos de nuestra disciplina en el siglo XX, así
como su relación con el pasado, responsabilidad que debe ser compartida
por los municipios, el Estado, las facultades de arquitectura y los colegios
profesionales del ramo. De esta manera, hemos llegado a la modernidad tar-
día o globalización con un apogeo de la arquitectura de lote y la degradación
formal del lenguaje moderno.

Algunas de estas novísimas obras han sido enquistadas en el Centro
Histórico, aunque el mayor daño que las mismas causan proviene del entorno
cuando las edificaciones de altura levantadas con fines especulativos y co-
locadas donde mejor les ha parecido a los promotores inmobiliarios, dañan
el sky line de la ciudad y afectan las visuales del Centro Histórico.

El neoliberalismo ha radicalizado el individualismo y la autorreferencia
de la obra arquitectónica, atentando contra el espacio público y el deberse
de la obra arquitectónica al conjunto de la ciudad, a la memoria colectiva,
al barrio. Esto afecta la preservación de los conjuntos urbanos patrimoniales.
Ante la agresión, conviene reivindicar y tener claros los conceptos de con-
junto urbano, de visuales, de panorámicas, de sitios de valor excepcional,
de perspectivas, recorridos, líneas de cielo, alturas…, a fin de que las obras
o las intervenciones aisladas o particulares no dañen lo general, esto es, la
imagen pública que pertenece a las comunidades y que no puede ser adulte-
rada o sufrir el acoso visual y especulativo.

4. Autenticidad iconográfica: conocimiento y liberación
Patrimoniar las más significativas manifestaciones de los momentos

arriba reseñados, permite determinar su grado de autenticidad y originalidad
relativas. Para ello, hay que investigar y teorizar. En el caso de los períodos
de raíz europea, al no ser ninguno originario de estas tierras, sino copias,
versiones o influencias, debemos darles el tratamiento de testigos de un
tiempo. En Europa, valorar culturalmente una obra de arquitectura es el re-
sultado de reconocer en ella la materialización de impulsos intelectuales de
diferente signo, la concreción de intelectualizaciones o de manifestaciones
que luego fueron corriente o tendencia, en todo caso, dicha valoración suele

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

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bramos, es porque en el Centro Histórico también se hicieron presentes, para
mal: arrasaron vastos conjuntos de arquitectura enraizada en la tradición y
la imagen de la ciudad histórica. Alteraron asimismo el paisaje urbano in-
corporando obras que no compensan culturalmente lo que derrocaron: por
ejemplo, los edificios construidos luego de echar al suelo el muro de las
Conceptas. O esa edificación ubicada en la esquina de Padre Aguirre y Bo-
lívar y que en honor a la historia urbana de la ciudad debería ser expropiada
y demolida, y en su lugar, restituir la plazoleta que el plano de Cuenca de
Alejandro Vélez de 1816 (Municipio 100) muestra que existía. Este acto de
reparación, complementaría de manera adecuada la apertura de la calle Santa
Ana y permitiría apreciar mejor la Catedral de Cuenca desde la esquina de
las calles Bolívar y Aguirre…

En los años cincuenta comienzan las edificaciones modernas, esto es,
pertenecientes a lo que se conoce como el Estilo internacional. El Cuerpo
de Bomberos, o la casa de José Eljuri Chica, frente a la Virgen de Bronce
están en este grupo. De la arquitectura moderna hay muy pocas obras que
merezcan ser patrimoniadas. Uno de los pocos ejemplos de la misma fue el
conjunto administrativo de la Universidad de Cuenca y su teatro, irremedia-
blemente dañados por las ampliaciones recientes.

Este lenguaje arquitectónico que irrumpió después de la II Guerra
Mundial, con fuerza apabullante contra todo cuanto no se le parezca o con-
venga, duró aquí hasta mediados de los setentas, cuando empezó la expor-
tación petrolera.

En el Ecuador tenemos buenos ejemplos de arquitectura moderna cons-
truida principalmente por arquitectos emigrados en la primera mitad del s.
XX. Fuera de su rol excluyente de otras formas en el núcleo histórico urbano
de Cuenca, no logró construir aquí obras muy significativas. De todos
modos, debemos reconocerle a la arquitectura moderna en Ecuador aportes
determinantes en los nuevos planteamientos espaciales y funcionales, com-
posición y concepciones estructurales, así como en el uso de los nuevos ma-
teriales industriales para la construcción, con lo cual, fue el estilo definitorio
de las áreas urbanas modernas en el país.

3.6 El final de las últimas dictaduras militares y la reinstauración de la
“democracia”, se impone el período neoliberal, que en Cuenca, ha construido
obras de arquitecturas simbólicamente débiles y banales. Basta ver los edi-

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

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decir que la construcción de la autenticidad además de ser una lucha de resis-
tencia cultural y política, no pierde de vista la inventiva y la libertad. La pro-
ductividad inmobiliaria capitalista cuando aborda el tema de lo arquitectónico
patrimonial, por lo que se ve, ha derivado hacia la producción de refunciona-
lizaciones caras, “resemantizaciones” de obras que no debían ser manoseadas,
obteniendo con ello imposturas o mercancías aptas para el consumo pero in-
trascendentes como hechos culturales durables y convenientes para la cons-
trucción de espacios urbanos y arquitectónicos de auténtica democracia.

No es difícil darse cuenta que la arquitectura vernácula regional surgió
del mestizaje, y que el concepto de vernáculo en arquitectura nos ayuda en
estos debates (ICOMOS 1998). Las modas arquitectónicas en cambio, como
el afrancesamiento de las fachadas de Cuenca del cual ya me ocupé, fueron
una imposición ideológica más en la multisecular historia del colonialismo.
La arquitectura vernácula es en cambio un esfuerzo de autenticidad porque
expresa el sentir de un pueblo para satisfacer las necesidades de su habitar
y de ser a su manera, a diferencia de las modas que son identificatorias con
los lenguajes noveleros del poder.

Analizar el hecho arquitectónico ampliando nuestra visión y abriendo
nuestra sensibilidad, nos lleva a pensarlo de otras formas y apreciar su ima-
gen con otros ojos, a construir su teoría y percepción no solo a partir del im-
plante de las formas arquitectónicas y urbanas coloniales, neocolonialistas
y globales, sino a partir de la resistencia al colonizador, que en el caso del
cual nos estamos ocupando, pasa también por la asimilación crítica de sus
tecnologías, por la apropiación crítica de sus técnicas y la producción de
versiones que contraríen sus modelos. Planteándolo de otra manera: se ne-
cesita analizar, estudiar y desarrollar las formas que a pesar de las imposi-
ciones, han desencadenado nuestra diferencia y otredad. Establecer los
alcances de estos resultados es parte de la lucha por autodescubrirnos, algo
en lo cual los actuales pueblos latinoamericanos se encuentran empeñados
con creciente energía liberatoria.

Esta apropiación produjo y produce los sincretismos formales y las ar-
quitecturas mestizas que siempre han tratado de ser asimiladas en el discurso
y visión del modelo colonialista, interesado más en que nos identifiquemos
con él, y nunca en que nos diferenciemos y optemos por otros caminos, por
esos que podrían llevarnos a inventar las polis y los entornos urbanos y ar-
quitectónicos que nos correspondan.

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

191

ser resultado coherente de debates culturales, políticos o estéticos, imbrica-
dos en esas manifestaciones arquitectónicas o urbanas.

Si en las periferias del mundo nos sumamos acríticamente a esos de-
bates o tradiciones –ahora sobre todo, cuando en América Latina soplan cier-
tos aires renovadores–, dicha actitud mantendría el colonialismo mental y
visual y sería una impostura identitaria. No sucede lo mismo con el ejercicio
del criterio y el análisis, los cuales son tan universales como la Regla de
Tres o el Teorema de Pitágoras. En tal sentido, iniciemos nuestro ejercicio
reflexivo preguntándonos ¿qué debemos hacer y discutir entonces cuando
tratamos el tema patrimonial?

En primer lugar, tenemos que desarrollar nuestras investigaciones, co-
nocimientos y análisis críticos, para saber las implicaciones múltiples de
nuestras obras arquitectónicas patrimoniales. De esta forma estableceríamos
una apreciación no tan identificada con los valores culturales y tradiciones
extraños, puesto que veríamos que los mismos tienen connotaciones políti-
cas, sensibles, ideológicas, discursivas que históricamente han pretendido
extender lo suyo a ultramar y con ello, frenar el proceso de liberación mental
y búsqueda de las autenticidades del Tercer Mundo. En otras palabras, de-
bemos establecer una discusión con este pasado y con estas memorias para
preguntarles “¿quiénes son ustedes?” y también para preguntarnos a nosotros
“¿quiénes somos?”, y no sumarnos alegremente al culto de un patrimonio
que a lo peor, no nos corresponde, o solo nos corresponde en parte.

No insinúo desentendernos de las diferentes aportaciones arquitectó-
nicas y urbanas que el devenir histórico ha dejado en nuestras ciudades. Por
el contrario, pienso que debemos clasificarlas, seleccionarlas, establecer su
valor y mantenerlas, sea como muestras de los sincretismos, de las imposi-
ciones, o de la capacidad de adaptación del modelo a otras realidades. Pro-
pongo entonces una conservación crítica que nos salve de caer, con el cuento
del patrimonio, en la ingenua celebración del colonialismo en la medida que
nos identificamos con sus expresiones culturales y con las intenciones de
sus implantes simbólico visuales en nuestros territorios y nuestras cabezas.

En segundo lugar, debemos continuar con la búsqueda de nuestras ex-
presiones auténticas, por lo general invisibilizadas en el discurso oficial del
poder. Estas manifestaciones, no pueden sino estar en la arquitectura popular
y vernácula, pero también, en las narrativas y prácticas que hacen de nuestros
espacios lugares verdaderos, valores de uso, y no valores de cambio. Quiero

Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

190

mantenido ante las modas y los afanes de civilizarnos, insinuándonos que
la base existencial de nuestra diferencia y posibilidad de ser conforme nues-
tras pulsaciones y deseos lo piden, es más conveniente que las normativas y
recetas de los grandes poderes. No se trata de ser nacionalistas, simplemente
saber que la autoconciencia de lo que se es, ayuda a dialogar en condiciones
libres y simétricas con el otro, y es más, ayuda en la ubicación de los deseos
de otras formas civilizatorias y las formas de alcanzarlas.

Los “aportes” de la arquitectura globalizante, a diferencia de anteriores
manifestaciones arquitectónicas capitalistas, corresponden a la época de su
decadencia. En el tiempo del capitalismo tardío expresan de manera poten-
ciada sus enfermedades seniles y delirios. El capitalismo de esta fase ter-
minal ha invertido el papel que en su juventud tuvieron las fuerzas
productivas, convirtiéndolas en el presente, en fuerzas destructivas de la so-
ciedad, de la naturaleza y de la cultura. Esta característica hace que la ar-
quitectura del neoliberalismo en sus versiones masificantes o estelares haya
perdido empuje progresivo, renovador y utópico que tuvo la arquitectura
moderna, reduciéndose la de ahora, a una actividad especulativa, depreda-
dora de recursos y espectacular hasta el cansancio, agravando con ello los
problemas ya de por si irresolubles que tiene la ciudad globalizada. Corres-
pondiendo a esto, y bajo esta influencia, las obras de arquitectura ilegal que
se han edificado en los últimos diez años en el Centro Histórico, así como
las intervenciones urbanísticas municipales, han sido destructivas, nocivas,
fachadistas, en general obras de relumbrón atentatorias contra la memoria y
el patrimonio y la imagen de la Cuenca Histórica.

6. Conclusiones
La periodización propuesta da una imagen de conjunto que puede guiar-

nos para avanzar críticamente y poner en valor las distintas muestras o hechos
arquitectónicos producidos en nuestra multisecular historia. Lo hacemos, im-
pulsados por el deseo de construir el tiempo y la mirada de Nuestra América
cuando el más reciente cambio que en nuestra ciudad territorios ha causado
la globalización neoliberal, ha traído más problemas que soluciones.

Con los criterios expuestos se busca contribuir a reinventariar y avanzar
en la investigación del patrimonio arquitectónico, urbano y territorial exis-
tente, no solo de las 178 has. centrales, de Pumapungo y las tres áreas Es-
peciales (Calles R. M. Arízaga, Las Herrerías y Av. Loja), sino de otros sitios

Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

193

Visibilizar entonces el proceso desde lo popular y democrático, desde
la memoria de la resistencia y el deseo de un mundo solidario, igualitario,
libertario y ecológico, no solo que nos dará otras miradas de lo patrimonial,
sino que la construcción de esa memoria y mirada, potenciará nuestras lu-
chas liberatorias y la genuina defensa y desarrollo del patrimonio arquitec-
tónico social.

Desgraciadamente, todos estos asuntos tan importantes en torno a nues-
tra arquitectura y ciudades, no son tratados con la debida profundidad en las
facultades de arquitectura ni por los colectivos profesionales respectivos.

5. Traslape de estilos en la ciudad histórica
No se trata solamente un asunto inherente al mestizaje cultural y visual,

sino algo relacionado con los procesos culturales y el devenir de la ciudad
y la sociedad. Es normal que mientras unos estilos, modas, tendencias o co-
rrientes arquitectónicas decaen, las nuevas visiones y necesidades expresivas
que recoge la arquitectura como hecho cultural dinámico se traslapen con
las anteriores y entre ellas, generando la idea de lo nuevo y lo viejo. Este
asunto, en las regiones capitalistas periféricas, coloniales, neocoloniales, de-
pendientes o globalizadas como la nuestra, es particularmente agudo por la
fuerza ideológica que acá adquieren los discursos arquitectónicos metropo-
litanos, los cuales en sus múltiples ejemplos, suelen aplicarse con mayor in-
tensidad y exageración que en las regiones capitalistas centrales.

Ser más papistas que el papa, mitifica las formas arquitectónicas mo-
délicas, y como no hay suficiente conocimiento de causa, ni corresponden
a las sensibilidades de los procesos culturales y económicos locales, tales
actitudes dan paso a seguidismos que llevan por lo general y de la noche a
la mañana a expresiones ridículas. Por otro lado, la ideología de la novedad,
de la cual se alimenta también la mercancía arquitectónica, contribuye asi-
mismo a una falsa renovación que a la postre se convierte en un sumidero
donde desparece la memoria, diluida en forma de alienación arquitectónica.

Bajo estas condiciones tiene particular mérito la supervivencia de la
arquitectura vernácula de los andes cañaris, saraguros, paltas y demás re-
giones mestizas del sur de Ecuador y norte del Perú, en donde no obstante
la fuerza de la cultura arquitectónica eurocentrista, la otra, la popular, ha
logrado resistir, y al igual que la vestimenta de la chola azuaya y del chazo,
al igual que el locro de papas, el cuy asado y el chancho horneado, se ha

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de Tomebamba-Cuenca, a fin de establecer directrices y seleccionar las
obras y conjuntos de valor cultural que convenga mantener, restaurar y cui-
dar en lo que es el acervo iconográfico patrimonial arquitectónico de la ciu-
dad y sus zonas de protección.

La ciudad actual, imbricada como está en la infraestructura urbana de
la vieja Tomebamba, paradójicamente ha privilegiado el “Centro Histórico”
de origen español, en detrimento de la amplísima red de emplazamientos y
asentamientos indígenas que existen en esta llanura grande como el cielo
y sus cercanías. Es indispensable, en consecuencia, pensar y visibilizar la
Ciudad Histórica mucho más allá del Centro Histórico actual.

Lo vernáculo es el núcleo duro de nuestra arquitectura patrimonial e
histórica, no solo en sus ejemplos más caracterizados, digamos muchos tra-
mos del conjunto de El Barranco con frente al río, o los cientos de viviendas
populares suburbanas típicamente azuayas, sino como presencia transversal,
como rizoma subyacente que caracteriza todos los momentos de nuestra ar-
quitectura: la colonial, la afrancesada, e incluso la moderna por lo que de
artesanal tiene, o en lo que la “lectura popular” de la modernidad arquitec-
tónica produjo. Por tanto, debemos ampliar nuestros horizontes sensibles y
visuales hacia lo vernáculo, rescatarlo, limpiarlo y ponerlo en valor, diría
que en el centro mismo de nuestros intereses arquitectónicos patrimoniales
y superar las visiones colonialistas sobre el tema, la ciudad y el territorio.
(Véase Páez, 2008: cap. II; 2003, cap. 14).

Todo lo que hemos reflexionado en ésta y en otras oportunidades,
nos lleva a insistir en la urgencia de corregir ciertos rumbos dañinos en el
manejo de lo arquitectónico y urbano patrimonial. En caso contrario, los
nuevos sujetos históricos, el ICOMOS, la UNESCO, y nuestros hijos, re-
clamarán al Municipio, al Ministerio de Cultura y al INPC por sus debilida-
des, limitaciones, omisiones y errores en este campo (Véase, Páez 2009:
cap. IV). Urge, en consecuencia, crear equipos de profesionales, especialistas
e investigadores con la formación académica adecuada y la autoridad sufi-
ciente, para el manejo científico, técnicamente sostenido y sobre todo ético
laico, de Cuenca-Tomebamba, Ciudad Histórica.

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Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

El patrimonio tangible es inseparable del intangible. Es más: la cultura
viva es lo principal porque ella es quien da la vida al espacio construido, y a la
vida, la alegría de vivir.

Ramón Valarezo, Galo. La nueva historia de Loja. Quito: Gráficas Ibe-
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Ver lo mismo, pero con otros ojos / Oswaldo Páez Barrera

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Revista Pucara, N.º 23 (173-198), 2011

196

199

Noticia sobre los autores

CRISTINA ÁLVAREZ. Estudios de Magíster en Literatura Hispanoameri-
cana por la Universidad de Concepción de Chile. Algunos trabajos sobre li-
teratura chilena y latinoamericana han aparecido en revistas nacionales e
internacionales. Actualmente ejerce la docencia y la investigación en el De-
partamento de Humanidades de la Universidad de Concepción.

AIDALÍ APONTE AVILÉS. Maestría en Estudios Hispánicos en la Univer-
sidad de Puerto Rico. Candidata a PhD en Literatura Hispanoamericana
Contemporánea en la Universidad de Connecticut. Sus temas de investiga-
ción se centran en la novela gráfica, narrativa, poesía y film hispanoameri-
canos contemporáneos. Actualmente, trabaja en su proyecto de investigación
doctoral sobre la producción chilena de los últimos diez años.

MARÍA ELENA GRIJALVA. Estudios de maestría en Literatura Hispánica
en McGill University. Actualmente ejerce la docencia en el Cegep Saint Jean
sur Richelieu, de Montreal, Canadá.

CATALINA LEÓN PESÁNTEZ. Magíster en Estudios Latinoamericanos,
mención en Historia Andina, Universidad Andina Simón Bolívar. Doctorado
en Estudios Culturales Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador. Actualmente ejerce la docencia e investigación en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuenca.

CLAUDIO MAÍZ. Doctor en Letras, Investigador Independiente del Con-
sejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Ar-
gentina, Profesor titular Efectivo de Literatura Hispanoamericana II en la
Universidad Nacional de Cuyo, Director de los Cuadernos del CILHA (Cen-
tro interdisciplinario de literatura hispanoamericana), Coordinador de Re-
laciones Internacionales de la Universidad Nacional de Cuyo, profesor
invitado en universidades de Puerto Rico, México, Chile, España, Estados
Unidos. Líneas de investigación: Redes Intelectuales (actualmente dirige
un proyecto trianual financiado por CONICET), narrativa contemporánea,
novela histórica, ensayo latinoamericano.

Noticia sobre los autores

tualmente es docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, donde ha
dictado los cursos “La modernización latinoamericana en su narrativa corta”
y “Metodologías de la investigación cultural”. Actualmente trabaja en el
proyecto “La crítica del cuento y la novela ecuatorianos en el siglo XX”, fi-
nanciado por el Ministerio de Cultura del Ecuador, a través de uno de los
Fondos Concursables de la convocatoria del año 2010.

MARÍA TERESA SÁNCHEZ CARMONA. Doctorado © en Literatura His-
panoamericana en la Universidad de Sevilla. Doctorado © en Ciencias de
las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid, bajo la línea “Li-
teratura y religión” con atención al simbolismo mítico- religioso y su pre-
sencia en los imaginarios de la modernidad. Ha participado como ponente
en diversos congresos internacionales en Liverpool (Reino Unido), Poitiers
o Toulouse (Francia).Y publicado el artículo “Dualidad y Perspectivismo en
5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat”, en la revista Isla flotante
de la Universidad-Academia de Humanismo Cristiano de Santiago de Chile
(2009). Actualmente, desarrolla una estancia de investigación en la Univer-
sidad de Toulouse II- Le Mirail (Francia), con el respaldo del grupo de in-
vestigación FRAMESPA (France Méridionale et Espagne: histoire des
sociétés du mouen age à l´époque contemporaine).

Noticia sobre los autores

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CELINA MANZONI. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires
y catedrática de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y
Letras de la misma universidad. Investigadora del Instituto de Literatura
Hispanoamericana dirige equipos de investigación especializados en el área
y ha creado el Grupo de Estudios Caribeños. Ha sido becaria de la DAAD
en el Instituto Iberoamericano de Berlín y de la UBA en la Universidad de
Princeton. En el año 2000 recibió el Premio Ensayo Internacional Casa de
las Américas, La Habana por un dilema cubano. Nacionalismo y vanguar-
dia.
Ha publicado numerosos artículos en libros y en revistas académicas
de la especialidad y ha dictado cursos y conferencias en América Latina, Es-
tados Unidos y Europa.

MARÍA EUGENIA MOSCOSO CARVALLO. Doctora en Literatura por la
Pontifica Universidad Católica del Ecuador, Sede en Quito, Diploma de Li-
teratura en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cuenca. Do-
cencia en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Cuenca.
Publicaciones en revistas internacionales y nacionales.

OSWALDO PÁEZ BARRERA. Doctor (PhD) por la Universitat Politècnica
de Catalunya –sobresaliente cum laude–. Su Tesis Doctoral: La ciudad de
la presencia. Memorias, deseos y narrativas está publicada por la UPC en
internet. Es también Màster en Història. Art, Arquitectura, Ciutat, por la
misma universidad. Miembro Individual del ICOMOS, Organización Con-
sultora Categoría A de la UNESCO en temas patrimoniales. Ha publicado
varios libros, artículos y ensayos, sobre temas de su especialidad.

GLORIA RIERA. Licenciada en Lengua y Literatura por la Universidad de
Cuenca. Máster en Estudios Culturales mención Literatura Hispanoameri-
cana por la Universidad Andina Simón Bolívar. Posgrado en Lingüística y
Lexicografía por la Real Academia de la Lengua en Madrid. Profesora de la
Universidad de Cuenca.

MARTHA RODRÍGUEZ. Licenciada en Ciencias de la Educación, con
mención en Lengua y Literatura, por la Universidad Técnica Particular de
Loja. Magíster en Estudios de la Cultura, con mención en Literatura Hispa-
noamericana, por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Ac-

Revista Pucara, N.º 23 (199-202), 2011

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PUCARA
Información a los autores

A lo largo de sus más de 20 años de vida, la Revista PUCARA de la Fa-
cultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, se ha constituido en
un espacio de diálogo en el que autores nacionales y extranjeros reflexionan
sobre las diferentes manifestaciones de la cultura: literaria, histórica, filosó-
fica, educativa… PUCARA pretende ser una permanente fuente de consulta
para estudiantes de pregrado y postgrado, así como para profesores e inves-
tigadores en las áreas de su especialidad; de manera que puedan profundizar
sus respectivos estudios y fortalecer lazos de cooperación interinstitucional.

PUCARA, en su afán de cumplir con los estándares internacionales, con-
voca anualmente (julio-octubre) a todos los investigadores y escritores de
habla hispana que deseen participar. Los artículos que se solicitan deben estar
involucrados dentro de un proyecto o programa de investigación avalado por
una institución académica reconocida y, sobre todo, deben ser originales.

Normas de publicación:

1. Tiempos y proceso editorial. Una vez recibidos los artículos, el Comité
Editorial evaluará el cumplimiento básico de los requisitos. Obtenido
el visto bueno del Comité Editorial, el documento pasará a la evalua-
ción por parte de un jurado anónimo y externo a dicho Comité.

2. Artículos aceptados. Los autores de los artículos aceptados para la pu-
blicación, recibirán dos ejemplares de la revista en la que participaron,
y serán notificados vía correo electrónico.

3. Parámetros y presentación de artículos y reseñas. La extensión de los
artículos debe ser de entre 10 y 20 cuartillas de extensión (tamaño
carta) incluidas las notas al pie. La extensión de las reseñas no debe
superar las 4 cuartillas y debe cumplir con los mismos requisitos de
edición que los artículos mayores.

PUCARA / Información a los autores

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7. Dirección de los envíos: Los interesados en publicar en PUCARA en-
viarán sus trabajos, por correo a:

PUCARA
Revista de Humanidades

Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación
Universidad de Cuenca

Av. 12 de abril. Ciudadela Universitaria.
Teléfono (593) 07 4051125

e-mail: pucara@ucuenca.edu.ec
Cuenca-Ecuador

PUCARA / Información a los autores

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La revista basa su estilo de edición en una de las últimas versiones de la
MLA y todos los artículos deberán cumplir con las siguientes normas:
• Uso de la fuente Times New Roman en 12 puntos, doble espacio

y con márgenes de 3 cm. por cada lado.
• En la primera página del artículo deben aparecer el título, el re-

sumen y cuatro palabras clave, en español y en inglés. El resumen
no debe superar las 200 palabras.

4. Reglas generales de edición:
• Espacios: El espaciado en el texto debe ser doble y sin espacios

adicionales entre párrafos.
• Las itálicas: Se utilizan para los títulos de trabajos como libros,

poemarios, revistas, páginas web, películas, programas de radio
y televisión. Entre las palabras extranjeras de uso común que no
llevan itálicas encontramos: ad hoc, versus.

• Capítulos: Si decide dividir su ensayo en secciones o capítulos
cortos, se recomienda que los numere, utilizando un número ará-
bigo seguido de un punto. Luego de un espacio escriba el nombre
de la sección.

5. Citas:
• La MLA utiliza el método autor-página en el uso de citas. Quiere

decir esto que el apellido del autor y la página o páginas de las
que la cita está tomada deben aparecer en el cuerpo del texto así
como la referencia completa debe aparecer en la bibliografía.

• Una obra que tenga múltiples autores (tres o menos) requiere que
se mencionen los tres o dos apellidos en el texto o entre paréntesis.

• Para una cita de más de tres autores puede utilizar todos los ape-
llidos de los autores separados por comas.

• Si va a citar varios trabajos del mismo autor utilice el título com-
pleto de cada obra o una abreviación del mismo para diferenciar
las fuentes.

6. Bibliografía. Todos los trabajos citados en el cuerpo del texto deben
tener su correspondencia en la sección de bibliografía, y seguir el cri-
terio MLA.

Revista Pucara, N.º 23 (203-204), 2011

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